Apuntes sobre la negatividad y la mala onda

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Apuntes sobre la negatividad y la mala onda . "La gente buena, si se piensa un poco en ello, ha sido siempre gente alegre". Ernest Hemingway Los que invaden, manipulan y descalifican al otro. El que destila odio y disfruta humillando al que manipula con mentiras, el que descalifica al otro, el envidioso de lo ajeno y el que inventa problemas para acercar luego sus soluciones, se completa con el narcisista patológico, el perverso, el violento y el estafador. De seres nocivos está lleno el mundo, como ya lo dijo y poetizó Antonio Machado con su "mala gente que camina y va apestando la tierra", Sin duda alguna, los políticos que sólo buscan ser escuchados y prometen lo que nunca van a cumplir, se encuentran entre la gente propensa a la mala onda. "Quien mejor se ha dedicado a este tema en la historia de la filosofía es Baruch Spinoza", dijo el filósofo Tomás Abraham. "El habló de encuentros que potencian nuestras energías y nos dan alegría y de los que las disminuyen y producen tristeza. Cuando dos cuerpos se convienen entre sí, multiplican su potencia. Y cuando no lo hacen se produce un mal encuentro, semejante a una especie de envenenamiento". "Confucio decía que si uno se topa con gente buena, debe tratar de imitarla, y si uno se topa con gente mala, debe examinarse a sí mismo". La filósofa y ensayista Diana Cohen Agrest, madre de un estudiante de cine de 26 años asesinado en julio de 2011 en un robo en Caballito, incansable luchadora para que la justicia sea una realidad, dijo que la mala onda genera “vínculos destructivos de los que hay que huir". Pero advierte sobre la estigmatización y la capacidad de cambio de las personas. "Los seres humanos – dijo - no somos de una vez y para siempre. Estamos en constante proceso de construcción. El nombre definitivo es el del epitafio, pues sólo allí adquirimos una identidad definitiva. Mientras vivimos, se puede dejar de ser «tóxico», como también se pueden adquirir otras características. Sólo una visión demasiado pesimista del ser humano lo condena a ser de una vez y para siempre."

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El filósofo Santiago Kovadloff confesó cruzarse a menudo con personas tóxicas y que rogaba que alguien en el teléfono lo libere de la situación. También se preguntaba si la gente, de verdad se cuestiona sobre qué es lo que uno produce en el otro. Por otra parte, también ubica como rasgo dominante de la toxicidad "a las personas monologadoras y autorreferenciales y a aquellos que nos aplastan". Como las personas "tóxicas" suelen producir un enorme malestar e influyen perjudicialmente en la salud del otro, considero que es necesario contrarrestar su influencia

quitándoles poder además de escapar de ellas o no permitiéndoles

ningún acceso a la intimidad. Además, las personas que padecieron del negativismo del individuo tóxico, suelen afirmar que a son sujetos a los que se lo puede neutralizar con amabilidad. Su afán por lastimar con comentarios o actos desagradables resulta estéril si él percibe que carece de efecto. Hace unos cuantos años, un participante de un taller literario que yo conducía que se caracterizaba por protestar siempre, al aparecer con una remera muy parecida al que usaban los Pitufos, apenas entró a la clase y antes de que empezara a protestar, lo saludé con un ¿cómo anda, el Pitufo gruñón?, que no sólo lo desconcertó sino que perdió el gesto adusto que lo caracterizaba. No siempre es posible armar un chiste inspirado en un sujeto propenso a la mala onda. Iba a decir víctima de su propia mala onda que lo lleva a ver el mundo en gris. Los conocemos: está el que destila odio, el que disfruta humillando al otro, el que avasalla, el que manipula con mentiras, el que arremete desvalorizando al otro para sentirse bien él, el que daña sin jamás proponer una reparación. Entre estas personas, se encuentran tanto el autodestructivo, como el decididamente perverso. La palabra persona, persôna, según el diccionario etimológico de Joan Corominas, deriva del latín: “máscara del actor”, “personaje teatral” (voz de origen etrusco) y pocos como el sujeto afectado por la mala onda, resuenan detrás de la máscara que oculta sus verdaderas intenciones. El diccionario UTEHA, coincide. Persôna deriva del latín: “individuo de la especie humana. Hombre o mujer cuyo nombre se ignora o se omite. Personaje de una obra literaria. La voz persona fue aplicada en un principio por los romanos a la máscara resonante que usaban los actores en el teatro”. 2


Como las personas "tóxicas" logran influir negativamente en la salud del otro, es decir, pueden llegar a enfermarlo, es muy importante no otorgarles ningún poder. Tampoco se les puede permitir que accedan a la propia intimidad para lo cual no es necesaria violencia alguna porque al sujeto “tóxico" se lo neutraliza con amabilidad. Es más, su afán por lastimar con comentarios o actos desagradables resulta estéril si él percibe que no van a producir ningún efecto. El mal humor se ha convertido, a nuestro pesar, en el paradigma de la vida cotidiana. La falta de sosiego o tranquilidad, me recuerda al gran escritor portugués Fernando Pessoa, con su “Libro del desasosiego”, en el que describe la angustia detrás del malhumor, producida por un extrañamiento hacia la vida y a la realidad que rodea. Esto último es lo que produce la mala onda o mala vibra que, muchas veces, es un extrañamiento respecto al mundo, sensación que deviene de una civilización ajena a nuestras necesidades.

