EXÉGESIS Exégesis
con la plena. En este punto recomendamos la lectura del célebre ensayo del treintista Tomás Blanco, titulado muy asertivamente “Elogio de la plena”. Dejando de lado la connotación social para retomar la sonoridad de la salsa, es menester destacar que este ritmo no le canta solo a la alegría, sino que es capaz de reproducir en sus imparables soneos el dolor y las injusticias cotidianas. Este es el caso de “Carmen Santiago”, elegía en salsa escrita por Eladio Jiménez hace ya más de 40 años. Oriundo de Juncos, pueblo del este de Puerto Rico, Eladio fue básicamente un autodidacta ya que debido a la difícil situación económica familiar solo pudo cursar estudios hasta el nivel intermedio. Este hecho no minimizó la riqueza de su verbo como puede notarse en sus composiciones tanto de salsa como de bolero: Humo extraño, Mírala donde va, Jesucristo, El jíbaro y la naturaleza y muchas otras. En 1976 graba el bolero Pronóstico del tiempo y en 1979 graba –en calidad de solista– la melodía Carmen Santiago. Ambas composiciones permanecen como sus canciones más exitosas ya que, incluso, han hecho la transición del vinil a las actuales fuentes tecnológicas. Esta rítmica composición inicia contextualizando cronológicamente la historia, así nos enteramos que “Fue por el año cincuenta lo que les voy a explicar”, afirmación con la que la voz lírica establece su autoridad. Muy pronto se inserta la tónica trágica, esto cuando expresa que “Este momento es preciso y tenía que llegar”. Para presentar a la protagonista se ofrecen sus antecedentes familiares y geográficos: “Se llamó Carmen Santiago/ Su padre fue Encarnación/ Jíbara del Valenciano”. Hay también un intento de caracterización directa cuando se destaca que fue “mujer
de preocupación” o sea, fue una mujer responsable, preocupada por sus asuntos. El cuadro se completa cuando se menciona a su familia directa, a sus hijos: “ De Carmen nacieron tres hijos/ Junior, Julito y Carmín”. Al llegar a este punto se precipita el conflicto: “Y la vida estaba dura pa’ poder sobrevivir”. Como solución a este conflicto, Carmen se enfrenta a la disyuntiva de quedarse desempleada en su pueblo o separarse de sus hijos para trabajar en otro pueblo. Ella opta por lo segundo y así “mete el brazo” para despalillar tabaco, hasta el desenlace en el que “le dijeron al hijo que un carro la había matado”. Resulta interesante destacar que la voz lírica no cede su autoridad sobre los hechos narrados, como se nota cuando menciona solo el destino del hijo mayor –“a un colegio lo llevaron/ siendo para ella un dolor”. También cuando presenta la muerte de la madre focalizada solo en este hijo. Como vimos, la historia de Carmen Santiago toma acción en el Puerto Rico de los años cincuenta, época difícil económicamente porque supone el inicio de la transición de la economía agraria a la industrial. El nivel de analfabetismo era amplio, igual que la demarcación social. Si para un padre era difícil mantener a su familia, el reto era aún mayor para una madre sola. Para esas fechas no había ninguna ayuda gubernamental que permitiera a una madre sostener a la familia, mucho menos existían organismos gubernamentales para garantizar que los padres contribuyeran con el sustento de los hijos. Como resultado, para una madre sola con tres hijos, como era el caso de Carmen, resultaba cuesta arriba luchar por la supervivencia. Las alternativas para las mujeres negras, semi analfabetas y pobres –como muchas– no eran nada envidiables. Podían dedicarse a ser sirvientas, lavanderas, niñeras, cocineras, operarias de
108