Revista El Navegante, número 3

SEGUNDA ÉPOCA

N°1, 24 DE MARZO DE 2022

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May 15 / £6.00

AÑOS DE SU NACIMIENTO

Ilustración: Pedro Ortiz

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EL MES DE JUAN OJEDA De la poesía de Juan Ojeda dicen que solo se han podido hacer aproximaciones, pues resulta difícil y perturbador descifrar los mundos oscuros y enigmáticos de sus versos. Danilo Sánchez Lihón, quien escribió el prólogo de Arte de navegar, confesó que le costó salir vivo luego de habitar en la obra del poeta chimbotano durante treinta días.

Tal vez para muchos lectores sea una experiencia aterradora e infernal navegar en la poesía ojediana, ya que esta nos ofrece un reino decadente cuya destrucción es inminente.

El vate recurre a elementos del mar para configurar su universo expresivo, un “lenguaje de los dioses”. De esta manera el autor nos comparte sus tormentos, locuras y esperanzas desvanecidas.

A Ojeda solo le bastó 30 años de existencia para demostrar su genialidad. Su caso es extraño y a la vez extraordinario. Su obra ya ha empezado a cruzar las fronteras, pues en otros países ya indagan de su poesía filosóficametafísica.

En Chimbote, su tierra natal, hemos sido ingratos con él. Este 27 de marzo se cumple un año más de su nacimiento y no queremos que esta fecha pase desapercibida. El Navegante le rinde este homenaje con la esperanza de que pronto nuestro poeta tenga el realce que tanto le fue esquivo en vida.

VISCELY ZARZOSA CANO

CONTENIDO

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PASIÓN Y POESÍA

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Un mirada a la obra poética de Juan Ojeda desde el análisis del laureado escritor uruguayo Alfredo Villegas.

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LA CASA OJEDA

El escritor chimbotano Augusto Rubio Acosta comparte sus impresiones de la poesía de Juan Ojeda.

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EPÍSTOLA DIALÉCTICA La última obra lírica de Ojeda desde la lectura del escritor y editor Ricardo Ayllón.

ENTREVISTA A JOSÉ REYES CARRANZA El periodista nos cuenta sus andanzas y diálogos con el poeta cuando ambos estudiaban en el colegio San Pedro.

Ojeda vivió en dos casas en Chimbote.

Una de estas aún existe. El inmueble está situado en la avenida José Gálvez.

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OJEDA Y LA URGENCIA DE UN NUEVO ORDEN

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OJEDA EN IMÁGENES Desde los archivos de la familia Ojeda, mostramos algunas imágenes aún no reveladas del poeta chimbotano.

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JUAN OJEDA (1944-1974) Juan Ruperto Ojeda Ojeda nació el 27 de marzo de 1944 en Chimbote. Sus padres fueron Víctor Ojeda Chávez y Josefina Ojeda Díaz, provenientes de Arequipa, eran primos. Ellos tuvieron once hijos. Juan fue el noveno.

De 1952 a 1956, estudió la primaria en la escuela N° 313, el colegio más antiguo de Chimbote. De 1957 a 1961, cursó la secundaria en el centro educativo San Pedro donde publicó sus primeros poemas en la revista escolar "Expresión". A la edad de 18 años viajó a Lima para postular a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos e ingresó a la Escuela de Filosofía donde conoció a los poetas con quienes fundarían la revista Piélago. Asistió a curso de pintura y escultura en la Escuela Nacional de Bellas Artes.

En 1965, obtuvo la Primera Mención Honrosa en el Concurso El Poeta Joven de Perú, organizado por los Cuadernos Trimestrales de Poesía, con su extenso poema "Elogio de los navegantes", firmado con el seudónimo "Dedaluz".

En vida publicó "Ardiente sombra" (1963), una elegía dedicada al poeta Javier Heraud; "Elogio de los navegantes" (1966) y "Eleusis" (1972). Viajó a Panamá y Brasil donde se afilió a un movimiento guerrillero y estuvo preso. A su regreso ingresó a la Escuela Nacional de Bibliotecarios. En Pucallpa fundó la Casa de la Poesía junto a Róger Rumrrill y Javier Dávila.

La madrugada del 11 de noviembre de 1974, a los 30 años, Juan murió tras ser arrollado por un auto en la cuadra 23 de la avenida Arequipa en Lima.

El chofer del vehículo que acabó con su vida se dio a la fuga.

Juan Ojeda es el mejor poeta de la generación peruana del 60. Aún hay mucha injusticia con él.

La historia y el tiempo darán su veredicto Juan Cristóbal

Ojeda constituye una de las aventuras más gigantescas, temibles y significativas de la literatura y, en general, del destino humano Danilo Sánchez Lihón

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Foto: Paul Meza

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PASIÓN Y POESÍA ESCRIBE: ALFREDO VILLEGAS

A la poesía de Ojeda no se la debe entender sino sentir, vibrar con ella. Encarnarla en uno mismo tal como el poeta vive el mundo y la desolación que le provoca: “Yo no enturbio, no oculto lo que adentro abisma: vivo arraigado A un mundo de signos diluidos, entre crudas extensiones, Senderos de apagados rostros, amargas espesuras que inician El criterio...“ Ojeda asume en su poesía un manejo brutal de la palabra que pone en juego, permanentemente, la capacidad interpretativa del lector, lo desafía y se desafía en el descarne de sí, en “un abuso de ritmos inusuales“ como bien dice Danilo Sánchez Lihón.