Cómo el sujeto propenso a la mala onda, suele ejercer el Bullying. En la vida diaria, el sujeto afecto a la mala onda, disfruta descalificando y humillando al otro de una manera sostenida en el tiempo, con el fin de desestabilizarla psíquicamente. Eso es, a mi parecer, una forma de Bullying. Parecido al acoso sexual, tiene por objeto el sometimiento del otro a partir de una posición de superioridad. El acoso, en las formas mencionadas, es un proceso largo por el cual la persona, sea hombre o mujer, sin darse cuenta de lo que sucede, va perdiendo su autoestima y la confianza. En realidad, no se da cuenta de que está siendo humillado y de que se le vulneran sus derechos más fundamentales y, cuando cae en la cuenta, muchas veces es tarde. El acosador, apela a técnicas bastante sutiles como insinuaciones, miradas, mentiras y no cede hasta doblegar al más frágil, incluso dando vuelta la situación desde un lugar en el que prima la fuerza y el poder. Si el humillado, se pone en una posición defensiva, puede provocar más violencia verbal y, a veces, también física

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porque, si bien el agresor no pretende destruir a su víctima de inmediato, su propósito es anular la capacidad de defensa y de rebeldía. El adicto a la mala onda, puede convertirse en un depredador, sin contemplaciones. Por ejemplo, en el campo laboral, avasalla a su víctima cuando está sola o la desacredita en presencia de otras personas. Siente el mismo placer como cuando le asigna tareas inalcanzables por los plazos para concluirlas además de amenazar con la pérdida del trabajo. Como nadie es imprescindible y muchos, son los afectados por la desocupación, la víctima se somete sin dudar. Aprender a con-vivir Lamentablemente, los seres humanos ya no somos los que establecemos nuestras propias reglas de convivencia dado que el poder legislativo termina haciendo las leyes a su gusto. El mal humor es una de las manifestaciones que produce una sensación extraña e inquietante de incomodidad. Ese humor, en general sádico, se descarga sobre el más débil, el chivo expiatorio de prejuicios y frustraciones. La burla y el sarcasmo aparecen como una agresión franca sobre el otro, además de ser una de las muestras de la verdadera cara del poder. ¿Por qué, en la cultura actual, prevalece el mal humor? Freud plantea que la cultura está atravesada por un malestar que deviene de la condición pulsional del ser humano. Se manifiesta en los límites para alcanzar plenamente la felicidad del individuo dentro de la cultura. Por ello, señala que desde tres lados amenaza el sufrimiento: 1) El cuerpo propio, cuyo organismo está destinado a morir. 2) El mundo exterior que puede destruir al sujeto. 3) La relación de éste con los otros seres humanos en la familia, el estado y la sociedad. Si las dos primeras fuentes del sufrimiento las considera inevitables, la última es inadmisible, ya que no se puede entender por qué las normas que nosotros hemos creado no pueden protegernos y beneficiarnos a todos. Frente a un entramado social dañado, la degradación de los valores e ideales y la importancia del éxito, los analistas debemos dar cuenta de las transformaciones en la subjetividad. Me refiero a patologías en las que aparece un agujero, el vacío, la nada, un destino trágico del funcionamiento psíquico y el pasaje al acto. Las

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pasiones del ser humano no son ni puras ni simples. Es Spinoza quien nos revela que están compuestas de amores y odios, de alegrías y tristezas aunque siempre una afección es más fuerte que las otras. Freud, da cuenta de estos fenómenos a través del estudio del chiste, lo cómico y el humor. El chiste, y la risa consecuente, establecen que la subjetividad se realiza en la intersubjetividad. Es la más social de todas las funciones psíquicas que producen placer y se comparten. Compartirlo, posibilita la comprensión de que somos seres finitos, además de crear una esperanza sostenida en una razón apasionada. Sólo una política de las pasiones alegres puede hacer frente a las pasiones tristes: el miedo, el odio, la resignación y la apatía. En este sentido el humor puede ser uno de los instrumentos para que el dolor se ilumine en esperanza ya que, como decía Nietzsche “el animal de la tierra que sufre más fue el que inventó la risa”.

Quiero concluir con este pensamiento de Winston Churchill: “Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad, un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad.” Y con esta reflexión de Jules Feiffer, en la que prevalece el buen humor: “Yo solía pensar que era pobre. Pero entonces me dijeron que yo no era pobre sino necesitado. Luego me dijeron que era auto denigrante pensarme como necesitado. Yo era un carenciado. Luego me dijeron que ese ya era un término gastado. Yo era desaventajado. Hoy sigo sin tener un centavo. Pero tengo un vocabulario riquísimo.”

Susana Grimberg. Psicoanalista, escritora y columnista

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http://www.radiosentidos.com.ar/programacion/a-la-vuelta-de-la-esquina/

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