El Venezolano en Costa Rica # 81

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12 CULTURA

EL VENEZOLANO Costa Rica

26 de marzo al 9dedemarzo abril del 2013 12 al 25

Poetas de Venezuela

La poesía de Juan Sánchez Peláez David Cruz

“P

rueba la taza sin sopa / ya no hay sopa / solloza hermano / prueba el traje / bien hecho a tu medida / te cuelga / te sobra por la solapa / nos falta sopa”. Este poema de Juan Sánchez Peláez llamado Preámbulo ha sido catalogado como un ejercicio de definición del carácter nacional, que pone su acento en un concepto clave: el carácter incompleto del ser humano. Así vivió también “el poeta mayor” su poesía. Algunos críticos sospechan que el primer poema que empezó a escribir hace 60 ó 70 años no había dejado de escribirlo, y sobre todo de actualizarlo. Venezolano, nacido en Altagracia de Orituco, estado Guárico, en 1922, Sánchez Peláez estudió primaria y secundaria en Caracas. Fue docente en Maturín, Maracaibo y el estado Sucre. Se desempeñó como agregado cultural de Venezuela en Colombia, vivió también en Chile y Francia, estadías que le permitieron madurar su formación literaria. En Chile se relacionó con los poetas del grupo “Mandrágora”. Fue agregado cultural de la Embajada de Venezuela en Colombia y vivió en París durante un largo tiempo. Colaboró en publicaciones periódicas nacionales e internacionales, entre las que destacan: Papel Literario de El Nacional, Zona Franca, Eco (Colombia), Poesía (Valencia), Señal (París), Tabla Redonda. Para que no se vaya el poeta quedan sus obras: Elena y los elementos (Caracas, 1951), Animal de Costumbre (Suma, 1959), Filiación Oscura (Arte, 1966), Un día sea (Monte Avila, 1969), Rasgos Comunes (Monte Avila, 1975), Por cuál causa o nostalgia (Fundarte, 1981), Poesía (Monte Avila, 1984), Aire sobre el aire (Tierra de Gracia, 1989). Con su primer libro Elena y los elementos abrió nuevas posibilidades para la poesía venezolana. Este título le valdría el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Los Andes (ULA) en el 2002 y fue reeditado por Monte Avila con motivo de este hecho. Por la obra Rasgos Comunes se le otorgó el Premio Nacional de Literatura 1976. Hace más de siete años, la misma editorial presentó una recopilación de artículos, notas, estudios y ensayos sobre el poeta mayor: Juan Sánchez Peláez ante la crítica . Liscano señaló acerca de Elena y los elementos que “constituye una

Selección de poemas V

tentativa poética responsable y fervorosa que encuentra materia en la experiencia personal, la intensidad creadora del sueño y la liberación de inconsciente”. En la revista literaria Tinta China , Ana Nuño se refirió a la fortunadesgracia que tuvo Juan Sánchez Peláez de nacer en Venezuela y de que en este país se haya publicado su obra. “De haber nacido y publicado su obra en México, Argentina, Chile, Colombia o Perú, estaría hoy cubierto de premios internacionales de poesía, y al menos tres libros suyos -tres libros extraordinarios, en esta y cualquier otra latitud: Animal de costumbre, Rasgos comunes y Aire sobre el aire- habrían sido editados también en otros tantos países latinoamericanos y aun en nuestra amnésica madre patria”. Sin embargo, Nuño plantea que una de las virtudes de su obra nace precisamente de esa fortuna-desgracia. Si su obra hubiera surgido en otra latitud “no sería quien hoy es, no habría sido quien ha sido y, sobre todo, no habría escrito lo que ha escrito”. Guillermo Sucre, poeta y crítico literario, señala de Rafael Cadenas y Sánchez Peláez que “no hay poetas más disímiles”. Pero, a su juicio, los une un hecho peculiar: “Tienden inicialmente a la exuberancia y aun al desencadenamiento verbal; luego, no sólo se despojan de cualquier exceso, sino que ese despojamiento supone una confrontación con el lenguaje como tal”. Mientras Sucre consideró su poesía

