Almogaren 17, 1995

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secuencia, una nueva precomprensión. Su fundamento teórico está en un fenómeno más amplio de toda percepción e interpretación humana de la realidad (recordemos la incontornable teoría del conocimiento kantiana): la precomprensión del observador forma parte de su aprensión de lo real. Todo conocimiento está condicionado por los supuestos y actitudes del que conoce. Un rasgo importante de la precompresión es su carácter simultáneamente personal y social. Cada uno tenemos nuestra propia precomprensión, y a la vez ésta surge de la interacción de la persona con el mundo del que hereda una tradición, a veces contestada y otras asimilada. Un mundo en el que vivimos múltiples experiencias (cada uno las suyas) que asimilamos a través de nuestra propia persona, que da forma y sentido a la realidad que nos rodea. Antes de nada tendríamos que hablar de una precomprensión radical, ontológica, que después se tematizará en diversas dimensiones antropológicas. Nos referimos, siguiendo la terminología rahneriana, a la experiencia trascendental. El concepto "trascendental" tiene aquí un doble significado: es, en un sentido kantiano, una condición de posibilidad de experiencia y conocimiento y, a la vez, quiere expresar una experiencia de la trascedencia. Se refiere, desde esta segunda perspectiva, a ese saber anónimo y no temático, intuitivo y global (toda persona está comprometida en él) de Dios. Es nuestro encuentro con el misterio sagrado que se deja ver como el fundamento de todo lo creado, como el que da el ser a todos los entes y sentido a toda la existencia. En esta experiencia primordial, que muchas veces permanece en un nivel atemático, el misterio sagrado no se nos revela como "una especie de lujo metafísico de nuestra existencia intelectual (. ..) por el contrario, esta trascendencia es la condición de posibilidad más simple, más evidente, más necesaria de toda inteligencia y de toda comprensión espiritual (. ..) porque cualquier otro acto de comprender, sea cual sea la claridad con que se presenta a primera vista, se funda seguramente en esta trascendencia, toda claridad en el acto de comprender encuentra su fundamento en la tiniebla de Dios"(19). Nuestra experiencia trascendental es, pues, una condición necesaria (aquí vemos aparecer el significado kantiano de este término) para todo comprender humano y, con mucho más motivo, para la comprensión de los textos sagrados. De donde podemos deducir una conclusión necesaria: si la Biblia tematiza narrativamente el encuentro con el Dios trascendente, difícilmente se podrá comprender la plenitud de su significado si el lector no ha vivido, aunque sea anónima y atemáticamente, este encuentro. Y no basta con decir que el que lee estos textos es un creyente, muchas veces vivimos nuestra fe "en la confortable superficie de las cosas"(20). (19) K. RAHNER, Traité fondamental de la for. Zntroduction au cocept du christianisme, p. 35, Le Centurion, Paris 1983. Hay traducción castellana. (20) P. TILLICH, The Shaking of the Foundactions, p. 66, Penguin Books, Harmondsworth 1962


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