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LA PRIMACÍA DEL APRENDIZAJE DE LOS PARTICIPANTES
Desde el contexto educativo, el aprendizaje es el elemento constituyente para la intervención pedagógica, didáctica y curricular en el objeto de la formación íntegra e integral del individuo en sus componentes cognitivos, procedimentales y actitudinales en pro de un servicio brindado al beneficio y bienestar de la sociedad. “El aprendizaje es el proceso mediante el cual el ser humano modifica y/o adquiere habilidades, destrezas, conocimientos, conductas y valores, ya sea mediante la experiencia, la instrucción, la observación o el razonamiento” (Campuseducación, 2019, párr. 4).
En tal virtud, la apropiación de los elementos intervinientes en procesos de aprendizaje lo denota el denominado “docente”, lo cual, a consideración de una formalidad procesual del asunto, éste se institucionaliza a través de un sistema de regencia estatal que incorpora las directrices para solventar propuestas de aprendizaje, sin embargo, el accionar metodológico, contextual e interviniente lo establece el “profesional educativo” que, en definitiva, es el que materializa el aprendizaje a través de la enseñanza.
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Enseñanza – aprendizaje, una palabra integrada que connota el hecho de converger, en un esquema retroalimentativo, el dominio de enseñar y la materialidad del aprender, por ello, en la actualidad, los esquemas de procedencia educativa se orienta hacia las necesidades, en primacía, del participante, alumno, estudiante o aprendiente, dentro del cual, el ejercicio se convierte en un esquema constructivista, humanista, desarrollista y/o proponente de la formación de un individuo, que de por sí, es cognoscente, sujeto de experiencia, propositivo, pensante y accionante ante el ejercicio de la vida, por ello, el aprender se convirte en una intermediación entre las experiencias del estudiante y la pericia del docente.
¿Qué tan relevante es lo mencionado? Veamos, por ejemplo, en el Ecuador desde su Carta Magna (Constitución de la República del Ecuador), visto como la Ley Suprema del Estado tipifica, desde ya, la natura- leza primante del participante en el proceso de aprendizaje como se lo detalla: “artículo 27.- La educación se centrará en el ser humano y garantizará su desarrollo holístico (…)” (Lexis Fender, 2021, p. 17), ¿quién es tal ser humano? El aprendiente, es decir, el participante.

Desde la panorámica legal prescriptiva, se interpone, como política de Estado, el ejercicio de la regencia del servicio educativo donde su naturaleza se dirige en la consecución de una calidad de servicio y calidez de enseñanza que promueva los términos del aprendizaje significativo, creati- vo y auténtico, de entre los más referidos, siendo así, el análisis social acerca de las necesidades de desarrollo interpone y/o connota la necesaria formación íntegra e integral del individuo que aprende, por ello, su repercusión materializa el hecho de intervenir en procesos educativos activos, innovadores y en pro de las propuestas metodológicas que viabilice el trato hacia un estudiante sujeto de personalidad, de raciocinio y procedencia única (es un ser humano) que siempre va aprender, el hecho es ¿cómo se lo hace?. Consecuentemente: Desde el accionar docente un modelo educativo donde se planifique teniendo como centro la investigación como factor esencial de la generación de conocimientos, no solo dentro de las aulas, sino, en la cotidianidad del estudiante, esto hace posible conjugar la generación de un sujeto activo desde la perspectiva cognoscente en procura de cooperar en la germinación de su propio aprendizaje, siendo el docente un asesor que acompaña el proceso educativo. (Mendoza y Rodríguez, 2019, p. 2)
El argumento se dirige en función de avocar a la “investigación” como medio de enseñanza – aprendizaje, siendo así, un elemento constructivista, humanista y/o desarrollista que implica el acervo, no solo cognitivo del docente, sino también su procedencia y actitud frente a lo que enseña esto como un ejemplo, en tanto, desde cualquier metodología docente, éste debe también relacionarse a un proceder lo más íntegro e integral posible, donde no solo cuente con su conocer, también con su hacer y ser, por ello, el accionar educativo se convierte en una acción compleja y sistemática donde se requiere pericia, compromiso y vocación hacia el sujeto que aprende.
