Esquila Misional Ene21

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Realidades

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Misioneros, constructores de paz

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Por: P. Enrique SÁNCHEZ, mccj

n un mundo en donde parece cada día más difícil entender o aceptar el valor de esta vocación, sobre todo cuando se insiste tanto en la necesidad de reconocer y respetar las diversas culturas y sensibilidades religiosas de nuestros contemporáneos, podríamos considerar que para muchas personas se trata de una vocación que está pasando de moda. Sin embargo, el testimonio de muchos hombres y mujeres que siguen presentes en los cuatro rincones del mundo, dando sus vidas con el único interés de servir y de amar a los demás, hace que surja la pregunta: ¿qué son y para qué están los misioneros hoy en el mundo? Releyendo algunas páginas de la encíclica Redepmtoris missio (RM) nos encontramos con la convicción de que la Iglesia vive su misión en el mundo a través de su compromiso con el anuncio del Reino de Dios, que es el centro del mensaje de Jesús. Y consiste en anunciar la persona de Jesús y en difundir los valores del Evangelio. Se trata de comprometerse –lo dice de muchas maneras la encíclica–, por medio del anuncio y del testimonio, para que el Reino se haga realidad en la vida de cada persona y acceda a la salvación. «La Iglesia

contribuye a este itinerario de conversión al proyecto de Dios con su testimonio y su actividad, como son el diálogo, la promoción humana, el compromiso por la justicia y la paz, la educación, el cuidado de los enfermos, la asistencia a los pobres y a los pequeños» (RM 20). Recogiendo el testimonio de muchos misioneros nos damos cuenta de que justamente se trata de personas que, enamoradas del Señor, no han tenido dificultad en dejarlo todo para convertirse en presencia del Evangelio que anuncian. No son ellos los salvadores ni los que llevan consigo la solución a todos los problemas que encuentran en las realidades en donde están presentes,

pero son luz que brilla en medio de tantas tinieblas que agobian la existencia de muchos hermanos. No son los gigantes del desarrollo o de la promoción humana, pero sí son signos de esperanza que permiten soñar con un futuro distinto a quienes viven muy frecuentemente bajo la amenaza de la violencia y del maltrato. No son funcionarios de una gran transnacional. Son, más bien, presencia humilde y sencilla de un Dios que actúa en la discreción y en el respeto. Los testigos de Cristo, que viven en los márgenes de nuestra sociedad, pocas veces llevan consigo la fuerza y el poder de las grandes instituciones o de las imponentes industrias, pero son capaces de transformar realidades de gran miseria con medios, casi siempre, demasiado modestos. Son pequeños granos de fermento que logran transformar la vida abriéndola a los valores de la fraternidad y de la solidaridad, de la acogida y del aprecio de los demás que hace de las personas seres más humanos. Si se tuviera que evaluar la importancia de las y los misioneros en nuestro tiempo, usando los criterios de nuestra sociedad contemporánea, seguramente las conclusiones abundarían afirmando su inutilidad

Esquila Misional

enero 2021


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