
4 minute read
21-5-2020 Rubén Darío Sonatina
71 de 174 La primera que lo hizo fue la uruguaya Delmira Agustini. De ella dijo Rubén Darío: "Pues por ser muy mujer dice cosas exquisitas que nunca se han dicho”. Se divorció de su marido al poco tiempo de casarse, y él la mató a tiros al día siguiente. El poema es la evocación de un acto de amor, en el que "la llave de oro" y "mi cerradura" son evidentes metáforas del sexo masculino y femenino.
El Intruso
Advertisement
Amor, la noche estaba trágica y sollozante cuando tu llave de oro cantó en mi cerradura; luego, la puerta abierta sobre la sombra helante, tu forma fue una mancha de luz y de blancura. Todo aquí lo alumbraron tus ojos de diamante, bebieron en mi copa tus labios de frescura, y descansó en mi almohada tu cabeza fragante; me encantó tu descaro y adoré tu locura. ¡Y hoy río si tú ríes, y canto si tu cantas, y si tú duermes duermo como un perro a tus plantas! ¡Hoy llevo hasta en mi sombra tu olor de primavera; y tiemblo si tu mano toca la cerradura!, ¡y bendigo la noche sollozante y oscura que floreció en mi vida tu boca tempranera! Delmira Agustini (1886-1914)
Para oir el poema, pulsar aquí
De El libro blanco (Frágil), 1907
Jueves, 21 de mayo de 2020
Rubén Darío: Sonatina
El Modernismo es la versión española de la crisis universal de las letras y del espíritu que se manifiesta en el arte, la ciencia, la religión y la política. El cisne, bello e inútil, se convierte en símbolo de este movimiento, en desafiante oposición al utilitarismo burgués que se estaba imponiendo en todos los aspectos de la vida.
72 de 174 Con el tiempo, el Modernismo abandona los aspectos más externos y postizos, y se hace más íntimo (ej. Machado, Juan Ramón, etc), pero, para empezar, es imprescindible contemplarlo en toda su artificiosidad, como ocurre en el siguiente poema de Rubén Darío.
Sonatina
La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha perdido la risa, que ha perdido el color. La princesa está pálida en su silla de oro, está mudo el teclado de su clave sonoro, y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor. El jardín puebla el triunfo de los pavos reales. Parlanchina, la dueña dice cosas banales, y vestido de rojo piruetea el bufón. La princesa no ríe, la princesa no siente; la princesa persigue por el cielo de Oriente la libélula vaga de una vaga ilusión. ¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China, o en el que ha detenido su carroza argentina para ver de sus ojos la dulzura de luz? ¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes, o en el que es soberano de los claros diamantes, o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz? ¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa quiere ser golondrina, quiere ser mariposa, tener alas ligeras, bajo el cielo volar; ir al sol por la escala luminosa de un rayo, saludar a los lirios con los versos de mayo o perderse en el viento sobre el trueno del mar. Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata, ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata, ni los cisnes unánimes en el lago de azur. Y están tristes las flores por la flor de la corte, los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte, de Occidente las dalias y las rosas del Sur. ¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules, en la jaula de mármol del palacio real; el palacio soberbio que vigilan los guardas, que custodian cien negros con sus cien alabardas, un lebrel que no duerme y un dragón colosal. ¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida! (La princesa está triste. La princesa está pálida.) ¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil! ¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe, (La princesa está pálida. La princesa está triste.) más brillante que el alba, más hermoso que abril! -«Calla, calla, princesa -dice el hada madrina-; en caballo, con alas, hacia acá se encamina, en el cinto la espada y en la mano el azor, el feliz caballero que te adora sin verte, y que llega de lejos, vencedor de la Muerte, a encenderte los labios con un beso de amor».
Rubén Darío (1867-1916) De Prosas profanas y otros poemas, 1896 Para oir el poema en la voz de Tomás Galindo, pulsar aquí
Miércoles, 20 de mayo de 2020
Charles Baudelaire: El albatros
Baudelaire inicia la modernidad poética con Las Flores del Mal. Recoge temas románticos, que convenientemente depurados, estilizados y sometidos a control, van a fecundar la poesía posterior. Es un libro contradictorio del que dijo su autor:

"En este libro atroz he puesto todo mi corazón toda mi ternura, toda mi religión (disfrazada), todo mi odio. Es verdad que juraré por mis grandes dioses que es un libro de arte puro". El albatros es un ave de grandes alas que se mueve majestuosamente en las alturas, pero que en el suelo se mueve muy torpemente porque esas mismas alas le dificultan sus movimientos. En el poema es símbolo del poeta.