REVISTA DE LA JUNTA DE ESTUDIOS HISTORICOS DE TUCUMAN N° 16. Diciembre 2018

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Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 16 – Dic. 2018

Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán


Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 16 – Dic. 2018


Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 16 – Dic. 2018

Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán — N° 16 — Diciembre 2018

Tucumán – República Argentina


Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Nº 16 – Dic. 2018

Junta

Revista de la

de

Estudios Históricos

de

Tucumán

Nº 16 San Miguel de Tucumán, diciembre de 2018

Director: Ventura Murga Comisión de Referato: Dr. Carlos Páez de la Torre (h) Prof. Nélida Beatriz Robledo Prof. Elena Perilli de Colombres Garmendia

ISSN 0327–1560

Copyright © 2018

Junta

de

Estudios Históricos

de

Tucumán

C.C. 155 – (4000) San Miguel de Tucumán Tucumán – República Argentina

Editoras: Prof. Elena Perilli de Colombres Garmendia Sra. Sara Peña de Bascary

Edición gráfica: Gustavo Sánchez

Las opiniones y cuanto se dice en los trabajos publicados en esta revista es de exclusiva responsabilidad de sus autores.

Se terminó de imprimir en el mes de diciembre de 2018 en Gráfica A4 Tucumán, Argentina


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Sumario

Miembros de la Junta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 Palabras preliminares . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13

Artículos La expedición de Miguel Rubín de Célis al Chaco Gualamba en busca del «Mesón de Fierro» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 T eresa P iossek P rebisch

¿Realistas o Revolucionarios? Entre el Rey y el nuevo orden . . . . 47 E lena P erilli

de

C olombres G armendia

La Estancia de La Ciénega . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68 F élix A lberto M ontilla Z avalía

Del arte cúltico al retrato . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81 S ara P eña

de

B ascary

Tucumán 1869-1875. Gobiernos de Belisario López, Uladislao Frías y otra vez López . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117 C arlos P áez

de la

T orre ( h )

La tierra del Arcángel . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 168 N élida B eatriz R obledo

Don Florencio Sal y Texero. Aportes para su historia y genealogía. Primera parte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 183 J ustino T erán M olina


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Presencia de los frailes dominicos en Tucumán. Sus aportes pastorales y socio-culturales durante más de 230 años de historia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215 S ara G raciela A menta

Entre el influjo de Cádiz y la persistencia de las estructuras tradicionales. La ‘República’ en el lenguaje político de la revolución. Tucumán, 1810-1820 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 239 Irene Pilar García

Julio Juan de la Mata Santiago Storni: un tucumano pintoresco e ignorado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 263 F lorencio G ilberto A ceñolaza

El linaje troncal Aguirre-Villarroel en la elite dirigente catamarqueña (siglos XVII-XIX) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 283 M arcelo G ershani O viedo

Los propósitos y contenidos del «Diario Militar del Exto. Auxiliador del Perú», editado en Tucumán . . . . . . . . . . . . . . . 302 P edro L eón C ornet

Testimonios: «Recuerdos de familia» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 336 M áximo N ougués

Novedades Actividades destacadas de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán durante 2018 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 345


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Junta de Estudios Históricos de Tucumán —

Comisión Directiva — 2017-2021

Presidente Lic. Teresa Piossek Prebisch Vicepresidente Prof. Elena Perilli de Colombres Garmendia Secretario Dr. Félix Montilla Zavalía Prosecretario Dr. Justino Terán Molina Tesorera Arq. Marta Beatriz Silva Protesorero Dra. Sara Graciela Amenta


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Vocales Sra. Sara Peña de Bascary Prof. Nélida Beatriz Robledo Arq. Alberto Nicolini Revisores de Cuentas Prof. Lucía Piossek Prebisch Dr. Carlos Páez de la Torre (h) Miembros Fundadores de Número Sr. Ventura Murga Dr. Carlos Páez de la Torre (h) Miembros de Número Arq. Alberto Nicolini (1972) Dr. Armando Pérez de Nucci (1988) Lic. Teresa Piossek Prebisch (1988) Dra. Celia Terán (1988) Sra. Sara Peña de Bascary (1988) Prof. Lucía Piossek de Zucchi (1994) Dr. Diego E. Lecuona (2001) Prof. Elena Perilli de Colombres Garmendia (2001) Dra. Olga Paterlini de Koch (2001) Dra. Cristina López (2006) Prof. Nélida Beatriz Robledo (2006) Prof. Irene García de Saltor (2006) Arq. Marta Beatriz Silva (2006) Dr. Félix Montilla Zavalía (2010) Dr. Justino Terán Molina (2012) Dr. Pedro León Cornet (2013) Dra. Gabriela Tío Vallejo (2014) Dr., Florencio Gilberto Aceñolaza (2017) Dra. Sara Graciela Amenta (2017)


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Miembros Fundadores de Número Fallecidos Roberto Zavalía Matienzo, Enrique Kreibohm, Jesús Natividad Medina de Lázaro, Prof. Antonio Serrano Prof. Carlos M. Reyes Gajardo, Prof. Manuel García Soriano, Dr. Víctor E. Molina, Dr. Ramón Leoni Pinto, Prof. Orlando Lázaro, Prof. Hilda Zerda de Cainzo, Dr. Ernesto Muñoz Moraleda, Prof. Rodolfo A. Cerviño, Prof. Pedro José González, Prof. Teodoro Ricardo Ricci Miembros de Número Fallecidos Dr. Horacio W. Bliss, Prof. Luis Cano, Dra. Stella Maris Molina de Muñoz Moraleda, Lic. Severo G. Cáceres Cano. Fray Rubén González O. P Miembro Honorario de Número Dr. Roberto Levillier Miembros Correspondientes — Ciudad Autónoma de Buenos Aires —

Dr. Isidoro J. Ruiz Moreno R.P. Hugo Storni S.J. Prof. José Ma. Ramallo Dra. Cristina Minutolo Dr. Víctor Tau Anzoátegui Dr. José María Mariluz Urquijo Dra. Hebe Clementi Dr. Eduardo Martiré — Catamarca —

Prof. Armando Bazán Lic. Marcelo Gershani Oviedo


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— Córdoba —

Prof. Bernardino Calvo Prof. Edmundo Heredia Dr. Carlos Prudencio Bustos Argañaraz — Chaco —

Dr. Ernesto J. A. Maeder Arq. Ramón Gutiérrez — Entre Ríos —

Prof. Facundo A. Arce Sr. Juan Isidro Quesada Elías — Mendoza —

Dr. Edberto Oscar Acevedo Prof. Luis Alberto Coria — Río Negro —

Prof. Nilo Fulvi — Salta —

Prof. Olga Chiericotti Sr. Leandro Plaza Navamuel — Santiago del Estero —

Dr. Antonio Virgilio Castiglione — Tucumán —

Dr. Eduardo Berberián Prof. Lucio Reales Prof. Silvia Eugenia Formoso Lic. María Florencia Aráoz de Isas Prof. Olga Liliana Asfoura de Adad Prof. María de las Mercedes Cerviño de Rodríguez Prof. Marta Inés Zavalía Lic. Gloria Zjawin Gentilini Dra. Beatriz Vitar Mukdsi


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Miembros

en el

Exterior

— Arequipa, Perú —

Dr. Alejandro Málaga Medina — São Paulo, Brasil —

Sr. Manoel Lelo Belloto — Lima, Perú —

Sr. Agustín de la Fuente Candamo Dr. César Gutiérrez Muñoz Dra. Graciela Sánchez Cerro Dr. Franklin Pease G.Y. — Washington D.C., Estados Unidos —

Fray Gómez Canedo — Tucson, Arizona, Estados Unidos —

Dra. Donna J. Guy Miembros Correspondientes Fallecidos Prof. Urbano Joaquín Núñez, Dr. Andrés R. Allende, Dr. Roberto Etchepareborda, Dr. Bernabé Martínez Ruiz, Dr. Alberto Gabriel Padilla, Dr. Humberto Mandelli, Fray José Brunet O.M., Dr. Raúl A. Molina, Dr. Estratón Lizondo; Dr. Antonio J. Pérez Amuchástegui, Prof. Carlos Alberto Lanzilloto, Pbro. Ramón Rosa Olmos, Prof. Ernesto Salvatierra, Sr. Gaspar Guzmán, Dr. Edmundo Correas, Dr. Atilio Cornejo, Sr. Víctor Sáa, Dr. José Carmelo Busanich, Prof. Oscar L. Ensick, Dr. Orestes Di Lullo, Dr. Nicanor Rodríguez del Busto, R.P. Jorge Bekier, Dra Selva Santillán de Andrés,

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Prof. Estela Barbieri de Santamarina, Prof. Catalina Pistone de Hernández, Prof. Adela Fernández de Schorr, Dr. Pedro Santos Martínez, Dr. Alberto Rex González, Dr. Dardo Pérez Guilhou, Prof. Gerardo Pérez Fuentes, Prof. Pedro I. Galarza, Prof. Luis Alen Lascano, Luis A. Ledesma Medina, Dr. Ernesto J. A. Maeder, Dr. Edberto Oscar Acevedo, Prof. Luis O. Colmenares, Prof. Jorge Comadrán Ruiz, Prof. Fermín Chávez


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Palabras preliminares

Con la publicación de la Revista N° XVI la Junta de Estudios Históricos de Tucumán da un nuevo paso en el cumplimiento de uno de los importantes objetivos que se impuso el día de su fundación, el 4 de junio de 1966: dictado de cursos, organización de conferencias y publicación de una Revista de aparición periódica difusora de investigaciones inéditas sobre temas relativos a la Historia de Tucumán y el Noroeste argentino. Todos los objetivos se han ido cumpliendo y hoy en día la Junta es una sólida presencia en el ambiente cultural tucumano y, también, argentino. Este nuevo volumen presenta trece artículos relativos a diversos temas: viajes de exploración; religiosidad; arte sacro; instituciones de gobierno; investigaciones históricas, biográficas y genealógicas; establecimientos rurales; vida cotidiana y una nueva sección de Testimonios cuyo objetivo es rescatar las voces de protagonistas de nuestra historia. En síntesis, ofrece un amplio panorama para satisfacer variados intereses de los distintos lectores. Lic. Teresa Piossek Prebisch

— Presidente San Miguel de Tucumán, diciembre de 2018


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T. Piossek Prebisch, «La expedición de Miguel Rubín de Célis al Chaco Gualamba»

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La expedición de Miguel Rubín de Célis al Chaco Gualamba en busca del «Mesón de Fierro» Teresa Piossek Prebisch

E

n septiembre de 1782 llegó a Buenos Aires Miguel Rubín de Célis, Teniente de Fragata de la Real Armada española. Además de marino era naturalista de sólida formación científica, miembro de la Real Academia de Marina de Francia y de la Real Academia de Historia de España, brillantes antecedentes que explican por qué el virrey del Río de la Plata, don Juan José de Vértiz, lo comisionó para explorar la llamada Mina de Fierro —en realidad un enorme meteorito— situada en el Gran Chaco Gualamba, tierra de indios de guerra que, a más de dos siglos de iniciada la conquista, aún se mantenía prácticamente desconocida. Desde que recibió la comisión hasta que la concluyó transcurrieron cinco meses de los cuales dos dedicó a la expedición propiamente dicha. El informe correspondiente, presentado al virrey, fue escrito en la ciudad de Salta, el 5 de abril de 1783 y se conserva en el Archivo de Simancas, España; se titula: Diario de lo ocurrido desde mi salida de Montevideo el 28 de Septiembre de 1782 en las Comisiones aque me destino el Exmo. Señor Dn. Juan José de Vértiz Virrey de las Provas. del Rio de la Plata.

Consta de dos partes: el «Diario de Viaje» y las «Reflexiones sobre esta expedición y la utilidad que de ella pueda sacarse». Al margen de su valor informativo, ambas poseen el de dar una imagen del país que hoy es Argentina, veintisiete años antes de que la Revolución de Mayo provocara un cambio profundo en su historia.


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A lo largo del presente trabajo varias veces he incluido trozos del informe. Lo he hecho respetando la ortografía original y en letra cursiva para que el lector pueda identificarlos. Diario de viaje — Primera parte — Arduos preparativos.— Rubín de Célis comienza narrando los dificultosos preparativos de su expedición debido a problemas provocados, mayormente, por factores humanos. Al primer problema lo encontró en Buenos Aires cuando se enfrentó a algo que le llamó mucho la atención, tanto, que lo consignó en su Diario: La ciudad portuaria, levantada junto al gran Río de la Plata, estaba prácticamente desconectada, desvinculada del país interiorque se extendía hacia el norte, oeste y sur, del que era cabeza desde la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776. Escribe que la pauta se la dio el hecho de no encontrar en ella quién le informara verdadera y exactamente acerca del territorio y le brindara descripciones menudas sobre sus características. Tampoco le fue fácil conseguir mapas y el más aproximado geográficamente al área por donde realizaría su expedición fue un plano de parte del Perú. Aparentemente era el único ejemplar existente en la capital del Virreinato por loque debió encargar una copia a un señor llamado Custodio de Saa. De esta manera, a punto de iniciar la marcha, se encontraba con que desconocía enteramente el territorio por el que se internaría y que ignoraba qué auxilios... pudiera encontrar en las capitales de su tránsito y estación. Esta ignorancia lo llevó a cometer dos errores iniciales: el primero, no me proveí de muchas cosas que luego me hicieron notable falta. El segundo que, por mal aconsejado, eligió para viajar un vehículo inadecuado: una carretilla —carreta de pequeñas dimensiones— que sobre haberme costado muy cara, me detuvo infinito en el camino causándome, si muchos gastos, muchas más desazones. Rumbo al país interior.— Las siguientes dificultades las encontró durante su travesía por el interior del país y estuvieron mayormente causadas por los recelos que originó, en funcionarios lugareños, el


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hecho de que se le hubiese encargado a él, un forastero, y no a alguno de ellos emprender una expedición que, por otra parte, a ninguno se le había ocurrido acometer por iniciativa propia. Esta aldeana mezquindad se manifestó en la puesta en funcionamiento de una verdadera «máquina de impedir» cuyo propósito era hacer abortar el proyecto o, en su defecto, hacer desgastante su realización. Sin embargo, Rubín de Célis supo vencerla a fuerza de tenacidad. Comienzo de la expedición.— El 14 de octubre de 1782, a dos semanas de haber arribado a Buenos Aires inició su expedición. Afortunadamente había conseguido que le acompañaran dos personas que remediaban, en parte, la escasez de información. Una era Pedro Antonio Cerviño, gallego afincado hacía mucho en esa ciudad que poseía ciertos conocimientos geográficos del país por lo que lo describe como geógrafo. La otra era el capitán salteño Francisco Gabino Arias quien, ocho años antes, en 1774, había incursionado por el Chaco aunque por un área distinta a aquella que recorrería Célis, como maestre de campo de la expedición realizada por Jerónimo Matorras, máxima autoridad de la antigua y dilatada Gobernación del Tucumán reestructurada administrativamente como Intendencia de Salta del Tucumán en 1782. Además del plano de parte del Perú, Rubín de Célis había conseguido avíos de dibujar, unas hojas de lata1 y dos resmas de papel. Como debía andar por territorio ocupado por indígenas aún no sojuzgados totalmente, eran previsibles algunos enfrentamientos por lo que iba munido de algunas armas que logró reunir: 3 fusiles, 6 pistolas, 3 espadas y municiones. Resultaban insuficientes, pero confiaba conseguir las faltantes en la ciudad de Santiago del Estero donde sentaría la base de operaciones de su expedición a la Mina de Fierro. Desde ella debía marchar hacia el oriente cruzando, primero, el río Dulce y, después,el Salado frontera del Chaco indómito. Portaba cartas del virrey dirigidas a las autoridades de las ciudades por donde pasaría ordenándoles brindarle todos los auxilios que solicitase y él daba por sentado que ya habrían salido de Buenos Aires correos anunciándoles su llegada e informándoles sobre su expedición. Pronto comprendería cuán equivocado estaba cuando empezó a enfrentarse a una seguidilla de situaciones enfadosas. 1

Suponemos que para usar de apoyo al escribir.


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En marcha.— Dejó la capital del Virreinato y entró en la monótona soledad de la pampa siguiendo el camino de postas a las que halló tan mal servidas como mal distribuidas. La segunda noche pernoctó en la de Areco y, al día siguiente, continuó hacia Córdoba. Después se enteró de que, a cinco horas de haberla dejado, un malón de indios pampas la había atacado despojándola de todo el ganado que tenía para abastecimiento propio y de los viajeros. Este suceso, más la precariedad de las postas serían, para Rubín de Célis, unas de las primeras revelaciones del real estado del inmenso país por el que se internaba y entonces comprendería que, al alejarse del puerto, había abandonado uno de los pocos focos de civilización que se concentraban en sus ciudades. Una de ellas era Córdoba a la que anhelaría llegar y donde descansó dos días para finalmente, el 4 de noviembre, arribar a Santiago del Estero. Había recorrido 265 leguas (1.325 km) en 22 días haciendo un promedio diario de 12 leguas (60 km).2 En Santiago del Estero. El gobernador Antonio García de Villegas : un personaje difícil .— Tan pronto arribó a la ciudad de Santiago visitó a su Gobernador de Armas, don Antonio García de Villegas a quien entregó la carta del virrey y una nota en la que le solicitaba 200 hombres —cifra usual en entradas formales al Chaco—, más armas, caballos, ganado y otros suministros. García de Villegas, también por nota, le respondió que sólo podría darle parte de lo solicitado que adquiriría con el caudal de temporalidades3 y que, a las armas, debía buscarlas en Salta. En ese primer encuentro Villegas le produjo buena impresión ya que le pareció venerable por su edad y hombre de mucha razón, pero pronto habría de cambiar diametralmente de opinión: Nunca tanto me engañé escribiría en su diario. En Salta.— Rubín de Célis dejó en Santiago a don Pedro Antonio Cerviño para que continuara con los preparativos y vigilara que García de Villegas —de quien comenzaba a dudar— cumpliera con su compromiso. Luego, confiando perfectamente en que a su regreso encontraría todo listo, recorrió las casi 125 leguas (625 km) que mediaban entre Santiago y Salta, en busca de armas.

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Estas cifras se han calculado en base a la legua castellana que tenía 5.569 m.


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Sector del mapa que acompaña el Informe de Miguel Rubín de Célis.

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En el Fuerte de Cobos se encontró con dos personajes ilustres, el obispo y el gobernador don Andrés Mestre, máxima autoridad de la Intendencia de Salta a quien entregó a la carta del virrey, pero la respuesta que recibió lo dejó estupefacto: fue no tener modo, ni medio para satisfacer su pedido, por lo que le recomendaba escribir a los Oficiales Reales de Jujuy por si ellos tuvieran algún aviso y orden de su jefe acerca de entregarle armas y todo lo que solicitaba para la expedición, pero de Jujuy le respondieron que no tenían ni noticia de semejante expedición. ¿Significaba esto que los avisos del virrey jamás llegaron a destino o que no fueron tenidos en cuenta o que jamás hubieran sido despachados desde Buenos Aires? Rubín de Célis comprobaba angustiado e impotente que, en vez de ir superando inconvenientes, cada día y a cada hora le surgían nuevos. Estaba sumido en una mezcla de indignación, estupor y desesperación pues si las cosas continuaban así, la expedición no podría llevarse a cabo. Entonces propuso al gobernador Mestre adelantar de su peculio el caudal necesario para la compra de los efectos requeridos ya que, si se esperaba instrucciones de Buenos Aires, se dejaría pasar la estación propia de las aguas la única propicia para la entrada enel Chaco. Sólo gracias a esta propuesta de Rubín de Célis las cosas comenzaron a andar. A su solicitud, un Oficial Real —no él— fue el encargado de comprar los efectos o suministros que cargó en dos carretas y despachó a Santiago; sin embargo aún le faltaban nada menos que las armas. ¿Dónde conseguirlas? En Tucumán. Algunas armas y una expedición.— La ciudad de Tucumán era su última esperanza y hacía ella se dirigió con una orden de Mestre para que el Justicia Mayor de Tucumán... entregase los fusiles, bayonetas, sables, etc. que tuviese. Esta vez atendieron su pedido, pero lo que recibió fueron sesenta y tres malos fuciles que hizo componer en Santiago, veinte y cinco bayonetas... trece Cartucheras... una arroba de Pólvora y quinientos Cartuchos venidos de Jujuy. Como era 14 de diciembre y las carretas llegarían a destino el 28 pues demoraban dos semanas entre Tucumán y Santiago, resolvió dedicar ese tiempo a hacer una excursión a Guasán, distante 55 leguas al oeste delTucumán, con el fin de reconocer la famosa mina de 3 Un bien tomado a una entidad eclesiástica. En este caso sería de lo incautado a la Orden Jesuita expulsada en 1767.


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Aconquijar4 y el método que su dueño, don Francisco Palencia, tenía de separar el oro dela plata, que muchos le habían ponderado. La excursión, cuyo propósito era conocer más del país y nuevas técnicas mineras fuera de dar un alivio a sus tensiones le resultó, por el contrario, un nuevo chasco. Primero, porque cuando él llegó la mina estaba parada por pleitos de Palencia con otro minero de la región. Segundo, porque Palencia mostró ser lo que describió como un ignorante prevaricador que a sí mismo se llamaba Inventor de un nuevo método no siéndolo y también por las groseras máquinas ó trapiche que usaba. Tercero porque, a juzgar por los discursos según los cuales él se llamaba su autor, concluí podía serlo muy bien de los más esquisitos desatinos que pudieran aversedho5 ni echo en materia demetales. Cuarto, por lo duro del viaje del que escribe que á penaspuede concevirse camino tan escabroso como el que hay desde quinze Leguas delTucumán, hasta llegar álas Minas para lo cual debió tramontar las Sierras del Aconquija. Nuevamente en Santiago del Estero.— Con una experiencia más sobre la realidad del país, Rubín de Célis regresó a Tucumán para luego continuar viaje a Santiago. Desconfiando de Villegas, le envió una enérgica carta diciéndole que lo hacía responsable de cualquier demora en caso de que faltara a su palabra, pero de nada sirvió la amonestación porque cuando llegó a Santiago el 29 de diciembre y le preguntó por los suministros y el ganado que había prometido comprar, se encontró con que no había nada listo. Cuando se lo reclamó, respondió que todo estaba apalabrado aunque no en su poder por falta de Caudales que aguardaba letragese de Salta.6 Hízome brincar con tal respuesta, escribe Rubín de Célis recordando que el mismo Villegas había puesto por escrito que haría las compras con el caudal deTemporalidades. Desde este instante empezé a formar un baxo concepto desu Persona, el que fuyfortificándo en lo subcesibo. Poco después tuvo otro disgusto cuando Villegas le entregó una orden del gobernador intendente don Ramón Mestre para que le asignasen, para su expedición, sólo 100 hombres —la mitad de los solicitados— cuyos salarios debían ser pagados por él. Rubín de Célis debió recurrir nuevamente a su peculio anticipando el 4 5 6

Aconquija. Se ha respetado la ortografía original. Dicho. Ciudad que era la principal de la gran Intendencia del Tucumán.


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monto de esos salarios y, además, entregó a Villegas seis mil pesos para que concretara la adquisición de todo aquello que decía tener apalabrado. Aquí —escribe— fue donde empezó a desplegarse aquél su fértil, y abundante genio en embrollos y mentiras. Efectivamente, nada de lo prometido apareció a pesar de la entrega de dinero ni fue hecho el menor esfuerzo para reclutar más hombres. García de Villegas resultó ser la personificación del incumplimiento y de las mezquinas mañas evidentemente orientadas a hacer abortar o perturbar la expedición. Rubín de Célis, desengañado y aburrido, resolvió recurrir al Cabildo con el fin de que éste se encargara de las compras y asignase sueldos para la tropa y los hacheros imprescindibles para ir abriendo el monte. Fuera de estos gastos había otros que deberían hacerse una vez llegado al río Salado lo que exigía la medida burocrática de nombrar un comisario que resultó ser el teniente coronel de milicias Lorenzo Rico. Lo cierto es que, si las gestiones avanzaban, era gracias a la determinación de Rubín de Célis de vencer los obstáculos que le interponían pero, como escribe, todavía faltaban mil trabajos y algunos escándalos más. Hastiado, ponderaría en su Diario lo mal que se obedece en estos países a las justicias, a los jefes superiores y aun al rey; concretamente, a cualquier forma de autoridad. Iniciación de la marcha.— Por fin un cálido 15 de Henerode 1783, a dos meses y cuatro días de haber llegado a Santiago del Estero, Rubín de Célis decidió iniciar la marcha a la cabeza de la reducida tropa y de un convoy compuesto por tres carretas con suministros, un carretón y un coche. No sólo había sorteado uno a uno los obstáculos tendientes a impedírsela, sino que se había sobrepuesto a los comentarios agoreros acerca de lo irrealizable de la campaña debido a la extrema peligrosidad de los indios, entorpecimientos a los que, a último momento, la naturaleza agregó uno suyo: Cuando ya todo estaba listo —hombres, cabalgaduras, armas, vituallas y suministros varios— a causa de una serie de lluvias torrenciales se abrió una avenida grande del río Dulce que no permitió que pasase la tropa. Rubín de Célis la dejó en Santiago a cargo de don Pedro Cerviño y él partió hacia el río Salado ya que desconfiaba de dos cosas: Una, que Villegas hubiese ordenado a don Francisco Ybarra, terrateniente del lugar, que reclutara hombres. Otra, que el teniente coronel de milicias Lorenzo Rico, a quien había despachado con antelación, no hubiese concretado lo que le ordenó hacer: orga-


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nizar a los que supuestamente se hubiera reclutado y comprar reses para la alimentación de las más de 200 personas que integrarían el cuerpo expedicionario siempre y cuando reclutara la totalidad de los hombres que consideraba necesarios. La difícil tarea de reclutar hombres.— Acompañado de sólo un criado Rubín de Célis cruzó el río Dulce y empezó el viaje de 28 leguas (140 km) hacia el río Salado. En el trayecto se produjo otra gran tormenta que debió aguantar estoicamente pues no encontró ni un mal rancho donde cobijarse, hasta que finalmente llegó a la casa de don Francisco Ybarra, situada en la ribera del Salado. Hizo llamar al coronel Rico que se encontraba en Matará, distante 8 leguas (40 km) de la estancia de Ybarra y, cuando habló con él, confirmó sus sospechas: no había reclutado más hombres y el pretexto era que nadie quería alistarse. Rubín de Célis no dejaba de penetrar la razón de todos estos atrasos que atribuía a que tanto el gobernador intendente García de Villegas como Ybarra estaban resentidos de que el virrey lo hubiese comisionado a él para la misión a la Mina de fierro, en lugar de a alguno de ellos. Lo concreto era que o Villegas no había hecho la convocatoria, o Ybarra no había querido obedecer a Villegas. Captaba que había un juego oscuro del cual él resultaba víctima, pero se sentía obligado a disimular. En cuanto a las reses para la alimentación, los ganaderos exigían precios altísimos por ellas hecho sobre el que comenta: cosa bien natural cuando el comprador es el rey. Tenaz como era, él continuó tocando puertas en busca de más hombres para su tropa. Despachó dos cartas al pueblo de Mailín, —que llama la frontera de abajo— una al cura y, otra, al cabo de la tropa del lugarapellidados Benavídez y Coria respectivamente, pidiéndoles que se los consiguieran. Pero la población de Mailín estaba, por algún motivo, quasi alzada y no obtuvo ni siquiera la gentileza de una respuesta de parte de los destinatarios de sus cartas. Lo grave era que el tiempo transcurría y que Célis todavía no completaba la cifra de 200 hombres que necesitaba por lo que, en su aflicción, escribió -—aunque sin mayores ilusiones— al desconfiable García de Villegas insistiéndole que los juntara de la ciudad de Santiago y alrededores. Recibió como respuesta una Cajita depapeles impertinentes dirigidos á Comprovar serle imposible asistirme con un solo soldado.


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Sin darse por vencido despachó al sargento mayor don Andrés Santiago hombre respetable entre ellos, para que me tragese hasta treinta y también se dirigió al cura de Matará del que le habían comentado que por su dulce genio y bellas costumbres tenía mucho ascendiente sobre los habitantes de aquella jurisdicción. Fue a verlo personalmente para pedirle le ayudase a reunir la gente que necesitaba para formar su escolta y aumentar la cuadrilla de hacheros que abrieran el monte y, afortunadamente, el cura —alma generosa en medio de tanta mezquindad— logró reunir bastantes hombres y, además, le proporcionó algunos suministros que le faltaban. Al fin la tropa casi completa. Los pozos, aguadas o jagüeys determinan el itinerario.— Finalmente un día Célis logró tener casi la totalidad de lo que necesitaba por lo que, sin demorarse, despachó a Ybarra con veinte hombres para que reconociese los pozos o aguadas o jagüeys, único suministro de líquido para ganado y seres humanos que encontraría en la región a explorar y que, de hecho, determinaban el itinerario a seguir por lo que, según cómo estuvieran, despacharía la carretería. Le ordenó que marchase siguiendo el paralelo en que estaba la mina siguiendo rumbo hacia el río Paraná. Que una vez que llegara a éste, explorara treinta leguas hacia el norte y treinta hacia el sur pues dentro de esa área, según las cartas o mapas, debía encontrar dos ríos, los llamados Blanco y Rubio. Una vez encontrados, debía seguir su curso con rumbo noroeste hasta que calculara que había llegado al meridiano de la mina (aproximadamente 27°5’) y entonces debía unirse a él que ya habría arribado al lugar. Es decir, que Ybarra debía hacer una amplia gira de exploración. En ese momento estaban acampando en Pozo de Monigotes y era la segunda vez que Célis le impartía esta orden. La primera fue cuando lo despachó desde Santiago aprovisionándolo con los víveres necesarios más veinte hacheros que fueran abriendo el impenetrable bosque que se interponía entre el pueblo del Salado y la Mina. Al impartírsela, Célis lo hacía en el convencimiento de que Ybarra era un hombre que corría con crédito de valeroso entre la gente del lugar por lo que confiesa su gran sorpresa al comprobar que no era así: Su miedo a los indios era tan grande, que no se atrevió a avanzar él solo razón por la cual, cuando apenas se había alejado unas diez o doce leguas del Pozo de Monigotes, se volvió sin haber cumplido el cometido.


