

Memorias Memorias
Universidad de Antioquia 220 años Tantas razones para amarte
John Jairo Arboleda Céspedes
Rector
Ana Lucía Pérez Patiño
Vicerrectora de Extensión
Carlos Mario Guisao
Director de Comunicaciones
Gisela Sofía Posada Mejía Líder Programa Cultura Centro
Equipo gestor de los 220 años
David Hernández García, Carlos Mario Guisao, Gisela Sofía Posada Mejía, María Cristina Espinoza, Estefanía Herrera y Andrés Alzate
Comité académico asesor de los 220 años
Ana Lucía Pérez Patiño, Carlos Mario Guisao Bustamante, Jorge Iván Zuluaga Callejas, Eduardo Domínguez, Hilda Mar Rodríguez, Guillermo Correa, Alejandro Pimienta, Elvia María González Agudelo y Luz Fernanda Jiménez Segura
Coordinación editorial
Gisela Sofía Posada Mejía y Andrés Alzate Quintero, Programa Cultura Centro
Redacción, compilación y edición de textos
Andrés Alzate Quintero
Concepto y diseño
División de Contenidos, Medios y Eventos UdeA
Fotografías y videos
Vicerrectoría de Docencia
Dirección de Comunicaciones
Dirección de Bienestar Universitario
Dirección de Regionalización
Dirección de Posgrados
División de Egresados
División de Cultura y Patrimonio
Facultad de Educación
Facultad de Artes
Programa Cultura Centro
Diseñado y hecho en Colombia en 2024
Designed and made in Colombia in 2024
Los 220 años de la Universidad de Antioquia nos dejaron aprendizajes y conclusiones claros frente al profundo sentido de lo público que proyecta nuestra Alma Máter. El 2023 fue un año lleno de acciones y proyecciones que no hubiesen sido alcanzadas sin el compromiso institucional que tuvo lugar en esta gran celebración.
A la Rectoría y todas las vicerrectorías, direcciones, divisiones y unidades académicas de la Universidad de Antioquia, así como a sus estamentos: profesores, estudiantes, empleados, trabajadores y egresados, agradecemos el compromiso y la disposición para crear y creer en una agenda programática que enalteció los valores misionales de la institución.
Gracias, a la Fundación Universidad de Antioquia, Cooperativa de Profesores de la Universidad de Antioquia (Cooprudea), Corporación Interuniversitaria de Servicios (CIS), Fiesta del Libro y la Cultura, Secretaría de Cultura Ciudadana de Medellín, Embajada de Colombia en los Estados Unidos, Asamblea Departamental de Antioquia, Metro de Medellín, Otraparte, Comfama, Casa Gardeliana, Red de Escuelas de Música de Medellín, Academia de Música Antigua de Medellín y Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín; aliados cuya fuerza y respaldo nos permitió consolidar la ruta de este viaje por los 220 años de nuestra Alma Máter.


Somos un lugar para el conocimiento, espacio para la libertad y el pluralismo. Somos caminos andados para la reflexión, la exploración de la singularidad y la rebeldía. Somos un ágora para la pregunta y la búsqueda. Que los 220 años inspiren los ánimos de identidad y reconocimiento hacia la universidad pública.
Llegar a cierta edad implica tener la certeza de ocupar un espacio en el tiempo, sentir que podemos volver sobre lo sucedido y vislumbrar lo que todavía está por acontecer. Que la primera universidad pública de la región cumpla 220 años representa un pasado que se transforma y un futuro que se anticipa en el presente. La historia de la Universidad de Antioquia reúne este devenir en el encuentro de diez generaciones representadas en corrientes de pensamiento, conquistas sociales, logros académicos, científicos, deseos y procesos que se mantienen inconclusos.
Celebrar la presencia centenaria de un legado del saber que cumple 220 años de historia y presencia no obedece a una exaltación emotiva que solo suma años; se trata de la posibilidad vital de seguir preguntándonos quiénes somos y cómo podemos mantener el propósito de tejer aspiraciones superiores que enaltezcan la vida en común. El reto del año 2023 será unir —donde sea preciso— los puentes de la comunicación que permiten a las distintas áreas de conocimiento —que hacen
parte de los tres ejes misionales: investigación, docencia y extensión— trabajar de manera armónica, colaborativa y en red para urdir la trama común de este aniversario. La tríada cultura-comunicación-bienestar impulsará una agenda con relevancia social en la que los universitarios animen acciones cifradas en su interés de leer el presente y dialogar (escuchar y conversar) con la sociedad cómo se ha construido ese legado del saber en el tiempo.
A dos décadas del bicentenario universitario, celebrado en el año 2003 (200 + 20), los acontecimientos superan el relato de cualquier ficción antes imaginada: una pandemia que ya cumple tres años, la crisis climática que amenaza con la sexta extinción masiva de especies como resultado de la actividad humana, mientras suenan las alarmas nucleares de la tercera guerra mundial, el desarrollo inusitado de la inteligencia artificial que automatiza el trabajo de millones de personas que pierden sus empleos y el incremento indiscriminado de todas las cifras de pobreza, desigualdad e inseguridad alimentaria, a las que se suman discusiones sobre violencia de género y diversidad sexual, por no hablar de temas más internos de la Universidad que tienen que ver con la falta de una financiación adecuada que pone en vilo el futuro de estos centros de conocimiento, y los sensibles conflictos que ella misma encarna como heredera de
una deuda social estructural. Pero también es el momento de mostrar de qué estamos hechos por dentro y dar cuenta de nuestra creatividad y esperanza: la diversidad enriquecedora del cuerpo y del pensamiento de las juventudes, el entusiasmo y su valentía de imaginar un mundo más equilibrado y justo, las voces nuevas que nos inspiran a seguir buscando los valores de la belleza, la libertad y el cambio.
Es, quizás, el 2023 el momento para fortalecer el llamado en defensa de la universidad pública, integrándonos en un solo canto. ¡Y que lleguen los ímpetus y las voces de quienes han participado de este proyecto social, cultural y científico! Es el momento de reconocernos en la Universidad y de que ella se reconozca en cada uno de nosotros como hijos e hijas, vecinos y vecinas, amigos y amigas de una casa que ha sido factor de equidad y de posibilidad de imaginar otra vida para los más desprotegidos.
La casa de todos debe sacudir los fantasmas y hacer sentir su presencia. Somos un lugar para el conocimiento, espacio para la liberad y el pluralismo. Somos caminos andados para la reflexión, la exploración de la singularidad y la rebeldía. Somos un ágora para la pregunta y la búsqueda. Que los 220 años inspiren los ánimos de identidad y reconocimiento hacia la
universidad pública. Es un tiempo propicio para la reciprocidad a manos llenas con la casa de largos corredores, de árboles centenarios, de seres con geniales pensamientos y nobles tareas, de contradicciones que movilizan, de aulas que transforman el espíritu, de recodos donde la vida y el amor dan señales de esperanza.
(Artículo: Belleza, libertad y cambio: los 220 años de la UdeA (29/03/2023). Por: Gisela Posada Mejía - Líder del Programa Cultura Centro Universidad de Antioquia y coordinadora del Comité Gestor de los 220 años UdeA)


universidad plural y creativa
La celebración de los 220 años de la Universidad de Antioquia permitió reinstalar el origen del proyecto social, cultural y científico más importante de la región, y reconocer todos los puntos de confluencia y divergencia donde la Universidad formó sus fines.
La ciudad y los territorios son el gran escenario mediante el cual la Universidad proyecta sus propuestas de valor, sus conocimientos, su diversidad y su visión de sociedad, en interacción con los actores que conviven allí. Por tal razón, en su aniversario, nuestra Alma Máter transitó aquellos caminos donde halló sus diversos orígenes, sus renacimientos, como instinto de conservación de su pluralidad y esencia.
Los acontecimientos culturales fueron de gran calado. No sólo por estar inscritos en esta efeméride, sino por lo que representaron en sí mismos. En este sentido, el sendero que halló la Universidad para reencontrarse en cuerpo y alma con su gente estuvo marcado por transitar las calles, adentrarse en los barrios, homenajear las regiones y participar, como actor principal, de los grandes eventos de ciudad. Cabe destacar que este viaje también fue un ejercicio retributivo, pues distintas instituciones y organizaciones de la ciudad estuvieron dispuestas, no sólo a participar conjuntamente con la Universidad de Antioquia en sus iniciativas socioculturales, sino a rendir homenaje por su aniversario.
Así, en esta didáctica de habitar y darse forma en la dinámica de las regiones, los barrios, las calles, los parques y otros espacios referenciales, la Universidad encontró más de 220 razones para hacer que pasaran cosas. Y, en virtud de este ideal, reconoció el potencial que tiene ella misma para ponerse al servicio de la sociedad, incluso, fuera del campus universitario, como una forma de democratización del conocimiento y de retribución con las personas que siguen depositando sus esperanzas en ella.
CAMPUS CIUDAD UNIVERSITARIA
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VIAJES DE IDA Y VUELTA

Concierto: Colombia sonora. La Banda Sinfónica de la UdeA llegó con sus sonidos para festejar con Puerto Berrío. 28 de julio de 2023.)
El patrimonio cultural llamado Banda Sinfónica de la Universidad de Antioquia llegó a la subregión del Magdalena Medio, con más de 50 músicos a cargo del maestro Fernando Pabón, para deleitar a los porteños con melodías que exaltaron la diversidad musical de los territorios de nuestro país. El concierto, inspirado en el legado musical de Lucho Bermúdez, se realizó en el Parque Enrique Olaya Herrera, de Puerto Berrío, donde se encuentra ubicado el monumento al Ferrocarril de Antioquia, y se convirtió en una razón más para amar a la Alma Máter.
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La Feria de las Flores representa el evento cultural más importante de la ciudad en los ámbitos económico, turístico, social y cultural. Y el Desfile de Silleteros, como escenario de construcción de la identidad antioqueña, su evento tradicional más emblemático.
Participar en él, no sólo con la silleta conmemorativa de los 220 años, sino con el Grupo de danza Universidad de Antioquia y el Ensamble Batucada UdeA, significó una posibilidad de resaltar la historia y presencia de nuestra Alma Máter en la ciudad como la casa de todos. Más aún, después de participar en la última Feria, casi cinco décadas atrás, en 1976.
Alma Máter: Creadora de energía.
Después de 56 años, la Universidad de Antioquia vuelve al desfile de la Feria de las Flores.
7 de agosto de 2023.)
Este hito en la historia reciente de la Universidad de Antioquia representa no sólo la vuelta a un evento de tal categoría, sino la concreción de un objetivo, y también de un sueño, en el que la Universidad sale del campus para encontrarse con la sociedad a través de sus calles, sus festejos, sus historias y sus anhelos. La Feria de las Flores se convirtió en un punto de inflexión para seguir caminando y habitando la ciudad con todo lo que la Universidad significa y, así, reforzar la presencia en el imaginario colectivo como un referente cultural y artístico de la región.
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Ruta 200 + 20: Aranjuez, encuentro entre dos barrios. 22 de septiembre de 2023.)

Para seguirse vertiendo por aquellos caminos donde su historia se entrelaza con la de tantos y tantas, la Alma Máter inició la Ruta 200 + 20, con la que volvería a juntarse a los barrios para construir propuestas de civilidad y enriquecer tanto el devenir social como de la ciudad misma.
Hablar de Aranjuez y la Universidad de Antioquia es hablar de una relación simbiótica, de una historia íntimamente vinculada al desarrollo de un rico ecosistema de ciudad, materializado hoy en día
como foco expansivo de interacción e innovación científica y cultural: Zona Norte. Y ha sido por eso que la Ruta 200 + 20 inició allí, en aquel barrio y comuna de historias álgidas y entrañables; epicentro de convergencias sociales y proyectos de ciudad futura, que acogió y se juntó con este otro barrio, el de la Universidad de Antioquia, que recorre la ciudad de boca en boca, de mente en mente, transformándola y relatándola con la multiplicidad de las voces y corporalidades en que habita.
En asocio con Comfama y valiosos actores del territorio, la Alma Máter se integró a la comunidad desde su hábitat, el barrio, con una programación cultural en la que no faltó la ciencia, el arte, el patrimonio y la música. Nos fuimos pa’ la luna con el astrofísico Jorge Zuluaga; fijamos la mirada sobre las formas de la locura, la memoria y el olvido, con el decano de la Facultad de Medicina, Carlos Palacio Acosta; nos mezclamos en un mestizaje sonoro presidido por la Banda Sinfónica de la Universidad de Antioquia, bajo la dirección del maestro Fernando Pabón; nos contamos cuentos saludables; nos deleitamos con los diversos emprendimientos del barrio y, finalmente, la Escuela de Música de Aranjuez, de la Red de Escuelas de Música de Medellín, nos puso a vibrar con su repertorio musical.
La Universidad de Antioquia, que transforma y se transforma a la luz de sus gentes y bajo el abrigo de los espacios que integra, se dirigió hacia Manrique, centro de referencia del tango y del cantante argentino Carlos Gardel y foco cultural urbano. Su nutrida historia, el empuje de sus habitantes, las largas calles empinadas, los sitios de interés y las manifestaciones artísticas, han sido cuna de la bohemia y la intelectualidad de una ciudad que, por continuidad geográfica y fuerza gravitatoria, ha encontrado en el barrio de abajo, la UdeA, el interlocutor perfecto para alimentar los relatos y el potencial social que hoy en día siguen construyendo la ciudad.
En asocio con el Museo Pedro Nel Gómez, la Casa Gardeliana y valiosos actores del territorio, la Universidad se integró a la comunidad desde los pasillos y salones de La Gardeliana, con una programación cultural y artística que nos devolvió a Gardel, nos emocionó con sonidos de arrabal, nos presentó a un hijo ilustre de ambos barrios, como es el rector de la Universidad de Antioquia, John Jairo Arboleda Céspedes, y nos sumergió en los vericuetos de ese argot popularmente conocido como parlache.
“La U al barrio”, que empezó su ruta en la Comuna 4 (Aranjuez) y continuó con su vecina, la Comuna 3 (Manrique), nos mostró de nuevo esos caminos que, si bien la Universidad ya había transitado de la mano de Héctor Abad Gómez y la Facultad de Salud Pública, por ejemplo, siguen siendo la puerta de entrada que otorga valor a su intención de consolidar principios de equidad y dignidad.
Ruta 200 + 20: Manrique, encuentro entre dos barrios. 17 de noviembre de 2023.)

Por tal razón, dado que los barrios son aquellos espacios donde todo ocurre, la Universidad, como un barrio más, dotado de la capacidad de articular y articularse a las dinámicas propias de la ciudad, se siente convocada a salir del campus y convertir el espacio urbano en una gran aula de convergencia, pluralidad y realización del proyecto cívico mediante propuestas culturales, artísticas, académicas, tecnológicas, deportivas y científicas.
ENTRE ESTANTES Y LIBROS
La celebración de esta efeméride, vale aclarar, inició con la inauguración de la nueva sede de la Librería UdeA y la presentación de la obra completa de Tomás Carrasquilla, que cuenta con 3 volúmenes para descarga digital gratuita, y cuya edición estuvo a cargo del fallecido docente y escritor Jorge Alberto Naranjo Mesa. El evento, realizado en el Edificio San Ignacio, estuvo a cargo de la Editorial Universidad de Antioquia y configuró un presente que la misma Universidad le hizo a la sociedad.
Esta nueva edición de la obra es una versión en formato ePub (Electronic Publication - Publicación Electrónica) de la ya publicada, también en 3 volúmenes impresos, en 2008. De esta manera, “la Editorial posibilita así el libre acceso al trabajo de organización, revisión, complementación de la obra con textos descubiertos en los últimos años y enriquecimiento de esta con material paratextual”, tal como lo mencionó Silvia García Sierra, editora que estuvo al frente del proyecto digital.
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Egresados de la Universidad de Antioquia 1803 – 2023: Historia y legado con sello profesional. 25 de mayo de 2023.)
La Vicerrectoría de Extensión invitó a estudiantes, profesores, empleados, egresados y comunidad en general a ser testigos del lanzamiento y presentación del libro: Egresados de la Universidad de Antioquia 1803 – 2023: Historia y legado con sello profesional, escrita por Rodrigo de Jesús García Estrada y Andrés López Bermúdez.
El conversatorio, realizado en instalaciones del Edificio San Ignacio, abrió su agenda con un conversatorio entre uno de los autores del libro, Rodrigo de Jesús García Estrada, y la historiadora Adriana María Alzate Echeverri, con la moderación del doctor Álvaro Tirado Mejía. Allí reflexionaron sobre la historia y el legado de la Universidad de Antioquia, y la importancia de la educación superior pública en el desarrollo social y económico del país.
“La publicación de este libro coincide, ¡enhorabuena!, con la conmemoración de los 220 años de nuestra Universidad de Antioquia. Precisamente, entre los documentos históricos que hoy nos permiten trazar nuestra trayectoria bicentenaria, hay una frase que describe con belleza y precisión ese cauce por el que ha transitado el devenir de nuestra Alma Máter: “Un común beneficio de los ciudadanos”. Con ese anhelo, el cabildo de la Villa de Medellín le envió una misiva a la Corona española, en 1793, en la que le solicitaba permiso para crear un convento en la naciente ciudad. Al convento se le sumó un colegio y el colegio se convirtió en universidad, en “la de Antioquia”. Transitar por las páginas de esta publicación es escuchar el eco de esos pobladores visionarios que, en los albores de la colonia, veían en la educación la posibilidad del desarrollo personal y colectivo. El anhelo se hizo promesa y hoy, 220 años después, me place decir que tal promesa se ha cumplido con creces: esta Universidad que nos llena de orgullo se convirtió en «un común beneficio de los ciudadanos», no sólo de los que habitan Medellín, sino también de los que viven en las regiones de Antioquia, en el resto del país y en muchos lugares del mundo donde nuestros
egresados hacen presencia actualmente. Este libro —afortunada edición de bolsillo titulada Egresados de la Universidad de Antioquia, 1803-2023. Historia y legado con sello profesional— es un relato concreto pero elocuente de cómo nuestra Alma Máter ha sido testigo y protagonista en las más complejas confrontaciones y, también, en las más esperanzadoras y motivadoras transformaciones que han marcado al país en estos dos siglos. Fue reclamo de provincianos en su origen; fue proyecto intelectual de la independencia; estuvo habitada por la lucha política y las guerras civiles; fue centro del proyecto educativo del Estado Soberano de Antioquia; protagonizó la reforma universitaria nacional; se reconfiguró una universidad de masas en la que se acunaron importantes movimientos estudiantiles, profesorales y sociales, que respaldaron las luchas por la inclusión y el cambio político. Hasta sus aulas llegaron también los actores, las víctimas, los duelos y las urgencias de explicar los porqués del conflicto armado; también, hacia finales del milenio, abrió sus puertas a los universalismos y multiculturalismos; se instaló en las regiones y, en las últimas dos décadas, se consolidó como referente de calidad, al anudar su quehacer docente y su quehacer investigativo, como núcleos del permanente servicio que le presta a la sociedad. Ese trayecto histórico, simplificado en un párrafo, resulta ilustrativo
con respecto a la capacidad que ha tenido esta Universidad no solo para tramitar retadores reclamos sociales, sino también para iluminar a la sociedad, a partir de sus propias soluciones, en la búsqueda de salidas frente a esos y a otros reclamos. Héctor Abad Gómez, profesor y egresado inspirador, señalaba que la humanidad, como un todo, es la verdadera protagonista y hacedora de la historia. El médico salubrista nos enseñó que, «como células que somos de este gran cuerpo universal humano, somos, sin embargo, conscientes de que cada uno de nosotros puede hacer algo para mejorar el mundo en que vivimos y en el que vivirán los que nos sigan». Desde 1901 hasta el 2022 —según los datos consolidados en nuestro archivo documental—, 140.208 hombres y mujeres alcanzaron el título de egresados de pregrado o posgrado de la Alma Máter; a ellos, desde luego, les antecedieron otros cientos que en el curso del siglo XIX pasaron por nuestras aulas. Por ellos, parafraseando esa potente idea del profesor
Héctor Abad, no dudo al afirmar que esta Universidad, como un todo, ha sido una verdadera protagonista y hacedora de nuestra historia regional y nacional, y que esas células de este gran cuerpo universitario, ¡miles de egresados que portan nuestro sello institucional!, han dejado un positivo legado para mejorar el mundo en que vivimos y en el que vivirán las generaciones futuras. Así
pues que esta publicación —concebida por nuestra División de Egresados y lograda con el rigor académico e investigativo de los profesores Rodrigo García Estrada y Andrés López Bermúdez— es un valioso aporte en la conmemoración de nuestros 220 años; es evidencia de por qué, en este 2023, nos emociona nuestra tercera acreditación institucional de alta calidad, esta vez como universidad multicampus; y es, además, una corroboración de que aquella antigua y visionaria petición de los vecinos de la Villa de Medellín, esa que veía en la posibilidad de la educación «un común beneficio de los ciudadanos», es hoy una promesa cumplida: la Universidad de Antioquia.”
John Jairo Arboleda Céspedes - Rector Universidad de Antioquia

