MONOPOLIO DEL DINERO ...

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MONOPOLIO DEL DINERO ... LA SEMILLA DEL DIABLO En estos tres, cuatro años que llevamos de depresión económica, nos hemos hecho las mismas preguntas una y otra vez. Pero las que más veces nos hemos planteado son quizás estas: ¿cómo es posible que las familias nos hayamos endeudado tanto? ¿Qué nos ha pasado para creer que una hipoteca cuyo importe era cuatro o cinco o más veces nuestros ingresos brutos anuales, era un crédito de bajo riesgo para nosotros? ¿Y cómo hemos podido creer que si firmábamos una hipoteca de esa magnitud, no habríamos nunca de tener problemas en pagarla? A partir de aquí, a muchas personas, con buenos trabajos, gente que ha estudiado y trabajado mucho y bien, les abate un sentimiento de culpabilidad, de responsabilidad, de autoinculpación. Estas personas son aquellos que dicen: ¡La culpa de la crisis es nuestra, porque a nosotros los bancos nunca nos pusieron una pistola en la cabeza para firmar la hipoteca! Exculpan así, por tanto, a los políticos y a los banqueros. Ello es un noble ejercicio de responsabilidad, una vez más, pero muy probablemente y en gran parte, ese diagnóstico no es cierto. Es decir, la culpa no es de ellos en la medida que ellos creen. A ellos, les pido ahora que se olviden de la crisis por un momento. Y que hagan conmigo un ejercicio de imaginación… porque deseo explicarles qué ha pasado. Cuál es el origen de todo este desastre. Imagina que el estado tuviera el monopolio de la producción de la leche, es decir, que todas las vacas lecheras pertenecieran al estado. No es broma, sigue imaginando. E imaginemos que la leche fuera un producto básico en la alimentación, es decir, que sin leche, la población no podría alimentarse adecuadamente. De manera que si el gobierno quisiera estar a bien con los ciudadanos y asegurarse la reelección, tan sólo tendría que incrementar la producción de leche y además bajar su precio. Ahora sigamos imaginando que el gobierno prolongara esta situación de leche abundante y a precios bajos durante 15 años. ¿Qué sucedería? En primer lugar, que habría tanta leche, y tan barata, que la población estaría bien alimentada. Y por tanto, la gente valoraría muy bien a los políticos gobernantes: éstos aseguran la alimentación básica y casi gratis, y son reelegidos. Pero, en segundo lugar, esto implicaría que la leche dejaría de ser percibida como algo de valor. De hecho, podemos deducir que las personas usarían la leche, siendo tan barata, para hacer cosas que en principio no deberían: la despilfarrarían y no la usarían con un criterio de racionalidad. Por ejemplo, si la leche fuera casi gratis, la usarían para alimentar a los animales, o regar las plantas, incluso. Y muy probablemente no la


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