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Más dificultades en la ciudad de Santiago del Estero.— Entretanto, en Santiago del Estero Pedro Cerviño también encontraba dificultades para cumplir las instrucciones recibidas. Le afligía que el mes de enero avanzaba, que diez días hubiesen transcurrido desde que Célis cruzara el río Dulce con destino al pueblo del Salado y él todavía estaba luchando con Villegas sobre queleprestasen auxilios para balsear la carga de las Carretas… pues con la detención se acrecetaban los gastos delossueldos de la gente ya alistada. Desauciado de agenos recursos, tomó el de la fuerza de la plata y pagó a quien lo hiciera. En ese momento, por fortuna se había sumado al grupo de Célis el único lugareño eficaz y servicial que hasta el momento éste encontraba en el lugar: el sargento mayor de Sumampa Dn. Guillermo Espíndola que había acompañado al gobernador del Tucumán, don Jerónimo Matorras, en su expedición al Bermejo realizada nueve años atrás, en 1774. Aunque el derrotero de Célis sería distinto, la experiencia de Espíndola, su conocimiento de la naturaleza chaqueña y de los indígenas, eran de inapreciable valor. La tropa se pone en marcha.— El día 26 de enero finalmente Cerviño consiguió tener todo listo y, encomendándose a la Providencia para que le ayudara a desafiar el grave riesgo de qe todo se perdiese, yendose á pique las valsas logró hacer cruzar el bagaje sano y salvo a la banda oriental del río Dulce. Tres jornadas después llegaba al río Salado. Era el 30 del mes, día triunfal para Célis pues en él se puso en marcha la tropa no obstante no estar completa con los 200 hombres que deseaba. Delante iban cincuenta gastadores o hacheros qe havían salido el 25 á romper el monte y él tenía pensado salir inmediatamente tras ellos, pero en último momento le surgió otro problema, aunque esta vez planteado por la naturaleza: las tormentas veraniegas venían acompañadas de vendavales tan violentos y aguaceros tan copiosos, que la senda a seguir estaba obstruida por los árboles abatidos por el viento. Además comprobó que el suelo estaba tan loadoso7 que las carretas, debido al peso que llevaban, se atascarían en el barro por lo que se vio obligado a alquilar una más en la cual repartir las cargas además de comprar más bueyes.

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Por barroso.


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A pesar de este recaudo, consideró prudente dejar parte del cargamento en el Salado para mandar a buscarlo cuando lo necesitase. Rubín de Célis, acompañado de Ybarra, se adelantó a la tropa. Su propósito era apresurar el desmonte y con él, la apertura del camino carretero. Además, quería ver personalmente el estado de los pozos o jagüeyes, comprobar la calidad y cantidad de sus aguas, y cerciorarse de la distancia entre uno y otro pues de ellos dependía la subsistencia de la tropa y de las quinientas cabezas de ganado que llevaba. Pero había otro motivo que mantenía discretamente en silencio que lo impulsaba a adelantarse: comprobar con sus propios ojos la veracidad y exactitud de las informaciones que le habían dado, y, al respecto, escribía: No he conocido en el mundo gente de más bella disposición, ni de mejor voluntad para la mentira, al extremo de que ya no confiaba ni de los que sepicaban de prácticos, en el país. La aguada de Yalán, el Pozo del Yuchán y el Pozo de la Cruz.— El primer jagüey que inspeccionó fue la Aguada de Yalán, que no consideró muy conveniente debido a su ubicación a sólo dos leguas del camino carretero por lo que muchos viajeros y cabalgaduras no sólo consumían sus aguas, sino también las revolvían. El segundo fue el Pozo del Yuchán, situado a diez o doce leguas del anterior, un verdadero regalo de la naturaleza, abundante en aguas buenas y situado en un sitio deliciosísimo, limpio y propio para Pascanear.8 El tercero era el Pozo de la Cruz pobre en aguas, aunque igualmente ubicado en un sitio también muy hermoso. Allí Célis se encontró con los cincuenta hacheros o gastadores que habían trabajado muy bien; sin embargo, escribe afecté no estar muy satisfecho pues, de su experiencia previa, había captado que la psicología de los lugareños era tal, que convenía mostrarles siempre cierto descontento; el pretexto que halló fue reprenderlos por el mucho tiempo que consumían ensacar miel de las Colmenas que por el camino hibanallando. Acampó en este Pozo de La Cruz y desde él despachó a Ybarra para que cumpliera la orden de adelantarse y explorar que ya otras veces le había impartido sin lograr que la cumpliera. Por su parte, 8 Término derivado de la palabra quichua pascana que se refiere a un lugar muy apto para acampar.


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desde que inició la campaña, por primera vez se sentía satisfecho y feliz pues estaba en un sitio encantador y las cosas empezaban a andar bien: Vi con gusto —escribe— el orden de marcha, que desde hacía días… proyectaba llevar. Ybarra iba de descubridor, los gastadores en medio y en la retaguardia, toda la tropa y carretas. Hacia Pozo de Chinto.— Permaneció en ese lugar descansando y aguardando a la tropa hasta el 5 de febrero, día en que salió con dos españoles y un esclavo rumbo al Pozo de Chinto distante 12 leguas (60 km). Cuando llegó, el contento que llevaba se le nubló pues, para su sorpresa, se encontró con el supuestamente valiente y arrojado Ybarra a quien había despachado a la vanguardia, que no había avanzado debido al inconfesado pánico que tenía de encontrarse con un malón. El pretexto que dio fue que no había continuado adelante por aguardar a que él le diera un indio práctico que le indicara el camino adecuado por donde seguir. Célis, irritado, le negó el tal práctico que solicitaba y lo conminó a continuar su marcha, sin dilación. Acampó en ese pozo o jagüey que, aunque era escaso en aguas, tenía una bella situación, una linda pascana. Había andado todo el día con sus compañeros y los tres deseaban comer un suculento trozo de carne con qué reponer las energías gastadas, pero el ganado venía atrás, marchando lentamente al ritmo de la apertura del monte y de la comprobación del estado de los jagüeyes. Entonces Rubín de Célis, que como jefe debía atender a todas las necesidades de la gente bajo su mando, decidió salir a cazar con su escopeta que produjo el alimento suficiente para los cuatro. En la noche del día 8 él y sus tres compañeros debieron aguantar una fuerte tormenta de viento y agua furiosa que les causó molestias, pero que, no obstante, recibieron con alegría pues esa agua caída del cielo era la que alimentaba los jagüeyes. Hacia el Pozo de Campi.— Se quedó en Chinto hasta el día 9 de febrero en que reanudó la marcha rumbo al Pozo de Campi distante ocho leguas (40 km) y el mejor de todo el trayecto. Por las señas que encontró al llegar, se dio cuenta que dos horas no hacía que Ybarra precipitadamente tomó el camino, sospechando su llegada. Permaneció allí dos días presenciando el esforzado trabajo de apertura del monte que realizaban los hacheros al tiempo que cuidaba la salud de ellos vigilando que, cuando acampasen, lo hiciesen sepa-


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rados de las aguadas para que no se enfermasen, atento a que ellos mismos no contaminaran con sus deposiciones las aguas de las que luego beberían desaprensivamente y sin ningún asco. Un accidente en Pozos de Juan Antonio.— El día 11 salió para los Pozos de Juan Antonio que si bien eran cinco lo que garantizaba la abundancia de agua, estaban ubicados en un sitio que carecía de pastos buenos para el ganado. Célis nunca se olvidaría del lugar ya que allí casi perdió la vida por un accidente digno de contar que relata así: Hallándome á Cavallo despues de haver reconocido los Pozos qe hera mi primer cuidado y diligencia, me llegué ála Pascana donde estaba á pie mi familia,9 y ablando conellos sobre el estado de la aguada, descansé la coz de mi escopeta en el suelo y con el pequeño golpe se me disparó, y me envió la vala por entre el chaleco que traía abotonado, y la chamarra10 suelta, chamuscome el primero y llevose la mitad de la espalda de la segunda. Pregunté quien havía tirado y uno de mis asistentes me respondió que mi ropa era la que humeaba. Comprendí lo que había sucedido y vi que el tiro no me havía hecho daño.

Ese fue, en realidad, un día especial en el que la muerte rondó el campamento pues además, durante él, dos víboras venenosas, una cascabel —que Célis veía por primera vez en su vida— y una frailesca, intentaron picar a un mismo hachero. El hombre se salvó en ambos casos gracias a una sabia práctica lugareña: Usan las Gentes destos Países de la raíz de Coyo… para ahuyentarlas mascándola y escupiendo a su rededor, o chupando en la mordedura con lo mascado de esta raíz, como remedio eficasísimo. Hacia los Campos de Otumba.— Célis ya estaba a pocas leguas del objetivo de su expedición: el fierro, como le llama al Mesón en tono casi familiar. Sólo quedaba el último pedazo de monte, el más áspero de toda la travesía; una vez atravesado, ya estaría a un paso de los Campos de Otumba donde había otro pozo o jagüel que tenía la conveniencia de estar próximo a la Mina de Fierro. A pesar de que los hacheros trabajaban denodadamente el avance era lento, entonces él, impaciente por llegar al lugar, el día 9 10

Rubín de Célis, al decir familia, indudablemente se refiere a su tropa. Prenda de vestir de jerga o paño burdo.


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12 de febrero, a las siete de la mañana, salió con unos baqueanos estimulado assí de la Curiosidad de ver el fierro, como de reconocer el Pozo que dista siete leguas delos de Juan Antonio donde se encontraban. Salió a las siete de la mañana con dos prácticos. Encontró a los gastadores a las diez… con mil travaxos rompiendo monte que es el más áspero de toda la travesía. Él y sus compañeros anduvieron con rumbo a Otumba hasta la once de la noche y entonces el canto de los sapos les hizo pensar que ya estaban cerca del jagüel, pero no era así: sólo encontraron unos pozos pequeños y ya gastados. A las siete de la mañana siguiente ordenó reanudar la marcha y al mediodía llegó al Pozo. Quedé muy contento —escribe— al ber su mucha agua y aunque los Baqueanos querían permanecer allí hasta el siguiente día, yo determiné partir a la una de la tarde contando con llegar al anochecer a la Mina según la distancia que me decían estaba. Caminamos á paso largo hasta las onze de la noche… y nos paramos a la entrada de un monte a descansar. Encendimos fuego con precaución para que los indios no nos sintiesen y mantuve Centinelas toda la noche. Alerta al hallar rastros de indios.— Como no habían logrado llegar a la Mina, al amanecer reanudaron la marcha y, a poco de andar, aproximadamente como a trescientas varas (unos 250 metros) descubrieron un rastro nuebo. El baqueano de la tropa lo analizó y, a juzgar por la cantidad, la dirección y la profundidad de las pisadas, calculó que correspondía a doscientos Cavallos montados que se dirigían acia el N.E. Agregó que heran enemigos11 —indios— que dos días antes havían salido para un pozo llamado Ramos, distante como dos o tres leguas de donde se encontraban. Rubín de Célis que quería llegar a ese pozo porque estaba próximo a la Mina, ordenó seguir el rastro y a poca distancia hallaron señas de la pascana12 donde habían acampado el día anterior donde encontramos —escribe— plumas de Abestruces que havían comido y una bolsa de cuero. Esto significaba que los indios cuyo rastro habían hallado no estaban lejos y cuando el baqueano o práctico se aseguró del numeroque erantuvo una súbita reacción: a paso mas que largo tomó huyendo hacia el rumbo del Sueste. Rubín de Célis quedó estupefacto 11 12

Indios no amigos. En referencia al sitio donde habían acampado esos indios.


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pero después, analizando el suceso, comprendió quehabía sido algo providencial pues no haviendo allado el rastro no huviesemos dado en mucho tiempo… con la mina en cuyas proximidades estaba el jagüel al cual todos anhelaban llegar pues, tal como escribe, faltavanos la comida y el agua, y nuestros Cavallos ya hiban cansados, con que infaliblemente huvieramos perecido. Datos sobre los indios.— En un siguiente párrafo de su informe Rubín de Célis se aparta del tema específico para brindar datos sobre usos y costumbres que observó entre estos indios chaqueños. Escribe que El alimento de estas gentes consiste en la Llama,13 Huanaco, y abestruz fiados en su lazo, y volas:14 Sin otra provisión andan corriendo los Campos dos y tres meses, esto cuando andaban en grupo, de cacería pero en época en que tenían los meleros15… (ordinariamente ban solos o quando mas quatro o seis Indios ó mozos). Cuenta que algunos se movilizaban a caballo sobre todo cuando iban a recoger agua ocasión que no dejaba de resultarles peligrosa por el siguiente motivo: La desgracia en sus estracciones en los pozos es de ser sentidos por los otros Indios enemigos, bien Cimarrones, bien reducidos, por quienes son infaliblemente sacrificados por la vil codicia de los Cavallos. Señala que el uso de la violencia no era cosa sólo de los indios saqueadores puesto que, a la recíproca,16 suelen los nuestros obrar con un modo semejante, es decir, rapaz y salvajemente tanto españoles como criollos. No obstante —señala— es inconsebible el terror que éstos tienen a los Indios: soy buen testigo de ello. Varias horas extraviados. Pozo del Cielo.— Al día siguiente reanudaron la marcha creyendo que llevaban el rumbo sudeste y entonces, siendo las 10 de la mañana, cruzamos17 el rastro de Ibarra18 que pasando por un Pozo llamado del Cielo donde hacía poco tiempo… mataron los Indios a unos meleros, hiba hacia el Pozo de Monigotes. Aquí también se produjo un hecho providencial que Rubín 13 14 15 16 17 18

Gama en el original. Es decir, que cazaban valiéndose de sus lazos y boledoras. Nombre dado a las colmenas de avispas de cuya miel se alimentaban. En contra cambio en el original. Cortamos en el original. Rubín de Célis escribe indistintamente Ybarra o Ibarra.


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de Célis narra así: Seguimos el rastro caminando hacia el O. y entonces conoci que haviamos andado perdidos todo el dia anterior y parte del presente; reconvinele al Baqueano, y me lo confesó añadiendo que concetuaba haver sido el rodeo de diez Leguas, con lo que ello significaba de recorrido inútil y pérdida de tiempo. A eso de las doce considerandose el practico cerca de la mina, la campeó y alló… por una Cruz alta qe havia dexado Ybarra. Rubín de Célis escribe que le había ordenado a éste que abriese en las inmediaciones algun pozo hasta que se sintiese humeda la Tierra para profundizarlo19 yo quando llegase, pero no lo ejecutó continuando consequente en no hacer nada de quanto se le prevenia que hiciera. Esta desobediencia molestó a Rubín de Célis constantemente preocupado porque no faltara agua a la tropa. Llegada a la Mina de Fierro y gran sorpresa.— Finalmente un día Rubín de Célis llegó a la Mina, mejor dicho, a lo que entonces se consideraba equivocadamente ser tal y, justamente a raíz de este equívoco, quedó asombrado de lo que vió. Él había esperado hallar un yacimiento pero lo que encontró fue una enorme masa de hierro sin imaginar, siquiera, que se trataba de materia cósmica, lo que se denomina bólido o meteorito: Me causó una admiración extraordinaria —escribe— ver que un trozo de fierro puro, pues de tal tiene la primera apariencia, sobresaliese de la tierra en paraje semejante; procuré con una pequeña cuña de fierro que llevaba tantear su docilidad, y aunque no conseguí cortar pedazo alguno, quedé muy esperanzado de lograrlo, con la herramienta que venía en las Carretas. Éstas trabajosamente se abrían camino desafiando el suelo barroso y la densa arboleda, sin embargo su lentitud no era la única preocupación que inquietaba a Rubín de Célis que, en ese momento, hubiera deseado concentrarse exclusivamente en la que llamaba mina: Su primera preocupación concernía a la supervivencia del grupo y era que se hallaban lejos de la aguada por lo que ordenó partir en su busca a eso de la una del día y, afortunadamente, la hallaron a las 6 de la tarde. La segunda era advertir a los hacheros que los indios rondaban. Con tal motivo escribe que levantamos agua, y fuimos en busca de 19

Profundarlo en el original.


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Dibujos del meteorito que acompañan el informe de Miguel Rubín de Célis.

los trabajadores que se hallavan a dos leguas y media (12 km) dentro del monte; hiceles venir a la salida, y participeles la noticia de haver enemigos, y ser preciso concluyesen pronto el desmonte del pequeño retazo que les faltava, para que no se demorasen las carretas las que contaba llegasen al dia siguiente. Les explicó que debían aguardarlas a la salida del monte, y una vez todos reunidos, ponerse en estado de defensa, por si los indios… acometían. A la mañana del día siguiente los hacheros terminaron de abrir el pedazo de monte que faltaba para llegar al Pozo de Otumba y entonces Rubín de Célis ordenó que tres o cuatro hombres se adelantasen para traer agua para los restantes que los aguardarían en el lugar. Pozo de Otumba. Sigue la inquietud por un posible ataque indígena.— Otra preocupación de Rubín de Celis era que necesitaba imperiosamente las herramientas para poder catar la calidad del hierro y escribe que, impaciente, marchó en busca de las carretas, las que encontré a distancia de ocho o nueve leguas (40 o 45 km) a las dos de la tarde. Hicelas hacer una marcha forzada toda la noche y a las 7 de la mañana del quince, nos hallamos todos unidos en el Pozo de Otumba donde los revisté y doté a todos de municiones y bayonetas, siempre temiendo un ataque indígena. Tomados estos recaudos consideró que ya podía regresar a la mina distante seis leguas del pozo. Sin esperar más ordenó al grupo ponerse en marcha y entre las cinco de la tarde y… las doce de la


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noche llegaron a la mina. Allí acamparon armando trinchera con las Carretas y reiterando el orden establecido de hacer Rondas continuas a distancia de doscientos pasos, quedando dentro del recinto todo el Ganado y Cavalladas que eran las posesiones más codiciadas por los indios por lo que hera necesario tener un sumo cuidado. Feliz hallazgo del Pozo de Ramos.— El tema siempre presente en su pensamiento era suministrar agua a gente y animales por lo que dispuso que todos los días fuese la mitad de la Cavallada y Ganado a beber al pozo de Otumba. La medida de enviar sólo a la mitad era para quedar siempre con la gente montada, y con reses en el caso de una acometida del enemigo. No era ésta la mejor de las soluciones y como el baqueano le había mencionado un llamado Pozo de Ramos situado no muy lejos, envió exploradores a ubicarlo y felizmente lo hallaron y con mucho agua… a distancia de dos leguas y media. Rubín de Célis ordenó que se transfiriese a él todo el Ganado, y que diariamente saliese una Carreta con siete u ocho Barriles para que sirviese de agua el Campo. El agua era una obsesión y en otro tramo de su informe escribe Nada me havia causado desde el principio mayor inquietud que el agua, porque todos me amedrentaban con su falta, y con que de necesitar de ella haviamos de perecer lo cual era la más estricta verdad. Estudios y ensayos en la mina.— Rubín de Célis ya se había reunido con las carretas y tenía las herramientas que necesitaba; por fin podía comenzar a analizar la mina y así lo relata: El 16 hize la distribucion de los trabajos, mandando Gentes á campear, otros á Cavar pozos a distancia de sesenta pasos de la mina, y a los rumbos EO. Otros á cortar troncos, assí para formar un Pequeño Fuerte como las enramadas para el abrigo de la Gente. Otros á reconocer la aguadita cavada que mensionara Villegas en su manifiesto la qual ni tenía gota de agua, ni menos existia la laguna que expresa tener al Pie:20 el resto de la gente, fue destinada á la excavación21 alrededor del Pozo y al trabajo con los Cinceles, los que pronto reconocí ser inútiles, pues quatro Hombres no conseguían sacar 20

Aquí Rubín de Célis aprovecha para señalar otra prueba de la ineficiencia de Vi-

llegas. 21

Cava en el original.


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diariamente, mas que quatro libras, pero sí conseguian inutilizar toda la herramienta: Armé la fragua para hacer algunos ensayos los quales me convencieron ser fierro el metal del trozo, pero fierro vastante docil despues de descoriado, de dificil union los pedazitos cortados, y que mermaba mucho mas que el Comun ya tirado en Barras. Puse en un Crisol á fuego violento de fuelle unos pedazitos delgados y pequeños, y derritiendose el crisol no logré que se fundieran, ni ver en la escoria ni en el fondo del Crisol, otro metal. Puse en un guan pan22 con agua y tártaro otros pedazitos, por ver si se disolvían pero al cabo de quarenta horas quedaron intactos; hize destemplar con agua fria una barrecita, y con el martillo dificultosamente brincava; su corte no mostrava las desigualdades que el fierro comun. Más hechos asombrosos.— Mientras tanto Rubín de Célis proseguía la excavación alrededor del mesón hasta que apareció un agujero23 que tenía el tamaño suficiente como para que él se metiese por devajo. Así lo hizoy descubrió que la masa se sostenía sobre dos Piernas en la dirección N.S. Descarnamoslas —escribe— y se hiban haciendo tan delgadas, que recelaron los travajadores se les viniese encima el trozo, por lo que dispuse se aplicasen por la vanda del Sueste, una porción de palancas con las que á poco esfuerzo dio una media buelta el trozo. Sin embargo, cuanto más lo analizaba, más se asombraba de lo que veía: No puedo expresar quanta fue mi admiración al ver esto, y que la tierra sobre que descansaba era de la misma naturaleza perfectamente omoggenea a la de todos aquellos Campos; tierra desustanciada, sin el mas leve asomo de contener partes ferruginosas, salitrosas ni vetuminosas, sin savor, ni la mas remota apariencia de la generacion de fierro, ni otro metal á ecepcion de las escorias naturales que por la parte en que el trozo besava la tierra producian las humedades de esta: aun profundizando a todos los rumbos no allé la mas pequeña señal de que pudiera haverse alli criado tal trozo: procedía mi extraordinaria admiración de saber que no ay en la naturaleza producción alguna que caresca de secuencia24, y la manifieste con el orden de el como se ha hido criando. No se encontró el significado de esta palabra. Bujero en el original. 24 Serie en el original, en la acepción primera que da a la palabra el Diccionario de la Lengua Española de «Conjunto de cosas que se suceden unas a otras y que están relacionadas entre sí.» 22 23


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Exploraciones y conjeturas.— Es decir, que el Mesón se le presentaba como un cuerpo solitario y extraño asentado sobre el terreno, sin señas de integrar un yacimiento. En busca de alguna explicación, Rubín de Célis relata que exploró en muchas leguas en contorno, concluyendo en que ni a gran profundidad se halla piedra ni arena alguna, como lo verifiqué en los Pozos que á distancia de la mina hice abrir. Con que estamos en el caso de discurrirse así sobre este raro fenomeno ó Papa25 cuio peso seria de quatrocientos ó quatrocientos cincuenta quintales.26 En su asombro se planteaba distintas conjeturas: O este trozo se ha criado aquí ó le han conducido de otra parte, ó le ha arrojado algún volcan, pero luego de mucho cavilar se respondía a sí mismo: el criarse aquí parece imposible por ser su apariencia fuera de las leyes de la naturaleza, según las observaciones echas por todos los fisicos del mundo; ser conducido, siendo de una materia tan vil,27 y de la que en muchos centenares de leguas no se hallan minas, ni ay memoria de que jamas se hubiesen travajado. Y en el caso de que hubiese sido conducido o trasladado se pregunta ¿como y para que… constandonos que los antiguos avitantes del Chaco carecian del conocimiento de las maquinas de acarreo? ¿Para qué siendo tan dificil de cortarle, y hallandonos en un paraje el mas aislado28 que tiene toda la Provincia, donde no se sabe hubiere havido poblacion ni es posible que la hubiese habido según la esterilidad de sus campos, y escases de las aguas? Pensaba en la posibilidad de haver sido arrojado por algunbolcan y se decía que era lo mas probable, pero este deviera haver dejado alguna profundidad que no se encuentra en muchas leguas en contorno, ni mas alteracion que el Nivel del terreno que hace una casi invisible29 Cañada a la distancia de dos leguas de la Mina. Al final se dió por vencido y así lo expresó: Confesamos pues que el presente problema es lindo para trastornar el juicio a quien pretenda resolverle.

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Quizás en el sentido de cosa inidentificable. 18.400 o 20.700 kg. En el sentido de no ser trasladable por su peso y tamaño. Escusado en el original. Insensible en el original.


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Más ensayos y conclusión de la exploración.— No obstante no haber hallado una explicación al raro fenómeno que la naturaleza ponía ante sus ojos, Rubín de Célis hizo sobre el Mesón varios ensayos que describe detalladamente en su informe y la única conclusión a la que llegó fue que no se trataba de una mina o yacimiento y así lo reconoce: Resulta de todo lo dicho sobre esta decantada mina llamada asi impropiamente,30 que no puede servir sino de confusion a los Savios, ó de adorno de un Gabinete de Historia natural de un gran Príncipe como el nuestro, pues aunque su conduccion sea dificil, y costosisima dista mucho de ser imposible. En el lugar ya no había qué más hacer por lo cual Rubín de Célis dio por concluida su misión y así lo escribe: Como que alli no me quedava que hacer, y el objeto de mi viage estaba perfectamente cumplido dispuse mi regreso, y para aorrar gastos a su Magestad tambien licencie la tropa y trabajadores quedandome con solo la necesaria para Carretas, Ganado, y Escolta. Encima de la masa del fierro deje una Carta para Ybarra, expresandole todo lo acontesido. Falsa alarma.— Desanduvo el camino de venida que se le haría más fácil por ser ya conocido, aunque en el trayecto ocurrió un hecho sorpresivo que lo puso en máxima alerta. Lo cuenta así: El 22 dormimos en Otumpa donde fue forzoso detenerme por lo cansados31 que se encontraban los Bueies y Cavallos de los que ya havia perdido muchos. La tarde del 23 estando durmiendo me desperto una grita general de todo el Campo, diciendo que los Indios daban sobre nosotros. Tomé las armas me puse a cavallo y seguido de quatro o seis me adelanté a encontrarlos con el animo de sostenerme hasta que las demás Gentes que estaban descuidadas y dispersas, se pusiesen en estado de Defensa. Si temía enfrentarse a un malón feroz, se equivocaba. Se trataba de una falsa alarma pues, por el contrario, se encontró con unos Caciques tobas, mocovies y avipones á quienes acompañaba don Guillermo Espindola32 que venian a pedirme licencia para cabar cono en los Monigotes, donde havia quedado Yvarra con toda la Indiada en numero de setenta. Concedisela, regalelos muy bien escribe Rubín

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El subrayado pertenece a la autora. Apurados en el original. Escrito Espínola en el original.


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de Célis quien aprovechó la ocasión para dirigirles unas breves palabras a los caciques: Persuadiles con eficacia el amor y ciega ovediencia a nuestro soberano, y a los ministros que representaban su Poder; recomendeles la paz entre los mocobies y avipones que heran ya como sus vasallos hermanos, y la persecucion de los Indios cimarrones que infestaban todos aquellos campos, y causaban tantos destrozos en nuestros infelices meleros. Manifestaron la maior gratitud y conformidad con mis persuaciones y muy contentos se despidieron. Regreso tocando los pozos de San Antonio, Campi y Chinto.— El 24 llegué al Pozo de San Antonio. El 25 á Campi. El 26 a Chinto desde donde por no considerar ya ningun riesgo de Indios determine separarme de las Carretas y adelantarme al Salado a preparar el paso de ellas, y terminar varias pequeñas diligencias de la Comisión. El 1° de Marzo sali para Santiago a donde llegue el 2 y recivi el 4 por la via de Salta las Cartas de su Exelencia y oficial Real del Virrey, relatibas a los terminos en que debia hacer la Expedicion, aclarandome la instrucción que me dio en Montevideo. Todo lo había cumplido Rubín de Célis por lo que escribe: Quedé muy satisfecho de haver ejecutado quanto su Excelencia me prevenia, y de haver terminado mi expedicion sin la mas leve desgracia, poniendo punto final al asumpto del fierro. Pero al margen de haber cumplido con la misión encomendada, tenía otro motivo de satisfacción: Había triunfado avergonzando con el éxito, á quantos me anunciaban los mas orrorosos desastres, para quienes se formó el concepto33 de perezosos en la opinión popular. El informe concluye con una oración en latín. Podría ser «Leo est invia, Loena in itineribus». Salta, 25 de Abril de 1783. Miguel Rubin de Celis.

