Premios delta

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Delta de Oro, 1961. “Batidora-trituradora Bipimer BP53”. Pimer, S.A. Braun Española, S.A. Diseño: Gabriel Lluelles.

Delta de Oro, 1962. Motocicleta “Impala”. Permanyer, S.A. Montesa S.A. Diseño: Leopoldo Milá.

50 años de los Premios Delta. Del anhelo de modernidad al diseño responsable Organizados por ADI-FAD, los Premios Delta llevan 50 años galardonando lo mejor del diseño industrial. En la exposición que se podrá ver hasta junio de 2011 en el Palau Robert de Barcelona, las piezas distinguidas en estas cinco décadas sirven para trazar un recorrido de la historia de la disciplina en España. Uli Marchstener y Viviana Narotzky han sido los responsables de su comisariado; Sílvia Farriol, de su diseño expositivo; y Mario Eskenazi, de su gráfica. Texto: Beatriz San Román

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Delta de Plata, 1984. Envase “Quorum”. Antonio Puig Perfumes, S.A. Diseño: André Ricard.

Delta de Oro, 1970. “Lettera.36” Máquina de escribir. Hispano Olivetti, S.A. Diseño: Ettore Sottsass Jr. y equipo propio.

Delta de Oro, 1968. “Filomatic” Maquinilla de afeitar. Industrias Bassat, S.A. Diseño: Esteve Agulló-Alvaro Martínez Costa.

En 1960, el arquitecto Antoni de Moragas y el diseñador André Ricard fundaron la ADI, la asociación de diseñadores industriales del FAD que, a través de sus premios, realizaría una importante labor de puesta en valor y promoción del diseño industrial. Un año después, las famosas vinagreras de Rafael Marquina ganaron el primer Delta de Oro. En la última edición, fue el aparato de corrección ortodóncica diseñado por Luis Carrière el que se llevó la máxima distinción. Casi medio siglo separan estas dos piezas. Medio siglo en el que el diseño ha deja-

do de ser considerado una preocupación de minorías –cuando no un esnobismo o una moda superflua–, para pasar a formar parte indispensable del tejido empresarial. Desde sus inicios, los premios Delta estuvieron marcados por el ideal modernista del “buen diseño” y, como consecuencia, en la colección de estos 50 años encontramos numerosas piezas clásicas, en el sentido que a este término daba el torero Rafael Gómez “El Gallo”: “clásico es lo que no se puede hacer mejor”. Inmejorables e icónicas resultan obras como la moto Impala diseñada por

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Delta de Plata, 1986. Taburete “Frenesí”. Transatlàntic. Akaba, S.A.

Leopoldo Milá (premiada en 1962); la archiplagiada silla Toledo de Jorge Pensi (1988), o el banco Lungo Mare de Enric Miralles y Benedetta Tagliabue (2001). El recorrido de la muestra, que presenta más de 150 piezas originales agrupadas por décadas, provoca admiración y nostalgia. En el primer tramo, dedicado a los 60, se aprecia la influencia del funcionalismo modernista y su modelo, la empresa alemana Braun. Muchas de las piezas premiadas reflejan la idea del diseño como un vehículo de modernización de la vida cotidiana: desde


Delta de Oro, 1990. Sillas “Mirai”. Casas, M.S.L. Diseño: Toshiyuki Kita.

Delta de Plata, 2003. “Banc Neolineal”. Santa & Cole. Diseño: Miguel Milá.

Delta de Plata, 1991. Lámpara de pie “Sinclina”. Metalarte, S.A. Diseño: Estudi Blanc.

Delta de Plata, 2007. Banco Modular “Naguisa”. Escofet 1886, S. A. Diseño: Toyo Ito.

las maquinillas de afeitar Filomatic de Esteve Agulló y Álvaro Martínez, a los ceniceros apilables Copenhague de André Ricard; de la batería de cocina de Rogeli Raich para Bra, a la lámpara de pie TMC de Miguel Milá. La de los 70 fue una década de cambios, en la que los últimos coletazos de la dictadura y su aparato represor dan paso al inicio de la transición. Es un período de contrastes en el que, como bien señalan los textos de la exposición, cohabitan el destape y la censura, las ejecuciones y las huelgas. El

funcionalismo y el ideal del “buen diseño” continúan siendo los criterios de selección de los premios: las máquinas de escribir de Olivetti, el exprimidor Citromatic de Gabriel Luelles y Dieter Rams para Braun o la campana extractora de Lluís Clotet y Oscar Tusquets son ejemplos paradigmáticos de un diseño que hoy nos resulta un tanto árido, en el que la forma deriva casi directamente de la función. En cambio, el diseño de los 80 descubre nuevos lenguajes más lúdicos y formalistas, que en no pocas ocasiones fueron tildados de frívolos. Piezas

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emblemáticas de esta etapa son la silla Trampolín –de Javier Mariscal y Pepe Cortés– y el taburete Frenesí –del grupo valenciano Transatlàntic–. La ciudad de Barcelona se convierte en escaparate de una nueva forma de entender el mobiliario urbano, que en la colección de los Premios Delta viene representada por la farola Lampelunas, diseñada por J. A. Martínez Lapeña, Elías Torres y Marc Viader, la marquesina de autobuses de Isabel López y Ferran Morgui, y la de Josep Lluís Canosa, J. A. Martínez Lapeña y Elías Torres.


Delta de Plata, 2005. “Vitrina collector”. Metalarte, S. A. Diseño: Emiliana Design Studio. Delta de Plata, 2007. “Clau María USB”. ABR producción contemporánea. Diseño: Luis Eslava.

Delta de Plata, 2003. Accesorios de baño “City”. Sanico Porcelanas, S. L. Diseño: Lavernia y Cienfuegos.

Delta de Oro, 2009. Aparato de corrección de ortodoncia. Carrière Distalizer MB. Luis Carrière Class One Orthodont.

En los 90, la voluntad de ser competitivos en el mercado internacional se traduce en la creciente importancia del diseño en las estructuras empresariales, con diseñadores del star-system local colocándose en las primeras filas del diseño europeo. La silla Rothko de Alberto Liévore, el perchero Ona de Montse Padrós y Carles Riart, el grifo monomando Omega de Inés Jackson y la silla Hola de Jorge Pensi son algunas de las piezas representativas de esta época. Tras la efervescencia de la década anterior y la euforia de las Olimpiadas y la Expo del 92 emerge también una nueva

generación de profesionales que, saturados del esteticismo postmoderno y frenada su inserción en la industria tanto por la crisis económica como por la generación anterior, buscan un camino independiente con proyectos modestos, más cercanos al mundo de las galerías de arte que al de la industria. En la siguiente década, sus nombres se incorporarán al universo de los Premios Delta, con piezas que reflejan su sensibilidad por los criterios sociales y medioambientales. El cambio de milenio abre así paso a una nueva etapa marcada por la conciencia

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de la diversidad y las nuevas posibilidades que ofrecen los avances tecnológicos, con productos que tienen en cuenta a los usuarios discapacitados y que buscan una utilización eficiente y sostenible de los recursos. Formalmente, el delicado minimalismo de piezas como el banco Aero o la silla Catifa –ambos diseñados por Lievore, Alter, Molina– convive con otras estéticas más artesanales o con cierta vocación artística, como en la bandeja Delica de Jaume Ramírez o el banco modular Naguisa de Toyo Ito. l


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