Reportaje
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iciembre 2015
Jóvenes, aunque sobradamente bailarinas
Paula Torres (15 años) y Katalin Arana (16) comparten muchas cosas: ambas son zizurtarras de toda la vida, fueron a clases de baile en la Academia Eva Espuelas y lo dejaron todo atrás para intentar cumplir su sueño de ser bailarinas profesionales. Paula se marchó a Madrid, al Real Conservatorio Nacional Mariemma; y Katalin a Burdeos, al Joven Ballet de Aquitania.
PAULA TORRES Paula empezó a bailar con cuatro años: “Me gusta ponerme metas, e irme acercando a ellas con trabajo hasta alcanzarlas, es mi mayor recompensa”. Paula sabía que si queria dedicarse a la danza tenía que salir fuera, e intentó el acceso a la Escuela Mariemma, “porque ofrece más salidas profesionales, al ser el conservatorio principal a nivel nacional”. Superó las duras pruebas de acceso, y desde hace meses vive en Madrid: “Es una ciudad con mucha variedad cultural, y eso me encanta, pero apenas tengo tiempo libre. Ensayamos unas cinco horas por la mañana, voy al instituto a 1º de Bachiller por las tardes, hasta las 21:30, y luego
tengo que estudiar. En temporada de exámenes es muy duro, hace falta fortaleza mental para no descuidar los estudios. Y echas de menos a tu familia y amigos... Pero cada mañana me levanto y sé que voy a ir a hacer lo que más me gusta, ya que al bailar es cuando soy yo misma, me expreso como soy y me evado de todo lo demás”. Paula lo tiene claro: “Lo que más feliz me haría sería vivir de lo que me gusta, dedicarme profesionalmente a bailar. Soy consciente de que los premios hay que ganárselos con trabajo y por eso he hecho el sacrificio de venir a Madrid y cambiar mi vida. Sé que cumplir el sueño será complicado, pero creo que si alguien quiere algo realmente y se esfuerza por tenerlo, lo acaba consiguiendo”. Preguntada por Katalin, Paula cuenta que “tras compartir con ella cuatro años de clase de ballet, ahora es una de mis mejores amigas. Le he visto evolucionar en la danza a pasos agigantados. Su mayor virtud, aparte de todas las condiciones que tiene, es la pasión que siente por la danza”.
KATALIN ARANA Katalin empezó clases de bailes moderno a los 8 años, pero no fue hasta los 10 cuando se apuntó a ballet “simplemente porque dos amigas mías iban a esa clase”. Así descubrió algo que ahora le apasiona: “No me hace falta hablar para expresarme, mi cuerpo y los movimientos que haga son los que transmiten lo que siento. En el ballet todo depende de mí, del esfuerzo y las horas que meta. Cada momento es único, tanto en clase como en el escenario”. En mayo, animada por su padre, superó las duras pruebas de acceso al prestigioso Joven Ballet de Aquitania. Desde entonces, su ritmo de vida es frenético: “Normalmente empiezo a las 9 y acabo a las 16:30 o 17:30, con media hora para comer. Lo más duro ha sido acostumbrarme al idioma y a los horarios de los franceses, y vivir en una ciudad tan lejos de mi familia. Lo mejor es que he podido descubrir muchas cosas y practicar tipos de baile que no conocía, y también todas las personas fantásticas que he conocido
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aquí, tanto profesores como amigos. Vivo con una familia francesa y Burdeos me encanta, está genial para vivir”. Katalin también tiene el sueño de “llegar a ser bailarina profesional. No es un trabajo fácil, lo sé; pero no lo veo imposible. ¿Si hay gente que lo ha conseguido, por qué no yo? Hay que hacer muchísimos sacrificios y trabajar muy duro, pero hoy lo veo más posible que hace un par de años”. Katalin no se olvida de Paula: “Es una persona muy importante para mí, sin el apoyo mutuo que nos hemos dado ninguna estaría donde estamos ahora. Tiene una resistencia y una técnica de giros que envidio. Se esfuerza siempre al máximo, llegará muy lejos”.