En este viaje por todas las razones que tuvimos para amar a la Universidad de Antioquia, la Revista Universidad de Antioquia (RUA) se unió con una edición muy especial, cuyo número celebra la vida de grandes maestros como: Jairo Alarcón, Alonso Sepúlveda, Marta Vélez, Joëlle Gallimard, Beatriz Patiño Millán, Jesús Alberto Echeverri, Olga Zuluaga, Carlos Enrique Restrepo, Víctor Álvarez, entre otros. También, nos enseña el trabajo artístico de: German Arrubla, María Teresa Cano, Ángela Chaverra, Lindy Márquez, Néctor Mejía y Oscar Jaramillo. Y, para imprimirle el sello literario, presenta narraciones y textos de: Carlos Framb, Sol Astrid Giraldo, Jacobo Cardona, César Alzate y Selen Arango.
UdeA TomásCarrasquilla
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Fiesta del Libro: La Universidad de Antioquia en la Fiesta del Libro y la Cultura en Medellín. 08-17 de septiembre de 2023.
El ecosistema integrado por el MUUA, la Biblioteca Central, el Teatro Camilo Torres y la Plazuela Barrientos acogió las actividades programadas, al abrir sus puertas a toda la ciudadanía de una manera nunca vista, para ser la casa de todos.
La Universidad le ofreció a la ciudadanía, mediante la Editorial UdeA, 27 títulos nuevos, además de presentaciones de libros, espacios académicos, un ciclo de cine y otras actividades desarrolladas en el Edificio de Extensión y en el Campus mismo. Este gran escenario representó una oportunidad única para que la Alma Máter se perfilara, mediante uno de los mayores eventos culturales de la ciudad, como una abanderada del ejercicio editorial y el fomento a las letras.
UdeAPalabras
En esta misma línea editorial, los esfuerzos de la Vicerrectoría de Docencia, la Fundación Universidad de Antioquia, la Cooperativa de profesores (Cooprudea) y la Facultad de Comunicaciones y Filología se centraron en entregarle a la comunidad universitaria, tanto en formato digital como impreso, un trabajo colaborativo que consigna 356 páginas de historias, gentes y lugares entrañables, escritas por universitarios de todos los tiempos.
Palabras que brotan del alma constituyó una muestra del acervo literario, crítico, analítico y reflexivo en la Universidad. Allí, se encuentran las voces tanto de universitarios que han contribuido a este capital, como de autores que han tenido en nuestra Alma Máter un refugio, un espacio inspirador y un habitar alimentado con sus voces, anhelos y visiones.
La revista Agenda Cultural Alma Máter, como medio para reflexionar sobre distintos aspectos de la cultura y para comunicar y difundir los programas culturales y académicos de extensión de la Universidad de Antioquia, se sumó con una edición especial, cuyo editorial marcó la profundidad con la que, quienes habitamos la Universidad, expresamos las tantas razones que tenemos para amarla:
Lo que existe fue pensamiento
Llegamos de las laderas de una Medellín que siempre mostró sus fauces. Venimos de las calles sin asfalto, de terrazas con plantas sembradas en tarros de pintura y de casas a medio hacer. Venimos de familias rotas, preocupadas por el pan antes que por los libros. La vida se iba en resolver el techo, el agua, la comida, la luz... ¿Qué es eso de tiempo para el hedonismo? ¿Para qué pensar en filosofía? ¿Para qué enfrascarse en discusiones sobre la ciudadanía? ¿Tiempo para pensar en la realización del espíritu o en el rumbo de las especies? ¿Buscar en algún cielo lo que nunca hemos tenido? “La calle está dura. Para que las ollas hablen, hay que ponerse a hacer algo útil”, decían. A ratos, la angustia por ese reclamo de productividad se embolataba entre los tangos o boleros de las serenatas obliga-das que salían de las cantinas de la cuadra. Otras veces, un festín improvisado de salsa rompía la secuencia de los días, y la gritería de los niños que jugaban en la calle se perdía entre las voces cansadas de vendedores puerta a puerta que ofrecían su mercancía de mantas,
baldes y parrillas. Ellos sabían de tiempos, deudas y recibos. La calle era el patio donde nos encontrábamos y nos reconocíamos como parte de la ciudad. Algunos hijos, como frutos extraños del barrio, lograban llegar a “la pública” —“la privada” andaba por las nubes—. Unos pocos alcanzaban el pasaporte y eran integrantes de un raro universo en el que cargaban libros, vestían diferente y ayudaban a los niños y jóvenes a solucionar fórmulas matemáticas, realizar mapas o experimentos biológicos que ponían en los colegios. Eran embriones de bibliotecas barriales, puertas de salida a la exploración de algo distinto a la supervivencia. Habían ingresado a otro barrio, más grande, con ceibas, piñón de oreja y vara santa, a un campus construido en 1968 que los recibió, aún sin entender bien cómo habían llegado. ¿Quién puso la semilla que creció hasta convertirlos en par-te de las más exóticas fisonomías de seres vivos? Raíces y troncos que sostienen ese campus que, de otra forma, sería un rostro amargo, una mirada desprovista de alegría. Lo que existe fue pensamiento y la Universidad, desde sus orígenes, ha sido una de las expresiones más genuinas de lo colectivo, del énfasis supremo de cuidar de sí y de los otros —incluso a los que no conocemos, porque lo público se instala para liberar a la humanidad de sus codicias, vanidades excesivas y personalismos. Ese lugar llamado Universidad está poblado de palabras, de pensamientos que han dado forma a realidades materiales. En la madurez temprana de sus 220 años que cumple en este 2023, la Casa de Estudios está
dotada de un espíritu singular que se respira en el aire. Por ello, las páginas que usted leerá corroboran ese legado en el presente, esa forma en que la libertad, patrimonio de todos, impulsa los hilos del porvenir. Aquí, la prestidigitadora María Teresa Uri-be y su voz preclara en momentos de oscuridad donde la Universidad enciende el faro e ilumina el camino; la sencillez del médico Manuel Uribe Ángel, cuyo tono nos recuerda la precisión de un espíritu superior que habla de la Universidad y su valor único, merecedor de toda defensa; el cronista mayor de la tribu, Juan José Hoyos, en ese recuerdo vívido de dos almas que se encuentran, al hablar del poeta Helí Ramírez, la poesía como hondura y revelación sin pose: Helí vio los ojos de la bestia desde la parte alta abajo, y el arco preciso del escritor
Alberto Aguirre, cuando nos habla del fundador del Nadaísmo, en su feroz fragilidad de un cuerpo bautizado
Gonzalo Arango. Techos rojos de un imperio sin ostento, cincelada quietud de piedra en sus paredes, ladrillo y madera para hacerse un nido y una estación, caminos anchos, agua, esculturas, níqueles, plantas, cuerpos. La de Antioquia ha redimido a más de uno, lo ha puesto en órbita para permitirle pertenecer y ser uno en la manada. “Vivo en un país libre (es mejor en una Universidad) que amo y me ama sin pedir nada (...) agradezco a los muertos de mi felicidad”.
Gisela Sofía Posada Mejía - Líder del Programa Cultura
Centro UdeA y coordinadora del Grupo Gestor 220 años.

UdeA Línea de tiempo

PARANINFO UDEA
ARTE Y PARTE

Día clásico. 9 de octubre
UdeA Día clásico
Como cada año, la celebración del día clásico ha tenido la finalidad de exaltar el compromiso de estudiantes, docentes, administrativos, egresados y jubilados. Sin embargo, esta vez, no sólo exaltó a las personas que, con su quehacer, aportaron a la construcción diaria de este proyecto educativo, sino a la Alma Máter como fuente de inspiración, testigo y protagonista de los momentos históricos más significativos de nuestro país.
En el marco de esta misma festividad fue presentado también el renovado himno de la Universidad de Antioquia, que nos dio nuevas razones para amar la casa de todos. Esta actualización visual y sonora representa un viaje que conecta el campus con las distintas subregiones de Antioquia.
Más de 100 músicos, integrantes de distintas agrupaciones sinfónicas, el Club de Estudiantes Cantores, bajo la dirección del maestro Mauricio Balbín, y los ensambles vocales de la Facultad de Artes de la Universidad, bajo la dirección de los maestros María Teresa Cortés y Juan David Osorio, participaron de ella.
Los arreglos, la dirección y la producción orquestal estuvo a cargo de Juan David Osorio, Silvia Restrepo, Jorge Mendoza y Fernando Pabón, destacados maestros de nuestra Facultad de Artes. La captura y posproducción sonora fue realizada por Wire Music, quienes nos acompañaron con el talento y la experiencia de su
equipo técnico y artístico. La traducción a lengua de señas colombiana fue realizada por los estudiantes Geraldine Vélez y Sebastián Arenas, bajo la coordinación de Edith Rodríguez, Santiago Parra y Shalem Medina de nuestra Escuela de Idiomas.
UdeAHimno UdeA
UdeA 55° Premios de Cultura

Premios de Cultura. 26 de octubre
Durante este viaje, los Premios Nacionales de Cultura llegaron a su edición número 55, tejiendo una historia que ha reconocido creadores colombianos en múltiples áreas de la cultura, las artes, las letras y la gestión cultural. Los premios convocados en esta edición, entregados en ceremonia llevada a cabo en el Teatro Camilo Torres, fueron:
• 2° Premio Internacional de Cuento en Lengua Castellana.
• 3° Premio Nacional de Artes Performativas.
• 12° Premio Nacional de Artes Escénicas, modalidad danza.
• 15° Premio Nacional de Creación Audiovisual, modalidad medios experimentales.
Además, contó con dos actos artísticos: el primero, una presentación dancística por parte del colectivo multidisciplinar “Zonasuspendida” y, el segundo, un concierto por parte de la agrupación de fusión musical “Illary”.

Cuando la muerte empezó a caminar por aquí. 7 de octubre
El Museo Universitario Universidad de Antioquia (MUUA) también dijo presente en la celebración de esta efeméride con la exposición antológica de la obra: Cuando la muerte empezó a caminar por aquí, del artista Juan Manuel Echavarría, en colaboración con Fernando Grisales y que estuvo abierta entre el 7 de octubre de 2023 y el 18 de mayo de 2024.
Con más de 30 años de producción artística, Juan Manuel Echavarría ha buscado profundizar, de manera propia y real, la violencia en Colombia, para darles voz a muchos testimonios que, bajo diversos formatos, son la memoria de la guerra interna que vive el país.
Su obra considera colaboraciones realizadas por excombatientes, tanto de las guerrillas como de grupos paramilitares y miembros del ejército, resultado de la labor social que ha realizado la Fundación Puntos de Encuentro, liderada por el artista.
Cuando la muerte empezó a caminar por aquí…
Más de veinticinco años investigando la violencia en Colombia a través del arte. Un camino corto para una guerra de raíces tan profundas en el tiempo.
Juan Manuel Echavarría.
La palabra ha sido protagonista del horror de la guerra por estas tierras. Los primeros desórdenes de la República fueron invocados con oraciones grandilocuentes y congregantes; no es un disparate decir que se fundó como relato, por decreto, en más de una constitución de tintes literarios y en distintos momentos del albor de la independencia de los europeos. Con el tiempo, las palabras fueron tornándose difusas y menudas, como soterrado murmullo, pero tan penetrantes como un grito de batalla y, no obstante enunciarse con palabras desde el púlpito el llamado a las armas o a su contención, la oralidad y sus gestos poéticos parecen ser antídoto contra el dolor y transmutación de la
consabida sed de venganza. La pregunta, claro está, es: ¿vengarse de qué o de quién?
Juan Manuel Echavarría, quien se ha sabido en la palabra desde que comprendió que el arte debía ser su medio de expresión, decidió en algún momento de su vida comenzar a escuchar otras voces y, con la agudeza del oído del amanuense, cambió la pluma por la lente de una cámara. Desde entonces, muchas escenas silentes, cargadas con la paradoja de la poesía visual, han sido entregadas al gran público con enorme delicadeza y coherencia.
Escuchar con atención los maniquíes de las tiendas de moda setenteras de la segunda mitad de los noventa en la capital y sus cráneos estropeados por el uso y el abuso lo llevó a sus primeros
Retratos (1996), esos mismos que, contemplando en retrospectiva, no son otra cosa más que autorretratos de un sujeto vulnerable, con una enorme sensibilidad y con la impotencia de quien busca incesantemente un por qué. Desde entonces, la metáfora y los tropos literarios, en general, han volcado su poder a las artes visuales en su quehacer artístico, con un ingrediente adicional: confiar en que sólo se puede llegar a crear desde una postura colectiva, un accionar que involucre a otros y, de esta manera,
sumar en una operación que evade con acierto la adición y, más bien, apunta a la multiplicación de sentido.
Por lo anterior, esta exposición es, claramente, una antología de su trabajo. Junto a Fernando Grisales, quien desde 2005 ha venido colaborando con el mismo compromiso en un trabajo que se torna caleidoscópico, más aún si sabemos que la fundación que da respaldo a las investigaciones y correrías por buena parte del territorio nacional (especialmente Los Montes de María y Caquetá) ha incorporado ya a más de un centenar de gente, como usted o yo, que de alguna manera nos hemos visto involucrados en una vorágine fratricida que parece no tener fin.
1996 a 2023 es el periodo que recoge esta exposición que incluso presenta obras inéditas, y que por primera vez se permite combinar en los mismos espacios obras de distinta índole como Silencios y La guerra que no hemos visto. Lo de escritor nunca se irá, pues Juan Manuel recoge en sus diarios, con la precisión del pernicioso etnógrafo, cada experiencia y conversación. “Entretejidas sus palabras en un sinfín de cuentos… y de repente, una frase que me erizó el tímpano del oído: Cuando la muerte empezó a caminar por
aquí…”,1 es el relato de uno de sus diarios que da nombre a esta antología de ventanas a la realidad.
La palabra es, en el fondo, aun con una presencia esquiva, el hilo conductor de este cuento largo. Algo que coincide con el pensamiento de la Profesora María Teresa Uribe quien escribió: “las palabras siguen teniendo la condición de trompetas de guerra y con mucha frecuencia se usan para eso por guerreros, funcionarios y dirigentes políticos; pero también pueden tener la virtud de transformar, de interpretar, de convocar a los públicos”.
Óscar Roldán-Alzate - Director del MUUA y curador.
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Inauguración del mural de la maestra
Fanny Sanín. 13 de octubre
En la misma ruta de las artes, y esta vez en el hall del naciente bloque 49 de la Universidad de Antioquia, ubicado en la Ciudadela de Robledo, la maestra Fanny Sanín inauguró su obra “Mural N°2”.
Durante el acto de presentación de la obra donada por la artista colombiana, una de las máximas representantes del arte abstracto y geométrico a nivel latinoamericano, el rector John Jairo Arboleda Céspedes le entregó el Escudo de Oro en reconocimiento a su sensibilidad y destreza. Además, vale resaltar que la maestra realizó esta donación mediante solicitud de la Fundación Universidad de Antioquia y pidió, en contraprestación, la creación de becas de pasantía para que estudiantes de artes visiten Nueva York.

Entrega del Doctorado
“Honoris Causa” al artista
David Manzur.
24 de febrero de 2024
Mucho tiempo se esperó y al fin se tuvo: la universidad de Antioquia hizo entrega del título “Honoris Causa” doctor en artes a David Manzur. El acto protocolario se llevó a cabo en la Sala de Artes performativas Teresita Gómez, el 24 de febrero de 2024, donde se rindió homenaje a más de 7 décadas de experimentación y creación artística. David Manzur, compartió con distintas personas de la comunidad universitaria en un diálogo con el decano de la Facultad de Artes, Gabriel Mario Vélez, y con el docente Mario Augusto Arroyave.
ÁGORAS, MÚSICA
Y FESTEJOS UNIVERSITARIOS

Ágoras de belleza y libertad: ¿Cómo vivir juntos?
Aire. Principio de la vida en colectivo. 14 de junio
Las Ágoras de belleza y libertad fueron un llamado en defensa de la universidad pública como lugar para la reflexión, la exploración de la singularidad y la rebeldía. Una invitación abierta a compartir las infinitas razones para amar a la Universidad de Antioquia como una forma en común de crear sentidos de identidad y pertenencia. Un espacio para resaltar desde la diversidad la potencia de nuestra Alma Máter como uno de los proyectos sociales, culturales y científicos más importantes de la región. Un convite universitario. Una fiesta de la palabra. Una celebración del compartir. Una posibilidad vital para seguir preguntándonos quiénes somos. Un momento para pensar cómo mantener el propósito de tejer aspiraciones superiores que enaltezcan la vida de toda la ciudadanía. Una expresión de la creatividad, la esperanza, el entusiasmo y la valentía de luchar por un mundo más justo, donde siempre haya alimento, abrigo, agua, aire y afecto.
“Las convicciones de la vida de los presentes y futuros grupos humanos, dependerá de la racionalidad o irracionalidad del comportamiento de los grupos humanos, en nuestro hábitat fundamental que es la tierra, y del comportamiento con nosotros mismos y con los demás”, escribió el doctor Héctor Abad Gómez, quien solía decir que la contaminación ambiental es uno de los problemas más graves del mundo contemporáneo, tal como se discute aún en el siglo XXI. De hecho, según la Organización Panamericana de la Salud, la contaminación del aire es el principal riesgo ambiental para la salud pública en las Américas.
¿Cómo deben actuar las universidades públicas frente a esta problemática? ¿Por qué es clave seguir hablando de la Alma Máter como un territorio de paz cuya concepción de vida digna promueve el cuidado del medio ambiente como un valor supremo de la vida en colectivo? Esta fue una oportunidad para reivindicar la defensa de la universidad pública como una gran ágora de belleza y libertad, con la presencia del maestro Fernando Franco, de la Red de Escuelas de Música de Medellín y los estudiantes de vientos de la Escuela Moravia. Porque la razón de la universidad pública se juega en ser, sentir, saber y servir.
Entre lunas, cantos y tambores fue una fiesta de la palabra, una celebración del compartir multicultural, una expresión de la creatividad, la esperanza y el entusiasmo. Con el apoyo de la Vicerrectoría de Extensión, la Corporación Interuniversitaria de Servicios (CIS), la Fundación Universidad de Antioquia, la Dirección de Regionalización y la Dirección de Bienestar Universitario reunimos dos de los grupos de bullerengue más representativos de la región: Renacer Ancestral, dirigido por el maestro Haroun Valencia, consumado tamborero que ha desarrollado un lenguaje interpretativo y métodos pedagógicos propios para la preservación del bullerengue, y Corazón de Tambó, que llegó desde la subregión de Urabá de la mano del profesor Joel Padilla.

“Las convicciones de la vida de los presentes y futuros grupos humanos, dependerá de la racionalidad o irracionalidad del comportamiento de los grupos humanos, en nuestro hábitat fundamental que es la tierra, y del comportamiento con nosotros mismos y con los demás”, escribió el doctor Héctor Abad Gómez, quien solía decir que la contaminación ambiental es uno de los problemas más graves del mundo contemporáneo, tal como se discute aún en el siglo XXI. De hecho, según la Organización Panamericana de la Salud, la contaminación del aire es el principal riesgo ambiental para la salud pública en las Américas.
El grupo Cuentería UNAL, honrando el poder del conocimiento y la palabra, nos llevó de viaje hacia otros mundos: los imaginados. Mientras que, el Grupo de divulgación Hermes - Mensajeros de la ciencia, del pregrado de Astronomía del Instituto de Física de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UdeA, ubicó sus telescopios en la Plaza Central y durante la noche, al son de los tambores, nos llevaron a otros mundos, los observables, y pudimos apreciar tanto a Júpiter como a Saturno en todo su esplendor.
años
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Simposio Internacional de Trombón Universidad de Antioquia. 24 al 28 de julio
Las Ágoras de belleza y libertad fueron una muestra más de las tantas razones que tenemos para amar a nuestra Alma Máter. Razones a las que también se sumó el Simposio Internacional de Trombón Universidad de Antioquia, evento único en el país donde se reúnen estudiantes, profesionales, solistas, investigadores, compositores, arreglistas y pedagogos alrededor de la versatilidad y la diversidad de un instrumento presente en una amplia variedad de géneros de la cultura musical universal, tanto académica como popular.
Camerata Porteña de Argentina. 02 de noviembre)

UdeA ¡Gracias UdeA!
También hubo espacio suficiente para los ensambles. El Tango Sinfónico llegó a nuestra Alma Máter con la Camerata Porteña de Argentina, junto a la Orquesta Sinfónica de Estudiantes, bajo la dirección de los maestros Marcelo Rodríguez y Juan Pablo Noreña. La presentación, realizada en el teatro Camilo Torres, deleitó a propios y extraños que estuvieron presentes durante esta noche inolvidable.

Festival-Concurso Pianissimo. 9 al 12 de noviembre
El Festival-Concurso Pianissimo fue la oportunidad perfecta para que niños, niñas y jóvenes pianistas pudiesen, además de enfrentar retos y visualizar metas, socializar sus inclinaciones artísticas con otras personas en torno a la música. Además, la presencia de pianistas de distintos lugares del mundo, pedagogos y reconocidos jurados, motivaron y enriquecieron las múltiples actividades que se desarrollaron en diferentes espacios de la Universidad de Antioquia, tales como el MUUA, el Teatro Camilo Torres, la Sala de Artes Performativas Teresita Gómez y diversas aulas y auditorios del campus.
En esta misma ruta del viaje, entre teclas de piano y reconocimientos al talento musical y artístico, la cantante española Milagros Moya ofreció un sentido concierto en homenaje a la maestra Teresita Gómez y su presencia en la Alma Máter.
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Tanto Teresita Gómez como la Universidad de Antioquia son fuente de inspiración, no sólo para la comunidad universitaria, sino para la región. Así, como bien lo dijo el maestro Julio César Sierra, en el previo del homenaje:
“La Casa de Todos está de cumpleaños y ha alcanzado la temprana madurez de 220 años. En este año, una de sus hijas y maestras también llega a sus 80 de vida. Tanto el alma colectiva, como individual, en este tramo de tiempo se han entrelazado para aprender, enseñar, comprender y compartir.
La Rectoría manifiesta su afecto y respeto a la maestra Teresita Gómez y a la magnitud de su obra. Por ello, desde las tierras del Quijote, llega la compositora e intérprete española Milagros, quién estará presente(...) en la sala bautizada con el nombre de esta insigne maestra del piano. Allí, por partida doble, celebraremos el cumpleaños de la fuente de inspiración que son ella y la entrañable Universidad de Antioquia.

