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LA INTENCIÓN
La intención es lo que cuenta
En el pasado Gran Premio de Gran Bretaña la Fórmula 1 introdujo un pequeño cambio que, si bien no es revolucionario y ya se lleva a cabo en múltiples categorías alrededor del mundo, sí que ha supuesto una especie de pequeña revolución en el ecosistema que rodea al escalón más alto del automovilismo internacional
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Por: Mario Arroyo


Bernie no está. Bernie se fue. Y con él se llevó el inmovilismo que caracterizó a la Fórmula 1 en sus últimos años al mando de la categoría. Desde entonces, Liberty Media se ha caracterizado por perseguir un objetivo sencillo pero ambicioso al mismo tiempo: el de atraer de nuevo al público joven. La F1 eSports ha hecho un gran papel acercando la máxima categoría a adolescentes –y no tan adolescentes- con una videoconsola, 60€ para gastar en un juego de Codemasters y un mínimo de interés en las carreras. Pero aún queda una asignatura pendiente y que desde la aprobación de la normativa de 2017 se ha vuelto especialmente más difícil: aumentar el espectáculo en pista.
Con los derechos televisivos a la baja y contratos por patrocinios cada vez menos millonarios es primordial hacer que los espectadores se entretengan más. Para ello se ha trasladado este nuevo formato de doble carrera –porque decir que se ha ideado es pecar de optimismo- y se ha puesto en práctica por primera vez este fin de semana. El resultado quizás no ha sido el esperado, pero todavía tendremos la oportunidad de verlo más veces en lo que resta de temporada 2021.
El funcionamiento es simple: una clasificación de formato tradicional el viernes, una carrera al sprint de 100 kilómetros –lo que en Silverstone supone dar 17 vueltas al trazado- y una carrera tradicional de 300 kilómetros el domingo con la particularidad de que la parrilla de salida para esta última prueba se decide teniendo en cuenta las posiciones de llegada de la manga del sábado y no la de la sesión
Verstappen y Bottas saludan al público en la vuelta de honor tras el F1 Sprint © XPB Images

clasificatoria del viernes.
¿Y qué tiene de malo eso? Nada, en un principio. Solamente que quizás no se ha implementado en el momento adecuado, aunque también hay que entender que es un muy buen laboratorio de pruebas para una temporada 2022 en la que, por normativa, muchos de los factores que han provocado que esta primera experiencia no fuese satisfactoria van a desaparecer.
¿Y cuáles son esos factores? Vamos a tratar de explicarlo de la forma más sencilla posible. El primero de ellos es el funcionamiento de la aerodinámica de los monoplazas. Al basarse principalmente en carga aerodinámica superficial, el flujo de aire que generan los bólidos tras de sí es muy turbulento, lo que provoca pérdida de carga, principalmente en el alerón trasero, en los coches que van detrás. Es el famoso aire sucio, problema por todos conocido y con una explicación menos complicada de lo que podemos imaginar.
El segundo es la pista. Silverstone es un circuito con gran cantidad de virajes rápidos. Muy espectacular a la hora de verlo en televisión y en fotografías, pero no tan práctico a la hora de lidiar con ese aire sucio que hemos comentado en el párra-

fo anterior. El tercero es el tamaño de los coches y su choque con el concepto de carrera al sprint. Un batiburrillo de todas las causas juntas que provocan que el nuevo formato no sea tan vistoso como nos lo han intentado vender.
Las dimensiones de los coches son críticas: cinco metros de largo por dos de ancho. Más grandes que una berlina de las que podemos comprar y conducir al son de Pink Floyd como señores por la autopista. Y esto es una definición gráfica muy fiel al concepto de proporcionalidad inversa: cuanto más grandes son los monoplazas, más complicados son los adelantamientos. Es complicado tener la batalla campal que, se presupone, son las carreras al sprint si la dificultad para rodar detrás de un rival y sobrepasarlo es tan alta.
No solo se queda ahí. A muchos les molesta y confunde a partes iguales que la pole sea para el ganador de la carrera del sábado y no para el piloto más rápido a una vuelta, que es lo que nos han dado a entender toda la vida. Y lo que de verdad le pica a más de uno es que Max Verstappen haya sido el primer corredor de la historia en lograr puntuar sin llegar a completar ni una sola vuelta del Gran Premio. Toma ya.
Volviendo al tema que nos ocupa: ¿es esto necesariamente malo? Que no haya funcionado la primera vez teniendo en cuenta todo lo expuesto anteriormente no es para echarse las manos a la cabeza. La Fórmula 1 es la cúspide del motor y busca desesperadamente serlo también en el ámbito del espectáculo, donde las categorías norteamericanas –tecnológicamente mucho más atrasadas, con menos fabricantes y presupuestos mucho más ajustados- aún están a años luz.
La dificultad radica en poder innovar en el formato sin perder la esencia clásica de los Grand Prix europeos de los que surgió nuestra actual categoría reina. Y lo realmente difícil es hacerlo sin perder a aquellos que todavía piensan que los pilotos deben llevar meloneras de cuero con gafas, conducir con camisa y pajarita y no llevar cinturón porque, en caso de accidente, es mejor salir despedido del vehículo que quedar atrapado y morir carbonizado. Quizás no es así literalmente, pero entiéndase como un pequeño guiño a los que se autoproclaman puristas.
Sin estos pequeños cambios es probable que la Fórmula 1 no existiese. Al menos, no como la conocemos. En la última década esta señora de 71 años se ha intentado poner al día con enormes modificaciones en tecnología, eficiencia y velocidad motivadas, en gran parte, por la evolución de los prototipos del Mundial de Resistencia y la irrupción de la Fórmula E en el paradigma de los grandes campeonatos. El último paso, al menos por ahora, es intentar mejorar el producto televisivo.
Os animo, queridos lectores de The Finish Line, a que le deis otra oportunidad a este formato. Quizás lo que veamos en Monza nos guste más. Y si no se da el caso, Liberty Media será la primera interesada en correr un tupido velo y dejarnos los fines de semana de 2022 tal y como los hemos conocido hasta estos últimos días. Porque los cambios, por pequeños que sean, siempre vienen con buena intención y, al fin y al cabo, la intención es lo que cuenta.