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culturas

N° 70 Suplemento de

artes y letras

TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 16 de abril de 2006

Una celebración y una incógnita. ¿Seguirá la Fundación de Cultura programando el evento cultural con mayor tirón de público? El viernes comienza una nueva edición.

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Maribel Iglesias, en el centro, anunciando el descanso de la primera edición del Café Teatro, en mayo de 1986

20 años de espectáculo en La Vega

CAFÉ TEATRO 3 LE CORBUSIER

6 CINE Y CIUDAD

El poema del ángulo recto fue el libro en el que el arquitecto plasmó todo su testamento estético. Madrid acoge una exposición sobre el tema.

El arte del siglo XX era el más indicado para plasmar el vértigo de las metrópolis. Analizamos esta fructífera relación.


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veinte años es algo que tarde o temprano acaba ocurriendo. Claro, que para cpoderumplir cumplirlos hay que seguir existiendo para cuando llegue la fecha. Y, si hablamos de iniciativas culturales, los ejemplos son más bien escasos, sobre todo en esta ciudad donde solemos comprobar que las cosas no arraigan fácilmente. El Gran Café Teatro de La Vega ha llegado a esa meta. Lo hace además en su mejor momento de aceptación pública, con colas en las taquillas para agotar en pocas horas todas

las localidades. Acostumbrado históricamente a vivir en una creativa inestabilidad –sin periodicidad fija, con sus artistas prácticamente poniendo dinero para sacarlo adelante–, desde los tiempos del 2002 se ha convertido en la apuesta más segura de la programación de la Fundación Municipal de Cultura. Pero llegados a este punto, parece flotar en el ambiente la sensación de que se ha agotado un ciclo. Con un teatro que no reúne las mejores condiciones, sin una seguridad de contratación, con cachés congela-

dos desde hace varios años, la compañía pide una estabilidad, un reconocimiento del valor de esta iniciativa. La Fundación, corta de presupuesto, busca espacios alternativos para optimizar recursos. La solución se presenta complicada, quizá el arreglo del teatro de La Vega para ampliar su aforo fuera una salida. Por su modestia, el Café Teatro parece menos importante de lo que es. Sería deseable un entendimiento para que se convirtiera en programa estable. El público lo reclama.

Antonio Marcos culturastribuna@yahoo.es

1 UNA CITA CON LOS VIEJOS ENEMIGOS Entendiendo Enemigos como ese gran grupo de rock que se despidió del mundo hace cuatro años. Cierto es que las actuaciones de Josele Santiago con su nueva banda ayudan a matar el gusanillo de fan, pero lo que se anuncia tiene pinta de apoteosis de divertimento nostálgico: con motivo del veinte aniversario de su primer disco, Ferpectamente, se reunirá durante el mes de agosto la formación que lo grabó y dará una docena de conciertos cuyas fechas están aún por confirmar. Fino Oyonarte, Artemio y Josele sólo tocarán temas de aquel primer disco –las clásicas ‘Florinda’, ‘La paella’...– y versiones de otros músicos que hacían entonces, y no se presentarán como Los Enemigos, no sea que los rumores sobre regresos se disparen. De momento, la carrera de Josele sigue adelante, con montones de conciertos y este mismo mes acaba de entrar en el estudio para grabar su segundo disco en solitario, con la producción de Pablo Novoa, aunque no estará a la venta hasta después del verano. Más información en joseleweb.com.

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LA INVASIÓN DE LOS DETECTIVES Falta menos de un mes para el II Congreso de Novela y Cine Negro, que organizan en la Universidad de Salamanca dos amigos de este suplemento, Àlex Martín Escribà y Javier Sánchez Zapatero. Del 9 al 12 de mayo y después de una primera edición que desbordó todas las previsiones, el congreso se centra este año en la figura del detective, desde puntos de vista muy distintos porque participarán profesores, escritores, críticos, cineastas e incluso un detective profesional. Entre los escritores estarán Andreu Martín –uno de los españoles más prolíficos del género y autor entre otras de un clásico como Prótesis–, Francisco González Ledesma –del que hace algunas semanas no paramos de hablarles aquí–, Fernando Martínez Laínez –uno de los pioneros en España– y el cubano Ronaldo Menéndez. Imanol Uribe y Vicente Aranda encabezan la delegación cinematográfica, en la que también figuran los estudiosos José Luis Sánchez Noriega, Juan Antonio Pérez

Millán y Michi Huerta. El librero Paco Camarasa repite presencia y divulgación y destaca también la participación del criminólogo Juan Carlos Arias, un profesional que comparará la realidad con la ficción, terreno en el que se ha adentrado con su Sevilla confidencial y Confidencias de un detective privado. En el marco del congreso se dará a conocer el libro que recoge los debates y otros artículos que se suscitaron en la primera edición y que ha publicado la editorial Librería Cervantes. Con su segunda edición, este encuentro nacido de esfuerzos muy concretos va convirtiéndose en una referencia importante para los amantes de la literatura.