Ninguna ocasión más propicia para celebrar ambas fechas como un momento histórico de todos. Rindamos homenaje a una de las intérpretes del piano más singulares de todos los tiempos: Teresita Gómez, la “novia” de la Universidad”.En efecto, Milagros descrestó al público con sus interpretaciones y la prolijidad de los músicos que la acompañaron en el amplio repertorio musical. Teresita Gómez bailó y cantó, agradecida y orgullosa de ser una de las tantas razones para amar a la Universidad de Antioquia.
Una vida en el Alma. 22 de noviembre
Tantas

“No envejezco,/ evoluciono, cada vez,/ más que años,/ adquiero experiencia, conocimiento./ Si la vida fuera/ Ay, cómo el tejido/ Ay, como el tejido/ si la vida fuera/ Yo urdiría/ golpe tras golpe/ a contragolpe/ la vida mía”. El ser de todos los tiempos. 22 de noviembre
Razones que también tuvo la Facultad de Artes a través de su intervención escénica en homenaje a la Alma Máter: El ser de todos los tiempos. Este acto simbólico, participativo, fue llevado a cabo en el campus de la Universidad de Antioquia, frente de la fachada norte de la Biblioteca Central Carlos E. Gaviria Díaz y al costado oriental de la escultura El hombre creador de energía del maestro Rodrigo Arenas Betancur. La obra fue una convergencia de tiempos, espacios (arquitectónico, local y regional) y sentido (acontecer, cuerpo, pensamiento), sumado a la manifestación de movimientos sociales y culturales importantes en el devenir de la Universidad en cuanto a la declaración de un universo diverso, en el que lo particular emergió como parte de lo plural, en el que la implicación de la comunidad universitaria fue vital.
El impresionante montaje escénico, la composición luminotécnica, la calidad de los actores, el vestuario, las artes visuales sobre las paredes de loa Biblioteca Central y la participación especial, tanto de la Banda Sinfónica de Estudiantes como del Ensamble Vocal de Estudiantes de la Facultad de Artes, descrestaron a cientos de personas que fueron atraídas hacia este viaje por la memoria y el espíritu de la Universidad.
Festival Universitario de Danza. 21 de noviembre

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La danza se tomó el Paraninfo de la Universidad de Antioquia.
Folclórica, contemporánea, urbana, popular, de salón y fusionada, la danza en toda su dimensión fue la protagonista en este festival, que contó con cerca de 30 parejas que mostraron su talento en este emblemático edificio.
Estudiantes, empleados y profesores de Medellín y las diferentes sedes y seccionales nos deleitaron con una tarde llena de talento y movimiento.
Encuentro de fin de año.
7 de diciembre

Diciembre llegó al campus universitario con una nutrida programación que, además de celebrar los 220 años de la Universidad de Antioquia y los logros más significativos en investigación, docencia y extensión, buscaba darnos espacios de dispersión y disfrute mediante diversos espacios que iniciaron en la mañana con el Mercado agroecológico y continuó con los juegos, coros, talleres y música navideña, danzas, feria de egresados y, como no, la gran presentación de la Banda Sinfónica de la Universidad de Antioquia, dirigida por el maestro Fernando Pabón, como antesala al concierto de cierre.
Como invitados, además de la gran familia universitaria, tuvimos al Grupo Experimental de Danzas UdeA, la Estudiantina UdeA, con música parrandera, el Grupo de carranga de la Estudiantina UdeA, Cantoalegre y la Big Band de La Pascasia, y la cereza del postre, Puerto Candelaria.
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Villancicos y villanos:
Versos del siglo de oro.
14 de diciembre
En esta época decembrina, de la mano de la Vicerrectoría de Extensión y el Programa Cultura Centro, la Academia de Música Antigua de Medellín ofreció a toda la comunidad Universitaria que habita los edificios patrimoniales de San Ignacio y la Antigua Escuela de Derecho, así como a la ciudadanía en general, un concierto de altas cualidades estéticas e interpretativas. Durante una noche acogedora pudimos disfrutar de una obra artística llevada a cabo por un grupo de cantantes, acompañados de guitarra y viola da gamba, que nos entregaron un repertorio hispanoamericano de canciones de navidad, barroco y de diferentes tradiciones populares del continente americano.
La Academia de Música Antigua de Medellín es un proyecto de formación musical inspirado en la noción humanista de la academia como un espacio que promueve el florecimiento de saberes específicos. Sus principales objetivos son tanto la difusión de las tradiciones musicales de los siglos XVII y XVIII, como la formación de jóvenes músicos basada en las prácticas interpretativas, mediante la combinación del uso de instrumentos históricos con herramientas de la retórica musical propias de cada época.
Otras celebraciones también tuvieron su lugar en la efeméride. Unas por simple coincidencia, otras por tradición, otras por completa convergencia. Entre estas, tuvimos:


20 años de la Sede deUniversitariaInvestigación(SIU). 19 de mayo
220 años
Día del servidor universitario y su familia. 22 de junio

Juegos InterregionalesDeportivos2023. 17 al 20 de octubre Tantas razones para amarte UdeA UdeA UdeA Posgrados

64 años
Escuela de idiomas. 22 de noviembre

25 años
Dirección de Posgrados. 19 de octubre
Además de estas especiales celebraciones, también hubo tiempo para inaugurar y modernizar espacios físicos, no sólo para fortalecer el desarrollo de las actividades académicas, investigativas, culturales y deportivas, sino, también, para contribuir decididamente en el progreso de las comunidades y regiones donde hace presencia la Universidad. Y, entre estas alegrías, la Resolución Superior que delimita el bosque Tulenapa como área para la conservación de la biodiversidad en el Urabá antioqueño, se convirtió en una de las mayores.

UdeATulenapa

Inauguración de espacios físicos y firma de Resolución Superior bosque Tulenapa, en la Sede de Estudios Ecológicos y Agroambientales Tulenapa, Carepa. 27 de abril

Entrega de la primera fase en el mejoramiento de la infraestructura física del campus
Puerto Berrío. 29 de julio
años

Inauguración del Museo de la Vida (Edificio La Naviera, Facultad de Medicina). 13 de octubre
UdeA Parque E
Inauguración Parque del Emprendimiento Sede Oriente (Campus El Carmen de Viboral). 27 de septiembre

Inauguración de nuevos espacios en la Sede Robledo. 13 de diciembre
UdeA VIDA
Tantas razones para amarte UdeA UdeA
Finalmente, ante la historia de la Universidad y en el marco de la celebración de los 220 años de vida institucional, la Asamblea Departamental de Antioquia quiso honrarla con la condecoración Orden al mérito cívico y empresarial Mariscal Jorge Robledo, grado Oro, con la que se reconocieron sus contribuciones significativas desde la cultura y la academia para beneficio de la sociedad.

Condecoración Orden al mérito cívico y empresarial Mariscal Jorge Robledo, grado Oro.
Asamblea Departamental de Antioquia. 18 de octubre



Escenarios de Vanguardia

Durante el 2023 la Universidad de Antioquia estuvo de fiesta, no sólo por motivo de su cumpleaños 220, sino también por un hito histórico a nivel nacional que nos llena de orgullo como institución pública y Alma Máter de los antioqueños.
En diciembre de 2022 la Universidad fue visitada por 12 pares externos enviados por el Consejo Nacional de Acreditación (CNA) para corroborar los alcances consignados en el Informe de Autoevaluación realizado entre 2018 y 2021. Al finalizar su tarea, el CNA recomendó al Ministerio de Educación Nacional (MEN) la acreditación multicampus por un período de 10 años que, a la postre, sería ratificada por el MEN el 14 de julio de 2023, mediante la resolución 012029, en la cual: “evidenció que la Universidad de Antioquia ha realizado un trabajo progresivo para el fortalecimiento óptimo de calidad relacionado con la formación integral de sus profesionales y la comunidad académica, mediante procesos de creación, desarrollo y transmisión del conocimiento, lo que le ha permitido desarrollar su misión, visión, objetivos, organización y funciones. Prueba de ello son los procesos de acreditación en sus programas académicos, en los cuales se ha hecho evidente el desarrollo del Proyecto Educativo Institucional (PEI), mediante una cultura organizacional dirigida a la evaluación, el mejoramiento continuo y la innovación, mediante la definición de políticas, programas estratégicos, proyectos, acciones y recursos”.
LAS PARTES Y EL TODO

Acreditación institucional multicampus.
"La Universidad de Antioquia es un ejemplo para las Instituciones de Educación Superior públicas del país porque demuestra que sí se puede ampliar la cobertura, potenciar la infraestructura y lograr una excelente calidad en formación e investigación que aporte al desarrollo regional y a la equidad".
Aurora Vergara Figueroa, ministra de Educación Nacional. 23 de octubre
UdeA Orgullo
Con la visita de la ministra de Educación Nacional, Aurora Vergara Figueroa, al Edificio San Ignacio de la Universidad de Antioquia, se concretó la tercera acreditación institucional de forma consecutiva (2003, 2012 y 2023) y, esta vez, con una característica única en el país que incluye la acreditación, además, a los doce campus con que hace presencia la Universidad en las subregiones del departamento. La vigencia fue otorgada por los próximos diez años (2023 –2033) y, que se haya logrado en un año tan especial como el de la efeméride, constituye un enorme reconocimiento a nuestros 220 años de historia. Esta acreditación representa el compromiso de la Alma Máter y su comunidad universitaria en alcanzar, mantener y expandir procesos de alta calidad en todos los territorios donde hace presencia. Así, tal como lo expresó el rector John Jairo Arboleda Céspedes: “Esta es también la exaltación de esos miles de hombres y mujeres que han constituido, generación tras generación, una comunidad universitaria vibrante, autocrítica, ingeniosa y capaz de retomar la marcha”. 220 años
Audiencia pública de rendición de cuentas.
28 de abril

Orgullosa en su celebración y consciente del potencial que representan las regiones para seguir posicionando su misión en escenarios de vanguardia, la Universidad de Antioquia, en cabeza del rector de la institución, realizó la audiencia pública de rendición de cuentas, correspondiente al año inmediatamente anterior, en la Sede Tulenapa del municipio de Carepa, Seccional Urabá. Este espacio de información y participación, liderado por el rector de la institución, John Jairo Arboleda Céspedes, en compañía de su equipo rectoral, permitió socializar los resultados de gestión realizada en la vigencia 2022, ante un variado grupo de asistentes, entre los que se hallaban egresados, docentes, empresarios, periodistas, autoridades de gobierno y estudiantes, que también pudieron presenciar este ejercicio de transparencia y cumplimiento, en vivo, a través del canal de YouTube. Además, la jornada estuvo complementada por otros espacios de conversación, tanto académicos como culturales, entre la Universidad y distintos públicos del territorio.
Docencia
Aprendemos cuando forjamos nuestro propio pensamiento, nuestra singular forma de ser y estar en el mundo. No cuando estandarizamos la vida misma.
Aprendemos cuando participamos, interactuamos y colaboramos, vivimos en comunidad y actuamos en sociedad. No cuando competimos para ser los únicos.
Aprendemos cuando tomamos conciencia de nuestro ser, de nuestra leve condición de seres humanos. No cuando levitamos sobre los demás.
Aprendemos cuando reflexionamos, analizamos, comprendemos y creamos algo, una existencia nueva para el mundo. No cuando repetimos conocimientos sin cesar.
Aprendemos cuando resolvemos problemas, cooperamos, somos sensibles y mejores personas.
Aprendemos autónomamente cuando alcanzamos la libertad
¿Y tú qué has aprendido para toda tu vida?
Elvia María González Agudelo Vicerrectora
de Docencia
Una de tantas razones que existen para amar a la Universidad de Antioquia son sus docentes, cuya labor ha sido y es indispensable, tanto como la de sus estudiantes, para que la Alma Máter alcance la excelencia y el prestigio del que goza. El Día del Maestro, la Universidad conmemoró a sus profesores y profesoras exaltando, además, a quienes destacaron por sus grandes aportes al fortalecimiento del ejercicio docente en la institución: “Cada nueva jornada; clase tras clase, asesoría tras asesoría, conversación tras conversación con los estudiantes… permiten que ese legado se mantenga vigente y que se renueve también la excelencia académica, el pensamiento crítico y el compromiso social por los que es reconocida nuestra Universidad y las generaciones de hombres y mujeres que se forman en ella”, expresó el rector John Jairo Arboleda Céspedes, en su mensaje hacia los maestros.
Ciencias Sociales, Humanidades y Artes; Ciencias Exactas y Naturales, Económica, Ingeniería y Tecnología; y Ciencias de la Salud; son las tres áreas de conocimiento en que se organiza la Universidad y a cuyos mejores representantes se entregó la Distinción a la Excelencia Docente.
UdeAJaimeCorrea

Jaime Andrés Correa García, profesor titular de la Facultad de Ciencias Económicas.
“He aprendido de la docencia que siempre estamos en constante aprendizaje... Como decían los profesores de antaño, nunca hay dos tableros iguales, nunca hay dos cursos iguales, siempre serán distintos y ese es un reto.”

Fabio León Rodríguez Ospina, profesor titular de la Facultad Nacional de Salud Pública.
“En la docencia he aprendido a ser mucho más reflexivo, he aprendido a tener capacidad de observación, de entender a los estudiantes, conocer y profundizar en sus realidades. He aprendido a ser más sensible a la realidad del otro.”
UdeAFabioRodríguez
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UdeADidierÁlvarez
Didier Álvarez Zapata, profesor titular de la Escuela Interamericana de Bibliotecología.
“La docencia me ha enseñado cómo cada uno de nosotros construye con los otros la cotidianidad, esa esfera de lo próximo, del otro que nos es cotidiano, que podemos mirar y valorarlo como constructor de la vida, la propia y la del otro.”
En esta misma línea de exaltación a la labor docente, la Universidad de Antioquia y la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas reconocieron la figura de uno de los profesores con mayor trayectoria, esfuerzo investigativo y entrega a la disciplina histórica en la Universidad, en la región y en el país, el historiador Víctor Álvarez Morales, quien ajustó 57 años dedicados al oficio de ser maestro y 48 de ellos en el Alma Máter. Fundador del pregrado en Historia de la Universidad, profesor titular adscrito a la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, en donde se ha desempeñado como decano, director del Centro de Investigaciones Sociales y Humanas y, además, como vicerrector académico, ha realizado un gran número de investigaciones sobre temas tan variados como la conquista de América, la esclavitud, la minería y, en especial, los aspectos sociales y económicos de la región antioqueña.
UdeAVictorÁlvarez

Víctor Álvarez Morales, profesor titular de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas. 16 de mayo
El cierre de esta celebración en reconocimiento de la labor docente, que se extendió a lo largo del mes de mayo, estuvo materializado en el concierto Latina Stéreo sinfónico realizado en el Teatro Camilo Torres, donde profesores y profesoras fueron sentidamente homenajeados con el “sonido de las palmeras”, acompañado de la Banda Sinfónica de la Universidad de Antioquia, a cargo del maestro Fernando Pabón.

Latina Stéreo sinfónico:
Maestra vida. Un homenaje a los profesores y profesoras de la UdeA. 26 de mayo
Sobre esta ruta de exaltación no podía faltar el reconocimiento a los profesores eméritos, cuya trayectoria y reputación han enaltecido la imagen y calidad de la Universidad de Antioquia. Motivo por el cual el equipo rectoral se reunió con dichos profesores, ya jubilados, en la Sala de Juntas del Edificio de Extensión para entablar un diálogo directo con ellos y entregarles la distinción
UdeAMaestra vida
UdeADonaciones
EGRESADOS
Además de docentes y estudiantes, otra de las razones más significativas que tenemos para amar a la Universidad de Antioquia son los egresados y egresadas. Con el lanzamiento del Fondo de Amigos de la UdeA, realizado en la Sala de Juntas del Edificio de Extensión, se materializó un espacio para el afianzamiento y fortalecimiento de los lazos con egresadas y egresados destacados. Días después, en la Sede Apartadó, se gestó otro espacio de relacionamiento, esta vez, mediante un conversatorio con egresados destacados de la región.

Encuentro de egresados en la región de Urabá. 27 de abril
Sin duda alguna, uno de los hitos más importantes en la conmemoración de los 220 años de la Alma Máter se materializó en la Embajada de Colombia en Washington D.C.
Allí, gracias a los esfuerzos prestados por la Universidad de Antioquia en alianza con la Embajada de Colombia en Estados Unidos, la Fundación Universidad de Antioquia y la Cooperativa de Profesores de la Universidad de Antioquia (Cooprudea), fue posible el primer Encuentro de Egresados en Estados Unidos.

Encuentro con egresados en el exterior. Washington D.C., Estados Unidos. 25 de agosto
Egresados y egresadas se reunieron con el embajador de Colombia, Luis Gilberto Murillo Urrutia, el rector John Jairo Arboleda Céspedes y otros directivos universitarios, para fortalecer el relacionamiento y el trabajo colaborativo. Tras un enorme esfuerzo en la previa de este acontecimiento y, durante el desarrollo de una nutrida agenda, pudo gestarse un espacio de gran valor “que pone a la UdeA en la vanguardia de cómo se deben activar los caminos de la diplomacia académica y científica” y del cual se espera que “se convierta en un referente inspirador, para que otras universidades en Colombia sigan creando oportunidades de conexión que se ven significadas en los avances de nuestra sociedad”, tal como expresó el embajador Murillo.
Al final del sendero, el Encuentro General de Egresados UdeA: Conectados con el alma, llevado a cabo en diciembre, significó un momento especial para el reencuentro, la comunión y la celebración de los 220 años de la Universidad. Por un lado, mediante el reconocimiento de la oferta formativa (educación continua, pregrado y posgrado), así como de los beneficios y servicios a los que se tiene acceso como graduado de la Universidad de Antioquia. Todo ello, a través de la División de Egresados, las unidades académicas y las asociaciones y/o aliados como Librería UdeA, Tienda Universitaria y Cooprudea. Por el otro, en el marco del Encuentro de fin de año en el que, a través de una variada programación, la familia universitaria pudo acceder a la oferta de actividades lúdicas y recreativas en distintas zonas de Ciudad Universitaria.

Encuentro general de egresados UdeA: Conectados con el alma. 7 de diciembre
Egresados y egresadas estuvieron presentes en la carpa pabellón ubicada en la zona de la escultura María Mulata detrás de la Biblioteca Carlos E. Gaviria Díaz. Mientras que, en simultáneo, en la Plazoleta Central, se desarrollaban las presentaciones artísticas y musicales del Encuentro de fin de año, que cerró con el Ritual de la luz y los conciertos de la Banda Sinfónica UdeA y la agrupación Puerto Candelaria.
CIENCIA, TECNOLOGÍA E INNOVACIÓN
Una de las inquietudes más relevantes en los debates sobre el papel de las universidades públicas en las sociedades contemporáneas tiene que ver con la cuestión de quién tiene el conocimiento o sobre quién descansa hoy la investigación científica y la producción de nuevo conocimiento.
Los cambios científicos, culturales, sociales y políticos en la organización de las universidades públicas a lo largo de su vida, y en la Alma Máter, por supuesto, permiten no sólo explorar sino también problematizar el sentido de identidad de estas instituciones, garantizando el reconocimiento y la defensa de la universidad pública como pilar vital de las sociedades humanas en tanto lugar para el conocimiento, la libertad y el pluralismo.
Así nació Nuevos y viejos paradigmas, ¿quién tiene el conocimiento?, proyectado como una invitación a las comunidades universitarias de Medellín y del Área
Metropolitana del Valle de Aburrá, para dialogar sobre la importancia de fortalecer el llamado en defensa de la universidad pública como espacio para la reflexión, la exploración de la singularidad y la rebeldía.

Nuevos y viejos paradigmas, ¿quién tiene el conocimiento?
24 de mayo
Encuentro general de egresados UdeA: Conectados con el alma. 7 de diciembre
Este evento contó con la participación de Elvia María González, vicerrectora de Docencia de la Universidad de Antioquia; Jorge Iván Zuluaga Callejas, profesor titular de Física y Astronomía de la Universidad de Antioquia, y Julián de Zubiría Samper, director del Instituto Alberto Merani, consultor en educación para Colombia, columnista del diario El Espectador y miembro del Consejo Académico del Plan Decenal de Colombia 2017-2026. Realizada en el auditorio principal del Edificio de Extensión, la conversación versó sobre diversos temas de interés de la Universidad como institución pública bajo la juiciosa mirada de nuestros invitados. A continuación, citamos un fragmento del educador Julián de Zubiría
Samper:
“...voy a contestar con algunas preguntas. Cuando usted pregunta, usted usa una expresión que es distinta a otra, y dice: ¿quién sabe más? Y esa expresión es una expresión que yo diría, está equivocada, y le voy a poner una pregunta para que piense por qué es una expresión equivocada: ¿Quién sabe más, Aristóteles o usted? Es impactante. Todos tendríamos que decir que sabemos más que Aristóteles porque tenemos veinticinco siglos de conocimiento, él no conoció miles y miles de cosas que hoy se conocen de física, química, biología, miles y miles. Pero es que la pregunta no es quién sabe más, lo clave son las preguntas, no las respuestas. La pregunta es, quién piensa mejor, esa es otra pregunta totalmente distinta.
Segunda pregunta: ¿qué pasaría, nos decía Jorge [Zuluaga] sobre el conocimiento, si se quemara la biblioteca? Esa es la pregunta que originó una nueva teoría, un poco para interpretar el desarrollo humano, que es la teoría conocida como los enfoques
histórico-culturales y la complejizaron y llegaron a esta: ¿qué pasaría si desaparecieran los adultos de la Tierra? Con el conocimiento ¿qué pasaría? Y, obviamente, los jóvenes aplauden todo, tu hija aplaudiría, claro, ¡ahora si puedo ir libremente! ¿Qué pasaría si desaparecieran los adultos? Esa pregunta es clave y fíjate cómo lo clave es la pregunta, porque nos vuelve a unir a los tres en un elemento de la respuesta, y el conocimiento que permanece es la cultura, no el individuo y por eso de alguna manera la respuesta a la pregunta, ¿dónde está el conocimiento? es distinta hace 50 años; porque la respuesta sería: sí está aquí, está en la cabeza y está en los individuos. Y es una respuesta mala, realmente, [...]escuchar a Elvia [González] y a Jorge me lleva a una mejor respuesta, sí; por eso pedí contestarte de tercero. Eso quiere decir que el conocimiento no está en la cabeza, solo eso ya demuestra que esta por fuera de la cabeza, y que es una relación y que no es un objeto y los tres podríamos, podría emerger una respuesta distinta, no tuya, no mía, sino de los tres. Ah, entonces es cultural y necesariamente (y esta idea es un término técnico) es distributivo, o sea, intervienen los objetos, sí, este objeto, el celular, incide, sí, y la red, sí, y el libro, sí, y el diálogo ¡uy! también, entonces estaba equivocada la respuesta de hace 50 años. Lo complejo, es que la respuesta va a ser distinta dentro de un tiempo y hoy van a aparecer otros elementos que hablaremos en algún momento, pero, y si yo interactúo con una inteligencia artificial, chat GPT, ¿podría modificar mi representación? Claro, ah, entonces la respuesta que va a oír en un tiempo es todavía más completa de la que hoy estamos dando.”
La Universidad de Antioquia siempre se ha posicionado como una de las instituciones de educación superior más avanzadas del país. Lo ha demostrado a lo largo del tiempo y, ahora no podía rezagarse de los escenarios de vanguardia que propone la innovación tecnológica, en aras del desarrollo. Tampoco de los retos que esto suscita.
En el auditorio principal del Edificio de Extensión, se realizó el conversatorio ¿Nuevas tecnologías, nuevas exclusiones? La educación en el cierre de las brechas sociales, que contó con la participación de Hadi Partovi, director ejecutivo de la Fundación Code.org, el rector John Jairo Arboleda Céspedes, la profesora de la Facultad de Ingeniería Ana Lucia Pérez y la moderación de Alexandra Agudelo, jefa del Centro de Investigaciones Educativas y Pedagógicas de la Facultad de Educación de la UdeA.