opuesta a la de Cadenas, Eugenio Montejo lo unió a José Antonio Ramos Sucre. “De él heredará el trazo enfático y suntuoso de la palabra, así como una vigilancia tenaz que cuida de la tensión de su poesía. Claro está, es otra la expresión de su sensibilidad, otro el universo que alimenta las formas de su imaginación”. Para Montejo, Sánchez Peláez asume desde sus primeros poemas la llave de la poesía surrealista, con un tono tan natural que revela en él, antes que una circunstancia mimética, una identificación espontánea. “Pero será la iluminación del amor, ese plano cósmico, el que tal vez persista como el atributo surrealista más definitivo del poeta de Altagracia. Es allí donde su verbo alcanza sus mejores fulgores. Mucho más que en otras culturas, entre nosotros, donde vive una tradición amorosa devota de formas caballerescas, la adopción de una actitud semejante del amor reviste una violencia inusitada”. De Sánchez Peláez destaca su humor fluido, sin estridencias. También su hermetismo unido a su actividad poética incansable. Como dijo Lorenzo García Vega: “Con o sin amigos, con o sin tragos, con o sin palabras, de noche o de día, Juan escribe todo el rato porque escucha, ve y calla todo el rato”. El poeta mayor labró una obra breve pero intensa, que deja una huella profunda no sólo en la poesía venezolana sino en toda la lengua española.Falleció en el año 2003.

Blandiendo un puñal de vidrio entre las sienes Pasean los soldados, los herreros, las razas de color, las mujeres melancólicas Por los canales pardos del arcoíris, encallados a riberas de bruma A la aventura celeste de los cinematógrafos, al pequeño monumento de las aves estelares. Un sueño los hace distintos a la realidad Un murciélago desconocido los hizo visibles a la vida. Y después, ¿te acuerdas? Yo me acuerdo Tu madre subyugada por tu padre. Y después, ¿te acuerdas? Yo me acuerdo Todas las madres del mundo subyugadas por todos los padres del mundo. Y después, ¿te acuerdas? Yo me acuerdo Todas las madres del mundo divorciadas de todos los padres del mundo. Y el primer día le daban palmaditas a tu hombro Y el segundo día le daban palmaditas a tu vientre Y el tercer día le daban palmaditas a tu frente Y el cuarto día no tenías hombro Y el quinto día no tenías vientre Y el sexto día no tenías frente Sino enigmas inválidos, enigmas a flor de piel. Tú seguías mi ruta: El diluvio de mis besos a la deriva de la vía láctea El ala colérica de mi sangre Una bandada de rojos insectos roedores de tiniebla. Tú me decías: «Encima del cielo hay una encrucijada de bosques feéricos Encima de la nieve está el cadáver taciturno de mi lengua Y la magia del mundo en los brazos abiertos del amor». Barcas bélicas de mis pies vegetales Con una campana sumergida estrella del vino Nombres extraños, ríos glaciares, vertientes impalpables caballos de franela con dos dedos de frente Que una mujer desnude su alma Su cuerpo y su alma Al borde de los astros parpadeantes Que construya a golpes martirizantes de olvido Un fantástico jardín con salamandras ebrias. Nada es tuyo, nada puede socavar tu sed terrestre Nada es mío, sino perforación de muerte, sino escombros indispensables para que negligentes, olvidadas fuerzas orgánicas canten su iluminada redención. Pan de leche de la luna, oscuro temblor de los cereales Precipicios de nubes que ahogaron mi rostro dormido entre las aguas Declárame vacío en mi tregua, en mi locura Declárame culpable. El dedo perfumado del aire Señala las orejas dementes del amor. Cuando un navío silencioso corte en dos el paisaje cruel de mis labios Cuando se extingan mis vísceras hallarán un grito perdido. Las plumas perfumadas de un taciturno gavilán. Un mundo hostil. Un mundo desaparecido. Encajes azules que flotaron a merced del lodo y la lluvia Un insecto en la mesa de los burgueses Animales palurdos que arrastran sombríos catafalcos Enigmas inválidos Enigmas a flor de piel Recuerdos de estrellas estériles Negros túneles de dicha distraída Perros domesticados Perros de lujo, melancólicos y melifluos Sobrevivientes sordas y difuntas melodías suspirando un aire de tibia lavanda Mientras mis sienes terrestres desconocen Tu vestido de nácar Donde no aparecen las llaves


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