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5-6-2020 Ramón de Garciasol Arenga a las rosas y a los hombres

47 de 174 Como en la tradición clásica, la noche es cómplice del amor, en cambio el alba, que nos enfrenta a nuestros afanes y quehaceres diarios, es su enemiga.

Collige, virgo, rosas

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Estás ya con quien quieres. Ríete y goza. Ama. Y enciéndete en la noche que ahora empieza, y entre tantos amigos (y conmigo) abre los grandes ojos a la vida con la avidez preciosa de tus años. La noche, larga, ha de acabar al alba, y vendrán escuadrones de espías con la luz, se borrarán los astros, y también el recuerdo, y la alegría acabará en su nada. Mas, aunque así suceda, enciéndete en la noche, pues detrás del olvido puede que ella renazca, y la recobres pura, y aumentada en belleza, si en ella, por azar, que ya será elección, sellas la vida en lo mejor que tuvo, cuando la noche humana se acabe ya del todo, y venga esa otra luz, rencorosa y extraña, que antes que tú conozcas, yo ya habré conocido. Francisco Brines (1932- )

De El otoño de las rosas, 1986

Viernes, 5 de junio de 2020

Ramón de Garciasol: Arenga a las rosas y a los hombres

Miguel Alonso Calvo conocido como Ramón de Garciasol, nació en 1913 en Humanes y era hijo del zapatero del pueblo. Estudió bachillerato en el instituto con Antonio Buero Vallejo, del que fue amigo toda la vida. Tuvo que cambiar su nombre literario para que no se le relacionara con el Miguel Alonso Calvo que había escrito encendidos poemas durante la Guerra Civil, que fueron publicados en UHP-Milicias Alcarreñas. Vivió su exilio interior trabajando como corrector de estilo en la Colección Austral de Espasa Calpe y participando activamente en cualquiera de los lugares donde se había refugiado la memoria democrática.

48 de 174 En medio de un mundo muy difícil, mantuvo la esperanza en la humanidad, como sucede en este poema.

Arenga a las rosas y a los hombres

Rosas, creced, pujad, multiplicaos hasta invadir las cajas de caudales, hasta impedir las ametralladoras, hasta sembrar la pólvora y el hierro de luz y primavera, hasta ocupar el odio y las entrañas de obuses, bombas, balas y morteros. ¡Creced, rosas, creced! ¡Pujad sin tregua!

Llenad los ojos de los tocineros, floreced los cerebros belicosos, corroed de esperanza a los podridos, iluminad la mente de las bestias, que se alimentan de oro, y sangre, y lágrimas; que son capaces de matar la vida porque palpita y brilla en nuestras manos.

Árboles, aguas, pájaros, frutales, mieses, vides, obreros, plantas, madres, óleos, músicas, máquinas, ideas, vamos a proclamar la resistencia de amor contra la guerra.

Están sembrando el aire de temores para amargarnos la alegría, para que nos matemos tú y yo, hermano, ahora que ya maduran los dolores, y el sentido va a revelarse al mundo.

Trabajad de espaldas al temor. Abrid los ojos, rosas, hombres, al bien y a la belleza. ¡Creced! ¡Cantad! La vida es nuestra.

La tierra es nuestra, y nuestro es el futuro.

Trabajos, pensamientos, esperanzas, vuestros y nuestros, rosas, hombres.

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