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4-6-2020 Jack Lindsay Misa de Réquiem por los ingleses caídos
Nosotros encendemos las estrellas y traemos el día. Por nosotros se hará la paz. Estamos en peligro, rosas, hombres, perfume, sol, materia, inteligencia, ciencia, fe, muerte, piedra, gracia, Dios. ¡Ahoguemos a los bárbaros en luces! ¡Avanzad, rosas, hombres! ¡Ocupad el mundo! Ramón de Garciasol (1913-1994)
De Palabras mayores, 1952 Para oir el poema en la voz de Tomás Galindo, pulsar aquí
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Jueves, 4 de junio de 2020
Jack Lindsay: Misa de Requiem por los ingleses caídos...
La Guerra Civil Española produjo un movimiento de solidaridad en el mundo intelectual que produjo una gran literatura. De toda ella he elegido el poema que sigue porque, además de ser muy bueno y muy poco conocido Aníbal Nuñez hizo una traducción muy creativa de él. El poema está dedicado a los brigadistas ingleses que murieron en la Guerra de España defendiendo la libertad de toda la humanidad (¿quién puede decir que su sacrificio fue en vano?). El poema es una elegía, género literario en que se recuerda la vida y la muerte de alguien. Es un tópico de estos poemas el tema del "ubi sunt" (dónde están). El ¿dónde está? de este poema tiene un nuevo significado en la voz del poeta: nos interpela a los vivos para que tomemos el testigo de los que han muerto.
Misa de Réquiem por los ingleses caídos en la Brigada Internacional
Pasad lista a los muertos, que nosotros, los vivos, aún podemos responder, bajo el arco de paz juntos donde el lamento de la alondra es la única metralla, un rocío de canción, una guirnalda del cielo caída en tierra desde el silencio azul de luz que bulle en esta hora presente de tregua que presagia el triunfo final, invocad con orgullo los hombres cuyos huesos ahora yacen en la tierra de la libertad.
Resistir en el risco de la aurora para tocar diana. Escuchad el tañido de silencio, recordando. Este instante de honor con el futuro reaviva vuestros corazones, y ya saboreamos, como nupcias en un beso primero, la hora en que el último dique de la ira cae y la rugiente noche es tibiamente balizada con prendas de hermandad, los pueblos-mundo unidos, mundo sin fin, el alba sobre la tierra de la libertad. Preguntad a esa águila que gritó en las alturas en qué hoguera de muerte bloquearon los obreros españoles del Guadarrama el paso con sus muertos. Águila de España, desde tu nido de los cielos contesta:¿Dónde están ellos ahora, los jóvenes y bravos? Los muertos fraternales fluyen de los clarines. ¿Dónde están esas caras que buscamos, esas caras inglesas? Que los vivos respondan a la lista de muertos. ¿Dónde está él ahora, alegre corazón de primavera, en aventuras rico, errante desde donde la luna de Samara de un sauce curvo cuelga a donde el congestivo Londres coagula con toxinas la vena aorta de Inglaterra? En fuerza de piedad, como vivió, murió, y las balas gimieron a través de las ramas del invierno sobre su cara rota. ¿Dónde está Ralph Fox el de Yorkshire? ¿Dónde está él ahora, el vehemente muchacho que advirtió el sino de Inglaterra pálido sobre la luna oscense? Donde salpican las granadas enormes flores de destrucción, redioses llameantes de locura, plumas fuente de horror, la libertad debe ponerse en marcha o la tierra rendirse a esos sus raptores; de ese modo caminaré con libertad y tras de la agonía arrancaréis frutos en el jardín. ¿Dónde está John Cornford de Cambridge? ¿Dónde está él ahora, voz entre muchas voces, quien dijo:"En la prisión de la pobreza los inocentes están presos, los ladrones encierran a sus víctimas". Protestaba su voz. Y, sentenciado, vio, a través de una pared de piedra, la verdad. Más clara esa pared de privación que ningún argumento. Golpeó en la piedra con su mano y juró hacerla añicos,
