Marguerite Yourcenarun ​legado que pervive​​

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De su libro Opus nigrum, Marguerite Cleenewerck de Crayencour (Bruselas, Bélgica, 8 de junio de 1903 - Mount Desert Island, Maine, Estados Unidos, 17 de diciembre de 1987), más conocida como

Marguerite Yourcenar, extrajo para su epitafio la frase “Agradaría a aquel que tal vez ensanche el corazón del hombre a la medida de toda vida”, y este pequeño compendio de su obra maestra está destinado precisamente a aquellos seres humanos que se conciben así mismos como seres cosmopolitas, defensores de toda expresión de vida y libertad en el planeta, donde es irrelevante tanto el mesianismo como el lugar donde se nace, porque “el verdadero lugar de nacimiento es aquel donde uno se mira inteligentemente por primera vez: mis primeras patrias fueron los libros”.

Marguerite Yourcenar, consciente de que “los escritores mienten, aun los más sinceros” (Memorias de Adriano) o que “mi oficio me pareció inútil, lo que es casi tan absurdo como creerlo sublime" (Opus nigrum), dejó a las generaciones futuras una de las obras literarias de mayor belleza, vigencia, atemporalidad y resistencia a los devaneos, a las estratagemas y a las modas que nos propone

una impúdica industria literaria, que reduce el exigente arte de escribir y de pensar a la eficacia frívola de ferias, a los premios, a las tablas de Excel con sus cifras infladas y sus rostros henchidos de adulaciones y virtudes que no corresponden a la realidad de lo que hacen y son.

Pero “el arte de vivir que consiste en tomar las cosas como vienen” (Archivos del Norte) fue una certeza en la vida y conducta generosa de Yourcenar, tanto como cuando uno de sus personajes se preguntaba “¿Qué es ser avaro? […] es saber que se es pobre” (Dar al César) o como ella misma lo afirmó alguna vez:

“Desde niña, tuve la impresión […] de que si debía elegir entre la religión, tal como la veía a mi alrededor, es decir la católica, y el universo; preferí el universo. […] La iglesia me ocultaba el bosque. […] Un día sentí que debía elegir entre un grupo de dogmas cualquiera y todo; elegí todo” (Con los ojos abiertos).

La Universidad EAFIT celebra con esta exposición en su campus el delicado, determinante y acrónico arte que pervive en las páginas que Marguerite Yourcenar ha legado a la historia del desarrollo del pensamiento humano.

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“Te pido perdón, lo más humildemente posible, no por dejarte, sino por haberme quedado tanto tiempo”.

Alexis o el tratado del inútil combate, 1929

“Soy capaz de imaginar formas de servidumbre peores que las nuestras, por más insidiosas, sea que se logre transformar a los hombres en máquinas estúpidas y satisfechas, creídas de su libertad en pleno sometimiento, sea que, suprimiendo los ocios y los placeres humanos, se fomente en ellos un gusto por el trabajo tan violento como la pasión de la guerra entre las razas bárbaras”.

Memorias de Adriano, 1951

“Cada uno se construye una prisión de ideas de la cual nuestra pereza impide luego que salgamos”.

“Pindare”, Essais et mémoires, 1962

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“Te gustaban, igual que a mí, los largos paseos por el campo que no conducen a ninguna parte. Yo no necesitaba que condujeran a ninguna parte; me bastaba con sentirme tranquilo a tu lado”.

Alexis o el tratado del inútil combate, 1929

“Sólo se está a gusto cuando se es libre, y disimular nuestras opiniones es aún más molesto que cubrirnos la piel”. Opus nigrum, 1968

“Me gustaría vivir en un mundo donde el suicidio fuera la norma cuando comenzara el debilitamiento irreparable de las facultades. Los que a ello se negaran podrían vivir, pero sin honor”.

“Deseos”, Sources II, 1971

“La felicidad es frágil y, cuando no la destruyen las circunstancias o los hombres, se ve amenazada por los fantasmas”.

