Periódico Alma Mater ED 748

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«LABORATORIO EN UN CHIP», ALTERNATIVA TECNOLÓGICA PARA ANTICIPAR EL CÁNCER COLORRECTAL

PP. 4-5

LA SALUD MENTAL PASÓ DE TABÚ A TEMA COMÚN

PP. 6-7

LA UDEA COMO UN ESPACIO VIVO: LA EXPERIENCIA DE MEDIACIÓN DEL PROGRAMA GUÍA CULTURAL

PP. 12-13

LOS DESAFÍOS DE COLOMBIA PARA ENFRENTAR EL DÉFICIT DE PROFESIONALES EN ENFERMERÍA

PP. 14-15

Transformar la migración con los ojos del arte

Con talleres de escritura, pintura, teatro, danzas, y otras actividades, TransMigrArts les permitió a migrantes de América Latina, África, Asia y Europa que dejaron sus lugares de origen para habitar otros territorios, adaptarse a nuevas costumbres y hábitos a través del arte. En esta iniciativa internacional la UdeA tuvo un papel de liderazgo.

PP.8-9

Un equipo de investigadores de la UdeA encontró en la subregión del Bajo Cauca antioqueño una propuesta para aprovechar la proteína y la grasa de un insecto en la producción de alimento para animales. Los académicos comprobaron que las larvas de la mosca soldado negra criadas con residuos agrícolas y piscícolas son una alternativa con potencial para alimentación de animales. Esta iniciativa une ciencia y comunidad para impulsar la economía circular, reducir la contaminación y abrir nuevas líneas de trabajo en biotecnología y nutrición animal.

CARLOS OLIMPO RESTREPO S. Periodista Dirección de Comunicaciones UdeA olimpo.restrepo@udea.edu.co

Larvas de la mosca soldado negra, una alternativa para la alimentación animal

En el Bajo Cauca antioqueño, un grupo de investigadores de la Universidad de Antioquia reprodujo el insecto Hermetia illucens —de nombre común mosca soldado negra—, una fuente de proteína que no solo es una alternativa para alimentación animal, sino que también puede generar cambios en la producción agropecuaria en general.

Lo anterior es resultado de la investigación Producción de prepupas de mosca soldado negra utilizando materias primas alternativas, financiada por la 19ª. convocatoria del Banco Universitario de Programas y Proyectos de Extensión —Buppe— y liderado por el profesor José Edgar Zapata Montoya, coordinador del grupo Nutrición y Tecnología de Alimentos, adscrito a la Facultad de Ciencias Farmacéuticas y Alimentarias de la UdeA.

El equipo investigador, además de Zapata Montoya, estuvo conformado por Germán Castañeda Álvarez, zootecnista y asesor técnico del proyecto; y las jóvenes investigadoras Valentina Zapata Pérez, estudiante del pregrado de Microbiología Industrial y Ambiental, y Juliana Arbeláez, del de Microbiología y Bioanálisis, ambas en la Escuela de Microbiología de la Alma Máter.

El proyecto se centró en la producción de las prepupas o larvas de la mosca soldado negra, insecto muy común en las zonas tropicales de América, con potencial nutritivo y ambiental ya comprobado en diferentes estudios e investigaciones a nivel nacional e internacional.

Con esta información y ante inquietudes planteadas por piscicultores del Bajo Cauca, en 2023 se presentó la propuesta. «Algunos productores de Caucasia nos manifestaron el interés de que les propusieran alternativas de obtención de proteína para alimentación de animales, porque la proteína representa el 50 % del costo de criarlos», explicó el profesor Zapata Montoya.

Por eso se escogió la mosca soldado negra, pues en estado de larva produce una biomasa —masa de organismos biológicos— rica en proteína, con un alto contenido de lípidos, o grasas, ideal para la alimentación de peces, aves y otros animales de interés agropecuario.

Rector John Jairo Arboleda Céspedes

Comité Editorial

Marcela Ochoa Galeano Vicerrectora general

César Alzate Vargas · Profesor de la Facultad de Comunicaciones y Filología

Álvaro Sanín Posada · Profesor de la Facultad de Medicina

David Hernández García Secretario general

Así es el proceso

La Hermetia illucens es más grande que la mosca doméstica común, mide entre 2 y 2,5 centímetros en su estado adulto y su larva llega a los 27 milímetros, con alto contenido de grasa y proteína, lo que la convierte en una alternativa importante para la producción de alimentos.

Es una especie nativa de los trópicos americanos y en Colombia se encuentra desde el nivel del mar hasta los 1800 metros de altura, en zonas cálidas y de humedad por encima del 50 %, lo que hace del Bajo Cauca una región propicia para su reproducción. Para el proyecto, las moscas fueron criadas en canecas instaladas en una empresa piscícola de Caucasia y alimentadas con un compuesto elaborado a partir de vísceras de pescado y salvado de maíz fermentado, y también se probó con residuos de vegetales no procesados.

Cerca de las canecas para su alimentación, las moscas adultas, que apenas viven cinco días, depositan sus huevos en espacios secos, para garantizar la alimentación de sus crías, algunas de las cuales se destinan a la elaboración de comida para peces y aves y otras se dejan crecer, para mantener un ciclo que garantice la renovación constante del proceso. Los huevos crecen en esos espacios secos hasta llegar a la etapa de larva y una vez alcanzan el tamaño ideal para convertirlas en alimentos, se retiran manualmente. El residuo que queda se usa como abono natural, pues contiene nutrientes resultantes del metabolismo de las larvas.

Carlos Mario Guisao Bustamante

Director de Comunicaciones

Gimena Ruiz Pérez Pedro León Correa Ochoa Coordinación de edición

Maria Isabel Osorio Diseño y diagramación

Fabio Humberto Giraldo Jiménez · Profesor del Instituto de Estudios Políticos

Teresita Betancur Vargas · Profesora de la Facultad de Ingeniería

Portada Taller Itinerante de Artes para la Paz, realizado por la Facultad de Artes de la UdeA en mayo de 2023, el cual hizo parte del proyecto que trabajó con los migrantes. Foto: TransMigrArts /David Romero Duque.

Nota del editor La presente edición fue publicada exclusivamente en formato digital. Las opiniones expresadas por las fuentes y autores de los artículos publicados en Alma Mater son responsabilidad de estos y no representan una postura institucional de la Universidad de Antioquia.

Larvas frescas, listas para el consumo animal. Foto: Cortesía investigadores del proyecto.

El Banco Universitario de Programas y Proyectos de Extensión —Buppe— de la UdeA fomenta y financia iniciativas de extensión social y territorial que permitan vincular a investigadores, docentes y estudiantes con las comunidades, con el fin de contribuir a la promoción social, el desarrollo territorial y el mejoramiento de la calidad de vida.

En algunos sistemas rurales, las larvas pueden criarse directamente dentro de gallineros o estanques, para que los animales las consuman de forma natural, explicó el profesor Germán Castañeda. También se pueden suministrar frescas o se deshidratan para conservarlas como alimentación futura y, además, se procesan y convierten en una harina rica en proteína, para diferentes usos. De un kilo de larvas frescas, en el proyecto se obtuvieron cerca de 200 gramos en harina.

De la mano de la comunidad

El zootecnista Germán Castañeda Álvarez, quien ha alternado su actividad profesional con la docencia universitaria en el Bajo Cauca, se convirtió en el enlace inicial entre el grupo de la UdeA y piscicultores de la región y, luego, fue el asesor técnico, por su experiencia y conocimiento al respecto.

Tras escuchar a algunas personas de la región, empezó a experimentar en su casa, inicialmente con desechos vegetales, luego con vísceras y otros restos de pescado crudo, y comprobó el potencial de las larvas de la mosca soldado negra, lo cual lo llevó a contactar a Montoya Zapata, a quien ya conocía, para proponerle presentar una iniciativa y ampliar el estudio.

La investigación se realizó en la empresa piscícola Santa Cruz, de Caucasia, en la que participaron emprendedores locales de peces ornamentales y de algunos comerciales, como la cachama y la tilapia, pero no se quedó solo ahí. Luego de dos años —2023 a 2025— de investigación entre los laboratorios de la Universidad de Antioquia en Medellín y Caucasia y el trabajo de campo en este municipio, los resultados fueron prometedores. En primer lugar, el equipo de investigación pudo establecer que «se pueden mejorar las características nutricionales de las larvas de mosca, así como los parámetros zootécnicos —medida del crecimiento— cuando se utiliza ensilaje de residuos piscícolas —conservación de estos en un medio controlado— para la crianza de las larvas», explicó Zapata Montoya. «Hicimos los primeros avances para producir alimento

concentrado con un porcentaje elevado de larvas y con la ayuda de maquinaria especializada. De igual manera, comprobamos que el alimento se puede suministrar fresco, pues el sistema de cría de los insectos es posible hacerlo en estanques y gallineros. También se puede recoger y deshidratar, para conservarlas por largo tiempo. Y, además, el material sobrante se convierte en un abono orgánico de muy buena calidad», anotó Castañeda Álvarez.

Ese fertilizante se puede usar en cultivos tradicionales de la región, como maíz, yuca, arroz, frutales y pastos para la ganadería, entre otros. Para Valentina Zapata Pérez, quien participó como joven investigadora en el diseño experimental y los análisis de laboratorio, uno de los aportes significativos del proyecto fue la formación de nuevos talentos científicos. «El mayor aprendizaje fue adquirir habilidades técnicas, como hacer pruebas analíticas, diseñar experimentos y analizar datos. Nuestro trabajo consistió principalmente en desarrollar los procedimientos de laboratorio.

Había una persona encargada del manejo de la mosca en Caucasia que venía a enseñarnos cómo trabajar con ella, nos orientó en lo relacionado con su cría, desde la larva hasta el adulto, para evaluar sus parámetros de crecimiento. Con su acompañamiento realizamos el montaje de los experimentos y posteriormente, nos encargamos del análisis: observar su desarrollo, hacer pesajes y las pruebas tanto a las moscas como al sustrato», explicó la estudiante de Microbiología Industrial y Ambiental.

Además, la investigadora consideró valiosa para su ejercicio profesional, la oportunidad de conocer un organismo con alto potencial biotecnológico. «La mosca soldado negra es muy prometedora para enfrentar las dificultades de producción de proteína a gran escala. Es una alternativa viable y sostenible», afirmó. Jovanni Giraldo Franco, copropietario de una empresa piscícola de Caucasia, aseguró que «este trabajo nos permitió identificar fuentes alternativas de proteína para elaborar el concentrado para los peces, con la ventaja de que nosotros mismos podemos producir las larvas de la mosca para su

fabricación, a diferencia de la harina de pescado, que la tenemos que comprar». Giraldo Franco destacó que el profesor José Édgar les ayudó a él y a otros empresarios a formular una dieta con base en la larva para sus animales, la cual fue probada en la piscícola, con buenos resultados. «Estamos interesados en seguir con este proceso, porque la idea es producir nuestro propio concentrado, para lo que ya tenemos una máquina, a partir de fuentes alternativas de proteína», contó el empresario.

Más allá de los usos inmediatos, el profesor Castañeda ve en esta línea de trabajo una proyección amplia: «El futuro de la humanidad, en buena parte, dependerá de los nutrientes producidos por insectos. Es un mundo por descubrir: conocemos apenas una fracción mínima de las especies y su potencial es inmenso». Y la ventaja, sostuvo José Édgar Zapata Montoya, es que esta experiencia puede replicarse en otras regiones cálido-húmedas de Antioquia o del país, donde hay condiciones propicias para la reproducción de la mosca soldado negra. «El proyecto mostró que con recursos limitados se puede hacer ciencia útil, con impacto real en las comunidades. Ahora el reto es escalarlo, mejorar los procesos y ampliar sus aplicaciones», explicó.

Beneficios en tres dimensiones

Ambiental: reduce la contaminación causada por residuos orgánicos y piscícolas, al transformarlos en insumos útiles. «La producción tradicional de proteína consume grandes cantidades de agua y suelo; los insectos, en cambio, usan residuos y casi no generan impactos», destacó Édgar Zapata Montoya.

Económica: ofrece a los pequeños productores una opción rentable y de baja inversión. «En cinco días una mosca adulta completa su ciclo reproductivo; es una posibilidad real de negocio para campesinos que pueden producir y vender larvas sin depender de grandes industrias», explicó el investigador.

