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El fútbol es nuestro
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Rodrigo Hernández Parra
“Si quieres jálale, no hay pedo”, me acerca el pedazo de estopa remojado
en thinner con su mano. La observo de arriba a abajo: manchas de grasa,
las ha conseguido por dormir en las banquetas; los nudillos abiertos, aún
siguen sangrando; la palma amarillenta, el activo le ha pigmentado la piel.
Le doy las gracias y rechazo con un amable gesto su invitación. “¡Cámara,
Mirrey! ¿Sí te vas poner o qué?”, le grita El Aguacate, ya es su turno para
la reta. Abre la puerta, entra trastabillando a la cancha, le da un jalón más
a su mona y se pone en posición para recibir los cañonazos. Es su primera
reta de la tarde y aunque para muchos su presencia parezca un mal chiste,
no se van a ir de aquí en un buen rato.
Las retas son de cuatro y a dos goles, así que El Taison se queda afuera. Es el más puesto de todos, de eso no cabe duda. Su mirada se pierde en la nada y son contadas las veces en las que parpadea. El tatuaje tribal en el
rostro, la piel morena, el labio abierto y la nariz rota hacen que el apodo le
quede como anillo al dedo. Es bien sabido por todo Mixcoac que el Taison
no le saca a un tiro. Con orgullo porta la del Necaxa, en el dorsal lleva el siete de Aguinaga, los pantalones dando ya las últimas y la cachucha para taparse del sol. Hoy es domingo, y se da su tiempo para descansar, así que
se recuesta en la banca mirando al cielo y con la pierna izquierda pisa el balón de cuero hecho a mano. Se estira con fuerza e inhala, voltea la mirada hacia nosotros, estamos siendo demasiado obvios.
Los domingos las retas en el parque de Fresas se ponen muy buenas. Temprano por la mañana se puede ver a los corredores rodeando la
pista, dando una vuelta tras otra.
Al medio día hay niños corriendo de un lado a otro entre la gente y otros balanceándose en los juegos. Y claro que no pueden faltar los globeros, varios puestos de dulces y un carrito de papas. Terminando la hora de la comida, justo cuando el sol está a solo unas horas de es
conderse, jóvenes y adultos se dan cita en la pequeña cancha de fútbol rápido que el gobierno de la Ciudad de México le ha obsequiado
a la colonia. Un par de años antes las cosas eran muy diferentes. Las porterías no llegaban a retener ni un solo balón y la reja que impide que la pelota salga por los costados podía lastimar a cualquiera que se acercara a menos de medio metro.
En el piso los hoyos se convertían en trampas mortales cuando el
juego subía de intensidad. Y por si fuera poco a las seis de la tarde la diversión debía parar en seco, pues el alumbrado a duras penas te permitía seguirle la pista al balón. Hoy son las cuatro de la tarde, hay seis retas y parece que esto va para largo. En la cancha está la reta del Escuadrón de la Muerte –así se les
conoce por estos rumbos.
que trabajan dando el paso a los coches que vienen de la calle Guillain
evitando el pesado tráfico que se origina entre el cruce de Patriotismo,
Revolución, Rio Mixcoac y Molinos. “Lo hacemos por buena gente”, le dicen a los conductores mientras estiran una mano para recibir unas mone
das. Cualquiera con unos años de experiencia puede imaginar a donde van a parar esos pesos que recaudan durante el día.
“Pásala.”, “¡Hazme famoso, cabrón!”, “Hazme soñar!, “No te la hace.”, “Ya
me viste”, estas y otras frases se hacen presentes en la reta del Escuadrón.
Esta reta destaca a simple vista, no precisamente por su facilidad para
los drible o regates. Aquí lo más difícil se ha vuelto marcarlos. Su arma
secreta es su olor, la marca personal se vuelve más bien en un campo de
fuerza que te impide acercárteles. A ellos poco les importa, lo aprovechan
y juegan con entusiasmo. A leguas se nota su felicidad, pero eso sí, el ac
tivo, el panalito de Tonayan y la bachita no la sueltan ni para cubrirse de
un balonazo. Cada que el balón deja el terreno de juego aprovechan para
El Chino es el que más juega, se rumora que cuando era joven se lo
querían llevar a la Noria. El apodo
no lo tiene por los ojos rasgados, sino por las marañas en su cabe
llo. Se lleva a un par de rivales con unos recortes, se mete por el centro, se la toca al Pantera y con un pun
terazo el balón entra por la parte
inferior derecha de la portería. Un
golazo que nadie se lo puede creer.
Ellos celebran como si se tratara de
la misma Copa del Mundo. Uno a cero, la otra reta no pierde el tiempo y enseguida se asegura que El Mirrey sienta la presión con un
bombazo desde media cancha.
El juego sube de tono, los codazos,
patadas y empujones hacen que
quienes estamos a la espera del
segundo tanto nos acerquemos a ver con más detalle. Cada jugada se vuelve una riña discreta en
la cual la disputa por el balón ha
pasado a segundo término. Entre los que estamos afuera se escucha a cada patadita intencional un grito casi ahogado que solo calienta
más la situación. Las patadas se
convierten en codazos, y los coa otro El Aguacate ha soltado el
primer golpe a mano limpia, sin pensarlo dos veces. Trataban de sacarle el balón entre dos, cuando
de repente en un jaloneo el codo de su marcador salió directo a su
pómulo derecho. “¡Cámara, puto! Con que ya con esas.” Un golpe en
seco que dejó paralizada la cancha.
Los ánimos se calentaron, la reta
se ha olvidado por completo. El
Taison pega un brinco automático desde la banca, sale de su alucín y en tres pasos ya está en la cancha
repartiendo patadas y arañazos a
cualquiera que intente ponerle una mano encima a sus compas. La campal no duró más de quince
segundos, ya que otros tantos que estaban afuera de la cancha inter
vinieron para que la situación no
llegará a mayores. Las palabras subidas de tono y los empujones no paraban. Para la mala suerte de
todos la reta dueña del balón con
el que se estaba jugando era la misma en contra de la banda de tepo
rochos. La reta se detuvo por unos
momentos. Las ganas de quererse
RODRIGO HERNÁNDEZ PARRA
Tengo veinte años y soy del Distrito Federal. Soy amante del fút
bol, béisbol, tenis y del deporte en general. Curioso, pero poco con
ocedor, de las artes visuales. Melómano por naturaleza y seguidor
incansable de cualquier género musical. Fanático de los cómics y
la ciencia ficción. Estudiante de tercer semestre en la carrera de
Comunicación. Comensal exigente de todos los puestos de tacos y
garnachas de la ciudad. Aventurero e intrépido por instinto, amante de los tatuajes y las mo
tocicletas. Despistado y poco observador, siempre estoy en mi mundo. Viajero nato de pueblos
mágicos de todo el país. Ciudadano de México inconforme con el sistema político, un Superciv
ico más de esta jungla de asfalto.
golpear entre ambos lados no se calmó durante la siguiente media hora.
El ambiente era tenso y a pesar de todo los contratiempos conseguimos
otro balón y empezamos desde cero con retas diferentes. Al cabo de unos
minutos ambos grupos partieron y tomaron caminos distintos. En cuanto a mí, seguí echando la reta con mis amigos por un par de horas más.
En las calles nadie se les acerca por temor a su reacción, pero este es juego que hace que el hombre sea niño por un rato, jugando sin saber a qué jue
ga, sin motivo, sin reloj y sin juez. Una simple pelota y tres postes hacen
que todos se unan, sin importar condición. El fútbol lo hacemos todos, grandes, chicos, mexicanos, fresas, nacos o teporochos. El fútbol es nuestro.
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