¿Nuevas tecnologías, nuevas exclusiones? La educación en el cierre de las brechas sociales. 27 de septiembre
UdeA Tecnología
Hadi Partovi es un emprendedor e inversor en tecnología. Fundó dos startups: Tellme Networks (adquirida por Microsoft) e iLike (adquirida por Newscorp). En 2013, junto a su hermano Ali, lanzó la organización educativa sin fines de lucro Code.org, que cuenta con clases de informática que llegan al 30% de los estudiantes de EE. UU. y la plataforma curricular más utilizada para ciencias de la computación K-12. Además, ha lanzado el movimiento global Hora del Código que ha llegado a cientos de millones de estudiantes en todos los países del mundo.
Así, con un invitado de elevadísimo nivel internacional, el conversatorio se centró en temas de vital importancia para el presente y futuro de la ciencia, tecnología e innovación, tanto de la ciudad y el país, como de la Alma Máter y su quehacer misional. Temas como la reducción de las brechas sociales mediante el papel activo de la educación en ciencias de la computación, inclusión tecnológica e interculturalidad, accesibilidad y dispositivos tecnológicos para poblaciones en contextos de vulnerabilidad y las estrategias a emplear para la superación de las barreras, marcaron el diálogo que también fue transmitido en vivo por el canal de YouTube de la Universidad de Antioquia.
La División de Egresados de la Vicerrectoría de Extensión de la Universidad de Antioquia, con el apoyo de la Cooperativa de Profesores de la Universidad de Antioquia (Cooprudea), en el marco de los 220 años de nuestra Alma Máter, llevaron a cabo el conversatorio Hablemos de emprendimientos de alto impacto, con la participación especial de David Vélez, fundador y CEO de Nubank, empresa líder en tecnología financiera de América Latina, en compañía de Luz Marina Velásquez, comunicadora social y periodista de la Universidad de Antioquia, vicepresidenta de talento humano de Seguros SURA en Colombia.
En este espacio, nuestros invitados dieron testimonio sobre la importancia del emprendimiento y la filantropía, los impactos significativos en el éxito de una empresa, la relación entre el éxito empresarial y la responsabilidad social, así como el papel de la tecnología y la innovación en la transformación de los emprendimientos para tener un impacto más profundo en la sociedad.
UdeA Emprendimiento
En sintonía con las conversaciones sobre ciencia, tecnología e innovación, y, más aún, con motivo del potencial para dinamizar los distintos sectores económicos y sociales, se celebró la Feria Campus UdeA Posgrados en su segunda versión. Tanto la comunidad universitaria como la ciudadanía en general pudieron acercarse a los espacios dispuestos en la Plazoleta Central para conocer las distintas especializaciones, maestrías y doctorados que ofrecen nuestras facultades, escuelas, institutos y corporaciones.
Allí, las personas que nos visitaron pudieron acceder a información de primera mano acerca de las distintas ofertas, formas de financiamiento, movilidad internacional y demás servicios posgraduales.

Campus UdeA Posgrados. 28 de septiembre
Feria
Del 2 al 4 de noviembre Medellín fue sede de una de las ferias más grandes del país en materia de ingeniería: EXPOIngeniería 2023. Realizado en Plaza Mayor, este espacio que involucra ciencia, tecnología e innovación para fomentar la colaboración y el intercambio de conocimientos multiestamentales, constituye una muestra de los últimos avances en servicios y productos desde la academia, la industria y el Estado de cara a la sociedad. Además de significar una oportunidad para conocer e interactuar con nuevas propuestas en energía, infraestructura, tecnologías 4.0 e ingeniería vital, EXPOIngeniería 2023 fue un espacio para encontrar soluciones a los desafíos del mundo actual. Este evento, creado por la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Antioquia, contó con la participación y el respaldo de aliados estratégicos como Plaza Mayor, Gobernación de Antioquia, Metro de Medellín, Tecnnova, Distrito de Ciencia, Tecnología e Innovación de Medellín, entre otros.

EXPOIngeniería 2023.
2 al 4 de noviembre
Tantas razones para amarte UdeA UdeA
Bajo el mismo sentido de unidad y cooperación que caracterizó los eventos asociados a la efeméride, se desarrolló una nueva versión de De país en país 2023, con invitados especiales de Centroamérica y el Caribe, entre los que se encontraban artistas, académicos e investigadores provenientes de Costa Rica, Cuba, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá y República Dominicana, además de Suiza, país invitado por su colaboración estrecha con centros de educación superior de la región.
Con diversos eventos de gran pertinencia académica y cultural, realizados en Ciudad Universitaria, Ciudadela Robledo y cuatro subregiones de Antioquia (Oriente, Urabá, Bajo Cauca y Suroeste), la comunidad universitaria y la ciudadanía en general, pudo disfrutar y conocer de primera mano, tanto los logros como los retos de las instituciones Centroamericanas y del Caribe. Esta iniciativa tuvo como finalidad, tal como lo expresó la directora de Relaciones Internacionales de la Alma Máter, Marcela Garcés, “retomar conversaciones previas que se han tenido históricamente con esta región, y crear nuevas conversaciones que nos permitan identificar oportunidades de trabajo conjunto que tengan implicaciones en el desarrollo territorial de nuestras regiones. Se trata de generar unos espacios de diálogo de saberes, de buenas prácticas y experiencias que nos permitan contribuir al fortalecimiento de la cooperación regional del sur global... Para nosotros es importante proyectarles a estos países nuestros desarrollos académicos, científicos, de innovación y
emprendimiento... de todo lo que hacemos relacionado con la construcción de paz, y consideramos que Centroamérica tiene unos desarrollos muy interesantes en torno a temáticas estratégicas, no solo para la Universidad de Antioquia, sino también para el departamento y el país”.

De país en país: Centroamérica y El Caribe. Tejiendo redes para afrontar los desafíos territoriales.
14 al 17 de noviembre
Este recorrido por la ciencia, la tecnología y la innovación, alcanzó su punto final con La Ruta del Investigador UdeA: 220 años de experimento, que se llevó a cabo en la Sede de Investigación Universitaria (SIU) y cuyo espacio buscaba consolidar la ruta de articulación de los ejes misionales universitarios docencia, investigación y extensión. Promovida por la Vicerrectoría de Extensión, esta ruta tuvo como fin fortalecer la formación integral, la creación de conocimiento con pertinencia social y la participación de las comunidades y territorios con quienes interactuamos en pro de la construcción de alternativas a las problemáticas sociales

La Ruta del Investigador
UdeA:220 años de experimento.
30 de noviembre
Tantas razones para amarte UdeA UdeA
DIÁLOGOS DE PAÍS
Además de resaltar los aportes de la Universidad de Antioquia
al desarrollo de la Nación, nos propusimos hacer lecturas del presente a través de las perspectivas de sus egresados y egresadas que desde diferentes ámbitos acompañen la orientación y toma de decisiones en nuestro país.
De esta forma, surge Diálogos de país: tiempo para pensar y actuar, como oportunidad para ampliar el diálogo y la comprensión sobre la coyuntura nacional, así como los aportes que el conocimiento puede hacer como herramienta de superación y camino para las estructurales transformaciones que el país apremia.

Diálogos de país:
tiempo para pensar y actuar. Perspectivas desde la justicia: un diálogo con el Consejo de Estado. 19 de octubre
Encuentro general de egresados UdeA: Conectados con el alma. 7 de diciembre