Científica: abre nuevas líneas de investigación en biotecnología de insectos, nutrición animal y economía circular. Los resultados obtenidos ya están siendo organizados para su publicación académica.

Además, el trabajo fortaleció la interacción universidad-comunidad. «En Caucasia vimos gente muy interesada, llegaron profesionales del Sena y productores locales. El tema caló, generó motivación y apropiación», destacó Zapata Montoya. «Eso no siempre ocurre con los proyectos científicos».

Investigadores de la Universidad de Antioquia y del Instituto Tecnológico Metropolitano —ITM— desarrollaron un biosensor de microondas, un dispositivo que combina tecnologías de las ciencias básicas y de la ingeniería, capaz de identificar biomarcadores de cáncer colorrectal. Este tipo de cáncer, uno de los de mayor incidencia y mortalidad en el mundo, causó alrededor de 900 000 muertes en el último año, según cifras de la Organización Mundial de la Salud —OMS—.

CAROLINA VARGAS M. Periodista Dirección de Comunicaciones UdeA acarolina.vargas@udea.edu.co

«Laboratorio en un chip», alternativa tecnológica para anticipar el cáncer colorrectal

A pesar de ser prevenible y tratable si se detecta a tiempo, el cáncer colorrectal sigue diagnosticándose de manera tardía en todo el mundo. Según la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer, cada año se registran alrededor de 1,9 millones de nuevos casos y más de 900 000 muertes. En Colombia, de acuerdo con el Instituto Nacional de Cancerología, es el segundo cáncer más frecuente y la segunda causa de muerte en mujeres, y la cuarta en hombres. La mayoría de los diagnósticos se realizan cuando la enfermedad está en etapas avanzadas, a veces con afectación metastásica.

«Desafortunadamente, en nuestro país —como en muchas partes del mundo— no es frecuente hacer un diagnóstico temprano. Usualmente detectamos el cáncer colorrectal cuando ya es clínicamente sintomático. La mayoría de los pacientes llega porque presenta pérdida de peso, anemia, dolor abdominal, obstrucción intestinal, cambios en los hábitos de las heces o sangrado rectal, señales que suelen indicar estadios avanzados de la afección», explicó Néstor Llinás Quintero, oncólogo clínico de la Fundación Colombiana de Cancerología Clínica Vida.

Según explicó Llinás Quintero, el diagnóstico se confirma, en la mayoría de los casos, mediante una colonoscopia, un procedimiento que permite observar directamente el interior del colon y el recto. Aunque es el método más preciso para identificar lesiones tempranas, se trata de una prueba invasiva que requiere preparación previa, personal capacitado y disponibilidad de equipos especializados. Estas limitaciones contribuyen a que el hallazgo del cáncer colorrectal se produzca cuando los síntomas ya son notorios y el avance de la enfermedad es significativo.

Ante este panorama, el desarrollo tecnológico realizado por investigadores de la UdeA y del ITM constituye una alternativa que podría incidir positivamente en la detección temprana de esta patología.

Así funciona el innovador dispositivo elaborado en Medellín El dispositivo es un pequeño sensor del tamaño de una moneda capaz de medir biomarcadores específicos presentes en una muestra de suero sanguíneo —porción líquida de la sangre que se obtiene después de coagularla y de la cual se han eliminado las células y los factores de coagulación—. Estos biomarcadores son moléculas producidas por el propio cuerpo que permiten identificar procesos biológicos, condiciones de salud o la presencia de enfermedades. Gracias a esta lectura, el dispositivo puede detectar indicadores tempranos de cáncer colorrectal.

«Se trata de un biosensor de bajo costo, versátil y que podría llegar a ser portátil, basado en un elemento sensible que convierte una forma de energía bioquímica en una señal fácilmente medible y cuantificable. Lo que hace es transformar la interacción del sensor con moléculas biológicas en una respuesta eléctrica», explicó Jahir Orozco Holguín, doctor en Ciencias Químicas y coordinador del grupo de investigación Tándem Max Planck en Nanobioingeniería, adscrito al Instituto de Química de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UdeA.

El dispositivo incluye una superficie de cobre recubierta con el antígeno p53, que actúa como una “trampa” molecular para los autoanticuerpos anti-p53 presentes en el suero sanguíneo. Cuando estos anticuerpos se adhieren al antígeno, el biosensor lo detecta mediante una señal de microondas, que se traduce en una lectura de permitividad eléctrica de fácil interpretación; es decir, un cambio en las propiedades eléctricas del material que permite identificar con claridad si hay autoanticuerpos y en qué cantidad.

«Funciona como una antena con una frecuencia de resonancia específica. Cuando los anticuerpos se unen a la trampa molecular, las propiedades del material cercano a la antena cambian, provocando una pequeña variación en la frecuencia de resonancia», detalló Erick Reyes Vera, doctor en Ingeniería Eléctrica y docente del departamento de Electrónica y Telecomunicaciones del ITM.

Para explicarlo de manera sencilla, Reyes Vera comparó el biosensor con una prueba de embarazo: así como esta detecta la hormona hCG para indicar la gestación, el biosensor se calibra para que, al reconocer cierta cantidad de moléculas anti-p53, indique la presencia de biomarcadores asociados al cáncer colorrectal.

El término autoanticuerpos anti-p53 se refiere a anticuerpos que el propio organismo produce contra la proteína p53, un supresor tumoral que regula el ciclo celular y promueve la muerte de las células cuando el ADN presenta daños. La presencia de estos autoanticuerpos en sangre ha sido estudiada como posible biomarcador para la detección temprana de cáncer, especialmente del colorrectal, según diversos estudios clínicos y epidemiológicos.

El desarrollo del biosensor para la detección de biomarcadores de cáncer colorrectal fue galardonado con el reconocimiento a «Investigación de Mayor Impacto del Año». Foto: Cortesía Sebastián Montoya Villada.

«Lo que se realizó en este proyecto fue una prueba de concepto —es decir, un prototipo inicial—. Probamos que la tecnología funciona, pero para que pueda utilizarse de forma clínica o comercial todavía requiere adaptaciones importantes. Primero, es necesario desarrollar un modelo predictivo; segundo, lograr la integración como dispositivo de uso cotidiano —un diseño seguro y confiable que funcione de manera estable y reproducible—. La idea de este tipo de sensores, que tienen gran potencial, es abaratar costos, es decir, que puedan fabricarse masivamente», explicó Sebastián Montoya Villada, magíster en automatización y control industrial y docente del ITM.

Según Orozco Holguín, el dispositivo se encuentra en fase de validación analítica. Hasta ahora se ha probado con un número limitado de muestras de pacientes, y los resultados obtenidos superaron las expectativas del equipo de investigación. «El biosensor detecta biomarcadores de cáncer colorrectal con una exactitud y precisión muy altas. Los resultados son comparables a los obtenidos con técnicas convencionales como el Elisa, pero estas requieren equipos robustos, personal especializado y grandes instalaciones», señaló.

Es preciso señalar que este desarrollo innovador no busca reemplazar los métodos convencionales de diagnóstico, sino alertar sobre la posible presencia de la enfermedad para que los pacientes acudan a los exámenes confirmatorios a tiempo. «Su valor radica en avisar sobre

Cáncer colorrectal: la detección temprana es posible

Para Llinás Quintero, al igual que en el cáncer de mama o de cuello uterino, es fundamental conocer los factores de riesgo del cáncer colorrectal para realizar los tamizajes correspondientes. Esto permite una detección temprana y un tratamiento oportuno, sin esperar a que aparezcan los síntomas para buscar atención médica.

Factores de riesgo

Edad superior a 50 años

Historia familiar de cáncer colorrectal

Obesidad

Consumo elevado de carnes rojas y procesadas

Consumo excesivo de alcohol

Tabaquismo

Sedentarismo

Pruebas de tamizaje: quiénes y cómo deben realizarlas

la posible presencia de cáncer colorrectal, de modo que el paciente pueda buscar atención médica oportuna», indicó Llinás Quintero.

A futuro, los investigadores planean miniaturizar y escalar el biosensor para que pueda adaptarse a la detección de otros biomarcadores asociados a distintos tipos de cáncer. La meta es que el dispositivo llegue a centros de salud en zonas rurales y de difícil acceso, y que sea fácil de usar incluso para personas sin formación médica, facilitando la detección temprana y contribuyendo a la descentralización del diagnóstico.

Colaboración interinstitucional e interdisciplinar: el puente para crear investigación aplicada con impacto real «No fue un trabajo fácil, la verdad. Fue bastante complejo porque lo que Jahir hacía era un mundo extraño para mí y, al mismo tiempo, lo que yo hacía lo era para él», expresó Reyes Vera al relatar cómo fue transitar el camino que los llevó al desarrollo del biosensor. La experiencia exigió no solo los conocimientos científicos de cada área, sino también la voluntad de cada investigador de habitar el campo del otro. Esa distancia inicial entre disciplinas terminó por convertirse en el motor de una colaboración que abrió nuevas posibilidades para desarrollar un proyecto de impacto social importante.

Para que esta sinergia fuera un éxito, fue necesaria la participación de Sebastián Montoya Villada, en ese momento estudiante de la maestría en Automatización y Control Industrial del ITM, quien se convirtió en traductor y puente entre ambas disciplinas. Su tesis, codirigida por ambos investigadores, permitió integrar los conocimientos de cada grupo y ajustar los procedimientos para hacer posible el desarrollo del biosensor de biomarcadores de cáncer colorrectal.

«Si bien nosotros nos desenvolvíamos mucho mejor en la parte de microondas, la parte “bio” fue bastante retadora. Primero, por conceptualización: mi formación es en ingeniería en telecomunicaciones y estaba rodeado de químicos y de muchas opiniones especializadas. Para mí fue muy complejo, porque no estaba tan relacionado con las buenas prácticas químicas, ni con conceptos químicos como las interacciones entre proteínas y anticuerpos. Fue un reto importante, pero al final resultó muy bien», comentó Montoya Villada.

Para completar la tríada que posibilitó el desarrollo del dispositivo, fue clave la colaboración de la Fundación Colombiana de Cancerología Clínica Vida, que permitió trasladar el desarrollo del laboratorio al ámbito clínico y validar el biosensor en condiciones reales. «A través de la red nacional NanoBioCáncer fuimos convocados como institución líder en oncología por nuestra experiencia de más de 30 años y la gran cantidad de pacientes que atendemos para probar el biosensor con muestras de un grupo pequeño de pacientes de cáncer colorrectal y los resultados fueron muy buenos. El dispositivo logró detectar los biomarcadores en las muestras reales», señaló Llinás Quintero. Esta experiencia demuestra que la integración de conocimientos, habilidades y perspectivas abre las puertas a la innovación y al desarrollo de soluciones tangibles a problemas reales de la sociedad.

oblación con ries go o con historial familiar

Población con riesgo o con historial familiar de cáncer colorrectal:

Personas asintomáticas, entre 45 y 50 años, sin factores de riesgo: prueba de sangre oculta en materia fecal de inmunoquímica cada dos años.

«El aporte interdisciplinario es fundamental, porque hoy los retos reales no pueden resolverse solo desde un área del conocimiento, en este caso particular desde la medicina o la clínica; también fue necesaria la participación de ingenieros e investigadores de ciencias básicas para ofrecer una respuesta integral. Aunar esfuerzos permite acercarse de manera más efectiva a resultados positivos, y este proyecto es un claro ejemplo de ello», afirmó Orozco Holguín.

En América Latina y el Caribe la salud mental se deteriora a un ritmo inquietante, según el informe Fuertes por fuera, luchando por dentro del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo —PNUD—, que advierte que una de cada cuatro personas en la región experimentará un trastorno mental en algún momento de su vida. En Colombia y Medellín, los indicadores también evidencian un aumento sostenido de los trastornos mentales y del comportamiento. La pregunta es por qué estamos tan afectados y qué estamos haciendo para responder a esta realidad. Para comprenderlo, conversamos con expertos de la Universidad de Antioquia.