33 En el original hay una palabra muy confusa que podría ser texto, que reemplacé por concepto.


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— Segunda parte — Reflexiones sobre esta expedición y sobre la utilidad que de ella puede sacarse Estas Reflexiones completan el panorama que surge del Diario y, como lo dice la palabra, reflexionan sobre la experiencia recogida durante el viaje del cual resultan su evaluación final. Son un análisis de los factores negativos que, según Rubín de Célis, afectaban al país en la antesala de los cambios que se producirían durante el siglo XIX; son una suerte de radiografía del funcionamiento de sus instituciones de gobierno, de su estado social, del nivel moral e idiosincracia de sus habitantes señalando problemas estructurales y culturales cuyas secuelas en la actualidad aún se sienten en algunos aspectos como observará el lector. Factor 1°.— El primer factor negativo que Rubín de Célis observa en la colonia rioplatense es la debilidad del poder o autoridad del virrey como resultado del reordenamiento político y administrativo del Virreinato por la Real Ordenanza de Intendentes sancionada en 1783, que lo fraccionó en ocho Intendencias cada una de las cuales era administradapor un Gobernador Intendente. Tres de ellas correspondían a territorio hoy argentino34 y una era la Intendencia de Salta del Tucumán dentro de cuya jurisdicción él realizó su expedición. Lamenta el que se haya segregado del antiguo poder de los virreyes el de disponer como absolutos, sin dependencia de otra persona que de la Hacienda Real. ¿Y por qué llega a esta conclusión de anhelar más concentración del poder en la cabeza gobernante? Lo explica así: Si los hombres fuesen como debían ser —es decir, responsables de sus actos y celosos en el cumplimiento del deber encomendado— poco importaba esta segregación, pero considerando los hombres en su verdadero estado, el debilitamiento de la autoridad principal provoca el debilitamiento de la cadena de acato a la superioridad. 34 Eran la Intendencia de Buenos Aires, que comprendía la actual provincia homónima, el litoral argentino y la Patagonia. La de Córdoba del Tucumán que comprendía la actual provincia de ese nombre más La Rioja, San Luis, Mendoza y San Juan. La de Salta del Tucumán que abarcaba las actuales provincias de Salta, Jujuy, Tucumán, Santiago del Estero, Catamarca y el área chaqueña de actuales provincias de Chaco y Formosa entonces jurisdicción de Salta y de Santiago del Estero.


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Esto, agravado en la sociedad colonial por celos y etiquetas, redunda en el atraso de la ejecución de las órdenes superiores con grave perjuicio del servicio del Monarca y de los intereses generales. Bien pudo él experimentar este hecho con motivo de la organización de su expedición, cuando hubo de padecer la negligencia y hasta desobediencia de las autoridades regionales en la ejecución de muchas disposiciones que exijan prontitud emanadas del máximo representante de la Corona en el país: el virrey del Río de la Plata. Pone como ejemplo el descuido que noté en la anticipación de las órdenes del Intendente35 para que fuesen cumplidas prontamente las del Exmo. Sr. Virrey. Observaque no sólo el poder del Virrey está debilitado, sino todo principio de autoridad. Contribuye a este debilitamiento una urdimbre de factores que generan una indisciplina social o anarquía generalizada que afectan la administración virreinal. Factor 2°.— La extensión del territorio que contribuye al debilitamiento de tal poder y pone este ejemplo:36 Muy grave daño se sigue así a su Magestad como al público el que sea tan extensa como es la Intendencia del Tucumán...37 Provincia que gobierna uno solo y, a continuación, se hace las siguientes preguntas: Si en todas las poblaciones donde no reside el Gobernador ¿se debe experimentar el trastorno del servicio que se echa de ver en ésta? en referencia a la ciudad de Santiago del Estero donde asentó su base de operaciones. Se lo pregunta a raíz de los inconvenientes que se le presentaron a él durante los preparativos de su expedición. Si la cosa fuese así —continúa— entonces ¿de qué les serviría a esas provincias tener un excelente Gobernador si la distancia y las intrigas de los pueblos los privan de saber la verdad y obrar en consecuencia de ella?

35 Se trataba de Andrés Mestre y el título completo era Gobernador Intendente de la Intendencia de Salta del Tucumán. Hasta 1782 ese territorio, más las provincias de La Rioja y Córdoba, había constituido la Provincia o Gobernación del Tucumán de más de 700.000 km2 de extensión. 36 La Provincia del Tucumán, en el tiempo en que él la visitaba, estaba integrada por las actuales provincias argentinas de Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, Córdoba y occidente de Chaco y Formosa. Resultaba, así un territorio de más de 700.000 km2, de extensión puesto bajo la responsabilidad de una sola autoridad: el Gobernador Intendente. 37 Se refiere a la Intendencia de Salta del Tucumán.


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Por otra parte, ¿dónde están las fuerzas para hacerse obedecer? Siel Gobernador lo pretende sin ellas, o le niegan la obediencia con desacato, o eluden sus órdenes se produce un enorme desaire a su dignidad. Y aquí menciona el ningún caso o demasiada lentitud en obedecer por parte de los cabos inferiores para cumplir la orden del Gobernador deque se aprontasen 100 soldados que le sirvieran de escolta en su expedición. Señala que el efecto de esta falencia es que la población, la industria y la agricultura sufren por no haber… una Persona cuyo deber38 no sea otro que el de vigilar sobre este tan importante objeto? Se queja de que, según la tabla de valores que rige entre los habitantes de esas poblaciones, el Real Servicio y las glorias de la Patria ocupan, cuanto más, el segundo lugar, juicio que viene a ser una acusación de falta de patriotismo. Factor 3°.— Considera que una de las cosas que más contribuye a la desgracia de un reino es la multiplicidad de poderes morales y ecempciones. Más adelante agrega que la diversidad de fueros en todo cuerpo moral está reconocido por los políticos como un cruel veneno que le destruye. Si los fueros no están perfectamente distinguidos, casi nunca la Justicia tiene posibilidad de ejercerse.39 Véase pues lo qe precisamente sucede en esta Provincia donde apenas hay quien no sea militar a medias y por esto logran evadirse de cualesquiera de las dos justicias y aquí otra vez se refiere a su caso: Yo experimenté el daño de este vicio en la… convocatoria de la tropa de escolta y trabajadores. Factor 4°.— La despoblación desta Prova. y la dispersión de Pueblos es otra de las causas de la impunidad de los delitos más atroces. Comenta con gran asombro que se ven los matadores, ladrones y desertores por toda ella, circulando con un descaro horroroso y aquí nuevamente se remite a su experiencia: Yo pude completar mi escolta si hubiese admitido los que se me presentaron pretendiendo acompañarme, pero no lo hizo por estar al tanto de sus turbios antecedentes. Considera que esta impunidad manifiesta e institucionalizada se debe a la incapacidad de sentenciar arreglado a justicia de los 38 39

Destino en el original. Ejercicio ni cavimiento en el original.


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jueces ordinarios de estos Pueblos que reservan en sí como privativa la aprobación de las sentencias lo que redunda en un perjuicio muy notable al buen orden en que deben mantenerse las sociedades. Escribe que se llega a este extremo porque se entorpecen las causas de los criminales o dan a éstos posibilidad de escapatoria de las Cárceles, por faltar fondos con que mantenerlos en ellas, o les sugieren o disimulan el atentado de evadirse.40 Dictamina que el remedio no sólo no es imposible, pero ni aúndifícil y propone una solución: Designar un prevoste dotado de excelentes qualidades, acompañado de un asesor jurisconsulto y con facultades absolutas que discurra41 siempre por su Provincia con ciento o Doscientos Hombres armados y costeados por42 ella, enmendaría infaliblemente tanto desorden y haría conocer al Soberano y su poder a gentes que apenas conocen ni al primero ni a ninguno sobre la tierra. 5° Factor.— Este hecho lo lleva a pensar en lo útil que resulta para una comunidad el tener fuerzas armadas y lo expresa así: Sería muy útil sin duda, el establecimiento de las milicias, pero no sobre el modo43 en que hoy se hallan. En éste no solamente no son útiles, sino son perjudiciales, así por lo que antes he observado de su fuero obscuro, como por la ninguna disciplina y subordinación a sus oficiales. Se pregunta luego cuál es el motivo de que ocurra tal cosa y concluye que está en la naturaleza de estas poblaciones que hace que éstos no conozcan a sus soldados, ni éstos a sus oficiales, con lo que el abandono es recíproco. A esta situación se suma la instauración de privilegios que describe así: A los oficiales no solo les sirven sus Empleos y uniformes para hacerse respetar y liberarse44 de mil gavelas, sino para cometer a la sombra de tal fuero mil tropelías contra las Justicias ordinarias que en realidad deven ser las más respetadas en todas las sociedades. No deve haver nadie en toda sociedad que este bien organizada45 que no sepa su destino, y a quien ha de ovedecer en caso de Invasión enemiga, como nos consta de los romanos en sus brillantes tiempos; 40 41 42 43 44 45

Escalarlas en el original. Girando en el original. Asolados á costa de ella en el original. Pie en el original. Libertarse en el original. Arreglada en el original.


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¿pero por esto hemos de decir que todos los individuos de un cuerpo moral son soldados? Afirma críticamente que Regimientos enteros pueden formarse en estas Provincias, de Sargentos mayores, Capitanes generales pero, con tanta abundancia, nada menos se hace que el servicio del Rey cuando se necesita. A continuación advierte que esto no debe sorprender porque los Gobernadores de armas… por lo común carecen hasta de la más mínima noción del arte militar. Opina que la concurrencia de todos estos factores retardaron y aún pudieron imposibilitar mi salida a no haver yo tomado a mi Cargo lo que hera el peculiar46 del Gobernador de Armas de Santiago. Algunas conclusiones.— Luego de hacer este análisis crítico de las falencias administrativas que observó, llega a estas conclusiones: Será muy cierto lo que nos cuentan del extraordinario valor y vizarría de los santiagueños, de su constancia en los trabajos, su prudencia47 y su tesón en perseguir a los indios enemigos, pero me parece que se acabó esta raza de hombres absolutamente. Soy testigo de que no… solamente no buscan al enemigo: Sino que el nombre les aterra, su presencia les hace huír vilmente como todos vimos en Ottumpa48 al descubrir algunas lanzas… Además ya el soldado lleva una pesada alforja para satisfacer sus muchas necesidades qe nos cuentan reducirse, anteriormente, a un saco de maíz: a el oficial le acompaña una pesada carga que detiene mucho las maniobras. Señala que, además, tienen nuestros santiagueños respecto del enemigo grande desventaja en las armas porque aunqe son iguales, esto es aun que usan ambos de una lanza de tres varas de alto, el enemigo la juega con mayor destreza, y es generalmente más Ginete. Acaso convendría que las Armas de fuego largas fuesen menos raras49 en estas Provincias, en las que la pólvora es manufactura ordinaria hasta de las mugeres. Opiniones sobre el país.— No se puede mirar sin lástima la despoblación del País, a ella concurren mil causas todas morales. La principal es la falta de recursos de sobrevivencia, fábricas manufacturas, 46 47 48 49

Por Lo que era responsabilidad del Gobernador. Parsimonia en el original. En otra parte de su informe escribe Otumba. En el sentido de escasas.


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falta de comercio estrangero. Quien realmente cria50 la Población es la agricultura ¿qué país en el mundo ay mas adequado que este para hacerla floreciente? ¿Pero quienes han de consumir los Granos en un País despoblado y que ni tiene vecinos a quien esportarlos? Pues aunque las Colonias Portuguesas carecen dellos no hay licencia para venderselos. Extiendo mi razonamiento a los Ganados y primeras materias51 abundantes en estas provincias. La sobrevivencia ordinaria de los avitantes del Salado consiste en el trabajosísimo, y poco lucrativo oficio de meleros. Asombra la abudancia que hay de miel en los montes de mi tránsito: críase en los árboles, y desde luego se puede asegurar que siendo estos innumerables, la segunda parte52 de ellos tienen colmena. En algunos hay hasta cinco y agrega que las especies de abejas son también cinco y dedica toda una página a hacer una detallada descripción de cada una antes de retomar la narración. Primitivismo o ignorancia en la explotación de los recursos naturales.— En cuanto a la cera, escribe que sacarán todos los años del Salado sobre quarenta mil libras que se distribuyen en el Perú y Reino de Chile, sin embargo desaprueba el modo de explotación de esta riqueza natural: Falta el conocimiento del buen veneficio de la zera de ella que, puedo asegurar, ser tan buena como la calamada del Levante y poderse con vastante población estraer quanta necesitase nuestra Península. A continuación aprovecha para describir el modo que tienen los habitantes del Salado de explotar las colmenas. Lo desaprueba y cuenta que sacan las colmenas con unas cuñas de fierro colocadas a modo de acha, señalando que lo hacen con más abaricia que ignorancia pues jamás dexan pie en las colmenas para que no las abandonen las abexas. Lo contrario hacen los Indios Bárbaros vecinos que jamás las apuran y por esto cuentan por mucho tiempo con una misma colmena. A raíz de esto expresa su opinión de que el gobierno debería controlar el modo de explotación: Si alguno llegase a poblar este País, deveria la policia fixar el método de sacarlas.

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En el sentido de acrecentar. Por materias primas. En el sentido de la mitad.


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Otros modos de vida. Explotación de la grana y la manufactura de ponchos.— Escribe que está muy extendida entre la gente de la región la explotación de la grana de la cual hay dos especies que, por su calidad como colorantes, se comercializan con otras regiones, sobre todo con Perú y Chile. Al igual que en el caso anterior, también critica el modo de explotación sobre la que afirma que se observa la más grosera y torpe ignorancia. Una manufactura de la región es la de tejido de ponchos y transcribo íntegro el párrafo que le dedica pues en él expone crudamente la idea de impedir el desarrollo de esta naciente industria colonial para favorecer su similar de origen europeo no obstante haber señalado, en párrafo anterior, la falta de fábricas como una de las grandes falencias del país: La manufactura de ponchos, peculiar del vello sexo, forma una notable entrada de dinero en la jurisdicción de Santiago. Carecen de buenos telares y tornos, y por lo tanto es muy cara la manufactura. Sin duda convendría que esta que tanto produce se tragese de Europa: pronto…, por el vaxo precio, lograría la Europa exterminarla del país. Sobre el terreno de Santiago. El río Salado.— El terreno de Santiago es ingrato por los muchos salitrales. Sin duda a los primeros abitantes les sedujo la inmediación al Río, pero debería haverlos alejado vastante las comunes inundaciones de éste, quasi irremediables, y la infertilidad de sus orillas. A esto se agrega que las avenidas53 interceptan el Comercio recíproco de los avitantes del E. y O. mucha parte del año, pues con todo no han sido capaces para construir unas Embarcaciones planas. Se contentan con hacer de Cueros unas balsas, ó pelotas que no pueden barquear quando el río forma olas, y aun quando no, es muy arriesgado el meterse en ellas. El terreno desde el río salado54 hasta la mina es llano perfectamente, y alternado de monte y plazuelas. Según su feracidad y la naturaleza de la tierra que quasi toda es gredosa, promete ser excelente para la labor: para los pastos es incontrastablemente abentajada. No se echa de menos si no es el agua permanente, pero quantos Países conosco en el mundo que se hallan en este mismo caso y están muy bien poblados. Por de contado quasi toda Castilla la vieja, y la Man53 54

Por crecientes. Escrito con minúscula en el original.


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cha. La solución posible que recomienda Rubín de Célis es Abriendo pozos, y formando grandes zanjones para recoger el agua llovediza en la temporada en que quasi se inunda el Chaco… Así se tendría un terreno no sólo útil, sino que sería preciso el que sea Poblado. Los positivos efectos que produciría la apertura de un nuevo camino.— Insiste que A la idea de utilizar estos terrenos debe preceder el realizar la Población… no haciéndose de propósito… empresa por lo común muy dilatada55 sino promoviéndola mediante la apertura de un nuevo camino que permita la intercomunicación entre los pueblos ya existentes y los que se fueran formando a su vera. Al respecto propone el siguiente que descubrió con motivo de la búsqueda de la Mina de Fierro: La casualidad ha descubierto uno oportunísimo. Precisado yo á conducir Carretas hasta la mina me fue forzoso intentar abrir el Camino Carretero desde el Salado. No me acobardó la imposivilidad que las Gentes del Pais continuamente me anunciaban poniéndome delante el ejemplo56 del Oidor Alfaro, interino Gobernador de la Provincia, que con los recursos de tal, se habia quedado con solo el deseo y el desengaño de no ser posible. Es cierto que los montes asombraban por lo espesos, y porque los árboles comunes son los quebrachos colorados, pero cuando se quieren de veras hacer las cosas se consiguen infaliblemente. Lo cierto —continúa— es que se abrio el Camino Carretero hasta la Mina, y que desde esta hasta Corrientes me informaron los Indios no haver que romper monte, ser facil la conducción de Carretas y evitar cinco dias del regular andar de éstas. Por otra parte me informé de ser muy fácil que desde el río salado hasta el Río de las Piedras57 caminas en Carretas por la orilla septentrional del dicho Río. Con que luego me vino la idea de quan útil sería el nuevo abierto Camino para los fines siguientes: Primero se abrirá un Comercio fácil, y activo entre las Provincias orientales y occidentales del Paraná.

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En el sentido de tomar mucho tiempo su concreción. Ejemplar en el original. En la actual provincia de Salta.


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Segundo los transportes de los efectos Europeos al Perú se harán con más facilidad y seguridad del enemigo por el Paraná y el nuevo camino. Tercero las naciones bárbaras que avitan el seno que forma el camino con el Paraná, y que tanto han dado que hacer a Santa Fe,58 y que hoy aun las reducidas son tan gravosas al Rey deverán quedar perfectamente sugetas. Quanto debe considerarse este camino como el freno del Reino del Perú pues facilita el pronto envio de tropas y artillería gruesa sin que haya nación que hasta Salta pueda oponerse, y sin que asuste la consideración de si se revela o no la Provincia del Tucumán, consideradallabe del Perú.59 Este camino requeriría lo siguiente: Como que este es el objeto de más atension debieran construirse dos o tres Fuertes entre el Paraná y Esteco. 60 Dos forzosamente en los extremos. El del Paraná o Corrientes haria respetar el Soberano dominio a las Provincias del Paraguai y Uruguay y el de Esteco a las occidentales. En estos Fuertes que deberían ser realmente tales, seria forzoso hubiese Almacenes muy Provistos, y guarniciones considerables y entonces pudieramos contar con ser límite reciproco entre nosotros y los Indios Barvaros del rio Bermejo. Para fomentar la frecuentación de este nuevo camino recomienda se ordene transitarlo a las doce primeras Carreterías61 imponiendoles la obligación de abrir de seis en seis leguas un Pozo de determinadas dimensiones en el terreno comprendido desde la mina al Salado que son setenta leguas. Esta ideas se rectificarian siempre que de la Principal se hiciese el caso que merece el zelo con que la produzco. Salta y Abril 1° de 1783. Miguel Rubin de Célis

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En el original escrito Santafée. En el original llabecreida (palabra confusa) del Perú. Población fundada al sur de la actual provincia de Salta en 1685. Convoy de carretas.


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¿Realistas o Revolucionarios? Entre el Rey y el nuevo orden* Elena Perilli de Colombres Garmendia

I

glesia y Milicias fueron atractivas opciones para los jóvenes de la sociedad colonial ya que podían reportar interesantes beneficios y constituían una vía de control social que la elite empleó con asiduidad. Para las familias principales contar en sus filas con sacerdotes o militares era otro atributo de su status y jerarquía social.1 La Iglesia, en los tiempos de la guerra de la Independencia, mostró discrepancias internas. Los miembros del clero no fueron ajenos al proceso revolucionario y muchos de ellos actuaron vivamente en política porque formaban parte de las minorías con mayor preparación en condiciones de acceder a los puestos de gobierno. Los sacerdotes tenían gran ascendencia por su ilustración y arraigo entre los vecinos, y pertenecían, en gran parte, a familias destacadas gozando del privilegio de su cuna y de señalada influencia en los círculos dirigentes. Tal vez la posición más difícil haya sido la de los obispos, quienes por su lado eran fieles al papado y al rey que los había designado y por otro, se debían como pastores, a sus fieles.2 El recelo * Una versión preliminar fue presentada en 2015, en: Jornadas 1816. Tucumán en la Independencia. Dos siglos después. Red de Estudios Históricos de Tucumán. 1 Ana María Bascary, Familia y vida cotidiana. Tucumán a fines de la Colonia, UNT, Universidad Pablo de Olavide, Sevilla. (Tucumán, 1999) La historiadora realiza en su libro un completo análisis de la sociedad colonial y la vida cotidiana de los distintos estratos. 2 Academia Nacional de la Historia, Fray Cayetano Rodríguez. Correspondencia con el Doctor José Agustín Molina (1812-1820) Estudio preliminar de Susana R. Frías (Bs. As. 2008), p. 28.


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Sacerdotes jesuitas. Dibujo de Florián Paucke S.J.

hacia los prelados era enorme y se acrecentó por la actitud, cuanto menos tibia, de estos respecto del proceso revolucionario. No obstante, muchos sacerdotes no fueron ajenos al nuevo orden y participaron activamente. Los hubo patriotas y realistas tanto en el clero secular como regular. En este trabajo se destacan algunos casos singulares: Miguel Martín Laguna, cura párroco de Trancas, fray José Domingo Salas, comendador de La Merced y Nicolás Videla del Pino, primer Obispo de Salta. Para entender mejor la posición de la Iglesia es importante la figura del jesuita Diego León Villafañe quien regresó a Tucumán a comienzos del siglo XIX y apreció las ventajas y desventajas de la revolución e independencia, con aguda inteligencia.


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Miguel Martin Laguna (1762-1828) Era miembro de una familia de intenso protagonismo en la vida pública de Tucumán, propietaria de la histórica casa donde se declaró la Independencia y una de las de mayor prestigio entre fines del siglo XVIII y la etapa independiente. Los Laguna pertenecían a la elite local. Sus miembros ocuparon lugares significativos en los distintos campos culturales y de poder. Ser capitular, cura o gobernador, hacendado, doctor o diputado tenía una enorme carga de prestigio y de notabilidad. Si mediante el parentesco se concretaban fuertes alianzas familiares, a través de otras estrategias se procuraba que los integrantes de una familia estuvieran colocados en puestos que afianzaran y ampliaran el poder y el prestigio del apellido. Miguel Martín era el primogénito del español Miguel Laguna y de María Francisca Bazán. El primer hijo era la cabeza de la familia extensa en cada generación, lo que estaba reconocido por la familia y la sociedad. Miguel Martín nació en Tucumán en 1762 y le estaba destinada la carrera eclesiástica, condicionada a la situación económica, pues los estudios acarreaban numerosos gastos, teniendo en cuenta que los centros de formación más cercanos eran Córdoba y Chuquisaca, donde los futuros sacerdotes encontraban una inmejorable oportunidad para forjar lazos. Para solventar los gastos los padres de Miguel Martín Laguna instituyeron en su favor patrimonio laical por la suma de 3000 pesos en fincas y bienes raíces. Se trataba por lo general de viviendas urbanas con cuartos y tiendas de alquiler, o tierras, chacras y animales.3 Miguel Martín estudió en Córdoba, donde vivía un tío suyo, Juan López Cobos y se ordenó sacerdote en Charcas en 1786. En ese mismo año hizo oposiciones a la cátedra de Filosofía en el Colegio de San Carlos, en Buenos Aires y al no obtenerla, regresó a Tucumán. Fue cura y vicario del Beneficio de Trancas a partir de 1795 (aunque mucho antes se había desempeñado como ayudante) durante 36 años, en cuyo lapso edificó dos iglesias (que fueron des-

3 Roberto Zavalía Matienzo, La Casa de Tucumán. Historia de la Casa de la Independencia (Tuc. 1960).


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truidas por fuertes temblores). Llegó a ser pro-secretario del Obispo de Salta. Las posibilidades de acceso a algún curato eran reducidas. La jurisdicción contaba solo con tres curatos, además del rectoral; no era sede de obispado, no había universidades ni hospitales, ni reducciones dependientes del clero secular. La parroquia de Trancas era muy extensa y una de las más importantes de la provincia. Comprendía el norte de Tucumán y el sur de Salta, sus límites variaron en 1783 cuando en el orden eclesiástico se desprendió Rosario de la Frontera de Trancas, y en el sur se fijó el límite en El Arenal.4 La condición de cura de parroquias rurales implicaba en muchos casos beneficios económicos considerables. El acceso al control de la mano de obra, que constituía la feligresía, y el usufructo de bienes y derechos parroquiales, permitían a los párrocos acrecentar sus riquezas. De hecho, como Laguna pertenecía a una familia acaudalada , Miguel Martín adquirió así propiedades en la ciudad.5 En una sociedad como la tucumana donde los niveles de instrucción eran muy bajos, los sacerdotes pertenecían al reducido círculo intelectualmente superior. Los estudios superiores en Córdoba o Chuquisaca les permitían contactarse con grupos universitarios de fuerte impronta en los movimientos revolucionarios. Nicolás Avellaneda afirma que Miguel Laguna fue «teólogo de nombradía» y recordaba que escribió en la soledad de su parroquia una refutación muy voluminosa al conocido libro Vuelta del Mesías en majestad y gloria, de Manuel Lacunza, que recorrió América. Este libro fue muy popular en todos los centros culturales europeos y americanos y Manuel Belgrano, uno de sus más entusiastas partidarios. De Lacunza se ocuparon, según afirma el padre Guillermo Furlong, dos sacerdotes tucumanos, uno entusiasta partidario del nuevo orden, el doctor José Agustín Molina, el otro contrario, Miguel Martín Laguna quien escribió cuatro tomos refutando al «Milenario». Para el padre Toscano, Laguna tenía una pasión extrema por el estudio, que concluyó por debilitar sus facultades y precipitarlo en conclusiones erróneas. Ventura Murga, «Orígenes de Trancas. Su archivo parroquial» en: Aportes para la Historia de Tucumán, nº 7 (Tuc, 1982). 5 En 1797 adquirió a las hermanas Juana y Francisca Aguirre «tres cuartos de solar de frente y medio de fondo» en 700 pesos plata sellada. Archivo Histórico de Tucumán (en adelante AHT) Secc. Protocolos, nº 13. Serie A, Años 1797-1799, folio 10 a 13. 24-I-1797. 4


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Decía Avellaneda que el «cura del pueblito de Trancas, en los últimos años de su vida, solitario, triste, con el sentimiento de un gran talento perdido, se dejó llevar por el vértigo que acomete a las imaginaciones poderosas, que no han recibido otro alimento sino los estudios teológicos. El doctor Laguna concluyó escribiendo Comentarios sobre el Apocalipsis y mezclando los textos sagrados a la explicación de los acontecimientos contemporáneos».6 Coincide en ello con el citado padre Furlong quien afirmó que Laguna perdió tiempo y salud y malogró su obra, por el rigorismo exagerado a que se sometía en sus meditaciones y estudios. Solía pasar en esa tarea hasta veinte horas continuas casi de ordinario. Es decir que sus esfuerzos intelectuales fueron el fruto de un espíritu enfermizo.7 Es significativa la figura de Martín Miguel Laguna porque su familia es clara expresión de las diferencias ideológicas dentro de un mismo grupo familiar con respecto a los cambios que introdujo el movimiento revolucionario. Por ejemplo, cuando había que entregar el dinero recaudado para la Corona a las nuevas autoridades, Pedro Antonio de Zavalía y Andía, viudo de Gertrudis Laguna, recaudador del impuesto de tabaco y naipes, se negaba a cederlos porque decía, pertenecían al Rey. Belgrano le aconsejó que lo hiciera y Zavalía manifestó: «Consejos no ayudan a pagar». Esta actitud fue común a muchos tucumanos, y hubo peninsulares y criollos que continuaron fieles a la monarquía, aunque generalmente convivían en la misma casa y en la familia con patriotas. Resalta el contraste entre Miguel Martín y su hermano Nicolás Valerio, quien manifestó muy tempranamente sus ideas independentistas y federales, tanto en 1810 como en 1813. Desde 1809, según afirmaba el salteño José Moldes cuando desembarcó en Buenos Aires, Florencio Terrada lo llevó a una reunión secreta donde «encontré a varios americanos que me dijeron trataban de la Independencia». Moldes le dio noticias favorables a ese propósito y les informó de los sucesos de España. Luego viajó al interior «para propagar la idea en todos los pueblos de mi tránsito». Habló en 6 N icolás A vellaneda , Paul Groussac. Ensayo histórico sobre el Tucumán. Tucumán 1916, pág. 36. 7 Julián Toscano, Estudios Históricos. El primitivo Obispado del Tucumán y la Iglesia de Salta. Tomo I (Bs. As., 1906). Guillermo Furlong S.J. Historia Social y Cultural del Río de la Plata 1536-1810. El Trasplante cultural: Ciencia (Bs As, 1969) pág. 226 y sig. Laguna publicó una Historia civil y política del Tucumán, en tres cuadernos en la que imitó las crónicas que realizaban los padres jesuitas.


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Córdoba con Tomás Allende, en Santiago con Francisco Borges, en Tucumán con don Nicolás Laguna».8 Al producirse la Revolución de Mayo, las autoridades solicitaron a los curas rurales que estimulasen a los feligreses a contribuir para las necesidades de la guerra. La actitud de Laguna fue radicalmente distinta a la de los otros curas de la jurisdicción. Los de Leales, Burruyacu, Monteros y Río Chico, realizaron donativos para la expedición auxiliadora y reunieron 2053 pesos, sin que haya mención en los documentos de colaboración alguna del curato de las Trancas.9 En contraste, como hombre de recursos económicos, el cura Laguna compraba en 1811 a su tía Bárbara Bazán, una propiedad. Se conoce que en la guerra de la Independencia el curato de Trancas fue escenario de luchas armadas, era la ruta obligada al Alto Perú. En Trancas, al regreso de Londres, Belgrano recibió el mando del Ejército del Norte y allí acampó con sus fuerzas el general realista Pío Tristán. Como fervoroso realista, el presbítero Laguna se unió a Tristán confiado en su triunfo. Después de la victoria patriota del 24 de septiembre, estaba entre los prisioneros de Belgrano. El historiador Julio P. Ávila se equivoca al afirmar que «seguramente fue hecho prisionero por Tristán al pasar por esa villa».10 Su conducta produjo indignación en Belgrano quien expresó su repudio en notas al Gobierno Central. Aunque criticable, no resulta extraña la posición de Laguna: obispos, curas y frailes predicaban entre la tropa la guerra contra los patriotas, a quienes calificaban como «herejes». La reputación de impiadosos había perjudicado a la causa revolucionaria en el ánimo de las provincias del norte. Se les decía que los que morían por el Rey eran mártires de la religión y volaban al cielo. El general José María Paz en sus Memorias narra que: «El Cura Laguna de las Trancas se había unido al ejército real, cediendo a

8 Exposición de Moldes acerca de sus servicios a la causa pública» 26/10/1816, cit. por Atilio Cornejo en «Trascendencia de los revolucionarios de Chuquisaca y la Paz de 1809 en el Noroeste Argentino» en Academia Nacional de la Historia, Boletín de la… XXX (Bs. As., 1959) pág. 133. 9 AHT, Sección Administrativa Vol. 20, f 372. 10 Julio P. Ávila, La ciudad arribeña Tucumán 1810-1816. Reconstrucción histórica (Tucumán, 1920) pág. 380. Colección del Bicentenario, Fundación Miguel Lillo (Tucumán, 2016).