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PALABRA DE LEM «El género de la ciencia ficción es algo que no soporto, lo considero un género muy menor, pueril y carente de todo valor cognitivo. Prefiero mil veces una novela policiaca, por mala que sea, que todas esas zarandajas galácticas». Se lo decía Stanislaw Lem a ‘La Vanguardia’ en una entrevista con motivo de la presentación de Provocación, publicado por la editorial El Funambulista. Ya se comentaba en el suplemento hace un par de semanas que Lem había trascendido el género, al que se agarró para alejarse del realismo socialista, pero no pensábamos que lo tuviera en una estima tan baja. En esa entrevista Lem muestra su desencantada visión de la vida, tamizada por la ironía en su obra: «¿Qué poder tiene la literatura? ¿Puede cambiar por ejemplo la política? Está claro que no. Todo ser humano alberga esperanzas, muchas veces irracionales en este sentido, y a la postre acaba tremendamente decepcionado. Hace veinte años ya dije que todo suele acabar muy mal, pero nadie me quiso hacer caso. En mis libros menudean ciertas ideas didácticas, pero no he escrito jamás para aleccionar a la malhadada y estúpida humanidad y convertirla en más justa y virtuosa, si bien reconozco esa intención educativa en muchos de mis libros». Sobre el poder de la literatura y de su conveniencia se va a hablar mucho en las próximas semanas. El Día del Libro, el próximo domingo, va a coincidir con la enésima campaña agresiva para meter los libros por los ojos y dar una rueda de prensa con la estadística a favor.

Buscando imágenes sobre cine y ciudad encontramos estas que no cabían en las páginas de dentro. Jarmusch, Wenders, Lang y Kieslowski


ARTE

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El poema de un artista llamado Le Corbusier

Los mares de Antonio Alcázar

libertad creadora... son algunas de las interpretaciones a las que se presta el libro, abordadas en el magnífico catálogo de la exposición. En sus pinturas, encontramos a un Le Corbusier más cercano a Miró, a Klee o a Picasso que a los constructivistas rusos. Imaginamos a Brossa en la limpieza de sus diseños y en el juego de los símbolos. Descubrimos a un hombre al que quizá nos habíamos imaginado a través de sus obras, a un hombre que valoró la verticalidad –a la que trató como la dimensión puramente humana– y las líneas rectas, pero que nunca desdeñó los vericuetos.

 La galería Adora Calvo (c/ San Pablo, 66) expone hasta el próximo sábado la muestra ‘De vuelta al mar’, una serie del pintor granadino Antonio Alcázar (Guadix, 1963). Y el mar es el absoluto protagonista de este conjunto de cuadros: no es un mar de postal que juega con las líneas del horizonte, sino un mar de superficie, como mirado desde un satélite que volara a baja cota, puntuado por incisiones geométricas en un juego de orden que convierte a cada pieza en una búsqueda de equilibrio crómático y compositivo. Haciendo un rápido repaso del listado de exposiciones realizadas por el artista, se aprecia rápidamente una inquietud viajera. Exposiciones en El Cairo, Líbano, Emiratos Árabes, Alejandría, Túnez, lugares que nos hablan de rutas marítimas abiertas en la noche de los tiempos. ¿Son éstos aquellos mares? ¿Fue La isla del Tesoro uno de los libros de infancia del artista, como apunta la crítica Carmen Pallarés? El caso es que el mar le sirve de excusa para investigar plásticamente con el color, el movimiento y la composición de elementos opuestos. Cada cuatro tiene un color predominante: azules, verdes, amarillo, rojo intenso... No son colores planos, sino que blancos y negros los complementan para aportar luz, movimiento. Alcázar combina bien lo que nos muestra en la superficie del cuadro y la profundidad que intuimos debajo. Sus superficies tienen materia, pigmentos y una fina fibra, una constante en su obra. Finalmente, la composición del cuadro está marcada por la introducción de elementos geométricos puros: rectángulos negros que confieren a la obra una dualidad entre lo móvil y lo estático, lo oscuro y lo luminoso, lo que aporta orden y lo que aporta caos, energía. Estas franjas no actúan aquí como esas barreras de la obra de Jesús Portal que suspenden una narración. En la pintura de Antonio Alcázar todo se juega en el ámbito de la contemplación, de recuperar el placer de mirar y dejarse llevar por las sensaciones líricas de su abstracción. Nada ocultan por tanto sus ásperas franjas negras. Sólo puntúan, riman, guían la mirada y establecen conexiones entre puntos perdidos la superficie del cuadro. El resultado es cálido y estimulante.

