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El amor en tiempos de pandemia

Freddy Fernández

¿Recuerdan aquel sentimiento de hermandad, de solidaridad y optimismo mundial de los primeros días de la pandemia? Los delfines que supuestamente nadaban en Venecia y los venados que salían de los bosques a visitar las calles. No creí que la pandemia nos haría mejor gente, pero me agradó que la humanidad se atreviera a pensar que la hermandad podría ser la norma de convivencia y, mucho más, en las relaciones internacionales. Fue un instante cuando pudimos atisbar la posibilidad de un mundo guiado por valores humanistas, en donde la ganancia y el cálculo de poder pudieran no ser determinantes. Un mundo así podría prescindir de los ejércitos, podría hacer llegar recursos a quienes los necesitan, eliminar la pobreza y el hambre, preservar el planeta para que todos los seres vivos tengan posibilidades de sobrevivir.

La ilusión duró muy poco. Los países con mayor poder comenzaron a secuestrar mascarillas y oxígeno. Las empresas globales calcularon formas de incrementar sus ganancias para sacar provecho de la dolencia global y hasta hoy maniobran para multiplicar sus ingresos, así no cumplan con lo que habían prometido a los gobiernos de los que habían obtenido dinero para desarrollar lo necesario para hacer frente a la pandemia.

El capitalismo, sí, el sistema, impone sus preceptos incluso cuando es obvio que sólo la solidaridad y la acción conjunta permitirán hacer frente al desafío.

Este esquema funciona igual en el nivel global como en nuestra vida cotidiana, donde hay quien convierte en negocio cualquiera de las dificultades que a diario debemos enfrentar.

En nuestro caso, Venezuela, ni siquiera se nos permitió hacer uso de nuestros recursos, que hasta hoy mantienen secuestrados, para hacer frente a la pandemia.

El contraste con todo este panorama lo presentaron China, Rusia y Cuba, países cuya actitud solidaria prevaleció en medio de ese panorama de rapiña mundial. Tres países que tiene una historia profundamente vinculada a los ideales del socialismo. Un papel mucho más modesto en sus dimensiones, pero muy contundente en cuanto a nuestros valores, fue la actitud solidaria de Venezuela con nuestros vecinos, sin importarnos incluso el grado de agresión de alguno de esos gobiernos.

¿Recuerdan aquel sentimiento de hermandad, de solidaridad y de optimismo mundial de los primeros días de la pandemia? Quiero que ese sentimiento sea nuestra norma de vida.

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