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las persuasiones de Tristán y empezaba a predicar la guerra contra los mismos paisanos».11 Belgrano tuvo la suficiente astucia para inutilizar las estrategias de los realistas y restablecer la opinión religiosa. Existen dos cartas de Belgrano como general en jefe, a las autoridades manifestando su repudio por la incorporación de Laguna al ejército realista. El 24-X-1812 expresaba: El cura de Trancas, don Miguel Martín Laguna, estaba sindicado de ser contrario a nuestra causa, y todos me exigían que lo separara de allí; como no tenía un dato no tomé providencia hasta que habiendo venido con el enemigo, cayó en nuestras manos y en las mías, (una carta) la que acompaño, conque comprobé su malignidad y además con la de haber hecho venir a sus feligreses de baqueanos del enemigo y que siguieren su suerte; esto como otros ejemplares me ha manifestado que los pueblos no se engañan y que cuando forman un concepto es preciso estar por él, aun cuando no haya datos que lo califiquen… Le he mandado para esa a su costa, a las órdenes de VE y bueno será que vaya a la Recoleta para que le enseñen que ningún eclesiástico debe atizar el fuego de la guerra civil, y solo debe atender sus obligaciones. VE dispondrá lo que mejor le pareciera, pero no debe volver a su curato mientras la patria no haya asegurado su causa.12

De este escrito se desprende que Belgrano conoció un escrito de Laguna que se encontraba entre los papeles de Tristán, prueba de su adhesión realista, pero el párroco no engañó al jefe del Ejército del Norte. En una segunda carta Belgrano daba mayores aclaraciones sobre el tema dirigiéndose al gobierno central. Decía: La conducta del cura del pueblo de Trancas, doctor Miguel Martín Laguna está bien pintada por su mano, pero ella no ha sido así y es tan ajena de un hombre que se dice patriota, que el concepto general lo tiene por contrario ante nuestra causa, y ello es cierto que la carta que mandé a VE encontrada entre los papeles de Tristán, bien lo comprueba, y no menos los servicios que en público, hizo al enemigo e invitó a ejercitar a sus feligreses». Conjeturaba el General que «cuando no quiere comprometerse un individuo amante de la causa toma muchos arbitrios que jamás faltan para evadirse de obrar contra su propia conciencia y sobre todo contra la patria.13

11 José María Paz, Memorias Póstumas del General, Edición anotada por el teniente coronel Juan Beverina, Tomo I (Bs. As., 1924) pág. 96. 12 Museo Mitre, Documentos del Archivo de Belgrano. Tomo IV, pág 286, cita 20. (Bs. As., 1914). 13 Elena Perilli de Colombres Garmendia, El cura Miguel Martín Laguna (1762-1828). Su azarosa vida y su Historia social y política de Tucumán, Centro Cultural Alberto Rougés (FML) (Tucumán, 2011) pp. 24 y 25.


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Ante el avance realista, Laguna no tomó medida alguna: teniendo donde refugiarse sin salir de su curato «tan lejos de ocultarse del enemigo se aproximó a él, bien por temor a que lo prendiera una partida nuestra o para cohonestar su conducta inmoral». Belgrano aseguraba que «jamás di orden para semejante prisión, que esto de temores, si es que los hubo, no han procedido en otro principio de alguna aprensión causada por los remordimientos de su propia conciencia». Deducía Belgrano que Laguna creyó en el triunfo de los realistas y prefirió su interés particular al general de la patria, jamás podrá merecer el nombre de patriota y sí el de un egoísta detestable absolutamente para nosotros. Porque ¿cómo se debe mirar el delito de un eclesiástico cuando se le ve venir entre las filas enemigas a presenciar la efusión de sangre y total exterminio de sus propios hermanos.

Pensaba que su investidura debió moverle a evitar todo mal y aun perder la vida, antes de hacer lo que hizo. Su actitud determinó que el General lo alejara de su Iglesia, y estuviese arrestado e incomunicado (pero no de su familia lo que maliciosamente callaba Laguna) Belgrano tenía a este eclesiástico por contrario a la causa y juzgaba que los servicios que declamaba Laguna eran ridículos en comparación con los sacrificios que habían sufrido los verdaderos americanos. Sus feligreses clamaban por la ayuda que dieron al enemigo bajo la garantía del párroco, quien les aseguró que por su cuenta correría el pago. A Belgrano le parecía una patraña la solicitud de Laguna para que se le reconociese lo gastado, propia de aquellos que juegan a dos barajas; lo que sé de positivo es que el huyó a la hacienda de su hermana después que advirtió la derrota del enemigo, y entonces seguramente me dirigió el memorial con el objeto de deslumbrarme pero nada de esto basta para disfrazar la verdad de su delincuente manejo.14

14 Carta de Belgrano a sus superiores, 2-XI-1812, en Documentos de Belgrano. Tomo IV (Bs. As., 1914), pág. 286.


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Estos hechos determinaron el alejamiento de Laguna de la parroquia de Trancas por un tiempo, pero luego regresó. Ya en 1821 estaba en ella y permaneció allí hasta su muerte.15 José Domingo Salas Al caso de Miguel Laguna se agrega otro sacerdote de la jurisdicción, fray Salas. El historiador Julio P. Ávila afirma que hacia 1811: «Fue procesado el padre comendador fray José Domingo Salas, superior del convento de La Merced, por expresarse mal del gobierno surgido en Mayo de 1810». Afirma Ávila que en una carta en 1812, del gobernador intendente de Salta, Domingo García al teniente de gobernador Francisco Ugarte que quedó en su lugar, el primero afirmaba: Son repetidas las quejas y denuncias que tiene este gobierno contra fray José Domingo Salas, actual comendador de ese convento de La Merced, de que es contrario a nuestro sistema, y que como tal, ha seducido a los vecinos para que no ayuden ni sirvan en la milicia, no presten auxilios ni hagan cosa favorable: que se jacta públicamente de esta comportación. (sic) Antes de salir yo de esa ciudad había reparado esta aversión en que dicho padre en el hecho de oponerse a franquear unas piezas desocupadas que tenía en su convento para alojar a los enfermos, diciendo que no lo había de permitir. En lo de haberse opuesto a que un religioso suyo sirviese de capellán cuando los enfermos quedaron sin él; y quedo convencido con la carta que acompaño con otra que tiene escrita al comendador de Jujuy, diciéndole expresamente que él es sarraceno y aconsejándole que él lo sea; en lo que habló públicamente contra las providencias del Sr Gral. del Ejército cuando se hizo la prisión del Tte. Tesorero Manuel Antonio Pereyra; y últimamente, por las injurias que vertió contra la persona de Ud. Esta es una guerra sorda que nos hacen nuestros enemigos y muy suficiente para dar en tierra con nuestro sistema, y es preciso atajarla oportunamente para no experimentar los males que son consiguientes y por esto seguirá Ud. una información secreta y prolija de todo cuanto llevo relacionado. Le hará conocer la carta que adjunto, haciéndole declarar otra más que tiene escrita al padre comendador de la Merced, de Jujuy, obligándole a que declare su contenido y si es cierto lo dijo en ella, las expresiones que significó y con todo me dará cuenta para determinar lo más conveniente. 16

15 En la soledad de su parroquia escribió su Historia… La misma contiene datos muy interesantes sobre las producciones de Tucumán, su naturaleza y relatos de las fundaciones de los españoles en el Tucumán y los pueblos de indios. 16 Ávila... cit pág 438 y pág 27-28. Carta de Domingo García a Francisco Ugarte de 23-VI-1812.


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Afirmaba Ávila que, ajustándose a la realidad, los hechos puestos en evidencia con motivo de la denuncia de Cayetano Aráoz y los incidentes del sumario levantado al padre Salas demuestran lo que llevamos dicho, que si bien los españoles europeos no se lanzaron enarbolando la bandera de la contrarrevolución como los de Córdoba, no puede decirse que en Tucumán las nuevas ideas no tuvieran adversarios, ni menos que los mismos españoles rivalizaban con los criollos en sus demostraciones de lealtad como asegura Ricardo Jaimes Freyre».17

Esta tesis es corroborada por varios testigos del juicio iniciado por Cayetano Aráoz contra los españoles de Tucumán por considerarlos infieles a la causa (de la Revolución). Una vecina tucumana, Mercedes López, afirmó bajo juramento que hallándose ella y sus hermanitos en una casa del barrio, sentados todos en la vereda de la calle de conversación con el reverendo fray José Domingo Salas, principió a hacer reminiscencias de los grandes e innumerables beneficios que había producido la Patria al Tucumán, teniendo por una de las más particulares el haber logrado la satisfacción de tener gobernador y teniente de gobernador tucumanos, a lo que contestó dicho padre Salas, que jamás había advertido mayores desastres que desde que gobernaban criollos.18

Esto ratifica que en Tucumán las nuevas ideas no fueron aceptadas en forma unánime. Tampoco existió una reacción fuerte organizada y coherente para oponerse a ellas. Nicolás Videla del Pino El Obispo de Salta también fue separado de su sede por Belgrano y debió enfrentar un proceso por alta traición. De familia mendocina, nació en Córdoba en 1740 (otros estudiosos afirman 1736 o 1737) y creado el Obispado de Asunción en 1802, gobernó esta diócesis por casi cuatro años a partir de 1804. En 1806 la sagrada Congregación Consistorial dio existencia 17 Ávila… cit en Ramón Leoni Pinto, Tucumán y la Región Noroeste. 1810-1825 (Tucumán, 2007) UNT, ANH, p. 35. 18 Archivo Histórico de Tucumán. Sección Administrativa, Vol. 22, f. 233 cit. en Ramón Leoni Pinto, op. cit., p. 40.


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Cabildo de Salta.

canónica al Obispado de Salta del Tucumán y Videla del Pino fue el primer obispo nombrado en ella por el Rey Carlos IV. Tomó posesión en junio de 1808. Cabe recordar que hacia 1810 solo había tres obispados: Orellana en Córdoba, Lué en Buenos Aires y Videla en Salta. Este último era el único nativo.19 Al producirse la Revolución de Mayo la primera manifestación pública fue un cabildo abierto celebrado en Salta el 19-VI-1810 para tratar la invitación de la Junta de Buenos Aires. Videla expresó por sí y a nombre de todo el clero: Que hallándose la capital de Buenos Aires en el mayor riesgo y peligro que nunca, rodeada de enemigos poderosos y, por consiguiente con necesidad extrema de un jefe activo, vigilante y celoso de la conservación de nuestra sagrada religión y de los estados y dominios de nuestro cautivo Rey y Señor D. Fernando VII, en circunstancias de haber abdicado el mando el Excmo. Sr Virrey D. Baltazar Hidalgo de Cisneros dirigiéndose las providencias tomadas por el Excmo. Cabildo de dicha capital, a los dos referidos interesantes objetos, en el establecimiento de la Junta Provisional y nombramiento que exige de diputado para la instalación de la Junta General del Virreinato; conformándose su Señoría Ilustrísima con la generalidad de los votos de este

19 Cayetano Bruno SDB Historia de la Iglesia en la Argentina Vol. VII 1810-1812. Cuarta parte. Bs. As., 1971.


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congreso fiel, leal y amante a su Rey y Señor, debía esta capital unirse con la de Bs As, contemporizando y siguiendo sus designios y cooperando por su parte a su ejecución.20

Cuarenta días después hizo el cuantioso donativo de mil pesos para ayuda del ejército expedicionario. Se desilusionó al darse cuenta de que las miras de la Revolución no eran las suyas. La religión católica era escarnecida por las tropas de Juan José Castelli y la guerra se hacía contra el Rey, el mismo a quien guardaba Videla fidelidad. Al gobernador intendente de Huancavélica, Lázaro de Ribera escribió Videla manifestando «que era mejor morirse que no ver tales deserciones, infidelidades e ingratitudes». El siguiente paso fue la publicación de una instrucción pastoral el 10-IV-1812 para la mejor inteligencia y cumplimiento de la providencia del Triunvirato del 3-II que disponía que en la colecta de las misas se añadiese la cláusula pro pia et sancta nostrae libertatis causa. Fundamentaba esta en que urgía honrar al Gobierno de las Provincias Unidas como Padre Civil y Político «siendo una de nuestras más sagradas obligaciones la de tributarle la obediencia, el respeto, el amor y los socorros que son debidos a su alto encargo por el bien de la sociedad».21 A los seis días de este acto de adhesión al gobierno patrio, Manuel Belgrano, que había asumido la jefatura del Ejército del Norte y estaba en la provincia, expidió la durísima orden de comparecencia de Videla en Buenos Aires, a donde debía encaminarse en el perentorio plazo de 24 horas. Videla fue despojado de su cargo y asumió el provisor Juan José Lami; entre 1812 y 1835 el obispado quedaría en manos de provisores. Para tamaña decisión de Belgrano, Levaggi conjetura que se juntaron varias circunstancias. Primero, el ambiente desfavorable que reinaba en buena parte de la sociedad salteña, incluido el clero, por el doble discurso del gobierno patrio, entre el sostenimiento de los derechos de Fernando

20 Abelardo Levaggi: «El proceso a Monseñor Nicolás Videla del Pino por alta traición» en: Épocas, revista de la Escuela de Historia USAL, Nº 1, diciembre, 2007, pág 38-39. Emiliano Sánchez Pérez, OSA, ha publicado un completo libro Nicolás Videla del Pino. Primer Obispo de Salta. Salta, 2011. 21 Bruno, Historia...VII, pp. 458-460.


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VII y la guerra a sus ejércitos, sumado al jacobinismo de Castelli y la conducta antirreligiosa de la tropa. En segundo lugar, influía el odio de algunos personajes hacia el Obispo de quien querían vengarse. Habrían promovido y alimentado la campaña difamatoria para alejarlo de Salta. Hubo un conflicto en 1809 con el deán Vicente Anastasio de Isasmendi, por la decisión de Videla de aumentar el número de canónigos. Este último fue destituido del provisorato y vicaría general. Entraron en la refriega nada menos que el gobernador intendente Nicolás Severo de Isasmendi y el prebendado José Miguel de Castro. Y en tercer orden, el propio prelado era aparentemente tan dúplice como el gobierno de Buenos Aires. Ya Feliciano Antonio Chiclana, gobernador intendente nombrado por la Primera Junta, comunicó en septiembre de 1810: «aunque hasta ahora se demuestra con bastante entusiasmo por nuestra parte. Su recámara es muy profunda y no alcanzo a penetrarla. Todo un enigma».22 Belgrano estaba apremiado por la guerra y las pruebas de la traición que lo impulsaron a desterrar al Obispo fueron una presunta correspondencia con el general realista Goyeneche, sobre todo el oficio de este al virrey Abascal con la frase: de Salta avisó el Obispo que las capitulaciones de Elio son fictas, y unas declaraciones del cochabambino coronel Francisco de Rivero, pasado a los realistas sobre que Videla informaba a los alto peruanos de los sucesos del sur. En los partes de Goyeneche a Abascal impresos en La Gaceta de Chile, había expresiones que no favorecían al Obispo: Nos hemos conducido hasta Tucumán por ver si podíamos liberar de las manos de los insurgentes a nuestro amigo el Obispo de Salta...» 23

En 1812 fray Cayetano Rodríguez escribía a José Agustín Molina de Tucumán sobre la situación de su Obispo. En la última de abril vino extraordinario [correo] de Belgrano, en que da parte de la remisión del Obispo por decreto que él mismo le intima desde Campo Santo por suponerlo punto de apoyo de los europeos en Salta y haberle pillado a Goyeneche cartas en que hacía relación del Obispo y suponía comunicación con él, como verás en La Gaceta, que te incluyo por si no ha

Ibídem, p. 463. Academia Nacional de la Historia, Fray Cayetano Rodríguez. Correspondencia con el Doctor José Agustín Molina (1812-1820) (Bs. As., 2008) p. 44. 22 23


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llegado a tus manos. Ya ves, que a pesar de la inocencia del hombre , este es mal dato contra él.24

Videla no acató la orden de Belgrano, por varios días y se escondió. El Obispo era apreciado por otros sacerdotes como el jesuita Diego León Villafañe, quien manifestaba a su amigo Ambrosio Funes: Las cosas que nos pasan me tuvieron congojado el ánimo, y encendido el celo de la patria verdadera, a mi juicio, y no tomado abusivamente como se ve y lee. La intimación hecha a nuestro Ilmo Obispo de salir precipitadamente de Salta, hirió mi corazón fuertemente y desde luego acudí a Nuestra Señora de Montserrat para que protegiera su alumno. El hecho es que su Ilma ha desaparecido como si lo hubiera hundido la tierra. Se ha echado sobre sus bienes hasta no perdonarle la cama propia que la tiene en el Campo Santo, donde tiene su cuartel Belgrano; han obligado a estos curas a entregar las cuartas que debían al Obispo Ha corrido que tocaron la Sede Vacante. Cosa que pone la jurisdicción eclesiástica en incertidumbre, y en mil nulidades.25

En el mes de agosto recién Videla emprendió el viaje a Buenos Aires. No volvería más a su diócesis. Llegó a Buenos Aires el 7 de octubre y fue recluido en el Convento de la Merced, en calidad de detenido, muy vigilado. Fue la Asamblea General Constituyente en 1813 la que asumió el papel de juez. Cabe agregar que con el transcurso de los meses la cólera de Belgrano se aplacó. Le escribió «jamás he dejado de tener a VSI las consideraciones, respetos y miramientos con que soy de VSI y le pido su santa bendición» (26V-1813) En realidad, Belgrano no confirmó con el Obispo antes de tomar la decisión de enviarlo a Buenos Aires, sus explicaciones no lograron justificar su precipitación. Videla tenía casi 72 años y pedía que se le conmutase la pena por otro destierro menos distante. El fuero del Obispo era el eclesiástico, debía ser juzgado por sus tribunales, pero la acusación de alta traición provocaba su desafuero y consiguiente sometimiento a la autoridad ordinaria, por ante sus tribunales superiores. En ese sentido la intervención de un tribunal secular era legal, lo que no lo era, se derivaba de que un cuerpo político, la Asamblea, se arrogase la función judicial. Academia Nacional de la Historia, Fray Cayetano Rodríguez… cit., p. 38. Guillermo Furlong, Diego León Villafañe y su Batalla de Tucumán (Bs. As., 1962). pp. 46-47. 29-VI-1812. 24 25


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El proceso se desarrolló a lo largo de 1813 pero no arribó a nada definitivo, hubo influencias como la del franciscano fray Cayetano Rodríguez en su favor. El interés de este última era doble, procuraba complacer a su dilecto amigo, José Agustín Molina e intentaba obtener algún beneficio para el tucumano. Por todo ello fray Rodríguez acompañó al Obispo mientras duró su estancia en Buenos Aires. Le hacía llegar las cartas de Molina y compartía con él «las naranjas que aquel le enviaba porque es eterno comilón de ellas».26 Las pruebas no eran tan claras, en el examen y solución de la causa no se llegó a nada definitivo para mal del pastor y de su feligresía. Los hombres de la Asamblea del XIII mostraron desdén y hasta prevención contra el Obispo. Las sospechas y la acusación resultaron endebles. Pero no se allanaron a reconocer esa realidad que, en justicia, conducía a la absolución. Hubo, no en todos, pero sí en un grupo influyente, la decisión de castigarlos. Aunque solo fuera de hecho, sin una condena formal. Pero parece inobjetable que Videla no fue patriota convencido. Tuvo al menos, sus puntos de vista divergentes por el principio de autodeterminación. Pero no los propaló sino con versión de su séquito. Exteriormente supo adecuarse a los comentarios como acto de fidelidad a su ministerio. Fue excarcelado bajo fianza y luego desterrado a Río Cuarto. En 1815 fue dado por libre para constituirse en su obispado, el Congreso de 1816 resolvió llamarlo a Tucumán, pero ante la aproximación de las fuerzas realistas mando que regresase a Buenos Aires como obispo auxiliar. Levaggi afirma que «el juicio adoptó las formas más estrictas del procedimiento inquisitivo de la monarquía absoluta, desconociendo los principios liberales proclamados desde 1810».27 Fue desterrado a Río Cuarto. A mediados de 1814 lo alcanzó el indulto de Posadas, pero siguió un tiempo en la villa cordobesa, el suficiente para ser acusado de antipatriota nuevamente. Fue Pueyrredón quien lo hizo regresar a Buenos Aires mejorando algo su situación. Según contaba Cayetano a Agustín Molina «pontificó el día 9 en la función de la independencia... va a hacer ordenes, dar confirmaciones, etc. ¡Se le va a dar una rentita para su manutención! ¡Pobre aquí respira!». 26 27

Academia Nacional de la Historia, Fray Cayetano Rodríguez… cit., p. 28. Levaggi... «El proceso...», p. 64.


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Instalado ya en Buenos Aires, Videla se preocupó por sus rentas y manutención y en volver a su diócesis y poner orden en ella, pero no regresó nunca. No obstante, la opinión de Cayetano Rodríguez sobre el Prelado fue cambiando al transcurrir el tiempo. Decía en 1813 que Videla era «desgraciado en la elección de los sujetos», y en 1817 era más contundente: Videla es muy blando de corazón y, sin amigos que lo contengan, se mete en unas que desacreditan su talento pero que no las alcanza o las obscurece por no resolverse a contradecirlos». Respecto a su situación decía «llora lástimas que es un contento.28

La postura de fray Rodríguez sobre el regalismo era contundente y consideraba que las nuevas autoridades se habían propuesto mandar sobre la Iglesia. También Molina debió haberse sentido desengañado, según se desprende de la respuesta a Cayetano «no extraño lo que me dices del Obispo... los hombres a la larga descubren sus ideas por más sistema que lleven en ocultarlas. Es mucha ansia de placer. Haces bien en descargarte de una dependencia tan odiosa y majadera». Entre 1812 y 1835 el Obispado de Salta fue ocupado por provisores y en 1837 se designó a José Agustín Molina. Videla del Pino murió en Buenos Aires en 1819. Diego León Villafañe Este tucumano, jesuita, tuvo decidida actuación en favor de la causa patriota, su personalidad aclara, con sus ideas, la participación del clero en el proceso independentista y sus definiciones ayudan a comprender por qué se enrolaron en bandos opuestos. Tendría para el padre Guillermo Furlong «la gloria de ser el primer historiador de la Batalla de Tucumán».29 Su familia era de muy antigua data y descendiente de servidores de la patria, propietaria de las estancias Santa Bárbara y San Pedro y de los potreros Chorrillo y El Brete.

Academia Nacional de la Historia, Fray Cayetano Rodríguez... cit., p. 29. Guillermo Furlong S.J. Diego León Villafañe y su Batalla de Tucumán (1812) (Bs. As., 1962). 28

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Había nacido en Tucumán en 1741, e ingresó a la Compañía de Jesús en 1763. Gozó de gran prestigio intelectual fue catedrático en diversas instituciones. Estuvo en Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Santiago de Chile donde su magisterio fue reconocido. En 1767 fue desterrado y pasaría 32 años sin regresar, estuvo en Faenza, Imola, Roma y tuvo contacto con muchos sacerdotes rioplatenses tales como Pedro Miguel Aráoz de Tucumán y el doctor Nicolás Videla del Pino, a quien ya nos referimos. En 1799 regresó al Río de la Plata con otros dos jesuitas, Pedro Arduz, de Salta y José Rivadavia, de Buenos Aires. En Córdoba tomó contacto con Ambrosio Funes quien ordenó que se le colaborase en todo. Había sido su discípulo cuando lo tuvo como «pasante» en el Colegio Montserrat y lo admiraba. Funes dijo que era muy grande la satisfacción de toda la ciudad de Córdoba al ver a un jesuita. Los cordobeses estaban persuadidos que el restablecimiento de la Compañía sería una realidad. A Tucumán llegó en diciembre de 1799 y fue recibido con grandes demostraciones. Villafañe tenía la idea de pasar a las misiones araucanas y consagrarse a la conversión de los indígenas. A comienzos de 1802 llegó una nueva orden de destierro y Villafañe se retiró al Chorrillo de Santa Bárbara, a tres leguas de la ciudad, junto al río Salí sobre el camino al Rincón, donde permaneció oculto sin que nadie revelase su escondite. Allí la familia Villafañe tenía un oratorio o capilla y el jesuita se convirtió en capellán de los vecinos. En tanto, el Síndico Procurador de la ciudad y los vecinos pidieron en solicitud al Cabildo que no se incomodase a Villafañe «sacerdote ejemplar, de arreglada vida, pacífico, descendiente de los conquistadores» y alegaban su edad y achaques habituales. En total firmaban la solicitud 72 vecinos. El Virrey suspendió la orden de extradición.30 Nos interesa destacar la visión de Villafañe sobre los sucesos de la época, pues fue protagonista y testigo. En 1809 afirmaba que habría cambios en América, dado el curso de los sucesos en Europa: «solo espero que no entrará a estos países el espíritu de impiedad y que se mantenga en estos vastos continentes la religión Católica Apostólica Romana». El 24 de febrero escribió a Funes que había conocido a Nicolás Laguna, hombre muy instruido, quien dijo que hallándose sin el Rey recae toda la autoridad gubernativa en el 30

Furlong...Diego León Villafañe y su Batalla de Tucumán, cit.


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pueblo. Esta teoría le parecía peligrosa pero no dejaba de agradarle al jesuita. Consideraba que el contrato político (enseñado por Francisco Suárez) y no el contrato social, fue lo que dio a los patriotas la llave para las puertas de la libertad. Villafañe aplaudiría el nacimiento de la nueva nación, pero lamentaría la heterodoxia y el libertinaje que se apoderaron de ella e iniciaron un proceso de desnaturalización. Escribía: «contemplo a Buenos Aires, una behetría» y un mes más tarde agregaba: «El año se concluye mal y con malas pintas para el año entrante». Fue Villafañe el primero que en Tucumán se dio cuenta del desacierto en la conducción política y el primero en protestar contra el proceder del Triunvirato. A fines de 1811 Villafañe estaba descontento, sobre todo le había desilusionado la disolución de la Junta Grande, medida a la que veía como el germen de la guerra civil y que condenó en una Protesta muy acertada. Entendía que Poder Ejecutivo existía por obra de la Junta y era inferior a la misma. Representaba a los pueblos en quienes estaba la plenitud del poder y podía, por lo tanto, deshacer al Triunvirato o a cualquier otro cuerpo ejecutivo, pero no podía ser disuelta por el mismo. En 1812 se preguntaba: ¿Los pueblos qué sienten? En general según oigo el descontento Goyeneche será recibido como Ángel de Paz...Si el verdadero patriota Goyeneche no detiene la intriga argentina, los pueblos van a sufrir mil crueldades. No se escandalice Ud. de mi proposición, porque yo no tengo por amante verdadero de esta nuestra América sino a quien ama y protege a la religión Católica y este me parece es el sistema de Goyeneche..31

Villafañe rechazaba a los franceses y sus ideas extrañas y entendía que las luces no estaban en Voltaire, ni en el incrédulo Rousseau. Afirmaba que el verdadero patriotismo era buscar el cielo y mirar por la felicidad eterna. Se acongojaba con las cosas que pasaban, entre ellas la orden de destierro de salir precipitadamente de Salta, al Obispo Videla. También aludía a Laguna: El cura de las Trancas, Dr. Laguna ya estará en Buenos Aires, o cerca. El día de la acción (el 24 de septiembre) se pudo desprender del general Tristán que lo traía, y vino a dar a esta casa de Santa Bárbara, bastante

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Ibídem, p. 32.


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enfermo, y luego que se puso bueno trataba de ir a presentarse a Belgrano, cuando vino un oficial por él» (9-XI-1812).32

Villafañe rogaba a Dios por un gobierno estable, justo y que remediase los males, tales como la poca o ninguna subordinación de los criados, la falta de educación pública, el libertinaje en las costumbres y las usurpaciones de los bienes ajenos. Consideraba equivocado el seguir las ideas de la Revolución Francesa; se observaba en los ejércitos en el Perú irreligión y libertinaje, lo que provocó el desánimo de muchos seguidores de la causa patriota. Los escándalos de Castelli en el Alto Perú habían desacreditado a la causa patriota. Villafañe atribuía esa ola de desenfreno a la expulsión de los jesuitas y esperaba y anhelaba el restablecimiento de la Compañía para remediar los males. En esta dirección no era el único que así pensaba. Esta orden fue dada en 1814. Villafañe propuso traer jesuitas que no fueran españoles, teniendo en cuenta que aún no había concluido la emancipación. Reconocía Villafañe que Belgrano se había mostrado muy religioso en las plegarias a las que asistió, por las victorias de las armas patriotas. Se había armado con el Escapulario de Nuestra Señora de las Mercedes y lo hizo con mucho de sus soldados. Tras el triunfo de Tucumán, Villafañe desbordante de alegría, hizo una oda a la batalla y escribió una magnífica relación de los hechos el 9 de noviembre. No consta que haya sido el primer poeta, ya que el doctor José Agustín Molina, también tucumano, y que se hallaba en la provincia, compuso una poesía en 3-III-1813. No obstante, esto, advertía que los vecinos no desamparaban sus propiedades porque «el ejército amigo nos va a dejar por puertas». Esto es, ocupadas por extraños, sin pagar alquiler y los campos sin caballadas ni reses. En noviembre de 1813 decía: Oigo relaciones varias. Las gentes discurren según sus afecciones o pasiones. Pido a Dios triunfe la Religión Católica, sean deshechos como el humo los enemigos de ella. El libertinaje va tomando mucho cuerpo. Se murmura mucho; y no se pone remedio. ¡Ah! Tiempos...33

32 33

Furlong..., Diego León Villafañe y su batalla de Tucumán. cit., p. 47. Furlong..., Diego León Villafañe, cit., p. 38.