A. Marcos 

Antonio Marcos 

El Círculo de Bellas Artes y la Obra Social de Caja Duero proponen en Madrid una mirada al Le Corbusier menos conocido, al alquimista que buscaba la síntesis de las artes. Su testamento estético se publicó como un libro de autor: El poema del ángulo recto. as caras ocultas, las facetas desconocidas, las pasiones escondidas de los artistas nos fascinan. Conocer sus obras íntimas, personales, las que crean al margen de lo que se espera de ellos en su profesión, es una suerte de revelación que nos confirma o nos desmantela todas las ideas previas sobre su obra ‘pública’, nos ofrece nuevas lecturas y nos ayuda a imaginar algo tan complejo e individual como es el proceso creativo. A Charles Edouard Jeanneret (Suiza, 1887-Francia, 1965), más conocido por su seudónimo Le Corbusier, se le incluye en las páginas de historia de la arquitectura como uno de los grandes hombres del racionalismo –junto a Mies van der Rohe o Gropius–, una corriente con vocación internacional que pretendía ofrecer soluciones universales al alojamiento masivo en las grandes ciudades que, a principios de siglo, se veían en el horizonte. Líneas rectas, fachadas sobrias, hormigón y cristal, grandes ventanas en edificios cuyo espíritu nació en Europa –y que todavía puede rastrearse en zonas antaño residenciales de nuestras ciudades– pero que triunfó en Estados Unidos. En 1955, en plena madurez de su estilo, con infinidad de proyectos a sus espaldas e importantes publicaciones, sale a la luz un libro muy especial, El poema del ángulo recto. Se trata de una tirada limitada de doscientos cincuenta ejemplares firmados por el autor, publicados por Éditions Verve, un sello editorial que ya había practicado esta línea de libros de artista con Rouault, Matisse, Léger o Picasso. Le Corbusier trabaja en su confección desde 1947 y ocho años después pide por carta a sus amigos que se suscriban a la edición para que pueda realizarse. En este empeño queda plasmado su testamento estético. En 1924 había escrito: «El ángulo recto es como la integral de las fuerzas que mantienen el mundo en equilibrio». Veinticinco años después, en palabras de Juan Calatrava, «decide retomar de nuevo la cuestión y emprender un trabajo marcado por las ideas de ‘síntesis’ y ‘recherche patiente’ y encaminado a destilar en una obra única toda una personal cosmovisión trabajosamente elaborada a lo largo de décadas. El Poema... es el resultado final de un trabajo que combina de manera compleja la reflexión conceptual, la aspiración poética y la creación plástica». Alquimia, reencuentro con la naturaleza, importancia de los momentos de

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Arriba, ‘papier collé’ preparatorio. Abajo, páginas del libro


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Ángel González Quesada, en su papel de presentador del Café Teatro

Veinte años de Café Teatro o el paso de los años, y ya son veinte, la fórmula del Café Teatro se ha revelado como algo sólido: han cambiado las caras, los grupos, las músicas, pero el espectáculo ha alcanzado una madurez que lo mantiene ajeno al abatimiento. Al menos el público lo entiende así, porque cada vez que se hace, agota las entradas al primer día de venta. El tiempo ha pasado, pero el Café Teatro mantiene su tono, eso que Víctor M. Díez definió como «la grandeza de lo pequeño y la modestia de lo extraordinario». Un espacio periférico, un tejido artístico arraigado a la ciudad, una voluntad de independencia y postura crítica, contagiadas por el sano ejercicio de la risa, y un respaldo absoluto del público. Conseguir eso no es fácil. Que haya durado veinte años, es un milagro basado en el trabajo de muchas personas. Que pueda desaparecer es un nubarrón en el ho-

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El Gran Café Teatro de La Vega nació el 28 de mayo de 1986. Con la edición que comienza el viernes, se conmemora su veinte aniversario y, paradójicamente, entra en una encrucijada en la que su continuidad dentro de la programación de la Fundación podría replantearse.

rizonte. En una ciudad donde difícilmente arraigan las propuestas culturales, perder una tan consolidada y singular sería una auténtica lástima. La situación es la siguiente: en 2002, el Café Teatro pasa a formar parte de la programación oficial de la ciudad. La compañía –en esta próxima edición estará compuesta por treinta artistas de distintos grupos– cobra un caché y hace cuatro ediciones a lo largo del año, fijadas desde el comienzo. A partir de 2003, baja la regularidad, no hay un calendario fijo para cada temporada y el caché se mantiene invariable. Sus organizadores aseguran que la Fundación Municipal de Cultura es cada vez más reticente a introducir mejoras y su lectura es que ésta no mantiene el interés por progamarlo, especialmente por motivos presupuestarios. ¿Será precisamente el veinte aniversario una encrucijada en la

que se decida cuál es el futuro del Café Teatro? «No sé si es una encrucijada, pero un removimiento va a haber. Algo tiene que pasar, un replanteamiento», afirma Maribel Iglesias, una de las fundadoras del espectáculo. Ángel González Quesada, presentador y otro de los que están desde el principio, cree que «no va a desaparecer, lo programen o no lo programen las instituciones, creo que está por encima de ciertas decisiones de tipo presupuestario o político. Esto siempre ha sido un ejercicio de voluntad, de gente que de una manera desinteresada ha puesto su trabajo e incluso su dinero. La voluntad la va a haber. Ahora, alguien debería plantearse que si algo ha llegado a veinte años con este tirón de público, ese algo se debería institucionalizar y hacer un referente de Salamanca. Parece que cada vez estamos como a la cola. A lo mejor no

nos sentimos maltratados del todo, pero sí poco apreciados, no nosotros, sino el espectáculo. Si no lo programara la Fundación ya nos buscaríamos nosotros la vida». Miguel Martín, otro de los fundadores, opina que «la fuerza, la ilusión de hace veinte años ya no se da. Empiezan a primar las pegas, los problemas organizativos de mover a una compañía tan grande. Si se sigue manteniendo será por el empuje y el apoyo de los propios compañeros de dentro o incluso compañeros de fuera, y el éxito de público. Eso es lo que va a hacer decidir si sigue o no la actividad». Conviene recordar los orígenes y el espíritu del Café Teatro. Hijo de una época donde jóvenes vestidos de payaso ocupaban casas deshabitadas para uso cultural, el espectáculo nació como una apuesta de desarrollo cultural del barrio, como una acción que reflejaba el trabajo que empezaba a gestar