“Habrá lectores que se afanen por explicarla o comprenderla con el sentido de la racionalidad. En tal intento sin duda habrá mucho que quedará oculto...“ “¿Cómo es mi vida? ¿Existe mi vida? He oído clamar En los desiertos del tiempo, y era una voz fina Como volcada sobre sí misma, aire desgajado de la desesperación.“ Ilustración: Mayker Bocanegra

Su condición humana de extrema sensibilidad, herida por un mundo hostil, lo ubicaba más allá de cualquier filosofía incluso la propia

El poeta, hastiado tempranamente del mundo, no cae en la locura pero sí en la desilusión. Su cercanía con Javier Heraud, su muerte y trágico destino del franco idealismo de cambio que convulsionó América de Sur en los 70, no le fueron ajenos.

Su condición humana de extrema sensibilidad, herida por un mundo hostil, lo ubicaba más allá de cualquier filosofía, incluso la propia.

Tal los cometarios que recibiera de amigos escritores y poetas chimbotanos, Juan Ojeda fue un poeta olvidado y, me arriesgo a decir, ignorado por el canon poético del Perú. Decepcionado y desilusionado, desengañado de todo, así lo describe Saniel E. Lozano Alvarado.

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Ese “ninguneo“ no es algo inusual que le suceda a grandes poetas del interior profundo del país, quienes no se integran a la órbita literaria de la metrópoli a pesar de haber concurrido, en el caso de Ojeda, a la Escuela de Filosofía de la Universidad de San Marcos.

Claros ejemplos abundan sobre las vicisitudes que han sufrido grandes poetas uruguayos como Álvaro Figueredo quien, desilusionado por las actitudes centralistas de los ghettos literarios de la capital, juró no pisar nunca más Montevideo. Finalmente, la Academia de Letras del Uruguay lo integró como miembro en el año 1964, dos años antes de su temprana muerte a los cincuenta y nueve años.

No se puede saber cómo impactó en Ojeda el hecho de haber sentido ignorada su poesía a pesar del alto reconocimiento de la Mención Honrosa en el Concurso “Poeta Joven del Perú“ (1966) creado por el grupo de escritores promotor de la revista Cuadernos Trimestrales, liderados por el poeta Marco Antonio Corcuera.

Juan Cristóbal dice que Ojeda se veía a sí mismo “como un gran poeta. Como un estudioso de la existencia humana, social y psicológicamente hablando. Pero no era vanidoso“.

Aún así fuera, abundan los testimonios que hablan de la invisibilización de la obra de Ojeda. Escribe Danilo Sánchez Lihón en el prólogo de “Arte de Navegar“ (2000): Cuenta Jung, comentando el Ulises de Joyce, que un tío anciano lo detuvo un día en la calle y le preguntó: –¿Sabes cómo atormenta el diablo a los réprobos? –Y continuó–, ¡los hace esperar!

Veintiséis años se ha tenido que esperar para ver publicado, en forma total, el libro ARTE DE NAVEGAR, que Juan Ojeda dejó estructurado meses antes de morir, el 11 de noviembre de 1974. Autor de un libro trascendental, cual es ARTE DE NAVEGAR, y protagonista de una de las aventuras humanas más extraordinarias en la poesía de todos los tiempos.

Una aventura tan extraordinaria como terrible, en la que no es posible tomar conciencia si realmente la odisea finaliza en el último verso, porque poeta y poesía nos conducen por un mar de imágenes fantásticas por el que no es nada sencillo navegar. Y a tientas, el lector llega a preguntarse si esa aventura infernal tiene retorno. ¿Cuál será la Ítaca de Ojeda? ¿Cuál su lugar definitivo y único? Tal vez –o sin tal vez– ese lugar es el poema.

Foto de Juan publicada en la revista Hipócrita Lector (1975).

Ojeda asume en su poesía un manejo brutal que pone en juego, permanentemente, la capacidad interpretativa del lector, lo desafía y se desafía en el descarne

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Actualmente en el inmueble de la familia Ojeda viven la señora Delia (sobrina de Juan) y su familia. La casa se vino abajo tras el terremoto del 70.

La Casa Ojeda

En la avenida José Gálvez está situada la vivienda donde el poeta pasó su adolescencia.

ESCRIBE: VISCELY ZARZOSA CANO

El poeta Juan Ojeda vivió en dos casas en Chimbote.

Durante sus primeros años habitó en un inmueble alquilado situado en la primera cuadra de la avenida Pardo, cerca de la iglesia San Pedro, exactamente frente al imponente local del Sindicato de Pescadores.

mejor costo de vida. Se llevó a cabo una huelga histórica. Y en medio de los enfrentamientos, las fuerzas del orden dispararon a sangre fría. Cuatro trabajadores murieron y varios resultaron heridos.

Algunos historiadores denominaron este hecho como “La matanza del 60”.

Este cruel suceso marcó a Juan Ojeda. En una entrevista concedida a Óscar Colchado Lucio, él reflexionó: “Todavía pienso que esas víctimas están esperando que se señale a las bestias que hicieron posible el atropello. Los verdugos se desplazan con una tranquilidad conmovedora, es necesario pues describirlos despiadadamente, que la brutalidad no permanezca impune”.

Luego la numerosa familia Ojeda decidió comprar un extenso terreno en la avenida José Gálvez, frente al puente del mismo nombre. En ese entonces el adolescente poeta ya cursaba su último periodo de la secundaria en el colegio San Pedro. Eran los años 60.

El terremoto de 1970 fue otro hecho trágico para la ciudad. Tras el nefasto sacudón, las calles lucían literalmente en ruinas. La casa de la familia Ojeda también se vino abajo. Juan ya vivía en Lima, pues se fue a estudiar Filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

En ese tiempo la gran mayoría de viviendas eran construcciones de adobe. Y la casa de la familia Ojeda era una de ellas. Los esposos Josefina y Víctor salieron adelante con sus once hijos. Juan era el noveno. Sus hermanos lo recuerdan introvertido, pero también conversador, alegre, lector y deportista.