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En 1816 declaraba: He abominado la conducta de algunos en esta revolución, de mirar a los europeos avecindados, hombres pacíficos, y con familia entre nosotros, sin caridad, y tirar sin piedad, con pesadas contribuciones, apoderarse de sus propias casas, sin pagarles el alquiler y vejarlos aun más en sus propias personas sin más delito que por haber nacido en la otra parte del mar (24IX-1816).34

Los sentimientos de Villafañe eran los de un hombre bien intencionado, que veía peligro en los espíritus malintencionados, imbuidos de ideas extrañas, libertinas, provenientes de la Francia Revolucionaria. La revolución argentina que en 1810 había sido netamente ortodoxa y dentro de la doctrina católica, comenzó ya en 1811 a cambiar su orientación de acuerdo a las ideas de Castelli y Monteagudo. Algo pudo hacer el Congreso de Tucumán para devolver la confianza de los pueblos. Afirmaba el jesuita: «la semilla de la incredulidad, de la sensualidad y del libertinaje sembrado por ellos, y por otros pocos más, más librehacedores que librepensadores, despeñaron al país, primero en el caos de 1820». Villafañe veía con asombro y con pena la situación anárquica e irreligiosa de toda la América Hispana y no titubeaba en afirmar que la expulsión de los jesuitas fue el comienzo de esa decadencia. Según el jesuita tucumano los grandes políticos españoles habían desterrado a los jesuitas, por entrever en cada uno de ellos un revolucionario. Por encima de los intereses de la Patria estaban los de Dios y la Iglesia y si le llenaba de gozo ver a su patria libre le entristecía el libertinaje que había reemplazado a la libertad y la esclavitud del vicio había sucedido a la dominación política o civil. Opinaba así mismo que la ola de libertinaje y decadencia había empezado en América, tiempo atrás con la expulsión de los jesuitas. Conclusiones Las posiciones que enfrentaron al clero diocesano existieron igualmente en el regular, porque también se dividieron en patriotas y realistas, interesados los primeros en ocupar cargos, postura

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Ibídem, pág. 40.


E. Perilli de Colombres Garmendia, «¿Realistas o Revolucionarios?»

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apoyada por el gobierno que buscaba propagar las ideas revolucionarias. Por otra parte, la relación de los obispos con sus cabildos y con parte del clero era conflictiva, había intereses contrapuestos. Tenían los prelados dificultad para actuar con autonomía, intervenían la indisciplina, las miras personales o de grupo y fueron motivo de aflicción. Eran espacios que el gobierno aprovechaba para avanzar en una clara muestra de regalismo, en nada diferente al que habían ejercido los Borbones. Había quienes se sentían con derecho a avanzar sobre cuestiones de la Iglesia. Un miembro de la Cámara opinaba «no hay aquí otro canon que el garrote y debe darse con él a quien es enemigo del sistema.» Muchos sacerdotes veían amenazadas sus rentas y privilegios con los avances de las autoridades y restaban apoyo y obediencia. El mensaje de fidelidad al Rey en los primeros tiempos y el avance de los ejércitos patriotas sobre las tropas realistas creaban confusión. Identificados con la tradición los sacerdotes buscaron reacomodarse a la nueva situación buscando mantener una cultura heredada e influir sobre los fieles. A medida que la Revolución avanzó fueron plegándose a ella y hacia 1816 en el Congreso la mayoría de las ciudades estaban representadas por sacerdotes comprometidos con la causa emancipadora. Algunos de los que fueron de simpatías realistas, como el cura Laguna, desempeñaron roles de importancia en el nuevo orden institucional. La necesidad del cambio en los distintos niveles de la vida social fue más fuerte que la posible vigencia de la que se quiso mantener. No hubo un cambio aceptado por todos y fácilmente logrado. El ideal revolucionario se expresó en forma singular, no unívoca ni uniforme, modificado por las circunstancias a lo largo de un proceso. Los distintos sectores sociales, administrativos y religiosos, acostumbrados al ritmo hispánico, conocieron otra realidad sin las normas y leyes tradicionales y debieron adaptarse a ellas en forma progresiva.


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La Estancia de La Ciénega Félix Alberto Montilla Zavalía

L

La Ciénega

a Estancia de La Ciénega, o Ciénaga, ha sido uno de los establecimientos ganaderos intermontanos más importantes de Tucumán durante el siglo XIX y primera mitad del siglo XX. Vinculado geográficamente a las estancias de Tafí del Valle, y juntos con las de aquel paraje su producción de quesos gozó de gran prestigio y fama en aquellos tiempos, la planimetría decimonónica consigna su ubicación y su riqueza. Confinada entre las cadenas montañosas de las Cumbres Calchaquíes y Filo del Mala Mala, a una altura de entre 2500 y 2800 msnm, está surcada a todo su largo por el camino de herradura que unía las posesiones jesuitas de Tafí con las de San Javier —senda que todavía se utiliza en varias secciones—. La estancia se mantuvo aislada del progreso hasta el presente, debido a que nunca se terminó de construir el camino carretero. El paraje no tiene luz eléctrica ni agua corriente. Hasta hace un par de décadas en La Ciénega se mantuvo —casi sin alteraciones— la forma de vida en una estancia decimonónica. Hasta las construcciones respondían a esa tipología arquitectónica. Hoy la situación se ha modificado por la desarticulación como unidad productiva de la estancia, el abandono de la actividad ganadera y el reclamo de las comunidades indígenas de la propiedad inmobiliaria de La Ciénega.


F. A. Montilla Zavalía, «La Estancia de La Ciénega»

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Desde La Ciénega.

La presencia indígena Adán Quiroga (1863-1904) relevó, los últimos años del siglo XIX, los vestigios de innumerables aldeas indígenas diseminadas a lo largo del valle de La Ciénega, cuyas impresionantes ruinas es posible divisar por doquier.1 Entre los testimonios arqueológicos consignados por Quiroga se destacan la existencia de menhires, piedras talladas y cavernas. En su excursión por La Ciénega, Eduardo A. Holmberg ejecutó el primer plano del lugar y dibujó numerosas ilustraciones de los vestigios indígenas. Las ruinas más importantes se encuentran en el sitio denominado el Pedregal, ubicado en el extremo sur del valle, cercanas al abra de la Puerta de Tafí. Otro sitio sumamente importante es en El Arenal. 1 Adán Quiroga, Ruinas de Anfama. El pueblo prehistórico de La Ciénega. En: Boletín del Instituto Geográfico. Tomo XX. Buenos Aires, 1899.


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La Ciénega en mapa de Martin de Moussy.

El estudioso catamarqueño, y quienes le siguieron, destacaron que la cultura precolombina asentada allí tenía directa vinculación con los aborígenes de Tafí. El territorio, según afirman los arqueólogos, corresponde al período formativo (500 aC al 1000 dC) y la actividad principal era la cría de llamas.2 Sostienen que La Ciénega constituía una región periférica y fronteriza de las culturas del Valle de Tafí.3 Españoles y criollos Al llegar los españoles el Valle de Tafí y, como una parte de él, La Ciénega, fue entregado en encomienda a Juan Núñez de 2 Liliana Neder, María Marta Sampietro Battuone y A. Iacullo, «Caracterización de los procesos degradatorios en sitios arqueológicos. Valle La Ciénega, Departamento Tafí del Valle, Tucumán, Argentina», En: III Congreso de Cuaternario y Geomorfología, Córdoba 2006. 3 M.B. Cremonte, «Producción cerámica de la Tradición Tafí. Estudios tecnológicos de la alfarería arqueológica de la Ciénega (Tucumán, noroeste de Argentina)». En: Revista do Museu de Arqueología e Etnología, São Paulo, 13: 51-74,200.


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Guevara, luego pasó a Melián de Leguisamo, a quién se le otorgó el dominio por merced real. Lo sucedió, en la propiedad del mismo, su hijo Melián de Leguizamo y Guevara, que, a su turno, la dejó en herencia a su mujer Jordana de Trejo, quien lo dio en dote a su hija Jordana de Leguisamo y Trejo. Finalmente, ésta lo vendió a Francisco de Aragón en 1675. Aragón dejó el Valle de Tafí, incluida La Ciénega, a su nieta Francisca de Aragón. Luego el Potrero de Tafí se vendió a la Compañía de Jesús el 22 de abril de 1718. Los Jesuitas se dedicaron a la explotación agrícola, organizando el valle en distintos potreros. La Ciénega, junto a Tafí, Anfama, Siambón, San Jenuario y San Javier fueron las posesiones más valiosas que tenía la orden de Loyola en la jurisdicción de San Miguel de Tucumán.4 Ordenada la expulsión, en 1767, Tafí fue fraccionado en diversos potreros y enajenado en subasta pública.5 La Ciénega se remató el 9 de diciembre de 1774. La adquirió Luis de Aguilar por 410 pesos —una cifra muy inferior a la de los otros potreros del valle de Tafí—. Comprendía desde un cerrito bajo que está viniendo para Tafí, antes de caer a la Cuesta hasta dos quebraditas pedregosas que dividen este potrero de Anfama, tres leguas de largo; y ancho, de cumbre a cumbre, poco más de dos leguas.6

Al momento de la venta el potrero fue hipotecado. Ya fallecido Aguilar, el presbítero Ignacio Norry, albacea de Aguilar, se presentó ante la Junta de Temporalidades el 2 de mayo de 1800 y pagó la deuda de remate y canceló la hipoteca.7

Sara Peña de Bascary, «Compañía de Jesús, aportes para un estudio del acrecentamiento de propiedades de la provincia de Tucumán». En: Boletín nº 3. Serie Investigaciones 1. Museo Casa Histórica de la Independencia, Tucumán, 1986. Páginas 91 a 109. 5 Estela Barbieri de Santamarina, Notas a la antropogeografía del Valle de Tafí, Tucumán 1945, páginas 19 y siguientes. También: Carlos Páez de la Torre (h), y Pedro León Cornet, Una Historia de Tafí del Valle, Tucumán 2011, páginas 49 y siguientes. 6 La escritura de la venta puede consultarse en Documentos Coloniales, Serie I, Volumen 8, Tomo II Relativo a los Jesuitas, Tucumán 1996, páginas 98 a 100. Transcripción de Eugenia Capuano, Marta Inés Zavalía de Montilla y Sonia Ovejero de García (en adelante Documentos Coloniales, volumen 8). 7 Documentos Coloniales, volumen 8, página 136. 4


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Galería de la estancia antes de su demolición.

Luego de un tiempo, el 27 de marzo de 1805, los hijos de Aguilar, Juan Francisco y Manuel Ignacio, requirieron al cabildo —que entonces administraba justicia— se los pusiera en posesión de la herencia, concretamente del Potrero de La Ciénega que —argumentaban— «lo… tiene en su poder el primer albacea, Pbro. don Ignacio Norry, y por el finamiento de éste se han en poder de sus herederos…», que era Juan Sosa Valladares.8 Valladares —que a la sazón era albacea de la sucesión de Norry— contestó que tenía el potrero «con justo título… en mi dominio, propiedad y posesión».9 Pasados los años, La Ciénega pasó a propiedad de Juan José Valladares y María Melchora Paz Norry (sobrina del presbítero), que 8 Archivo Histórico de Tucumán (en adelante AHT), sección Judicial Civil, caja 50, expediente n° 36, foja 35. 9 AHT, Sección Judicial Civil, expediente n° 36, última foja.


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la vendieron el 5 de noviembre de 1827 al gobernador José Manuel Silva y éste pagó por ella $1000. Silva, que ya era propietario en el Valle de Tafí de los potreros del Rincón, Casa Grande y Angostura,10 al fallecer los dejó en herencia de sus hijas Clementina Silva de Frías (Potrero del Rincón), Dolores Silva de Avellaneda y Manuela Silva de Chenaut (Potrero de la Casa Grande) y Tomasa Silva de de la Vega (Potrero de la Angostura). Su testamentaría consigna, luego que «un potrero llamado La Ciénega bajo los linderos que expresan los documentos que se les ha pasado a don Juan Manuel y don Sixto Terán, entregado en calidad de dote en vida del testador a sus dos hijas, doña Hipólita y doña Restituta Silva…» valuado en $ 23.678,44.11 La Ciénega pasó, entonces, a propiedad de las hermanas Silva. Restituta se había casado el 26 de octubre de 1840 con Sixto Terán Alurralde e Hipólita el 8 de marzo de 1846 con Juan Manuel Terán Alurralde. Años más tarde, el 26 de abril de 1888, Hipólita Silva vendió la mitad de la estancia de La Ciénega, que poseía «en parte indivisa con los herederos de mi finada hermana doña Restituta Silva» a su sobrino Sisto Terán Silva por la suma de $ 4500. En la escritura se consignaba que la Estancia «consta de tres leguas de largo de norte a sud, equivalente a 12.990 metros por un poco más de dos leguas, equivalente a 8670 metros más que menos, de ancho, de cumbre a cumbre, y se extiende desde un cerrito bajo que está al caer la cuesta que conduce a Tafí, hasta llegar a unos dos quebraditos pedregosos que dividen el potrero de La Ciénaga del de Anfama».12 La Ciénega quedó en condominio y se mantuvo indivisa, entre Sisto Terán Silva —dueño del 55% correspondiente al 50% por compra y 5% restante como heredero de su madre— junto con sus

10 El potrero de la Angostura había sido adquirido por Brígido Silva —hijo de José Manuel— a Manuel Antonio Delgado el 4 de noviembre de 1839 (AHT, Protocolo Notarial serie A —Escribano Agustín Sal— Tomo 23, años 1839/1840, año 1839 folio 190 v. y siguientes). Luego padre e hijo fijaron los límites de sus estancias mediante escritura del 3 de septiembre de 1840 (ídem, año 1840, folio 56 y siguientes). Al fallecer Brígido sin dejar herederos, el potrero de la Angostura pasó a su padre. 11 En la testamentería de Silva se consigna la herencia a ambas hermanas. Ver AHT, Sección Judicial Civil, caja 88, expediente 4. 12 AHT, Protocolo Notarial serie D —«Escribano Emilia Sal»— Tomo 37, año 1888, folio 639 v. y siguientes.


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Doña Hipólita Silva de Terán.


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hermanos José Manuel; Brígido; Restituta; Trinidad; Julia del Carmen; Micaela; Emilio; Dalmiro y Dorotea (a cada uno de los cuales le correspondió el 5% por ser herederos de su madre). La propiedad se mantiene, al presente, indivisa y sigue bajo la titularidad dominial de la familia Terán. La Estancia de La Ciénega La casa principal, o Sala, de La Ciénega se edificó en el extremo norte de la propiedad. Sin lugar a dudas fue la construcción más importante. La construcción originaria debió haber sido un sencillo rancho que, durante la época de los jesuitas funcionó como un puesto. José Manuel Silva seguramente lo reconstruyó y mantuvo su función de puesto o posta, ya que La Ciénega se encontraba en el camino que antiguamente unía San Miguel de Tucumán con el Valle de Tafí, localidad, ésta última, en la que el gobernador Silva tenía su estancia principal: la Casa Grande. Sin dudas las hermanas Silva, y luego los Terán-Silva mejoraron aquel puesto y edificaron la sala. La sala —según rememoraba don Enrique Terán (h), co-propietario de la estancia— era una construcción austera de adobe y piedra, y techo de paja. El comedor era una pieza grande con techo a dos aguas y desván al costado… al costado había una pieza grande, con chimenea, después una pieza regular, otra pieza, una pieza chica, y dependencias del capataz. Cuadrando, se encontraba la cocina; en el suelo había piedras y encima se ponía la parrilla. Cuadrando, había una pieza que era la escuela y después una pieza de los zarzos —la quesería— y un baño. Al centro un patio.13

La sala tenía una pequeña galería que miraba hacia el naciente y daba al patio central. El agua llegaba por medio de una acequia. Su carpintería era un poco más sofisticada que la del resto de las construcciones del valle. Las puertas principales eran de dos N élida B eatriz , R obledo , Memorias de una Cieneguera. Doña Juana Paula Cruz. En: Actas de las VI Jornadas de La generación del Centenario y su proyección en el Noroeste Argentino (1900-1950) (Tucumán 2005). 13


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Distintas vistas de la sala de la estancia antes de su demolición.

hojas y en tablero, confeccionadas en cedro y con vistosas bisagras y goznes forjados en hierro. Habían sido realizadas por carpinteros del bajo. En las puertas, y dinteles, los visitantes solían tallar sus nombres o iniciales. Lamentablemente, hace un par de años (2013), la antigua sala fue demolida. En su lugar se edificó una moderna construcción. Un poco alejado de la sala se encuentran los grandes corrales de la estancia donde todos los años se realizaba la yerra, actualmente, atento al decaimiento de la actividad ganadera en esos corrales se lleva a cabo, los últimos días de enero, la Fiesta del Yerbiao. Los puestos más importantes fueron los del Pedregal, el Galpón, el Sauquito, el de Río Las Piedras, el Alto de las Espinas y Piedra Agujereada14 —casi todos han sido abandonados en el transcurso de éstos últimos 20 años—. La principal actividad explotada en La Ciénega, como se adelantó, fue la ganadera. En los mejores tiempos la estancia llegó a tener 3000 cabezas de ganado ovino, vacuno y equino. La producción de quesos de vaca, que disputaban su calidad con los de Tafí del Valle, ocupó un lugar importante entre los ingresos de la estancia. Llegó a su apogeo en las primeras décadas del siglo XX. Entonces, en La Ciénega existía media docena de queserías.15 La agricultura, en cambio, se desarrolló escasamente, pues los puesteros sólo cultivaban maíz y verduras para abastecerse a sí 14 15

Robledo, cit página 453. Ibid; página 450 y siguientes.


F. A. Montilla Zavalía, «La Estancia de La Ciénega»

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Plano confeccionado por Eduardo Holmberg, integrante de la extradición de Adán Quiroga.

mismos, y en las inmediaciones de sus hogares durante los meses estivales. A partir de los años 60 del siglo XX, la propiedad de la Estancia se diluyó debido a la gran cantidad de herederos, y con ello se produjo el declive económico que terminó generando el abandono progresivo de la actividad ganadera y el paulatino éxodo de las familias cienegueras.


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Foto tomada por Miguel Lillo en 1904. Museo Histórico Miguel Lillo.

La hospitalidad de La Ciénega La hospitalidad tucumana es más acendrada en el cerro. Desde tiempo pretérito la sala de La Ciénega fue el albergue disponible para el visitante. La casona, siempre habitada por un capataz, tenía una serie de cuartos que servían de hospedaje a los viajeros. Formaba parte de la tradición familiar de los dueños de La Ciénega —al igual que lo que acontecía con los estancieros del valle de Tafí— atender a cualquier visitante bajo el lema «cama hecha y mesa puesta». Faustino Velloso, describiendo su estadía en Tafí, aseguraba que esa tradición hospitalaria «constituía una especie de hidalguía que se manifiesta espontáneamente sin ostentaciones ni alharacas. En este medio [refiriéndose a la vida en las estancias del cerro tucumano] conocí en toda su intensidad las raíces españolistas y cristianas de esa sociedad».16 Hacia 1859 pasó por la estancia de La Ciénega —camino al Valle Tafí— Carlos Olearius, natural de Alemania que acompañó al sabio Germán Burmeister (1807/1892) en su recorrido por Tucumán realizado entre ese año y 1860. 16 Faustino Velloso, «Travesuras colegiales, bailes, Tafí». En: Miradas sobre Tucumán. Antología de Textos, Tucumán 2016, página 168.


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Camino a La Ciénega.

Olearius describió el camino que nacía en Tucumán, subía por la Puerta de San Javier, Siambón, La Hoyada, Anfama y La Ciénega. Su narración sirvió a Burmeister para relatar la geografía y la naturaleza de aquellos lugares en el libro Viaje a los Estados del Plata.17 Los naturalistas alemanes Pablo G. Lorentz (1835-1881), Alfredo Stelzner (1840/1895) y Jorge Hieronymus (1845-1921), todos científicos de la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba, también visitaron La Ciénega con la finalidad de describir la geología y flora de la Provincia. Hieronymus, en su trabajo, consignaba que había «tenido ocasión de volver a hacer excursiones a un lugar que llaman «La Ciénega» estancia de los señores Terán, en las montañas situadas 17 Carl Hermann Burmeister, Reisedurch die La Plata-Staaten, volumen 2, Halle 1861, página 156. Traducido al castellano y editado en 1944 bajo el título Viaje por los estados del Plata: con referencia especial a la constitución física y al estado de cultura de la República argentina realizado en los años 1857, 1858, 1859 y 1860.


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sobre el valle de Tafí» y luego describía las plantas del lugar con inusitado detalle.18 Un arroyo, hacia el confín norte de la casa de la Estancia, se denomina de los Gringos indudablemente en razón de la cantidad de viajeros extranjeros que pasaron por La Ciénega. Luego Paul Groussac (1848-1929), se alojó en la estancia de Terán en La Ciénega. En su recuerdo, se bautizó Quebrada de Groussac a la ubicada en el cerro de La Perdiz y punto de nacimiento del manantial que, por una acequia, sirve a la sala19. Sus iniciales estaban grabadas en el marco de un dintel desaparecido luego de la reforma de la casa de la Sala. El sabio tucumano Miguel Lillo (1862-1931) también realizó una excusión a La Ciénega. Una de las fotografías más antiguas de la casa fue sacada por Lillo en 1904. Hacia 1930 el periodista riojano Cesar Carrizo (1889/1950) describía «no lejos del Cerro Negrito, de 4800 metros, en verde y ancha cañada, se asienta La Ciénega, de los Terán. El paisaje que la rodea une a lo pintoresco lo grandioso».20 Daniel Juan Cranwell (1870/1953), famoso médico cirujano porteño, también dejó testimonio de su paso por La Ciénega. Afirmaba que al cabo de largas horas de marcha llegamos al bajo de Anfama donde existía un pintoresco caserío; allí fue cómodo descansar y para merienda nos dieron una libra de queso de Tafí. Después de dar agua y alimentar a los pobres caballos, continuamos por un camino llano hasta la Cuesta de La Ciénaga en cuya parte culminante se encuentra el establecimiento «La Ciénaga», que entiendo pertenece a la familia Terán. Allí nos ofrecieron generosa y amable hospitalidad y no obstante haber corrido ya más de medio siglo, conservo de aquél sitio el más grato recuerdo.21

18 Jorge Hieronymus; «Observación sobre la vegetación en la provincia de Tucumán». En: Boletín de la Academia de Ciencias Exactas de Córdoba, Córdoba 1875, páginas 394 y 412 y siguientes. 19 Carlos Páez de la Torre (h), La cólera de la inteligencia. Una vida de Paul Groussac, Buenos Aires 2005, página 50. 20 César, Carrizo, Imágenes del País, Buenos Aires 1937, página 52. 21 Daniel Juan Cranwell, El Placer de recordar, Buenos Aires 1950, página 26,


S. Peña de Bascary, «Del arte cúltico al retrato»

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Del arte cúltico al retrato* Sara Peña de Bascary

E

l arte cúltico es una manifestación religiosa y cultural que surge en época de la conquista y se acentua en la colonia. Los evangelizadores necesitaban convencer a las comunidades indígenas de los valores de la nueva religión. Las imágenes realizadas por los naturales eran interpretaciones de estampas o pinturas que los predicadores les enseñaban. En las manifestaciones que surgieron del llamado arte cúltico, indígena-español, tuvieron gran influencia los usos y costumbres. Y, obviamente, la identidad cultural del momento. Es el resultado de la fusión de dos culturas: la americana y la española. La cuestión de nuestra identidad es fundamental para comprender las manifestaciones artisticas de esa epoca. En el período colonial, en el cual está inserto este trabajo, el mundo del hombre de América se ve invadido, polémicas aparte, de la leyenda negra de conquista; que fue invasión, ultraje, destrucción. Pero, además, se produjo la inculturación, para algunos transculturación, para otros la fusión de culturas. Es decir otros elementos se introdujeron en usos, costumbres, ideas del hombre de América. Las manifestaciones de arte religioso sufren modificaciones.

* Sara Peña de Bascary; Trabajo final Curso Postgrado: Secuencias definitorias del Arte Argentino, Facultad de Bellas Artes de la UNT, dictado por la Dra Celia María Terán (Nov.1994). Aprobado: «Tanto por su contenido como por la seriedad del enfoque y profundidad de la investigación, ha merecido la máxima calificación.El mismo consta de 18 paginas de texto, 4 de aparato erudito y una cincuentena de fotografías documentales. El curso, en su extensión y prácticos cubrió un periodo de 30 horas y la interesada obtuvo la total aprobación del mismo. Dra Celia Terán – Director Instituto de Arte Americano y Regional. S. Miguel de Tucuman, 14.8.1995».


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Quienes más trabajaron en la conversión del indígena, con una modalidad diferente a las de otras ordenes religiosas, fueron los jesuitas. No imponían la religión cristiana, como tampoco lo hacían con la lengua, el arte, las costumbres. Es más, los padres de la Compañía se «inculturaban» en los hábitos de los naturales, en sus misiones, reducciones y establecimientos educativos. Esta política jesuita, permitió que la cultura indígena, en gran parte, se preservase. En sus muy organizadas comunidades, habían algunas libertades. Las obligaciones de los indios consistían en trabajar en las parcelas que correspondían a cada familia, contribuir al Tupambaé —«el estado»— ayudar a los naturales con problemas en sus cosechas. Es decir, primero lo temporal, para luego acceder a lo espiritual, tal como se dictaminó en el III Concilio Limense.1 Las libertades a que me refiero son precisamente las manifestaciones culturales y entre ellas, en especial, las expresiones de arte cúltico. Tomo como ejemplo las imágenes de los crucificados, muy dramáticos, sangrientos, que mostraban los primeros evangelistas, los indígenas las despojaron de ese realismo, pues no concebían un Dios sufriente, sangrante. Surgió, de este modo, una expresión cultural que fusionaba lo español con lo americano. Manifestaciones artisticas acordes a la nueva identidad: la hispano-americana que, con el tiempo, se afianzaría dando lugar a la cultura mestiza, a la vernácula. En el Museo Casa Histórica de la Independencia se exhibe una espléndida talla en madera, estucada, sobre peana, de un crucificado que carece del dramatismo que daba la sangre y las heridas lacerantes y, sin embargo, emociona, convence. Es la convicción del artista. La cuestión de la identidad cultural Me detengo en la identidad cultural, que traté en diversas oportunidades2 ya que lo considero fundamental para una aproximación,

Ibidem: «Compañía de Jesús, aporte para un estudio del acrecentamiento de propiedades en la Provincia de Tucumán»; En: Investigaciones I. Museo Casa Histórica de la independencia. (Tucumán, 1986) pag. 92 Las investigaciones sobre los jesuitas, de mi autoría, contaron con subsidio PIA del Conicet (1985-1990). 2 Ibidem: a) «Cultural Policy in Argentina»; Museological News, Bulletin of ICOM International comittee for Museology. Museum of National Antiquities, Stokholm (Sweden, 1986), 1


S. Peña de Bascary, «Del arte cúltico al retrato»

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lo mas objetiva posible, a los temas que trataré. A mediados del Siglo XVII, comienzan a llegar a nuestras, tierras de paso o para establecerse, muchos extranjeros de diversas latitudes. Influyen en costumbres e ideas, y se va perfilando una nueva identidad cultural. Con nuevas expresiones en las que se incluyen, obviamente, las artísticas.3 Gran parte de estos extranjeros fueron miembros de la Compañía de Jesús: italianos, alemanes, franceses, belgas y hasta ingleses estuvieron en contacto directo con indígenas, criollos, españoles, negros, y todas los espectros de la mixturación de razas. Esto, en las reducciones, como en colegios, universidades y en la sociedad. En la cultura la influencia fue muy importante y gravitó en el tema que trataré. Mas adelante, en el siglo XIX, tras las invasiones inglesas, un considerable número de británicos se radicaron en nuestro país. Comienzan a llegar, los llamados «naturalistas viajeros», muchos de estos científicos se establecieron definitivamente en el Río de la Plata. Sus ideas, costumbres y conocimientos dieron un giro, con sus aportes, a nuestra identidad cultural. De allí en más, en las presidencias del Gral Urquiza y Nicolás Avellaneda, la inmigración fue importante. En una corriente ininterrumpida arribaron científicos, artistas, educadores, historiadores, naturalistas, entre otros, de diversas nacionalidades que aportaron sus conocimientos. Se puede decir que desde fines del S. XIX, nuestra identidad, nuestro ser nacional, ya estaba definido: ese plurarismo de razas, al unirse con la criolla, darían lugar al argentino de hoy. No podemos decir que nuestras raíces sean solamente indígenas o americanas. Creo que debemos entenderlo así, para poder investigar objetivamente, situándonos en el contexto de estas mutaciones que se produjeron con la llegada de los extranjeros. Esto, para poder comprender y definir qué nos representa, qué manifestaciones

pág. 25; b). «Política Cultura-Identidad, Museos y Museología en Argentina»; En: Encuentro Nacional Directores de Museos, Mar del Plata 1986. Secretaria Cultura Nación (Bs. As., 1987), pág. 34. En conclusiones: se «recomiendan los trabajos de la Sra. Sara Peña de Bascary y de la Prof. Hebbe Clementi ya que constituyen un valioso aporte como análisis de la Identidad Cultural»; c) Catálogo «El aporte de algunos extranjeros a Tucumán S. XVIII a XIX»; Museo. Histórico Provincial de Tucumán, Dirección de Cultura de Tucumán (Tucumán, 1983). 3 Ibidem: «Naturalistas en Tucumán»; Todo es Historia, N° 104, (Bs. As,1976) pág. 40 a 45.


