Estábamos destinadas a ser ángeles

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©Vanessa Montfort, 2006

Estábamos destinadas a ser ángeles

Estábamos destinadas a ser ángeles

Escena Primera

En la oscuridad, casi en proscenio, aparece ÁNGELA. Una mujer de unos 40 mal llevados años, vestida sin gracia, pero que conserva una belleza sumergida. Algo en la iluminación sugiere una aparición angelical. Se dirige al público con una sonrisa conformista.

ÁNGELA (Al público): Buenas noches… Buenas noches. Me presentaré: mi nombre es Ángela Goyanes, soy teleoperadora y tengo 40 años, dos hijos de 15 y 16 que contestan con monosílabos, un marido de 47 al que le gusta la sopa de picadillo de su madre y un periquito de 6 al que hablo un cuarto de hora todas las tardes por consejo de mi veterinaria y que nunca ha dicho ni pío. (Pausa) También tengo una madre de 80, los mismos que el periquito a escala, a la que cuido los fines de semana, y tres amigas, mis amigas, que esta noche me han preparado una fiesta de despedida porque, esta noche, voy a suicidarme. Ahora sí. De esta no pasa. (Oscuro. Música. Suena “A Nightingale sang in Berkeley” de Sherwin. Luces. Una azotea desierta de una torre de oficinas en la zona financiera de Madrid. Es primavera. Lo sabemos por los chillidos de los vencejos y las golondrinas. Falta poco para el atardecer. En la azotea vemos ahora la puerta de acceso, algunas antenas de telefonía móvil y de televisión y, presidiendo el lugar, las grandes letras luminosas de un cartel que vemos por la parte de atrás y que anuncia SKYTEL. Se escuchan voces lejanas, alguien que parece estar subiendo por las escaleras de acceso. Se abre la puerta y aparece GABRIELA, una mujer de unos 50 años, de rostro tan duro como perplejo, peripuesta y bronceada, encaramada sobre unos tacones de firma.) GABI: (Se asoma por la puerta, mira alrededor.) ¡Ah, no! ¡Ni hablar! (Cierra la puerta de un portazo. Se escuchan más voces protestando detrás. Vuelve a abrirla. Aparece el rostro agobiado de GABI, que observa las antenas con aprensión, mientras el resto sigue despotricando detrás). GABI: ¡Lo dije bien claro! Son cancerígenas y yo no me acerco… Por ahí sí que no paso. ¡No, no y no!


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(La puerta vuelve a cerrarse. Se abre de nuevo y GABI entra de un empujón cargada con varias bolsas de supermercado. Aparta con asco las plumas de paloma que se extienden por todas partes. Ahora asoma RAFAELA, una mujer de unos 70 años cargada con unas pequeñas sillas de playa plegables, y el semblante tan inocente como su voz). RAFAELA: Que no, Gabi, que las cancerígenas son las de móviles. Hazme caso, mujer. Si lo dijeron en Saber vivir. (Un nuevo rostro se asoma por la puerta empujando a RAFAELA. Es ARIEL, de unos veinticinco años, vestida con pantalones militares, una camiseta ceñida y desgastada, zapatillas de deporte. Carga una mochila llena de botellas). ARIEL: (A RAFAELA) Shhh… calla, Rafaela, que esta vez sí que has metido bien la pata. Mira que fue lo único… (Mira alrededor, alza la voz) Qué bonito, Ángela. Ya verás, este año sí que es bonito. GABI (A RAFAELA): Vale, las de móviles. ¿Y eso qué es? Una antena de móvil como un camión de grande. Además, lo peor no es el cáncer, lo peor es que te dejan la piel como un papiro. Pero claro, a ÁNGELA le da igual, como le queda poco… RAFAELA: (A GABI) No digas barbaridades, mujer… Venga, ya verás lo bien que lo vamos a pasar. (Alza la voz)¡Ya verás!, ¡te va a encantar, ÁNGELA! (Detrás de ARIEL, aparece ahora ÁNGELA, fatigadísima, con los ojos vendados y arrastrando un carrito de la compra.). ÁNGELA: (Tomando aire) Pero cómo me dejáis sola por las escaleras, hijas, que me puedo matar antes de tiempo. ¿Y por qué no hemos subido en ascensor? ¿Puedo quitarme ya esto? RAFAELA: Pues hombre, es más sano. Las escaleras, digo. Para el corazón/… GABI: Para el mío, no, desde luego. ÁNGELA: ¡Y no treinta pisos, RAFAELA, hija! (Pausa) Oye, de verdad, me estoy agobiando, ¿puedo quitarme ya esto? ARIEL: Ha sido por las cámaras. Pedro dijo que las de los ascensores nos pillaban fijo. (A ÁNGELA) Qué bonito el lugar este año, ÁNGELA. ÁNGELA: No sabes cómo me alegro, cariño, pero estoy esperando a que alguien me diga… ¡si puedo quitarme ya esto!