Entre los miembros de la familia se cuenta que cada vez que el aguatero pasaba con su carreta no quería ingresar a la casa, que tiene más de cuarenta metros de largo y ocho de ancho, pues era un trabajo muy pesado cargar las latas hasta el lugar donde estaban los barriles.

En esos años Chimbote fue el epicentro de multitudinarias protestas de la clase trabajadora, como la recordada masacre en el puente Gálvez, frente a la casa de Juan, en el año 1960. Los obreros, entre ellos siderúrgicos, pescadores y hoteleros, luchaban por un

“Esta casa es bien grande. Tenía más de ocho cuartos.

La familia se reunía todos los domingos. La abuela (Josefina) separaba los hijos de los nietos. De sábado para domingo ella preparaba el escabeche de pescado.

Teníamos que ir a misa. El desayuno era algo sagrado

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para la familia”, cuenta Delia Ojeda, sobrina de Juan.

Tras el terremoto del 70, casi toda la familia se mudó a Lima. El inmueble fue remodelado. El único que se quedó fue Víctor, el hijo mayor, quien trabajaba en la pesca. "De mi tío Juan sé que a veces acompañaba a mi papá, quien era patrón de lancha”, cuenta Delia, la hija de Víctor.

“Llegué a conocer la biblioteca que mi tío Juan tenía en Lima. Era inmensa. Mi papá contaba que veía a mi tío leyendo durante horas. Y él estaba de acuerdo porque también le gustaba leer”, agrega.

Entre los archivos familiares, hay una foto en la que están Víctor y Josefina junto a seis de sus hijos afuera de la casa de Gálvez. El joven Juan, quien tendría 20 años, aparece a la izquierda con camisa blanca, pantalón crema y zapatos negros. No sonríe, solo mira la cámara.

El inmueble de Pardo ya no existe. Pero la vivienda, situada en la avenida José Gálvez N°1028, sigue ahí y tiene un pequeño rótulo: “Familia Ojeda”. Siempre fue de un solo piso. Hoy viven la señora Delia Ojeda, sus hijos y nietos. Está ubicada en una zona comercial donde abundan funerarias y ambulantes que ofrecen desayunos, combinados, leche de tigre al paso. A su alrededor hay casas de paredes viejas y sucias. Y aún quedan paneles de las elecciones presidenciales. Esto en medio del ruido infernal de los autos colectiveros, tráileres, buses y camiones que transitan por el puente. A pocos metros están los informales que venden zapatos, ollas y artículos de segunda mano.

Me imagino a Juan Ojeda perdiéndose en las entrañas de Chimbote, haciendo su camino, sin esfuerzo ni apuro, en el vientre de una ciudad ronca y agitada. .

El puente Gálvez es una de las zonas más congestionadas.

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ESCRIBE: RICARDO AYLLÓN

DIALÉCTICA

ANÁLISIS Una lectura a la última obra de Juan Ojeda

ESTRAGOS DEL CAPITALISMO E INFLUENCIA MARINA Con apenas 30 años de existencia (vino al mundo el 27 de marzo de 1944), Juan Ojeda ha logrado un importante lugar entre los poetas peruanos de su generación (la del 60). En vida, publicó apenas tres plaquettes: Ardiente sombra (1963), donde aparece solo el poema del mismo nombre, dedicado a Javier Heraud; Elogio de los navegantes (1966), poema con el que obtuvo la Primera Mención Honrosa en el célebre concurso trujillano “El Poeta Joven del Perú”; y Eleusis (1972), en la colección de poesía Gárgola, donde se encuentran, aparte del texto que da nombre a la publicación y una “Poética” en la que el autor explica aspectos de su estro, las composiciones “La noche”, “Soliloquio” “Historia rústica” y “Elogio de la infancia”, poemas estos que constituirán luego parte de su Arte de navegar (1996), volumen póstumo y verdadero libro de culto entre los seguidores de este chimbotano que alcanzó encumbrados niveles artísticos.

Ojeda. Si bien es cierto fue publicado por primera vez en 1997 dentro de la colección Papel de Viento, por Arteidea Editores (con una introducción testimonial de Juan Cristóbal), se debe tomar en cuenta la inscripción al final del poema: «Nov. de 1973 - Abr. de 1974».

De lo cual se colige que el poeta lo inició faltando un año para su muerte (el 11 de noviembre de 1974) y lo concluyó siete meses antes. Sobre esta base, debo acotar que, de las tres ediciones que se han hecho, la última edición individual es de marzo de 2014, a cargo de Editorial Summa y Cielo Abierto Ediciones (con la cual realizamos el presente análisis).

Epístola dialéctica , según se tiene referencias hasta ahora, es el último poema escrito por Juan

¿Cuál es la singularidad de este poema? Debo destacar, primero, la dedicatoria («A Salvador Allen-

Este extenso poema tiene dos partes (cada cual, iniciado por los números romanos I y II) y está compuesto por tercetos. La primera parte contiene 24 tercetos y un verso libre, y la segunda, 13 tercetos. Es decir, 37 en total.

de, Homme vivant / A las 20,000 personas asesinadas en Chile»), que constituye un registro de la coyuntura política sudamericana de 1973, es decir, el golpe de estado cometido por el militar Augusto Pinochet al presidente socialista Allende; golpe que, entre sus consecuencias, produjo uno de los más terribles genocidios en el país sureño; asimismo, la claridad de la antidedicatoria: «Contra el fascismo latinoamericano».

