El Vocero de Puerto Rico

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EL VOCERO / martes, 24 de abril de 2012

No creo ni en la luz eléctrica (Parte II)

Preocupación estudiantil / Por Arturo Yépez

Lcdo. Iván Rivera Abogado

a realidad es que los países en vías de desarrollo tendrán que esperar varias décadas para que las condiciones en los mercados internacionales y la ‘burbuja verde’ les permita adentrarse seriamente en el mundo de la energía renovable. Por lo cual, nos restan de dos a tres décadas adicionales de generación de energía eléctrica predominantemente por medio de combustible fósil. Mientras tanto, nuestro reto es conducirnos en la realidad de esos mercados de la manera más efectiva y eficiente posible. Lamentablemente, la actual Administración parece andar por ahí sin ideas al respecto. Bajo el palio de la Ley Núm. 83 del 2 de mayo de 1941, según enmendada, en el 1973 la AEE creó una Oficina de Combustibles como respuesta al embargo petrolero decretado por los países árabes, así como a la inestabilidad de los precios. El 15 de diciembre de 1992 la Junta de Gobierno de la AEE, mediante la Resolución Núm. 2403, estableció igualmente, que dicha Oficina estaría encargada de requerir, contratar y comprar el combustible necesario para generar energía eléctrica de acuerdo a las disposiciones del Reglamento de Subastas aprobado a esa misma fecha. Conforme a lo anterior, la AEE puede adquirir hasta un 50 por ciento del volumen anual estimado de consumo de combustible sin la celebración de una subasta formal. Esto, en los casos en que la compra se realice a gobiernos, países, organismos, empresas, agencias o corporaciones extranjeras. La AEE deberá presentar un informe que demuestre las ventajas y beneficios para la entidad, así como para el interés público de la transacción. Los contratos expedidos al respecto deberán ser aprobados por el Director Ejecutivo, la Junta de Gobierno de la AEE y el Gobernador de Puerto Rico. Pero, la realidad es que la Oficina creada para atender el asunto de la inestabilidad de los mercados globales del petróleo, se ha convertido en el peor enemigo de los consumidores locales de energía. Entre las fallas encontradas en las operaciones de dicha Oficina se encuentran: (1) la realización de múltiples funciones conflictivas entre sí; (2) adquisición de combustible por cientos de millones de dólares a distintas compañías sin que mediara contrato previo para ello (al garete mi hermano); (3) ausencia de controles adecuados sobre la compra de combustible y los desembolsos de dinero para ello; (4) carencia de un registro actualizado de contratos para la compra de combustible; (5) invitación a licitadores que no estaban registrados en el récord de suplidores de la AEE; y (6) los que estaban registrados, mantenían incompleta la documentación requerida al respecto, entre muchas otras. Si en un periodo de dos años la AEE le compró a solo 11 compañías alrededor de $2 mil millones de dólares en combustible, imagínese la magnitud del tumbe. Continuaremos…

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composición social por la supuesta falta de valores. ¿Cómo pretender que un pueblo, donde predomina la mentira, la desigualdad, el desempleo y un sistema educativo en bancarrota intelectual, se comporte a la altura de los más elementales valores cuando la inmoralidad nos llega desde las altas esferas del gobierno y la colonia corrupta? Todos sabemos que el capitalismo se ha encargado de trastocar nuestra escala de valores al extremo que el narcotráfico se ha convertido en una de las fuentes de riqueza más influyentes del sistema. Recordemos la creciente cantidad de legisladores, funcionarios del Gobierno y empresarios que se enriquecen diariamente con dinero ilegítimo y ensangrentado. Con

Prohibida la reproducción / arturoyepez@aol.com

“Cría cuervos y te arrancarán los ojos” Luis Domenech Sepúlveda Catedrático Jubilado UPR-Cayey

or naturaleza, el capitalismo es un sistema económico que promueve y favorece los estilos de vida basados en la desigualdad humana, la deshonestidad intelectual, la corrupción, el trastoque de valores y la explotación del hombre por el hombre mismo. Todo ello, en aras de producir lucro y ganancias sin escrúpulos a cuenta del pueblo trabajador y consumidor. Eso explica porque menos del 3% de la humanidad posee más del 96% de la riqueza mundial; mientras el resto de la población lucha para sobrevivir en la miseria multiplicando con su trabajo la riqueza de los privilegiados. Ese depredador y acaparador 3% controla relativamente las principales fuentes de

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riqueza (bancos, petróleo, armamentismo, medios de transportación, comercio, turismo, farmacéuticas) y todo cuanto produzca ganancias multimillonarias al menor costo y tiempo posible. Pueblos como Puerto Rico han sido hechos a imagen y semejanza de ese poder económico y al servicio de esa élite representada por las corporaciones y empresas multinacionales. Para sobrevivir, los pueblos han tenido que apelar a la mentira, al delito y al oportunismo para satisfacer las necesidades creadas por el propio sistema de consumo. Es decir, resulta hipócrita y contradictorio de parte de las actuales autoridades gubernamentales responsabilizar al pueblo de la des-

Cuando los pueblos son inducidos a sobrevivir bajo esquemas de corrupción, no podemos esperar mejores resultados.

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ello se han sufragado campañas políticas y se ha enriquecido a múltiples y honorables empresarios. Esa ‘economía subterránea’ ha fortalecido la venta de vehículos exóticos, joyería, embarcaciones, bienes raíces y otros servicios opulentos de nuestra clase dominante. Cuando los pueblos son inducidos a sobrevivir bajo esquemas de corrupción, no podemos esperar mejores resultados que los que estamos sufriendo en carne propia. Una sociedad como la nuestra, donde el fin justifica los medios, no puede esperar otra cosa que la descomposición social que nos asfixia. Nuestro sistema de consumo nos ha deformado al extremo de valorizar al ser humano, no por lo que es, sino por lo que tiene. Esa deplorable realidad social es producto de las equivocadas políticas gubernamentales mediante las cuales se ha pretendido exaltar al capital mientras desvalorizamos al ser humano. De ahí el refranero pueblerino que decía: “Dime lo que tienes y te diré quién eres”.


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