TEATRO

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A la derecha, Divinas con Medias en 1995, con María José, Mariángeles y Maribel. A continuación, los hoy Spasmo en 1992, interpretando a Los Manolos. Abajo, el cartel –ejemplar único– del primer Café Teatro; Miguel Martín interpretando a un político; Las Tres Gracias, con Rodrigo Cortés, Óscar Rodríguez y Miguel Martín; y Alejandro Lucas, entre otros, en la ocupación de ‘La Torre’, en la Plaza de La Vega, en 1986

Foto de familia en El Platería tras una función en los noventa: están Marchena, Fermín Querol, Maribel, Marisa Ibáñez, Eelko Haak, Nano, María José y Ángel, entre otros amigos como Lola o Elena.

gente con una inquietud artística. Había tanto de espectáculo como de reivindicación cívica, un intercambio de experiencias entre artistas y público, una actividad que repercutía con el dinero recaudado en el equipamiento de ese teatro de La Vega. Ese carácter, de alguna manera, después de tanto tiempo, se mantiene, anclado por el lugar físico en el que se celebra –«no se puede hacer en otro sitio, ha crecido aquí y ahí debería seguir, porque el espacio forma parte de su carácter», dice Miguel Martín– y por la actitud de ir contracorriente. «En este tiempo se ha convertido en un referente. Ha cambiado el público: al principio era como más progre, luego se ha abierto al teatro de diversión… sigue habiendo un elemento de ir un poco a la contra, de hacer lo que nos da la gana. Meternos en los circuitos culturales haciendo lo que quere-

mos, ése es el orgullo. », afirma Ángel González Quesada. «Al principio no había un grupo para cada cosa, lo hacíamos nosotros todo, hasta los números musicales», apunta Miguel Martín. Carlos Vicente llegó más recientemente, con Malagüero Teatro, hace unos cuatro años: «Teatralmente hablando me ha mantenido vivo. Hubo un momento que decidí seguir con otra vida profesional, el teatro no me daba para vivir, y es lo que me ha mantenido vivo teatral e incluso emocionalmente. Está muy bien hacer una obra de teatro, pero está muy mal hacerla diez veces en un año. Aquí, desde 2002, que hacías cuatro temporadas, eran treinta o cuarenta actuaciones, y eso es un lujo dentro del panorama teatral salmantino. Personalmente, es un honor actuar y no sólo eso, sino que me ha permitido escribir pequeñas cosas, matar el

gusanillo de la escritura, que muchas veces pierdes». Alfonso Mendiguchía asegura que «hemos te-

nido la suerte de llegar justamente en el momento más sustancial: en vez de comerte los marrones, saborear las mieles. Cojonudo, qué vamos a decir. Profesionalmente nos sirve de campo de pruebas, para experimentar cosas que nunca se nos hubieran ocurrido, para conocer mucha gente, aprender de toda esa gente, ir adquiriendo una madurez que te da un escenario que está a medio camino entre lo que sería un bar y un teatro al uso. Eso te hace crecer muchísimo. Es un lujo en todos los sentidos». De ahí han salido artistas que después han alcanzado la profesionalidad y el éxito. Y esta faceta de cantera, de generador de tejido teatral es una faceta menos visible, pero quizá más importante y difícil de conseguir que las otras. Carlos Vicen-

te: «Es una experiencia que te marca un antes y un después. Ver crecer a la gente, personal y profesionalmente, cada año, es lo mejor. Cada edición es un reto». «Los mejores momentos los recuerdo aquí, en el camerino. El buen rollo, cómo se forma un núcleo, y fíjate que hay artistas invitados a cada edición, se forma una especie de familia. Ahí fuera tienes que dar la cara, pero dentro es así. Eso se mantiene», afirma González Quesada. Mientras ensayan los números que comprondrán esta nueva edición –que contendrá algunos de los ‘grandes éxitos’ de todos estos años–, se palpa cierto malestar. «Que tengas que oír que hemos tocado techo...», dice Quesada. Esa frase planea sobre el Café Teatro del veinte aniversario. Por su carácter modesto, coral, cómico, crítico y periférico, este espectáculo pudiera parecer un asunto menor. Y no lo es en absoluto. Propuestas con más recursos pero con menos alma se las ha llevado el viento sin dejar huella. Si no existiera, habría que inventarlo. Y no iba a resultar nada fácil hacerlo. Ahora, queda saber si las instituciones van a aprovechar a su favor todo ese patrimonio humano y cultural o van a dejar pasar una nueva oportunidad de refrendar con hechos sus intenciones. Antonio Marcos 


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M, una radiografía de Fritz Lang a la ciudad centroeuropea que crecía entre el rumor, el miedo y la violencia. A la derecha, Metrópolis, y escenarios de Hitchcock, Wenders y, abajo, Tatí

CINE Y CIUDAD

Espejos encontrados La relación con la ciudad ha sido una constante en la historia del cine. Desde los filmes negros y las catástrofes de la guerra a las miradas personales de autores como Wenders, Jarmusch o Scorsese. l siglo XX ha tenido dos hijos destacados: la ciudad y el cine, que han ido creciendo de la mano en un movimiento especular muestra de los cambios que se iban produciendo a lo largo de los años. La velocidad incesante, la actividad frenética y el ritmo vertiginoso de las metrópolis de los años 20 parecían cualidades adecuadas para ser representadas a través del nuevo y ‘móvil’ instrumento cinematográfico surgiendo así las ‘sinfonías de ciudades’ de los vanguardistas. Tras las experiencias de Lang, Eisenstein o Ruttman en el

