

LOS CORCELES DE AQUILES | Español
Cuando vieron muerto a Patroclo, que tan valeroso, fuerte y joven fuera, a llorar rompieron los corceles de Aquiles; de ira se llenó su inmortal naturaleza a la vista de esta obra de la muerte. Sus testas sacudían y las largas crines agitaban, la tierra herían con sus patas y plañían por Patroclo, que exánime sentían —aniquilado— carne ahora envilecida —perdido ya su espíritu— indefenso sin aliento a la Nada inmensa vuelto de la vida.
Las lágrimas vio Zeus de los inmortales corceles y llenóse de tristeza. «En la boda de Peleo» dijo «no debí obrar tan a la ligera; ¡mejor no os hubiera regalado, corceles míos, desdichados! ¿Qué buscabais allí abajo entre esa mísera humanidad, juguete del destino? Vosotros, a los que ni acecha la muerte ni la vejez, las efímeras desgracias os atormentan. En sus sufrimientos os implicaron los humanos.» Sin embargo, sus lágrimas, por la perpetua contingencia de la muerte, las dos nobles bestias derramaban.
Cavafis, C. (2023). Ciento cincuenta y cuatro poemas (P. Bádenas de la Peña, traducción e introducción). UMA Editorial.
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