La salud mental pasó de tabú a tema común

El informe Fuertes por fuera, luchando por dentro, publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo —PNUD—, indica que el bienestar psicológico en América Latina y el Caribe atraviesa una situación crítica. El estudio, que recoge información de 26 países, revela que los efectos de la pandemia, sumados a las crisis económicas y sociales, aceleraron un deterioro que venía gestándose desde hace décadas. Sin embargo, Carlos López Jaramillo —coordinador del Grupo de investigación en Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la UdeA— y Érika María Giraldo Escobar —psicóloga del Departamento de Promoción de la Salud y Prevención de la Enfermedad, adscrito a la Dirección de Bienestar Universitario de la Universidad de Antioquia— coinciden en que no se trata de que hoy exista un mayor deterioro, sino de que ahora se habla más y mejor de salud mental.

«Más que hablar de un deterioro mayor en estas regiones, lo que ocurre es que ahora se cuenta con mejores datos; antes no había suficientes registros para comparar. Una de las grandes excepciones ha sido Colombia, que desde hace varios años recoge información sobre la morbimortalidad de la población en general, y lo que se ha visto es que las patologías mentales han aumentado de forma significativa», explicó el doctor López Jaramillo.

Aunque los diagnósticos sean más precisos y la conversación pública sobre salud mental haya ganado espacio, según López Jaramillo, los factores que inciden en el aumento de los trastornos mentales siguen siendo estructurales. En Colombia, por ejemplo, la desigualdad social, la violencia, la precariedad laboral y las condiciones de vida adversas continúan afectando a amplios sectores de la población. Estas realidades, arraigadas desde hace décadas, siguen marcando el bienestar emocional de las personas y limitan el acceso a una atención oportuna y de calidad.

«Las principales causas, diría, son una combinación de factores. Por un lado, existe un componente de predisposición genética en muchas de estas patologías; pero los determinantes sociales tempranos son bastante importantes y, al final, son los que van a definir si estas enfermedades se manifiestan o no. Aspectos como la pobreza

ANDREA CAROLINA VARGAS M. Periodista Dirección de Comunicaciones UdeA acarolina.vargas@udea.edu.co

Los principales motivos de consulta entre los miembros de la comunidad universitaria UdeA son, en primer lugar, los síntomas de ansiedad y depresión; en segundo, el comportamiento suicida; y en tercero, los conflictos en el núcleo familiar primario. Foto: Freepik

en la infancia, la violencia intrafamiliar, la falta de acceso a educación o una nutrición deficiente dejan huellas profundas que aumentan la vulnerabilidad frente a los trastornos mentales», explicó López Jaramillo. A estos determinantes se suman las barreras culturales y sociales que aún dificultan la comprensión y el abordaje integral de la salud mental. Persisten prejuicios y estigmas que minimizan el sufrimiento psicológico, lo reducen a una cuestión de carácter o voluntad y deslegitiman la búsqueda de ayuda profesional. Esa desinformación no solo retrasa la atención, sino que perpetúa entornos donde los factores de riesgo —como la violencia, la pobreza o el acoso— siguen reproduciéndose sin control.

«Realmente las barreras provienen de muchos frentes. Mucha gente no le cree al tema de la salud mental y piensa que es una pérdida de tiempo o de dinero. Se tiende a decir que basta con “pensar positivo”, pero eso no resuelve nada. Más que eso, hay que garantizar que a los niños no los violenten, que tengan comida, que no sean maltratados y que se controle el bullying escolar y en redes sociales. Esos son factores profundamente dañinos que favorecen los problemas que estamos viendo», explicó López Jaramillo.

La magnitud del problema en cifras

Las cifras más recientes del Dane reflejan con claridad la situación del país. Entre 2015 y 2024, las defunciones asociadas a trastornos mentales y del comportamiento pasaron de 1 259 a 6 593, un incremento del 361 %. En ese mismo periodo, la tasa de mortalidad se elevó de 2,7 a 12,5 muertes por cada 100 000 habitantes. Este aumento sostenido coincide con lo señalado por el doctor López Jaramillo: a medida que la salud mental gana visibilidad en la agenda pública, también crecen los registros de casos, tanto graves como leves, lo que

pone en evidencia las limitaciones del sistema para ofrecer una atención oportuna y efectiva a quienes la necesitan.

«En Colombia también hay que mejorar la cobertura en atención. Aunque en el papel somos uno de los países con mayor cobertura médica y psicológica, eso resulta insuficiente. Estamos llegando tarde o no existen políticas de prevención sólidas para detectar tempranamente a niños y adolescentes en alto riesgo», afirmó el doctor López Jaramillo.

En Medellín, la situación no es ajena a esa tendencia. De acuerdo con el Informe de calidad de vida 2020–2023, se reportó un aumento significativo en el número de consultas por trastornos de ansiedad y depresión: entre 2019 y 2021, el incremento fue del 71 % y del 60 %, respectivamente. Además, la Encuesta de Percepción Ciudadana 2023 reveló que el 26 % de los habitantes calificó su salud mental como regular o mala. En ese mismo sentido, otros indicadores asociados a este fenómeno muestran que también persiste una tendencia al alza en los casos de intento de suicidio en el Distrito.

«Ante este panorama es que toma importancia la participación de la academia en el desarrollo de proyectos que permitan entender las particularidades de cada población. Aunque compartamos rasgos comunes en América Latina, hay diferencias significativas entre países y regiones. Solo a través de la investigación y la evidencia científica podemos comprender qué sucede en cada contexto para desarrollar estrategias efectivas sobre los determinantes sociales de las patologías mentales», afirmó López Jaramillo.

En la UdeA un reflejo de la sociedad

La Universidad de Antioquia no es ajena a esta problemática. Conforme a los datos recopilados por el Departamento de Promoción de la Salud y Prevención de la Enfermedad, los estudiantes, docentes y empleados de la UdeA han aumentado la frecuencia de consulta y nombran con mayor claridad sus afectaciones en salud mental. Según Érika María Giraldo Escobar, psicóloga del Departamento de Promoción de la Salud y Prevención de la Enfermedad, en la actualidad, los principales motivos de consulta entre los miembros de la comunidad universitaria son, en primer lugar, los síntomas de ansiedad y depresión; en segundo, el comportamiento suicida; y en tercero, los conflictos en el núcleo familiar primario.

Detrás de esos motivos, añadió, suelen estar dinámicas familiares complejas que influyen en la forma en que las personas enfrentan el malestar emocional. «Lo que he podido observar es que, en muchos casos, hay un primer detonante en las dinámicas de crianza. Se trata de entornos familiares poco respetuosos o conflictivos, donde no existen redes de apoyo sólidas y la persona no se siente vinculada ni acogida. La falta de un hogar percibido como un lugar seguro constituye un factor de riesgo importante», explicó Giraldo Escobar. A ello se suma el impacto del uso excesivo de redes sociales que han modificado las formas de relacionamiento y de cómo se afrontan las dificultades cotidianas. «Hay una intoxicación frente al uso de redes y una dependencia masiva que estimula la dopamina inmediata del “scroll”. Esto nos desconecta de la realidad y promueve el aislamiento que, a su vez, potencia síntomas depresivos y debilita los vínculos sociales y las redes de apoyo», explicó Giraldo Escobar. Frente a este panorama, la Universidad de Antioquia ha fortalecido sus estrategias de promoción de la salud mental y prevención del riesgo psicosocial. Desde el Departamento de Promoción de la Salud y Prevención de la Enfermedad, se desarrollan talleres, campañas y espacios pedagógicos orientados a fomentar el

El número de atención de la Línea Alma es el 01 8000 423 874, es una línea nacional y gratuita atendida las 24 horas los 7 días de la semana. Marcando la opción 1 se recibe acompañamiento en temas de salud mental en momentos de crisis o si se presentan ideaciones o comportamientos suicidas.

También es posible contactarse a través de la línea de WhatsApp 305 423 6317.

autocuidado, el manejo emocional y la búsqueda oportuna de apoyo profesional.

Una de las principales apuestas es la Línea Alma, un servicio de atención psicosocial gratuito y confidencial, administrado por el LivingLab Telesalud de la Facultad de Medicina de la UdeA que se encuentra disponible para estudiantes, docentes y empleados de la Alma Máter. A través de esta línea, profesionales en psicología brindan acompañamiento en situaciones de crisis, orientación sobre las rutas de atención y escucha activa para quienes atraviesan momentos difíciles. Además, desde allí se promueven acciones formativas que invitan a reconocer la salud mental como un asunto colectivo y a fortalecer las redes de apoyo dentro y fuera de la Universidad. «Como institución universitaria no podemos suplir las funciones que corresponden al sistema de salud, pero sí debemos fortalecer la promoción de redes de apoyo y la creatividad colectiva para abordar la salud mental desde lo comunitario.

La salud mental es una responsabilidad de todos. Este es un llamado a la corresponsabilidad: no puedo pretender que alguien haga por mí lo que yo no estoy dispuesta a hacer. Cuidar la salud mental implica buscar ayuda, activar rutas y participar en los espacios que ofrece la Universidad», subrayó Giraldo Escobar. Bajo esa visión de corresponsabilidad —y entendiendo que la salud mental no se reduce a la atención clínica—, la UdeA, a través del Departamento de Promoción de la Salud y Prevención de la Enfermedad, ofrece diversos espacios de acompañamiento, entre ellos los grupos de apoyo para personas neurodivergentes, para el manejo de la ansiedad social, para el fortalecimiento de habilidades socioemocionales y para la elaboración de duelos amorosos. Además, desarrolla talleres y procesos formativos orientados a brindar herramientas para la contención de personas en crisis, como aquellas que atraviesan pensamientos o conductas suicidas.

En esa misma línea, López Jaramillo señaló que el abordaje de la salud mental requiere un compromiso social amplio que trascienda los esfuerzos individuales o institucionales. Explicó que es fundamental reconocer la magnitud del problema y avanzar hacia políticas públicas articuladas entre distintos sectores, que incluyan estrategias educativas orientadas a disminuir el estigma frente a los trastornos mentales.

«Cuando se logre educar a la población sobre la importancia de este tema y se entienda que la enfermedad mental puede afectarnos a todos, se le quita el misterio. Así como alguien puede tener hipertensión, enfermedad coronaria o colesterol alto, también puede desarrollar un trastorno mental», afirmó.

Durante cinco años, investigadores y artistas de Colombia, Francia, España y Dinamarca unieron fuerzas en un propósito común: aprovechar las expresiones artísticas como el teatro, la música, la danza y el performance para favorecer la inserción social y cultural de quienes han tenido que dejar su hogar. Así nació Transformar la Migración por las Artes —TransMigrArts—, un proyecto internacional que impactó a más de 500 personas de diferentes países y en el que el aporte de la Facultad de Artes de la UdeA fue fundamental.

TransMigrArts, el arte como herramienta para transformar la experiencia migratoria

La vida de los migrantes no es fácil, debido a factores como la discriminación, la explotación laboral o sexual, la pérdida de redes de apoyo o la dificultad de adaptación o inserción cultural y social en los nuevos lugares que habitan, entre otros.

Con el fin de aportar desde las expresiones artísticas a transformar y mejorar los modos de vida de las personas migrantes en situaciones de vulnerabilidad, el proyecto internacional Transformar la Migración por las Artes — TransMigrArts— reunió más de 150 investigadores y artistas de 13 instituciones — seis universidades, cinco empresas o grupos culturales, una agencia estatal y un creador independiente— de Colombia, España, Dinamarca y Francia.

El objetivo central de esta propuesta, financiada por la Unión Europea y que se extendió del 2021 hasta el 2025, fue transformar la vida de personas vulnerables en los países de acogida, mediante la combinación de investigación y creación artística, para abrir nuevas rutas de expresión y resiliencia entre comunidades migrantes.

La Universidad de Antioquia, con 38 docentes involucrados, desempeñó un papel clave en el desarrollo de la metodología para esta iniciativa y en el acompañamiento de comunidades en Medellín y otras regiones del país.

Ana Milena Velázquez Ángel, docente de la Facultad de Artes de la UdeA y coordinadora de TransMigrArts en Colombia, destacó que es «un proyecto profundamente novedoso, no tanto por su producto final, sino por el proceso mismo. Las estrategias que tuvimos que desarrollar para sacarlo adelante fueron transformadoras», entre las cuales se encuentran talleres de danza, teatro, clown —arte escénico a partir de un personaje caracterizado como payaso—, música y performance.