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artísticas responden a nuestra identidad cultural. Encontraremos así, significados, esencias, convicciones, tal como lo define Aldous Huxley: «El arte, para convencer, debe surgir de una convicción».4 Debemos tener en cuenta, que el hombre de América, en los comienzos de la colonización, fue olvidado, hasta despreciado por gran parte de occidente. Sabemos que en Europa no se consideraba arte a sus manifestaciones artísticas. Fueron precisamente extranjeros quienes dieron valor a la arqueología y al estudio del indígena a través de sus expresiones culturales. Es el caso de Inocencio Liberani, Samuel Lafone Quevedo y Ambrosetti, entre otros, quienes abrieron paso al estudio de la Arqueología, y valoraron las obras de los naturales. Se puede decir que apreciaron más el pasado del indígena que nosotros mismos.5 Formaron discípulos, entre ellos, Adán Quiroga, que defendió a ultranza los vestigios del pasado del hombre americano, el primero en defender nuestro patrimonio cultural.6 Estas disquisiciones, a modo de ejemplo, tendré en cuenta en este trabajo ya que los extranjeros fueron influencias notorias en nuestra cultura e identidad y en las manifestaciones artísticas. El arte cúltico Sobre el Arte cúltico, tema que tratamos en el curso de postgrado Secuencias definitorias del arte argentino dictado por la Dra Celia Terán, decidí estudiar e investigar algunas manifestaciones, con el propósito de aportar datos y opiniones sobre este aspecto de la Historia del Arte para el trabajo final.7 Creo innecesario resumir íntegramente los conceptos vertidos en el curso. Sintéticamente: son las manifestaciones artístico-religiosas imperantes en el período de la conquista y colonización. Arte que presenta el mismo problema

4 Celia María Terán, Conceptos vertidos en curso de postgrado. Secuencias definitorias del Arte Argentino. Noviembre de 1994. Modulo: 2. 5 Sara Peña de Bascary, Cfr. En: Suplemento Literario de la Gaceta: «A 100 años de Loma Rica», 28.11.76 (Tucumán, 1976) y «Lafone, «Gentleman», minero, arqueólogo» 9.1.77 (Tucumán, 1977) . 6 Ibidem: «Adán Quiroga y la trascendencia de una colección perdida», Suplemento Literario de la Gaceta, 26.6.76 (Tucumán, 1976). 7 Nota: Este trabajo —final del curso citado— se publica tal como se presentó en 1994 salvo necesarias acotaciones en notas a pie de pagina.


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del relacionado con el indígena ya que no fue considerado de gravitancia en el arte universal. No había afinidad de criterios sobre estas manifestaciones artísticas: si eran inferiores, o si existía una paridad de valores, lo que aún no está totalmente definido para algunos estudiosos del tema. La religión es la base de estas manifestaciones; para algunos especialistas, esto le quitaba libertad al artista. Se recurría a criterios estéticos para evaluar, comparando con lo europeo. Se valoraba por distintos criterios o preferencias. La conclusión, a la cual se arribó en el curso, fue que tantos y dispares argumentos relativizan la cuestión. Ahora bien, a estos aspectos se agrega lo mencionado en la introducción: estudiar en el contexto, la identidad cultural, buscar significados, ver, si como decía Larousse, «encantan por la cultura y lo bello» y de acuerdo a lo ya mencionado de Huxley : «el arte, para convencer, debe surgir de una convicción».8 Trataré algunas expresiones de arte cúltico en templos o museos y en lo cúltico familiar. Veremos las pinturas con donantes hasta llegar el retrato y algunas expresiones artísticas del período que despiertan nuestra curiosidad. Esto como un aporte investigativo para el tema tratado. El Cristo del Calvario de la iglesia de San Francisco En el inventario de las temporalidades de los jesuitas, de 1768, encontramos la siguiente descripción de un altar con imágenes: «el uno de cristo crucificado de bulto bien encarnado, grande como de estatura regular de un hombre del cual sirve de «velo» un lienzo de pintura con imagen del mismo cristo crucificado, y este retablo sin dorar. tasamos en $ 1.000».9 Según estudios y conclusiones de Celia Terán: La espléndida imagen, barroca de concepción formal, con desbordado cromatismo que el autor usó para reproducir las violentas tonalidades del

Celia María Terán, conceptos vertidos en curso de postgrado cit. Compañía de Jesús. Inventario y Tasación de sus Bienes al 29 de mayo de 1768 por la Junta de Temporalidades. Transcripción y prólogo de Beatriz Robledo de Salessie. Facultad de Ciencias Económicas de la U.N.T. (Tucumán, 1976). 8 9


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Cristo del Calvario del Templo de San Francisco.


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cuerpo lacerado. La concepción del rostro, en un alarde de veridismo, revela claramente la condición agónica: ojos entreabiertos, boca distendida y derrame de sangre en las comisuras...10

La imagen fue exhibida en la Casa Histórica de la Independencia, y fue allí donde la Dra. Terán la pudo estudiar meticulosamente, lo cual presencié y compartí. También arribé a algunas conclusiones. Es, sin lugar a dudas, una espléndida imagen, digna de un templo de las características de la Iglesia Jesuítica. Tiene además tres potencias o ráfagas de plata, el manto de la pureza fue recortado y también parte de la cabellera, en aquel momento no comprendíamos el motivo de esta mutilación, mas adelante veremos este aspecto. Estudié el documento-inventario de entrega a la Orden Franciscana del ex-Templo Jesuita, en 1784, en un documento del Archivo General de la Nación.11 Es una exhaustiva descripción de la Iglesia y sus bienes y además consigna las personas que intervinieron en la entrega, o que fueron citadas por tener objetos del templo. Figura, entre otros, el doctor Don Joseph Gabriel de Brizuela, Cura Rector de la Matriz, diputado de la Junta de Temporalidades y Comisario del Santo Oficio o Comisario o Juez de la Inquisición como se le llama indistintamente en el documento, personaje vinculado a una pintura que trataremos más adelante, en el apartado «Las pinturas con donantes». Lo que realmente interesa, en el nuevo inventario de 1784, el primero fue en 1768, como si el tiempo no hubiese transcurrido, se describe nuevamente al cristo del calvario en cuestión: Yten. en el otro retablo un Señor Crucificado de bulto y un lienzo del mismo Señor, y el retablo y frontal, todo tallado sin dorar y el sagrario de la misma forma, una imagen de nuestra Señora de los Dolores de bulto y un crucificado mediano, sobre el altar.12

10 Carlos Páez de la Torre (h), Celia Terán, y Carlos R Viola: Iglesias de Tucumán, Historia, Arquitectura, Arte. Ed. Fundación Banco de Boston, 1993, pag.164. Reedidato como: Templos católicos de Tucumán. La Gaceta de Tucumán, 2017. Diseño Gráfico Sebastian Rosso (Tucumán, 2017). 11 A.G.N. Exte. 22 – IX Colonia – 1784, «Sobre entrega a la Orden de San Francisco del Templo, Colegio e Instalaciones que fueron de los jesuitas». 77 fs. 12 Ibídem: fs. 9 a 9 v.


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El «velo» o «lienzo» de pintura de la imagen, aún permanecía en el altar del Cristo. El académico Prof. Héctor Schenone, llama a estos velos «lienzos corredizos». Según el especialista, se les llamaba velos, con la idea de cubrir «lo que era sagrado, de aquello que posee una plenitud, una dignidad cualitativa y que no puede ponerse en el mismo plano con otros valores».13 Describe extensamente la modalidad imperante en la época en que las imágenes se cubrían con estos velos, quiénes podían ver a la mismas, las ornamentaban y las cuidaban. Celia Terán, en Iglesias de Tucumán, Historia, Arquitectura, Arte, se refiere también a esta costumbre.14 Creo importante citar algo mas, del Prof. Schenone, para aclarar en qué consistían estos «velos». Se refiere como ejemplo, a una carta del 26 de julio de 1799 de Antonio Letamendi, desde Bs. As. a Don Ambrosio Funes. Le decía se congratulaba que se estuviese renovando la Capilla de Nuestra Señora y aconsejaba: Me parece convendría hacerla un retablo nuevo. Quitando los vidrios del nicho y poner en su lugar un velo con el retrato de la misma imagen, no descubriendo esta, sino en sus funciones, así quedarán sus alhajas y las devoción más en aumento.15

Explica Schenone: «los lienzos eran tensados en bastidores que se deslizaban sobre correderas ubicadas detrás del retablo, y con ellos se cerraba completamente la hornacina, ocultando la imagen». Y, agrega: «las imágenes reproducidas en las pinturas eran siempre las propias de la dedicación del Altar». Acota finalmente: «que esta costumbre era de origen sevillano y que probablemente se comenzó a difundir a mediados del S. XVIII».16 Cabe aclarar que años después, en 2008, pude apreciar en Roma, en la iglesia El Gesú, el mecanismo de estos lienzos corredizos. En el altar de San Ignacio, en el centro del retablo, un gran óleo con su efigie, el mismo se desliza hacia atrás y abajo de la mesa del altar, con un mecanismo que data del siglo XVII, y aparece la imagen del Santo, una antigua y espléndida talla en madera, estucada y estofada.17 13 Héctor Schenone, «La Pintura», Historia General del Arte. Ed. Acad. Nac. de Bellas Artes, 1983. Tomo II, págs. 76-80 (Bs. As, 1983). 14 Celia Maria Teran, Iglesias... cit. pag. 164. 15 Héctor Schenone, cit, pag. 76-80. 16 Ibidem, pags 76-80. 17 Nota: esta aclaración es el único agregado al trabajo original de 1994.


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Retomando el documento de entrega a los franciscanos del ex templo jesuita, cabe destacar que algunas alhajas, pinturas, tallas, mobiliario y ornamentos fueron trasladados a la Iglesia Matriz, por cura rector, el ya mencionado Brizuela, que no quería devolverlas. Finalmente quedaron en la Iglesia Catedral. Tan es así que en un documento de 1801 se adjunta el detalle de los bienes: alhajas, imágenes, ornamentos, mobiliario de los Jesuitas que la Junta de Temporalidades allí depositó años atrás; «los mismos sin inventariar porque el cura no lo permitió», además se consigna que «estaban allí sin autorización de su Majestad».18 La cuestión de la administración y venta de bienes de los Jesuitas fue complicada, poco clara y con demasiadas irregularidades. Son un obstáculo que impide un estudio exhaustivo del origen y destino de muchas obras de arte de la Compañía. La expresiones de arte cúltico en las iglesias sufrieron modificaciones: las modas del momento, pudieron incidir, como también la disputa de larga data sobre lo que perteneció a los jesuitas o no, o el caso de las imágenes que fueron transformadas, para disimular que eran santos de la Compañía. Y, por que no, las costumbres, imperantes en cada período. Siguiendo la historia de este Cristo, encontré, en el Libro de Cuentas del Convento de San Francisco. 1801-1843,19 el motivo de mutilación del manto de la pureza. Hacia 1826, se detallan arreglos en el templo; entre ellos: «al Cristo de la Iglesia se le han puesto tres potencias de plata y dorado al óleo la corona, se le ha puesto una toalla y un síngulo de tisú con dos ángeles en los extremos que le sirven de borlas».20 Para poder colocar esta toalla y cíngulo debieron cortar — mutilar— el anudado del manto de la pureza, tal como se puede observar hoy, después que cíngulo y toalla fueron definitivamente sacados en 1984. Esto permite, actualmente, una mejor apreciación de la espléndida talla.

18 A.H.T. Seccion Jucicial. Serie A. Exte 21, Caja 48, fs. 3v a 4. La mayoría de esos objetos son patrimonio del Museo de Arte Sacro de Tucumán y allí se exhiben actualmente (2018). 19 Convento de San Francisco. Libro de Ingresos años 1801-1843. 365 fs. El foliado es nuestro. Fotocopias obsequio del Dr. Ramón Leoni Pinto. 20 Ibidem, 1819, fs 261.


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La mutilación del Cristo, se debió posiblemente, al deseo de engalanarlo. Costumbre de época, mencionada por Teresa Gisbert: «encantaban las pelucas, trajes, aros y collares...ya no interesaban las tallas».21 Era imposible colocar el «cíngulo de tisú» sobre la talla, ya que la cadera hubiese quedado deforme. Lo que explica el recorte que, obviamente daña la imagen. Cabe aclarar que esta falda impedía ver las piernas completas del Cristo, ocultaba la perfecta armonía de la escultura, piernas fláccidas, sangrantes, en estado agónico, dramáticas. También se mencionan, en el citado documento, arreglos al «altar del Cristo y de Dolores» hacia 1826, por lo que vemos, que hasta esa fecha, ambas imágenes permanecían en el mismo altar. Le daban primordial importancia, lo que se deduce de los informes en el manuscrito. Pero, a partir de ese año y hasta 1843, en que finaliza el Libro de Cuentas, no se mencionan otros arreglos al templo y sus imágenes. Se debe tener en cuenta, que estábamos en contiendas civiles, el país empobrecido y los franciscanos no recibían ayuda económica. Lo que se constata en este documento. El contexto socio cultural del momento era el de país en guerra. Respecto al recorte de la cabellera, pudo ser para colocar, en 1826, la corona mencionada, la que en el inventario de 1768 no se consigna en la imagen, o las potencias de plata que en el mismo año le pusieron los franciscanos y que se conservan hasta el día de hoy. Celia Terán piensa que debió ser para colocarlo al cristo, a fines del S. XIX, en el nicho del altar en que hoy se encuentra rodeado de otras imágenes.22 Teoría nada despreciable. En cuanto al lienzo corredizo con pintura de la imagen del Cristo, que servía de velo, consignado en los inventarios de 1768 y 1784, este no es mencionado por los padres franciscanos. ¿Qué se hicieron los velos con pinturas? ¿Pasó la moda y los mismos desaparecieron? Por lo que vimos de Schenone, eran buenas pinturas tensadas en bastidor. Tema que merece ser investigado. Con relación a quién talló la imagen, o cuál es su origen, es difícil de constatar. Los jesuitas guardaban secreto sobre los autores. Las constituciones de la Compañía lo impedían, sus obras eran a los ojos del mundo, y salvo raras excepciones, «obra colectiva de la

21 22

Celia Maria Teran, citado en el curso de postgrado op. cit. Modulo 2. Ibiden: Iglesias……» op. cit. pag. 164.


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Compañía». Investigaciones de especialistas dieron con algunos autores, pero en la mayoría de los casos el anonimato es lo usual.23 Ahora bien, investigando sobre la construcción del templo y sus imágenes, encontramos un dato de padre Furlong. Se refiere al padre Luis Florentín S.J. que fue rector del Colegio tucumano, «que era escultor, natural del Paraguay y además pintor y arquitecto. Fue quién construyó el templo jesuítico de Tucumán y lo adornó con estatuas que entallaba y pulía con destreza, así lo leemos en su biografía».24 En El Libro de Consultas de la Compañía de Jesús,25 se menciona que los padres consultores decidieron designarle rector en 1739. Se dijo «que era el más apto porque sería trabajoso su rectorado». El manuscrito proporciona una fecha aproximada de esta construcción del templo, más bien reconstrucción ya que desde el traslado de la ciudad, los regulares contaban con su iglesia en Tucumán. Según este documento, el padre Florentin no concluyó la obra, sino que la misma fue terminada por otro sacerdote. Efectivamente, en 1741 los consultores debían visitar los Colegios de la provincia jesuita. El padre Provincial manifestó que designaría visitador al rector del Colegio de Tucumán el padre Francisco Lardín S. J. Los consultores opinaron «que si esto se hacía se atrasaría la fábrica de la Iglesia».26 Es decir que el templo tucumano debió ser obra de dos jesuitas, Florentín como dice Furlong, y su sucesor, el Padre Lardín. No sería raro que algo debió tener que ver en su construcción el hermano Blanqui, como lo consigné en «El libro de Consultas de la Compañía de Jesús».27 Se debe tener en cuenta que este célebre hermano-arquitecto estuvo en el Colegio Tucumano en 1737. Esta secuencia de sacerdotes arquitectos o tallistas, nos lleva a pensar que posiblemente el proyecto e inicio de la obra pudo ser de Blanqui, continuando Florentín y finalizando el rector Lardín. Sobre los arquitectos jesuitas, en la mayoría de los casos, no se puede saber quien fue definitivamente el autor de una obra. Los consultores los cambiaban continuamente, a decir de ellos, para 23 Sara Peña de Bascary, «El libro de Consultas de la Compañía de Jesus». En: Investigaciones I. Museo Casa Historica de la Independencia, (Tucumán, 1987) pag. 107. 24 Guillermo, S.J Furlong, Historia social y Cultural del Río de la Plata 1536-1810, El trasplante Cultural: Arte (Bs. As., 1969), pág. 291. 25 Sara Peña de Bascary, «El libro de Consultas … cit. pag. 131. 26 Ibidem. 27 Ibidem: pags. 131 a 136.


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que no se «endulzaran» con una obra. Es por eso, como en este caso, hasta tres arquitectos pudieron ser los responsables de un edificio en distintas etapas. En la construcción del templo tucumano se incluía su ornamentación en retablos, pinturas, esculturas y mobilitario. El padre Furlong, menciona a otro gran artista, arquitecto y tallista, el padre Schmidt S.J. realizando una impresionante obra hidráulica en Tucumán.28 Schenone se refiere a este mismo sacerdote: «el bávaro José Schmidt, a quien se le atribuyen obras tan disímiles como el púlpito de la Catedral de Jujuy y los sillones de la de Buenos Aires, adjudicaciones gratuitas e inexactas, todas las noticias se refieren a sus trabajos de ebanistería, y aunque en el catalogo de 1732 se lo cita como escultor nada conocemos de su mano».29 Las opiniones de los investigadores son diversas y no siempre coincidentes. Cabe aclarar que los Jesuitas estaban entrenados para todo, por lo que quienes tuvieron aptitudes para lo artístico realizaron obras de todo tipo. De allí lo difícil de constatar, en la mayoria de los casos, las autorías. Veintisiete años después del rectorado de Lardín los jesuitas fueron expulsados. La descripción del templo e imágenes en el inventario de 1768, habla de una Iglesia espléndida. En tan poco tiempo no pudo haber cambiado mucho, por lo que me inclino a pensar que lo incautado y descrito en el citado inventario fue obra de los mencionados sacerdotes. Aunque, es de tener en cuenta, que en el momento de la expulsión se encontraba, además, el Hno. Jospeh Ott, natural de Ausburgo, «famoso tallista y ebanista».30 Estuvo durante 15 años en el colegio tucumano y, por lógica, pudo haber realizado obras de arte cúltico. Detallo esto, como antecedentes, para aproximarnos a definir si es el Cristo pudo ser de autoría jesuita. En la Historia del mueble colonial, también es mencionado el Hno. Ott, por sus habilidades como tallista y ebanista. 31 Pienso que la escultura es obra de los padres de la Compañía que estuvieron en Tucumán, destacándose por sus obras y por sus antecedentes. Por otra parte, 28 Guillermo Furlong, S. J., Los jesuitas y la Cultura Rio Platense, Montevideo 1933, pag. 102 (Montevideo, 1933). 29 Hector: Schenone, Historia General del Arte, Tomo I, pag. 331 (Bs. As. 1983). 30 Furlong, cit. pag. 130. 31 Ernesto Luis Oliver, Historia del Mueble Colonial, (Bs. As. Octubre 1939). Citado por Furlong en Historia Social y Cultural del Rio de la Plata. Arte, pag. 331 (Bs. As, 1966).


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por la calidad de la imagen y la época en que pudo ser tallada: mediados del Siglo XVIII. En cuanto a si es una obra de arte, considero innecesario ratificar lo que especialistas ya hicieron. Es una de las admirables imágenes que se conservan en Tucumán. Según pautas de expertos: convence, emociona, es intensa, además de los otros valores, que hacen a lo estrictamente artístico técnico; talla, encarne, dramatismo, perfección anatómica, de lo cual dio cuenta in extensus Celia Terán.32 En todas estas transformaciones del Cristo de la Iglesia Jesuita influyeron las modas de la época, y a esa identidad cultural a la que me referí como introducción. Y, tengamos en cuenta, lo consignado en la misma, sobre la llegada de extranjeros en el S. XVIII, los padres mencionados, con la excepción de Florentín, no eran oriundos de estas tierras o españoles. La emblemática imagen del Señor de la Salud y su singular llegada a Tucumán En la basílica de Nuestra Señora de la Merced se encuentra el espléndido cristo crucificado, período colonial, llamado el Señor de la Salud. Es una talla en madera, estucada y policromada, «la de mayor relevancia estética existente en Tucumán» expresa Celia Terán. Decía la tradición que la talló un indio de Tucumán, que lo dejó inconcluso al morir. Eso explica la diferencia que se aprecia en el espléndido torso, con las piernas, que parecen de otro autor. La imagen lleva una falda de tela bordada, peluca y una corona en madera tallada. Se decía que la imagen provenía de Cuzco, pero en el libro de «Memorias» del aventurero español Miguel de Learte y Ladrón de Zegama, personaje de accionar novelesco, encontré el dato que el Cristo llegó a Tucuman traído desde Potosí en 1753. Narraba Learte que llegando a Jujuy con unos contrabandistas, fueron detenidos por los guardias y estos examinaron la mercadería que portaban y «hasta dos cajones en que traía una imagen de un Cristo Crucificado, muy hermosa y que con el titulo de la Salud se venera en el convento de la Merced, en Tucuman». La explícita y documentada 32

Celia Maria Teran, En Iglesias de… cit. pag. 164.


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El Señor de la Salud.

descripción nos da la certeza de la procedencia de la imagen, lo que es muy importante y se da en un pocos casos.33

33 Pedro Grenón S. J.: Las Aventuras de Learte, pág. 169. En: Documentos Históricos coleccionados por el P.Pedro Grenón, S. J. Sección Literatura, tomo 4°.(Córdoba, Argentina, 1926). Celia Terán, agradece este dato que le proporcioné en: Carlos Páez de la Torre (h), Celia Teran, Ricardo Viola: Iglesias de Tucumán, Historia, Arquitectura, Arte (Tucumán, 1993).


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El San José Molina y la costumbre de las Capellanías Para tratar el tema de la imagen llamada el San José Molina, o el San José Caballero» me remito, a un escrito sintetizado, del Dr. Carlos Páez de la Torre (h) ya que considero interesante la historia de esta capellanía que no difiere mucho de otras del período colonial.34 En el altar del medio de la nave izquierda de San Francisco, vale la pena detenerse para mirar la imagen que lo preside, ubicada arriba del magnífico cristo yacente. Se trata del «San José Molina» o «El Santo Caballero» y tiene una historia que merece dejarse asentada rápidamente, para que no termine de esfumarse. El Santo en cuestión es una de las más bellas imágenes llamadas «de vestir» de bella manufactura (¿española, cuzqueña?) y cuya antigüedad se remonta por lo menos al siglo XVIII. Llama la atención especialmente la magnífica corona y la vara —ambas de plata— y posiblemente artesanía tucumana colonial, así como su vestimenta de «caballero» (de allí la denominación) lleva en el cuello una gola de encaje y corbatín negro y un manto muy antiguo, bordado con hilos de plata. Perteneció la imagen a Don José Molina y a su esposa doña María Josefa Villafañe, importantes y acaudalados vecinos del Tucumán colonial, como el obispo José Agustín Molina, o el doctor Manuel Felipe Molina, diputado por nuestra ciudad a la Primera Junta, en 1810. El matrimonio MolinaVillafañe era tradicionalmente devoto de San José, al que todos los años dedicaban una gran función religiosa, los días 19 de marzo. Molina murió en 1788, y en el testamento hecho en conjunto con su esposa, ponía una clausula explícita disponiendo que se siguiera realizando la función.

No transcribo la cláusula, más adelante me detendré en el testamento. Continúo con el escrito de Páez de la Torre: Durante el S. XVIII, el Santo estaba en la casa de Molina, y era llevado todos los años a la Matriz, para su función. Al morir Don José (que era muy devoto de San Francisco, como que dispuso que lo enterraran «junto a los

34 Carlos Páez de la Torre (h), «El San José de los Molina» en Diario La Tarde, Tucumán, 21.11.85 (Tucumán, 1985).


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Imagen del llamado «San José de los Molina». Templo de San Francisco de Tucumán.


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umbrales de la puerta mayor de dicha iglesia» y amortajado con el hábito seráfico) posiblemente fue que la función se trasladó a ese templo. Y, finalmente, el mismo santo fue depositado por los Molina en San Francisco, en el altar que donó, al reconstruirse dicha Iglesia a fines del Siglo XIX doña Dolores Molina de Cainzo, bisnieta de Don José. Allí es donde se encuentra hoy. El «San José Molina» es célebre en la pequeña historia de la imaginería tucumana inclusive había una intencionada copla con su nombre en la primera estrofa que decía: «San José Molina da oro y cortina» mientras que en la segunda aludía a otra familia cuyo santo «da pena y arena...» Reafirmando la devoción, a través de los años los descendientes de la familia Molina, fueron bautizados invariablemente «José» como primero, segundo o tercer nombre hasta hoy. En nuestros días, la imagen pasa a ser inadvertida, para la inmensa mayoría de la gente que entra al templo franciscano. Pero ahí sigue testigo mudo de casi tres siglos de Tucumán, este San José Molina» que «da oro y cortina...35

Esta es la historia del San José, imagen, en perfectas condiciones, de vestir, con gran corona de plata labrada y calada, de excelente factura y una vara del mismo material y categoría. El conjunto es espléndido. Digno de una familia poderosa, de reconocido linaje. Muchas familias, importantes de aquel tiempo, conservaban en sus casas imágenes en oratorios con el santo familiar, hasta que constituían capellanías y las trasladaban a los templos. Una costumbre de época muy arraigada.36 Por ejemplo, en la casa de los Laguna y Bazán —Casa Histórica de la Independencia— había un oratorio para devoción de la Virgen del Tránsito (hoy se conserva en la Basílica de Santo Domingo). Cuanto más importante la familia, más importante el oratorio o la futura capellanía. La copla citada por Páez de la Torre (h), nos revela una cierta competencia. Don José Molina fue un hombre poderoso. Comerciante, terrateniente, tuvo negocios con los jesuitas, muy allegado a la Compañía. El jesuita Diego León Villafañe era su cuñado. Riqueza y poderío que incrementó cuando estuvo en la Junta de Temporalidades que administraba los bienes incautados a los expulsos. Compraba negros Ibidem. Me ocupé detenidamente de la religiosidad y las capelllanias en la colonia en: Sara Peña de Bascary, «Tucuman 1812. Vida cotidiana en tiempos difíciles», En Actas de las IX Jornadas La Generación del Centenario. Centro Cultural Alberto Rougés. Fundación Miguel Lillo. (Tucumán, 2013). 35 36


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esclavos que fueron de los regulares y los vendía en el Alto Perú.37 Lo cierto es que también adquirió, de los bienes de la Compañia, el solar donde construyó su vivienda, entre otros beneficios. Pienso que la imagen pudo ser de origen jesuita. Llama la atención que en el testamento del padre, Don Miguel de Molina, no figure el santo. Mientras, en el de Don José Molina, posterior a la expulsión de la Orden, se consigna al San José. Se percibe, en esta disposición testamentaria, a un hombre muy afligido, con gran sentimiento de culpa, «con el alma muy encargada», como decían los jesuitas.38 Pide que lo entierren en el umbral de la Iglesia. Esto lo hacían quienes se consideraban en falta muy grave para que a modo de castigo su tumba fuese pisoteada. Transcribo algunas cláusulas del testamento, que considero dignas de tener en cuenta, como el del mulatillo, donado como esclavo para el cuidado del Santo. 7a. Ytn. Declaramos que tenemos impuesta una Capellanía de dos mil quinientos pesos de principal a favor del Convento de Nuestro Padre San Francisco con cuyos réditos se pagaran como hasta aquí las misas cantadas del Santísimo de los Jueves del Año, con renovas.n y responso; como consta de la Escritura otorgada a este efecto, y queremos que dicha Capellanía se perpetúe para siempre siguiendo, y recomiendo en primer lugar en cualquiera de los consortes que sobreviviese; y después de nuestros días, en nuestros lexítimos descendientes que quieran hacerse cargo de ella, afianzando los expresados dos mil quinientos pesos (que deberan sacarse de lo mas bien parado de nuestros bienes) con Hipotecas de Bienes Raíces, para su mejor seguridad, y en caso de no querer ninguno de nuestros hijos hacerse cargo de ella, pase la enunciada Capellanía a disposición del convento de San Francisco, y su Síndico, para que a su arbitrio la den a quien mejor la hipotecare. -9a. Ytt. Declaramos que la función del Glorioso San José que. anualmente hacemos en la Yglesia Matriz es nuestra voluntad recaiga después de nuestros días, en nuestra hija María Dolores con beneplácito de su Esposo a quien. rogamos tenga a bien esta ultima disposición nuestra.. Y para el costo de dicha función la señalamos todo el adherente que. hoy sirve y se compone de vestido completo para el Santo Patriarca, Andas doradas, Ramos, y flores correspondientes colgaduras de Damasco, doce espejos de media vara con sus marcos dorados y tres joyas de oro con los dulcísimos nombres de Jesus, Maria y Jose; y a mas de esto le asignamos un mulatillo llamado santiago para que sea esclavo perpetuo del santo y con sus jornales costear la funcion y a este efecto mandamos a nuestros Albaceas lo dedique a algún oficio útil para que.

37 38

A.H.T, Sección Judicial. Serie A. Exte 6 Caja 23, 71 fs. Peña de Bascary, Sara: «Un aporte para…..» cit. pag. 105.