Particularidades ambas que muestran una expresa posición política por parte del poeta, la cual no aparecía en sus anteriores libros de forma tan evidente, lo que trae como corolario un segundo aspecto: el que dicha posición ayuda a que el contenido del poema permita un análisis más accesible.

De apariencia apocalíptica como casi la generalidad de la poesía ojediana, Epístola dialéctica tiene el cariz singular de aludir a los detrimentos causados por el capitalismo desde diversos aspectos, el más claro, el cometido por el libertinaje mercantilista y los abs-

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urdos de este. Así, a lo largo del poema hallamos versos como: «hastiados / Por el ruido pútrido de los mercaderes de la Historia» (p. 7), «y las vastas ciudades / Engordan sus almacenes con mercaderías deshechas» (p. 7), «Solo resuenan murmullos pétreos, solo desiertas cenizas // Que escarban sus vanas mercancías en un mundo yermo» (p. 9), «¿Qué alegría labra – hórrida niebla– el ojo de la usura?» (p. 10). Un capitalismo que, para el poeta, brinda tan solo una ilusión de progreso cuando lo que hace en realidad es poner las reglas a su favor: «Y grandes sueños fulgen en la cabeza vacía de los contaminados / Pregonando una luz irreal, elevando las arcas inertes / De los mercaderes…» (p.

8), «…y nutren sus túmulos de venta // Con edictos nuevos, con voces argentadas en predios suntuosos» (p. 8).

Otra característica de peso es la presencia del mar y la navegación (junto a sus elementos constitutivos) como signos de metaforización; lo cual ocurre también en “Elogio de los navegantes” y en algunos poemas representativos del libro Arte de navegar. Me refiero básicamente a la que es conocida como su versión completa, publicada el año 2000 (Cronopia Editores); en esta, hallamos poemas donde las refe-

rencias marinas son evidentes, inclusive desde el mismo título: “Stultifera navis”, “La noche marítima”, “Osario marítimo”, “Mar órfico”, etc., todo un homenaje a los orígenes porteños del poeta.

Pero, volviendo a Epístola dialéctica , las referencias marinas halladas en esta son diversas: «Intentando descifrar los sueños que arroja el mar // En las playas huecas, y oprimiendo unos fragmentos inútiles» (p. 7), «En las bahías blancas por la claridad viciosa del mediodía / Los pescadores retiran sus redes rotas, puedes ver en sus rostros / La fatiga de navegaciones sin rumbo» (p. 8), «El mar pervierte sus labradas aguas arremolinando fucos / Y los navegantes destruyen las embarcaciones, alistan sus garfios / para sostener el aire quebrado» (p.

8), «Los navegantes destruyen las embarcaciones y abominan del mar» (p. 9), «Y así navegamos, guarecidos en la noche desflecada / Así deambulamos en los puertos comidos por la sanguaza marina» (p. 9), etc.

lodo muy triste arrasa los campos» (p. 9), la ruina del quehacer literario: «Y en las casas de la palabra cuelgan ramos de sombra» (p. 9) o el menoscabo de las propias manifestaciones del pueblo: «Donde una manada de soldados ebrios eructa / Sobre el hermoso libro de las Costumbres Populares» (p. 8).

Todo esto, en un marco de desolación representado por «tierra despojada», «signos de destrucción», «rebaños muertos», «navegaciones sin rumbo», «luz hueca», «fuego temible», «dominios depredados», etc., imágenes que imponen un signo distintivo en este poema que, pese a su forma clásica (tercetos), en las manos persuasivas de Ojeda se convierte en un acto audaz, consiguiendo así que llegue a hermanarse con sus mejores entregas y crezca el interés por una obra que es materia de estudio ya entre importantes agentes de la tradición lírica peruana.

Tales particularidades se refuerzan muy bien con aspectos adyacentes como: la devastación de la naturaleza: «Los ríos se desploman infecundos y escarban la piedra / Hasta que un

De apariencia apocalíptica como casi la generalidad de la poesía ojediana, Epístola dialéctica tiene el cariz singular de aludir a los detrimentos causados por el capitalismo Edición publicada por Cielo Abierto y Summa (2014).

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Ilustración: Milton Gómez

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OJEDA Y LA URGENCIA DE UN NUEVO ORDEN RECUERDOS E IMPRESIONES SOBRE LA POESÍA DEL AUTOR DE "ARTE DE NAVEGAR. ESCRIBE: AUGUSTO RUBIO ACOSTA

La primera vez que escuché hablar de Juan Ojeda fue en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas.

Corrían los primeros años de la década del noventa y la intervención militar en el campus de San Marcos, sumada la crítica realidad social, política y económica del país, determinaron que la vida universitaria constituyera una auténtica pesadilla. Fue en esa coyuntura que pude acercarme a la obra del mayor poeta de la generación del sesenta. Cuando empezaron a desaparecer estudiantes, cuando el ejército se instaló en el comedor estudiantil y la turbulenta situación se hizo insostenible, las tertulias se trasladaron a los bares y a domicilios cercanos; fue ahí que accedí a sus poemas en la edición de Runakay, que indagué entre maestros y lectores afines sobre su vida y obra.

Del primer contacto con la poesía de Juan Ojeda recuerdo la angustia que me generó el haberlo leído, el descenso al mundo de los infiernos y el tormento, la reflexión sobre el tiempo y el fenómeno de la espera. Leyéndolo, intenté aproximarme a la condición humana y a la historia moral del hombre, a la poesía y a sus nieblas, a la fascinación absoluta. En su navegar camino a la fatalidad, el poeta produce el estallido interior de nuestras ausencias y miserias. Su mirada apocalíptica sumergida en la mitología nos entrega sentimientos y alucinaciones, incertidumbres y vacíos que destruyen nuestra forma de pensar y sentir. No es posible salir ileso después de leer a este poeta desterrado que predica en tierra estéril, que le prende fuego a las ruinas de lo que queda de nosotros, al intento de seres humanos que somos, que intentamos disfrazar sin sanar nuestro espíritu.

