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ARTE

TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 19 de marzo de 2006

culturas 5 de la puerta rugosa, del objeto pulido por el uso, no en vano, la madera nos acompaña en el último viaje, recubre nuestros actos y silencia nuestros pasos, forma parte, dúctil, útil, de nuestra vida cotidiana. El artesano primigenio que talló con su navaja la primera figura, se vuelve ahora el pintor fascinado que domina la materia y la interpreta como texto, tejido entrelazado, convertido en lienzo plano. La temprana muerte de Lucio Muñoz en 1998 hace que la retrospectiva de su obra sea un ejercicio visual y vital necesario. Nos devuelve al joven que viaja a Paris, que conoce el postcubismo y que descubre la madera como soporte interpretativo de una realidad que deja de ser figurativa. La abstracción se complementa con la lectura caprichosa de la naturaleza, de su materia viva. Hay un ejercicio experimental de técnicas mixtas que nos retrotrae al papel, incluso al collage en el que la madera se combina con su último producto, el libro, un ejercicio que termina con el deseo de huir del pictoricismo clásico y retornar a la simplicidad, a la desnudez, a la falta de intervención humana sobre la forma natural. Fascinado por los efectos visuales de la naturaleza,

Obras de Lucio Muñoz que se exponen en la Hospedería Fonseca / ICAL

Lucio Muñoz: Materia viva Una exposición retrospectiva del pintor en la Hospedería Fonseca nos muestra las posibilidades expresivas de la madera en una obra compleja, llena de sugerencias. ay cuadros con vocación de tacto, ansían ser tocados por la mirada del espectador, la suya es una cualidad rugosa y afilada. El lienzo se somete a demorada caricia de la pincelada, la madera parece padecer el efecto de la cuchillada. Hay algo potente y primitivo en la decisión de convertir la madera, materia orgánica, árbol que es apenas sensitivo, en soporte artístico. Posee cualidades insospechadas. Lucio Muñoz había estudiado pintura y dibujo en las escuelas que le enseñaron la figuración como una forma expresiva de la cual desprenderse con la misma facilidad con la que en los años cincuenta, los pintores españoles ejercían la abstracción con voluntad y maestría. Francotiradores en la soledad del estudio, los

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artistas experimentaban y compartían un deseo de cambio. Para Lucio Muñoz, el cambio estaba en el soporte pictórico, y una vez descubiertas las posibilidades expresivas de la madera, su técnica y sus hallazgos no hicieron más que establecer nuevos caminos llenos de fuerza. Materia viva, dúctil y a la vez dueña de su propia densidad y peso, la madera se presta a la manipulación del artista, del artesano, del carpintero pintor que utiliza todos sus recursos para extraer de sus colores naturales y sobre todo, de su cualidad visual y táctil, toda la potencia expresiva de una materia de lecturas inagotables. Soporte y obra, la madera se convierte para Lucio Muñoz en un lienzo de infinitas posibilidades. Interpreta la lectura y la textura de la madera sin adulterar su cualidad de materia con estética propia. Geométricas y abstractas, las venas añosas de sus lienzos arbóleos contienen en sí mismas toda la fuerza creativa de la naturaleza sometida a una nueva visión por parte del artista: de la madera surgen figuras abstractas, paisajes sobrenaturales, formas orgánicas apenas identificables y composiciones de sobrecogedora belleza plástica. Ha encontrado el lenguaje de los pigmentos y las texturas que usa la naturaleza, ha logrado situar frente al espectador el recuerdo

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Muñoz experimenta con el tiempo, tanto el atmosférico, que incide sobre la materia, como el cronológico, que avejenta, endurece y fija el trabajo humano sobre la madera

Lucio Muñoz deja que sea ésta misma quien trabaje sobre la madera a la intemperie. Caprichosa y feroz, pule y lame la materia con vientos y lluvias hasta convertirla en pura expresión abstracta. El laboratorio del carpintero se ha convertido en un espacio donde se experimenta con el tiempo, tanto el atmosférico, que incide directamente sobre la materia, como el cronológico, que avejenta, endurece y fija el trabajo humano sobre la madera. Convertido en un Acteón vuelto árbol por el capricho de una diosa casual y pictórica, Lucio Muñoz encuentra su expresión más original y depurada. Sus títulos y su manipulación estética se alían con la caprichosa naturaleza de la madera. El resultado es una obra compleja, llena de símbolos arcanos y preñada de sugerencias. Potente como una manifestación natural, cercana como el objeto diario que se pule con el uso, sorprendente, tranquilizadora como tronco seguro en el cual apoyar una vista que se ondula en la geometría esencial de la piel rugosa y los anillos siderales. Una obra que arde con la misma fuerza con la que la madera desafía al fuego y se domestica convertida en papel donde dibujar la ausencia densa y consistente de la madera. Charo Alonso 


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