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con su trabajo sufrage los gastos de la función, y estrechamente mandamos a la referida nuestra hija que. por ningún caso se preste alhaja perteneciente al Santo padre a otra función extraña por, que queremos que las Alhajas arriba mencionadas solo sirvan en el día del Glorioso San José.- 10a. Itt. declaramos que dicha función no la hacemos por obligación ni establecimiento. necesario sino solo por elección voluntaria y por esta razón queda al arbitrio de nuestra hija Dolores el continuarla en la Yglesia Matriz o mudarla a otra Ygl. donde con mas proporción pueda hacerse.39

Según tradición familiar, el cristo yacente, en el mismo altar de San José, imagen que también se exhibió en la Casa Histórica, fue donada por la hija de Don José Molina, Doña Josefa Molina Villafañe de las Muñecas. Esto es lo que siempre se dijo en la familia Molina.40 Esta imagen, o una similar, es consignada en el inventario de los jesuitas de 1768. Esta riqueza de las capellanías tuvo notable auge, a fines del Siglo XVIII, en las familias de la alta sociedad, como forma de demostrar la religiosidad a través de gran boato. En los hogares más humildes también existían oratorios donde primaba la sencillez y austeridad, con expresiones de arte cúltico popular, muy nuestras. Las pinturas con donantes Interesan estas pinturas, modalidad originaria del S. XVII que se acrecienta a comienzos del S. XVIII. El arte cúltico sufre una modificación con las figuras humanas: los «donantes» que se incluyen en las pinturas religiosas. El arte puramente sacro, lo religioso sobrenatural, da lugar, además, a lo humano en actitud de orar. Según el especialistga Adolfo Ribera estas pinturas son propias de nuestras tierras.41 En muchos óleos, se aprecian grandes imágenes religiosas y a los donantes y/u orantes. En los primeros tiempos, la figura humana era muy pequeña, dando mayor importancia a las imágenes religiosas. Pero, con el transcurrir de los años, los donantes son representados más grandes que la imagen sacra. El artista da más 39 A.H.T. «Testamento de Molina José de, Alcalde de 2’ voto 1788». Sección Judicial Expediente I, Caja 36, fs. 7 a 15 v. 40 Referencia de mi abuela Sara Molina de Gallo Cainzo. 41 Adolfo Luis RiberA: citado por Celia Terán en el curso postgrado cit.


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Retrato de José Colombres y Thames ante el obispo Fray José Antonio de San Alberto.

importancia, en la pintura, al personaje civil. Posiblemente a pedido de ellos mismos. En Tucumán hubo algunas pinturas con donantes y orantes; lamentablemente, en la actualidad, se encuentran en otras provincias.


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Mesa-Gisbert, en Holguín, se detiene sobre Tucumán, en el «retrato del obispo San Alberto, con la curiosidad que a sus pies hay un personaje civil en actitud orante». O sea que la imagen religiosa no está presente. Se refiere a un homenaje al obispo cuando asumió la Diócesis. Menciona que el valor pictórico es muy mediocre, pero con un valor iconográfico muy grande.42 Celia Terán, en el curso, mostró un retrato de mejor factura del obispo y curiosamente no tiene nada que ver con el retrato, en la pintura, con el civil orante. El oleo está firmado, aunque incompleto ya que únicamente se puede apreciar Casimiro Sa Zar fecit en Cochabamba. Terán estudió este oleo; Retrato de José Colombres y Thames ante el obispo Fray Jose Antonio de San Alberto, agrega: Cochabamba 1795 y comenta características de la pintura: muy «tiesa», y lo mencionado del rostro de Monseñor de San Alberto que sería «idealizado».43 Otras pinturas con donantes de Tucumán son las de El Alférez García y Valdez con el Arcángel San Miguel y El descendimiento de la Cruz con donante Juez de la Inquisición Brizuela. Las que trató, detenidamente, en el curso la Dra. Terán. Pudimos apreciar el valor de la investigación y la comparación, para dilucidar la autenticidad de algunas pinturas, épocas, atribuciones. Terán expresó la imposibilidad que el óleo de García y Valdez fuese del S. XVII, época del traslado ciudad, como decía su dueño el coleccionista Paz Peña, teniendo en cuenta que la vestimenta del alférez es propia del S. XVIII. Pero, pienso,¿no podría ser, acaso, que en el S. XVIII, se encargase retratar como donante a García y Valdez con el Arcángel por algún miembro de la familia? Un pintor del siglo XVIII no pintaría con ropajes del S. XVII un siglo después. Tal vez la pintura sí podría representar al Alférez, como un homenaje familiar de sus descendientes o tal vez de algún ciudadano en recuerdo del traslado de la ciudad. Es decir, que pueda ser auténtica del S. XVIII, representar idealmente a García y Valdez. También podría ser que a una pintura del arcángel se le agregase la figura del Alférez. Por otra parte la familia García y Valdez tuvo numerosos descendientes que pudieron haber sido los depositarios del óleo, Paz Peña entre ellos, quien pudo haberlo conservado o adquirido. José de Mesa y Teresa Gisbert: Holguin y la pintura virreinal en Bolvia. La Paz, 1977, pag. 239 (Bolivia, 1977). 43 Celia María Terán, opiniones vertidas en el curso de postgrado, cit. 42


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Alférez García y Valdez con el Arcángel San Miguel.

Descendimiento de la Cruz con donante Juez de la Inquisición Brizuela.

En cuanto a la otra pintura, El descendimiento de la Cruz con donante Juez de la Inquisición Brizuela, también fue propiedad de Paz Peña.44 Vimos, en el traspaso de los bienes de la Compañía al Convento de los franciscanos, la ingerencia que tuvo el Comisario de la Inquisición Brizuela, cura rector de la Matriz, sobre los objetos de los Jesuitas que llevó a la misma.45 El lienzo con la imagen del Cristo del Calvario, jesuita, que hasta la entrega a los franciscanos estuvo en la iglesia de la Compañía, no figura más en los inventarios y detalles de la Orden seráfica. Sabido es que quienes intervinieron o tuvieron intereses en los bienes de los expulsos, de algún modo se quedaron con gran parte de ellos. ¿No podría ser esta pintura, en la que aparece como donante Brizuela, un agregado a esa pintura jesuita original? Por lo que se aprecia en fotos de la misma, la imagen del donante es muy diferente al resto del óleo. Este es muy austero, de líneas puLos dos pinturas las vendió Paz Peña a un coleccionista de Buenos Aires. A.G.N. Exte. 22 – IX Colonia – 1784, «Sobre entrega a la Orden de San Francisco del Templo….». 77 fs. cit. Numerosas referencias a la cuestión. 44 45


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ras sin ornamentación; en cambio el donante muy recargado en su vestimenta. Da la impresión de no ser de la misma factura. ¿Es un agregado o tal vez transformado? ¿Podría haber sido un santo de la Compañía de jesus? Lo jesuita, usualmente, se transformaba o desaparecía después de la expulsión. Sería interesante saber si entre los antepasados de Paz Peña no existía algún Brizuela pariente del cura o sí tuvo relación con esta familia oriunda de Catamarca. 46 También pudo adquirir la pintura, conociendo el valor de la misma y su relación con Tucumán, al fin y al cabo era un coleccionista. En Documentos para la Historia del Arte Argentino se le da mucha importancia a esta obra.47 Nos encontramos nuevamente con la falta de documentación necesaria para definir autenticidad, origen y autoría de pinturas de la época colonial. Lo que no cabe dudas es que los donantes no son del S. XVII, tal como expresó, autorizadamente, Celia Terán, con su experiencia y resultados de su tarea investigativa. Unicamente agrego mis reflexiones como aporte para dilucidar el origen de las obras y conocer su historia. Pinturas con dedicatorias votivas También hubo pinturas votivas, es decir, la imagen religiosa y en una cartela un texto con dedicatoria. Un curioso ejemplo de esto, fue el hallazgo en casa de la familia López Mañan de un óleo firmado por Mariano Balcera. El óleo representa a la Virgen, San José y el Niño, en una composición que tiene como fondo una ciudad y en la parte superior la Santisima Trinidad.48 Lleva una inscripción: A Devoción de Da María Josefa Villafañe, Potosí, Julio de 1792, esposa de Don José Molina, quién falleció en 1800. A decir de Mesa y Gisbert, Balcera no fue un pintor totalmente logrado: «falla en algunas proporciones», y precisamente al comentar una pintura: «hasta aquí el cuadro de Balcera no llama poderosamente la atención pero lo verdaderamente interesante radica en que la escena evangélica se desarrolla en la plaza de Potosí». Es raro, continúa,

46

Ventura Murga: brindó el dato que el cura Brizuela que era oriundo de Catamarca

(1995). Documentos de Arte Argentino. La Region Andina y del Tucuman». Academia Nacional de Bellas Artes. Lamina LVIII y pags. 20 y 21 (Bs. As., 1943). 48 La familia Lopez Mañan llama a este óleo Las dos trinidades. 47


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Las dos Trinidades. Autor: Mariano Balcera.

La Virgen del Carmen a devoción del capitán de Caballería del Ejército Real, don Francisco de Almirón, 1820.

«la representación de este tipo de escenas con fondo arquitectónico, moda que había pasado con el renacimiento».49 Cabe aclarar que estos especialistas desconocían la existencia de esta pintura en Tucumán. La exhibimos en una exposición, en 1980, en el Museo Histórico Provincial Nicolás Avellaneda, al limpiar el cuadro apareció la firma. Posteriormente Teresa Gisbert estudió la obra. Como se puede apreciar, el artista, en el óleo de los Molina, pintó también como fondo una ciudad, posiblemente Potosí. En aquel momento se conocían tres obras firmadas por el pintor potosino y consignaba, Mesa-Gisbert, el descubrimiento de otra pintura de Balcera en Buenos Aires en 1979. Esta obra, en Tucumán, se agrega a las de este artista. Una curiosa pintura votiva fue donada, hace unos años, a la Casa Histórica de la Independencia por el Dr. Eduardo Frías Silva. Representa a Nuestra Señora del Carmen, oleo sobre tela. La figura de la Virgen es muy buena, se encuentra rodeada por cuatro 49

Mesa y Gisbert, op. cit., pags 240 a 250.


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santos. Al pié de la imagen la siguiente inscripción: A devoción del Capitán de Caballería del Ejercito Real del Perú Don Juan Francisco Almirón 1820. A mi criterio, la pintura es del periodo colonial, la dedicatoria, en cambio, es posterior. El cuadro se conservaba, originariamente, en la Casa Histórica. Recordemos que, después de la Independencia, los habitantes de la casona eran realistas y patriotas. El cuadro sería una prueba mas de esta dicotomía. Por otra parte, el cuadro tiene su historia, además de haber pertenecido a Doña Carmen de Zavalía de López Gramajo, una de las vendedoras de la casona en 1874, fue obsequio de su nuera Doña Amelia de la Peña, hija del Gdr. de Córdoba Clímaco de la Peña. Una de las hijas del Capitán Almirón casó en Córdoba con el mencionado Gobernador. Fueron padres de Doña Amelia, que casó con Fernando López Zavalía. Al morir doña Carmen Zavalía de López Gramajo, una de las hijas fue a vivir con la abuela del Dr. Eduardo Frías Silva. Es así cómo el óleo, que estuvo en la Casa de la Independencia, por disposiciones testamentarias del Dr. Frías Silva, vuelve a donde perteneció.50 Es una muy buena pintura, del S. XVIII, requiere una buena restauración. Tiene sectores en que se intentó restaurarla precariamente.51 Otro cuadro es ejemplo de como los hechos históricos modifican una pintura. Se trata de un pequeño óleo de la Virgen de la Merced, también donado por el Dr. Frías Silva. Según el donante «había pertenecido a Don Agapito Zavalía Laguna y se supone que formó parte del mobiliario de la Casa Histórica». El cuadro fue repintado, colocándole un bastón y una cartela que dice Ntra. Señora de la Merced observándolo bien, se puede apreciar al fondo una aureola de flores, tal como se representa la imagen de la Virgen del Rosario de Pomata y se nota claramente un bastón. «latigillo», agrega el Dr. Frías Silva, «lo que le induce pensar que el cuadro se ejecutó después de la famosa procesión de octubre de 1812».52 Deduzco que, en homenaje al triunfo de Belgrano en la Batalla de Tucumán, una imagen de la Virgen, fue transformada en La Generala con el bastón y un borde en el manto, de color marrón fuerte, que no tiene nada que ver con el resto de la pintura. Cono50 Eduardo Frias Silva, En: Archivo Museo Casa Histórica de la Independencia; «Disposiciones testamentarias sobre una donación». Leg. 381. 51 Nota: aclaración: años después, hacia 2005, el óleo fue restaurado. 52 Eduardo Frias Silva, cit.


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Nuestra Señora de la Merced. Museo Casa Histórica de la Independencia.

cido es que, por aquel tiempo, muchas imágenes fueron convertidas en Vírgen de la Merced. Otras pinturas de origen desconocido Existen en Tucumán numerosas y buenas pinturas de origen desconocido. Muchas de ellas se atribuyen a posible procedencia jesuítica. Cabe recordar que los jesuitas, supieron con anticipación, que serían expulsados.53 Regalaron imágenes y objetos a sus allegados. Existen dos cuadros en la Casa Histórica, donados por el Dr. Ernesto Padilla (h) los que, según el donante, por «tradición familiar» habrían sido obsequiados, a sus antepasados, por los jesuitas ante la inminente expulsión.

53 Sara Peña de Bascary, «Los jesuitas en Tucumán al filo de la expulsión». En Revista N° 6 de la Junta de Estudios Históricos de Tucuman, pag. 116 (Tucumán, 1994).


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San Francisco Javier.

La Coronación de la Virgen.

Las obras son, en primer lugar, la espléndida pintura sobre madera con marco original de época La Coronación de la Virgen ante la Corte Celestial. Especialistas consideran que es «la pieza» del Museo. Se trata de un temple del S. XVII de excelente factura. El otro cuadro es un San Francisco Javier, óleo sobre tela, con marco de época. Cuando llegó la donación, está pintura tenía, curiosamente, una lamina de bronce en el marco, que decía Caballero de la mano en el pecho – Anónimo. El santo tiene su aureola, y una vara con lirios en la mano. Es curioso que Padilla no describiese cabalmente el cuadro en su prolija donación. La mano, sobre el pecho del santo, está en posición de sostener algo, pero no hay nada. Lo que tendría que tener en su mano es la hostia, emblema de la Compañía de Jesús, como es habitual en pinturas de santos jesuitas. Creo que fue una forma de disimular que era un santo de la orden, lo que era usual en la época. En estos apuntes vemos las dificultades para conocer que obras pertenecieron a la Orden de Loyola. Cabe destacar que la tasación del Banco Municipal de Buenos Aires, les da a estas pinturas, juntamente con el gran escaño colonial y el pelícano de plata, los


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Verdadero retrato de nuestra Señora del Rosario de Pomata.

mayores valores de la colección donada a la Casa Historica de la Independencia por Ernesto Padilla (h) en 1966.54 Debo consignar otros óleos cuyo origen y autoría también representan, para el investigador, una incógnita. Hacia 1972, fuimos con la Señorita Susana Rougés, al Arzobispado de Tucumán a solicitar piezas para el recientemente fundado Museo de Arte Sacro. Entre el mobiliario, y los objetos que el Arzobispo donó, se en54 Museo Casa Histórica de la Independencia. Archivo Patrimonio Museológico, Legajo Nº 5, Donación Ernesto Padilla (h).


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contraban dos grandes pinturas: La Virgen del Rosario de Pomata y El Arcángel San Miguel. Ambas de origen desconocido, no existía documentación alguna. El óleo de la Virgen del Rosario de Pomata, es una espléndida pintura, de grandes dimensiones, firmada y con la leyenda: Verdadero retrato de Nuestra Señora del Rosario de Pomata – Año de 1669 J.R(P?) luego una letra ilegible que podría ser F. Bajo del nombre de la Virgen dos letras, una F invertida y la otra una G. La virgen está vestida a la usanza española del siglo XVII, con lujoso traje y manto, importante collar de perlas de varias vueltas, además perlas engarzadas por triplicado cruzan su vestimenta. Moños, medallas, corona con peñacho de plumas, encajes, flores y adornos en el peinado de la abundante cabellera. El niño, con el mundo en sus manos, está también vestido con gran boato y plumas en la cabeza. Los rostros son más bien morenos. Las imágenes están rodeadas de una orla de flores. El fondo de la pintura con dosel o cortinados. Sus medidas son 1,66 mts de alto por 1,27 mts. de ancho. Durante años tratamos de investigar su procedencia, pero fue imposible. La falta de documentación lo impidió.55 El otro óleo, El Arcángel San Miguel, es también de origen desconocido. Celia Terán opina que es posterior y podría ser de autoría de Felix Revol, quién decoró la iglesia Catedral hacia 1854, ya que se le había encargado un óleo del patrono de la ciudad. Es también de grandes dimensiones, pero su calidad artística difiere completamente con la magnifica Virgen del Rosario de Pomata. Lo tengo en cuenta, en este trabajo, ya que estuvo en el arzobispado junto con la otra pintura. Sus dimensiones y el marco tallado en madera son similares. Por ultimo, un espléndido óleo La coronación de la Virgen ante la Santísima Trinidad, cedido en comodato al Museo de la Casa Histórica. De grandes dimensiones. Según opinión de especialistas, podría ser autoría del potosino Miguel Gaspar de Berrío (c. 1706 – c. 1762). La pintura es un fragmento. Unicamente están la imágenes de la Virgen y de la Santísima Trinidad en el momento de colocar la corona a María y algunos angelitos.

55 Sara Peña de Bascary, Carmen Ocaranza Zavalia: El Museo de Arte Sacro de Tucuman. Su Patrimonio (Tucumán, 2011). Años después, en este libro, nos ocupamos de estas pinturas detalladamente.


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La Coronación de la Virgen ante la Santísima Trinidad.


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Estudiando el oleo, se verifica el recorte del lienzo y que salvo la Virgen, las otras figuras están incompletas. Además, debe tenerse en cuenta que la iconografía de la coronación de la Virgen es siempre ante toda la corte celestial. Ejemplo de ello es la pintura sobre madera, que tratamos, donada por Ernesto Padilla (h) con ángeles, apóstoles, arcángeles. Su origen, salvo que perteneció al señor Juan Carlos Esteves y que estuvo en su familia desde 1830, es desconocido. Necesita restauración, en algunos sectores la tela se encuentra deteriorada y con rasgones.56 El retrato En los cuadros que mencioné con donantes y orantes, aparece la figura humana junto a la imagen sobrenatural y con personajes de la época, como el de Monseñor de San Alberto y Thames. Pero, por esta época, los hombres ya habían encontrado otra forma de hacerse conocer, de registrar su imagen, no necesariamente como donantes u orantes. Aparece el Retrato. Es la llegada de la burguesía y con ellas sus costumbres, introduciendo nuevos valores en nuestra identidad cultural. Con la llegada de los Borbones al reino, irrumpen nuevas ideas, la iluminación, la burguesía. Se produce un gran cambio en la sociedad. Con la creación del Virreinato, los comerciantes crecen en importancia. Desean perpetuarse, hacerse conocer, se inicia la moda de retratarse, es decir surge el Retrato. Para los especialistas Mesa y Gisbert, «el antecedente del retrato, que entra subrepticiamente»57 son las pinturas de donantes, orantes y benefactores, que ya tratamos. Con el tiempo el retrato se independiza y comienza su propia historia. Esto no quiere decir que desaparecen las imágenes religiosas. Estas, hasta el día de hoy, persisten en las casas de familia. Es el burgués, que desea verse retratado para la posteridad, con todos sus lujos, vestimentas, que prueban a la clase social a la cual pertenecen y dan mayor importancia a sí mismos, a través de sus imágenes pictoricas. Para Galienne y Pierre Francastel (1978) «el retrato es la imagen de una persona realizada con la ayuda de 56 Nota: Recientemente, hacia 2014/15, el óleo fue restaurado por la especialista Lic. Cecilia Barrionuevo. 57 Mesa y Gisbert, cit.


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Don Pedro Antonio de Zavalía y Andía.

Don Ambrosio Funes.

algunas de las artes del dibujo», y la Enciclopedia Británica da la siguiente definición: «es una evocación del ser humano visto por otros».58 En las Salas Capitulares de Tucumán había retratos de los Reyes. En 1795, don Pedro Antonio de Zavalía y Andía, miembro del Cabildo, encarga doseles para los bustos, los que serían realizados en Bolivia. Y, propone que sean «de seda carmesí además lienzo y damasco.59 El primer retrato de un civil en Tucuman es el de Don Pedro Antonio de Zavalía y Andía, quien se hace retratar en Potosí en 1787 con todas las galas de la época. Llaman la atención los detalles de la vestimenta, moda afrancesada, encajes, peluca empolvada, calzones cortos chaqueta muy lujosa. En cambio, el rostro casi sin expresión. En un cartela: dedica «su copia» a su prometida Da. Gertrudis Laguna y Bazán, Potosí 3 de abril de 1787. De esta forma, el novio buscaba impresionar a Doña Gertrudis, por su elegancia y distinción, es la copia de su imagen. Es así como se conocen y 58 59

Celia Maria Terán, citas vertidas en el curso de postgrado, cit. archivo histórico de tucumán, Sección administrativa, Vol 2, f. 377.


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luego se casan. Para Mesa y Gisbert, «es un extraño lienzo que muestra a un petimetre de época.....» «...el cuadro fue pintado en Potosí en 1787, sin que sepamos su autor. El retratado es el típico petimetre que posa mostrando su indumentaria de figurín».60 Celia Terán lo estudió miniciosamente. Se encuentra registrado en Documentos para la Historia del Arte Argentino.61 El original se conserva en colección particular y una copia en la Casa Histórica de la Independencia. Otro retrato importante, de gran calidad, es el de Don Ambrosio Funes, hermano del Deán Gregorio Funes, cordobés. Típico personaje importante del S. XVIII, el retratado, de medio cuerpo, muy elegante, con gran porte. Obra muy superior a la pintura de Don Pedro Antonio de Zavalía y Andía. El cuadro lo conserva su descendiente tucumano doctor Carlos Páez de la Torre (h). Adolfo Luis Ribera, en «La Pintura», Historia General del Arte en la Argentina, se refiere al momento en que irrumpe el retrato: La Pintura había mantenido hasta entonces un marcado carácter religioso, que se notaba particularmente en la temática en boga: cuadros de vírgenes y santos, escenas de la Pasión de Nuestro Señor, y relatos del antiguo testamento, que permitían introducir motivos profanos dentro del contexto sagrado.62

Ribera nos da sus impresiones del comienzo del retrato en el S. XIX. y de cómo la revolución y la independencia influyeron en la importancia del mismo, que tímidamente se inició en el S. XVIII. En primer lugar reseña a Sarmiento quien, en Recuerdos de provincia. reflexiona sobre lo ocurrido con las imágenes religiosas en el período independiente. ...la revolución venía ensañándose contra los emblemas religiosos. Ignorante y ciega en sus antipatías, había tomado entre ojos la pintura, que sabía a España, a colonia, a cosa antigua e inconciliable con las nuevas ideas. Familias devotísimas escondían sus cuadros de santos, por no dar muestras de mal gusto en conservarlos.63

Mesa y Gisbert, cit. Documentos de Arte Argentino, cit. Laminas LV y XCVI y pag. 21. 62 Adolfo Luis Ribera, «Historia General del Arte». «La Pintura». Academia Nacional del Arte. Tomo III, pag. 111 (Bs. As, 1984). 63 Ibidem. 60 61


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En cambio, manifiesta Ribera, el retrato, cultivado en segundo término, adquirió en el Siglo XIX un renovado brío, de tal modo que la actividad de los pintores decimonónicos estuvo reducida casi siempre a ejercer el oficio de retratistas... Quienes encargaban estas pinturas eran los más linajudos representantes de una sociedad en vías de transformación a pesar de mantener incólumes las rígidas normas de la tradición española, se abría paso a los nuevos modos de vida y a las modas europeas mucho más liberales, y que la renovación de las ideas y la apertura comercial con los países extranjeros habrían de generalizar.64

Conclusión Como vimos en algunos ejemplos de tallas y pinturas, el contexto de época, la fusión de culturas, el aporte extranjero, fueron brindando al arte y sus manifestaciones diversos elementos, que dieron como resultado obras de distintas características. Cada una en su estilo, momento y procedencia, es el resultado del sentimiento del artista, de la cultura en la cual estaba inserto. Surgieron de una convicción, convencen, emocionan. Por esto es que considero que ellas son importantes manifestaciones artísticas. Mi objetivo fue tratar, en el aspecto investigativo del período tratado, procedencia, usos, costumbres e identidad cultural, que podrían ser un aporte, desde una óptica menos técnica, para aproximarnos a una definición de una obra de arte. De este curso, que abarcó distintas etapas de la Historia del Arte, nos fueron transferidos importantes conocimientos, técnicas, metodologías y experiencias. Pasaron años desde entonces, pero consideré, que algunos temas del trabajo finaL son vigentes y pueden interesar a investigadores, y decidí darlo a conocer, tal como lo presenté, con selección de las imágenes mas importantes. Bibliografía Academia Nacional de Bellas Artes: Historia General del Arte, Tomos I, II y III Bs. As. 1982, 83 y 84.

63

Ibidem.


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Tucumán 1869-1875. Gobiernos de Belisario López, Uladislao Frías y otra vez López Carlos Páez de la Torre (h)

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on Belisario López asumió el gobierno de Tucumán el 2 se septiembre de 1869, llevando como ministro general a Marco Avellaneda, hijo del «mártir de Metán». Se conoce un retrato a la carbonilla de López, obra de Lola Mora: lo muestra de pelo canoso y abundante, pequeño bigote y mirada enérgica, en un conjunto nada exento de distinción. En cuanto a su antecesor Octavio Luna, dos días después de la asunción de López dejó la provincia. Malévolamente, José Posse escribió al presidente Sarmiento: «…En esta diligencia se va a Córdoba el ex caudillejo Luna. Mitre lo hizo teniente coronel por sus trabajos electorales. Me parece propia la ocasión para llamarlo al servicio de la frontera ya que ostenta charreteras de la Nación»…1 1869. crece la tensión contra Taboada. Periodismo En cuanto a la parte militar, habría algunas novedades antes de que concluyera 1869. La relación del general Ignacio Rivas con Luna seguiría tensa hasta el término del mandato. Así lo muestra la documentación oficial, por ejemplo, en el tono áspero de las reclamaciones del jefe nacional para que el Gobierno de Tucumán 1 De J. Posse a Sarmiento, Tucumán, 4-IX-1869, en: Archivo del Museo Histórico Sarmiento, Epistolario entre Sarmiento y Posse. 1845-1888, I, pp. 270-271.


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entregara unos cajones de armas destinados a Jujuy, que tenía «demorados»; o cuando lo emplazó a no poner obstáculo alguno al enganche.2 Además, un mes más tarde, lo conminó a decidirse frente a un probable conficto de los Taboada con el Gobierno Nacional. Le preguntó «si cree que la Provincia de Tucumán estará dispuesta a tomar la actitud que corresponde si fuera llevada a efecto la insurrección». Luna contestó cautelosamente que Tucumán estaría del lado del Gobierno Nacional, aunque declinó expresamente abrir juicio sobre los cargos que Rivas hacía a Taboada.3 Por su parte, Julio Argentino Roca —quien seguía en Tucumán con su regimiento 7 de Línea— también continuó irritando a los Taboada. En noviembre de 1869, cuando el nuevo gobernador López resolvió salir de visita a los departamentos de la campaña, Roca se dispuso a acompañarlo. Se encontraba ausente cuando estalló un motín en su regimiento. Fue conjurado porque uno de los suboficiales, el sargento Cruz, denunció el mayor Domingo Gutiérrez que un tal comandante Victorio Hernández lo había entrevistado de parte del gobernador Manuel Taboada, ofreciéndole dinero para sublevar a la tropa. Enterado de la infidencia del sargento, Hernández escaparía el 13-XI a Santiago del Estero.4 Para levantar una cortina de humo sobre el acontecimiento, Taboada denunció, en el diario oficialista Norte, de Santiago, una supuesta conspiración para asesinarlo, promovida por el gobernador López y por Roca: decía que, en realidad, la visita a la campaña de ambos tenía por verdadero objeto apoyar el atentado con las fuerzas de la provincia.5 «Roca se conduce con una prudencia irreprochable en asuntos políticos; pero al tirano de Santiago le incomoda su presencia aquí, y fragúa pretextos para ver si lo retiran», sintetizó, en carta al presidente Sarmiento, don José Posse.6 2 De Rivas a Luna, Tucumán, 4-VIII-1869, dos cartas, en: Archivo Histórico de TucuSección Administrativa, CVIII, f. 214-216. 3 De Rivas a Luna, Tucumán, 6-VIII-1869 y borrador respuesta de Luna, en: ibídem, f. 319-320, 322. 4 «El periódico de Santiago», en: El Nacionalista, Tucumán, 21-XI-1869; de Roca al Ministro de Guerra, Tucumán, 20-XI-1869, en: Aurora Mónica Sánchez, Julio Argentino Roca (Bs. As., 1969), pp. 176-177. 5 Cfr. «El periódico»… cit., ibídem. 6 De J. Posse a Sarmiento, Tucumán, 20-XI-1869, en: Archivo Museo Sarmiento, Epistolario… I, cit., pp. 278-279.

mán,


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Posse había fundado un diario en Tucumán, El Nacionalista, cuyo primer número apareció el 17-X-1869. Lo redactaba junto con Benjamín Villafañe. El editorial de presentación, expresaba: «Nos presentamos voluntarios a formar en las filas del Gobierno Nacional porque creemos en peligro los instituciones y la unidad de la República en vista de las declaraciones de la prensa hostil, de las alianzas de la oposición, de la índole perversa de las discusiones por los oradores adversarios en el Congreso y de la apostasía en que han incurrido algunos de nuestros hombres públicos…»7 Posse estaba muy entusiasmado, pero Sarmiento le deslizó un comentario lleno de realismo: «…la desgracia es que el periódico está abominablemente impreso y en Tucumán, lo que hace que aquí nadie lo lea ni reproduzca. No es tan irregular este hecho, sin embargo: lo mismísimo sucede por allá. Con cien ciudades y cinco mil diarios, solo se leen [en Estados Unidos] los cinco de Nueva York que representan cinco colores políticos conocidos»… 8 Otras publicaciones periódicas aparecieron en la época. García Soriano menciona La Juventud, El Eco de Tucumán, Aconquija, La Victoria, de las cuales lamentablemente no se conserva colección: duraron breve tiempo.9 De cualquier manera, El Nacionalista sirvió eficazmente como apoyo del gobierno de Belisario López, que ese año logró la reinstalación efectiva de la Oficina Topográfica de 185810 y, por decreto, comprometió a los vecinos de la campaña en la construcción de edificios escolares, formando comisiones departamentales que recogieran donativos al respecto. El gobierno haría aportes en proporción a lo recolectado.11

7 José Posse y Benjamín Villafañe, «Nuestros propósitos», en: El Nacionalista N° I, Tucumán, 17-X-1869. 8 De Sarmiento a J. Posse, Bs. As., 12-I-1870, en: Archivo Museo Sarmiento, Epistolario… I, cit., p. 281. 9 Cfr. Manuel García Soriano, El periodismo tucumano: 1817-1900 (Tucumán, 1972), pp. 18-19. 10 Mensaje y ley, Tucumán, 12-XI-1869, en: Cordeiro y Viale. Compilación ordenada de leyes, decretos y mensajes del período constitucional de la Provincia de Tucumán, que comienza en el año 1852. Documentos seleccionados, ordenados y publicados por…» Tomos I al VII (Tucumán, 1915-1917), I, pp. 87-89. 11 Decreto Belisario López – Marco Avellaneda, Tucumán, 19-IX-1869, en: ibídem, pp. 89-91.