Yo no sé si Ojeda haya sido un hombre hosco, oscuro y tenebroso, eso no es lo importante. Destaco el tormentoso y aciago proceso en el que tiene que haberse sumergido para construir los poemas que escribió, su metafísica y raciocinio, sus ilusiones, pesadillas y reminiscencias vinculadas a la historia. A lo largo de su proceso creativo y de su vida, Ojeda experimentó situaciones límite en las que aprendió a naufragar y a registrar en su memoria, con su más íntima inclemencia, el dolor más hondo, el innegable estupor y desesperación de saberse distinto a todos, de reconocerse poeta, un ser irrenunciable a lo único que le permite salvar su vida: la escritura.

Juan Ojeda es un hombre hastiado de soportar el mundo.

El poeta, sin embargo, le ha cambiado la vida a mucha gente. Sus libros no circulan hace mucho, pero el peso de su obra ha empezado a sentirse cada vez con más fuerza tras el paso de los años. Así, no hay poeta foráneo o lector acucioso que visite el puerto y pregunte por el autor de “Arte de navegar”. En el corazón de quienes asistimos a su fe, a su llamado revolucionario desde la densidad de su poesía, a la profundidad de su lenguaje y su locura, los versos de su poema “Elogio de la infancia” constituyen el llamado a fundar una tierra nueva, tarea pendiente en la que todos estamos involucrados.

No es posible salir ileso después de leer a este poeta desterrado que predica en tierra estéril, que le prende fuego a las ruinas de lo que queda de nosotros, al intento de lo que somos

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JUAN OJEDA, MI TÍO EL POETA Dos sobrinos del poeta chimbotano, hijos de su hermana Esperanza Ojeda, cuentan sus vivencias.

POR: LUIS ENRIQUE BAZÁN OJEDA

ILUSTRACIÓN: PERCY IZQUIERDO

Tengo recuerdos de niño. Mi tío Juan era palomilla. Jugaba conmigo, se metía a mi mundo. Se tiraba al piso, se hacía el desmayado. Recuerdo que había dibujado un ovni, ya que él también estudió en la Escuela de Bellas Artes. Tenía una biblioteca inmensa. Coleccionaba revistas. Nunca me preocupé en leer sus libros, pero sí los ojeaba. Se la pasaba metido en su biblioteca. Recuerdo que escribía sus libros a máquina en el comedor de la casa. Pasaba horas y horas. Algo que no olvido fue cuando se rompió el fémur. Estuvo en el hospital Dos de Mayo (Lima). Me encargaron llevarle el desayuno todos los días. También recuerdo que vino de Panamá y la familia se reunió. Y como mi tío era poeta, a los niños les tocó recitar. Después yo le dije algo cómo reclamándole de por qué no se comunicaba con mi abuela, quien lo extrañaba mucho. Él me miró y luego me dio una propina. No me jacto, pero fue lo que se me ocurrió en ese momento. Lo conocí callado y observador. Se dejaba crecer la barba y luego se la afeitaba. Su muerte fue inesperada. Mi tío falleció cuando yo tenía 15 ó 16 años. Cuando murió dejó un libro ya listo, empastado. Me siento orgulloso de ser un Ojeda. Mi tío Juan fue el Ojeda que representó algo muy importante en nuestras vidas.

POR: ISAÍAS HUAITA OJEDA Dicen que mi tío Juan Ojeda era introvertido, pero yo lo conocí cariñoso, amaba la vida. Es cierto que no conversaba mucho, pero demostraba su cariño. Por ejemplo, amaba mucho a mi abuela Josefina, quien era excesivamente disciplinada. También quería mucho a mi mamá (Esperanza). Todos los domingos religiosamente la familia se reunía en una casa situada en el Callao (Unidad Vecinal Mirones), a pocas cuadras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Llegábamos antes del mediodía. La casa era pequeña, así que los sobrinos teníamos que estar en la biblioteca, que era el santuario sagrado de mi tío Juan. Estaba prohibido coger los libros. Yo era niño. Había unos compartimentos y puertas pequeñas. Recuerdo una escultura de yeso de la silueta de mi tío que estaba en posición de pensativo muy parecida a la de César Vallejo. En casa sabíamos que él se dedicaba a la literatura.

Había un silencio sepulcral. A mi abuelo Víctor Ojeda Chávez no le gustaba la bulla. Recuerdo que una vez vino mi tío Juan a visitar a mi mamá Esperanza, a quien le regaló uno de sus libros. En la primera hoja le hizo una dedicatoria. Lo veía con terno, habrá sido el único que tenía, pero lo tenía bien limpio.

Nunca lo vi con polo, short, sandalias. Siempre enternado, los zapatos bien lustrados y con un libro en la mano. La abuela leía las cartas que mandaba el tío desde el extranjero. Era la época de sus viajes. La familia le mandaba su mesada. He podido leer parte del libro Arte de navegar en el que manifiesta su vida en Chimbote, el olor nauseabundo y la pobreza.

Ahí están sus vivencias. Su familia no era adinerada. Los abuelos tuvieron once hijos y me imagino que él habrá pasado por algunas penurias durante su niñez y adolescencia. Y creo que todo eso lo ha plasmado en sus poemarios.