De manera similar piensa la profesora y empresaria artística francesa Monique Martínez Thomas, de la Universidad Toulouse Jean Jaurès y también catedrática de la Universidad Distrital de Bogotá, quien resaltó que «cada integrante tuvo que salir de sus casillas disciplinares y renunciar a formatos

CARLOS OLIMPO RESTREPO S. Periodista Dirección de Comunicaciones UdeA olimpo.restrepo@udea.edu.co

preestablecidos. No fue fácil, pero lo colectivo nos sostuvo. Este modo de investigar fue único».

Historias que reflejan el cambio

Al igual que los investigadores, docentes y artistas que idearon las estrategias para llegar a las comunidades con el proyecto, los participantes en los talleres — principales actividades pedagógicas con los migrantes— también se vieron confrontados, lo que los llevó a mirar sus vidas de una manera diferente.

Luz Elena Salas, habitante de la comuna 13 de Medellín, se enteró de la convocatoria a uno de los talleres para líderes sociales y víctimas del conflicto y ella, desplazada del municipio de Peque, Occidente de Antioquia, asistió solo con la curiosidad de saber de qué se trataba.

«Cuando llegué pensé que estaba en el lugar equivocado, porque se estaban presentando y una decía que era psicóloga, otra que abogada, y yo que no tengo ningún título. Además, tampoco vi inicialmente a otras mujeres como yo, víctimas del conflicto. Al final me presenté diciendo: Soy Luz Elena Salas, poeta y lideresa de la comuna 13. Me quedé y seguí participando en otros talleres», recordó.

Agregó que «en los ejercicios aprendí a tener más confianza en los demás. En un taller nos quitaban las sillas y teníamos que confiar en que el compañero de al lado o de atrás no nos dejaría caer. Eso me marcó. Aprendí a creer en mí misma otra vez».

También Cora, una mujer venezolana que vive en San Antonio de Prado, encontró en el arte un diálogo íntimo con su propia historia. En uno de los ejercicios, debía elegir un objeto significativo para hablarle, y recordó que en su cartera siempre cargaba su pasaporte, sellado solo una vez, cuando salió de su país hacia Colombia. «Cuando la profesora nos dijo: ahora cojan ese objeto y hagan de cuenta que le están hablando, yo tomo el pasaporte y él empieza a decir: “Eh, tú que solamente me has sacado una vez del país ¿por qué no me sigues usando?

La danza y el performance fueron algunas de las técnicas usadas por los docentes y talleristas para integrar migrantes de diferentes países y contextos sociales. Foto: cortesía TransMigrArts / David Romero Duque.

Me tienes guardado”. En ese momento entendí que ese papel no solo contaba mi viaje, sino también mis silencios», expresó.

El desarrollo del proyecto

En el 2019, la profesora Ana Milena Velázquez Ángel y algunos de sus compañeros en el laboratorio de investigación LLA-Creatis —Letras, Lenguas y Artes— de la Universidad de Toulouse se presentaron a una convocatoria en el marco del programa Horizonte 2020 de la Unión Europea, la cual exigía, entre otros aspectos, la participación de instituciones e investigadores de tres países europeos y otro de fuera de ese continente, durar cinco años y promover la movilidad científica entre las naciones participantes.

«Inicialmente contábamos con Francia y Colombia, así que tuvimos que buscar otros socios y los encontramos en Dinamarca y España. El proyecto debía incluir un componente intersectorial, es decir, vincular espacios académicos con sectores independientes o empresariales, y concluir con un producto de innovación social», recordó Velázquez Ángel. Dentro de las temáticas priorizadas en la convocatoria estaba la migración y como en Colombia se contaba con amplia experiencia en trabajos con población desplazada, la propuesta se centró en este eje. «Teníamos una metodología de investigación y creación que habíamos desarrollado en la Universidad de Antioquia y los fundamentos conceptuales del laboratorio de Toulouse, por eso decidimos enfocar el proyecto en talleres de arte aplicados al fenómeno migratorio. Presentamos la propuesta, y a finales del 2019 nos informaron los resultados: de 74 proyectos presentados, TransMigrArts ocupó el tercer lugar», resaltó la docente. La iniciativa empezó a ejecutarse en el año 2021, con la movilidad de los primeros investigadores, todos doctorandos, entre los países participantes, y luego se ejecutaron los talleres con migrantes, entre los que había latinoamericanos, africanos, asiáticos y europeos. TransMigrArts se desarrolló en cuatro grandes fases. La primera fue acordar una herramienta común, que sirviera para producir y analizar los talleres

artísticos realizados por las catorce estructuras participantes, la cual se llamó la «Guía de Granada». Luego vino la observación directa, en la que investigadores de distintos países asistieron a los talleres en otras naciones para aplicar esa guía, cuya hipótesis central era que las artes vivas pueden contribuir a transformar las experiencias asociadas a la migración y el desplazamiento.

La tercera fase se centró en el análisis de los resultados, se revisaron las observaciones, se identificaron las metodologías transformadoras y se diseñaron prototipos de talleres basados en esas experiencias. En el 2023, el equipo se reunió para consolidar seis prototipos principales de diferentes talleres artísticos y varios microtalleres para probarlos.

Finalmente, en la etapa de implementación, fueron puestos en práctica en distintos países mediante un formato de complementación —con artistas e investigadores de diferentes estructuras que trabajaban de forma conjunta—, lo que permitió afinar los procesos y definir los elementos clave de transformación. El proyecto culminó con una escuela de verano en Madrid, en julio de este año, donde se presentaron los resultados ante líderes sociales, animadores, artistas y académicos de Europa y Colombia. «En este trabajo nos movimos bajo dos dimensiones: la primera fue la claridad hacia los participantes. Siempre les explicábamos que hacíamos parte de una investigación internacional, que estábamos probando herramientas, que los talleres también se estaban realizando en otros países. Por tratarse de comunidades desplazadas o migrantes, se llevó el proyecto al Comité de Ética de la Universidad, que revisó cada paso que dimos», contó la profesora Ana Milena Velázquez Ángel.

La segunda dimensión —agregó— fue la reflexión sobre la experiencia. «Paralelamente al trabajo en los territorios, escribíamos artículos, hacíamos entrevistas y producíamos material académico. Publicamos ocho números de la revista TransMigrArts, donde relatamos lo que ocurría en los talleres, los aprendizajes, los hallazgos y las voces de los participantes», anotó.

Resultados visibles

Aunque ya se encuentra en etapa de cierre, TransMigrArts dio origen a unos insumos que servirán para apoyar las iniciativas de otras instituciones y organizaciones que trabajan con migrantes en todo el mundo.

El principal es la plataforma de ciencia abierta https://tallerestransmigrarts.com/, una herramienta digital que sirve para difundir los talleres de arte aplicado ideados en este proyecto, en los cuales los participantes, guiados por los profesionales de diferentes disciplinas, sacaron y expusieron todo su potencial creativo, para transformar su vida en los países de acogida.

Entre estos talleres se encuentran Práctica teatral, Escrituras dramáticas, Danzamos tejiendo territorios, Mujeres migrantes, Juego Expresivos y Performance respirando, además de microtalleres como Confiando en el otro y en el grupo, Voces y cuerpos migrantes, Del gesto a la reparación, Transformación y resiliencia en la acción artística y ritual, y Las metáforas del viaje.

También se destaca la «Guía de Granada», documento que reúne la metodología de trabajo acordada entre las universidades para llevar a cabo sus investigaciones y procesos en torno a las intervenciones que se hacen con los migrantes.

La guía, los talleres y las revistas se pueden encontrar en el sitio web TransMigrArts, junto con otras herramientas y productos que dejó la iniciativa, la cual se está socializando en diferentes lugares de Colombia, Francia, España y Dinamarca.

Alrededor del 35 % de la población de la Tierra es obesa o tiene sobrepeso y en Colombia esa cifra tiende a estar por encima de la media mundial. Para su identificación usualmente se utiliza el índice de masa corporal —IMC—, sin embargo, el índice cintura talla —ICT— se perfila como una herramienta de mayor confianza para el diagnóstico del riesgo de enfermar. Recientemente, investigadores de la UdeA publicaron un estudio que adaptó esta última herramienta a las características socioeconómicas y étnicas de la población colombiana.

RESTREPO S. Periodista Dirección de Comunicaciones UdeA olimpo.restrepo@udea.edu.co

Investigadores UdeA adaptan a la población colombiana herramienta para diagnosticar sobrepeso y obesidad

El sobrepeso y la obesidad se han convertido en un problema para los sistemas de salud pública en el mundo, debido al alto número de personas afectadas, como lo muestran las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud —OMS—, así como de otras organizaciones continentales y nacionales, que dan cuenta del aumento sostenido de seres humanos afectados por estas condiciones.

Un informe de la OMS reveló que, en 2022, más de mil millones de personas estaban diagnosticadas con obesidad —uno de cada ocho habitantes del planeta— y cerca de dos mil millones con sobrepeso.

Colombia no es ajena a esta problemática. La Encuesta Nacional de la Situación Nutricional de 2015 —la más reciente que se ha hecho en el país— reveló que «uno de cada tres jóvenes y adultos tiene sobrepeso —37,7 %—, mientras que casi uno de cada cinco es obeso —18,7 %—. En este sentido, el 56,4 % de la población presenta exceso de peso, lo que significa un incremento de 5,2 puntos porcentuales con respecto al 2010».

Según estos datos, el mundo atraviesa por una «epidemia» de obesidad. Por eso, en el 2022 los países miembros de la OMS acordaron un plan global para enfrentarla, en el cual incluyeron medidas como fomentar la lactancia materna exclusiva durante los seis primeros meses de vida, regulación de comidas en las escuelas, más impuestos y etiquetas especiales a empaques de alimentos con alto contenido de azúcar, sal y grasa, entre otras.

Aunque no son lo mismo, ambas condiciones comparten un origen común y consecuencias potenciales para la salud. «El sobrepeso corresponde a un incremento moderado de tejido adiposo que no necesariamente compromete el bienestar del individuo. La obesidad, por su parte, supone una acumulación excesiva de grasa corporal que sí altera procesos biológicos clave o eleva de manera importante el riesgo de enfermedades metabólicas, cardiovasculares, osteoarticulares y trastornos de salud mental», explicó Carlos Esteban Builes Montaño, endocrinólogo y profesor de la Facultad de Medicina de la UdeA.

Según Builes Montaño, la evidencia científica actual reconoce la obesidad como una enfermedad crónica y sistémica, no solo como un factor de riesgo. «Una propuesta reciente sugiere que pudiéramos considerar a las personas con exceso de adiposidad —tejido graso— en dos grandes grupos: obesidad preclínica, cuando hay exceso de tejido adiposo pero las funciones de los órganos se conservan; y obesidad clínica, cuando ese exceso de grasa produce

alteraciones en la función de órganos o tejidos, o limita la vida diaria», explicó. El especialista señaló que en torno a esto hay diferentes posiciones, entre las que destacó dos: algunos médicos consideran que proponer una forma preclínica de la obesidad favorece una actitud pasiva ante el problema y otros argumentan que considerar a la obesidad como una enfermedad puede llevar a la medicalización del tratamiento.

«Esta distinción es importante porque permite diferenciar entre personas con exceso de peso y aquellas que ya presentan manifestaciones clínicas atribuibles directamente a la obesidad, y esto puede ayudar a priorizar y asignar las opciones de tratamiento médico y quirúrgico», afirmó Builes Montaño.

Herramienta de diagnóstico adaptada a Colombia Como en muchos países del mundo, la identificación de personas con sobrepeso y obesidad empieza por lo general con la medición del índice de masa corporal —IMC—, que relaciona el peso y la estatura de una persona. Esta herramienta se usa masivamente desde los años 70 del siglo XX, aunque desde 1830 ya se empleaba en algunos estudios.

«La tendencia en el pensamiento alrededor del tema enfatiza que el IMC debe interpretarse junto con otras medidas como el perímetro de cintura o la proporción cintura-talla, porque el índice de masa corporal por sí solo puede subestimar o sobrestimar la adiposidad real y el riesgo de enfermedad», enfatizó Carlos Esteban Builes Montaño.

Teniendo en consideración este panorama, investigadores de la Escuela de Nutrición y Dietética de la UdeA realizaron un estudio, a partir de la mencionada encuesta nacional de 2015, que dio como resultado la adaptación del índice cintura–talla —ICT— a la población colombiana.

El ICT compara la medida de la cintura con la estatura y, de acuerdo con la evidencia internacional, ofrece una visión más precisa sobre la grasa abdominal, la cual está estrechamente vinculada con el riesgo de enfermedades cardiovasculares y metabólicas.

