Viví en ese pueblo mágico por ocho años y medio. Me encariñé tanto que hasta me dan ganas de morir en esa tierra.
El artículo 25 de la Constitución de Japón establece que “todos los ciudadanos tienen el derecho a cubrir sus necesidades mínimas y llevar una vida saludable y cultural”. Siento que así fue mi vida en mi amado ‘Patzcuarito’.
Ese derecho, aunque se escucha tan simple, parece que no es muy fácil de lograr, pues nos encanta complicarnos la vida.
La clave para alcanzar esa calidad de vida reside en «saber conformarse con lo mínimo», que es una enseñanza fundamental de Buda.
Con la colaboración de Camilo Pérez Aguad y Evelyn Vera.
Las personas dedicadas a la creación de las artes, cada cierto tiempo encuentran - sin desearlo - un nuevo ciclo que da brío a sus carreras, y entonces recrean atmósferas y espacios donde plasman una memoria visual, musical, literal…,
En el caso de la mexicana Evelyn Vega, tuvo la oportunidad de plasmarlas mediante la fotografía realizada durante un viaje por Austria, Eslovenia, Francia y España, y a las que dotó de un cúmulo de sensaciones promovidas por su vena como compositora, pianista, organista y como ella nos confiesa: “improvisadora, con una formación que incluye música popular, música culta, música contemporánea e improvisación libre”.
Sobre "Memorias Geográficas” El maestro Camilo Pérez Aguad, nos ofreció su punto de vista:
Jorge Luis Borges describe esta experiencia en el prólogo de "Atlas" (una obra hecha de imágenes y palabras de los viajes junto a María Kodama): "No hay un solo hombre que no sea un descubridor. Empieza descubriendo lo amargo, lo salado, lo cóncavo, lo liso, lo áspero, los siete colores del arcoíris y las
veintitantas letras del alfabeto; pasa por los rostros, los mapas, los animales y los astros; concluye por la duda o por la fe de la certidumbre casi total de su propia ignorancia."
Artista multifacética, Evelyn Vega, retiene con sus fotografías la fortuna de imágenes que perdurarán por mucho tiempo, destinadas al amor y apoyo de sus seres queridos ... a la manera de Borges y Kodama.
“Palmenhaus”(2023)
Sobre la autora: Nació en 1983 en Ciudad de México.
IG: @fibropiano
Facebook: @fibropiano
Exposición de fotografía:
Fecha de inauguración: sábado 20 de septiembre
Hora: a partir de las 10 am
Lugar: Garros Galería, Chihuahua 131-1, Roma Norte
Entrada: libre
”Marsella”(2023)
texto y fotos: Andrés Camacho @solo_andoresu
Escritor e investigador en las montañas de Nara sobre historia de Japón y chisme samurái. Echo chisme en el podcast “JAPÓN ES CHIDO” bajo la premisa de Karatani Koji en la que la familiaridad de lo asumido como ‘japonés’ debe ser desconocido primero para después llegar a diferentes formas de repensar lo ‘japonés’.
Obon: 80 años regresando a casa
Apenas dejó de llover en Chiran, el monte Kaimon emergió entre el velo de nubes. Esa montaña, estaba escrito la pared del memorial, era lo último que los pilotos kamikaze veían de Japón antes de inmolarse en algún lugar del mar. Desde la base militar de Chiran, en la ciudad de Kagoshima, despegaron 439 pilotos kamikaze en 1945 con la esperanza, maquinada por el Almirante Onishi y el colapsado aparato militar japonés, de hundir el avance estadounidense en las islas de Okinawa y los territorios colonizados. Ahora, en Chiran hay un memorial dedicado a los pilotos, con testimonios, fotografías y cartas de quienes despegaron de esta base desde abril de 1945, hasta que el Emperador dio aviso por radio de la rendición del país el 15 de agosto del mismo año.