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mudo, se produce una completa reformulación del sistema con el sonoro que limitará la movilidad de la cámara, la toma en exteriores y el interés por un personaje ‘sin voz’ (el espacio urbano) que se creía representable tan sólo a través de imágenes. El cine narrativo posterior se ha limitado habitualmente a ‘atravesar’ una ciudad que aparece como escenografía, punto de partida o causa del relato, siendo pocos los que han escapado a esta tendencia reduccionista. Aunque las novelas negras de Hammett y Chandler con innumerables descripciones urbanas (se dice que nadie ha retratado mejor San Francisco y Santa Mónica que ellos) parecían prestarse oportunamente a una representación de las metrópolis americanas de los 40 y 50 como verdaderos personajes cinematográficos, son pocos los casos en los que el film noir llegó a los logros de su pariente literario: La ciudad desnuda de Jules Dassin y La jungla de asfalto de John Huston son los más logrados. En esos mismos años, los neorrealistas italianos salían a las calles para captar las terribles imágenes de ruinas, miseria y desamparo tras los bombardeos, evidencian-

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Cine y vídeoarte, cada uno a su modo, deberá seguir en la búsqueda de un ‘sentir la ciudad’ verdadero, sin tintes de autocomplacencia ni necesidad de neones luminosos

do una de las realidades de la gran ciudad contemporánea; el haber padecido y padecer guerras y conflictos. Roberto Rossellini dará el pistoletazo de salida a una producción unida a lo urbano como documento histórico y ejercicio de memoria. Tristemente, el huir de clichés e intentar buscar la verdadera esencia (visual y sonora) de la ciudad se complicaba en medio de una herencia cada vez mayor de imágenes convencionales que devolvían belleza paisajística y monumental más que confrontarse con un espacio donde se desarrolla la

vida diaria (no turística) de sus moradores. La sinceridad de las tomas de De Sica, de las circenses, decadentes y oníricas de Fellini o las vacías y, en cierto modo, hedonistas de Antonioni son islas en medio de una producción tumultuosa de películas que crean ciudades como carteles publicitarios. En estos filmes el interés no reside en mostrar sino en ‘vender’ promoviendo una idea previa que no se corresponde con la ciudad real y que actuará de cómodo fondo consolador evitando el vacío y el cuestionamiento. En la actualidad, las películas


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CINE / LIBROS

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de acción con persecuciones increíbles de coches estrellados (que nos dejan ver tan sólo la carrocería del modelo de turno y obligan a sufrir acústicamente choques y bocinas) ocultan la ciudad o la ‘atraviesan’ y las cibernéticas creaciones de ciudades futuristas o imaginadas por/para los cómics suelen adolecer de un esteticismo vacuo y efectista que, sólo refugiándose en lo tenebroso y humeante, evitan mostrar con toda brillantez la artificialidad de sus decorados. El lugar común, el punto de referencia de cada ciudad (europea o americana)

se impone haciéndonos olvidar el misticismo latente de espacios en transformación; cada uno con su personalidad profunda; lugar de encuentro, conflicto y transición entre un pasado y un presente que desean convivir en lugares más ocultos, retirados y, por eso, teñidos de la humanidad de lo íntimo y privado. A pesar de ello, el cine ha sido capaz de establecer relaciones ‘sinceras’ con ciertas ciudades. Acercarse a la París acuática de Jean Vigo, a la surrealista, musical y colorista de Jacques Tatì o a la habitable en sus ‘no espacios’

de Leos Carax; a la Nueva York de interiores de Jim Jarmusch, a las ‘malas calles’ de Martin Scorsese y a la intelectual y neurótica de Woody Allen; a la Tokyo doméstica de Ozu y al San Francisco ‘de vértigo’ de Hitchcock… Cada uno ha intentado a su manera una relación entre el cine y la ciudad pero, paradigmática es, sin lugar a dudas, la que Wim Wenders (y su guionista fetiche Peter Handke) establece con Berlín y otras ciudades a lo largo de su filmografía. La profunda reflexión en torno a la ciudad contemporánea (cinematográfica y arquitectónica) deja entrever un posible camino de actuación para devolverle su imagen real que busca en espacios vacíos, en puntos negros que han quedado fuera de la planificación urbanística donde el ser humano ‘vive’, en esos rincones apartados llenos de recuerdos, donde los distintos tiempos anuncian un futuro incierto. La urbe no es estabilidad sino cambio y éste es el que se vive al necesitar experimentar la belleza del bullicio, dejándose arrastrar por los medios de transporte, en medio de empujones o en un embotellamiento. Se logra así el contacto humano con la arquitectura y la ciudad puede seguir su curso como protagonista de la historia. El lenguaje del videoarte (gran desconocido en nuestro país pero lleno de posibilidades y propuestas interesantes) ligado a la experimentación vanguardista y heredero tanto del cine como de la televisión y la radio, considera a la ciudad como el lugar de ‘ver’ por excelencia; intenta mostrar la mutación histórica y social de la metrópolis mediante un ‘collage’ de imágenes y sonidos líquidos en permanente mutación; se replantea el valor de determinados sonidos (el claxon o la sirena) en su sentido simbólico y realista como si fuese música sinfónica; trabaja el punto de vista ‘en profundidad de tiempo’ como si de una mirada desdoblada entre pasado y presente se tratase… En fin, se ocupa de problemas que el cine no había tratado tan a fondo por estar preocupado en narrar una historia a la manera tradicional. Las obras de Chris Marker, Christian Boustani o Jem Cohen indagan en estos aspectos ofreciendo con sinceridad al espectador unas ciudades que recorren para sentir sus historias, conocer a sus habitantes o experimentar las vivencias que acumulan. Realizaciones sin par en la cinematografía contemporánea a causa de las distintas calidades que ofrece uno y otro medio y a sus posibilidades de distribución más o menos comerciales. Cada uno a su modo deberá seguir en la búsqueda de un ‘sentir la ciudad’ verdadero, sin tintes de autocomplacencia ni necesidad de neones luminosos. Beatriz Leal Riesco 

