EL APRENDIZAJE EN EL SIGLO XXI

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EL APRENDIZAJE EN EL SIGLO XXI Dr. Marino Latorre Ariño Universidad Marcelino Champagnat Lima, 2020

Un niño nacido en 2020 tendrá en 1950, 30 años. Si todo va bien puede llegar a vivir algunos años en el siglo XXII. La educación de ese niño está relacionada con las respuestas que podamos dar a estas dos preguntas: a) ¿Qué hay que enseñar a ese niño para sobrevivir y prosperar en el mundo y la sociedad que le ha tocado vivir? b) ¿Qué habilidades necesita para comprender el mundo, situarse en él y orientarse en el laberinto de la vida? En el mundo en que vivimos lo único constante es el cambio constante y acelerado. En consecuencia, no sabemos cómo será el mundo en el 2050 y menos en el siglo XXII. Hoy y en el próximo futuro será más difícil saberlo porque las tecnologías permiten y permitirán modificar cuerpos, cerebros y mentes. Nada es seguro, ni siquiera que “nada es seguro” y menos aun lo que siempre nos ha parecido fijo y eterno. Ya lo decía Heráclito a finales del siglo IV a.C.: “Todo cambia, nada es”. Hace algunos siglos la gente estaba convencida que había cosas que nunca cambiarían en la sociedad. Hace mil años los padres chinos pobres y los europeos de la E.M. enseñaban a sus hijos a plantar arroz, o a tejer la seda, a sembrar trigo, hortalizas, labrar, cosechar, etc. y los padres ricos les enseñaban a los hijos varones a leer los libros clásicos de Confucio, la Biblia, los clásicos griegos y latinos, a escribir, a luchar a caballo y a las hijas a ser sumisas, castas y obedientes. Eran las habilidades que necesitaban para toda la vida. Una vez aprendidas en la niñez y en la juventud estaba todo resuelto. En esos tiempos inmemoriales la vida de los humanos se dividía en dos partes complementarias: un tiempo de aprendizaje y un tiempo de trabajo. En la primera parte se producía el “efecto dromedario” (el dromedario acumula agua en su joroba entes de empezar una larga travesía por lugares donde no hay agua y la va utilizando a medida que la necesita al avanzar por el desierto), pues se acumulaban información y conocimientos, se desarrollaban ciertas habilidades que se utilizarían durante el resto de la vida y, de esa forma, se construía una cierta visión del mundo y una identidad personal estable. En la segunda parte de la vida la persona se valía de los conocimientos y habilidades aprendidas en la primera para moverse por el mundo, ganarse la vida y contribuir al progreso de la familia y de la sociedad. Sobre la marcha, y con la experiencia adquirida, se producían pequeños aprendizajes, pero eran solo unas pocas habilidades las que se perfeccionaban.


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