Cuentos orientales, 1938

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“Toda mi vida he tenido confianza en el buen sentido de mi cuerpo, tratando de saborear juiciosamente las sensaciones que ese amigo me procuraba; estoy obligado, pues, a saborear también las postreras. No rehúso ya esa agonía que me corresponde, ese fin lentamente elaborado en el fondo de mis arterias,

heredado quizás de un antecesor, nacido de mi temperamento, preparado poco a poco por cada uno de mis actos en el curso de mi vida. La hora de la impaciencia ha pasado; en el punto en que me encuentro, la desesperación sería de tan mal gusto como la esperanza. He renunciado a apresurar mi muerte”.

Memorias de Adriano, 1951

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“Echan la culpa a los malos ejemplos, al contagio moral y sólo retroceden ante la dificultad de explicarlos. No saben que la naturaleza es más diversa de lo que suponemos: no quieren saberlo porque les es más fácil indignarse que pensar”.

Alexis o el tratado del inútil combate, 1929
“La música, alegría de los fuertes, es el consuelo de los débiles”.
Alexis o el tratado del inútil combate, 1929
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“Exageráis la hipocresía de los hombres. La mayoría piensa demasiado poco para permitirse el lujo de poder pensar doble”.

Opus nigrum, 1968

“Aceptar que tal o cual ser, a quien amábamos, haya muerto. Aceptar que éste o aquel ser no sea más que un muerto entre millones de muertos. Aceptar que éste o aquel, vivos, hayan tenido sus debilidades, sus bajezas, sus errores, que nosotros tratamos en vano de encubrir con piadosas mentiras, un poco por respeto y por compasión de ellos, mucho por compasión de nosotros mismos, y por la vanagloria de haber amado solamente la perfección, la inteligencia o la belleza. Aceptar su independencia

de muertos, no encadenarlos, pobres sombras, a nuestro carro de vivos. Aceptar que hayan muerto antes de tiempo porque no existe el tiempo. Aceptar nuestro olvido, puesto que el olvido hace parte del orden de las cosas. Aceptar nuestro recuerdo, puesto que, en secreto, la memoria se esconde en el fondo del olvido. Aceptar incluso -aunque prometiéndonos que lo haremos mejor la próxima vez y en el próximo encuentroel haberlos amado torpe y mediocremente”.

Peregrina y extranjera (cuaderno de notas, 1942-1948)

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“El alcohol desembriaga. Después de unos sorbitos de coñac, ya no pienso en ti”. Fuegos,

1936

“Qué difícil es, aunque se tomen muchas precauciones, no hacer sufrir”.

Alexis o el tratado del inútil combate, 1929

“¿Y no soy yo también muy pobre, yo que no tengo ni amor, ni fe, ni deseo confesable, yo que no puedo contar más que conmigo mismo y que casi siempre me soy infiel?”.

Alexis o el tratado del inútil combate, 1929

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“¡Qué insípido hubiera sido ser feliz!”. Fuego, 1936

“Nada es más lento que el verdadero nacimiento de un hombre”.

Memorias de Adriano, 1951

“Es extraño que, para nuestros cristianos, los pretendidos desmanes de la carne constituyan el mal por antonomasia –dijo meditativamente Zenón–. Nadie castiga la brutalidad, el salvajismo, la barbarie y la injusticia con rabia y asco.”

Opus nigrum, 1968

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“No hay nada más sucio que el amor propio”.

Fuegos, 1936

“Mis triunfos y mis riesgos no son los que se cree; existen glorias distintas de la gloria y hogueras distintas de la hoguera. He llegado casi a desconfiar de las palabras. Moriré un poco menos necio de lo que nací”.

Opus nigrum, 1968

“Sé grave. Despreciando toda cadena servil. Aléjate del mal y de la vil fealdad, esculpe con severidad tu ideal.

Trabaja, indiferente al rumor vano de la muchedumbre, y conserva, en esos días en que todo respeto se derrumba, el amor sereno de la belleza”.

Marguerite Yourcenar. La invención de una vida, de Josyane Savigneau, 1991

“El lujo supremo que consiste en prescindir de todo”.

Cuentos orientales, 1938

“El amor es un castigo. Somos castigados por no haber podido quedarnos solos”.