Este año se cumplieron 80 años desde que Estados Unidos lanzó las bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki, el 6 y 8 de agosto, respectivamente. También, pasaron 80 años desde que el Emperador Hirohito transmitió la rendición de Japón por radio. La grabación del 15 de agosto, en general, aceptaba la Declaración Potsdam presentada por Estados Unidos, Gran Bretaña y China un mes antes, en la que exigían la rendición, ocupación y despojo de los territorios colonizados por Japón durante su frenesí imperialista, el que justificaron diciendo era para proteger Asia de Occidente. El gobierno japonés aceptó los términos el 14 de agosto. Ese mismo día, el Emperador grabó su mensaje y dejó todo listo para transmitirlo el 15 por radio, el último día del Obon. Al menos desde el siglo 16, en muchas partes de Japón
se cree que entre el 13 y el 15 de agosto los muertos vuelven al mundo de los vivos para reencontrarse con quienes guardan su memoria. Solía ser una práctica de las comunidades rurales que invariablemente migró a las ciudades. Aquellos que preservan el recuerdo de los muertos, se encargan durante los tres días de limpiar las tumbas y llevar ofrendas, poner flores, agua e incienso. También, se cuelgan lámparas para guiar a los muertos de regreso al hogar y se hacen celebraciones en los templos y en las comunidades donde se baila y come para recibir a sus espíritus o mandarlos de regreso al otro mundo llegado el 15 de agosto. El Obon, entonces, es un festejo que permite a los espíritus escapar del desvanecimiento y alcanzar el estado del Ser cuando son recordados y venerados. Me pasé casi cuatro horas leyendo todas las cartas yirando las fotografías y documentos dispuestos por el memorial de Chiran. En las cartas, por ejemplo, los jóvenes pilotos se dirigen principalmente a sus madres, pero es imposible traducir todo lo que esos pilotos verdaderamente vivieron al saber que horas más tarde debían inmolarse. Las emociones, dolores y afectos que desgarran al cuerpo no encuentran exactitud fuera de él.
—¡Mira! —escuché a una madre decirle a su hijo que se pusiera junto al avión de las fuerzas especiales para tomarle una foto. El niño y su hermana posaron haciendo con los dedos la señal de paz junto al Zero Fighter, rescatado del fondo del mar en trozos. Luego, la señora y los niños pusieron unas flores frente a la nave decorada durante agosto con cientos de grullas y flores por el 80 aniversario de la rendición de la guerra. Eran vacaciones de Obon y el memorial de Chiran estaba repleto de familias y personas que venían a rezar por los pilotos desvanecidos en el mar. Después de todo, ellos también regresan a casa.
Mexico Kissa Club
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El “shokupan” más amado en CDMX
He vivido en México varios años y siempre busqué algo muy especial: ese shokupan japonés. Esa textura esponjosa, la dulzura suave al masticar y el aroma tostado al hornearse… Un sabor cotidiano en Japón pero difícil de hallar aquí. Hasta que probé el de Tsubomi y grité: “¡Esto es!”. Desde entonces, casi cada semana voy a la tienda; acompañar mi café con este pan es rutina indispensable. Para una amante del pan como yo, este encuentro ha enriquecido mi vida en México.
Conversamos con su propietaria, Kanako Mikami. Kana llegó en 2007 para trabajar en un restaurante japonés. No hablaba español, fue un inicio desde cero. Tras dos años invitó a su colega Akiko, hoy panadera de Tsubomi, y juntas empezaron a hacer pan en casa. Luego abrieron una panadería en Polanco que administraron cinco años. Con más experiencia, en 2017 relanzaron el proyecto como “Tsubomi” y en 2018 inauguraron su tienda. Al principio horneaban en el departamento de Akiko y vendían a supermercados japoneses como Mikasa y Yamamoto, además de repartir en Polanco. “Al inicio hubo inseguridades, pero las ganas de seguir eran mayores”, recuerda Kana. El nombre “Tsubomi”, capullo antes de florecer, simboliza ese espíritu.
El producto estrella es el shokupan. Sorprende que la mayoría de los ingredientes se consigue en México. Tras muchas pruebas con harinas alcanzaron el sabor actual. Akiko domina panes rústicos europeos; Kana se encarga de los “kawaii”. En la tienda conviven
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baguettes crujientes y panes dulces, una fusión de personalidades que ofrece un pan único, unión de Japón y México.
Hoy Tsubomi tiene un equipo de 15. “Adaptarme a diferencias culturales costó, pero trabajar con mexicanos es divertido”, dice Kana. Entre bromas y pequeñas alegrías se han tejido lazos que hicieron de Tsubomi un lugar querido por la comunidad local. El apoyo japonés también fue fundamental, señala Kana.
Planean expandir ventas al mayoreo y colaborar con empresas. Además, a Kana le apasiona el vino: “¡Quizá pronto haya un bar donde disfrutar buen pan y buen vino!”, comenta. En sus días libres va al gym, toma clases de baile y visita restaurantes. A pesar de combinarlo con hogar e hijos, vive con energía, reflejada en el ambiente cálido de Tsubomi.
Cada mordisco al shokupan de Tsubomi me devuelve energía. Un sabor japonés con ternura, cultivado en tierras mexicanas, que seguirá llenando días y corazones por mucho tiempo más.
Información
El 19 de septiembre realizaremos un evento colaborativo de Tsubomi × SAN × Mexico Kissa Club. Si te interesa, por favor mándanos un DM en Instagram (@mexico kissaclub). Disfrutaremos juntos de un Taller de matcha acompañado de un wagashi original y un sando.