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GABI: (Quitándole la venda) Ay, querida, haberlo dicho. Pobre… (ÁNGELA mira a su alrededor fascinada. El resto la observan con ternura.) ÁNGELA: Madre mía… ARIEL: (A ÁNGELA) ¿De verdad te gusta? ÁNGELA: (A todas) Os dije un lugar con altura suficiente, (Pausa) pero esto/… GABI: (A ÁNGELA) Romántico. Dijiste un lugar romántico con altura suficiente. (ARIEL y ÁNGELA recorren la azotea del brazo. Las otras la observan) RAFAELA: (A GABI) Mira cómo disfruta la pobrecilla… ÁNGELA: (A ARIEL) Mucho, de verdad. GABI: Sí, pobre… (Mira las antenas y agria el gesto, a RAFAELA) Pero, la verdad, querida, podías haber pensado un poquitito en las demás para variar, porque precisamente a ella, no va a darle tiempo a quedarse calva. RAFAELA: (Sonríe) Oy, mujer, mira que eres cenizo. Qué poco positiva. (Ambas se disponen a preparar las cosas para la fiesta. ÁNGELA está ahora asomada a la calle con la vista clavada en el atardecer. ARIEL se acerca a sus amigas). ARIEL: (A GABI, susurrando) ¿Y qué pasa con Pedro? GABI: Me ha dicho que cuando no quede nadie en el edificio nos avisará y entonces podemos poner la música. ARIEL: Pero la puerta no puede quedarse sola. GABI: Me ha dejado esto. (Les enseña un Walkie.) RAFAELA: (Inocente) Ah, muy bien, muy bien, por si hay cualquier emergencia.


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GABI: (Irónica) ¿Una emergencia? ¿Cómo qué? ¿Como que se caiga alguien abajo? (Pausa) No sé, es un suponer… ARIEL: (A GABI) Pero, al final, a Pedro se lo habéis dicho, ¿o no? GABI: Bueno… RAFAELA: (A GABI, despistada) ¿Que se caiga alguien? Ay, por Dios, GABI, mujer, mira que eres, qué ocurrencias, qué horror… (ARIEL y GABI miran a RAFAELA, atónitas). GABI: (A ARIEL) Todos los años se le olvida. Es la edad… ÁNGELA: ¡Eh!, ¡Venid, chicas! Que os vais a perder el atardecer. (Todas se reúnen con ÁNGELA y contemplan el cielo invadido de pájaros. Luego miran hacia abajo) RAFAELA: Qué pequeñito parece todo desde aquí arriba. GABI: (Despreciativa) Hasta insignificante. ARIEL: Sí, fíjate… fíjate qué gracia, mira todos esos que salen del metro/. RAFAELA: Uy, sí. Qué chiquititos/. ÁNGELA: Y cómo vuelan los vencejos a estas horas/. RAFAELA: Sí, qué pequeñita es la gente, parecen hormigas. GABI: Algunos no lo parecen. Algunos lo son. (Ríen). ÁNGELA: Ojalá… si todo se quedara de ese tamaño al bajar, todas las preocupaciones/…