Cruda realidad Mariano Sánchez Soler recopila dos novelas y un relato en su última entrega de denuncia

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ublicados de forma independiente entre finales de la década de los ochenta y comienzos de la de los noventa, los tres textos que componen Grupo antiatracos –las novelas Carne fresca y Festín de tiburones y el relato La sonrisa del muerto– se caracterizan por su afán de denuncia contra las más altas esferas políticas y económicas. Mariano Sánchez Soler, conocedor de los entresijos del poder gracias a su labor como periodista (además de trabajar durante más de quince años en el semanario ‘Tiempo’, ha publicado libros de investigación como Las sotanas del PP o Ricos por la patria) y a un carácter inquieto e iconoclasta que le ha llevado a no conformarse nunca con las versiones oficiales, efectúa en ellos un amargo retrato de los más poderosos estratos sociales en el que hay sitio para las redes de prostitución infantil, los desfalcos financieros o la corrupción policial. En plena cultura del pelotazo, cuando determinados empresarios fueron elevados a la categoría de ejemplo social, el autor se atrevió a denunciar que la gomina, la elegancia y el aspecto de yerno perfecto que ofrecían los hombres de moda del momento no eran más que una máscara tras la que se ocultaban un sinfín de prácticas delictivas que iban desde la evasión de capitales hasta la extorsión pasando por la inducción al asesinato. Lo que en su momento pudo interpretarse como mera ficción o como profecía se lee hoy, cuando los modelos sociales han cambiado los trajes italianos por pijamas de rayas, como crónica precisa y documentada de un tiempo en el que los oropeles escondían la mierda con facilidad. Pero no sólo por eso es tan oportuna la revisión que propone la editorial La Factoría de Ideas, sino también porque, lejos de limitar el valor de las obras a su cariz crítico, Sánchez Soler es capaz de dotar a la narración de la amenidad y tensión necesarias como para hacer de su lectura el placer que a toda literatura se le ha de exigir. Además de por su valor de denuncia, los tres textos que forman la recientemente reeditada trilogía están emparentados por sus protagonistas: la pareja de policías Carlos Galeote y José Pulido. Como si de Quijote y Sancho se tratasen, el primero es un jo-

MARIANO SÁNCHEZ SOLER Grupo antiatracos La Factoría de Ideas, 2006 316 pp. / 18,95

ven e idealista agente que sueña con cambiar la realidad y el segundo es un tipo escéptico y desengañado convencido de que el mundo es una jungla en la que mucho más importante que la moral es la supervivencia. La interacción que se establece entre los dos personajes trasciende el modelo cervantino y el estereotipo de ‘poli bueno / poli malo’ para terminar convirtiéndose en una relación de amistad y en una cosmovisión común a la que cada uno de ellos aporta sus señas de identidad. Así, Galeote es capaz de burlar las normas cuando su sentido del deber ético así se lo reclama y Pulido olvida su pragmatismo cuando cree que la situación lo merece. Con su actitud se pone de manifiesto la dialéctica entre la moral natural y la moral de las leyes, una de las características básicas de la novela negra desde su constitución como género literario. Esa tensión dual esconde otras, como la establecida entre la versión oficial y la realidad de los hechos, magistralmente expresada en Carne fresca gracias a la utilización de un aparato paratextual que contrasta durante toda la novela el informe policial con la verdad de los acontecimientos. El trabajo de documentación de Sánchez Soler no sólo se muestra en su detallado retrato de la corrupción y de los abusos del poder –en el que algunas veces se especifican y otras muchas se intuyen nombres bien conocidos–, sino que también se refleja en la solvencia con la que domina las rutinas y los lenguajes judiciales y policiales. De ahí que sus textos, que provocan sensaciones en el lector que oscilan entre la sorpresa y la indignación, transmitan verdad por todos sus poros y que lo que en otros autores suene a impostura en él, que ha pasado media vida moviéndose por juzgados, comisarías, brigadas y despachos de abogados, suene sólo a realidad. Javier Sánchez Zapatero 


8  culturas LIBROS La venganza sublimada PAL D. EKRAN Manual de la Venganza Trad. de Enrique Alda La Fábrica, 2005 96 pp. / 17,50 euros