cogió un fusil y atravesó en España esa pared. ¿Dónde está Wilf Jobling de Chopwell? ¿Dónde está él ahora, quien, entre el chirrido de las planchas del castillo de proa del mercante, escuchaba? Las aguas brotando de los escobenes, y el barco estremeciéndose se hundía. Él supo quién estaba traficando, quien amañó las instrucciones para obtener el dinero del seguro, mientras se hundía la tripulación. Llevando una camilla por entre las trincheras del peligro, he encontrado, repuso, el camino de casa antes que Madrid. ¿Dónde está Davidovitch de Bethnal Green? ¿Dónde está ahora aquel que vino a luchar pronto? En Sidney, mientras en torno a Pinchgut chillaban las gaviotas, se enteró resistiendo desahucios, de que toda la gente estaba desahuciada del mundo que había hecho y aplastada en tugurios de pena. Volvió, de polizón, a Edimburgo mas gritó: "Me mantengo en los abiertos lazos del propósito viajando a España donde el pueblo clama por sus derechos". ¿Dónde está Jack Atkinson de Hutl? Sobre la azul y delicada silueta de las sierras las escarpas desnudas se elevan en aristas y planos imprecisos en donde el mediodía extrae de los barrancos toda sombra, chirrían los caproni*. ¿Es este un país extraño tú, escocés? No. Lo he reconocido. Mira: Los niños de la aldea cierran sus puños como bienvenida. Porque somos aquellos en quienes el amor se hace justicia. ¿Dónde está James Wark de Airdrie? ¿Dónde está ahora aquél, líder en Londres de los autobuses, en olivares ásperos del sector del Jarama, el comandante de una compañía? Enjugándose el polvo de sus ojos, se reía. Y blandiendo su ametralladora hacia la línea de los fascistas tambaleantes, a la parte más alta mandó a sus hombres. Las ardientes rocas se abrían golpeando, la cortina de fuego batiendo en la colina. ¿Dónde está Bill Briskey de Dalston?. ¿Dónde está ahora aquél, el camarada de la risa pronta? Tras los secos terrenos el reptaba con sangrantes rodillas, el sudor empañaba la distancia aplastante. Seguía abriendo fuego,
garras de ardor clavándose en su brazo que arañaba la piedra. Una oleada rugiente inflamada brotó. Mientras se lo llevaban, muriéndose, cantaba la Internacional. ¿Dónde está Alan Craig de Maryhill? Tanques daban bandazos en las cuestas, y hombres con sus rodillas y sus manos se abalanzaban al fragor del combate tambaleándose cabizbajos. El crepitar de nuestras armas se ahogaba, el estruendo agobiaba y hacía oscilar la tierra, y vacilante la floja fila tropezaba en matojos de hierba, cabeceando torpemente. Fuera de la trinchera saltamos, los tanques nos pisaban los talones, crujiendo; pero ¿dónde está el que nos dirige? ¿Dónde está Robert Symes de Hamphsire? ¿Dónde está ahora aquél que, marchando en manifestaciones, supo que su camino contra la opresión conducía al frente de España? Pues se manifestaba en un país marcado por chulerías amenazantes, Inglaterra marchita en arrabales por las bombas-ponzoña de codicia,. Esa ruta de cólera y de amor ha de llevar a España los clamores por el No Pasarán en Trafalgar Square. ¿Dónde está Tommy Dolan de Sunderland? ¿Dónde está el que vendía el Daiy Worker? El cartel que su mano agitaba: una bandera roja izada sobre las barricadas de la elección. He visto el mundo dividirse ante la voz de la verdad, nada hay de extraño, pues, en el son de esta guerra. He visto sus primeras escaramuzas, cuando la policía sacaba las porras y cargaba contra mis amigos; por eso me iré a España. ¿Dónde está Jock Tadden de Dundee? Esta guerra tiene raíces por doquier, en el solar de la miseria. Él contempló en las mates pizarras la luna reluciente, un goteo lechoso de luz burlándose de la boca del hombre, una promesa de belleza limpia, pendón de libertad.