El trabajo «Curvas del índice cintura-talla de adultos colombianos» fue publicado el 30 de mayo de 2025 en la revista Biomédica, del Instituto Nacional de Salud —INS—, estuvo a cargo de María Victoria Benjumea, Cristian Santa y Alejandro Estrada, docentes e investigadores de la Escuela de Nutrición y Dietética de la UdeA.

CARLOS OLIMPO

El estudio se basó en los datos de más de 23 000 personas de la encuesta de 2015, a partir de la cual los docentes construyeron curvas percentiles, que son gráficas similares a las que se utilizan para comparar el crecimiento infantil, y que permiten interpretar cómo evoluciona la cintura con la edad en hombres y mujeres con IMC normal.

La profesora Benjumea, quien lideró el estudio, indicó que una de las principales razones para realizar este trabajo fueron las limitaciones del IMC, una de las herramientas más usadas para diagnosticar los problemas de sobrepeso y obesidad. «El IMC no distingue si el peso alto es por masa muscular o por grasa. Y la grasa, sobre todo la abdominal, es la que se relaciona con enfermedades no transmisibles, como la diabetes, entre otras. Por eso decidimos explorar el índice cintura–talla en Colombia, que ya se reconoce en el mundo como predictor de riesgo», precisó la docente.

Respecto al ICT, es importante aclarar que no es un elemento nuevo, pues desde hace unos 15 años ha ganado reconocimiento en distintos países como un indicador complementario al IMC. Lo novedoso en Colombia es que, por primera vez, se cuenta con curvas propias, ajustadas a la realidad local, en lugar de aplicar referencias internacionales diseñadas para otras poblaciones.

Cristian Santa explicó que en la literatura internacional se aplicaban puntos de corte fijos —como 0,5, lo cual significa cintura igual a la mitad de la talla— que no consideraban la edad ni las diferencias entre personas de distinto sexo. «Un índice de 0,5 a los 20 años no significa lo mismo que a los 50. Por eso desarrollamos curvas específicas que muestran cómo evoluciona el indicador con el tiempo en cada sexo. Esa es la novedad de nuestro trabajo para Colombia», precisó el investigador Santa.

Este avance coincide con lo señalado en un artículo elaborado por un comité global de 56 expertos convocados por la revista The Lancet, que en enero del 2025 alertó que el IMC por sí solo

ya no bastaba para clasificar la obesidad y sugería incluir, entre otros criterios antropométricos, el ICT en las evaluaciones.

Los principales logros

La principal novedad de este estudio es que por primera vez se logró elaborar un ICT para adultos colombianos, a partir de la encuesta nutricional de 2015, que recogió datos de 23 759 personas de entre 20 y 60 años, 49,8 % de ellas mujeres, de diferentes etnias y habitantes de 295 municipios y ciudades del país, tanto de las zonas rurales como urbanas, lo cual significa que se trata de una muestra representativa de la población nacional.

En los países donde ya el ICT se usa como una herramienta permanente, el diagnóstico de obesidad ha mejorado cualitativamente, toda vez que logra identificar con mayor precisión algunos casos que con el IMC se clasifican como normales o de sobrepeso.

«El IMC seguirá usándose para la clasificación de exceso de peso y desnutrición del adulto. El índice cintura-talla servirá para predecir el riesgo de enfermedad cardiovascular del adulto y remitirlo al internista para hacerle exámenes que confirmen o descarten ese riesgo, además de confirmar la obesidad preclínica o clínica del adulto colombiano», anotó la investigadora Benjumea.

El estudio estableció que no basta con aplicar referencias europeas o asiáticas para medir la obesidad abdominal. Las diferencias genéticas, étnicas y culturales hacen que los cuerpos colombianos —mestizos, afrodescendientes e indígenas— tengan proporciones distintas y acumulen grasa de manera diferente.

«En las mujeres hay factores adicionales: los embarazos, la lactancia o la ausencia de ella, todo esto influye en cómo aumenta la cintura. Esos riesgos no los refleja el IMC, pero sí el índice cintura–talla», aseguró la profesora Benjumea.

El ICT compara la medida de la cintura con la estatura, mientras que el IMC relaciona el peso de las personas con su estatura. Foto: Freepik.com

Treinta años de recorridos, voces y asombros compartidos. Desde 1995, más de 1200 estudiantes le han dado vida al Programa Guía Cultural de la Universidad de Antioquia, un proyecto referente en el país, que ha tejido vínculos entre la UdeA y la ciudad a través de más de 10 000 visitas y talleres. En este camino, distintos públicos han descubierto que mediar es mucho más que mostrar: es un viaje por la memoria, la palabra y el encuentro.

LINA MARÍA MARTÍNEZ M. Periodista Dirección de Comunicaciones UdeA lina.martinezm@udea.edu.co

Personas de todas las edades y procedencias encuentran en el Programa Guía Cultural un espacio para descubrir y dialogar con el patrimonio de la Universidad de Antioquia.

La UdeA como un espacio vivo: la experiencia de mediación del Programa Guía Cultural

Sebastián Duque revisa su agenda: es viernes, 10 de octubre de 2025. En la jornada de la mañana cumplió con sus compromisos como estudiante de séptimo semestre de Ingeniería Industrial de la Universidad de Antioquia: asistió a clases, estudió con sus compañeros y programó las actividades pendientes. Son las dos de la tarde y está listo para asumir una labor que poco tiene que ver con el pensum de la carrera profesional que eligió. Lleva puesta la camiseta verde que lo distingue como guía cultural de la UdeA. Se acerca a la taquilla de información, en el bloque 16 de la Ciudad Universitaria, Campus Medellín. Revisa la programación de las visitas guiadas: debe acompañar a un grupo de jóvenes de la

Corporación Pueblo de los Niños, una organización que orienta a menores de edad en situación de riesgo psicosocial. En esta misión lo apoya Ana María Álvarez, estudiante de Trabajo Social y guía cultural. El grupo —integrado por nueve estudiantes de los grados noveno, décimo y once— se reúne en la Plazoleta Central. Sebastián y Ana María presentan el recorrido: Por la UdeA me muevo, una visita que invita a mirar a la Alma Máter con otros ojos: no solo como un lugar de formación académica, sino como un espacio vivo donde el arte, la cultura y el conocimiento se entrelazan.

«Por favor, digan su nombre en voz alta y cuéntennos qué les gustaría estudiar después de recibir el título de bachilleres», les pregunta Sebastián. Alejandro, de 17 años, tiene claros sus planes: pronto presentará el examen de admisión para estudiar Derecho en la UdeA. Su compañero Jerónimo, que cursa el grado décimo, tampoco tiene dudas: mientras sostiene su patineta, dice que lo suyo es el deporte; por eso, quiere ser profesor de educación física. Antes de empezar la visita, los guías culturales les solicitan a sus invitados que elijan algunos de los lugares que quieren conocer. Jerónimo sugiere un recorrido por el coliseo y sus alrededores; una de sus compañeras prefiere ir al Museo Universitario. La primera estación es la Facultad de Ingeniería. Allí, Sebastián les pide que no lo dejen hablando solo: «La idea es que caminemos juntos por la Universidad. No se limiten a preguntar; si algo les genera curiosidad, ¡díganlo! Aprovechemos las dos horas que tenemos para conversar».

30 años de mediación cultural

La visita guiada en la que participan Jerónimo, Alejandro y sus compañeros es una de las más de 10 000 que ha realizado el Programa Guía Cultural desde su creación, en 1995. Esta iniciativa —que celebró sus 30 años el 1 de octubre— surgió con el propósito de compartir el patrimonio, la diversidad, el conocimiento y la esencia de la Universidad de Antioquia no solo con la comunidad universitaria, sino también con la ciudadanía en general.

Foto: Ángela María España Viveros.

La primera visita guiada fue para un estudiante de España que estaba de intercambio en la Universidad. Esa historia la cuenta Silvia Yaneth Álvarez, coordinadora del Programa Guía Cultural desde el 2003, en uno de los capítulos de Voces y sentires: un trasegar por la mediación cultural, el libro que reúne las memorias de tres décadas de trabajo de este proyecto de mediación cultural que es un referente a nivel nacional e internacional.

En las 123 páginas del libro, Silvia y algunos de los guías que la acompañan en esta labor narran algunas anécdotas, sistematizan experiencias y comparten reflexiones y aprendizajes sobre su quehacer como mediadores. Por ejemplo, Silvia recuerda cómo encontró el programa cuando le encomendaron la misión de darle un nuevo rumbo. En la metodología que se implementaba en ese entonces algo no le cuadraba: todas las visitas guiadas seguían el mismo libreto. El recorrido era el mismo para niños, adolescentes, adultos, visitantes nacionales o extranjeros.

«La idea era que los guías tuvieran herramientas para saber qué decir durante las visitas, porque muchos repetían los recorridos como si fueran recetas, sin contexto. Y yo, que soy artista, me preguntaba: ¿cómo no transformar ese lenguaje acartonado y frío en algo cercano, comprensible, vivo?», recuerda Silvia.

Impulsados por esas inquietudes, Silvia y sus colegas, —los guías culturales con quienes ha tejido una red de complicidad y aprendizaje mutuo— comenzaron a imaginar una nueva forma de encontrarse con los públicos. No fue un cambio inmediato ni improvisado: investigaron, exploraron enfoques, ensayaron caminos posibles. Poco a poco, el programa fue adoptando una estructura renovada, anclada en los principios de la mediación cultural. Desde ahí, las visitas dejaron de ser monólogos informativos para convertirse en espacios de escucha activa, de preguntas que abren puertas, de conversaciones que invitan a pensar y a sentir el patrimonio de forma más viva. El Programa Guía Cultural cuenta con una Escuela de Formación, en la que los mediadores comparten y analizan las experiencias que surgen en la práctica y el encuentro con los diversos públicos. Además, tiene cuatro laboratorios de mediación —patrimonio natural, historia, mediación para la accesibilidad cultural y mediación para las infancias— que permiten la difusión de los patrimonios y las memorias vivas de la Alma Máter a través de, por lo menos, diez recorridos distintos. «La mediación cultural es una

2023: cuando le piden que cuente una historia reveladora de su paso por el programa, se queda pensando y asegura que hay más de una. «En una de las visitas, les propusimos a los participantes que observaran al Hombre creador de energía —en ese momento la fuente estaba encendida, con toda la fuerza expresiva del agua en movimiento— y les dijimos: ‘Miren. ¿Qué ven? ¿Qué sienten?’. Les pedimos que analizaran las figuras: un hombre, una mujer, desnudos, con ciertas características. Y uno de los participantes respondió: ‘Libertad’. Esa persona me permitió ver la fuente de otra manera. Y fue ahí cuando entendí algo importante: a veces, es la palabra del otro la que te conecta con la obra y te abre una nueva forma de verla, de sentirla, de entenderla», cuenta Tatiana. Para lograr que cada visita motive conversaciones y nuevos aprendizajes, los guías se valen de la animación sociocultural, una práctica que busca dinamizar la vida de una comunidad a través de la participación activa de sus miembros y la implementación de herramientas como el juego, la música, el teatro, el diálogo, entre otras estrategias de mediación. Por ejemplo, Jhon Mario Castañeda, guía desde el 2023 y estudiante de Licenciatura en Ciencias Sociales, utiliza paisajes sonoros en las visitas guiadas que acompaña. En el recorrido UdeA por la defensa de la vida —que recuerda el legado de maestros y otros miembros de la comunidad universitaria que defendieron los derechos humanos con valentía y compromiso— reproduce fragmentos de la voz de personajes como María Teresa Uribe, Gustavo Marulanda o Jesús María Valle.

«Algunos de esos collages de sonidos están dedicados a quienes han luchado por la Universidad de Antioquia. Me interesa que no solo los recuerden por un mural o una mención, sino que se escuche su voz, porque en ella habita una fuerza muy profunda; escucharla es abrir un espacio a la sensibilidad, a la cercanía con quienes ya no están, pero siguen presentes en la palabra», dice Jhon Mario. Para Tatiana, Jhon Mario y muchos otros guías que han hecho parte del programa, cada recorrido es una experiencia que deja huella. No solo transforma a quienes visitan la Universidad, sino también a quienes la median; por eso hablan con pasión del patrimonio de la Alma Máter, conscientes del valor que encierra cada historia compartida. «Siento que este programa me ha enseñado mucho sobre la vida. Al principio, cuando diseñaba los recorridos, pensaba en ellos como una secuencia planificada: por dónde íbamos a pasar, qué íbamos a contar. Pero con el tiempo entendí que basta una pregunta o un comentario de un visitante para que todo cambie. Y eso es precisamente lo más valioso: aprender a ser flexible, a dejar que el encuentro transforme el camino», reconoce Tatiana.