Diálogos de país: tiempo para pensar y actuar. 15 de noviembre
La Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, en compañía del Colegio de Jueces y Fiscales de Antioquia, se unieron para realizar en el auditorio Horacio Montoya Gil un diálogo con las consejeras de Estado Marta Nubia Velásquez Rico y María Adriana Marín, y el consejero Jorge Iván Duque Gutiérrez, egresados del claustro e integrantes del Tribunal Supremo de la jurisdicción de lo contencioso administrativo.
Allí, conocimos la lectura que tienen como administradores de justicia de los procesos de transformación del país a partir de tres ejes temáticos: el Estado empleador, el Estado y las relaciones contractuales y el Estado y el daño antijurídico. Dado el impacto que estos tienen en las relaciones entre el Estado y los ciudadanos, las consejeras y el consejero abordaron distintos desafíos que implica el ejercicio de la función jurisdiccional en dichos campos, dándonos la oportunidad a los presentes de profundizar, problematizar y aclarar formas y procedimientos con respecto al tema.
Encuentro general de egresados UdeA: Conectados con el alma. 7 de diciembre
UdeADiálogos
Por otro lado, para seguir con este ciclo de conversaciones con voces relevantes de la escena nacional, regional y local, con egresados y egresadas ilustres en el gobierno, tuvimos en el Teatro Camilo Torres, con el apoyo de la Universidad Nacional de Colombia (sede Medellín), un sugerente diálogo entre el entonces Ministro de Defensa, Iván Velásquez Gómez, y el Asesor para Asuntos Étnicos del Ministerio, Abadio Green Stocel.Luego de la emotiva presentación del Grupo de Danza Experimental de la UdeA, que dio apertura al evento, ambos funcionarios, egresados de la Alma Máter, compartieron sus puntos de vista sobre el papel de la Universidad como proyecto humanista e institución pública, sus
retos ante la coyuntura nacional y distintas perspectivas frente al proyecto de Paz Total adelantado por la Presidencia de la República.
“Estamos muy comprometidos con hablar de estos temas y nada mejor que este escenario, el recinto del Teatro Universitario, para que la universidad pública haga lo que sabe hacer: formar ciudadanos con pensamiento crítico frente a estas conversaciones que tanta falta le hacen al país”, expresó John Jairo Arboleda Céspedes, rector de la Universidad de Antioquia, en sus palabras iniciales.
Presente anticipado, palabras para un nuevo rumbo
Pensarnos juntos
La libertad es necesaria y natural en la experiencia humana y encontrarnos en la palabra un camino para comprendernos y nutrir el espíritu. Por ello, pensarnos juntos para revisar las derivas del presente es una tarea diaria e impostergable de la Universidad Pública. ¿Cómo leer los signos de la época que vivimos? ¿Cómo atrevernos a explorar visiones e interpretaciones para comprender las múltiples realidades, tantas veces sinuosas e insospechadas?
La Universidad como morada compartida es contenido y a la vez, contenedor, ella encarna las dolencias de la sociedad y también sus aspiraciones. Como ágora de cualificación permite las honduras del lenguaje, elevar la capacidad de discutir y debatir para ampliar la mirada del mundo. El diálogo adquiere en ella el estatus superior, ése que necesitamos para acicalar las prácticas de relación, el intercambio de las ideas, el respeto a la diferencia desde una herramienta poderosa: La palabra.
Pulir, decantar, no traduce precariamente anteponerse a los otros. El agregado histórico, el trasegar en el tiempo, la hacen un referente por la fuerza colectiva que propone, por la raigambre social que posee, llevándola a superar el ruido, la informalidad, los lenguajes empobrecidos y la animadversión por las razones, las ideas o los argumentos.
En medio de las tribulaciones como institución cohesionadora del cambio, puede ser fructífero hacer una pausa en el camino e invitar a pensarnos formas de labrar nuevas sendas colectivas por las cuales podemos enfrentar la incertidumbre.
Ofrecemos, con ánimo desprovisto de certeza, pero sí, desde la pregunta, esta serie de textos que nos ofrecen docentes e investigadores a quienes el llamado a la escritura fue de buen recibo proviniendo de la Casa, es decir la Universidad como un espacio que expande el pensamiento y provee con amabilidad los cauces del espíritu, un volver la cabeza -ese llamado de atenciónpara acercarnos a la Universidad y a su devenir con autocrítica y vitalidad.
Gisela
Sofía Posada Mejía Líder Programa Cultura Centro
La investigación social cualitativa: una alternativa para comprender y transformar.
Por: María Eumelia Galeano Marín, socióloga, docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas.
La investigación cualitativa no constituye solamente una manera de aproximarse a las realidades sociales para indagar sobre ellas pues sus propósitos se inscriben también en un esfuerzo de naturaleza metodológica y teórica, producto de un cambio paradigmático de amplia significación que resultó de una polémica muy productiva sobre los soportes en los cuales se había sostenido hasta entonces la investigación empírica; “giro en la mirada” que puso en cuestión los universalismos y los enfoques estructurales para situar la mirada en el sujeto de la acción, en sus contextos particulares con sus determinaciones históricas, sus singularidades culturales, sus diferencias y las distintas maneras de pensar sobre los grandes y los pequeños acontecimientos y situaciones por las que han cruzado las historias particulares. (Uribe de H., 2004: 11.)
El mundo globalizado que hoy vivimos nos enfrenta, como seres humanos que habitamos el planeta y como responsables de su conservación y transformación, a hacer parte de un cambio permanente y en muchas ocasiones inesperado, doloroso y abrupto.
Y como investigadores sociales nos invita a comprender las realidades inéditas, complejas, desafiantes, que vivimos hoy. Ello ha implicado construir enfoques de investigación que permitan aprehender la sociedad en movimiento, y con ella comprender a los seres humanos que en su diversidad enfrentan los retos del mundo hoy, transforman sus visiones, sus sentimientos, sus formas de ver y vivir la vida, de relacionarse con otros seres humanos y con la naturaleza.
La imagen del investigador social, que cada día toma relevancia, nos lleva a verlo como un ser humano, inserto en el mundo de la vida, en
interacción, como sujeto, con actores sociales, que aportan sus conocimientos y experiencias para entender desde sus complejos y cambiantes mundos interiores, las relaciones con el universo circundante y construirlo día a día.
Un investigador en diálogo con actores sociales diversos en sus formas de ser, pensar y visionar el mundo, invita a reconocer que la realidad la construimos quienes habitamos este planeta y lo hacemos no solo desde el HACER sino también y fundamentalmente desde EL SER: desde el reconocimiento de lo que somos y queremos ser, desde la comprensión de los otros y de las realidades humanas históricas y sociales.
Porque la investigación social se inscribe en el mundo de la vida, involucra nuestra propia vida, y la vida de los seres que día a día construyen la realidad.
Desde esta perspectiva, el conocimiento es el resultado de la interacción entre múltiples actores: el investigador, los participantes, en sus diversas dimensiones. Todos estos actores hacen parte del mundo vivido, lo construyen, interaccionan con él y a partir de las lógicas de pensamiento que guían las acciones sociales, construyen comprensiones sobre las situaciones que viven. Es una relación entre sujetos y de éstos con su realidad histórica, relativa y cambiante.
El momento que vivimos demanda estudiar las realidades sociales en su complejidad, múltiples relaciones y cambio constante mediante enfoques investigativos que permitan enfrentar la incertidumbre que acompaña los procesos sociales, económicos y políticos; paradigmas basados en el diálogo de saberes, la interdisciplinariedad; en la relación entre los hombres y de estos con la naturaleza.
Nuestra sociedad, marcada por los conflictos, reclama enfoques de investigación basados las múltiples verdades subjetivas (interpretaciones, verosimilitudes) que los heterogéneos sujetos
sociales construyen según su contexto y condiciones. La sociedad es diversa en sus actores, sus condiciones, historias, cultura, visiones, percepciones, imaginarios, y por ello cada actor o grupo social construye su verdad y el investigador da cuenta en sus comprensiones de esas múltiples verdades. Esta forma de conocimiento reconoce y respeta las diferencias y permite aportar a la construcción de una sociedad incluyente donde recobremos la confianza y el valor del otro y contribuyamos a mejorar la calidad relacional y material de la vida.
Estos enfoques de investigación aportan a la comprensión de las situaciones y orientan procesos de intervención social (planeación, programas, proyectos, diseño e implementación de políticas públicas) en armonía con las necesidades y posibilidades de las personas a quienes se dirigen. Y a un nivel micro, potencian las capacidades de organización y trabajo comunitario, de auto reconocimiento de potencialidades y limitaciones y apoyan la realización de programas que tienen como propósito mejorar la vida.
La manera de conocernos, conocer al otro, conocer la naturaleza es relacionándonos, estableciendo lazos con aquello que queremos conocer. Por ello, la investigación cualitativa requiere de la interacción permanente, de crear vínculos con los actores y contextos para poder adentrarse en el mundo de la interioridad de los sujetos y de las particularidades de los contextos que ellos habitan para comprenderlos.
Conocer al otro en su contexto implica reconocerlo como fuente de conocimiento, con capacidades de reflexión, de transformarse y trasformar su entorno. Es considerarlo como SUJETO de investigación. La investigación social cualitativa es humana, tiene rostros, permite conocer la condición humana, nos acerca a los seres humanos de carne y hueso en sus limitaciones y
posibilidades, sus sueños y derrotas, sus alegrías y tristezas sus esperanzas y desesperanzas. Interactuar con ellos en el fluir de la vida nos posibilita ver su rostro y a veces, acercarnos a su corazón y a su alma, a lo más íntimo de su ser y de esta forma, como en un espejo, vernos a nosotros mismos, enfrentarnos a nuestro propio ser.
La investigación social motiva procesos reflexivos que pueden conducir a transformar algunas visiones sobre la vida y sus condiciones y en ocasiones a cambiar el rumbo de la propia vida, las relaciones con los otros y con el entorno. Permite, a los participantes de la investigación, reconocer su potencial, entender que su conocimiento es válido y de esta forma contribuye a dignificar su existencia.
La investigación social reconoce en todos los seres humanos desde sus condiciones particulares, su contribución al conocimiento y a la construcción de la realidad social que analizamos, reconoce su diversidad, le da un lugar a cada uno de ellos.
El investigador, como sujeto de los procesos investigativos es un ser humano dotado de valores, de visiones, concepciones que guían, nutren y dotan de sentido a su ejercicio humano y profesional. Estos valores, experiencias, vivencias y concepciones están presentes en la selección del tema, la formulación de la pregunta, la construcción del objeto y por supuesto en todo el proceso de realización de la investigación. Preguntarse: ¿Qué hay de mí en este proyecto de investigación?, ¿a cuál pregunta vital estoy respondiendo? permite identificar las motivaciones internas del investigador, tomar conciencia de ellas, sustentar la justificación desde la dimensión personal y construir identidad con el proyecto de investigación, que, al fin y al cabo, hace parte de su propio proyecto de vida.
El investigador tiene un patrimonio construido a partir de su formación académica, de sus vivencias y de sus experiencias, que las comparte en el proceso investigativo. Por tanto, todo su ser espiritual, emocional, intelectual está presente en la investigación. De igual manera, el patrimonio de los participantes es puesto al servicio de la investigación mediante consentimiento informado y libre de aportar a la misma.
A través de los procesos cualitativos nos enfrentamos a realidades cambiantes marcadas por la incertidumbre: “lo que es hoy puede no ser mañana”, la sociedad cambia, se mueve, se transforman las visiones, los sentimientos, las formas de ver y vivir la vida llevando a asumir la relatividad del conocimiento, su incompletud y a entender nuestros propios límites y los límites del conocimiento que contribuimos a generar. A veces, sin darnos cuenta, en un proceso lento nos vamos transformando en seres un poco más tolerantes, humildes. “Nadie sale igual de un proceso de investigación " De cada uno de ellos aprendemos de nosotros mismos y de los otros. En ese trasegar de la investigación nuestra propia vida queda marcada con huellas indelebles, con aprendizajes, con rostros y vivencias que hacen parte de nuestra vida, con preguntas inagotables, que siguen pendientes de ser resueltas y que nos invitan a continuar investigando.
La investigación social nos enfrenta al difícil reto de conocernos a nosotros mismos. Y como hemos dicho que la sociedad cambia de manera permanente y a veces abrupta, los investigadores nos vemos abocados a idear nuevas formas de investigación que sean pertinentes a las realidades que tratamos de estudiar. Ello implica búsquedas de caminos alternos, a veces impensados para realidades también impredecibles que nos asombran y sorprenden.
Este camino investigativo es una propuesta interdisciplinar, ya validada en diferentes contextos y que cobra especial vigencia en el
mundo globalizado de hoy marcado, entre otras situaciones, por guerras, migraciones, desplazamientos, inequidades, desigualdades, violencias. Esta forma de comprendernos a nosotros mismos, a los seres humanos y a la naturaleza, se plantea como una posibilidad de reconocernos en nuestra diversidad y diferencias, comprendernos en nuestras heterogéneas formas de pensar y actuar y desde ahí acordar formas de construir realidades donde todos tengamos un lugar.
Y es así como la investigación social con enfoque humanista, comprensivo y transformador toma sentido.
Referencias bibliográficas:
Uribe de H., (2004). En: Galeano, Eumelia, Estrategias de investigación social cualitativa. El Giro en la mirada, Fondo
Editorial Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Universidad de Antioquia, 2ed, 2018, p11.
O
sobre el bello trabajo del pensamiento
Por: Andrés Esteban Acosta Zapata, filósofo, docente del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia.
El lugar
El lugar es sorpresa, rompe con una visión del mundo. El lugar es permanencia, prolongación en el tiempo, como quienes aman y descubren el sentido inagotable de su acto, se llenan de razones nuevas para insistir, casi al modo de un combate, de un triunfo contra la derrota. El lugar funda un nuevo comienzo, una nueva rutina, construye nuevos ritos, transforma la mirada. El lugar se intensifica en el afecto y deja de ser ideal para convertirse en patria, en tierra que pisamos para volver con gratitud.
A eso le damos un nombre: Universidad. Todo tendrá que ser repatriado, un retorno a cada una de las preguntas que fundan un estilo, una forma de habitar, un tono de voz, palabras que nombran y cuentan, vínculos que transitan y se hunden en la carne. Es la vida nueva. Hay que descubrir las preguntas: el saber, la amistad, el amor, la verdad, la duda, la escucha, la dignidad, la utopía, el fracaso.
Ante los ojos los pequeños universos: la biblioteca, las ceibas, la fuente, una totalidad que complejiza la sensación del tiempo, la concepción de la aventura y el proyecto, la inminencia de un deber, de un compromiso con el acto de pensar. El lugar se particulariza, surgen pequeños territorios que solo tienen sentido si se habitan en la tensión entre soledad y comunidad. Se intuye un impulso que tendrá que ser pulido para alcanzar lo propio, lo que emana naturalmente luego de largas jornadas de búsquedas, cuestionamientos y ensayos. Y en el camino el error. De otra forma no será posible que el saber se identifique con la vida.
La Universidad es una invitación, una extensión de la mano para
descubrir un tacto. ¡Eso! Un cuerpo común, la sumatoria de ideas, esfuerzos y rebeldías. Se entiende el vértigo primero, la sensación inicial que advierte la inmensidad del nuevo paisaje.
Mucho más, la Universidad mira el afuera, que no lo es de forma definitiva. Mira la ciudad y las montañas. También es la ciudad y las montañas. Afuera y adentro en comunión. Adentro el mundo exige ser el refugio, en medio de la hostilidad, de la violencia. Una de tantas tareas: cuidar todo refugio, sanar las grietas que corrompen sus mejores deseos. Afuera hay una demanda, una exigencia de pertinencia.
La Universidad seduce, se acerca y causa una tensión inevitable. ¿Cómo responder? Habrá que participar de un saber y crear, servir a una alternativa que no es el presente del éxito, la venta de sí, la conversión de cada vida en objeto de cambio. Habrá que crear en el vacío, en la duda, en la ambigüedad; saber sin el olvido de sí, sin el desprendimiento de las razones colectivas.
En medio de la multiplicidad de saberes, una actividad noble, que emparenta con la historia, sitúa en el presente y proyecta: leer. Hay una frase de Juan José Hoyos que premia el acto de la lectura en su dimensión más vital: “Dicen que la vida es un libro que ya está escrito, y que vivir significa aprender a leerlo, aunque tenga líneas torcidas”. Leer es aprender a mirar.
El acto fundamental
Atreverse a un esfuerzo desconocido. En la Universidad nace otra lectura. El mundo se renueva. Todo es motivo para la mirada. Leer el afuera, leer la intimidad, leer los territorios, pero, con especial dedicación, leer los libros. Primero, la mirada. Allí está en potencia el pensamiento.
En parte, en la lectura está en juego la felicidad, sin embargo, no solo la lectura es esto, porque pocas veces la felicidad puebla nuestro mundo. También está en juego el desencanto, la renuncia,
el cansancio. Para leer hay que cuestionar y ser buscador incansable. La lectura empieza en el deseo desinteresado por hallar otros caminos, por abrir el mundo a nuevas formas, por ahondar en el alma individual y en el alma compartida, por darle una nueva posibilidad al pasado, por renunciar a la dictadura del consumo y el éxito, por ver que las hojas que caen de la ceiba son también las hojas que tienen lugar en el poema o que el sonido de la guitarra en un pasillo suena también en el relato, por asimilar que la existencia crece debajo de la piel y puede ser expresada a través de las palabras.
No se debe olvidar el descubrimiento del deseo, que es el instante cuando en un libro aparece el corazón humano en sus múltiples formas de decir. Una vez palpita el deseo, lo siguiente es la responsabilidad del trabajo. La lectura es trabajo, uno que pretende la libertad, que desata nudos de incomprensión y apacigua una cotidianidad sin maravilla. La maravilla que es la definición de lo poético. Esta frase de Víctor Gaviria lo dice mejor: “Esta alegría es la poesía, pensé”.
Trabajar por la maravilla, por el momento de comprensión, vincularse con la historia y hacer la historia propia. Este trabajo reta a ir más allá, compensar el deseo con más deseo, no para saciarlo, sino para que permanezca en la misma medida en que ofrece luz. En la lectura está el intento constante por rechazar la nada, la eliminación de la utopía, el destierro de los afectos. Cuando las páginas de un libro llevan al placer, afirmamos el instante: vale la pena estar vivo. En otras ocasiones, en el libro está la advertencia sobre la dureza del mundo: sobre el lado terrible de la condición humana. Para aprender lo uno y lo otro, para integrarlo a la estructura vivencial, hay que volver a las líneas, anotar, contrastar ideas, transformar las opiniones y retomar el impacto ante lo leído. Leer es persistir, esta es una característica del trabajo por la libertad. Comparto una idea de Aura López, un llamado a la persistencia y al placer:
Requiere para su plenitud, la persistencia. Y quien se sumerge en el encanto de esa persistencia, ya no querrá salir de ahí porque cada experiencia placentera será un paso que nos hace desear nuevas experiencias y que nos abre nuevas puertas. Y nuevas miradas. Y siempre, una posibilidad nueva de más placer. La lectura es un ejercicio progresivo que se amplía y se enriquece en el camino de su práctica (1992, p. 59).
La belleza del pensamiento
Persistencia concuerda con valentía. Quien es valiente no teme mirar su realidad, desnudarse, describirse y narrarse, llegar hasta el pensamiento. No hay pensamiento sin esfuerzo, sin la entrega meticulosa a una causa que confiere dignidad. De allí que la Universidad deba transmitir pasión por la lectura, leer las grandes obras que convocan la energía íntima para entender el movimiento de la vida y su posibilidad -a veces en desuso- de ser mejor.
Quiero entonces afirmar que la pasión es la dirección del deseo hacia el trabajo, es decir, hacia la libertad. Siento que la Universidad está encargada de esta tarea. En la lectura que emana de la pasión y el esfuerzo está la potencia del pensamiento. Quizá un maestro o una maestra solo pueden llegar hasta este límite, hasta la apertura de los caminos. Lo otro será la autonomía, el planteamiento de la crítica, la lucha contra la injusticia, el reproche a la minimización de la vida a una lógica del consumo, el amor a los ideales nobles, la ampliación de las fronteras creativas (crearse, crear las relaciones, crear el mundo).
Leer es el bello trabajo del pensamiento, es comenzar otra vez, renovar la fragilidad y la vulnerabilidad sin tener que proclamar la seguridad o la posesión de la verdad. Entre más sea el trabajo, se percibirá más la belleza. Lo bello se mide en la capacidad de advertir matices, de entender las variaciones mínimas de un alma, lo mínimo que compone los grandes propósitos.
Entiendo por Universidad una nueva posibilidad para la lectura, el aprendizaje excepcional que comunica que un libro alienta el mundo, que una novela, un poema o un cuento contienen una descripción excepcional de la vida, que buscar los fundamentos propios es procurar entender la totalidad que componemos como humanidad. Cierro con las palabras de Héctor Abad Gómez, que son una buena muestra de la belleza del pensamiento:
Pero no quiero ser trascendental, en el sentido peculiar del término. Soy demasiado humano para caer en la estupidez del frío y calculado intelectualismo. Sin ser ni un escritor, ni un científico, ni un literato, ni un poeta, soy un hombre que siente y que tiene interés y necesidad de expresar sus ideas. Soy un hombre que busca (2017, p.140).
Referencias bibliográficas:
Gaviria, V. (2022). El campo al fin de cuentas no es tan verde.
Abad, H. (2017). Manual de la tolerancia.
Hoyos, J. (2023). El libro de la vida.
López, A. (1992). La lectura, un placer sensual. Revista Interamericana de Bibliotecología.
Por una universidad decente
Por: Mario Yepes Londoño, maestro en arte dramático, docente de cátedra en las facultades de Educación, y de Comunicaciones y Filología de la Universidad de Antioquia.
Carlos Gaviria Díaz promulgó, como lema de su campaña a la Presidencia de la República, el propósito “por un país decente”. Por desgracia, no fue él quien alcanzó entonces la Primera Magistratura sino Álvaro Uribe, el mismo que lo llamó “guerrillero de civil” y que ya sabemos qué otros lemas y propósitos buscaba con su insaciable voracidad de poder, y las consecuencias sangrientas de sus acciones y omisiones. Gaviria se retiró de la competencia por cargos públicos después de haber desempeñado con suficiencia otras magistraturas: la Corte Constitucional, el Senado y, para su explícito orgullo cuando decía que ese título era el más alto que había tenido, la condición de Profesor que cumplió principalmente en nuestra Universidad de Antioquia y en otras ilustres.
Veamos la definición etimológica de decente formulada por Coromines: “…del latín decens,-ntis, principio activo de decere ‘convenir, estar bien (algo a alguien), ser honesto’”. Honesto, a su vez, se asimila con honrado y honorable. Una Universidad decente sería entonces aquella que convenga a quien se debe, a la sociedad, y de una condición honrada y honorable. Una que honra el compromiso con sus propios ordenamientos, sus estatutos y normas (como la nación y el Estado que la rige deben honrar su Constitución y sus leyes), para merecer la autonomía universitaria tan necesaria, pero que tanto se reclama con frecuencia de manera oportunista y para defender lo indefendible: la extraterritorialidad
del campus que es aprovechada para la violencia dentro del claustro, la parálisis y la anomia académicas, la violación de las normas para reivindicar una virtual y única norma: las decisiones de asambleas antidemocráticas míreselas por donde se las mire.
A 220 años de su fundación en el claustro de San Francisco, ubicado en la plazuela que devendría en la de San Ignacio, con todas las implicaciones que esos nombres tuvieron en su andadura inicial y durante décadas, atravesando las olas contrarias que a toda la nación conmovieron durante todo el siglo XIX de la República y las guerras civiles, finalmente la Universidad llegó a un siglo XX de la urbanización, la industrialización acelerada con sus nuevos conflictos sociales y los de la Violencia liberal – conservadora, y los posteriores del conflicto que aún perdura desde la Guerra Fría, las guerrillas y las incontenibles migraciones internas. En el camino, a la dirección inicial y constante de la inspiración católica y conservadora, a la Universidad la conmovieron las disensiones que se produjeron como reacción a la República Liberal hasta el punto de que el Alma Máter vio partir a hijos suyos a engendrar otras universidades de signo confesional, las cuales a su vez engendraron a otras más, diversas, dentro de la misma región antioqueña. La lucha incesante de los círculos ilustrados, especialmente desde el Radicalismo (finalmente derrotado por desgracia), por la separación de la Iglesia y el Estado y por la educación laica, finalmente fueron propósitos alcanzados en la Constitución de 1991. Pero no se libró por ello nuestra Universidad ni el resto de las universidades públicas nacionales y regionales, del espíritu dogmático y de secta ni del afán -tan imbuido en la mentalidad colombiana- de imponer por el miedo la ideología y los proyectos de poder, incluso de hacerla cuartel de encontrados grupos violentos que durante sesenta años se han hecho voceros de sus alineaciones internacionales; en cualquier
país se vería con sorpresa lo que entre nosotros es cuotidiano hoy mismo: grupos que insisten en recetarnos el maoísmo o la alineación (alienación) con el ELN.