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"0JEDA NO ERA TÍMIDO, LE GUSTABA POLEMIZAR DESDE EL COLEGIO" ENTREVISTA: VISCELY ZARZOSA CANO

El periodista chimbotano José Reyes Carranza estudió el último año de la secundaria junto a Juan Ojeda.

Pertenecen a la promoción 1961 del colegio San Pedro. También estuvieron en el famoso viaje de excursión a Bolivia, Chile y el sur del Perú. En esta entrevista, nos comparte sus andanzas y diálogos con el gran poeta.

Usted fue compañero de Juan Ojeda en el colegio San Pedro. ¿Qué recuerdos guarda de la etapa escolar junto al gran poeta?

Principalmente dos aspectos. Uno, como poeta del colegio, de la promoción. Yo estudié con él el quinto año de secundaria el año 1961. En esa época, el colegio San Pedro tenía tres figuras de la poesía: Enrique Solano, Víctor Cánepa y Juan Ojeda. Ellos eran los poetas más renombrados y que más destacaban en el colegio. Los dos primeros seguían una corriente conservadora, pero Ojeda era más innovador. Él era seguidor de César Vallejo. Su vida y gestos nos hacían recordar a Vallejo. Desde la etapa escolar, algo de poesía vallejiana había en sus versos. Recuerdo que en el colegio se hablaba de poesía, cultura y, principalmente, política. Y los dos primeros contendientes eran de filiación aprista. Y

Ojeda ya anticipaba una inclinación al socialismo. Digo esto porque él nunca se definió como socialista. Pero por sus ideas que expresaba se veía en él que tenía concepciones socialistas. No solo fuimos amigos en el San Pedro, sino también fuera del colegio. Sin ponernos de acuerdo, coincidíamos en los locales sindicales. Nos gustaba escuchar a los trabajadores en sus asambleas. Cuando terminaban las reuniones, nos gustaba comentar de sus discursos. Había dos corrientes que predominaban en los trabajadores: el aprismo y antiaprismo.

Dicen que Ojeda era callado, tímido, no hablaba mucho…

Es relativamente cierto, pero no absolutamente.

Una persona poca comunicativa y tímida no polemiza como él lo hacía en el patio del colegio. Era muy locuaz cuando conversábamos los dos. No había nada de timidez; al contrario, abiertamente planteaba sus puntos de vista. Él vivió a lado de la iglesia San Pedro. Ojeda decía que no creía en la existencia de Dios. Había escrito un poema para plantear esa idea. Me lo había leído.

Quizá esta negación lo atormentaba, lo que lo conllevó a que estudie Filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Usted pudo leer sus primeros poemas.

Sí, cuando estudiábamos juntos.

Posiblemente no han sido publicados, con algunas excepciones.

Estuvimos trabajando junto a Ricardo Ayllón, quien estaba interesado en publicar la poesía reunida de Ojeda. Muchos dicen tener la poesía completa de Ojeda y no es así. Hay poemas que se han quedado fuera y, principalmente, de sus inicios. No se han tomado en cuenta sus escritos publicados en la revista Expresión del colegio San Pedro y en el periódico El Santa. ¿Cuáles eran los temas de conversación de Ojeda?

Hablábamos de la realidad política del país.

Casi siempre porque era preocupación de él. También nos preguntábamos qué estaba pasando en el mundo: Francia, Alemania, Estados Unidos, etc. Y, seguramente, él se informaba a través de revistas y periódicos porque en ese entonces no había televisión. ¿Qué es lo que más recuerda del viaje de excursión de la promoción?

Es el famoso viaje a Bolivia, Chile y el sur del Perú. Juan Ojeda ha sido descrito como tímido y ajeno de lo que pasaba a su alrededor. Yo recuerdo que viajábamos en

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tren rumbo a Puno. Y en Arequipa Yo le compré uno a Yando. Y el quien recién empiezó a vivir y crear, ya subió una delegación de estudiantes segundo y último reencuentro fue a que era muy joven. Si estuviera vivo, mujeres. Intercambiamos palabras. Y través de sus poemas. Me refiero a tal vez sería hoy el primer poeta del Ojeda se fijó en una chica, con la que "Ardiente sombra", publicado en Perú. Algunos estudiosos de la poesía entabló una larga conversación. Al homenaje a Javier Heraud. Fue una lo consideran como uno de los primeros parecer él la cautivó durante el edición de mimeografía. Él mandó un de su generación. Creo que recién se trayecto, algo que nosotros no pudimos paquete de ese poemario a Chimbote. ha empezado a reivindicar a Ojeda. Su hacer, pues estábamos mirando el poesía debe ser difundida en colegios. paisaje, tomando fotos y contando ¿Cómo tomó la noticia de su Su obra no debe quedar en el olvido. chistes. También estuvo en el inesperada muerte? losuna prometidos se Me caracterizan estar En emocionados contentos, cumpleaños de Aunque la amiga de de las enteré muchopor después. esa Aúnyhay mucha injusticia con Juan estudiantes. Estaba divirtiéndose en el época, su familia encontraba tanto en de Chimbote. están involucrados en algo másseque en las salchichas cóctel No hay calle, plaza o baile. Todo esto rompe con la imagen en Chimbote Lima. Un el mes después avenida que tenga su nombre. y en queytermine día. de un Ojeda tímido. de su muerte, yo recién me enteré.