El Programa Guía Cultural de la Universidad de Antioquia abre sus puertas a una gran variedad de públicos que hacen parte de la vida universitaria y de la ciudad. Estudiantes, docentes, empleados, egresados y visitantes externos —como grupos escolares, familias, turistas o comunidades vecinas— encuentran en los recorridos un espacio para descubrir, dialogar y conectar con el patrimonio de la Universidad. Cada experiencia se adapta a quienes la viven, buscando que todos, sin importar su edad o procedencia, se sientan acogidos y encuentren en la Alma Máter un lugar de encuentro, aprendizaje y asombro compartido.

forma de provocar encuentros significativos y experiencias sensoriales que pasen por el cuerpo, los sentidos y la emoción. El guía, en este enfoque, se convierte en un mediador capaz de proponer preguntas, sin imponer respuestas. Su papel es tender puentes entre el contenido y las vivencias de los visitantes. Así, cada recorrido se transforma en un espacio de diálogo, donde el conocimiento se construye de manera colectiva, no vertical», explica Silvia. Esas interacciones significativas de las que habla Silvia las han vivido los 48 guías culturales que hacen parte del programa —más de 1200 desde 1995—, cada vez que comparten una experiencia con los públicos que llegan a la UdeA. Es el caso de Tatiana Rojas Carvajal, estudiante de sexto semestre de Psicología y guía cultural desde el

Larga vida al Programa Guía Cultural Esa fascinación mutua, donde tanto el mediador como el visitante se afectan y se transforman durante el recorrido, también se siente en el diálogo que sostienen Sebastián y Ana María con los jóvenes de la Corporación Pueblo de los Niños. Después de ver el coliseo, de preguntar por la profundidad de la piscina y de admirar la renovada cancha de atletismo, Jerónimo —que practica rugby, parkour y otros deportes— se empieza a interesar por la Universidad. «¿Cómo es el proceso de admisión?, ¿el examen es muy difícil?, ¿los estudiantes pueden usar las canchas y entrenar en los gimnasios?», son solo algunas de las inquietudes que les plantea a los guías. Al finalizar el recorrido, Jerónimo ya tiene planes para su futuro: «Les voy a decir a mis papás que quiero estudiar en la Universidad de Antioquia».

Sebastián y Ana María se despiden del grupo que está reunido en la entrada de la Biblioteca: «Gracias por estar aquí, por la curiosidad, por las preguntas. Fue un grupo muy atento, muy abierto, y eso se nota. Al

En la actualidad, en el país se gradúan anualmente unas cuatro mil personas como profesionales de enfermería, una cifra que ha ido disminuyendo en los últimos años. Según expertos, la inequidad en la oferta educativa, la precariedad laboral y mejores opciones de trabajo en el exterior son algunos de los factores que hacen que el déficit sea cada vez mayor. Directivos de gremios del sector y el decano de la Facultad de Enfermería de la UdeA coinciden: es fundamental garantizar condiciones dignas y reconocer el valor y la necesidad de este recurso humano, vital para los sistemas de salud.

CARLOS OLIMPO RESTREPO S. Periodista Dirección de Comunicaciones UdeA olimpo.restrepo@udea.edu.co

Los desafíos de Colombia para enfrentar el déficit de profesionales en enfermería

La salud pública global enfrenta un déficit de personal calificado. Un informe de la Organización Mundial de la Salud —OMS—, publicado en 2022, estableció que en el mundo hacen falta más de 43,1 millones de profesionales, incluidas enfermeras. La OMS recomienda que haya mínimo 23 profesionales de la salud por cada 10 000 personas. Este fenómeno se analiza en Colombia principalmente con datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos —Ocde—. En su más reciente informe, en 2023, la entidad destacó que mientras en el mundo hay 9,2

En cuanto a la composición del personal, según diferentes gremios y el Ministerio de Salud, en Colombia entre el 70 % y el 80 % de los profesionales de enfermería son mujeres.

Las causas identificadas Para el decano de la Facultad de Enfermería de la Universidad de Antioquia, Juan Guillermo Rojas, hay tres grandes causas del déficit en el país: la inequidad en la oferta educativa, la falta de reconocimiento social y político de la profesión, y las precarias condiciones laborales. «En Colombia hay cerca de 78 programas de enfermería activos, pero están distribuidos de forma desigual. Las regiones de la Amazonía, Orinoquía e insular prácticamente no tienen acceso a formación profesional en este campo», señaló Rojas, quien agregó que a esto se suma que el 70 % de la oferta de pregrados está en instituciones privadas, lo que limita el ingreso de jóvenes de estratos bajos o provenientes de zonas rurales.

Los profesionales en enfermería son formados para brindar un cuidado integral y contribuir al bienestar de las personas. Foto: Dirección de Comunicaciones UdeA/Alejandra Uribe F.

profesionales en enferemería por cada 1000 habitantes, en Colombia apenas son 1,6. Incluso sumando auxiliares de enfermería —6,9 por cada 1000 personas en nuestro país—, Colombia aún estaría por debajo de la media global. La situación se explica por factores estructurales, laborales, formativos y sociales que, según los expertos, requieren una respuesta inmediata y articulada del Estado, las universidades y las organizaciones gremiales. Respecto a la formación académica, en el país hay dos grandes ofertas: la de auxiliares de enfermería, con formación técnica realizada en uno o dos años, enfocados en la atención básica y de confort del paciente, y las carreras universitarias, de entre ocho y diez semestres, con títulos profesionales, orientadas al cuidado integral, con base en las respuestas de personas, familias y comunidades, para contribuir al bienestar, fundamentado en el conocimiento disciplinar y con autonomía de práctica.

En el mismo sentido, Wilson Cañon Montañez, presidente de la Asociación Colombiana de Facultades y Escuelas de Enfermería —Acofaen—, explicó, con base en estadísticas del Observatorio de Talento Humano en Salud —OTHS—, que la mayoría de los programas activos y los profesionales de enfermería están concentrados en Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla y Bucaramanga.

«Esto hace que la gente quiera formarse y trabajar en las grandes ciudades, mientras que los territorios periféricos quedan desprotegidos. Esta situación afecta la calidad y cobertura de los servicios de salud, especialmente en comunidades vulnerables», dijo.

En 2015 se graduaban más de 7000 profesionales en enfermería por año, en 2022 esa cifra cayó a menos de 5000, y en la actualidad el promedio ronda los 4000, según el Observatorio Laboral para la Educación del Ministerio de Educación.

Políticas públicas y normas que afectan la profesión

El decano de Enfermería de la UdeA también llamó la atención sobre la necesidad de mejorar el marco legislativo. «La enfermería no ha logrado el reconocimiento social y político que necesita. Hay un talento humano cualificado, con formación posgradual, pero esa

capacidad técnica y científica no se traduce en mejores salarios ni en estabilidad laboral», aseguró Rojas.

Aunque la promulgación en el 2022 de la Política Nacional de Talento Humano en Enfermería fue un paso importante, ha sido insuficiente. «No se ha logrado un impacto sustancial porque faltan recursos económicos y voluntad política para su implementación», advirtió Rojas.

Luz Estella Varela Londoño, presidenta de la Asociación Nacional de Enfermeras de Colombia —Anec—, seccional Antioquia, puso como ejemplo la Norma de Habilitación en Salud, la cual diferencia entre profesionales y auxiliares, pero autoriza a las segundas para realizar algunos procedimientos y procesos que corresponden a las primeras, al considerar que en algunas regiones apartadas del país no hay suficiente personal calificado.

«Sin embargo, algunos prestadores de servicios de salud que operan en ciudades y zonas no apartadas, se amparan en la norma, por un asunto de racionalidad financiera, para contratar auxiliares en lugar de enfermeras. Esto representa una intromisión en las funciones de la profesión, además de que es un alto riesgo entregarle una responsabilidad a una persona para la que quizás no está formada», aseguró Luz Estella Varela.

Cecilia Vargas, presidenta de la Organización Colegial de Enfermería —OCE—, considera que el problema pasa por la legislación actual. «La Ley 100 volvió el servicio un negocio», enfatizó Vargas, lo que ha llevado a la pauperización de la contratación. La mayoría de los trabajadores del sector salud hoy están vinculados mediante órdenes de prestación de servicios, que es una contratación comercial, no una vinculación laboral.

Por lo anterior, Wilson Cañon Montañez, de Acofaen, propuso un trabajo conjunto de los diferentes gremios, para ayudar a superar estas dificultades: «Desde las asociaciones queremos tener ese trabajo de incidencia política y liderazgo con los tomadores de decisiones, instituciones gubernamentales y empleadores, que nos ayuden a darle visibilidad a la enfermería y a mirar cómo solucionamos esto, queremos proponerles acciones para estas dificultades».

La relación entre condiciones laborales y migración Si en Colombia hay un desequilibrio entre la cantidad de profesionales en las grandes ciudades y las zonas apartadas, el fenómeno también es notorio en el mundo. Los países desarrollados, con mayor concentración de población urbana, cuentan con mucho más talento humano que Latinoamérica y África.

Cecilia Vargas, de la OCE, llamó la atención sobre la necesidad de tomar medidas para retener este recurso. «Esto tiene que ver con el criterio de nacionalidad y de defensa de la producción nacional, como son las enfermeras. Si acá no les dan bienestar, si no les ofrecen buenas condiciones de trabajo, se van del país apenas terminan la carrera», dijo Vargas. Recordó, además, que muchas enfermeras se forman en instituciones de educación superior públicas, con recursos públicos, y no encuentran incentivos para quedarse. «En conversaciones con funcionarios del Ministerio de Educación, les he propuesto mirar con atención políticas de algunos países donde se exige a una persona graduada en sus universidades quedarse en el país un mínimo de años o pagar una compensación al sistema si van a migrar de inmediato», anotó.

Luz Estella Varela Londoño, de Anec, agregó que «las enfermeras colombianas tenemos muy buena formación, por eso somos tan apetecidas en el exterior y por eso hay tanta

migración a Europa, Estados Unidos y Australia», donde les ofrecen mejores salarios y jornadas laborales mucho más reducidas.

«A muchas personas jóvenes que me dicen “yo quiero estudiar enfermería”, les pregunto por qué y ellos responden: “porque me quiero ir del país”», puntualizó Varela Londoño. «A los primeros que les dan la visa es a estos profesionales, porque este tipo de profesionales los necesita todo el mundo».

Juan Guillermo Rojas, decano de la Facultad de Enfermería de la UdeA, indicó que por eso es necesario «desarrollar políticas de retención de talento humano, ante la creciente salida de profesionales hacia otros países que no invierten en su formación. Esto pone en evidencia que el recurso económico que se invierte por parte del Estado o por parte de los estudiantes en su formación profesional es aprovechado por terceros y la tasa de retorno social para el país es ninguna».

El decano recalcó que «Colombia necesita una Política Nacional del Cuidado de Enfermería y una posición en el Ministerio de Salud que reconozca que el cuidado es una acción humana compleja que exige preparación, experiencia y sensibilidad social».

«Es urgente mirar la enfermería no solo como una fuerza de trabajo, sino como el corazón del cuidado en salud», aseguró Rojas. «Formar más profesionales en enfermería, garantizarles condiciones dignas y reconocer su liderazgo es una inversión en la vida misma», enfatizó.

Condiciones de contratación, un factor que pesa en la crisis Cenelly Alejandra Gómez, enfermera con más de una década de experiencia en diferentes áreas, tanto del sector público como privado, destacó que el mercado laboral para las y los profesionales de la enfermería en Colombia está muy afectado por la forma en que se hacen los contratos y por la desigualdad salarial.

«La prestación de servicios y los contratos tercerizados son lo que más abunda, aunque el personal de enfermería cumple tareas fundamentales para la vida de las personas, y muchas veces debe hacer turnos que superan las 12 horas», aseguró.