Si volvemos al comienzo, a la noción de institución o persona decente que “conviene” a algo o alguien y que en nuestro caso es la conveniencia de la Universidad con la sociedad, debemos preguntarnos cuál es esa conveniencia; de una manera general y sin entrar en la minucia y la complejidad de ese predicado, podemos referirnos, para cuestionarla, a esa afirmación tan comúnmente aceptada: “la Universidad es el reflejo de la sociedad”. Una mentalidad interesada en los protervos propósitos dichos arriba (la violencia, la imposición ideológica), la anomia que promueve la anarquía y la parálisis académica, la comodidad de algunos, la ignorancia de los más, la connivencia interesada de algunos incluidos ciertos dirigentes, requiere la supuesta validez de esa afirmación para justificarlo todo: los aciertos y los fracasos, las virtudes y los vicios del ser de nuestra sociedad y de sus culturas, las prácticas políticas pacíficas y las violentas, todo ello como algo que simplemente se da, se produce espontáneamente y, rasgo de la cultura, debe ser respetado o, visto de otra manera, como un destino ineludible que es mejor aceptar, llamándolo tolerancia y obligación de la Universidad acogerlo.
De esta manera la Universidad, convertida en simple reflejo pasivo de lo mejor y lo peor de la sociedad, renuncia a un deber que le es imperativo convenir con la sociedad: ser la crítica de ella. Estudiarla en todos sus aspectos, reconocerla en todas sus manifestaciones y en sus componentes ocultos para diagnosticarla tras los análisis científicos, proponer soluciones sin posiciones ideológicas o banderizas; para ello, estimular el debate sobre la sociedad y sobre la
Universidad sin censuras de ninguna clase, como las que derivan de lo que se considera políticamente correcto, y esto tanto desde posiciones del poder formal como del fáctico que se ha impuesto.
No me cansaré de afirmar que, si la Universidad renuncia a ese papel de crítica de la sociedad, sobra la Universidad.
Sueño con una Universidad de Antioquia que en su tercer centenario ponga como paradigmas a los innumerables docentes y estudiantes que han enaltecido a la Institución con investigaciones y prácticas académicas, científicas, artísticas, humanísticas y de servicio a la sociedad. Que lo haga de una manera tal que toda su comunidad las conozca y reconozca hasta el punto de compararlas superiores a las de la anarquía, la parálisis, la ignorancia satisfecha que es la mejor definición de la mediocridad; que rechace y suprima de los claustros, sin posiciones de falsa moral, el mercado de los vicios y los intereses económicos que han inundado al campus de negocios privados; éstos, los que ocupan y estorban el espacio público, no apuntan auténticamente a resolver problemas sociales de los estudiantes sino a favorecer a monopolios bien sustentados y apoyados por los grupos violentos, todo lo cual ha convertido al campus principal en un lugar carnavalesco y boicoteador de la calma indispensable para la vida académica.
Sueño con una Universidad que cada vez más reivindique el valor y la urgencia de una formación científica que no excluya, sino que incorpore con suficiencia las humanidades y las artes. Que reconozca y enmiende los inmensos vacíos que en este campo traen los estudiantes que llegan desde el ciclo básico de la educación, una responsabilidad que harto le toca desde hace décadas; en esto debe reconocer las carencias de la formación de
los docentes. Frente a ello, se impone una reflexión: la Universidad pública de las últimas décadas se ha plegado sin mayores objeciones (los resultados lo demuestran) a las imposiciones de una burocracia oficial de distintos gobiernos nacionales, compuesta a su vez precisamente por universitarios de formación deficiente y acatadores de otras imposiciones de orden internacional conducentes a la desigualdad del acceso al conocimiento según el origen, y a su vez a la aceptación de todas las desigualdades. La consecuencia peor es el detrimento de una seria educación política, de cuya carencia son manifestaciones claras la violencia, el rechazo a la norma necesaria en la vida académica y la imposibilidad de formar a ciudadanos con pensamiento autónomo que contribuyan a la transformación de la sociedad.
Una Universidad más que bicentenaria no puede seguir, para obtener el reconocimiento de sus Programas y de su posición en la sociedad, acatando sumisamente esas imposiciones por parte de instituciones oficiales que le son inferiores en el orden académico.
De esta manera, la Universidad establecería plenamente su condición “honrada y honorable”. Decente.
Preservar la universidad
Por: Pablo Montoya Campuzano, escritor, docente de la Facultad de Comunicaciones y Filología de la Universidad de Antioquia.
Son tiempos difíciles los que atravesamos ahora. El planeta está sumergido en una crisis climática como nunca antes la había tenido, al menos desde que el hombre irrumpió en él creyéndose el dueño de su destino. Hay un lobby armamentístico que nos aplasta y nos somete porque es el motor máximo las economías imperialistas. Existen unas democracias, endebles por el nivel de corrupción en que se mueven, que intentan sobrevivir en medio de los ramalazos provocados por los extremismos de la izquierda y la derecha. El desequilibrio entre los que viven bien y los que padecen la precariedad cotidiana es tan desproporcionado que suscita un repudio absoluto. Y el fantasma de una guerra nuclear, más destructiva y arrasadora que todas las guerras del pasado, nos acecha.
Asistimos a la evidencia de un mundo que declina aparatosamente y que avizora el futuro con esperanzas manipuladas por la publicidad, el populismo y las diferentes religiones. La fábula de las ranas que adoran un ídolo levantado en el charco donde habitan e ignoran que ese ídolo es una bestia que las devorará más tarde, resuena con inquietud en nuestra comprensión. No es fácil, entonces, enseñar y aprender y trabajar en las universidades públicas de hoy porque a ellas, reflejos tremendos de las sociedades que las han ideado y materializado, las rodean dificultades y escepticismos continuos.
Soy profesor de la Universidad de Antioquia desde hace más de veinte años y ahora más que antes, debido a esta crisis extrema y
generalizada, soy consciente de los grandes retos que ella debe asumir en aquella dimensión precaria –así cada día la vayamos modelando– que llamamos futuro. Dos de esos retos –que son en realidad luchas– me parecen primordiales y quisiera abordarlos aquí con la brevedad que estas líneas exigen.
En primer lugar, debemos preservar este espacio, en cierta medida utópico, donde los procesos de la enseñanza y el aprendizaje se abrazan. Y preservarlo como lo que ha sido él desde que surgió como tal, es decir, como una institución pública de educación superior. Hay que apuntalar nuestro quehacer diario con la convicción de que la Universidad de Antioquia no puede inclinarse ante las presiones del capitalismo neoliberal que concibe la educación como una mercancía y el ámbito del intercambio cognitivo como una empresa. No somos eso, nunca lo hemos sido y debemos luchar para que jamás lo seamos.
Esta lucha, sin embargo, debe ir acompañada de otra, igualmente ardua y definitiva. No podemos enfrentar a lo que atente contra el carácter público de la universidad con mecanismos violentos. Nuestra lucha ha de ser, en todas sus múltiples facetas, pacífica. Sin duda, beligerante, segura y fuerte, pero jamás armada. Porque nosotros no somos ni un batallón, ni una iglesia, ni un partido político, ni mucho menos el bastión de grupúsculos facciosos. Todos estos organismos, que han tenido su razón de ser en las armas y que han intentado siempre penetrar en los ámbitos de nuestra academia, no son modelos apropiados para nosotros.
La Universidad de Antioquia, esa que debemos amar cada día con renovado entusiasmo, debe seguir siendo el lugar de los
humanísticos; el de las altas emociones que suscitan las artes, la danza y el teatro; el de la práctica de los deportes vitales; el del cuidado del cuerpo y la mente no solo de los seres humanos, sino de nuestros hermanos vegetales y animales; el de la fiesta del abrazo con el otro, con ese otro que es diferente a nosotros y también bastante parecido; y el de las marchas de protesta contra todas las injusticias del mundo.
Pero lo que ha de seguir siendo la Universidad de Antioquia, nuestra Alma Mater, nuestra más profunda razón del ser y el hacer ha de desarrollarse en medio de una atmósfera en la que debe predominar, como divisa esencial, el respeto, la tolerancia y la capacidad de asombro que prodiga todo conocimiento.
Educación
Por: Hilda Mar Rodríguez Gómez, magister en Educación, docente e investigadora de la Facultad de Educación de la Universidad de Antioquia.
IEl futuro tiene muchos nombres. Para referirnos a él, optamos por decir progreso, avance, mirar hacia adelante, cambio y transformación. Casi siempre, el futuro se presenta como una esperanza de algo distinto, como una promesa de radical transformación, una oferta de algo que no teníamos y no sabíamos que necesitábamos. A veces adopta la forma de algunos artefactos que totalizan su sentido y se sumerge en un universo que todavía no existe, pero que la palabra hace posible. Otras veces, se disfraza de profecía y decreta la muerte o la desaparición de objetos, mundos y relaciones.
Leer las estrellas, interpretar el tarot, escuchar a las personas mayores, derivar leyes científicas de las observaciones sistemáticas, producir interpretaciones sobre los hechos sociales, análisis y proyección de patrones y modas, usar la inteligencia artificial y el juego de algoritmos e imaginar, son algunos de los métodos que hemos empleado para adivinar, intuir, predecir, calcular, comprender y prepararnos para los cambios venideros que, como promesa, se instalan en el deseo y se pregonan en los discursos de todo tipo.
Sin embargo, parece que funcionamos mejor hacia atrás; esto es, mirando lo que ya ocurrió e intentando analizar, criticar, contextualizar eso que ya pasó. Y ello es posible gracias a ese cúmulo de saberes que la humanidad ha legado y que sirven de zancos para ver más y mejor. Ya lo dijeron Bernardo de Chartres (“Pararse sobre los hombros de gigantes”) y Newton (“Si he logrado ver más lejos ha sido porque he subido a hombros de gigantes”) en dos momentos distintos de la historia para reconocer que sus teorías, pioneras, son deudoras de formulaciones previas. Por ello, en
un tiempo en el que la innovación impone un ritmo desenfrenado para el cambio, la actualización, la pertinencia o la creación, volver la mirada a la tradición puede ser una fórmula para resistir, para afirmar el rumbo o corregir su ruta. Porque, como dice Margaret Atwood, “lo que sí podemos hacer es zambullirnos en el presente, que contiene las semillas de lo que quizá acabe siendo el futuro”.
Y hacer esto no es abdicar del futuro; sino mirarlo desde lo que tenemos, que a veces es poco, inútil, innecesario, insuficiente o inadecuado; y otras veces resulta adecuado, pertinente, suficiente. En ocasiones se lee como una distopía, otras cuántas como una bella utopía. Algunas más, permite leerlo como una novela; esto es, como una ficción; o como un ensayo; es decir, como una relación de hechos, acciones e historias que se articulan en nuestro devenir para darle sentido a la vida, al bien común. El futuro permite una lectura múltiple, diversa y dispersa que tomará cuerpo en un relato de principios compartidos, búsquedas conjuntas y hallazgos inesperados que nos ponen de frente a lo que somos, sabemos y podemos saber.
II
¿De que estará hecho el futuro? De momentos efímeros, de presente continuo, de un pretérito imperfecto. El futuro se contará en horas mínimas, de detalles que hacen resistencia a las pretensiones totalizantes, a las demandas excesivas de ajuste y pertinencia, del mercado o los rankings (“Que entiende de posibilidades históricas, /Pero carece, en esencia, de un futuro.”, dice el poeta Charles Simic, pág. 41); se medirá en tiempo que se intercambia por enseñanza, investigación, extensión. El futuro estará compuesto de esa cotidianidad que ya vivimos, de muchos campus que bullen de risas, sueños, conocimientos, de puntos de vista que permiten que lo vivido sea puesto bajo otra luz, preguntas que hacen reverberar el saber,
que animan y alientan la Universidad. El futuro, siguiendo a Bloom (2005) deberá, como ahora, contener "esplendor estético, poder cognitivo y sabiduría", junto a esos tres ejes misionales que han sido eje y brújula de las acciones y reflexiones.
El futuro de la Universidad estará compuesto, también, de los éxitos que se acumularán durante estos años, éxitos que hablan de las elaboraciones en los distintos campos: descubrimientos, invenciones, patentes, relaciones, proyecciones y otras formas de comprensión y aplicación del conocimiento a la vida que tenemos. Queremos que también incluya los errores, sea porque se han convertido en fracasos o porque fueron base de otras elaboraciones. Dice Manguel que “(…) para “fracasar mejor” debemos ser capaces de reconocer, a través de la imaginación, los errores e incongruencias. Debemos poder ver qué tal y tal camino no nos lleva en la dirección deseada, o que tal combinación de palabras, colores o números no se aproxima a la visión intuida en nuestra mente” (pág. 15). Un futuro que tiene una cartografía del error como una ética ontológica que permite seguir por la senda de los inventores, esos que Vives (2004), el pedagogo español que vivió entre 1492 y 1540, definió como “cuantos reúnen hechos dispersos, desmenuzan los confusos, explican los complicados y ponen en claro los oscuros.” (pág. 11). Porque, como en la pintura y sus pentimentos, en la Universidad los errores son memoria de los cambios de época, de ideas, de curso, de orientación o perspectiva.
III
En el presente, como en el pasado, a la educación le sobra (ganas, tiempo, saberes), le falta (calidad, precisión, utilidad), necesita (reformas, intervenciones, alianzas) requiere (recursos, espacios, resultados). Será lo mismo en el futuro, cualquiera que sea. En él, en ese espacio-tiempo conjugado, la educación también será deficiente, generará sospechas, será depositaria de esperanzas, requerirá nuevas orientaciones, saberes y
prácticas. Para hablar de ella, quizás usemos metáforas conocidas ahora: puerta, cárcel, control, domesticación; y algunas otras que el futuro propondrá y que la literatura nos ha donado: programación, teleformación, pantallas, plataformas y otras más. Esperemos que en ese futuro brillante no sea necesario ser meros espectadores de la acción, beber pócimas mágicas para mejorar el aprendizaje o instalar chips, u otros dispositivos, para aprender aquello que es menester.
En ese futuro, también la educación será tradición, anclaje, entrega o donación de pasados (gloriosos o deslucidos) que se verán, esperamos, como necesarios y precisos, útiles y adecuados para enfrentar la tradición, seguirla, recuperarla, contrastarla. Y allí, en el futuro, también la tradición será anacrónica, estará banalizada, podrá ser incómoda. Esa tradición que llega al futuro contará que en la Universidad se abrieron, no sin dificultades y limitaciones, espacios a otros mundos y lenguajes, se escucharon voces que provenían de otros entornos y territorios y que nos enseñaron que el mercado no era todo, que había otras formas de relación que no son la explotación, que había otros centros, muchos otros, que servían de eje para las rotaciones vitales y epistemológicas.
En el futuro también habrá preguntas relacionadas con la necesidad/urgencia de aprender tal o cual cosa, de la utilidad de esos conocimientos (sean la programación, la tabla periódica, las guerras civiles en el mundo, los conflictos étnicos o la literatura). El poeta polaco Adam Zagajewski (2019) se pregunta “¿quién ha dicho que haya que dejarse arrastrar por las tendencias de la época?” (pág. 11); y esta debe ser una pregunta para atender, de manera crítica, la avalancha de peticiones y demandas sobre el deber ser de la Universidad.
En el futuro, como ahora, seguramente se dirá que es mejor enseñar por proyectos, de manera interdisciplinaria o con aplicación a la
práctica, como ya proponía Comenio en La pampedia (1992), hace más de 350 años, cuando indica que la mejor manera de aprender era “(…) por medio de la teoría, de la práctica y de la utilización.” (pág. 150). Entonces, diremos que esos métodos beben de las tradiciones pedagógicas (solo por poner un ejemplo, el método de proyectos -que cuenta con muchas variaciones, nombres y siglas- data de 1916, sí, ¡1916!). Así, la invención de los métodos de enseñanza en el futuro necesitara que volvamos la vista atrás. Porque las razones de la innovación, las urgencias del cambio y las demandas de la transformación son tantas, que resulta difícil ser original al hablar de los cambios, las innovaciones y las transformaciones.
Las respuestas que hemos dado en el presente a estas inquietudes están relacionadas con el método, la formación, el espíritu investigativo y la necesidad de una formación crítica para enfrentar un mundo cambiante (tecnologías, población, formas de gobierno, discursos, invenciones, fabulaciones, creaciones y descubrimiento) que requiere algo más que información. Por ello, en el futuro, como se ha pregonado desde hace más de 500 años la educación seguirá teniendo como eje la vida misma, el deseo de bienestar y dignidad. Así, la educación se comprenderá como un espíritu de época, como proyecto político de libertad y comunidad.
IV
La esperanza es este instante, dice Clarice Lispector (2007, pág. 117). Y con base en ella diré que el nuevo rumbo es este, el de ahora, el que la Universidad ha construido durante 220 años, con diversos instrumentos (intelectuales, sociales, culturales, políticos). El nuevo rumbo es múltiple en acciones, gestos y gestas, participaciones, hechuras, labores y presencias. Un rumbo con múltiples caminos: académicos, escolares, investigativos, políticos, burocráticos, estratégicos, poéticos y uno especular que nos permite contemplarnos y comprender, como dice el
poeta “(…) yo soy del tamaño de lo que veo, / y no del tamaño de mi estatura”. Quiere esto decir que tenemos un rumbo propio, interno, íntimo, desplegado en un conjunto de logros humanos y vitales que, a veces, son esquivos a los indicadores y mediciones que aprecian otras materialidades. Porque la Universidad ve las regiones, la desigualdad, los problemas sociales, los avances técnicos y tecnológicos, la formación. La Universidad puede, como lo ha hecho hasta ahora, percibir lo mínimo, lo diminuto, lo minúsculo y también lo macro, aquello que está cerca y hace parte de nuestra historia y todo aquello que viene de lejos y, como líneas secantes, cruza lo propio. Observa el pasado reciente, asiste al presente con asombro y decisión de comprensión y avizora el futuro como quien otea el horizonte. La Universidad, en el futuro, seguirá siendo artilugio generador de ideas, proyectos, propuestas, miradas, problemas, respuestas y preguntas que como dice Manguel (2015) sobre los signos de interrogación “curvado sobre sí mismo en oposición al orgullo dogmático”, son la vía para evitar el solipsismo.
V“Otro tiempo vendrá distinto a éste. / Y alguien dirá: / «Hablaste mal. Debiste haber contado / otras historias: / violines estirándose indolentes / en una noche densa de perfumes, / bellas palabras calificativas / para expresar amor ilimitado, / amor al fin sobre las cosas / todas”. Dice el poeta Ángel González. Otro tiempo vendrá y allí el pasado, este hoy que ya vivimos y seguimos construyendo, aparecerá como una marca, una huella, un punto de referencia para inquirir, interpelar, criticar, complementar. El futuro nos mirará, esperemos que con indulgencia, y probará nuestra estatura intelectual; pues, esa biografía institucional que harán en el futuro de la U de A, de la De Antioquia (La elisión es parte del rumbo, hace mucho somos La de Antioquia, y este nombre es ya una marca),
estará menos en los certificados de acreditación institucional y en las crónicas de las aventuras, y más en el estilo de acción, en los espacios conquistados, en la diversidad expresada en la cotidianidad. Porque, como dice Nieto Caballero (1979) “la escuela es ante toto un ambiente” (pág. 127), una atmósfera que traduce un espíritu y una visión para que su propósito sea, además de instruir “(…) la formación del carácter, la rectitud de conciencia, la lealtad, el valor, el sentimiento del deber” (pág. 128).
Esperemos que esas historias, relatos, investigaciones, viajes al pasado que se harán incite y motive a la revisión de lo que ya tenemos, de lo que hemos hecho. Y que sea posible releer el pasado y reinterpretarlo para seguir en la ruta de la formación.
Referencias bibliográficas:
Atwood, Margaret (2023). Cuestiones candentes: Una mirada crítica a la realidad actual, desde el feminismo hasta el cambio climático. Salamandra.
Bloom, H. (2005) ¿Dónde se encuentra la sabiduría? Taurus. Trad. Damián Alou.
Comenio, J.A. (1992). Pampedia (Educación universal). Madrid, UNED.
Traducción de Federico Gómez T. de Castro.
Manguel, A. (2015). Curiosidad. Una historia natural. Almadía. Traducción de Eduardo Hojman. Nieto Caballero, A. (1979). Mensaje a los maestros, en Nieto Caballero, A. (1979). La escuela y la vida. Instituto Colombiano de Cultura, pp. 127-130
Simic, Ch. (2014). Hacha. Mil novecientos treinta y ocho. Antología poética. Valparaíso. Trad. Nieves García Prados.
Vives, J.L. (2004). Tratado de la enseñanza. Porrúa.
Zagajewski, A. (2019). Acantilado. Traducción de Anna Rubió y Jerzy Sławomirski.
La Universidad de Antioquia es rica y jugosa
Por: Luis Germán Sierra Jaramillo, escritor y poeta, Sistema de Bibliotecas de la Universidad de Antioquia.
No tiene sentido ser nostálgico cuando vienen recuerdos de la UdeA. Todos esos años allí, muchas veces de día y de noche. Casi no tiene sentido, en general, ser nostálgico. Es como llorar sobre la leche derramada. Añorar lo que ya pasó, negar daños irreparables. Lo que pasó no son daños, para empezar, y debe evocarse más como memoria, como aquello de lo cual seguimos aprendiendo (no prendidos) y, por qué no, festejando.
La Universidad son muchas cosas. Libre albedrío, libertad, autonomía, lecturas, exposiciones, biblioteca grande, obras de teatro, cine formador, amigos, gente que manda sin soberbia ni amenazas, conciencia, rebeldía, ganas de cambiar el mundo. Muchas cosas que no teníamos antes. Y que vamos asumiendo poco a poco. Cuando salimos de la U somos otra persona. La misma, pero muy distinta a la que entró. La Universidad, paulatinamente, ha producido cambios definitivos en nosotros. Siempre salimos transformados. Casi siempre mejores, aunque, sabemos, es muy difícil hablar de calificaciones morales. Hablar de mejores y peores es, cuando menos, arbitrario.
En 1984, como empleado de la denominada en esos momentos
Biblioteca Central (Biblioteca Carlos Gaviria Díaz desde 2015), vi los comienzos de El Águila Descalza con Carlos Mario Aguirre y su Sueño del pibe, su La cantante calva, su Médico a palos en el patio exterior de la Biblioteca, y después en el Teatro Camilo Torres con Cristina Toro. También vi nacer Frivolidad, esa revista maravillosa, de las plumas de Carlos Mario Gallego y Sergio Valencia, estudiantes de periodismo y
literatura, respectivamente. Sus chistes y habladurías en Tronquitos (y tome tinto), su séquito de seguidores. Ese fue el preámbulo indiscutido de Tola y Maruja, también de los dos, y aún vigente por Carlos Mario Gallego.
Poesía, cuento, novela, arte, historia, antropología por José Manuel Arango, Luis Fernando Vélez, Juan José Hoyos, Ana Cristina Vélez, Hernán Botero, Natalia Pikouch, Óscar Castro, Elkin Restrepo, Jaime Alberto Vélez, Luis Fernando Macías, Carlos Arturo Fernández, Javier Domínguez, Óscar Jaramillo, Pablo Montoya, entre otros. Todos profesores de la U. Libros premiados y reconocidos. Libros en los que también aprendimos a querer la Universidad. Y a sentirnos orgullosos de ella. Y pintores, muchos pintores y escultores en la Universidad de Antioquia.
La cultura en la Universidad de Antioquia es rica y jugosa. Vimos y oímos a Gonzalo Rojas, a Eugenio Montejo, a Totó la Momposina, a Pablo Milanés, a Sara González, a Teresita Gómez, a Álvaro Mutis, a Juan Gustavo Cobo Borda, a Rogelio Echavarría, a Juan Manuel Roca, a Fernando Charry Lara, a José Emilio Pacheco, a Jorge Volpi, a Juan Villoro. Oímos a García Márquez en los 200 años de la Universidad. Vimos y oímos a…
La Universidad de Antioquia está llamada a recuperar su liderazgo cultural en Antioquia. No puede convertirse, por nada del mundo, en una mera fábrica de egresados. En mis últimos años como empleado de la U (salí en 2022), oí estudiantes a los cuales les interesaba solo egresar. A como diera lugar: egresar para trabajar. Era notorio, igualmente, un gran desinterés por la lectura y por la biblioteca. Allí se iba solo, mayoritariamente, a hacer tareas. La biblioteca, en más de una ocasión, era asociada con el bullicio que se escucha en una plaza de mercado. Ninguna campaña servía. Los lectores no iban y las quejas arreciaban.
¿Los tiempos cambian? ¿Hay muchas necesidades económicas en la gente nueva, y todo empeoró después de la pandemia? ¿Hace falta más imaginación para atraer como, creemos, antes a los públicos y que llenen los escenarios, entusiasmados y dispuestos? Preguntas. Habría que ser un permanente inconforme. Porque para los conformes todo está muy bien como está. Y no. La buena calidad se impone y atrae, sin necesidad de presiones. Esa debe ser la mayor consigna de la Universidad de Antioquia. Y de buena calidad está llena.
La universidad y las utopías
Por: Eufrasio Guzmán Mesa, filósofo, docente del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia.
Quizás George Simenon tenía buena parte de la razón cuando afirmó que la vocación de la escritura no es otra cosa que la aceptación de la infelicidad como único destino posible, eso es algo mayor que el deber autoimpuesto de no dejar pasar un solo día sin escribir una página.
Cuando se toma como opción vital la escritura hay un deseo innegable de comprender, pero en algunas vocaciones literarias el deseo de imitar es fuerte como en el caso de Faulkner, fascinado con las ideas de Simenon de caminar todo el día, hablar con personas sencillas, dormir en un burdel, ingerir una pinta de whisky y amanecer escribiendo. Pero, en el caso de la universidad y su relación con las utopías el asunto no es tanto encarnar, expresar, como sí lo es comprender, investigar, difundir y, siempre en un ambiente crítico, examinar, estudiar y revisar los fundamentos y las pretensiones de las utopías. Y no obstante ha resultado que por épocas la universidad, desde un observador cuidadoso interno o externo, parece fascinada con algunas utopías en particular. Se plasman en sus muros y se terminan de aceptar como dogmas. Veamos.
Las utopías han sido presentadas, paradójicamente por significativos escritores como Víctor Hugo, como “la verdad del mañana”. Son expresión de la capacidad humana de imaginar, así sea desde el hambre y la necesidad insatisfecha, como es el caso de algunas de la Edad Media, el País de Jauja o de Cucaña, con ríos de leche, miel o vino y alimentos sin restricción y ausencia de necesidad de trabajar. Brueghel ilustró de manera precisa esas fantasías. Las utopías de mayor fuerza, y posible realización, aparecen con la modernidad. Y es que buena cantidad de las
