APORTES DESDE LA ÉTICA CRISTIANA A LA GENERACIÓN DE TRABAJO DIGNO
Fernando Berríos Medel Doctor en Teología Pontificia Universidad Católica de Chile
A modo de introducción: el trabajo como cuestión ética Parte importante de nuestra existencia la dedicamos a desarrollar determinadas actividades a las que, en conjunto, denominamos trabajo. Se trata de un quehacer cargado de muy diversas significaciones. Por una parte, nos aporta grandes bienes: el sustento material propio y de las personas que dependen de nosotros y, sobre todo, la ocasión privilegiada para realizar y exteriorizar nuestros anhelos y sentimientos más profundos, el amor y el compromiso activos para con nuestros semejantes, especialmente para con nuestros seres queridos. El trabajo produce riqueza —o al menos mejoramiento— material, pero además crecimiento y perfeccionamiento del ser humano en su camino de apertura al otro. Es condición de posibilidad de la subsistencia biológica y del progreso material incesante de las civilizaciones y también, con tanta o mayor importancia, medio de expresión, de desarrollo y de perfeccionamiento de quien lo lleva a cabo. Pero inseparablemente de todo ello y aquí radica su principal ambivalencia, la experiencia concreta del trabajo es también, en no pocas ocasiones, escenario de penurias, fuente de angustias, de cansancio y de insatisfacción profunda. Es y ha sido no sólo oportunidad privilegiada de apertura al otro, sino también de alienación, de utilización abusiva del prójimo, de explotación, de conflicto de intereses y de ejercicio opresor del poder en función de intereses egoístas. La complejidad de la experiencia del trabajo radica en esta polivalencia y constituye así como un compendio de lo humano. En ese horizonte es que podemos situar una reflexión ética sobre el trabajo. Una cuestión que tiene, por de pronto, una dimensión cultural, pues remite a las diversas formas concretas como la realidad del trabajo humano ha sido vinculada (o no), en determinados contextos, al universo de los valores, los principios y las normas de la moralidad. En otras palabras, comporta una pregunta fundamental sobre cómo se ha relacionado al trabajo con la obra de la constitución de la identidad y la dignidad humanas. Por “trabajo” estoy entendiendo aquí toda actividad por la cual la persona procura la subsistencia propia y de su familia y contribuye al desarrollo y perfeccionamiento del mundo material y al desarrollo del conocimiento en beneficio del progreso constante de las condiciones generales de la vida humana integral.1 Se trata de un concepto de trabajo que, por una parte, no elude su dimensión económica en sentido amplio, y por otra no se presta a una reducción economicista del mismo; por último, es un concepto que busca explicitar el carácter parcial del trabajo como una di1
F. Berríos, Teología del trabajo hoy. El desafío de un diálogo con la modernidad, Anales de la Facultad de Teología (PUC), Vol XVL, Santiago 1994,18.