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(RAFAELA abraza a ÁNGELA) GABI: Bueno. Ahora estamos aquí arriba. Y aquí ya no hay preocupaciones. Estamos en lo alto de nuestra torre. ¡Como Tosca en el castillo de Sant´Angelo! ARIEL: ¿Quién?/ GABI: Da igual. Creo que tampoco era la comparación más afortunada. ÁNGELA: Bueno, yo haría un ensayo ya. ¿Y Pedro? GABI: Aún no ha dicho esta boca es mía. ÁNGELA: ¡Pues entonces no podemos! ¿Y si se ha olvidado de que estamos aquí? RAFAELA: ¡Qué emocionante! GABI: (A ÁNGELA) ¿Pero tú de verdad crees que alguien en su sano juicio podría olvidarse de algo como esto? (Pausa) Que puede ir a la cárcel si/… ARIEL: Hála, a la cárcel… qué exagerada/… GABI: … Sí, sí… a la cárcel. Si se enteran de que nos ha dado las llaves podría ir a la cárcel. (A ÁNGELA) Y tú, querida, anda, relájate un poquito/que… ÁNGELA: Vale, yo me relajo, pero tenemos que ensayar ya. Si no, ya me contarás… que nos tiene que dar tiempo a cenar a gusto. (Pausa) Ariel, ¿has traído la música que te pedí? ARIEL: Es muy anticuada, Ángela, es un bodrio… ÁNGELA: Pero es mi canción preferida, es la que siempre soñé que bailaría con el hombre de mis sueños en un lugar como éste/… RAFAELA: Ay, como Fred Astaire y Ginger Rogers/… ÁNGELA: …y es la que me pone feliz.


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GABI (A RAFAELA): Qué le pone, dice. Pobrecilla… ARIEL: (Busca en su mochila.) Bueno, vale, pero escucha este CD sólo por si te gusta. Es de unos alemanes que son una pasada. (Saca otro CD) O si no, canción española, ÁNGELA, y te vas con un rollo folklórico, así, a lo grande. RAFAELA: Donde esté una de Bing Crosby… No, no, no… una del Dúo Dinámico. De esas tan bonitas… ¿cómo era? (Canta) “Resistiré, para seguir viviendo…” GABI: (Irónica) Tiene el don de la oportunidad, sí señor. RAFAELA: (Canta) …”soportaré los golpes y jamás me rendiré”… GABI: También puede poner “Por qué te vas”, si quieres. RAFAELA: Ay, esa sí que es bonita… Esa, esa. (Silencio. Todas la miran). ÁNGELA: A ver, a ver, a ver… centrémonos, por favor. Cen-tré-mo-nos. Sólo he hecho una preguntita. Una muy sencillita. Sólo quiero saber si alguien ha traído mi/… ARIEL: Que sí, mujer. Que llevo dos días colgada del e-mule buscando al Sherwing ese, de los hue/… ÁNGELA: (Coge el Walkie) Bien. Gracias. Y ahora: ¿cómo se utiliza este trasto? (GABI y ARIEL se miran alarmadas e intentan quitarle el aparato) GABI: No… dámelo. Mejor le llamamos nosotras. ÁNGELA: ¿Y por qué? ¿Por qué no puedo llamarle yo? ARIEL: Pues… bueno, porque Gabi tiene más confianza/. ÁNGELA: ¿Más confianza? Pero si conozco a Pedro desde que entró, mucho antes de que llegarais vosotras, lo conozco… fíjate, desde hace… lo conozco desde antes de que llevara ese uniforme absurdo, incluso antes de que saliera del armario, no te digo/ más.


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GABI: Ya, pero, como he quedado en que le llamaría/ yo… ÁNGELA: (Ignorándola) … y sólo porque ahora lleve porra y haga de portero, no deja de ser el mismo… (De pronto les dirige una mirada fiera) ¡Ah, no! GABI, no, no, no… no puede ser. No me digas eso, no quiero escucharlo, no me digas que no se lo habéis contado. (GABI y ARIEL niegan con la cabeza). No me digas que le habéis mentido y que no sabe ni para qué estamos aquí (Siguen negando), ni lo que voy a hacer/… RAFAELA: (Decepcionada) ¿Es que no habéis invitado a Pedro a la fiesta? Con lo majo que es, hombre por Dios... (Todas la miran). GABI: No he podido, ÁNGELA. Lo siento, no he podido. Ya sabes como es, no para de hablar. La verdad es que ni siquiera he tenido la opción… (ÁNGELA la observa) Bueno, está bien: no nos fiábamos de que nos dejara llevar a cabo/el plan. ÁNGELA: ¿Cómo que no os fiabais? (Angustiada): ¿Pero no te das cuenta de que no podemos engañarle en esto? Es increíble. ¡Increíble! La norma más importante para mí, la única, la sagrada, es que no participe nadie que no respete y apoye totalmente mi decisión. (Pausa) Porque vosotras la apoyáis, ¿no? GABI: ¿A qué viene eso ahora? (ARIEL asiente. RAFAELA la imita.) ÁNGELA: ¿Todas? (Pausa. Ahora asienten las tres) Mira que os estoy dando la oportunidad de ser sinceras por última vez. (Pausa) Y, la verdad, últimamente le he dado muchas vueltas porque, he llegado a, no os ocultaré que he llegado a pensar… el caso es que en los últimos intentos… Bueno, da lo mismo, ahora no lo sabremos. Diciéndoselo, puede que Pedro también nos hubiera apoyado. (Pausa) Vale que es un poco inmaduro/… ARIEL: Y un poco borde/. GABI: Y un exagerado/. RAFAELA (Ingenua) Y un poco mariquita. (Todas la miran)