Lo anterior, anotó la enfermera, incide en la desigualdad salarial entre profesionales del mismo nivel formativo y con las mismas responsabilidades. «Las personas vinculadas directamente con alguna entidad de salud pueden estar en salarios de entre 4,5 y 5 millones de pesos, pero a las contratadas en otras modalidades —que son la mayoría— les pagan menos de la mitad por hacer la misma tarea».

Agregó que los contratos tercerizados también limitan el acceso al bienestar laboral pleno, no permite que estas personas participen en comités de convivencia y, muchas veces, reciben sus sueldos con dos y tres meses de retraso. «Y tienen cargas asistenciales extremas: Hay enfermeras a las que les están asignado hasta 60 pacientes a la vez durante un turno. Eso hace que se pierda la esencia del cuidado», puntualizó.

En el país se gradúan anualmente unas cuatro mil personas como profesionales de enfermería.
Foto: Dirección de Comunicaciones UdeA/Alejandra Uribe F.

Durante quince años, Barrio U —laboratorio de investigación y extensión solidaria de la Facultad de Comunicaciones y Filología— ha llevado la Universidad a la calle de la mano de más de un centenar de voluntarios. Estudiantes, egresados y docentes han hecho de la comunicación una práctica solidaria para transformar realidades y aprender junto a las comunidades. En lugares como Bello Oriente, ese propósito cobra sentido en proyectos e iniciativas donde la palabra se vuelve herramienta de encuentro y aprendizaje compartido.

MARTÍNEZ M. Periodista Dirección de Comunicaciones UdeA lina.martinezm@udea.edu.co

Barrio U: de la UdeA a la calle y de la calle a la Universidad

Saray escribe su nombre en una escarapela y la decora con marcadores de colores. Sus compañeros hacen lo mismo, mientras escuchan el saludo y las instrucciones que les da Susana Rodríguez, comunicadora y docente de Barrio U, laboratorio de investigación y extensión solidaria de la Facultad de Comunicaciones y Filología de la Universidad de Antioquia. «Lo que queremos desde Barrio U es que la Universidad venga a las calles, que aprendamos juntos. Ustedes saben muchas cosas de su territorio, hacen parte de proyectos valiosos. En estos espacios de conversación todos aprendemos en igualdad de condiciones», dice Susana.

Saray se pone la escarapela. A su alrededor, nueve niños, niñas y jóvenes se acomodan en círculo: todos hacen parte de Entendámonos, un colectivo de periodismo que les da espacio para contar lo que pasa en su comunidad. Este proyecto surgió en la Fundación Caminos, una organización que impulsa iniciativas educativas y culturales en las que participan niños y adolescentes de Bello Oriente, el barrio donde viven Saray y sus compañeros, en el Nororiente de Medellín. Hasta allí llegaron los voluntarios de Barrio U, tras un primer encuentro con la fundación durante la implementación del proyecto «Sistemas hidropónicos comunitarios para la autonomía y soberanía alimentaria en Bello Oriente, Antioquia», liderado por la Facultad de Ingeniería, al que Barrio U se sumó como aliado para acompañar el componente educomunicativo.

Es sábado por la mañana. Después de saludar, Susana explica la actividad que ella y los voluntarios de Barrio U —en esta ocasión la acompañan tres— van a compartir. «El taller que vamos a hacer se llama El reportero soy yo. La idea es que se acerquen al oficio del periodismo, que descubran cómo los periodistas construyen y comparten sus historias. Lo más importante es que estemos dispuestos a mirar con curiosidad».

Daniel Guerra, docente de apoyo del Laboratorio Barrio U, les habla sobre los principios éticos y profesionales que orientan el trabajo periodístico: la actualidad, la precisión, el interés público, la veracidad y la responsabilidad social. Tras una breve explicación, lanza una pregunta que despierta la curiosidad del grupo: «¿Qué podría ser una noticia para los habitantes de Bello Oriente?». Saray levanta la mano y pone un ejemplo cercano: «Este fin de semana van a quitar el agua en el barrio. Es importante que la gente lo sepa, porque si no, no puede preparar la comida». Luego hojea sus notas y recuerda una de las lecciones del colectivo de periodismo Entendámonos: las cinco W del oficio periodístico —qué pasó, cuándo, dónde, cómo y quién está involucrado—.

Con estas pistas, Susana les pide que elaboren una noticia que sea de interés para la comunidad de Bello Oriente. Los participantes se organizan en grupos y comienzan a preparar sus entrevistas. Saray se reúne con su compañero Johan. Después de analizar varias posibilidades, deciden que escribirán sobre la celebración de los 18 años de la Fundación Caminos. Redactan un cuestionario y salen en busca de los protagonistas de su historia.

Un laboratorio de conocimientos compartidos

En un salón del bloque 7 de la Ciudad Universitaria, Campus Medellín, están reunidos los voluntarios de Barrio U. Los martes —cada quince días— se encuentran para planear actividades o reflexionar sobre las experiencias en investigación, docencia y extensión que ha implementado el laboratorio. Este encuentro es especial: deben preparar la celebración de los quince años de este proyecto que nació en las aulas de la Facultad de Comunicaciones y Filología en noviembre del 2010.

Como laboratorio de investigación y extensión solidaria, Barrio U desarrolla proyectos que buscan poner la comunicación al servicio del trabajo comunitario. Foto: cortesía Laboratorio Barrio U.

En una de las paredes del salón se alza un árbol que simboliza el camino recorrido por Barrio U desde su creación. En sus ramas, raíces y frutos —dibujados sobre pliegos de papel— se representan los principios éticos, los referentes conceptuales y las estrategias metodológicas que han orientado su labor. De ese árbol también nacen los proyectos, las reflexiones y las comunidades que le han dado vida y sentido a esta iniciativa. El dibujo funciona apenas como una puerta de entrada a la historia de Barrio U, un proyecto que ha crecido a partir de las pedagogías críticas —corrientes educativas que promueven el diálogo y la transformación social— y de una concepción de la comunicación como encuentro y transformación. Con los años, su práctica se ha nutrido de metodologías como la investigación-acción-participación y la sistematización de experiencias, que han afinado la manera de comprender los territorios y caminar junto a las comunidades. También ha incorporado enfoques diferenciales que reconocen la diversidad cultural, así como una ética cada vez más consciente a la hora de representar las voces locales.

Han sido muchas las experiencias y las historias que, paso a paso, le han dado forma a ese propósito. Astrid Carrasquilla, profesora y coordinadora de Barrio U, conoce bien el trayecto: lo ha recorrido desde el comienzo. En noviembre del 2010, le encomendaron la misión de crear un proyecto de extensión solidaria, que coincidiera con el compromiso público que tiene la UdeA

con el bienestar colectivo, la equidad y el desarrollo de las comunidades más vulnerables: «En ese entonces, la línea de extensión había crecido significativamente en la Facultad de Comunicaciones y Filología, pero los proyectos solidarios eran escasos. Nosotros soñábamos con una iniciativa que perdurara en el tiempo», recuerda Astrid.

Para consolidar el proyecto se necesitaba un grupo de voluntarios; por eso, diseñaron una campaña de expectativa y recorrieron los salones de la Facultad en busca de profesores, estudiantes y egresados interesados en el trabajo con comunidades. Susana Rodríguez, que acababa de graduarse del programa de Comunicaciones, fue una de las primeras voluntarias: «El saloneo lo hicimos a través de un performance que partía de una pregunta: ¿en qué inviertes tu tiempo? Queríamos invitar a las personas a reflexionar sobre su tiempo libre y a pensar en la posibilidad de dedicarlo a aprender cosas nuevas que les permitieran ser solidarios con otros». Después de la primera reunión, en la que presentamos el proyecto, se unieron alrededor de veinte personas interesadas, dice Susana.

En el 2011, la iniciativa se consolidó con el nombre de Barrio U. El primer proyecto se formuló ante el Banco Universitario de Programas y Proyectos de Extensión — BUPPE— con el propósito de fortalecer el grupo y dar forma a sus primeras acciones. La propuesta incluía espacios de formación interna —teóricos y metodológicos—, una salida de campo, un evento académico para socializar los avances y una prueba piloto para trabajar con la comunidad del Nororiente de la ciudad, a la que llegaron gracias a las relaciones que habían tejido otras unidades académicas de la UdeA con este territorio, especialmente las facultades de Medicina y Salud Pública.

A partir de entonces comenzó una etapa de siembra. Los encuentros semanales se convirtieron en un espacio para trazar rutas, organizar comités y definir responsabi-

de radio y acompañaron la producción de contenidos sobre participación y convivencia en la emisora escolar Bellos Sonidos.

Este intercambio, que se extendió hasta el 2016, reafirmó la apuesta con la que nació Barrio U: llevar la Universidad a la calle y traer la calle a la Universidad, una experiencia que ha sido significativa tanto para las comunidades como para los voluntarios.

«En mi época de colegio hice parte de Barrio U; ahora que soy estudiante de la UdeA hago parte del proyecto y estoy metiéndole la garra para que muchos chicos como yo puedan cumplir el sueño de ingresar a la universidad», dice Edilberto Tuberquia en uno de los videos que cuentan la trayectoria del laboratorio. Entre 2017 y 2022, los voluntarios también trabajaron con estudiantes del colegio Reino de Bélgica, en el barrio María Cano Carambolas, donde nació el Colectivo de Comunicaciones.

Allí los jóvenes crearon contenidos sobre convivencia, trabajo en equipo y resolución de conflictos. En cada proceso, Barrio U ha convertido la comunicación en una herramienta para mirar y transformar la realidad. Mientras los participantes fortalecen sus habilidades para contar y comprender su entorno, se alimenta una reflexión colectiva sobre cómo la comunicación impulsa el cambio social. «Hoy, el laboratorio mira su propio camino con sentido crítico. Sabemos que la Universidad, muchas veces, habita una posición de poder en la producción de conocimiento; por eso, en Barrio U, el diálogo de saberes no es solo una consigna académica, sino un principio ético: reconocer que, en la calle, en el aula y en la comunidad también se produce conocimiento valioso. Esa convicción nos ha sostenido y ha nutrido los proyectos que hemos desarrollado durante estos años», explica Astrid.

Ser voluntario en Barrio U Por Barrio U han pasado más de 130 voluntarios que han dejado su huella en el proyecto. La mayoría son de la Facultad de Comunicaciones y Filología, aunque también han participado estudiantes y egresados de otras facultades y universidades. Ser parte de Barrio U es un acto voluntario, y quizá por eso tiene un valor distinto: aquí nadie busca una nota ni una recompensa, la satisfacción —personal y profesional— está en el aprendizaje compartido.

A lo largo de su trayectoria, Barrio U ha sostenido su labor gracias al apoyo de la Facultad de Comunicaciones y Filología, que le ha asignado horas de cátedra vinculadas a prácticas académicas. Esa base ha sido fundamental: le ha permitido funcionar, consolidarse y abrir camino hacia nuevas fuentes de financiación. En estos años, el laboratorio ha obtenido recursos a través de cuatro proyectos BUPPE, aprobados de forma consecutiva, y ha tejido alianzas con instituciones y organizaciones que comparten su apuesta por la transformación social desde la comunicación.

lidades. Las lecturas sobre comunicación y cambio social aportaron referentes comunes, mientras que la participación en eventos académicos y las salidas de campo —dentro y fuera de Medellín— ampliaron sus perspectivas y les permitieron reconocer nuevos aliados. Eran los primeros pasos de un proceso que comenzaba a echar raíces.

En el 2012, se fortaleció la relación de Barrio U con la comunidad de la parte alta de Manrique; en especial, con los estudiantes y profesores de la Institución Educativa La Avanzada, en el barrio Bello Oriente. Allí dictaron talleres

Esa experiencia la ha vivido Susana Rodríguez, primero como voluntaria y ahora como parte del equipo de docentes de apoyo del proyecto; para ella, la teoría cobra sentido cuando se lleva a la práctica: «En lo comunitario seguimos encontrando una fuerza crítica que resiste y propone, una forma distinta de imaginar la sociedad».

Esa convicción de la que habla Susana también se refleja en el trabajo con los niños y jóvenes del colectivo de periodismo de la Fundación Caminos; por eso, se siente satisfecha cuando Saray y sus compañeros regresan con sus entrevistas y sonríen al leer en voz alta los primeros párrafos de su noticia. En ese pequeño salón de Bello Oriente, la Universidad vuelve a encontrarse con la calle.

