Aparentar, fingir, mentir la hipocresía en toda su dimensión

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Aparentar, fingir, mentir. La hipocresía en toda su dimensión. “Odioso para mí, como las puertas del Hades, es el hombre que oculta una cosa en su seno y dice otra”.

Según

el

Diccionario

Homero

etimológico

de

Joan

Corominas,

la

palabra Hipocresía proviene del griego tardío Hypokrisia, propiamente “acción de desempeñar un papel teatral y, también, deriva del latín “hypocrita” que significa actor teatral. En griego es una palabra compuesta por “hypo y crytes” que significa máscara y respuesta respectivamente. En Grecia, los hipócritas eran actores teatrales que, por lo general al momento de comenzar su espectáculo, utilizaban una máscara para adentrarse más en el papel y transformarlo en un momento pleno de fantasías para entretener al público. Tiempo después, el término también fue empleado a las personas que vivían fingiendo ser otro, alguien con más poder. La hipocresía es hoy en día utilizada como un calificativo despectivo hacia alguien que se sabe que no está diciendo la verdad o que no está actuando con sinceridad, pues la hipocresía es aquella conducta que asume el que finge o el que se lo reconoce como mentiroso en diversas circunstancias de la vida: también puede ser catalogado de ese modo por sus pensamientos, sentimientos u opiniones. En realidad, como un hipócrita es el tipo de persona que no desea que sean conocidos sus verdaderos sentimientos o pensamientos, siempre esconde sus verdaderas intenciones. Por eso se dice que las personas hipócritas no sólo no son de fiar sino que jamás serían un modelo a seguir. Es cierto que hay personas que actúan con hipocresía en cierto tipo de situaciones ya sea por miedo, dolor o vergüenza. Por otro lado, también está el que para sobresalir o destacarse por sobre los demás, miente. Hipócrita es también el sujeto que critica el actuar de los demás simplemente por envidia.

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El término envidia procede del latín invidia, derivado de invidere, que significa "mirar con malos ojos, con envidia" y éste, de videre, “ver”. (Diccionario etimológico de Joan Corominas). Quien está invadido por este sentimiento, mira con “malos ojos” las cualidades, éxitos o posesiones de los demás, lo cual le lleva a acumular rencor, además de una profunda insatisfacción. Por otra parte, el afectado por la envidia (digo afectado por es casi una afección), oculta sus emociones y finge no importarle lo que sucede a su alrededor, dado que se resiste a aceptar el despecho que le produce que otro sea merecedor de algún reconocimiento. S Freud, en Psicología de las masas y análisis del Yo, dirige la mirada hacia la brutalidad y crueldad de la guerra y dice que “un puñado de ambiciosos y farsantes inmorales” - yo diría hipócritas pues siempre lo hacen en nombre del bien -, “no habrían logrado desencadenar todos esos malos espíritus si los millones de seguidores no fueran sus cómplices”. Incluso, atribuye estos horrores a la envidia originaria. “Ninguno debe querer destacarse, todos tienen que ser iguales y poseer lo mismo”. La justicia social o el igualitarismo, apunta a que cada uno debe denegarse muchas cosas para que “también los otros deban renunciar a ellas o, lo que es lo mismo, no puedan exigirlas”. Esta exigencia de igualdad es, por otra parte, la que propiciaron y propician los populismos. También los estados totalitarios declaman, para conquistar al pueblo, que ellos luchan por la igualdad de posibilidades, con la salvedad oculta de que no va a haber lugar para las diferencias intrínsecas a cada sujeto. No hay que obviar que la exigencia de igualdad de la masa sólo vale para los individuos que la forman, no para el conductor. Todos tienen que ser iguales entre sí, pero todos claman por un líder, el que los mantenga unidos. S. Freud en 1915, a un año de haber comenzado la Primera Guerra Mundial, al escribir “Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la muerte” dijo: “El sujeto forzado a reaccionar permanentemente en el sentido de preceptos que no son manifestación de sus tendencias instintivas vive, psicológicamente hablando, muy por encima de sus medios y puede ser 2


calificado, objetivamente, de hipócrita, se dé o no clara cuenta de esta diferencia, y es innegable que nuestra civilización actual favorece con extraordinaria amplitud este género de hipocresía. Podemos arriesgar la afirmación de que se basa en ella y tendría que someterse a hondas transformaciones si los hombres resolvieran vivir con arreglo a la verdad psicológica. Hay, pues, muchos más hipócritas de la cultura que hombres verdaderamente civilizados, e incluso puede plantearse la cuestión de si una cierta medida de hipocresía cultural no ha de ser indispensable para la conservación de la cultura, puesto que la capacidad de cultura de los hombres del presente no bastaría quizá para llenar tal función.” Por otra parte, dijo también: “También nosotros (…) somos, como los hombres primordiales, una gavilla de asesinos”. También, en 1915, ya desencadenado el conflicto mundial, Freud analizó las complejas relaciones que unen la guerra y la muerte y dijo que la guerra había destruido la ilusión de que las adquisiciones culturales eran inmutables además de desnudar las mociones pulsionales primordiales. Es que el hombre civilizado,

