Boletín del Programa de
Facultad de Ciencias Humanas
Programa profesional de Educación
Educación “Una pasión por lo humano”
Año 5 | Boletín Nº 1 | Julio 2013
Amor y autoridad en la familia El hablar de la autoridad de los padres en la familia, de sus dificultades y posibilidades, de sus límites y controversias, pasa necesariamente por reconocer que nuestra autoridad de padres nace del amor que tenemos por nuestros hijos y, paralelamente, está determinada por el concepto de persona que queremos educar. Vayamos por partes. Podemos, por tanto, afirmar que 1. Nuestro interés por ejercer la autoridad ante nuestros hijos va dirigido a que sean buenas personas. Dado que el origen vital de nuestro derecho y obligación a ejercer nuestra autoridad es el amor que tenemos por ellos, estaremos siempre alertas para promover (y exigir) todo aquello que les ayude a ser mejores personas: el esfuerzo, la voluntad y, en general, las virtudes. No es una labor fácil (y exige mucho empeño) estar siempre alerta a exigir que acabe una tarea, que se
En este número 1. Amor y autoridad en la familia 2. Como en todas las épocas el niño va a la escuela 3. Educamino 2013 4. La matemática y su aprendizaje 5. Café conversatorio: La importancia de la investigación en educación e integración del saber 6. Imposición de Mandiles: el primer paso para los futuros maestros 7. Es un error pedir que los niños terminen la educación inicial sabiendo leer y escribir 8. Crisis del adolescente o malos hábitos
MG. HENRY TAPIA PORTUGAL Director del Programa Profesional de Educación
responsabilice por sus acciones, que cuide su material, que sea puntual, etc. Ahora bien, de la misma manera, estaremos muy atentos a que tenga en cuenta a las otras personas. Empezando por el respeto a cualquier persona, pasando por la atención a las necesidades de los demás, que sepa ayudar y compartir, etc. Nuestra autoridad también va dirigida a estos aspectos, a hacerlos valer y a potenciarlos. 2. Nuestra “metodología” será siempre la firmeza y la energía. No podemos, por ejemplo, pasar por alto un exabrupto irrespetuoso del tipo “¡Tú a mí me dejas, feo!... ¡Tonto!” Estaremos educando hijos tiranos y esto no es amor por ellos. De la misma manera, estaremos atentos a dirigirnos a ellos de forma igualmente respetuosa, clara, concreta y sin expresiones ofensivas. Y, por otra parte, haremos el esfuerzo de valorarles siempre lo bueno que hacen. Sin duda, estaremos ganando en autoridad. 3. Estaremos muy atentos a que nuestros hijos lleven una vida ordenada y, en consecuencia, les exigiremos todo lo que va acorde con ello: sentido del orden, organización personal y familiar, sentido adecuado de la austeridad, etc. Pero, simultáneamente, percibirán en nosotros que estamos dispuestos a “perder” alguna comodidad o momento de tranquilidad por ellos. Por ejemplo, si se sientan a ver televisión en un momento inadecuado, les exigiremos con toda la firmeza posible que se vayan a estudiar, pero de la misma manera estaremos dispuestos a perder nuestra tranquilidad en la salita para que ellos, cuando sea el momento, una vez acabada la tarea, se pongan a ver su programa favorito antes de cenar. 4. Son muchos los padres y madres que manifiestan no tener tiempo para estar con los hijos. Nuestra autoridad va
unida a la atención y al tiempo que les dedicamos. La autoridad se ve favorecida cuando empleamos tiempo en escucharlos, comprenderlos, manifestar interés por sus cosas, exigirles y darles criterios claros en temas importantes. Son, sin duda, manifestaciones del amor que les tenemos y, si faltan, la relación con los hijos se enrarece. En consecuencia, muchos padres y madres, ante el comportamiento inadecuado de sus hijos, puede que adopten dos posturas negativas. Por una parte, hacer valer su autoridad a toda costa, con lo que se crea un mal ambiente entre el hijo y el padre o la madre. Esto provoca que el hijo no sólo no se sienta querido sino que va incorporando como modelo de relación interpersonal (y de persona) uno basado en la ley del más fuerte sin que medie el diálogo o la comunicación (además de sentar las bases para despreciar todo tipo de autoridad). Pero hay otra: la postura permisiva. Sea por tiempo o por otras circunstancias (miedos, comodidad, etc.), hay padres y madres que acaban siendo excesivamente blandos y pierden la capacidad de corregir con la debida exigencia. Los resultados los conocemos. Lo importante es señalar que los hijos perciben que no se les quiere, se sienten abandonados y están recibiendo un modelo difuso de persona en el que vale todo y no se tiene en cuenta a los demás. Finalmente y, como todo en educación, en la autoridad el ejemplo es el mejor método. Si ven que nos escuchamos, que somos solidarios, que compartimos, que sabemos comunicarnos (hablar y escuchar), si tenemos en cuenta las necesidades de los otros, estaremos ganando en recursos para poseer una autoridad justa y correcta.
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Artículo publicado originalmente en el quincenario Encuentro de la Universidad Católica San Pablo.
Comité Editorial
Mg. Jorge Pacheco Tejada
Mg. Henry Tapia Portugal
Psi. Walter Arias Gallegos