utopías que el mundo occidental ha adoptado tienen puntos en común; al depender o estar relacionadas con la capacidad de imaginar, en ellas toman asiento elementos comunes como la supresión de la propiedad privada, considerada la creadora de profundas injusticias si están asociadas, además, a los derechos de herencia y sucesión; proponen algunas una comunidad de bienes y una rotación de oficios tal como en algún momento se intentó en Cuba, con la zafra de los 10 millones de toneladas de azúcar, que llevó a intelectuales, profesionales de todo tipo a ir a cortar caña de azúcar.
Estas utopías están a contrapelo de la que planteó Platón en La República donde el rey debe ser un filósofo.
En cuanto al derecho a la propiedad, desde Virgilio en sus Geórgicas hasta Marx o los kibutz de Israel, se plantea una tierra sin vallas o alambrados; en el caso de Tomas Moro se simplifica el aparato de estado, unas pocas leyes, que podamos memorizar, además de unos pocos objetos durables y útiles, muy a tono con la oposición actual a la obsolescencia programada que inunda la tierra de artículos banalizados, con poco uso, montañas de ropas, chatarra que inunda caminos y poblados y detritus de todo tipo que forman islas en los mares e impiden la llegada de aguas al mar. Vasco de Quiroga, traductor de Moro, pensaba como él que eso solo se daría más fácilmente en comunidades de máximo 2.000 habitantes y un ambiente de comunicación y planeación conjunta.
A pesar de su diversidad en las utopías también encontramos como elemento común la dura crítica a las clases dominantes y sus excesos, la recomendación de austeridad a los políticos, la propuesta de poner a la comunidad por encima de los individuos y algo que las universidades del planeta no dudarían en suscribir: la confianza en la ciencia y la racionalidad y una nítida expectativa en el progreso. A
utopías muy vigorosas y actuales, como las de los socialistas del siglo XIX, debemos el deseo de la perfección humana, la introducción de los derechos económicos y políticos, la libertad de elección o participación en la conducción de los asuntos públicos y hasta el derecho a la rebelión o el regicidio (John Locke). Y no olvidamos que un tema tan debatido con algidez desde el siglo XX como el de la eugenesia, la justicia social y la posibilidad de un salario básico o renta universal (Henri de Saint-Simon o Thomas Pogge) tienen un sesgo utópico de marcada claridad y pertinencia histórica.
El actual gobierno colombiano ha puesto sobre el tapete, por ejemplo, que sobre el derecho a la movilidad por autopistas y vías muy desarrolladas se debe poner el derecho a la salud, la educación y la cultura. Utopías duras, que han liderado procesos radicales del siglo XX, sobre todo en Asia, proponen eliminación del estado, abolición de las clases sociales y preeminencia o dictadura del proletariado que permita muchas cosas como la disminución de las horas de trabajo y, por encima de todo, el abandono del pacifismo, la destrucción de la burguesía y los terratenientes; estas utopías que llamo duras se oponen a los cooperativistas y otros que considera demasiado espirituales y poco realistas, pero se han encarnado en proyectos políticos que han tenido genocidios descomunales como macabro resultado (Stalin y Mao).
Y somos conscientes de que sobre los puntos enunciados anteriormente de manera optimista o simplemente propositiva se ciernen las severas críticas de las Antiutopías y las Distopías (George Orwell o Stanislaw Lem) que expresan una honda crítica a la fe en el conocimiento, una duda en la razón como motor intelectual y una desconfianza en el progreso y hasta el fin de la historia (Fukuyama).
¿Qué hace la universidad frente a todos estos temas, o mejor, qué debe hacer frente a la imposición de utopías? Y la respuesta, por supuesto, no debe ser imaginaria, como la dominación en la sociedad de quienes proponen el amor libre, la destrucción de la familia o la dominación y el control de la sociedad a partir del género, como se intentó ya en Colonia Cecilia de Brasil. Lo primero es que no puede una institución como la universitaria caer en el camuflaje o la adopción irrestricta de una tal o cual utopía, como alguna que se plasma en muros centrales del campus. En el futuro las universidades deben tener la posibilidad de estudiar las utopías, evaluar su capacidad prospectiva y proponer a la sociedad que se alimente críticamente de los valiosos elementos que muchas de ellas tienen.
¿Nuevos dioses o nuevos peligros?
Por: Julio González Zapata, abogado, docente de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia.
Siendo un poco aguafiestas, quisiera hablar sobre los peligros de la tecnología de la informática. Y digo que aguafiestas porque con toda razón se me podrá decir que esa tecnología ha logrado hacer del mundo una verdadera aldea global, que se ha vuelto imprescindible en nuestra cotidianidad, que los servicios de los que nos valemos a toda hora serían imposibles sin ella y que, además, los avances que puede obtener la humanidad en la ciencia, otras tecnologías, y, en general el conocimiento, son incalculables y posiblemente, todavía se pueden esperar mucho más. Es decir, que se ha vuelto imprescindible. Sería necio discutirlo. Pero que igual de evidentes son los daños que se vienen causando sobre todo en dos asuntos de suma importancia: la democracia tal como la entendíamos, es decir, que deben gobernar los que libremente elijan las mayorías, supuestamente bien informadas y el deterioro notablemente de la discusión pública que han generado las redes sociales.
Sobre esto no tengo nada original que decir. Apenas recordar un autor y apoyarme en una autora contemporánea.
El recuerdo proviene de Edwin Sutherland que escribió hace más setenta años un libro que lo hizo famoso: El delito de cuello blanco Terminado de escribir en 1949 apenas se pudo publicar completo en 1983, más de treinta años después de la muerte del autor. Esa demora en su publicación se debió a que la obra documentaba que las setenta grandes corporaciones de EE. UU. y sus directores actuaban como verdaderos criminales profesionales porque violaban sistemáticamente la ley, se burlaban del público, menospreciaban al
gobierno y jamás alcanzaban el reproche social ni las sanciones penales ni el estigma social que recibían los delincuentes de pequeña monta, y en muchos casos, su prestigio aumentaba porque simplemente se les consideraba empresas y empresarios exitosos. El autor en su momento no encontró editor por el temor a represalias.
Guardando algunas similitudes, Shoshana Zuboff ha escrito, sesenta años después de Sutherland, sobre las grandes compañías informáticas y la conducta de estas las encuentra bastante similares a aquellas que estudió Sutherland. Su prepotencia se ejerce contra todos los Estados, al punto que los han convertido en sus clientes. Apple, Amazon, Microsoft y Facebook especialmente, definen la suerte de la población y que por ende del mundo. Algunos de sus ejecutivos y dueños, súbitamente han devenido en los opinadores de lo divino y lo humano. Ya no son esas terribles organizaciones como la CIA, la KBG y nuestro desaparecido DAS, quienes nos vigilan sino esos gigantes de la informática. Nos vigilan y pretenden orientarnos nuestros gustos y nuestras opiniones. Su inmenso poder, ha dejado a la democracia convertida en un cascarón sin contenido.
Cierto uso de las redes explica que personajes que en otras condiciones los hubiéramos considerado como especímenes exóticos, haya podido ganar la presidencia en varios países. Hoy un político con aspiraciones no se rodea de expertos en los diversos temas que cuando ocupe el cargo debería enfrentar, sino que acude a expertos en el manejo de las redes que le permitan ganar adeptos mediante mensajes sencillos, generalmente engañosos, pero que apelan a las emociones de los destinatarios, para generar amores u odios irracionales. Cualquier opinión sin sustento, y en algunos
casos delirante, puede generalizarse y su autor se puede convertir en un personaje reconocido.
¿Qué podríamos hacer frente a estos desafíos en una institución como la Universidad de Antioquia?
Como básicamente vivo del pasado las claves intento buscarlas allí. Cuando hace más o menos tres siglos la humanidad derrotó a la fe con la razón, se trataba básicamente de una batalla contra los representantes de Dios en la tierra. Hoy esos dioses están entre nosotros y operan con una lógica parecida: todo es natural y no podemos hacer nada porque “el mundo es así”.
Me aferro a la esperanza de que algo pueda cambiar y en las universidades algo se puede hacer: por lo menos apelar al conocimiento serio y no a la charlatanería y sobre todo recuperar aquella vieja enseña de que debemos pensar por nosotros mismos y no dejamos arrastrar de las emociones. Retomar a Kant, no para salir de la minoría de edad, sino para des-sujetarnos de un mundo que nos presenta como natural pero que fue construido por quienes ya no ocultan sus rostros. No es renunciar a la tecnología sino denunciar e intentar modificar sus malos usos. La universidad cuyo patrimonio es el conocimiento, debe levantar la voz ante un mundo reducido a chips. Y del que, por desgracia, nos vanagloriamos.
Referencias bibliográficas:
Zuboff, S. (2021). La era del capitalismo de la vigilancia. La lucha por un futuro humano frente a las nuevas fronteras del poder. Bogotá: Paidós. Sutherland, E. (1999). El delito de cuello blanco. Madrid: La piqueta.
La sociedad del conocimiento y la universidad
Por: Francisco Cortés Rodas, filósofo, docente del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia.
El sistema de educación superior colombiano se enfrenta a nuevos problemas y realidades determinadas por los cambios producidos por la globalización económica y las transformaciones en el orden internacional, que inciden en las instituciones de educación superior y provocan modificaciones en su forma y misión. Lo que impuso el neoliberalismo, incorporado y consolidado en muchas universidades públicas del país, es que la universidad debe actuar como una empresa manejada estratégicamente buscando el éxito en la competencia por fondos, profesores y estudiantes y debe abandonar la idea de la comunidad científica como una institución básica de la producción colaborativa del conocimiento como un bien público global, y avanzar hacia la producción de un conocimiento competitivo como un bien privado para obtener rentas monopólicas en la competencia global para la innovación económica, escribió Richard Münch.
(ver: https://bit.ly/3crvpKL).
En la época del despliegue de la cultura de la sociedad neoliberal, la universidad se ha orientado básicamente por el valor de mercado del conocimiento y se distancia de la formación de los ciudadanos en las disciplinas humanísticas. “Actualmente, el estado de la educación humanista se ve deteriorado por todos sus flancos: los valores culturales la desdeñan, el capital no está interesado en ella, las familias llenas de deudas y ansiosas por el futuro no la exigen, la racionalidad neoliberal no la indexa y, por supuesto, los Estados ya no invierten en ella”, dice Wendy Brown.
(ver: https://issuu.com/anthropos-editorial/docs/conflicto _facultades_issuu).
Frente a estas situaciones es necesario proponer una nueva idea de universidad, ya que estamos ante el momento de decidir entre una concepción de universidad centrada en el conocimiento científico, la innovación, la renta y el crecimiento económico, y otra en la que se articulen la ciencia y la investigación con el cultivo de las humanidades, las ciencias sociales y las artes.
Quienes conciben la universidad como el lugar fundamental para el conocimiento científico, la innovación, la renta y el crecimiento económico se basan en el denominado paradigma de la “sociedad del conocimiento” en el cual se plantea como problema fundamental: ¿cómo incrementar en las universidades e institutos de investigación el capital científico? “En primer lugar debemos contar”, escribe Vannevar Bush, “con muchos hombres y mujeres formados en la ciencia, porque de ellos depende tanto la creación de nuevo conocimiento como su aplicación a finalidades prácticas. Segundo, debemos fortalecer los centros de investigación básica que son principalmente las facultades, escuelas e institutos de investigación. […] Sólo ellas dedican casi todos sus esfuerzos a expandir las fronteras del conocimiento” (1945: 7).
Esta radical transformación de la relación entre ciencia y técnica o tecnología que ha conducido a que la ciencia básica se haya transformado en un generador de descubrimientos científicos inspirados en muchos casos por consideraciones de uso, ha tenido un profundo efecto en la estructura de la universidad. La sociedad basada en el conocimiento y su economía determinan que la universidad se oriente hacia la creación de un conocimiento en el que los procesos científicos estén relacionados con aplicaciones
técnicas y con procesos de innovación tecnológica. Tales investigaciones han producido el conocimiento fundamental para dar respuesta a determinados problemas sociales; y no solamente son importantes por sí mismas, sino que crean la oportunidad de que el apoyo público para este tipo de investigación sea aceptable para los políticos y los contribuyentes.
En la “sociedad del conocimiento” se requieren instituciones del conocimiento que sean capaces de articular investigación científica, aplicación, distribución e innovación en un amplio contexto social. El conocimiento en esta sociedad es un recurso que debe ser orientado al crecimiento económico, la productividad, y la universidad debe articular sus tradicionales objetivos relacionados con la formación, la docencia y la investigación con una visión pragmática y utilitaria del conocimiento.
En la propuesta del modelo de la “sociedad del conocimiento”, que está en la base de lo que se ha denominado “universidad de investigación”, las ciencias sociales y las humanidades no son concebidas desde su específica racionalidad. Están insertas en la propuesta no como saberes independientes con su propia historia y tradición ni como disciplinas de investigación que tienen cada una su particularidad, sus formas de comunicación, de publicación y racionalidad. Las ciencias sociales y las humanidades son definidas de forma subordinada frente las otras ciencias, como disciplinas que darán un apoyo del conocimiento a estas universidades para plantear los paradigmas del desarrollo en el país. Se concibe que las primeras deben servirles de apoyo, de adorno a las segundas para hacerlas más “culturales”. En este sentido, se puede afirmar que las ciencias sociales y las humanidades están incluidas en el planteamiento desde una visión
unilateral del conocimiento científico, la universidad y el país. Para algunos científicos y filósofos de la ciencia, es una opinión fuertemente arraigada desde los siglos XIX y XX que la ciencia ha hecho el mundo moderno y que es ella la que ha formado su cultura. Consideran que la ciencia dirige la economía, la política, la cultura, y que la práctica científica ha sido la fuerza determinante en el desarrollo y la expansión de la globalización. El hombre moderno piensa en términos científicos, y pensar de otra manera, afirman los científicos, es pensar de forma inadecuada, absurda: “Para bien o para mal, la ciencia está en el centro de cada dimensión de la vida moderna. Ella ha formado la mayoría de las categorías en términos de las cuales pensamos” (Shapin, 2008: 10). Para estos autores, “el progreso social depende de la creación de puestos de trabajo, estos de las empresas y el comercio, que dependen a su vez de la invención de nuevos productos y por tanto de las innovaciones tecnológicas, las cuales sólo surgen si hay investigación científica aplicada y, como fundamento de ella, investigación básica” (Echeverría, 2003: 211).
Pero la sociedad no se apoya únicamente en el dominio de la naturaleza, en el descubrimiento de nuevos métodos de producción, en la construcción de máquinas, en los importantes avances de la medicina o en la dirección de la economía; la sociedad se basa en todo esto, tanto como en la creación de aquellas prácticas que permiten una comprensión de la historia, las culturas, la ordenación normativa de las relaciones entre los hombres, la dominación de unos hombres por otros. El surgimiento de las ciencias sociales y humanas en la modernidad no se produjo con los métodos que los
investigadores de la naturaleza habían utilizado para descubrir unas leyes en el mundo natural.
Las áreas de ciencias sociales y humanidades, que se desarrollaron desde el inicio de la modernidad, no siguieron el progresivo camino de las ciencias. Frente a la afirmación triunfalista de que la ciencia ha hecho el mundo moderno y ha creado la cultura moderna, la filosofía y las ciencias sociales han sido críticas de los procesos de modernización. Desde Rousseau y Marx, hasta Lukács, Durkheim, Adorno, Horkheimer, Arendt y Freud, las ciencias sociales y humanas se han ocupado de develar las profundas patologías de la sociedad moderna y de señalar el camino de la emancipación social y política de las sociedades.
En suma, el modelo de “universidad de investigación” tiene un problema central: se basa en una política de Estado que define que la financiación debe ser casi exclusivamente para “ciencia, tecnología e innovación”. Esta política pone en un segundo lugar la orientación sobre la universidad basada en “sociedad”, propiciando así solamente la competitividad y la productividad y olvidándose de la formación de la persona, del ciudadano y del individuo racional. Al dejar que la política educativa sea diseñada exclusivamente por científicos y empresarios, ella queda supeditada a los cálculos de los beneficios empresariales.
Este modelo de “universidad de investigación” se preocupa básicamente de la especialización y la orientación hacia la investigación doctoral y deja de lado la educación de las personas, la formación en los asuntos básicos de las culturas, las grandes civilizaciones y las humanidades. Indiscutiblemente, la especialización y la formación investigativa deben realizarse,
pero a partir de unos conocimientos generales sobre la historia, la política y el arte; sin ellos, como decía Ortega y Gasset, la educación es barbarie. “Debido a la fragmentación predominante en los estudios, la mente de los estudiantes no recibe ninguna estimulación para conseguir una visión integral del mundo: la universidad se ha transformado en un politécnico” (Oakeshott, 2009: 147). La universidad debe investigar, pero también tiene como tarea fundamental la formación; una universidad que no enseñe no es una universidad, del mismo modo que una universidad que no promueva por igual el desarrollo de todos los saberes, tampoco lo es.
Pensar que la investigación en ciencias naturales e ingenierías se opone a las humanidades no es más que un argumento falaz de una visión muy ideologizada de la ciencia, pues hay elementos inevitablemente humanos en la investigación en cualquier campo. Esto se puede apreciar en la obra de cualquier gran científico, no solo como reflexiones aisladas sino como constitutivas de sus prácticas investigativas (Newton, Darwin, Einstein). Pensar que la investigación natural no es humana y social es una idea equivocada y una de las falacias que circulan con naturalidad en el mundo de la ciencia.
El poder político de la universidad pública
Por: Germán Valencia, economista y doctor en Estudios Políticos, docente del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia
La política tiene el poder de convertir un asunto privado en un problema público. En su mundo, un tema personal, que se desenvuelve en el espacio de lo íntimo y que aparentemente le puede interesar a tan solo un número reducido de sujetos, se puede transformar en pocos días en una cuestión que les interesa a muchos y en el que es conveniente que todos nos vinculemos en su discusión (Warren, 2003, p. 21).
Este poder transformativo de la política opera todos los días. Ocurre, por ejemplo, cuando a un líder social o a un periodista se le hace un atentado o se le asesina. Ante estos hechos trágicos, la política lo convierte en un tema de interés nacional o internacional. En pocas horas, luego de los acontecimientos, alzamos la voz para solidarizarnos con aquel que sufrió la agresión —como ocurrió con el semanario satírico francés de izquierda Charlie Hebdo, donde todos, luego de los atentados terroristas de enero de 2015, comenzaron a llamarse Charlie (Rotger, 2025).
Es decir, la política tiene en sus manos el potente mecanismo de, si se lo propone, lanzar a la esfera pública todos aquellos problemas que acontecen en el mundo de lo privado. De llevar los problemas del espacio íntimo —de la habitación matrimonial en una casa o de las oficinas— a la plaza pública. Convierte un asunto marginal —como el maltrato que un miembro de una pareja le da al otro o el acoso laboral que sufre un trabajador de una empresa cualquiera— en tema que todos sentimos y donde es necesario que todos nos involucremos en su tratamiento.
Este mismo poder transformador lo posee la universidad pública. En estas organizaciones de educación superior se logra que, en tiempos
relativamente cortos, se metamorfoseen asuntos cuasi-privados —que ocurre en un aula, una oficina o un pasillo— en problemas colectivos. Incluso, tiene el poder de traer a sus ágoras de discusión —una asamblea estudiantil o un claustro de profesores— asuntos que ocurren en barrios marginales de la ciudad, en las lejanas veredas del departamento o en los apartados rincones del mundo.
Este poder transformador de la universidad pública le viene dado, no por la fuente de sus recursos —que, en su mayoría, provienen del Estado y que lo único que hace es convertir a estas organizaciones en entidades estatales (Valencia, 2010, p. 39)—, sino por el poder político que tienen para transmutar los problemas. O en palabras de David Easton (1999) o Harrod Lasswell (1936), en el siglo XX: por la fuerza social que posee de “asignar valores como autoridad” pública. Como el respeto por la diferencia, la importancia del conocimiento, el desprecio por la mala distribución y las injusticias sociales y el cuidado y compromiso que debemos tener con los peores favorecidos en la escala social.
La universidad pública tiene el poder de ayudarnos como sociedad a que logremos clarificar nuestros intereses normativos en el mundo de la política (Warren, 2003, p. 21). Nos ayuda a convertir esos asuntos cotidianos —que ocurren y se desenvuelven en sus aulas, pasillos y oficinas o en los espacios íntimos y cotidianos de la sociedad— y llevarlos al lugar donde estamos todos. Convierte temas como el maltrato animal, la violencia feminicida o la destrucción criminal de un río o una montaña en un asunto en el que debe involucrarse toda la sociedad.
En los 220 años de la Universidad de Antioquia —los mismos que cumplió en octubre de 2023—, está organización educativa ha logrado construirse y mantenerse como una institución que ha estado presente en la mayoría de los debates públicos de la ciudad, del departamento y del país. La sensibilidad que ha manifestado siempre frente a las problemáticas humanas y sociales de su entorno, le han permitido convertir asuntos cuasi-individuales y transformarlos en asuntos colectivos.
En su historia, el Alma Mater de los antioqueños ha servido de espacio para que se discutan importantes temas. Así ocurrió a comienzos del siglo XIX, donde se configuró como “el proyecto intelectual de la independencia” (Uribe, 1998, pp. 1-84). Un siglo después, cuando está institución educativa se convirtió en el proyecto social del nuevo siglo, con las ideas republicanas de Carlos E. Restrepo (pp. 197-330). O con los aportes que hizo desde mediados del siglo XX hasta hoy, cuando realizó el “pacto universitario” por la autonomía partidista, la modernización científica y la diversificación académica (pp. 467-654).
Durante todo este tiempo la Universidad ha sabido leer las demandas y necesidades de la población, del sector empresarial y del mundo globalizado, y transformarlo en nuevos y variados programas académicos de pre y posgrado. Espacios formativos con lo que ha sabido moldear las mentes inquietas y comprometidas de miles de profesionales que con sus conocimientos han sido capaces de transformar espacios y formas de vida, proponiendo y ejecutando políticas y programas para promover la responsabilidad social empresarial, el bienestar comunitario y el reconocimiento cultural. También, como centro de pensamiento ha logrado configurar unos
programas de investigación y de extensión, con agendas construidas colectivamente y desde las regiones que le vienen permitiendo atender las necesidades de las comunidades agobiadas por el conflicto armado, el cambio climático y la pobreza y desigualdad territorial. Sus grupos de investigación, atentos a las condiciones sociales, vienen realizando estudios sobre las causas, la naturaleza y las consecuencias de fenómenos como la violencia y el crimen organizado, el subdesarrollo económico y social, y los vacíos democráticos e institucionales.
Está dinámica de trabajo desde la docencia, la investigación y la extensión le ha permitido a la Universidad de Antioquia aportar con evidencia a los proyectos colectivos nacionales. Por ejemplo, desde hace varias décadas se viene trabajando para que la educación terciaria se convierta en un derecho ciudadano y no en un servicio que se presta a cambio del pago de una matrícula.
También, en la importancia de avanzar en el destierro de todos los espacios públicos y privados de la violencia basada en el género. O en asumir con responsabilidad, el cuidado del medio ambiente y la transición energética.
De allí que la propuesta para la Universidad de Antioquia —que somos todos: estudiantes, profesores, administrativos, egresados y visitantes— en sus 221 años de vida es continuar con esta dinámica transformadora. Se le propone seguir siendo un espacio abierto, receptivo y comprometido con la realidad social. Abierto a la escucha, a la conversación, al debate y a la aparición de nuevos temas. Receptivo, para que las demandas individuales
y colectivas se les dé un lugar en la discusión pública, que es su naturaleza. Finalmente, comprometido con la transformación social, para mejorar la vida de las millones de personas que tienen la esperanza puesta en la labor universitaria.
De esta manera la Universidad de Antioquia estará siempre vigente: como organización educativa, como proyecto colectivo y como espacio político. Una universidad que sabe leer las necesidades humanas —los sentires, que generalmente se dan en los espacios privados— y que se apresta para convertirlos en asuntos de todos. Una universidad pública a la que le interesa el cuidado que todos debemos tener con el cuerpo de un niño o niña en la casa, el respeto que debemos guardar con la apariencia física o el vestir de un compañero de trabajo, el valor sagrado que debemos darle al agua y la naturaleza, y, en especial, la defensa permanente del bienestar colectivo y planetario.
Una Universidad de Antioquia que contribuye con sus debates y opiniones —razonables y razonadas— a mejorar las condiciones de vida individual y colectiva, a aportar a la reducción de las violencias y defender los valores democráticos y la buena convivencia. Una universidad que con su espíritu abierto, deliberativo, crítico y creativo está siempre atenta a proponer variadas formas de atender esos agravios, esas injusticias y esas vidas anuladas que se gestan en el mundo privado y traerlos al espacio de lo público para convertirlo en un asunto de todos.