en

ese

momento

y

anteriormente

también,

continuaba

comportándose respecto a la muerte de la misma manera que el hombre primordial de Tótem y tabú. En 1932, en el mismo momento en que el nazismo se preparaba para devastar Europa, Einstein y Freud reflexionaron sobre los medios más idóneos para mantener a raya la guerra y que, para que el derecho se impusiera sobre la violencia, era importante favorecer el proceso cultural. Ocultar lo que se piensa y decir otra cosa para quedar bien, suele llamarse hipocresía, un concepto que pone las cartas sobre la mesa. La hipocresía, al fundarse en la frase “ya lo sé, pero aún así, da cuenta de un pensamiento perverso. Las nuevas tecnologías. En estos tiempos en los que la tecnología abarca muchos aspectos de la vida cotidiana, la felicidad misma puede medirse a través de las selfies, en la que las sonrisas, casi siempre hermosas, suelen ocultar un gran vacío existencial porque la verdad de una persona no es la pose sino su modo de ser.

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Instagram, por ejemplo, sumamente eficaz para promocionar un evento o un producto, suele funcionar como vidriera de la felicidad tanto de la propia como la ajena. No se trata de algo nocivo ni malo en sí mismo, sino que, muchas veces es pura apariencia. Vanidad de vanidades que mucho tiene que ver con lo humano, desde la creación o surgimiento del hombre. La llamada sociedad del bienestar pone en manifiesto carencias importantes que llevan al stress, a la adicción al trabajo y a otras adicciones y a una permanente ansiedad. La hipocresía es un mecanismo de defensa que sólo alimenta el engaño y la doble moral. Sería interesante poder relacionarse en forma abierta y sincera, contando con el respeto y comprensión de nuestros semejantes. La naturaleza humana es mezquina y lamentablemente muchas personas por miedo, celos o envidia, terminan siendo hipócritas por necesidad o por piedad, el problema está cuando se acostumbran y aprenden a negociar la dignidad y otros valores. Me interesa pensar la hipocresía como una pantalla, un tipo de mentira, una manera de ser o, quizás, una búsqueda de lo que no se es. Un hipócrita es alguien que esconde sus intenciones y verdadera personalidad, suele fingir cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o se experimentan. Es el arte de mentir hacia fuera y hacia adentro. Si, como dijimos, la palabra proviene del latín “hypocrisis” y del griego que significa “fingir”, la hipocresía consta de dos formas, la simulación y el disimulo. La simulación es mostrar lo que se desea aparentar, en cambio el disimulo oculta lo que no se quiere mostrar. Suele darse en sociedades muy hipócritas en las que la mujer tiene un papel secundario, secretaria, asistente de gerencia, auxiliar administrativa, relaciones públicas, etc. Lamentablemente, la hipocresía es considerada por algunas personas, como un mal necesario para la sociedad y tiene que ver con el inmenso grado de descomposición social al que ha llegado la misma sociedad que ha terminado considerando a la hipocresía como algo útil y necesario en pos de una convivencia mejor. 4


Vivimos en una sociedad individualista y consumista, que conduce al egoísmo, al egocentrismo, a preocuparse únicamente de la felicidad personal, y que carece de un sentido comunitario y solidario. El consumismo conduce a la tendencia de poseer y tener, es decir, cuanto más tiene el individuo, más necesita tener. El hombre de hoy, ante lo que sospecha se trata de una inmensa pobreza espiritual, llena su vacío interior con cosas materiales. Para comenzar a cambiar la sociedad de hoy, hay que empezar por la familia como núcleo central de la sociedad, es decir educar y formar a los hijos en los valores morales ya que ellos son el futuro de la humanidad. Únicamente así es posible una aproximación a sociedad mejor.

Quiero concluir con este pensamiento de Francisco de Quevedo: “La hipocresía exterior, siendo pecado en lo moral, es grande virtud política”.

Y con esta frase de Aldous Huxley “Casi todos nosotros buscamos la paz y libertad; pero pocos de nosotros tenemos el entusiasmo para tener los pensamientos, sentimientos y acciones que llevan a la paz y felicidad”.

Susana Grimberg. Psicoanalista, escritora y columnista. http://www.radiosentidos.com.ar/programacion/a-la-vuelta-de-la-esquina/

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