la sonrisa de Kira

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Desde pequeña siempre he oído hablar de África, de sus gentes, lugares y la pobreza que hay en ese lugar pero nunca pensé que llegaría a vivir esta experiencia:

Todo comenzó cuando nuestra profesora Carmen, hablándonos de la solidaridad para implicarnos un poco más y comprenderla mejor, nos propuso apadrinar un niño de algún país con mucha pobreza.


Toda la clase nos emocionamos y estuvimos de acuerdo en llevarlo adelante. La profesora nos dijo que todo lo teníamos que organizar nosotros pero que le tendríamos que tener informada de cada paso que dábamos y ella nos daría indicaciones si lo creía necesario.

Dos de nosotros fuimos a pedirle permiso a la directora para usar el aula de informática para comenzar a buscar información para saber como empezar a poner en marcha nuestro proyecto.

Durante varios recreos buscamos por internet y cuando tuvimos todo claro hablamos con Carmen.

La ONG elegida fue SOS-Africa porque nos gustaban sus proyectos, uno de ellos es la instalación de tanques de agua por cada familia, otro es la instalación de una red de escuelas infantiles. Fue muy sencillo, sólo tuvimos que rellenar un formulario por la web de la organización.

Días después recibimos una carta de la ONG, la abrimos en clase todos juntos, estábamos nerviosos e impacientes por ver el contenido de esta. Un compañero la leyó en alto. ¡¡YA TENÍAMOS UNA AHIJADA!! Se llamaba Kira, vivía en Machacos, un pueblo de Kenia, junto a sus padres y tres hermanos mayores, tenía 5 años. Junto con la


carta nos enviaron una foto suya; era una niña preciosa, llevaba el pelo trenzado que le caía por la frente, los ojos eran grandes y muy brillantes y una sonrisa pícara.

En seguida todos juntos hicimos una carta en la que cada uno de nosotros nos presentábamos. En cuanto salimos de clase fuimos corriendo todos juntos al buzón más cercano, donde echamos la carta mientras los demás cruzábamos los dedos para que llegara cuanto antes.

Pasado un tiempo recibimos su primera carta en la que ella se presentaba, nos contaba que se alegró mucho al recibir una carta de tantos padrinos y que siempre la guardaría.

Durante unos meses nos comunicamos mediante cartas y así nos fuimos conociendo más. Carmen nos hizo una foto en la clase para poder mandársela y que nos conociera físicamente.

En la siguiente carta que recibimos, Kira nos decía que éramos muy guapos y que le gustaba nuestra clase y los muñecos que teníamos puesto en una estantería, sobre todo un osito con un lazo rojo y que nunca había visto un muñeco tan bonito.


Entre todos decidimos comprarle uno nuevo igual que ese y enviárselo. Lo encontramos y cuando fuimos a prepararlo para meterlo en un paquete, todos comentábamos la sorpresa que se iba a llevar y la bonita sonrisa que pondría Kira si se lo llevábamos en persona. Algunos decíamos que era una buena idea y otros comentaban que no, que era un disparate, que no soñáramos.

Así discutiendo, Carmen nos dijo que si reuníamos el suficiente dinero y los permisos necesarios quizás fuese posible que alguno de nosotros pudiésemos ir.

Pensamos un plan y nos organizamos para conseguir el dinero, entre otras cosas, hicimos una fiesta con un mini mercado en el patio del colegio, nos dividimos en grupos y cada grupo tenía un stand donde vendíamos cosas. Unos tenían limonada, otros galletas y dulces caseros y otros vendían juguetes, libros y otros objetos que habíamos encontrado por casa en buen estado y que ya no utilizábamos.

Al final conseguimos suficiente dinero para ir cuatro personas. Hablamos con la ONG y nos ayudaron a organizar el viaje, sobre todo a la llegada a Kenia y el traslado a Machacos para ver a Kira.


La profesora realizó un sorteo con los nombres de los que queríamos ir al viaje. Sacó un nombre de la caja y …¡¡No me lo podía creer ¡! , ¡¡Había dicho mi nombre!! Que emoción, iba a ir a África y sobretodo, iba a conocer a Kira.

Todavía quedaban varios días para realizar el viaje, pero en cuanto llegué a casa no podía controlar mi emoción, abrí la maleta y la llené de ropa. Mis padres me pararon e hicimos juntos una lista de lo que necesitaría para el viaje.

Llegó el día del viaje, fuimos al aeropuerto de Madrid y mis dos compañeros, Carmen y yo cogimos el avión que nos llevaría a conocer a Kira.

Durante el viaje hablábamos y nos imaginábamos como sería aquello, no sólo viajábamos a otro país, NO, ¡Viajábamos a otro continente! Todo lo que pudiéramos imaginar era poco comparado con lo que descubriríamos a lo largo de nuestro viaje.

Cuando llegamos al aeropuerto de Nairobi, nos recibió un voluntario de la organización llamado Luis. Nos explicó que ese día dormiríamos allí y al día siguiente saldríamos temprano hacia Machacos que estaba a 64 Km. Para aprovechar la tarde, Luis nos llevó a ver un orfanato con el que ellos colaboraban.


Al llegar vimos muchos niños que corrían y saltaban en el patio, era impresionante ver lo felices que eran con tan pocas cosas como tenían. Al entrar había bebes en el suelo sobre unas mantas y dos personas cuidaban de ellos, esos niños no tendrían cosas materiales, pero lo que no les faltaba es mucho cariño por parte de sus cuidadores.

Luis nos llevó a un albergue donde dormimos esa noche. A la mañana siguiente desayunamos algo típico de allí, chapatí (una especie de tortitas) y té, todo estaba muy rico

Tras desayunar nos subimos a un jeep que nos llevaría por fin a nuestro destino. Nos encontramos carreteras largas en medio de interminables dunas y zonas con más vegetación donde se veían cebras entre otros animales, en plena libertad. No tardamos mucho en llegar y Luis se giró para señalarnos unas casas que se veían a lo lejos, ya estábamos en Machacos.

Nos sorprendieron algunos de los edificios como la enorme Mezquita y un convento de Carmelitas, Luis nos iba enseñando todo y contándonos un poco la historia de aquel lugar. Kira no vivía exactamente allí, si no en una especie de chabola que había a las afueras, un sitio más seco y pobre que todo lo que habíamos visto, estábamos muy nerviosos por conocerla.


Cuando por fin llegamos, Luis nos guió entre chabolas y gente que nos miraba con bastante curiosidad. De repente, Luis se paró delante de una familia que nos miraba, al lado de la madre había una niña sonriente que enseguida reconocimos. ¡¡Era Kira!! Fuimos hacia ella corriendo y gritando su nombre a darle un abrazo y comenzó a llorar de alegría, y tras ella, todos nosotros.

Kira nos reconoció y nos llamó por nuestro nombre, lo que nos sorprendió mucho porque solo nos había visto en foto.

Sus padres nos invitaron a pasar y nos ofrecieron Ugali (una masa de maíz) y te. Al principio no queríamos aceptar por la situación de pobreza que vivía aquella familia, pero Luis nos dijo que era una ofensa no aceptar y al final terminamos tomando todo lo que nos ofrecieron.

Allí sentados en el suelo de su humilde hogar, le dimos a Kira su regalo, el que ella desenvolvió entusiasmada, cuando lo vio,


cogió el osito y lo sacó de su caja abrazándolo con toda su fuerza. En su cara se dibujó una sonrisa que todos recordaremos siempre.

De este viaje volvimos con las maletas vacías porque hicimos un gran cambio, la ropa y objetos materiales por una gran experiencia inolvidable.


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