Almogaren 22, 1998

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LOS PARTIDOS CONFESIONALES ESPANOLES HISTORIA DE VARIAS FRUSTRACIONES

2. DESPUES DEL VATICANO 11 La enseñanza conciliar sobre las relaciones Iglesia-Estado, en general, y, en particular, sobre la confesionalidad del Estado y de otras organizaciones políticas fue la culminación de una evolución, que venía gestándose desde años atrás. Sólo en líneas generales recordaré ahora los diferentes matices que han ido enriqueciendo la visión de la Iglesia acerca de la confesionalidad estatal. La Iglesia aceptó y propició la confesionalidad del Estado desde la conversión de Constantino y el edicto de Teodosio en el Imperio Romano. La fundamentó teóricamente en la Edad Media. Se utilizó con fines políticos en la Paz de Westjalia, -y no precisamente por parte de la Iglesia, que no tuvo voz en este tratado- y contribuyó, entre otras cosas, al predominio de Francia al quitar fuerza y cohesión al Imperio Alemán, dividido también por las confesionalidades católica y luterana de sus diferentes Estados. Más tarde, el Absolutismo la enarboló como bandera que apoyase sus pretensiones politicas: la unidad de fe era políticamente rentable. Pero ya entonces se advirtieron varios tipos de inconvenientes: -

de hecho el Absolotismo utilizaba la confesionalidad para someter a la Iglesia al poder civil (cesaropapismo);

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pese a sus protestas de defender la fe, no todo lo que hacía el Estado Absolutista podía ser aprobado por la Iglesia, aunque presuntamente se hacía en nombre de la fe;

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tras la escisión protestante, en los Estados europeos -era aquí donde se había instaurado principalmente la confesionalidad católica- ya no existía unidad de religión: convivían católicos y protestantes. La confesionalidad se había arbitrado -al margen de la Iglesia- como solución tras la Guerra de los Treinta Años (Paz de Westfalia, 1648: la religión del Príncipe es la del Estado). Pero la realidad demostró pronto que se trataba de una mala solución y hubo que atemperarla con una tolerancia práctica.

El Liberalismo, al defender la separación Iglesia-Estado como fórmula contraria al Absolutismo, y el Marxismo, al intentar erradicar el sentimiento religioso, contribuyeron a que el Magisterio de la Iglesia defendiese la confesionalidad en un intento de encontrar un sitio para Dios en la vida pública. Desde esta perspectiva teórica se apoyaba la confesionalidad del Estado como régimen ideal, aunque eran cada vez menos los países que la mantenían. La Santa Sede no dejó nunca de mantener relaciones amistosas y de cooperación con Estados no confesionales o


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