Entonces, ¿cuál es el asunto? El asunto está en que la primacía del participante en el aprendizaje es un resultado de un análisis científico donde se ha demostrado que la naturaleza concéntrica del ser que enseña (modelo tradicional) ha brindado elementos de mate- rialidad negativa donde el participante no ha tenido la oportunidad de formarse a través de su propia personalidad sino que ha sido un sujeto establecido en imposiciones, autoritarismos y/o divergentes a su talento natural, es decir, se lo establecía como un “objeto” y no como “sujeto” de aprendizaje; por ello, emerge concreciones propositivas de cambios en los modelos de enseñanza – aprendizaje donde considera al sujeto, al ser humano, al individuo, a la persona como alguién que está aprendiendo, es decir, la naturaleza misma de la interrelación humana.

Por lo expuesto anteriormente, surge las propuestas del constructivismo, del humanismo, del socioconstructivismo, del naturalista, en fin, propuestas de proceden- cias metodológicas que connote al aprendiz o participante como elementos de sujetos proponentes de naturaleza propia, es la intención del régimen educativo actual, y el Ecuador no es la excepción, en tanto, hoy en día se labora con un Currículo Priorizado con énfasis en Competencias Comunicacionales, Matemáticas, Digitales y Socioemocionales que connota la especificación de una propuesta centrada en el estudiante, es decir, con primacía en el participante. “El énfasis curricular propuesto en este documento nace para satisfacer las necesidades de la realidad educativa actual donde es fundamental priorizar aquellas destrezas que permiten el desarrollo de competencias claves para la vida” (Ministerio de Educación del Ecuador [MINEDUC], 2021, p. 5).
Lo último, “competencias claves para la vida”, es lo que resalta, en tanto, “enseñar para la vida” es sistemático, complejo y revelador, y desde tal premisa, se ha caracterizado el elemento de primacía del participante.
El “aprender a aprender”, es el lema, en tanto, la apropiación actual del participante, como un ser cognoscente antes que aprendiente, es un elemento de procedencia prescriptiva que rige en el criterio de “enseñar para innovar, enseñar para fomentar, enseñar para actuar, es decir, enseñar para vivir”. “Todo ello hace posible que los estudiantes dirijan sus actividades concretas, apropiadas y fecundas, que los conduzcan a adquirir experimentalmente un creciente dominio reflexivo sobre la materia, sus problemas y sus relaciones” (Rochina, Ortiz y Paguay, 2020, p. 386). Es el reto del docente actual, es materia reflexiva el hecho de “enseñar” con primacía al participante, por tanto, la primacía no es sinónimo de superioridad, sino un atribuyente de consciencia y permisibilidad en el sentido de que el estudiante es un ser humano, más no un elemento de “calificación”, sino es que debe ser un elemento de “evaluación” que le permita al docente trabajar bajo la personalidad, el contexto, la realidad y la voluntad del estudiante, se reitera, es complejo pero está el pensamiento complejo, es sistemático pero está el pensamiento sistémico; es decir, las herramientas de reflexión para el docente existe, sólo está en su voluntad de actualizarse, de propo- ner, de innovar, de especializarse, de reflexionar sobre el ejercicio de su gran envergadura profesionista, el ser docente, la profesión de profesiones.
En conclusión, ¿qué representa mismo la primacía del participante en el aprendizaje? Sencillo, es aprender siendo un ser humano que conoce, que actúa, que irrumpe como también propone, que dialoga, que experimenta, que ayuda, que reflexiona, en fin, es un ser cognoscente, es un ser existente, por ello, el docente se convierte en una guía, en un intermediador del contexto del participante, donde a su vez, la relación generada se convierte en en elemento de aprendizaje mutuo donde se materializa la enseñanza en función de una realidad, así de sencillo.