Hace unos años nos propusimos con Maynor Freyre, quien era muy asiduo a Augusto Rubio fundar la biblioteca ¿Le perdió el rastro a Ojeda las tertulias literarias en las Juan Ojeda. Conseguimos que nos cuando terminaron la secundaria? universidades, me informó de su cedieran un ambiente del Club Hay dos momentos importantes de fallecimiento. Hay dos explicaciones de Chimbote. Estábamos instalando los reencuentro. Nosotros terminamos la su muerte. Dicen que fue suicidio y estantes, pero el administrador del club secundaria en 1961. Al año siguiente, él otros afirman que lo asesinaron. De nos pidió que desalojáramos. También vino a Chimbote luego de haber estado todas maneras, su muerte me dolió en presentamos un documento ante el en Iquitos donde se contactó con la el alma. En ese tiempo, Ojeda empezó municipio para que la avenida que tiene gente de allá, especialmente con el despuntar en la creación poética, como el nombre de Francisco Pizarro, pintor Yando Ríos, con quien luego no se había visto antes. Miguel causante de tantos desmanes en la impulsó la revista Piélago. Ellos vinieron Rodríguez Paz también escribía poesía, antigüedad, sea cambiada por Ojeda, a Chimbote y trajeron algunos cuadros. pero no tenía la profundidad de Juan, pero tampoco prosperó.

Ojeda decía que no creía en la existencia de Dios. Quizá esa negación lo atormentaba, lo que conllevó a que estudie Filosofía en la Universidad San Marcos novias | septiembre de 2019

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JUAN OJEDA EN IMÁGENES Mostramos a continuación fotografías del álbum de la familia Ojeda que hasta el momento no se conocían, como también las que fueron compartidas por amigos de Juan Ojeda, quienes fueron parte de sus andanzas y vida nocturna en Lima.

Dibujo de Juan, quien estudió en Bellas Artes. Foto: Leoncio Ojeda.

El niño Juan y su familia, aparece al lado derecho de su padre.

De izquierda a derecha: Juan, sus hermanos y padres (en el medio).

Juan (adelante) cargando el ataúd de su hermano Guillermo.

Hildebrando Pérez, Juan Ojeda (centro) y Juan Cristóbal en la UNMSM.

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Librero Eleusis JUAN OJEDA

Dentro de la colección de poesía Gárgola, dirigida por el poeta Danilo Sánchez Lihón, aparece en 1972 esta plaqueta con la presencia de Juan Ojeda aún en vida. El poeta acababa de volver al Perú de su inquietante periplo por Brasil (1967-1968) y Panamá (1971-1972), y había publicado previamente las plaquetas Ardiente sombra (1963) y Elogio de los navegantes (1969). Eleusis lo conforman un poema que da nombre al conjunto y otros cuatro textos líricos (“La noche”, “Soliloquio”, “Historia rústica” y “Elogio de la infancia”) seguidos de una “Poética” en la que el autor despliega su posición particular sobre la poesía desde lo filosófico o, puntualmente, lo metafísico.

POR: RICARDO AYLLÓN

El signo y las palabras JESÚS CABEL

Histórica selección de textos de homenaje a Juan Ojeda publicada en noviembre de 1978, es decir, tras cuatro años de su partida. Con testimonios, ensayos y aproximaciones bibliográficas, integran esta antología (que bien merece una justa reedición) textos de escritores, periodistas y poetas cercanos a él; estos son: Benjamín Torres Salcedo, Hildebrando Pérez, Danilo Sánchez Lihón, David Motta Pérez, Carlos Cornejo Quesada, Jesús Cabel y Javier Huapaya.

Los contenidos muestran no solo el ángulo humano de quienes caminaron cerca de él, sino además un intento de valorización estética y un seguimiento de su obra creativa.

Arte de navegar JUAN OJEDA

Es justo reconocer el trabajo de recuperación y difusión de la obra de Ojeda por parte del poeta Jesús Cabel. En 1986, con el apoyo de Antonio Escobar y de Runakay, la editorial que este dirigía desde Guadalupe (La Libertad), publicó una primera reunión de poemas ojedianos bajo el título de Arte de navegar (el año 2000 aparecería un volumen con mayor cantidad de poemas bajo este mismo rótulo, por la editorial Cronopia, a cargo del investigador Rolando Ávila).

El libro que aquí comentamos trae 19 poemas y destacan algunos inéditos que establecen ya, en conjunto, aquella dialéctica personal sustentada en la búsqueda lirica de un sentido existencial y auténtico.

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CREACIÓN LITERARIA CUATRO POEMAS DE JUAN OJEDA

Para el que ha contemplado la duración lo real es horrenda fábula. Solo los desesperados, esos que soportan una implacable soledad horadando las cosas, podrían develar nuestra torpe carencia, las vasta sobriedad del espíritu cuando nos asalta el temor de un mundo ajeno a los sentidos.

Qué esperarías, agotado de ti o una estéril música, cuyo resplandor al abismarse te anonadaría.

Pero tú yaces oculto o simulas alejarte de lo que, en verdad, es tu único misterio: en la innoble morada de la realidad nutres un sentido más hondo, del que ya ha cesado todo vestigio humano.

Y destruyes el reino de lo innombrable, que en ti mismo habita: ¿Qué esperarías? ¿Solo madurar descendiendo en una materia más huraña que el polvo?

Nada hay en los dominios frescos del sueño o la vigilia.

Así he considerado con indiferencia mi vida, y ya debemos marcharnos.

¿Qué atroz misterio deambula en los pozos resecos de la noche?

Arrojado fatigosamente sobre la tierra árida te habrías contentado con nutrir el ardor en el ventoso invierno, y ya nada sobrevive de tanta enconada miseria, ni las abluciones del corazón.

Oh, sí, ese mudo rumor, absorto y quieto labrado por incesantes, pavorosos pensamientos Inerte fuego abraza las heces de tu vida enferma Se escucha el parloteo abúlico en unas rocas frenéticas.

Es el mar, dios apacible y rencoroso, Pétreo refugio donde resonarás para siempre como un agua rota.