¿Te aplicaste las tres dosis de la vacuna contra la covid-19 y crees que el virus ya es un asunto del pasado? Nada más alejado de la realidad. Diversos estudios, entre ellos uno realizado recientemente por la Universidad de Antioquia junto con el Laboratorio Departamental de Salud Pública de la Gobernación de Antioquia, han evidenciado que los anticuerpos generados tras la inmunización disminuyen con el tiempo, de modo que mantener los esquemas de vacunación sigue siendo clave para proteger la salud individual y colectiva.

Dirección de Comunicaciones UdeA acarolina.vargas@udea.edu.co

Los anticuerpos contra la covid-19 disminuyen con el tiempo. Vacunarse sigue siendo la mejor defensa

Cinco años después, la covid-19 ya no ocupa los titulares de la prensa ni es tema habitual de conversación, y pareciera que la vida simplemente retornó a lo que era antes de la pandemia. Sin embargo, el virus sigue circulando y la protección que ofrecen las vacunas no es permanente, por lo que entender cómo evoluciona la respuesta inmunológica que producen las vacunas continúa siendo asunto de interés para la comunidad científica en el mundo, incluidos los investigadores de la Universidad de Antioquia.

«La pérdida de la inmunidad vacunal ha sido especialmente estudiada a partir de la emergencia de la variante ómicron y sus subvariantes detectadas a nivel mundial a finales del 2021 e inicios del 2022», explicó Doracelly Hincapié Palacio, doctora en epidemiología, docente e investigadora de la Facultad Nacional de Salud Pública de la UdeA.

A la fecha, el virus continúa causando enfermedad grave y hospitalizaciones, especialmente entre adultos mayores y personas con enfermedades de base. En Colombia, según datos del Boletín Epidemiológico —semana 42, el último publicado al respecto—, hasta mediados de octubre de 2025 se reportaron 6 901 casos, 119 de ellos con desenlace mortal.

De acuerdo con los epidemiólogos Viviana Lenis Ballesteros y Carlos Arango Úsuga—miembros del equipo de investigación formado por la Universidad de Antioquia y el Laboratorio Departamental de Salud Pública—, la enfermedad en el país mantiene una tendencia descendente: tras los más de tres millones de casos registrados en 2021, la cifra se redujo a 30 576 en 2023 y a menos de siete mil en lo corrido de 2025.

En Antioquia, la situación es similar. «Hoy, tanto en el país como en el departamento, la covid-19 se comporta como una enfermedad endémica, caracterizada por una circulación persistente, picos estacionales y brotes focales en poblaciones vulnerables, con un riesgo epidémico bajo pero constante asociado a la aparición de nuevas variantes y a los cambios climáticos», explicaron Lenis Ballesteros y Arango Úsuga.

En el resto del mundo, el panorama es similar. De acuerdo con información de la Organización Mundial de la Salud —OMS—, desde mediados de febrero de 2025 la actividad global del SARS-CoV-2 ha ido en aumento, con una tasa de positividad de las pruebas que alcanza el 11 %, niveles que no se observaban desde julio de 2024. Este aumento se

concentra en las regiones del Mediterráneo Oriental, el Sudeste Asiático y el Pacífico Occidental. Por ello, la OMS insiste en que la vacunación sigue siendo una intervención clave para reducir la enfermedad grave y la mortalidad.

De acuerdo con Pablo Patiño Grajales, decano de la Facultad de Medicina de la UdeA y magíster en inmunología la circulación del virus se explica por factores como: mutaciones en sublinajes descendientes del SARS-CoV-2 que favorecen la reinfección y reducen parcialmente la neutralización por anticuerpos; cobertura vacunal heterogénea —es decir que no todas las personas o regiones tienen el mismo nivel de vacunación—; disminución de vigilancia epidemiológica y pérdida progresiva de la protección natural y vacunal con el paso del tiempo.

Disponibilidad de vacunas en Colombia

Hasta mayo de 2025, el país contaba con 198 800 dosis de la vacuna Pfizer-BioNTech —Comirnaty JN.1— y 20 400 de Moderna —Spikevax JN.1—, distribuidas en todo el territorio nacional. Su aplicación sigue los lineamientos de la Resolución 2495 de 2024 del Ministerio de Salud, que prioriza a mayores de 60 años, personas con comorbilidades, personal de la salud y gestantes.

El Ministerio de Salud recomienda aplicar dosis de refuerzo a mayores de 60 años, personas con comorbilidades, personal de la salud y gestantes, al menos seis meses después de la última vacuna. Foto: Freepik

Las vacunas sí funcionan y son seguras

Hincapié Palacio explicó que la protección conferida por las vacunas busca evitar la enfermedad grave y la muerte. Estos biológicos entrenan al sistema inmunológico para reconocer y defenderse del virus sin necesidad de exponerse directamente a él. Lo hacen introduciendo en el cuerpo una versión inofensiva —como una proteína, un fragmento de material genético o una partícula que lo imita— que estimula la producción de anticuerpos y activa las células de memoria. Así, si la persona entra en contacto con el SARS-CoV-2, su organismo lo identifica rápidamente y puede neutralizarlo antes de que cause una infección severa.

Cabe mencionar que los esquemas de vacunación contra la covid-19 se diseñaron no solo para proteger a cada individuo que los recibe, sino también para aplicarse a un número amplio de personas con el propósito de alcanzar la inmunidad de rebaño —es decir, aquella protección colectiva que se logra cuando una proporción suficiente de la población desarrolla defensas contra una enfermedad—. Por ello, la cobertura vacunal resulta determinante para mantener el control de la infección.

A pesar de la amplia información científica disponible acerca de la importancia y seguridad de las vacunas contra la covid-19, aún persisten prejuicios y desinformación en torno a ellas. Entre los más comunes están las creencias de que debilitan el sistema inmunológico, provocan enfermedades cancerígenas o que ya no son necesarias porque la pandemia terminó; incluso, circulan teorías casi cinematográficas que aseguran que, a través de ellas, se insertan microchips de rastreo. Estas ideas infundadas generan una falsa sensación de seguridad, reducen las tasas de inmunización y facilitan la circulación del virus, poniendo en riesgo a las personas más vulnerables.

Un estudio reciente del Centro Médico Universitario de Utrecht y del Departamento de Epidemiología de la Escuela de Salud Pública de Harvard, publicado por la National Library of Medicine – National Center for Biotechnology Information a mediados de 2025, analizó 120 estudios observacionales y ensayos clínicos en poblaciones especiales —mujeres embarazadas, niños y personas con afecciones específicas— y confirmó que las vacunas son seguras en estos grupos. Este hallazgo refuerza la confianza en los programas de inmunización y contribuye a optimizar las estrategias de vacunación a nivel global. «La evidencia científica es contundente: las vacunas funcionan y son seguras, pero su protección no es permanente. Es necesario mantener los esquemas completos y los refuerzos periódicos», aseguró Patiño Grajales. Las defensas contra la covid-19 no duran para siempre. El estudio «Serovigilancia de anticuerpos IgG anti-SARS-CoV-2 en grupos de riesgo de Antioquia (2022–2023)», liderado y financiado por el Laboratorio Departamental de Salud Pública, y desarrollado junto con investigadores de la Universidad de Antioquia, vinculados a los grupos de investigación Inmunodeficiencias Primarias–Errores Innatos de la Inmunidad y Grupo Académico de Epidemiología

Clínica, adscritos a la Facultad de Medicina; el grupo de Epidemiología de la Facultad Nacional de Salud Pública, y la Escuela de Microbiología, permitió medir la persistencia de la inmunidad en 11 municipios de Antioquia, incluido Medellín, evidenciando la reducción significativa en los niveles de anticuerpos generados frente al virus. En total, participaron 1958 personas vacunadas, de las cuales el 11.6 % eran adultos mayores institucionalizados —es decir, personas que viven en hogares geriátricos o centros de cuidado permanente—, el 27.7 % pertenecían a la comunidad universitaria y el 60.7 % eran trabajadores de la salud. Si bien cerca de 2000 personas aceptaron ser parte del estudio, el análisis longitudinal —es decir, el seguimiento a los mismos participantes durante varios meses para observar la evolución de sus niveles de anticuerpos— se realizó en 561 individuos con esquema de vacunación completo a través mediciones serológicas completas durante más de un año.

«En el estudio que realizamos medimos los niveles de anticuerpos IgG, que son los encargados de reflejar la memoria inmunológica, es decir, la huella que deja el contacto con el virus o la vacuna. Encontramos que, aunque el 99.8 % de los participantes tenía anticuerpos tras el esquema completo, estos niveles disminuyeron significativamente entre seis y doce meses después», explicaron Marta Ospina y Seti Buitrago Giraldo, investigadores del Laboratorio

La Inmunoglobulina G (IgG) es el tipo de anticuerpo que más abunda en el cuerpo. Se encuentra en la sangre y en otros fluidos, y brinda protección contra las infecciones bacterianas y víricas.

Departamental de Salud Pública de Antioquia. Los hallazgos de la investigación también mostraron que la reducción fue más marcada en personas mayores de 60 años y en quienes tenían alguna comorbilidad. Pese a ello, los investigadores destacan que la presencia inicial de anticuerpos fue muy alta y que la pérdida no implica ausencia total de protección.

«Con la evolución del virus y la aparición de variantes como ómicron, observamos una reducción de los anticuerpos o defensas que genera el organismo tras la vacunación. Esa disminución no significa que las personas queden desprotegidas, porque existen otros mecanismos como la inmunidad celular, que pueden mantenerse más estables en el tiempo. Sin embargo, sí refuerza la importancia de continuar con las dosis de inmunización», añadió Héctor García docente e investigador de la Facultad de Medicina de la Alma Máter.

Vacunación en Colombia

A diferencia de los anticuerpos, que circulan en la sangre y se reducen con el tiempo, la inmunidad celular actúa como una memoria de largo plazo del sistema inmunológico. Está mediada por células que reconocen al virus incluso cuando los anticuerpos ya no están presentes en niveles detectables. De acuerdo con los investigadores, en este estudio no se midió ese tipo de defensas debido a las exigencias técnicas y los costos que implica, aunque reconocen que esa memoria inmunológica también cumple un papel esencial para mantener la protección frente a la enfermedad grave.

Según cifras oficiales del Ministerio de Salud —con corte al 30 de abril de 2023—en el país se habían aplicado 90 690 218 dosis contra la covid-19: 36 355 832 primeras dosis, 37 065 632 esquemas completos, 14 849 667 primeras dosis de refuerzo y 2 419 087 segundas dosis de refuerzo.

«Conocer sobre la memoria de contacto con el virus, es decir el comportamiento de los niveles de anticuerpos IgG en una población es fundamental para diseñar estrategias de vacunación, así como para detectar poblaciones con alta tasa de infección o baja presencia de anticuerpos», afirmó Lucía Tamayo Acevedo, docente e investigadora de la Escuela de Microbiología de la UdeA. Estos hallazgos aportan evidencia importante para fortalecer la vigilancia serológica y orientar las decisiones de inmunización en Antioquia. Además, coinciden con reportes internacionales que muestran una disminución progresiva de los anticuerpos y respaldan las recomendaciones de la OMS de aplicar dosis de refuerzo entre seis y doce meses después de la última vacuna, especialmente en los grupos de mayor riesgo.

«Los refuerzos vacunales no son una medida temporal, sino una estrategia sostenida para cuidar la salud individual y colectiva. Mantener los programas de vacunación es una responsabilidad compartida que garantiza la protección de todos», concluyó Hincapié Palacio.

A través del proyecto interinstitucional «La Ruta de las Alas» se busca preservar esta especie y consolidar el primer Banco de Hábitat para murciélagos en América Latina.

PAULA VILLA ARTEAGA Periodista Dirección de Comunicaciones UdeA paula.villa1@udea.edu.co

Redescubrimiento del murciélago antioqueño por investigadores UdeA, abre rutas para su preservación

Tras 24 años de su primer avistamiento, investigadores de la UdeA junto a otras universidades y organizaciones, redescubrieron el Saccopteryx antioquensis, un murciélago endémico de Antioquia que se creía extinto. Fue registrado por primera vez en 1996 en los municipios de Sonsón y San Luis, en el Oriente del departamento, se alimenta de insectos, y tiene un pelaje denso y lanoso color pardo oscuro.

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