1 minute read

FRASES MEXICANAS DE NUESTRA COMUNIDAD

Sepa la bola

En los agitados días de la revolución mexicana, había numerosas facciones beligerantes, y entre éstas, una mezcla variopinta de personas, hombres y mujeres, campesinos, obreros, soldados, etc. (la bola). Entre el enredo, jaleo y revuelo que provocaban las partidas armadas, surgían preguntas y confusiones entre la población general al recibir noticias de los acontecimientos. Pero como nadie, excepto la peligrosa “bola”, podía saber el por qué y cómo de aquellos sucesos, muertos, incendios o saqueos -¡vaya uno a saber qué!-, nació la expresión de “¡sepa la bola!”, que equivale a decir: “¡Sabrá Dios!” –Sí, Dios sabe, pero nosotros no-.

Advertisement

Se petateó

La Revolución Mexicana duró una década aproximadamente, y acumuló penurias y hartos muertos. Las familias pobres, que eran muchísimas, carentes de dinero para costear ataúdes pero queriendo enterrar a sus muertos con un poquito de dignidad, optaron por envolvernos en un petate . De aquí que se dijera que fulano o fulana se “petateó”.

Ya chupo faros

Cabe imaginarse que centenares de esos muertos cayeron en batalla, y que otros tantos fueron hechos prisioneros por el enemigo y condenados a muerte. Hubo entre estos últimos algunos que esperaron tranquilamente su turno, con gestos desafiantes, firmes y bravos, erguidos frente al pelotón de fusilamiento con un cigarrillo humeando entre sus labios –busquen la imagen de Pedro Sámano antes de ser fusilado-. La cosa que quiero contar es que por aquella época había una marca famosa de cigarrillos, “Faros”, y más de uno de esos “pelaos” que iban a ser fusilados pidieron como postrera voluntad fumarse uno de estos tabacos.

Si escuchas que alguien chupó faros, además de saber que ese alguien está muerto, ya conoces el trasfondo de esta historia.

Teporocho

Hay anécdotas menos sanguinarias, por supuesto. Como la del“teporocho”, que también es de principios del siglo XX. Cuando se decía “teporocho”, no se hacía alusión a una persona, no se referían a un vago entregado a la bebida –por lo menos, no al inicio-. En realidad, era un grito publicitario: “¡Té por ocho!”. En la calle se comercializaba un té, con un piquete de licor, que costaba ocho pesos. Si lo pensamos un poco, la relación costo beneficio era buena. En fin, evidentemente, ese té por ocho con piquete ponía en estado etílico a sus compradores, quienes haciendo escándalo y desmanes, pasaron a conocerse como “teporochos”.

Hasta aquí llega esta mini reseña que rescata un par de historias populares y curiosas sobre algunas expresiones que usamos hoy día. Tal vez ahora, cuando escuchemos alguna frase de este tipo, como la de que alguien iba “hecho la mocha”, sintamos una cosquillita para buscar de dónde viene.

This article is from: