Traveltime 109

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o los venden por pocos quetzales. Es parte de su supervivencia. Dependiendo del día te puedes topar con una o tres de estas ferias libres, que se instalan en plena calle. Hay que avanzar con cuidado, porque si se interviene su flujo normal o se causa algún accidente, los aldeanos son capaces de cobrar revancha con sus propias manos. La siguiente parada es Lanquín, donde se entra a las montañas, y la que era una doble pista de asfalto se convierte en una sola, de barro y llena de curvas. Hay que manejar con precaución –idealmente con un chapín que conozca el camino al volante-, y con mucho cuidado de no chocar con los minibuses, el principal sistema de transporte que tienen los pueblos del interior de Guatemala. Afuera de Lanquín se encuentra el puente colgante más antiguo de Guatemala y, a pocos metros, la entrada al Parque Nacional Semuc Champey. El ingreso tiene un costo de 30 quetzales, para los guatemaltecos, y de 50 para los extranjeros. Una buena manera de empezar en Semuc Champey es subir al mirador. Desde las alturas se puede contemplar el inmenso bosque, sus cascadas y sus pozas. La subida es pesada, por lo que no están demás una buenas zapatillas que eviten un resbalón. Subiendo también se entra en el bosque tropical, donde aparece una inmensa variedad de vegetación nativa que deja pasmado. Pero no es sino al llegar a la cima, viendo las hermosas pozas de agua azul verdosa que se desprenden del Río Cahabón, cuando se completa la impresión. Estando arriba, con las pozas como protagonistas y el resto del bosque nativo

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como excelente complemento, no queda más que disfrutar de la calma y belleza de esta tierra. Pero los charcos de agua se ven tan tentadores desde ahí, que las ganas de nadar en ellos son más fuertes. En 15 minutos uno puede bajar de vuelta y disfrutar de su templada temperatura y el paradisíaco color turquesa que los inunda. El día pasa rápido cuando uno se siente como en el Jardín del Edén. No se alcanza ni siquiera a tomar conciencia del lugar cuando, a las seis de la tarde, los guardaparques avisan que hay que salir. Hay tanto para ver y disfrutar que el hambre desaparece de las necesidades,

pero de todas formas en el lugar existen zonas delimitadas de picnic para comer con tranquilidad. Uno puede llevar su propia merienda, pero también hay lugareñas que se instalan con sus tambores ofreciendo variedad de carnes y pollo, más su acompañamiento, por unos pocos quetzales. Semuc Champey podría perfectamente ser postulada como una nueva maravilla del mundo. No sólo por la belleza de este parque —que ya fue declarado Monumento Nacional en 2005—, sino por la necesidad de cuidar y preservar este tipo de tesoros naturales.


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