 El título Manual de la venganza resulta en este caso sorprendentemente descriptivo. Sí, han leído bien: es un libro que ofrece soluciones imaginativas para ajustar cuentas con nuestros enemigos, desde el clásico fax infinito que acaba con la tinta y bloquea la línea, hasta la manera de acabar con preciosos jardines o complicar la siempre delicada mecánica de un motor de explosión alojado en el capó del turismo de turno. ¿Consejos para hacer cosas ilegales e incluso peligrosas? Sí, pero como en las páginas piratas que proliferan en Internet, todo se hace a efectos informativos y el autor declina toda responsabilidad sobre acciones derivadas del libro. En el fondo, el autor no tiene culpa de nada. Pal D. Ekran ha recopilado durante varios años las aportaciones de internautas, por lo que el libro no deja de ser un inventario de algo que ya estaba inventado y difundido. «Si nos hieren, ¿no sangramos? Si nos hacen cosquillas, ¿no nos reímos? Si nos envenenan, ¿no morimos? Y si nos hacen daño, ¿no nos vengaremos?». La cita aparece en el libro y pertenece a El mercader de Venecia, de Shakespeare. El imperio de la Ley –es el Estado el que ejerce una ‘venganza’ o pago basado en las leyes, en una especie de delegación de los deseos vengativos de las víctimas, que aún puede llevar hasta la muerte en muchos países– no ha existido siempre ni llega a todas partes. En películas como La Diligencia, de John Ford, se escenifica un pulso entre la vieja ley del Oeste –ojo por ojo– y una ley que avanza más lentamente que las nuevas fronteras. El tipo de venganza que plantea el libro no deja de ser algo sofisticado y ‘cultural’ en comparación con formas primitivas asociadas a la escopeta de caza. Este ‘vengador posmoderno’ sabe un poquito de química, otro tanto de redes informáticas, sistemas de telecomunicaciones, conoce las leyes para usarlas a su favor y se plantea la acción como un juego subversivo. En el libro subyace un aroma al Libro de cocina del Anarquista –esa publicación semiclandestina que en ciertos lugares te puede llevar a la cárcel– y parece redactado por los protagonistas de El club de la lucha. Conspiración, acciones desconcertantes, frialdad y profesionalidad definen al vengador perfecto. La venganza como creación. Y aquí llega la nueva sublimación, la menos peligrosa de todas las posibles: «Pensar en la venganza a menudo alivia el dolor que puedas experimentar en tu interior y eso no causa daño alguno ni a ti ni a la víctima. Normalmente suele ser suficiente y, sin duda, es muy terapéutico», dice el autor. Un libro divertido y original. A. Marcos 

TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 16 de abril de 2006

La honradez de la memoria Recopilación de una escritora americana sincera y que construye imágenes sencillas y demoledoras n ocasiones se escucha comentar a algún lector, cuando pretende elogiar un libro, que se trata de una obra sincera. Y uno siempre siente la tentación de preguntar en qué ha reconocido la sinceridad de la obra o, lo que se antoja casi imposible, la sinceridad del autor. Esta labor, aparentemente más propia de un psicólogo que de un crítico literario –aunque sea un lector que ejerza provisionalmente como tal–, queda expuesta a la intuición de quien reciba el mensaje de la obra. De ahí que, por una motivación profundamente emotiva, uno sienta la tentación de calificar como sincera la obra de Willa Cather, caracterizada por un sentido de la vida bañado en la honradez de la memoria, en la fe en las buenas gentes, la misma fe que hace de sus narraciones buenos relatos no sólo en sentido literario, también en el reflejo humano. Recuperada en España en los últimos años, destacando novelas extraordinarias como Mi Antonia o El canto de la alondra, no se puede dejar de concebir que tras tantas páginas en las que se comparte una reivindicación de la vida noble, de la bonhomía sencilla y sin engranajes ni aristas, no exista una escritora sincera, sobre todo debido a que no aturde con sentimentalismos, ni con reflexiones morales, ni con posturas maniqueas, sino que centra su discurso en la creación de personajes profundos, cargadísimos de vida y de motivos para vivir, incluso cuando los caracteriza a través de la suciedad de la envidia, como en el cuento ‘El funeral del escultor’. Baste como ejemplo la fluidez (esta sí que digna de envidia) con que se desarrollan los diálogos. O también las imágenes sencillas, pero demoledoras, que presenta sin estridencias, suavemente –«Los pétalos se derramaban sobre el ennegrecido y escarchado pavimento mientras avanzaba cuidadosamente. Seguirían allí mañana por la mañana y los niños de aquellas casas se preguntarían si había habido un funeral»–, o la naturalidad con que nos dicta que la muerte no es nada más que otro trance de la vida: «las inquietantes vi-

