suya, la de la gitana que le estĂĄ tocando las manos y los brazos cariñosamente. Entonces agarra las muñecas de la gitana y se tapa la cara con las manos de ella, cierra los ojos mientras respira su olor y saborea su piel. Cuando abre los ojos se encuentra sola, muy relajada y a gusto. âMe parece que este viaje fue lo que me hacĂa falta porque no me acuerdo de la Ășltima vez en que he estado tan bien como ahora, por fin no siento esa opresiĂłn y angustia. Catalina traga las Ășltimas gotas de la coca-cola, todavĂa tiene mucha sed, por lo tanto decide entrar en el WC y rellenar la botellita con agua del grifo. Bebe el agua hasta saciar la sed y entonces vuelve al kiosco para entregar la botellita a la vendedora. Cuando llega al kiosco la mujer estĂĄ haciendo un gesto de negaciĂłn con el dedo Ăndice a una mujer gitana que quiere comprar algo, pero sus dinero no le alcanza. Mientras Catalina entrega la botella vacĂa a la señora, mira los ojos de la gitana. âNo sĂ© porque siempre tenĂa que esconderse de las gitanas antes âle dice la gitana. Luego, de una manera muy humilde, a Catalina le pide unos centavos para poder comprar su refresco. âSĂ, claro ⊠a ver quĂ© es lo que tengo de monedas âdice Catalina mientras empieza a abrir el bolsillo de su bolso donde guarda el dinero. Pero en su bolso no hay ni un sĂłlo centavo.
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