Finalmente, una universidad pública vinculada con la realidad, que se ofrece como escenario para que aparezcan y fluyan las ideas, para escuchar y ser escuchada, para ella cambiar y también transformar. Para que siga siendo —como lo sugieren los padres de la ciencia
política— un actor que guíe nuestros intereses normativos en la esfera pública. Así, nuestra Alma Mater nunca pasará de moda, pues sabe llevar a la escena pública nuestras mayores necesidades.
Referencias bibliográficas:
Easton, David. (1999). Esquema para el análisis político. Amorrortu.
Lasswell, Haroll. (1936). Politics: Who gets What, When, How. Whittlesey House.
Rotger, Francesc. (15 de enero de 2015).
Todos nos llamamos Charlie Hebdo. Diario de Mallorca. https://www.diariodemallorca.es/bellver/2015/01/15/llamamoscharlie-hebdo-3772771.html
Uribe de Hincapié, María Teresa (coord.). (1998). Universidad de Antioquia. Historia y presencia. Universidad de Antioquia.
Valencia, Germán. (2010). Sobre lo público de la universidad pública. En Universidad y coyuntura. Una ocasión para decir. Págs. 39-42. Claustro de profesores, Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia.
Warren, Mark. (2003). ¿Qué es la política? En: Arteta, Aurelio; García, Elena; Máiz, Ramón (2003). Teoría Política: poder, moral, democracia. Págs. 21-48, Alianza Editorial.
Universidad,
activismo y saber literario
Por:
Juan Esteban Villegas Restrepo, egresado del programa de Literatura de la Universidad de Antioquia.
IMerecedores de admiración, respeto y solidaridad serán siempre los diferentes tipos de activismos que florezcan en la universidad. No encuentro lógico que alguien que se precie de amar el proyecto científico, social y cultural más importante del departamento, y uno de los más importantes del país, no celebrase los aportes que estos, en tanto espacios para la producción de teoría y praxis, así como para el ejercicio libre y comprometido de la ciudadanía, le hacen de manera constante a la cultura universitaria. A lo anterior debe añadirse que la intervención participativa que en muchos casos les vertebra, promueve sin duda alguna un diálogo más dinámico y menos paternalista con la sociedad.
¿Pero qué pasa cuando el activismo académico comienza a desplegarse en el marco de un modelo de educación superior como el actual, construido mayoritariamente sobre la base de un capitalismo cognitivo? ¿Bajo qué criterios verdaderamente vinculados a los procesos formativos y disciplinares de nuestros estudiantes debemos acercarnos al diálogo de la praxis con la teoría? ¿Cómo pensar una integración que no vaya en perjuicio de los cimientos epistemológicos del conocimiento científico que se produce en la universidad, pero también de las bases epistemológicas, metodológicas, organizacionales y hasta incluso afectivas del activismo? ¿Cómo velar por que estos (los activismos) no se conviertan en espacios para la domesticación de la acción y el pensamiento?
II
Frente a estas preguntas, cargadas de reservas y temores, no faltará quién diagnostique nerviosismo academicista y nostalgia profesoral por el desmoronamiento tanto físico como simbólico de los vestigios últimos de esa ciudad letrada de la cual soy en efecto parte. O quien, parado en la orilla de la pedagogía, sostenga que mis dudas ignoran el hecho de que la inserción curricular del activismo, además de encontrar legitimidad en los lineamientos curriculares del país (diseñados hoy con base en los criterios, a veces irresponsables, de una supuesta “flexibilidad académica” y un “currículo innovador”), es también una oportunidad para acentuar la responsabilidad y el compromiso de la universidad para con la sociedad. No faltará, finalmente, quien vea en este reclamo de antiguos fueros un gesto reaccionario.
Pero más reaccionario y contrario al espíritu de justicia social sería ignorar la trampa que el discurso del universalismo universitario de la identidad y la diferencia supone para los activismos que allí se gestan. El mismo que de un tiempo para acá se ha materializado en la imagen de la universidad políticamente comprometida y crítica, que promueve el activismo, pero que al mismo tiempo pareciera contentarse, solamente contentarse, con enfatizar la exclusión o violencia a la que están sometidos ciertos grupos sociales[1].
III
“Vacuna” es la palabra que usa Roland Barthes en su libro Mitologías (1957) para señalar el proceso a través del cual se inmuniza “lo imaginario colectivo mediante una pequeña inoculación de la enfermedad reconocida” para posteriormente
defenderlo “contra el riesgo de una subversión generalizada”[2].
Por lo menos en las humanidades, y sobre todo en los estudios literarios, los efectos de esta vacuna son ya constatables en muchos de los procesos de docencia e investigación del país y la región. Inoculación que, por ejemplo, ha posibilitado a nivel pedagógico y curricular la permeación acrítica, sustancial e irónicamente conservadora y jerarquizada de retóricas, posturas y formas de leer que, guiadas por un supuesto anhelo de reivindicación, convierten al lector en un simple y pasivo ventrílocuo de reclamos y denuncias, y a la literatura en un simple “texto” que, si se me permite el juego cacofónico, no es más que un pretexto para hablar de todo, menos del texto. En la base mesocurricular de este universalismo universitario de la identidad y la diferencia está, entre muchos otros, el paradigma neohistoricista estadounidense de los años 80 al que tanto se enfrentaron críticos literarios como Harold Bloom e historiadores como Dominick LaCapra. Inicialmente aplicado al estudio de la episteme renacentista por críticos como Stephen Greenblatt, Catherine Gallagher, Gilles Gunn, entre otros, dicho paradigma surge entonces como respuesta a la inmensa brecha entre “mundo” y “texto” que se había ido formando a manos del inmanentismo formalista de escuelas o paradigmas anteriores (el formalismo ruso, el new criticism estadounidense, la estilística, el estructuralismo francés y checo, entre otros).
Su incorporación en los predios de la crítica y la teoría literaria se da, como muchos podrán haberse percatado ya, de manera paralela y para nada casual a la desintegración de la Unión Soviética (hecho que además coincide con la institucionalización hegemónica de los estudios culturales angloamericanos, para ese momento en su tercera fase) , y por la vía, siempre rentable, del discurso redentor con tintes
sociologistas que, ufanándose de su espíritu emancipador, deriva sin embargo en neutralizaciones o regresiones no sólo políticas, sino también científicas y estéticas:
-Políticas, porque fiel a su sustrato ingenuamente culturalista, este acentúa, por ejemplo, el fenómeno de las guerras o diferencias culturales para de ese modo esquivar, vía el próspero mercado capitalista de identidades e identificaciones siempre instagrameables, cualquier tipo de reflexión crítica con perspectiva económica y/o política[4];
-Científicas, porque en virtud de su espíritu “aperturista”, “interdisciplinar” e “innovador”, este termina tarde o temprano volatilizando o desechando de manera irresponsable propuestas crítico-teóricas y/o metodológicas previas, para así facilitar el aterrizaje masivo y económicamente rentable de handbooks y manuales teóricos Made in USA que, aunque ajenos a nuestras realidades, deben no obstante citarse. A lo que habría que añadir que, por lo menos en el contexto de los estudios literarios latinoamericanos y caribeños, estamos hablando de aportes que, en su momento, encarnaron, con férrea convicción, un anhelo genuino de soberanía intelectual, haciendo de todo algo más deleznable todavía. De ahí lo atractiva que resulta para muchos en el aula esa hermenéutica de la sospecha, con sosos matices foucaultianos, en la que el desmantelamiento de las relaciones de poder en términos de raza, clase, sexo, género y, de un tiempo para acá, naturaleza y medioambiente (vía la llamada “ecocrítica”), se convierte en la única, aburrida y autocomplaciente variable de análisis. Hecho que no fuera del todo problemático tampoco si no fuera porque lleva a que el crítico y teórico literario en formación llegue, y sin sonrojarse, a las mismas benditas conclusiones a las que, con todo respeto,
probablemente llegaría también un sociólogo o antropólogo en formación[5];
-Y estéticas, por cuanto la obra literaria pasa de ser producto estético de creación verbal, a ser un simple “texto” o documento social del cual se sirve el crítico para “reproducir un saber ya sabido”[6].
IV
Estamos ante un borramiento irresponsable de la radical alteridad del activismo; un paulatino debilitamiento del rol social, político y cultural que debe cumplir la universidad; una peligrosa regresión en términos de formación disciplinar; y, no menos importante, una penosa complicidad institucional con una estrategia de mercadeo académico que apela a la emancipación social y política para hacerse más rentable.
Es por ello por lo que, hoy más que nunca, la pregunta por el diálogo entre activismo y academia debe ser, antes que nada, una pregunta por los lenguajes, marcos epistémicos y apuestas curriculares que empleamos para formular dicha pregunta y, en esa misma vía, una pregunta por nuestra capacidad para dar respuesta a nuestros propios interrogantes.
V
Cierro con estas palabras de Rafael Gutiérrez Girardot: “Esto no es otra cosa que una invitación y un desafío a que la Universidad hispanoamericana deje de ser negocio diverso y se convierta en el alma mater de nuestra historia”[7].
Referencias bibliográficas:
[1] Escobar Chacón, J. D. (2018). Universalismo, identidad y discurso académico en el contexto de la globalización. Literatura: teoría, historia, crítica, vol. 20, núm. 2, p. 157. Énfasis mío.
[2] Barthes, R. (1980). Mitologías, trad. Héctor Schmucler. Siglo veintiuno editores, p. 134.
[3] Castro-Gómez, S. (2000). Althusser, los estudios culturales y el concepto de ideología. Revista Iberoamericana, vol. LXVI, núm. 193, págs. 737-751.
[4] Sánchez Parga, J. (2006). El culturalismo: atrofia o devastación de lo social. Perfiles latinoamericanos, vol. 13, núm. 27, p. 195.
[5] Pozuelo Yvancos, J. M. (2023). Prefacio. Los desafíos de la teoría literaria. En: Norma Angelica Cuevas Velasco y Raquel Velasco (Coord.), Escrituras desbordadas. Variaciones sobre el pensamiento literario. Universidad Veracruzana, p. 13.
[6] Garayalde, N. (2023). ¿A dónde va la enseñanza literaria?
Káñina - Revista de Artes y Letras, vol. XLVII, núm. 3, p. 236.
[7] Gutiérrez Girardot, R. (1989). Temas y problemas de una historia social de la literatura hispanoamericana. Ediciones Cave Canem.
Palabras para un nuevo rumbo
Por: Gloria Patricia Peláez Jaramillo, psicóloga, psicoanalista, docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Antioquia.
La universidad es un cuerpo vivo con una larga historia. Seguramente sus pasos prematuros, y sus balbuceos fueron acogidos por la época que la abrazó e insufló aliento. Hoy, después de 220 años, nos interroga su efeméride, porque la vemos vulnerable y acosada por la desarticulación de su cuerpo. Sus miembros no la asumen en su integridad misional, y pasmados, quienes deseamos que perviva, apreciamos la irrupción e imposición de la pulsión mortífera que recrea la experiencia angustiante de su desintegración esquizoide. Observamos una anciana que apenas logra sostenerse; trastabilla a cada paso; nos duele su lenta y dudosa marcha y experimentamos la extrañeza cuando nuestra mirada se posa sobre la desfiguración de su presencia, la transformación de su cuerpo, de su campus; la distorsión que producen los olores que emanan de los corredores y espacios diseñados para estudiar. Contemplamos con tristeza la ocupación de sus rincones, y el abuso de su cuerpo maltrecho conquistado sin respeto. Nos extrañamos del ruido que acompañan en su conquista estos mercenarios del micromercado que amordazan la voz de este cuerpo materno con parlantes y gritos. Experimentamos la impotencia del desplazamiento; padecemos el malestar que nos produce el destierro a causa de los estímulos distorsionados que brotan de esta lógica que se impone cada vez con más fuerza, modificando el equilibrio y dinámica de la vida
universitaria. Sentimos que apenas la Universidad logra sobrevivir en su marcha que parece trashumar por una trocha o desvío, con el irrumpir atiborrado de mesas de mercado, fritangas, juegos de cartas y cerveza como si fuera un gran bar. Al ingresar a este campo la pregunta se impone ¿en qué campo, campus nos encontramos? ¿acaso hemos perdido el rumbo? ¿A dónde han sido desplazados los estudiantes y profesores?
¿Qué pasó con el silencio para la escritura, la meditación, la lectura y el estudio? ¿A dónde se fue el campus universitario donde podríamos nuevamente recrearnos para el pensamiento crítico, analítico, político y reflexivo? ¿quién nos robó la universidad que era el refugio, donde los hijos del pueblo encontraban el abrazo, la calma, el lugar apropiado para cuidar el alma y el espíritu y cultivar su pensamiento?
La Universidad de Antioquia con sus 220 años alberga un legado, entre sus cicatrices y su piel ajada, está la escritura, el saber, una historia de producción, un cúmulo de razones para amarla y cuidarla y velar porque su unidad de cuerpo se restituya como subversión a la lógica externa de la ciudad que quiere reflejarse en ella. Es posible la refracción, ese corte que parece imaginario es el efecto del saber, de la presencia de lo simbólico que nos permite corregir el desvío y reorientar el curso mediante la reconstrucción de los lazos solidarios universitarios. La solidaridad nace de una causa, y la causa es la universidad como territorio de todos. Si sustituimos estos lazos que nos unen a este Otro que es la Universidad y a los otros que en su cuerpo habitamos, podremos encontrar y retomar el rumbo. Podemos construir un nuevo contrato social
educativo interno en la universidad para transmitir y extender esa conquista afuera, a la ciudad. Podemos subvertir el interés pragmático de la ideología de masas de mercado, ruido ensordecedor de estribillos que convocan al consumo de objetos insaciables, entre ellos el cuerpo de la mujer. Podemos encontrar también por esa vía imaginaria del cuerpo espacial de la universidad, las escalas de lo simbólico, para nuevamente dibujar y repasar sus fronteras físicas y simbólicas que la reconfiguren y renueven sus sentidos: las jardineras para el café y el comentario sobre la realidad social; de auditorios y aulas colmados de personas ávidas de saber y habitados por los ecos del discurso, de la palabra aguda y de pensamientos audaces. Podemos volver a experimentar las sensaciones de la carrera sin tropiezos en los corredores para llegar a clase sin retraso y no perder el encuentro con el diálogo, con la palabra que abre las ventanas al mundo, al debate de ideas y cultiva la reflexión.
Requerimos que las oficinas estén al servicio de la investigación y la docencia; que las cafeterías propicien el descanso entre clases y las canchas cultiven el cuerpo para abrir muchos postigos mentales; que podamos volver a apreciar la fragancia de la flora y escuchar la fauna que nos rodea y despertar al saber con el canto de los pájaros que estimulen las alas de las ideas...
Este rumbo y sentido de la universidad es la apuesta vital por recobrar para recrear y regresar a la casa, a ese campus universitario como cuerpo articulado y armónico, como unidad vital cuyo centro simbólico se reconozca y nos ubique como imaginariamente logra hacerlo en el campus, la biblioteca que está
adornada por la fuente como latido del alma que fluye. Nos percatamos que esta madre guarda en sus entrañas los cuerpos desnudos de quienes desean alcanzar el “firmamento”, buscar la luz del saber y del conocimiento. La universidad es madre de vida humana digna, razón para amarla y velar porque mantenga su rumbo y empuje. Urge velar por su causa solidaria que consiste en cuidar sus entrañas donde jóvenes, muchos aún niños, son acunados para que crezcan y activamente se formen como ciudadanos éticos y políticos capaces de pensar y transformar el lazo social.
Empecemos ya el porvenir
Por: Eduardo Domínguez Gómez, historiador, docente e investigador de la Facultad de Comunicaciones y Filología de la Universidad de Antioquia.
Este escrito indica un modo de entender el pasado, inaugurado en el siglo XX: ya la investigación histórica no es reflexión sobre lo ocurrido para analizar cómo pasó, cómo pudiera haberse evitado o la mejor manera de hacerles homenajes a las personas decisivas en las actividades económicas, políticas o sociales, merecedoras de consagrarlas en la memoria colectiva.
Es posible que lo afirmado en el título invite a la vía fácil de olvidarse del pasado, pero es lo contrario: examinarlo para buscar alternativas a lo que se está viviendo, gracias al balance (estado de pérdidas y ganancias) evaluador de lo hecho y los planes por realizar.
El examen de lo ocurrido en las experiencias educativas y militares desde que el edificio de los franciscanos se inauguró en 1803, pasando por los inicios de la república y continuado por la declaratoria fundacional como Universidad en 1822, en el gobierno del general Francisco de Paula Santander, hasta la consolidación de la ciudad universitaria a partir de su inauguración en 1968, nos permite afirmar que fue el proyecto cultural más destacado y sigue siendo el alma nutricia de la región que le ha permitido el diálogo con el país, el continente y el mundo.
Pero los problemas de desfinanciación, infiltraciones políticas, militares, guerrilleras y paramilitares, burocratización, monotonía y temor a lo distinto, han impedido la búsqueda de nuevos horizontes.
Todo se achiquita cuando la creatividad no tiene espacio. Para pensar hacia dónde debe dirigirse la universidad en los próximos años, es necesario observar sus aciertos y deudas con la formación profesional que requiere el país. Un examen a medio siglo de opiniones sobre su desempeño, expuestas en distintos medios, nos da buenas pistas para evaluar en qué condiciones nos hallamos.
Entre los miles de llamados de atención que se encuentran en la prensa y en las memorias institucionales, seleccionamos tres que apuntaron al meollo mismo del quehacer universitario. Dos fueron expuestos en la década de los 70 del siglo pasado; otro acaba de salir en el boletín de la Asociación de Profesores de nuestra alma mater.
El primero, contundente, lo hizo el arquitecto Antonio Mesa Jaramillo en su artículo La Universidad como respaldo al pensamiento del gobierno[1], donde afirmó que es propio de la universidad despertar y desarrollar la capacidad de innovación, entendida como creatividad e inventiva, como visión amplia de futuro, de las posibilidades, los medios y los fines. Y que para lograr tal propósito habría que comenzar por cambiar sustancialmente la orientación y la práctica de los métodos pedagógicos empleados, porque estos contribuyen sobre todo a limitar el empleo de los talentos genuinos y naturales, a suprimir la confianza en nosotros mismos, a dudar de lo nuestro y nos hace embelesar ante lo foráneo, impidiendo que busquemos soluciones propias y apropiadas para nuestros problemas auténticamente nuestros. Los métodos didácticos corrientes que se emplean en Colombia no desarrollan la inteligencia, porque ni siquiera la tienen en cuenta.
El segundo llamado lo hizo el Dr. Luis Carlos Pérez, ex -rector de la Universidad Nacional de Colombia, en su conferencia La Universidad, traidora del pueblo y de la vida[2]. Allí afirmó que la universidad había defraudado los cuatro atributos básicos del hombre: “el trabajo, la organización social, el lenguaje y la conciencia”. El primero, porque sus egresados salen a insertarse en un mercado laboral injusto y opresor, sin mediar crítica; la segunda porque no hace claridad a la sociedad sobre las opciones organizativas para forjar unas relaciones de cooperación solidaria que permitan a los pueblos mejorar sus condiciones de vida; el tercero porque termina diluido en tecnicismos abstractos que impiden la comunicación oportuna y clara de los avances del conocimiento y la técnica para que el conjunto social pueda apropiárselos; y la cuarta, la conciencia, porque la universidad no incide en su transformación para identificar la procedencia y características de lo que la oprime.
Otro llamado queda claro en el artículo Ley estatutaria de educación en Colombia; una deuda histórica, del profesor John Mario Muñoz, donde afirma que el proyecto que marcha en el Congreso plantea que el gobierno y la gestión de la educación deberán ser democráticos, participativos, pluralistas, y directos, acordes con la regulación aplicable. Los establecimientos educativos e instituciones de educación superior garantizarán la participación real vinculante y efectiva de los sujetos integrantes de la comunidad educativa para la toma de decisiones[3].
Todo indica que debemos barajar de nuevo en la educación universitaria, presa del más temeroso conservatismo, y carcomida
con la figura arribista de una meritocracia mal entendida y empleada: los títulos reemplazando al ser humano, fortaleciendo las apariencias y sustituyendo el desempeño cooperativo y social por una carrera individual en pos del éxito personal.
Hay que acabar con las monarquías de las aulas y con el individualismo egocéntrico. Es un trabajo arduo porque se debe buscar el cambio psico-social de cada componente de las comunidades educativas (que nada tienen de comunidad), a la vez que se debate el rol de los gremios y movimientos en su interior. La tenaza infernal hoy en Colombia está compuesta por esas dos condiciones: monarquía o autarquía en las aulas, y gremialismo frente a las condiciones laborales, que no permite evaluar la calidad del proceso educativo: los contenidos, los maestros, los métodos, los modelos pedagógicos ni cognitivos, las locaciones, los desarrollos tecnológicos, etc.
Y la transformación la hacemos desde ya o los nuevos desafíos científicos y cognitivos ayudarán a clausurar, más temprano que tarde, el modelo universitario que mantenemos vivo pero agonizante.
La sociedad ve que todavía las universidades le deben mucho. En esta tercera década del siglo XXI, a pesar de los avances en investigación y de la ampliación de los servicios a la sociedad, las ciencias de la complejidad (teorías de sistemas, de juegos, del caos, de redes, cibernética, etc.) y el pensamiento complejo no han llegado a las aulas para resolver los problemas metodológicos que nos agobian: en general, las clases todavía se “dictan”, predominan el memorismo y la verticalidad; toda la autoridad del saber se centra en el docente, las calificaciones están orientadas a
descalificar, no para formar y fortalecer al estudiante; los trabajos de grado, tesis de maestría y doctorado parecen carreras de obstáculos que el aspirante debe superar de manera agonal, semejante a juegos de eliminatorias. Los títulos se entregan para generar valor de competencia en la vida laboral en vez de certificar las calidades humanas y profesionales del egresado.
Es tarea inaplazable de la universidad convocar a las instituciones educativas para restaurar la dimensión humana de la educación, en todos sus niveles. Estamos sumergidos en las aguas del individualismo, la lucha por el prestigio personal, la candidez de buscar grandeza en lo inmediato de la imagen, de la apariencia, y una negra noche que nos impide ver cómo la gracia de lo humano se diluye en la seducción de lo técnico, rápido y eficaz, sin apreciar las consecuencias de esa eficacia misma.
Necesitamos reorientar los anhelos de la exitomanía y la meritocracia, esos eufemismos para camuflar la rivalidad y el entrenamiento que busca anular al otro. El comportamiento diario de los docentes tiene que convertirse en ejemplo, “espejo” en el que se miren estudiantes y administradores para tomar decisiones. La docencia no puede seguir cautiva del prestigio, debe comprobar su aptitud (capacidad) y su actitud (voluntad) para tratar los temas científicos a la vez que organiza su proceder cotidiano.
La universidad debe provocar una reconsideración epistémica: el pensamiento lineal, sucesivo, aislacionista, especializado y exclusivamente racional, necesita dar el paso hacia comprender que el mundo actual es complejo, sistémico, computacional,
combinatorio, relacional y conmutativo. Que la racionalidad es emotiva y la emotividad tiene sustento racional.
Se requiere nuevo espacio para que las “habilidades blandas” terminen siendo las verdaderamente fuertes: lenguaje, sociabilidad, historicidad, afinidad, solidaridad, creatividad. Las ecuaciones son una forma de lenguaje matemático pero la exactitud no es una dotación humana ni una constante del diario acontecer; la imperfección y el error tienen tanta presencia y validez como las verdades y los axiomas.
Hoy que se califica de Smart a las ciudades, las fábricas, los domicilios, la telefonía, el turismo y la diversión diaria, debemos combinar la Inteligencia Artificial con la inteligencia humana. Los planes de estudio tienen que convertirse en la oportunidad de diálogos generadores de alternativas, para ganar tiempo en los procedimientos operativos y darle mayor espacio al trabajo intelectual. La universidad debe dejar de ser una fábrica de egresados para el trabajo y la resignación ante una sociedad jerarquizada y discriminatoria. Quienes ingresen allí deben tener la posibilidad de enriquecer sus ideologías, su imaginación, sus modos de ver el mundo para vivir en carne propia la belleza de la plasticidad humana. El advenimiento de la era digital pronto cambió su anhelo de emancipación social y cultural por una nueva forma de capitalismo: el de vigilancia[4] que ha derivado en lo que los tratadistas actuales llaman “guerra cognitiva”, modo silencioso de controlar las percepciones colectivas a través de los medios de comunicación masiva y las redes sociales, aupados por lo que les entusiasma de verdad: el negocio de acumular renta, y
mantener el orden de los poderosos. Ahora, más que nunca, la universidad tiene el desafío de promover la gestión autónoma del conocimiento entre los públicos que a ella acceden y la obligación ética de entusiasmar la autonomía intelectual en los diferentes sectores sociales. Urge el fomento de la conciencia crítica. Finalmente, una recomendación de historiador: reorientar la forma y la función de los archivos, de modo tal que permitan seguir las pistas de los procedimientos en el tiempo, única garantía de no permanecer en círculos viciosos. Saber qué se tiene, cómo y dónde, es la brújula ¨la cuerda”, “el polo a tierra” que nos ayudará a no perdernos en la nebulosa.
Referencias bibliográficas:
[1] Publicado en El Colombiano Medellín, 4 de septiembre de 1970. Siete años antes, el autor fue vicepresidente de la junta directiva de “Futuro para la niñez”, fundación que presidía el médico salubrista Héctor Abad Gómez.
[2] Pronunciada en “El martes del Paraninfo”, Medellín, 11 de abril de 1978.
[3] En: Co-Respondencia. Boletín digital. Asociación de profesores de la Universidad de Antioquia. Semana 15 al 20 de abril de 2024, Nro. 519
[4] Zuboff, S. (2020). La era del capitalismo de la vigilancia. La lucha de un futuro humano frente a las nuevas fronteras del poder. Barcelona: Paidós, 1.975 pp.
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