Fuegos, 1936

“Siempre he desconfiado mucho de la actualidad, en literatura, en arte, en la vida. Por lo menos aquello que se considera la actualidad y que con frecuencia es tan sólo la capa más superficial de las cosas”.

Con los ojos abiertos, 1980

“No existe más que un hombre en el mundo: los demás no son más que un error o un triste consuelo , y el adulterio es a menudo una forma desesperada de la fidelidad".

Fuegos, 1936

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“Mi abuelo decía que el mejor matrimonio es el de un hombre ciego con una mujer muda".

La sirenita, 1971

“Soledad…

Yo no creo como ellos creen, no vivo como ellos viven, no amo como ellos aman… Moriré como ellos mueren”.

Fuegos, 1936

“No hay amor desgraciado: no se posee sino lo que no se posee. No hay amor feliz: lo que se posee, ya no se posee”.

Fuegos, 1936

“No tengo miedo de los espectros. Sólo son terribles los vivos, porque poseen un cuerpo".

Fuegos, 1936

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“El arrepentimiento te enseña la inutilidad del arrepentimiento”.

Cuentos orientales,

1938
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“No me quejo de que las cosas, los seres, los corazones sean perecederos, puesto que parte de su belleza se compone de esta desventura. Lo que me aflige es que sean únicos”. Cuentos orientales, 1938

“Pues la memoria de los hombres se parece a esos viajeros cansados que, a cada alto que hacen en el camino, van deshaciéndose de unos cuantos trastos inútiles, de suerte que llegan al lugar en donde van a dormir con las manos vacías, desnudos, y se encontrarán, cuando llegue el día del gran despertar, como niños que nada saben del ayer”.

El tiempo, gran escultor, 1983

“Jamás encontré a una mujer que fuera tan hermosa como mis figuras de piedra, a una mujer que pudiera permanecer inmóvil durante horas, sin hablar, como algo necesario que no precisa actuar para ser, que me hiciera olvidar que el tiempo pasa, puesto que ella sigue ahí. Una mujer que se dejara mirar sin sonreír ni ruborizarse, por haber comprendido que la belleza es algo grave. Las mujeres de piedra son más castas que las otras y sobre todo más fieles, sólo que son estériles. No hay fisura por donde pueda introducirse en ellas el placer, la muerte o el germen del hijo, y por eso son menos frágiles. A veces se rompen y su belleza permanece por entero en cada fragmento de mármol, igual que Dios en todas las cosas, pero nada extraño entra en ellas para hacer que les estalle el corazón. Los seres imperfectos se agitan y se emparejan para complementarse, pero las cosas puramente bellas son solitarias como el dolor del hombre”.

El tiempo, gran escultor, 1983

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“Voy a morir… No me quejo de una suerte que comparto con las flores, con los insectos y con los astros. En un universo en donde todo pasa como un sueño, sentiría remordimientos de durar para siempre”.

Cuentos orientales, 1938

“Demasiado bien sé que los seres a quienes amamos y que más nos aman nos abandonan sin que nos demos cuenta a cada instante que pasa. Y así es como se separan de sí mismos. Aún estás sentado en ese mojón, y crees estar todavía aquí pero tu ser, vuelto hacia el porvenir, ya no se adhiere a lo que fue tu vida, y tu ausencia ha comenzado ya. Ciertamente, comprendo que todo esto no es sino una ilusión, como

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todo lo demás, y que el porvenir no existe. Los hombres que inventaron el tiempo han inventado después la eternidad como contraste, pero la negación del tiempo es tan vana como él. No hay ni pasado ni futuro, tan sólo una serie de presentes sucesivos, un camino perpetuamente destruido y continuado por el que avanzamos todos”. El tiempo, gran escultor, 1983

“Ya no me amas. Si consientes en escucharme durante una hora es porque se suele ser indulgente con aquellos a quienes pensamos abandonar. Tú me ataste y ahora me desatas. No te censuro, Gherardo. El amor de un ser es un regalo tan

inesperado y tan poco merecido que siempre debemos asombrarnos de que no nos lo arrebaten antes. No estoy inquieto por los que aún no conoces y hacia los cuales vas, que quizá te estén esperando: el hombre a quien ellos van a conocer será distinto del que creía conocer yo y al que imagino amar. Nadie posee a nadie (ni siquiera los que pecan llegan a conseguirlo) y al ser el arte la única posesión verdadera, es menos gratificante apoderarse de un ser que recrearlo”.

