Tranvia no1 febrero

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Sobre la literatura de imaginación

por Alberto Chimal

Está empezando a propagarse en México, entre cierto grupo de autores y lec-tores interesados, el término literatura de imaginación. Se le utiliza para hablar, sobre todo, de obras narrativas: algunas de la tradición ya conocida de la literatura mexicana y muchas producidas en la actualidad por escritores vivos, entre los cuales hay muchos jóvenes. Y las preguntas habituales de muchas personas que lo oyen mencionar son dos: o bien “¿No se supone que toda literatura re-quiere de imaginación?”, o bien “¿La literatura de imaginación es un género como la fantasía o la ciencia ficción?”. Hay que dejar claro que lo que llamamos literatura de imaginación –yo mismo soy de quienes utilizan el término– no es un “género”, es decir, no es un tipo homogéneo de historias que nos interese promover: no es un conjunto identificable por sus personajes, sus argumentos y sus escenarios, como las narraciones de fantasía épica a la manera de J. R. R. Tolkien o, para el caso, las novelas sobre narcotraficantes. Ni siquiera es algo que se escriba o se pueda escribir únicamente en castellano o en México. Es, en cambio, lo que en otro tiempo se llamaba, sin dificultades ni confusiones, literatura fantástica. Podríamos ser todavía más precisos y hablar de narrativa que utiliza la imaginación fantástica: de las historias que emplean la imaginación, como casi todas, pero con el objetivo preciso de contar historias sobre sucesos que sabemos imposibles: la que logra el efecto de precisar y discutir lo que entendemos por realidad al ir más allá de sus límites. Este uso particular de la imaginación proviene de una corriente literaria que desde su comienzo admitió muchos tipos de obras diferentes: el Romanticismo de los siglos XVIII y XIX. Rehechuras de cuentos tradicionales, especulaciones sobre el desarrollo de la ciencia y la tecnología, visiones de horror afincadas en la vida cotidiana y mucho más –incluyendo propuestas sin sucesores ni precursores evidentes, absolutamente inclasificables– ha sido el campo de lo fantástico durante siglos, y el interés por dividir ese terreno en “géneros” como horror sobrenatural, ciencia ficción y otros muchos no reduce la enormidad de las posibilidades narrativas de la imaginación fantástica como recurso: como estímulo creativo.

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