Agr icul tura, segur idad al imentar iay desar rol lo rural en Áf r ica

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trataría de reorganizar sistemas de mercado que ya existían en África en el pasado y que se desmantelaron con la colonización y la globalización económica. En Tanzania, por ejemplo, hasta finales del siglo XIX había redes de mercado muy intensas donde campesinos y pastores nómadas se encontraban e intercambiaban producción de cereales con producción ganadera (por ejemplo, carne y leche). Estas relaciones mercantiles se desmantelaron con la introducción de la visión moderna del desarrollo, que llegó con postulados como centralizar los mercados (por ejemplo, que las capitales se convirtiesen en ejes de comercialización) o fomentar la producción de cultivos específicos (como el maíz), lo cual ha reducido las opciones comerciales.

Organización y movilización de las comunidades rurales. Las comunidades rurales de África están realmente aisladas, carecen de formación (las tasas de analfabetismo rural son espeluznantes), se encuentran mal organizadas y son muy vulnerables a las manipulaciones políticas locales y nacionales. Por tanto, fortalecer las comunidades y sus organizaciones es una condición indispensable para el desarrollo. En Europa, por ejemplo, el desarrollo rural arrancó gracias a que las organizaciones agrarias eran fuertes y capaces de presionar mucho a los Estados para atraer inversiones, políticas propicias y un control de precios favorable a la población rural. Tanto es así que en Francia hay apenas 2 millones de agricultores, pero las propuestas de las organizaciones y sindicatos agrarios son respetadas o, al menos, seriamente consideradas por el gobierno nacional. Y son sólo 2 millones de personas en un país con 60 millones de habitantes. Hay, pues, una capacidad de organización que ha perdurado pese a la urbanización de la sociedad y la economía francesas. El África rural necesita esta fuerza organizativa para poder enfrentarse a intereses transitorios o partidistas en sus propios gobiernos y a los retos de la economía internacional. Para ello, la formación de la población rural es indispensable para que los procesos de participación, movilización social y formulación de propuestas sean efectivos. Si las comunidades no están bien formadas y organizadas, la participación social y política es débil porque son vulnerables a la manipulación y a la exclusión. La auténtica participación y democracia exigen una formación básica y una


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