El tiempo, gran escultor, 1983

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“Hacen falta demasiadas ilusiones para desear el poder, demasiada vanidad para desear la gloria”. El tiempo, gran escultor, 1983
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“Mis primeras patrias fueron los libros.

Y, en menor grado, las escuelas”.

Memorias de Adriano, 1951

“La moral es una convención privada; la decencia, una cuestión pública; toda licencia demasiado visible me ha hecho siempre el efecto de una ostentación de mala ley”.

Memorias de Adriano, 1951

“He llegado a la edad en que la vida, para cualquier hombre, es una derrota aceptada”.

Memorias de Adriano, 1951

“Por mi parte creo que aquel espíritu inculto era de los que se dejan atrapar por sus propias mentiras, y que el fanatismo corría en él parejo con la astucia”.

Memorias de Adriano, 1951

“Amar a alguien no es sólo interesarse porque viva, sino también sorprenderse porque deje de vivir, como si no fuera natural morir. Y sin embargo, el existir es un milagro más sorprendente que el no existir; pensándolo bien, es ante los que viven ante quienes debiéramos descubrirnos y arrodillarnos como ante un altar. La naturaleza, supongo, se cansa de oponerse a la nada, como el hombre de oponerse a las solicitaciones del caos”.

El tiempo, gran escultor, 1983

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“Lo esencial es que el hombre llegado al poder haya probado luego que merecía ejercerlo”.

Memorias de Adriano, 1951

“Esta mañana pensé por primera vez que mi cuerpo, ese compañero fiel, ese amigo más seguro y mejor conocido que mi alma, no es más que un monstruo solapado que acabará por devorar a su amo”.

Memorias de Adriano, 1951

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“Llamo verdaderos soñadores a aquellos que secretan su propia droga. Los alucinógenos son para quienes no son capaces de entrar por sí mismos en su mundo interior”.

“Les songes et les sorts”, Essais et mémoires, 1962

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“La violación es el crimen de una sociedad que no ha sabido resolver, no tanto el problema de los sexos como el de la sexualidad. Sería necesario que el niño aprendiera desde temprana edad que el coito es un acto sagrado, como lo supieron las civilizaciones primitivas; que “El verdadero lugar de nacimiento es aquel donde por primera vez nos miramos con una mirada inteligente”.

Memorias de Adriano, 1951

la satisfacción sexual depende en gran parte de los vínculos de ternura, de buena voluntad del uno por el otro. […] No es por medio de la violencia, ni del dinero, ni aun del amor loco que se llega a la voluptuosidad. Es necesaria una recíproca comprensión”.

Con los ojos abiertos, 1980

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“Cada hombre está eternamente obligado, en el curso de su breve vida, a elegir entre la esperanza infatigable y la prudente falta de esperanza, entre las

delicias del caos y las de la estabilidad, entre el Titán y el Olímpico. A elegir entre ellas, o a acordarlas alguna vez entre sí”.

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Memorias de Adriano, 1951
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“Dudo de que toda la filosofía de este mundo consiga suprimir la esclavitud; a lo sumo le cambiarán el nombre”.

Memorias de Adriano, 1951

“La abstinencia o el exceso comprometen al hombre solo; pero salvo en el caso de Diógenes, cuyas limitaciones y cuya razonable aceptación de lo peor se advierten por sí mismas, todo movimiento sensual nos pone en presencia del Otro, nos implica en las exigencias y las servidumbres de la elección”.

Memorias de Adriano, 1951

“La amistad es, ante todo, certidumbre, y eso es lo que la distingue del amor. Es también respeto y aceptación total del otro ser”.

El tiro de gracia, 1939

“Muy rápidamente me alejé de la política, pues estaba persuadida de que lo esencial no residía en ella, de que el drama profundo se sitúa en el plano de la educación, del pensamiento, de la conversión de las personas.