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WILLA CATHER Los libros de cuentos Traducción de Olivia de Miguel Alba, 2006 560 pp. / 31,50 euros

siones se fundieron en negro, y Paul se acostumbró de nuevo al inmenso designio de las cosas». Este libro de cuentos, que configura junto a la recopilación de la obra de Flannery O’Connor (Lumen) y los cuentos completos de Herman Melville (Alba) una estupenda trilogía de clásicos norteamericanos que nadie debería perderse, nos transporta nuevamente al mundo de Cather, donde la presencia de los inmigrantes que fueron construyendo Estados Unidos al tiempo que se despedían de sus orígenes, en una lucha interior rumiada desde la conciencia, un tanto crepuscular pero sin rencores nostálgicos, da pie a los encuentros de la gente, que serán los orígenes de las tramas, muy tenues, que trenzan los relatos. En lugar de argumentos que nos atrapen, Cather elige presentar el paso del tiempo y cómo este ha ido labrando los interiores de las personas. Para ello recurre al desagravio de la memoria. Tal vez, en este aspecto el libro más contundente sea el tercero, ‘Oscuros destinos’, compuesto por tres novelas breves cuyo nexo es la desaparición de alguien que se hizo querer. El mero hecho de inventarse estas historias supuestamente vividas en una infancia semejante a la que debió vivir Cather, nos habla de alguien que considera que la muerte no es rival de la memoria, es decir, de la vida. Maravilloso, a mi juicio, por su valor sereno y un intenso dramatismo relajado, es el relato ‘Dos amigos’, pese a lo previsible de su desarrollo, o quizás gracias a la relajación que dicha cualidad de previsible permite. Aquí ya nos encontramos frente a una escritora madura, que ha superado esas dudas planteadas en los dos libros anteriores en las que los encuentros entre gente del campo o de la ciudad frente a artistas o figurantes de artistas, nos plantean dudas acerca de la condición humana, sobre las múltiples formas del exilio, incluido el exilio interior. Y todo sin desistir de agradar. Ricardo Martínez Llorca 

Fascinación medieval El descuidado estilo de Jesús Callejo no impide que esta colección de curiosidades fascine a ratos a primera impresión que produce este libro es la de ser semejante a muchos otros del tipo de los de Carlos Fisas, es decir, una colección de tonterías presuntamente graciosas para personas JESÚS CALLEJO mayores que quieren Secretos medievales engañarse a sí misTemas de Hoy, 2006 mas creyendo que le326 pp. / 18,50 euros en cosas relacionadas con la Historia. Aunque, justo es reconocerlo, Jesús Callejo Cabo escribe casi tan mal como el propio Carlos Fisas, su libro, una colección de curiosidades medievales, tiene, a diferencia de los de Fisas, algo que ver con el estudio de la Historia. Por continuar con la comparación, si bien me parece imposible que nadie aprenda nada de todos los libros del señor Fisas, del compendio de curiosidades que es este libro el lector sí puede extraer una visión de la Edad Media que tendrá algo de acertada. Pero además de eso, el libro es por momentos fascinante, aunque no tanto por la manera en que Jesús Callejo nos acerca esas curiosidades medievales como por las curiosidades en sí. Unas cincuenta páginas están dedicadas a los libros medievales, y entre

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ellos ocupa una gran parte del interés el llamado manuscrito Voynich, que hace aproximadamente un año vio aparecer un libro en la editorial Aguilar exclusivamente dedicado a él y con aspecto y vocación también de ‘bestseller': El manuscrito Voynich, de Marcelo Dos Santos. Se trata de un manuscrito escrito en una clave no descifrada, un manuscrito medieval absolutamente enigmático, lleno de ilustraciones absurdas como las de mujeres desnudas que salen de lo que parecen tuberías o de plantas con ojos en las raíces. Un manuscrito tan inquietante como la receta para crear homúnculos de Paracelso, quien aseguraba haber creado un hombrecillo de treinta centímetros de altura utilizando huesos, piel y pelo de animal, y esperma. La receta es inolvidable: «Si el esperma dentro de un vaso herméticamente cerrado se entierra en estiércol de caballo durante unos cuarenta días y se magnetiza adecuadamente, empieza a vivir y a moverse. Después de este período, adquiere la forma y apariencia de un ser humano, pero será transparente y sin cuerpo. Si en ese momento se le alimenta artificialmente con el arcano de la sangre humana hasta que tenga unas cuarenta semanas, vivirá». Es sencillo, puede probar a hacerlo usted en la bodega de su adosado: si no le sale, será seguramente que no lo ha magnetizado

adecuadamente; pero si le sale, Paracelso advierte que, tras algún tiempo, el homúnculo se vuelve contra su amo y termina huyendo. Quizá no existe ninguna época a la que uno pueda acercarse a través de sus fantasías como la Edad Media. Desde luego, uno no puede comprender el momento en el que vivimos a través de las cosas que imaginamos, pero en cierto modo, y hasta cierto punto, esto sí es posible con la Edad Media. Y, en cualquier caso, si este libro no nos depara grandes dosis de auténtico conocimiento, puede que sí nos depare un entretenimiento más refinado y subyugante que el de las rancias anécdotas del señor Fisas, que, afortunadamente, parecen estar ya por fin desapareciendo de nuestras librerías. Escritor de estilo descuidado, insufrible con su moralina y su burdo y correcto pensamiento a la moda, que afortunadamente no exhibe en todas las páginas, Jesús Callejo Cabo es colaborador del programa ‘La rosa de los vientos’ de Onda Cero, coautor del 'bestseller' Enigma: de las pirámides de Egipto al asesinato de Kennedy, según reza la cubierta, y autor de quince libros sobre viajes, leyendas, etc. Con éste ha conseguido otro ‘bestseller’ no sabemos si muy vendido o no, ni nos importa. Garcimuñoz 


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