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ÁNGELA: Entonces qué puñetas es lo que le habéis dicho. GABI: Que te estábamos preparando una fiesta sorpresa. ÁNGELA: Pues ahora la sorpresa se la va a llevar él, mira tú. GABI: Y que si nos pillaban… diríamos que tú robaste las llaves. ÁNGELA: Vale, pues dámelas ahora, no sea que luego con la emoción del momento, se me olvide. (GABI se las tiende). En fin, qué se le va a hacer, empezaremos el ensayo sin música hasta que Pedro nos de luz verde. (Pausa) GABI, tú siéntate aquí, a mi derecha. GABI: (Sentándose en el muro de la azotea) De todas formas, muy bien no le ha sentado el uniforme. (Ríe) ¡Es verdad!: le cuelgan las mangas, no rellena los/ hombros… (Risitas) ARIEL (GABI): Oye, que gay o no, es muy mono. GABI: ¿Te parece? (Risita) Bueno, hoy lo comprobaremos. ÁNGELA (Dándole una bolsa a ARIEL): Tú aquí, y cuando llegue el momento, tiras las flores. (ARIEL toma asiento al lado de GABI. ÁNGELA coge del brazo a RAFAELA, le da otra bolsa con pétalos de rosas blancas y la empuja para que se siente al lado de ARIEL). ARIEL (A Gabi) ¿Y cómo se lo va a tomar cuando se entere? RAFAELA: Pues mal. ¿Cómo te lo tomarías tú si tus amigas no te invitan a su fiesta? GABI: A saber… (Curiosea la bolsa de ARIEL) ¿Qué son este año?, ¿rosas blancas? Muy fino, sí señora. ARIEL: Podemos decirle que se cayó porque estaba muy borracha/. ÁNGELA: (Protestando) ¿Borracha? Sí, como si fuera muy normal. Un tropezón y pá bajo. Tendría que ser una campeona olímpica de salto con pértiga… además de borracha. (Todas observan el muro que las separa del abismo.)


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GABI (A ARIEL): Más tarde o más temprano habrá que decirle la verdad, y enseñarle la carta de Ángela, claro. No sea que le de por inculparnos… Por cierto, ¿quién la tiene? ARIEL: (Tendiéndosela) Aquí. ÁNGELA:(Suspira) Yo así, con esta tensión no voy a poder, ¿eh? (Impacientándose) O estamos o no estamos. A ver… ARIEL, ahora tú pondrías la música en el 4. ARIEL: ¿Pero no era el dos? ÁNGELA: ¡No!, ¡es el cuatro! El cuatro… RAFAELA: (Con nerviosismo) Ay, ay, ay, que os veo venir… No me digáis que ya estamos otra vez con la tontería de todos los años, ¿eh? ¡Que me ponéis negra! Pero ÁNGELA, ¿te vas a suicidar otra vez, hija? (RAFAELA busca algo en su bolso, un papel con el que abanicarse.) GABI (a Rafaela): No, tranquila, querida, hemos subido a una azotea al anochecer, arriesgándonos a que nos larguen del trabajo y a que a Pedro lo encierren en la cárcel con una cuchipanda de delincuentes que se relamerán el hocico nada más verlo, para hacer un picnic, RAFAELA. ¡No te digo! ARIEL: Que yo creo que era el dos, ÁNGELA… ¿No querías esa de…? (Canturrea): “That certain night, the night we met, la, la, la”… ÁNGELA: (A ARIEL) Esa, sí, cariño, gracias. (A RAFAELA con tristeza) Ay, Rafaela… esta vez sí que va en serio. Lo he visto claro. Soy un estorbo. Lo noto. Lo sé. Ya no me necesitan. (Mientras, RAFAELA se entretiene haciendo un avión con el papel que ha encontrado en su bolso) RAFAELA: (Tierna) Ay, ÁNGELA, ÁNGELA… ten cuidado que un día de estos te equivocas y te vas a matar, hija. Te lo tengo dicho. (Silencio. Todas la miran) ÁNGELA: (Impaciente) Bueno, por dónde íbamos… ah, sí, ahora alguien tiene que leer las palabras del “adiós a la vida”, mientras las demás tiráis los pétalos.