En la mayoría de los casos la comedia política oculta el fondo de las cosas”.

Portrait d’une voix, 2002

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“La posibilidad de quitarse la máscara en todas las ocasiones es una de las raras ventajas que reconozco a la vejez”.

Memorias de Adriano, 1951

VII

Nunca sabrás que tu alma viaja Dulcemente refugiada en el fondo de mi corazón, Y que nada, ni el tiempo ni la edad ni otros amores, Impedirá que hayas existido.

Ahora la belleza del mundo toma tu rostro, Se alimenta de tu dulzura y se engalana con tu claridad.

El lago pensativo al fondo del paisaje Me vuelve a hablar de tu serenidad.

Los caminos que seguiste, hoy me señalan el mío, Aunque jamás sabrás que te llevo conmigo Como una lámpara de oro para alumbrarme el camino

Ni que tu voz aún traspasa mi alma. Suave antorcha tus rayos, dulce hoguera tu espíritu; Aún vives un poco porque yo te sobrevivo.

Las caridades de Alcipo y otros poemas, 1983

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Ídolos

Amor, al principio de carne y de oro como un César salvaje te cebé; íncubo, tu pecho pesaba y tu beso agotador cansó mi boca.

Luego te vi ensangrentado; caminabas, titubeando, bajo la escuadra terrible; víctima atravesada en el flanco, a tus pies derramé todo el nardo de la tierra.

Te veo pálido y bello: tu carne es una antorcha hecha de cera y fuego; yo abrazo, delicia pura, tu cara desconocida, idéntica a mi alma. Y te veré pensativo en el último arrecife, dulce provocador de naufragios, sombrío dios sin devotos; tus amapolas nocturnas me curarán de las rosas.

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Las caridades de Alcipo y otros poemas, 1983
“Olvidaba

que en todo combate entre el fanatismo y el sentido común, pocas veces logra este último imponerse”.

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Memorias de Adriano, 1951

“Los seres humanos confiesan sus peores debilidades cuando se asombran de que un amo del mundo no sea de una estúpida indolencia, presunción o crueldad”.

Memorias de Adriano, 1951

“Amor, mi duro ídolo, tus brazos tendidos hacia mí son vértebras de alas. He hecho de ti mi Virtud; acepto ver en ti al Dominio, al Poder. Me entrego a ese terrible avión propulsado por un corazón. Por las noches, en los tugurios a donde vamos juntos, tu cuerpo desnudo se parece a un Ángel encargado de velar por tu alma”.

Fuegos, 1936

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“Un hombre que lee, que piensa o que calcula, pertenece a la especie y no al sexo; en sus mejores momentos llega a escapar a lo humano”.

Memorias de Adriano, 1951

“No sabía que el dolor contiene extraños laberintos por los cuales no había terminado de andar”.

Memorias de Adriano, 1951

“El arte impone un orden superior a ese desorden que siempre es la realidad”.

“Pindare”, Essais et mémoires, 1962

“Al principio, la soledad me era dolorosa, luego me acostumbré a ella y terminé amándola; esa es, en tres líneas, casi toda la historia de nuestros vicios”.

La nouvelle Eurydice, 1931

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“Nuestro gran error es intentar obtener de cada uno en particular las virtudes que no tiene, y desdeñar el cultivo de las que posee”.

Memorias de Adriano, 1951

“Creíste que bastaba con ser perfecta para ser dichosa; yo creí que para ser dichoso, bastaba con no ser culpable”.

Alexis o el tratado del inútil combate, 1929

“Una buena traducción, sin duda alguna, es fiel, pero las traducciones son como las mujeres: la fidelidad, sin otras virtudes, no basta para hacerlas soportables”.

“Préface”, La couronne et la lyre, 1979

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El objetivo de esta exposición es cultural y educativo. La selección de textos e imágenes de Marguerite Yourcenar, así como la introducción estuvo a cargo de Juan Antonio Agudelo V. Esta es una creación de Extensión Cultural y la Editorial EAFIT con el apoyo de la Sala de Patrimonio Documental y Comunicación Creativa.

Universidad EAFIT. Vigilada Mineducación.

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