Suma Cultural 21

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Letras Libres / El errante

—¡Levántese!, dijo el policía pateando sus piernas, - ¡lárguese antes de que lo suba al camión y lo lleve a la estación!, tomó sus pertenencias, un par de calcetines, un pocillo, una cuchara, dos cobijas y algo que parecía ser una almohada, rápidamente las guardó en una maleta infantil desgarrada y percudida. Todo lo que poseemos es lo que nos define, y estas pocas pertenencias lo definían a la perfección, sin un lugar a donde ir, sin nadie con quien reír, un errante en una metrópoli, nada más que decir. Se alejó caminando del lugar donde descansó, amablemente se despidió de los policías que le sirvieron de despertador y prosiguió a buscar un lugar para observar el movimiento de la ciudad. Era la madrugada, tal vez las 5 a.m., se podría saber por el aspecto del tránsito. Sentado en una esquina divisaba los automóviles que con mucha prisa deseaban continuar su camino, hombres con trajes elegantes los conducían, en las ventanas de los buses se observaban vidrios empañados, producto de la respiración de los pasajeros que saturaban esos gigantes de hojalata de 10 ruedas. Era la única cosa que disfrutaba hacer, ver esas miles de almas, afanosas de sobrevivir en una urbe en que las oportunidades son escasas; verlos le recordaba cómo había llegado a donde se encontraba, pues inocentes iguales a ellos atormentaban su conciencia. Pasó el tiempo y llegó la hora de desayunar, en su afán por llegar a su lugar de trabajo algunos hombres de traje no terminan por completo su desayuno, una gran noticia, pues sin dinero con que comprar comida la única solución para alimentarse es la basura, lugar donde se encuentran esos alimentos a medio comer, pues los comedores comunitarios no dan abasto para los muchos que recurren a ellos. Tomó un vaso de café vacío y procedió a llenarlo con lo que quedaba en los otros, un periódico y varios trozos de pan y de galleta; en ese

Enero - Junio de 2015

momento llegó alguien más a su pequeño restaurante de basura. —Es bueno compartir, sugirió el nuevo comensal. —Prosigue, mi orden ya está lista. Tuvo la idea de quedarse conversando y hacer ameno el desayuno. Pensó: “Si tan solo pudiera confiar en alguien, lo suficiente como para conversar durante una comida”. La verdad es que ya no podía, y más después de lo que sus hermanos en armas habían hecho, las personas en las que más confió lo defraudaron; el solo pensar en aquel recuerdo lo invadía de ira y melancolía, pero decidió dejarlo a un lado para poder disfrutar de su desayuno. Y así comenzó la rutina diaria, buscando cartón, latas, botellas de plástico o de vidrio, para poderlas cambiar por un poco de dinero, el cual usaría para comprar comida, pero si los pensamientos eran demasiados, es menester usar el dinero en droga. Y así fue, los pensamientos de la mañana lo invadieron durante todo el día, “si tan solo pudiera confiar en alguien”, aquella frase se repitió una y otra vez en su cabeza hasta que no lo soportó. Cerca del final del día, cuando aún quedaban pocos minutos de luz, se dirigió a una esquina oscura y tenebrosa, donde se encontraban dos jóvenes con ropa de marca, joyas y relojes resaltaban por encima de las prendas relucientes que parecían ser nuevas. —Tengo cinco mil pesos, exclamó. —Y yo tengo marihuana, por cinco se lleva esto. Se hizo el cambio y los jóvenes continuaron su conversación mientras el errante se alejaba, de nuevo a su mundo frio y abandonado. Encontró donde pasar la noche, pero antes de situarse se acercó a una tienda y compró una caja de fósforos. Ya en posición prosiguió a encender aquello que previamente había adquirido, el cálido humo proveniente de aquel cigarro de marihuana le disminuía el frio, y asimismo sus preocupaciones. Se recostó y continuó fumando, quería perderse de

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