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(RAFAELA tira el avión de papel al vacío). GABI: Vale, las leeré yo. ¿Quién las tiene? ARIEL: Sí, anda, ¿tú? ¿Con tu dicción? (Pausa) Yo no las tengo, las llevaba Rafaela. (RAFAELA se percata de que se trata del papel que acaba de tirar) GABI: (A ARIEL) ¿Qué quieres decir con eso? RAFAELA: (Disimulando) ¿Yo? No, no, no… ARIEL: (A ÁNGELA) Ángela, Gabi no puede leerlo. Pero si cuando atiende el teléfono parece que te va a dar una hostia y las buenas tardes. (Imita el tono duro de GABI) “Centro de atención al cliente de SKYTEL, buenas tardes, mi nombre es Gabriela Gil, viuda de Braganza Armendia Gómez de Usúa Señorío de Puerto Banús… ¿qué coño quiere? (Pausa) Yo en cambio podría hacerte una lectura profesional, con sus registros, bien moduladita. RAFAELA: Que yo no las tengo. Vamos, que no. GABI: (A ARIEL) Ex Señora, no viuda, yo digo ex- señora de Braganza Armendia/… ARIEL: (A GABI) Yo te he oído decir viuda. GABI: (A ARIEL) Pues me habrá traicionado el subconsciente, (A ÁNGELA) y a ti te advierto una cosa, carga si quieres con la responsabilidad de darle a ésta un papel protagonista, pero ten en cuenta que luego tú te largas y la tendremos que aguantar las demás. (ARIEL le devuelve a GABI una mirada torcida.) RAFAELA: (Asomándose al vacío) Yo no he visto el papel ese que decís, ¿eh?... ÁNGELA: La verdad es que me había ilusionado que “el Adiós a la vida” lo leyera Pedro. Como fue la voz del metro de la línea 7 y lo hacía tan bien… RAFAELA: (Ilusionada) Uy, ¿no me digas que Pedro era la voz de la línea 7? ARIEL: ¿En serio? Yo fui al casting para la línea 4 pero no me cogieron/.


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RAFAELA: ¿Esa no es la que va a Las Musas? ¡Si es la mía! GABI: No sé de qué estáis hablando/. ARIEL: (A GABI, irónica) Del metro. Un subterráneo por donde pasan trenes. ¿A que mola? (Gabi le devuelve una mueca). ÁNGELA: Pues sí, sí, era Pedro. Y lo hacía de bien… Tan amable. Tan educadito/… RAFAELA: Ay, ahora recordando, recordando, sí que me parece él. ¿A ver?: (Imita la megafonía del metro) “Próxima parada, Barrio de la Concepción”. PEDRO: (Off, con la distorsión de un walkie) Atención, estación en curva. Al salir, tengan cuidado de no introducir el pie entre el coche y el andén. RAFAELA: Oy, es que hasta parece que lo oigo. GABI: (Desconcertada) Y yo. PEDRO: (Off, imitando la voz del metro) Próxima estación, el paraíso. Final de trayecto. (Cambia el registro.) ¿Con que hablando de mí a mis espaldas, eh, marujillas? Corto. (Todas se sobresaltan) GABI: (Coge el Walkie) Tú, querido, como en tu casa. (Indignada) ¿Para eso me lo has dado? ¿Para espiarnos? PEDRO: (Off. Se ríe) No me hace falta espiaros para saber que me despellejáis en cuanto me doy la vuelta. Pero entiendo que envidiéis mi nuevo puesto, que, por cierto, ya os está rentando con poder montar vuestro guateque. Corto. ARIEL: Bueno, Pedro, al grano. ¿Hay moros en la costa? Corto. PEDRO: Todo despejado. Corto. ÁNGELA: (Emocionada) Gracias, Pedro. Por todo. Y pase lo que pase, por si no hablamos nunca más, por si me ocurriera una desgracia, yo qué sé, una imprevista, terrible, increíble desgracia, que sepas que te lo agradeceré siempre, de todo corazón/… (GABI le arrebata el aparato.)


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PEDRO: Por ti lo que haga falta, ángel mío, ya lo sabes. Que lo pases bien. Corto y cierro. ÁNGELA: Ay, quién me iba a decir a mí que un día tan importante, el último de mi vida, lo iba a pasar también aquí, en Esquitel... GABI: Se pronuncia Escaitel… ARIEL: Pues mira, al final, algo positivo ha tenido esta mierda de empresa. Nos hemos conocido. GABI: (Despreciativa) Bueno, sí... RAFAELA: (Interrumpe) Claro, chicas. Venga, que hoy hay que pinplarse, que yo no me pinplé ni en mi noche de bodas. GABI: (A RAFAELA) ¿Me pimplé, Rafaela? ¿Y eso qué es? RAFAELA: (A GABI, sirviéndole un vaso de vino) Hála, pinplaté y así lo sabes. ARIEL:(A Gabi) Sí, venga, no discutamos hoy, que es el día de ÁNGELA… (Pausa) Si quieres leer tú “el Adiós a la vida” a mí no me importa. GABI: (A ARIEL) No, hazlo tú, que eres la profesional. (Pausa. Se ríe) Es que me acabo de acordar (Ríe). Es que me da la risa tonta… (Ríe) Y no debería… (Ríe) Sabes… ¿sabes lo que me preguntó Pedro antes? ARIEL: — GABI: (Aguantándose la risa) Me dijo… ¿qué es hoy?, ¿su cumpleaños? (Ríen por lo bajo sin poder evitarlo) ¡Su cumpleaños! (Ríen.) ARIEL: Bueno, más bien el anticumple/… (GABRIELA le da un codazo.)


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ÁNGELA: (Agobiada) Yo es que así, es que no voy a poder, ¿eh? RAFAELA: (Le sirve vino a ÁNGELA) Claro que puedes, mujer, hála pínplate un poquito y ya verás como puedes. (Silencio. Todas miran a RAFAELA perplejas.) ÁNGELA: (Bebe). Pues yo creo que si hemos acabado en Esquitel ha tenido que ser por algo… GABI: (Forzando el acento) Escaitel, se dice Escaitel. ARIEL: Ese hemos acabado me ha llegado al alma, ÁNGELA. RAFAELA: (Bebiendo) Anda, ¿y por qué? Poco bien que se está aquí. (Bebe de nuevo.) GABI: Sí, a mí también me ha impresionado. (A ARIEL) Sírveme algo fuerte, anda. ¿Has traído cianuro? ÁNGELA: (Sonríe tierna.) Pero es verdad, porque somos todas tan distintas/… GABI: No hace falta que lo jures. ARIEL: (A GABI, burlona) ¡Tenemos hasta miembros de la alta sociedad!

GABI: (Muy irónica) Claro… y de la bohème de San Blas (Mira a ARIEL) y suicidas vocacionales, (A ÁNGELA) y de abuelas sin fronteras (A RAFAELA), y ahora hasta representantes de la ley (Señala el walkie). Vamos, ¡que entre todas hacemos una encuesta de la población activa! ARIEL: (Mientras bebe, a GABI) Oye, quién sabe. Igual no es una casualidad. (Pausa) ¿Sabéis qué? No os he contado. Me ocurrió algo curioso cuando venía en el metro esta mañana/… GABI: ¿Te extrañaste de llevar diez minutos sin abrir la boca? ARIEL: (Ignorándola) … iba sentada en el vagón, pensando en vosotras y en los preparativos de esta noche cuando llegué a la parada del trabajo. Creí que me había equivocado porque suele bajarse mucha gente, pero hoy no. De pronto, me di cuenta de que estaba sola en el andén y entonces lo vi. Me encontré frente a un graffiti todavía fresco y


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chorreando sobre las baldosas blancas. Como para que lo viera. Como para que lo viera todo el mundo. RAFAELA: ¿Y qué ponía? ARIEL: (Sonríe, mira al cielo atardecido que las rodea.) En letras grandes y azules, decía: Estábamos destinadas a ser ángeles. (Se observan unas a otras durante unos segundos. Silencio. ÁNGELA lo rompe cuando empieza poco a poco a reír. GABI comienza a reír tras ella, y el resto las secundan como por contagio, con complicidad. Hasta que desembocan en una prolongada carcajada. Baja la luz como si atardeciera de pronto. Se escuchan los chillidos de los vencejos).


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