Y bajamos por la seca avenida hacia la noche cerrada y luego caminamos a ciegas, sin movernos, y fue allí cuando estalló el sordo lamento Eran como murmullos rebotando entre las negras bóvedas ¿Qué mirabas?

En medio de la noche nada se ve y nada se siente, solo puedes hurtar al sueño una grosera ceniza.

La vida es muerte rodeada por la experiencia inútil que yace sin fondo en la memoria.

Hemos sido elegidos para perecer, y no obstante cavar en los rígidos dominios del tiempo, y hallar la misma muerte royéndose el rostro: cada hombre es un extraño para el otro.

Solo la lívida noche que todo lo desordena, arrastra hedores de voces tullidas, o rasga el espíritu que aflora como aire detenido sobre la tierra muerta.

Ilustración: Lima Introvertida

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No desciende la noche solo para los desgarrados, pues en medio de la vasta alegría oirás el pánico.

Tras el fluir del río una inmóvil música brilla, y hay pánico.

Objetos arrojados en el desván del espíritu resuenan ceñidos por una luz monótona y muda, y ya no sabemos dónde ocultar esa astucia apática que flota en los ojos como un aire hurgado. ¿Qué laboriosas sombras fatigan lo real?

No lo sabríamos. El misterio que sin cesar remueve la estéril tierra, ya se oscurece cuando lo nombramos.

Ajenos a un nacimiento que se nutre de nosotros descendemos en nuestra propia esencia.

Cegados por el súbito oleaje de las formas, compartíamos el terror y la atroz certidumbre en lo vivido.

Los desgarrados, esos que recogen, sin saberlo, la pavorosa carencia del mundo y, transfigurados, soportan el misterio y habitan una soledad deforme, están más cerca del nacimiento. Y si pudiéramos entrar a la morada en que yacen, su sola inercia nos destruiría. ¿Soportaremos, entonces, el vértigo de lo real?

A veces, en un rumor de días quebrados, nos hemos convencido de arrastrar actos como ásperas llagas en las que acaso, roído ya el sueño el verdadero mundo encontraríamos. Y así indagamos si el hastío de sabernos ajenos a nosotros mismos, no sea sino el instante imprevisto en que morada y exilio ruedan hacia el fondo del que nunca hemos salido.

Pues todo está rodeado por una muerta Realidad todo es pánico, inmóvil duración donde nada encontraremos.

El amanecer se sube en el techo del ómnibus y desde allí sacude el plateado polvo de su vestimenta y luego se aleja hacia el cenit colgado de los dedos del sol.

Dando brincos entre las sementeras se alejan los minutos.

El cielo se ha escondido detrás de un azul matutino y de rato en rato se sumerge en el infinito.

La brisa del lago cae a mis pies como óxido de alegría.

Entre amarillentas alfombras de ichu el alba ha abandonado sus redes antiguas.

Suave color de las piedras en las orillas de los riachuelos.

Dormita el paisaje en el perfil de un korekenke invisible.

*publicado en la revista "Expresión" (1961) del colegio San Pedro cuando Juan Ojeda era estudiante del quinto año de secundaria.

Ilustración: Nuria Cadierno

Ilustración: Víctor Barrionuevo

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ESCRIBEN EN ESTA EDICIÓN: ALFREDO VILLEGAS OROMÍ Nació

en

desde

el

Buenos año

Aires

2005.

(1995).

Poeta,

Reside

en

narrador,

Uruguay

ensayista

e

investigador. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura -

Uruguay

(2017),

otorgado

por

el

Ministerio

de

Educación y Cultura de dicho país. También logró una mención

de

Literatura

honor

Juan

en

el

Carlos

Certamen

Onetti

Nacional

(2018),

entre

de

otros

reconocimientos. Ha publicado 20 libros de poemas, una novela y tres ensayos.

RICARDO AYLLÓN (Chimbote,

1969).

narrativa

periodismo.

y

Es

autor

de

Fue

libros

Primer

de

poesía,

Puesto

en

el

certamen El Poeta Joven de Chimbote del Instituto Nacional Cívica

de

de

Cultura

Chimbote

y

la

Comisión

(1993),

Primer

de

Semana

Puesto

en

el

Concurso Nacional de Narrativa Tercera Cuentatón de

Lima

(2003)

Internacional

de

y

Primer

Novela

Puesto Infantil

el

Premio

Altazor

en

(2014).

Dirige desde Lima el sello Ornitorrinco Editores.

AUGUSTO RUBIO ACOSTA (Chimbote, 1973). Escritor y gestor cultural. Estudió Comunicación

Social

en

la

Universidad

Nacional

Mayor de San Marcos. Ha publicado diez libros de diversos

géneros

literarios,

entre

ellos

la

novela

"Fraga" (2015), los diarios de escritor "La peste que te habita" (2020) y el fanzine de poesía "Toda distancia es

exilio"

(2022).

Obtuvo

el

Premio

Nacional

de

Periodismo CVR+5 (2008). Al cierre de esta edición aún trabajaba al frente de la Biblioteca Municipal de Chimbote.

VISCELY ZARZOSA CANO (Chimbote, 1994). Comunicador social egresado de la

Universidad

Nacional

del

Santa.

Sus

poemas

aparecen en la muestra de poesía neochimbotana "Vientos

del

Sur"

(2012)

y

en

el

libro

"Concierto

lírico" (2020). Obtuvo el Tercer Lugar en los Juegos Florales Waraq Qoyllur 2021 (Áncash) y una mención honrosa en el III Concurso Nacional “Huauco de Oro” 2018 (Cajamarca), en la categoría de poesía. Es autor del poemario "Azul es tu reino" (2020).

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