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1869. Uladislao Frías Gobernador El 2-XII, López ponía término a su breve mandato, tal como lo había anticipado al asumir. En su renuncia, se complacía en comparar la «nueva, tranquila y reparadora» situación que había logrado, con la que rodeó su llegada al cargo, cuando las «pasiones en juego» hacían temer un enfrentamiento. Expresaba que lo reclamaban sus compromisos personales en Chile, por lo que debía renunciar.12 La dimisión fue aceptada, y la Asamblea Electoral nombró, el 4-XII, gobernador de la Provincia al doctor Uladislao Frías, quien asumiría el 6.13 No fue unánime la elección. Al contrario, mientras 24 votos fueron para Frías, hubo 18 para don Juan Crisóstomo Méndez. Según una indignada carta de José Posse, publicada meses después en El Nacionalista, ya estaba arreglado que la gobernación sería para Frías o para Eusebio Rodríguez cuando Méndez, «apartándose silenciosamente de sus amigos, con toda cautela de los que desertan de su bandera para pasarse al enemigo, se presenta, de la noche a la mañana, de candidato opositor, rodeado de todo el personal de los hombres de Luna en la Sala, aceptando el voto y el concurso del partido que había estado combatiendo hasta la víspera…»14 Frías era uno de los hombres importantes de la provincia, donde había tenido relevante figuración desde la administración Espinosa, en 1852, como ministro y gobernador delegado varias veces, además de diputado al Congreso de la Confederación, constituyente de 1860 y senador nacional. Esto sin mentar las altas dignidades (ministro de la Nación, vocal de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, entre otras) que la política le reservaba para los años por venir. Nacido en 1821, era uno de los hijos de don José Frías, el gobernador unitario depuesto por la vitoria de Facundo Quiroga en La Ciudadela, en 1831. Así, había conocido junto a su padre el exilio en Bolivia, donde pasó la adolescencia y donde obtuvo —en la Universidad de Chuquisaca— su doctorado en Derecho. Se lo consideró siempre hombre criterioso y sensato, que desdeñaba las actitudes arrebatadas o irreductibles (tan tranquilo y contemporizador era, que logró la amistad más o menos constante de don José Posse, lo que era algo ciertamente singular…) Más bien bajo de 12 13 14

De López a la Sala, Tucumán, 2-XII-1869, en: ibídem, pp. 93-94. Ley promulgada López-Avellaneda, Tucumán, 4-XII-1869, en: ibídem, pp. 94-95. José Posse, «Señor D. Juan C. Méndez», en: El Nacionalista, Tucumán, 6-III-1870.


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estatura y algo grueso, de tez morena, peinaba su pelo blanquísimo pulcramente, con una raya al costado, y su boca, de línea firme, estaba rodeada con poblado bigote y pera ancha, blancos también. La mirada serena pasaba a través de los sempiternos quevedos de marco negro, que un cordón del mismo color mantenía sujetos al ojal de la levita.15 Era yerno del ex gobernador —y a la sazón senador nacional— Salustiano Zavalía, con cuya hija Brígida estaba casado. Prestó juramento Frías el 6-XII, a las 12 de la mañana, ante el presidente de la Sala, doctor Fernando S. de Zavalía, y nombró ministro general a don Eusebio Rodríguez.16 1870. Límites provinciales. Una sublevación que conjura Roca Por esa misma época se expedía, después de 7 años, la Comisión nombrada en 1862 por el Ejecutivo para esclarecer los límites de la Provincia. El informe estaba suscrito sólo por Uladislao Frías y José Posse, ya que el ingeniero Pedro Delgare Etcheverry había fallecido en 1869. 17 Consignaba el documento los limites originarios; los puntos a donde había llegado, «en su mayor latitud», la población y posesión de la Provincia, y los límites de la posesión actual.18 En los primeros meses de 1870, hubo otro sobresalto militar: una nueva sublevación del 7 de línea, el 12-II, que obligó a su jefe, el teniente coronel Julio Argentino Roca, a regresar apresuradamente de Catamarca.19 Aunque ya el movimiento había sido sofocado por los oficiales —costó la muerte de dos, el subteniente Barquín y 15 Su retrato al óleo se reproduce en: Rodolfo Trostiné, Ignacio Baz. Pintor tucumano del siglo XIX (Bs. As.-Tucumán, 1952), p. 147. 16 «Elección y recepción del gobernador Frías», en. El Nacionalista, Tucumán, 9-XII1869. Sobre los antecedentes de Rodríguez, hay una solicitada firmada por éste en la edición del 24-III-1870. 17 Su fallecimiento impidió la confección del mapa, tarea que estaba a su cargo. 18 El informe se publica completo en: Arsenio Granillo, Provincia de Tucumán. Serie de artículos descriptivos y noticiosos. Obra editada en 1872 ahora nuevamente impresa (Tucumán, 1947). Este libro se reeditó por segunda vez en 2016, en la «Colección del Bicentenario» de la Fundación Lillo. Lleva un prólogo mío sin firma. 19 El viaje a Catamarca era un rodeo: quería ir a Córdoba sin tocar Santiago del Estero.


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el teniente Vega—20 algunos biógrafos cuentan que Roca entró al galope al cuartel, hizo que se les devolvieran las municiones a todos, llamó a formación y una vez reunidos los soldados los recriminó ásperamente, además de desafiarlos a que, ahora que lo tenían al frente, lo mataran. Logró así que, a voz en cuello, vivaran su nombre…21 Para Roca, todo esto era parte de la disolvente tarea de los Taboada, quienes —escribía al ministro de Guerra— «no cesan de conspirar para apoderarse de la situación de Tucumán, y por ver si pueden producir una chispa que vaya a conmover la atmósfera de paz y de progreso que se siente en el litoral de la República». Agregaba Roca una afirmación y una franca propuesta: «para que nuestro Presidente pueda cumplir su promesa de mantener la paz por años, es absolutamente indispensable la caída de los Taboadas. Si a V.E. le pareciese bien yo podría encargarme de ello, con la seguridad de no comprometerme ni comprometer a nadie. Yo sé como se hacen revoluciones en estos pueblos sin tomar parte en ellas»…22 El regimiento 7° continuaría en Tucumán hasta noviembre, época en que el Gobierno Nacional resolvió que el batallón y su comandante Roca se trasladaran a Córdoba, a fin de —dice una historiadora— «controlar discretamente» el proceso electoral. Pero, al mes siguiente, se lo destacaba a la Mesopotamia, para operar contra la rebelión de López Jordán. 23 Empezaría entonces, junto con la victoria de Ñaembé, la etapa francamente ascendente del joven oficial tucumano, que tanto molestó a los Taboada durante su estada en el Norte… Quedaban detrás recuerdos y sólidas amistades para los tiempos por venir. Eso además —¡Roca tenía impetuosos 27 años!— de una hija que luego pondría en aprietos a la sucesión del general…24

«Barquín y Vega», en: El Nacionalista, Tucumán, 17-III-1870. Alfredo Terzaga, Historia de Roca. De soldado federal a presidente de la República (Bs. As., 1976), I, p. 256. 22 Transcripta en: Sánchez, Julio Argentino… cit., pp. 178-79, sin mencionar fecha. 23 Ibídem, pp. 180-181. 24 Cfr. Antonio Borda Roca, Alegato presentado por el Dr… en el juicio seguido por Doña Carmen R. de Ludwig contra los herederos del General don Julio A. Roca sobre filiación natural (Bs. As., 1916, 60 pp. con fotografías). 20

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1870-1871. Empieza a tenderse el riel. Muere Manuel Taboada Pero no hubo, finalmente, el que parecía previsible enfrentamiento entre los Taboada y el presidente Sarmiento. Apunta Alén Lascano que entre los ministros Dalmacio Vélez Sarsfield y Benjamín Gorostiaga lograron calmar los ánimos del sanjuanino. «Sarmiento se limita a ejercitar su venganza, separando al general Taboada de la Comandancia de Fronteras, al nombrar nuevo comandante en jefe, el 13 de enero de 1870, el coronel Manuel Obligado», agrega este historiador. El mismo considera que también se vengó Sarmiento resolviendo luego modificar el trazado del Ferrocarril Central Norte, «desviándolo de la ciudad de Santiago del Estero y llevándolo en una recta por las Salinas Cordobesas; apenas si se contempla su paso en tierra santiagueña de Quilino a Frías, en el límite oeste de Santiago y Catamarca»…25 Es que a principios de 1870 habían empezado, por orden del Ejecutivo Nacional,26 los estudios preliminares para el cumplimiento de la ley 280, del 14-X-1868, o sea la conexión ferroviaria entre Tucumán y Córdoba, ciudad esta última que era la terminal del riel. Los estudios definitivos, entre 1870 y 1872, duraron 18 meses. Carlos Christiernsson, que fue el segundo jefe de los técnicos, ha evocado aquel período donde, dice, «llevamos una vida de verdaderos pioneros y descubridores de tierras desconocidas y despobladas de gentes y hasta de animales», en «la ancha franja de más de 100 km de travesía, que existe entre Córdoba y Santiago del Estero». Agrega que, «cuando llegamos a la provincia de Tucumán, cambió como por encanto el aspecto del terreno y cesaron nuestras fatigas. Campiñas risueñas, poblaciones y pueblos a cada paso, agua y arroyos y ríos cada día, era la gloria para hombres y bestias… Nosotros, que llevamos a esa culta sociedad la promesa de la llegad de los progresistas rieles, que todo lo trasforman en beneficio de la civilización, fuimos tratados a cuerpo de rey; y todos, desde el gobernador don Federico Helguera y la alta sociedad, hasta el

25 Luis C. Alén Lascano, «Los Taboada», en: Todo es Historia, XLVII, marzo 1971 (Bs. As., 1971), pp. 25-26. 26 Decreto del 26- X-1869, del presidente D. F. Sarmiento.


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propietario más humilde, nos brindaban mil atenciones».27 El compañero de Christiernsson era el ingeniero Carlos S. Stegman y el proyecto base del trazado pertenecía a Pompeyo Moneta. Por cierto que la posibilidad del ferrocarril ya encandilaba a todos, especialmente a los industriales azucareros, que de esa manera podrían transportar desde el puerto las maquinarias modernas a vapor que necesitaban los ingenios. En 1870, una ley provincial resuelve dar una subvención de 500 pesos fuertes a Manuel Gil Navarro y Adolfo Mansilla, concesionarios del Ferrocarril «Gran Chaco», por cada milla de vía férrea que construyeran dentro del territorio de Tucumán.28 Pero, volvamos a los Taboada. El 8-IX-1871, muere repentinamente don Manuel Taboada, con lo que la dinastía queda herida de muerte. Hacía poco que había reafirmado su poder en Santiago, logrando la deposición del gobernador Alejandro Montes. A éste, los Taboada, frente a ciertas muestras de independencia, «hicieron comprender que sólo era gobernador figurante y para probárselo le sublevaron partidas armadas en todos los departamentos de la campaña», según relataba José Posse.29 El presidente Sarmiento respiró aliviado: «Las cosas de Santiago han perdido toda importancia con la desaparición del Taboada caviloso y político», escribió a su corresponsal tucumano.30 Meses antes, el 4-VI-1870, había muerto Felipe Varela, en Copiapó. 1870-71. Un gobierno de orden. Necesidad de reformar la Constitución. en la municipalidad El gobernador Uladislao Frías, con la provincia políticamente en calma, pudo desarrollar una progresista administración. Durante dos meses lo reemplazó (18-XII-1870 al 7-II-1871), como delegado,

27 Carlos Christiernsson, «Recuerdos de 42 años en la República Argentina» (Bs. As., 1910), transcripciones de José Luis Busaniche, Estampas del pasado (Bs. As., 1971), pp. 675-676. 28 Antecedentes y ley promulgada Uladislao Frías-Eusebio Rodríguez, Tucumán, 12-VI1871, en: Cordeiro y Viale, Compilación… IV, cit., pp. 270-274. 29 De J. Posse a Sarmiento, 3-VII-1871, en: Archivo Museo Sarmiento, Epistolario… II, cit., pp. 346-347. 30 De Sarmiento a J. Posse, Bs. As., 9-XI-1871, en: ibídem, p. 349.


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su ministro Eusebio Rodríguez.31 Esto porque el presidente, demostrando la gran fe que tenía en las condiciones de Frías, lo nombró durante ese lapso interventor federal en Jujuy. En todas las disposiciones del Ejecutivo se advierte un ánimo de ordenamiento, de puesta al día, de extirpación de malas costumbres arraigadas. Por ejemplo, advierte al Tesorero de la Provincia que es su deber «observar por escrito toda orden de pago que no esté autorizada por una ley especial, o por el presupuesto, debiendo considerarse en tal caso no sólo aquella que esté fuera de una u otra, sino cuando esté agotado el crédito sobre que se gira, o no corresponda el gasto al inciso del presupuesto a que se manda imputar».32 Dispone que se vuelva a publicar el Registro Oficial de la Provincia, desde 1852 a la fecha, porque su falta suscita «graves perjuicios en la administración de los negocios públicos».33 También restablece el Registro de Fincas y Propiedades del Estado, suspendido desde 1864, así como la publicación de las causas judiciales fenecidas o pendientes.34 Se advierte que Frías quiere terminar con los hábitos de que el Estado funciones entre carriles borrosos y no claramente establecidos. Por ejemplo, pone en vigencia —redactado por Ambrosio Romero— un Reglamento uniforme para todas las escuelas costeadas por la Provincia. Establece allí las horas de instrucción y el régimen interno, los deberes de los alumnos y su distribución por clases, ramos de la enseñanza y creación de monitores, los deberes del preceptor, las recompensas y castigos, etcétera. Además de todos los ramos fijados, imponía la obligación, a los preceptores, de enseñar «la Constitución de la República, sirviéndole de teto el libro La Constitución explicada que se les ha distribuido». También ordenó minuciosamente la forma de los exámenes, o las atribuciones de las comisiones inspectoras de escuelas.35

31 De Frías a la Sala, Tucumán, 16-VII-1870, ley promulgada Frías-Rodríguez, 18-XII1870, en: Cordeiro y Viale, Compilación… IV, cit., pp. 193-194; Antonio Zinny, Historia de los gobernadores de las provincias argentinas (Noroeste), (Tucumán, 1974), p. 258. 32 De Frías al Tesorero, Tucumán, 26-III-1870, en: Cordeiro y Viale, Compilación… IV, cit., pp. 115-116. 33 Decreto Frías-Rodríguez, Tucumán, 26-III-1870, en: ibídem, p. 101. 34 Decretos Frías-Rodríguez, Tucumán, 22 y 23-VII-1870, en: ibídem, pp. 160-162. 35 Reglamento y decretos del 3 y 30-IX-1870, Frías-Rodríguez, en: ibídem, pp. 166175, 180-182.


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El 11-III-1870 presenta a la Sala un proyecto de ley declarando necesaria la reforma de la Constitución Provincial de 1856, «en una gran parte de sus disposiciones fundamentales, para llenar las deficiencias reconocidas y ensanchar o suprimir todo aquello que aconsejan la prudencia y la reflexión tranquila de los hechos experimentados». Opinaba que sólo por haberse modificado la Nacional, en 1860, ya se justificaba la reforma, puesto que a su juicio debía buscarse la uniformidad de ambas cartas, «especialmente en la organización del Poder Legislativo, para introducir el juicio político del gobernador; y en la del Ejecutivo, para cambiar o a lo menos modificar la elección de éste, a fin de evitar que los partidos busquen en los Representantes del pueblo más bien al elector que al Legislador, esterilizando así en parte uno de los poderes públicos de más importancia». La Sala aprobó la ley respectiva,36 aunque la reforma se llevaría a cabo recién varios años después. También se sancionó una minuciosa Ley General de Expropiaciones, que regiría este tema por largos años; exactamente hasta 1907.37 A tan saludable afán ordenador del Ejecutivo, la Municipalidad prestó un poderoso concurso. Las disposiciones de la época muestran que estaba dispuesta a lograr una ciudad moderna, distinta de la aldea semicolonial. En el radio de dos cuadras de la plaza Libertad (hoy Independencia) se prohiben los techos de paja, y en un radio de 12, las excavaciones para extraer adobes. Se prohibe también arrojar basura o agua sucia a la calle. Los carros —a los que se veda circular si carecen de sebo en los ejes para evitar los chirridos— ya no pueden estacionar en las esquinas, sino en torno a la plaza, y con los animales debidamente maneados. No se pueden dejar materiales de construcción sobre la vereda. Vereda que es obligación mantener limpia, barriéndola diariamente en horas que se establecen. También se obliga a quemar los residuos de la caña de azúcar y, para las destilerías, se fija la obligación de construir resumideros. Además, se dispone que toda casa-esquina deberá ser ochavada.38 36 Mensaje y ley promulgada Frías-Rodríguez, Tucumán, 31-III-1870, en: ibídem, pp. 139-141. 37 Ley promulgada Frías-Rodríguez, Tucumán, 2-X-1871, en: ibídem, pp. 293-295. 38 Ordenanzas del 4-III, 20-IV, 26-IV, 16-VIII1870 y 17-II-1871, en: Marco A. Maciel, Digesto municipal. Compilación de ordenanzas, resoluciones, memorias y decretos de la Municipalidad de Tucumán, a partir del año 1860. Vols. I-XI. Dirigida por… (Tucumán, 1924-1925), I, pp. 310, 313, 414-416, 435.


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1870-71. Las finanzas provinciales El presupuesto de 1870 fijó 106.000 pesos de gastos, sobre 103.056 de recursos. Los gastos aumentaron, por varias razones. Se incrementó, en cierta proporción, los sueldos de los magistrados y de los agentes públicos. Se agregaron también algunos empleos nuevos (como «la dotación de la comisaría de Monteros», por «el progreso en que se halla aquella población importante, la segunda de la provincia») aparte de arreglarse las postas de la correspondencia oficial, cuyo estado era lamentable. Pero el mayor aumento se registró en el rubro Instrucción Pública, con un total de 12.972 pesos, que desarrollamos más adelante. En cuanto a los recursos, se formaron sobre todo por el derecho adicional, creado sobre los impuestos que establecía la Ley de Patentes de 1866.39 En el Mensaje de 1871, el Ejecutivo advertiría, respecto al ejercicio 1870, que la recaudación era baja a causa de «lo bajo de las valuaciones de la propiedad territorial y de los capitales en giro sujetas a contribución» y que «no corresponden, como es innegable, a la riqueza, población, extensión y feracidad del territorio de la provincia». Este asunto había sido una preocupación del gobierno, expresada en el aumento de los impuestos». «Es necesario convencerse —manifestaba— de que es una ilusión pretender administraciones buenas y baratas, que satisfagan las necesidades públicas. En este materia, como en otras, es verdad lo que dice el proverbio, que lo barato cuesta caro. Y si es muy legítimo y conveniente que el impuesto sea moderado», y «es también muy conveniente y legítimo que el pueblo dé por medio del impuesto lo que se necesita para gastos que se hacen en su provecho».40 El Presupuesto 1871 siguió creciendo: 121.727 pesos de gastos, a afrontarse con 118.160 de recursos.41 Ese año se mandó a formar registros nuevos para el cobro de la contribución directa.42 Según la ley sancionada ese año, los sueldos para 1872 se fijaron en 4.200 pesos anuales para el gobernador; el ministro general, 2.720; vo-

39 Mensaje y ley promulgada Frías-Rodríguez, Tucumán, 22-III-1870; ley de derecho adicional, íd., 29-III-1870, en: Cordeiro y Viale, Compilación… IV, cit., pp. 125-128. 40 De Frías-Rodríguez a la Sala, Tucumán, 6-III-1871, en ibídem, pp. 221-225. 41 Antecedentes y ley promulgada Rodríguez, Tucumán, 26-I-1871, en ibídem, pp. 199-215. 42 Decreto Frías-Rodríguez, Tucumán, 29-V-1871, en ibídem, pp. 295-267.


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cales del Superior Tribunal, 2.700; Tesorero general, 1.500; Jefe de Policía, 1.680; Oficial Mayor de Gobierno 1.200; Comisario, 1.000; Comandante de Guarnición, 900. Una ayudante del Ministerio ganaba 500 pesos anuales, y un escribiente de Juzgado 300.43 Una novedad, importante en el ámbito financiero, fue el anuncio de la sociedad constituida por Manuel Posse, Facundo Frías, Agustín Muñoz Salvigni y Méndez Hermanos. Se proponen lanzar a la circulación, en Tucumán, vales al portador pagaderos a la vista, por valor de 2 reales, 1½ real, 1 real boliviano. Son responsables in solidum.44 1870-71. Obras en el interior. Los correos. Telégrafo con Santiago. Más ingenios En 1871, a solicitud de la Municipalidad, se sancionó una ley que establecía, por 4 años, un derecho adicional de 8 reales sobre toda cabeza de ganado que se mate para el consumo en la provincia. El producido se distribuiría de la siguiente forma: 4 reales a la Municipalidad para terminar la obra del Hospital de Mujeres, traer el agua desde Tafí Viejo, construir la pila de agua en la plaza Libertad «y otros puntos convenientes» y un canal para irrigar terrenos al oeste de la plaza; 4 reales a la Municipalidad de Monteros, por cada cabeza que se matara en su jurisdicción: 5.000 pesos anuales, para cada una de las obras de los templos de La Merced y Santo Domingo. Si había algún sobrante, pasaría al Tesoro de la Provincia.45 La administración Frías adoptó también medidas en beneficio de la campaña. Fueron aprobadas varias delineaciones, que realizo el agrimensor Teodoro Carmona: la de la nueva villa de Santa Ana, en el departamento Río Chico; la de La Cocha; la de la villa Santa Rosa, «que se trata de establecer en el departamento de Río Chico».46

Ley promulgada Frías, Tucumán, 2-X-1871, en ibídem, pp. 295-299. «Un banco en perspectiva», en: El Nacionalista, Tucumán, 12-I-1871. 45 Mensaje y ley promulgada Frías—Rodríguez, Tucumán, 14-V-1871, en: Cordeiro y Viale, Compilación… IV, cit., pp. 255-258. 46 Decreto Frías-Rodríguez, Tucumán, 5-III y 17-VIII-1870; 17-VII-1871, en: ibídem, pp. 102, 164-165, 288. 43 44


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Al mismo tiempo, encomendó a Carmona delinear la villa de la Concepción, y la de Medinas.47 Se dispuso, igualmente, la expropiación del terreno necesario para el cementerio público de Monteros,48 y se expropió un terreno de la capellanía de Rearte, en Trancas, para formar una villa que se llamaría «General Belgrano»: se tenía en cuenta la existencia, allí, tanto de población suficiente como de una escuela.49 Deseoso de dotar de edificio propio a las escuelas rurales, el Ejecutivo adquirió, en 1870, una casa en Trancas y otra en Graneros, además de construir similares en La Cocha, Concepción, Santa Ana, Yngas y Famaillá, todas las cuales estaban concluidas en los primeros meses de 1871. Agreguemos que, por esa época, estaban en obra los edificios escolares de La Ramada, Lules, Naranjo Esquina y Los Sueldos, según informaba el Mensaje respectivo.50 En el interior de Tucumán, además, han empezado a aparecer nuevos establecimientos azucareros, aunque luchando con lo primitivo de los métodos fabriles: Juan Posse funda el ingenio San Juan; Ezequiel Molina, el ingenio Amalia, bautizado así en honor de su esposa, y Felipe Posse instala el San Felipe, en Los Aguirre. Por otro lado, el viejo establecimiento Concepción, por muerte de Juan José García (1867), pasa a sus sobrinos Juan Manuel y Juan Crisóstomo Méndez, que lo modernizarán notablemente. Ante la falta de propuestas de particulares para conducir la correspondencia oficial al interior de la provincia y entre los departamentos, el Gobierno estableció el sistema por decreto. Debían salir de la Capital, una vez por semana, cuatro correos: «uno para el Sur, por los departamentos de Lules, Famaillá, Monteros, Chicligasta, Río Chico y Graneros; otro para el Departamento de Leales, que pasando por la villa de Mercedes vaya por la parte del Departamento de Chicligasta en que no toque el correo anterior; otro para el Departamento de Burruyacú; y otro para el Norte, hasta Colalao y Trancas». Además, cada 15 días, saldría un correo «para el Oeste,

47

Decreto Frías-Rodríguez, Tucumán, 2-VIII y 24-XII-1870, en: ibídem, pp. 164, 192-

48

Ley promulgada Frías-Rodríguez, Tucumán, 29-III-1870, en: ibídem, pp. 126-128. Ley promulgada Frías-Rodríguez, Tucumán, 25-IX-1871, en: ibídem, pp. 290-291. Mensaje de Frías-Rodríguez a la Sala, Tucumán, 6-III-1871, en: ibídem, pp. 228-

193. 49 50

229.


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hasta Colalao de los Valles». El jefe de Policía se encargaría de la mecánica de este servicio, que podía ser usado gratuitamente por los particulares. La correspondencia se entregaría en las comisarías, o a autoridades o funcionarios de cada lugar.51 Pero nada causa mayor estupor que conectarse por telégrafo con Santiago del Estero, servicio que se inaugura el 19-X-1871 «El jueves —dice El Nacionalista— ha sido un día de júbilo para Tucumán, que lo ha celebrado con el entusiasmo digno de un pueblo que comprendió el porvenir risueño que se le abre con el establecimiento del telégrafo». Los gobernadores Frías y Taboada intercambian salutaciones. Más de 200 personas colman la oficina, «atraídas por la novedad de un acontecimiento de tanta trascendencia».52 1870-71. La instrucción pública. El colegio Sarmiento. Nuevo rector del Nacional. La Municipalidad Hemos consignado la importante cifra extra (12.972 pesos) que el gobierno Frías incluyó en el Presupuesto 1870 para los gastos educativos. De ella, 7.000 pesos se invirtieron en la adquisición o construcción de los nuevos edificios escolares de la campaña, recién enumerados, además de aumentos de sueldos.53 Eso aparte de la subvención nacional, que permitió también a la Provincia ayudar a escuelas particulares.54 En su Mensaje de 1871, el gobernador juzgaba «desconsolador» el resultado del Censo Nacional de 1869 en la materia, que daba solo 2.900 niños educándose en la Provincia. Le parecía, con todo, que tal guarismo no era exacto, por lo que encargó a Teodoro Carmona la realización de un nuevo relevamiento provincial.55 Además de las disposiciones ordenadoras (que fueron, según vimos, desde el Reglamento General para todos los establecimientos hasta la fijación de los deberes de las Comisiones Inspectoras) el Poder Ejecutivo instauró un nuevo organismo directriz: la Inspección de Escuelas y Consejo de Instrucción Pública. Éste tenía una Decreto de Frías-Rodríguez, Tucumán, 17-IV-1871, en: ibídem, pp. 244-245. «El telégrafo entre Santiago y Tucumán», en: El Nacionalista, Tucumán, 22-X-1871. 53 Ascendía a 12.972 pesos. 54 Cfr. Mensaje Frías-Rodríguez 6-III-1971, cit., supra. 55 Ibídem, pp. 228-229; decreto Frías-Rodríguez, Tucumán, 22-III-1870, en: ibídem, pp. 190-191. 51 52


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vasta gama de atribuciones: proponer al Gobierno toda medida que considerara acertada; vigilancia de las escuelas y verificación de que cumplieran el Reglamento y demás disposiciones, cuidando que las Comisiones Inspectoras hicieran lo propio; dictado de órdenes a los preceptores y calificación de sus aptitudes, etcétera.56 El Gobierno, además, recordó por decreto la vigencia de la ley de asistencia escolar obligatoria.57 Pero el acontecimiento del año estuvo dado por la inauguración del Colegio Sarmiento, primer establecimiento secundario para mujeres que tuvo Tucumán. Lo estableció una ordenanza municipal del 11-VI-1879, y fue su directora la educadora salteña Josefa Benigna Saravia. Se inauguró el 30-VIII-1870.58 Era la hora de la educación, sin duda. La Municipalidad de Tucumán, con la aprobación de la Sala, cedió a la Nación el edificio de la Escuela Avellaneda y el sitio contiguo, hacia el Norte, para instalar la Escuela Normal Nacional, en la que Tucumán ponía todas sus esperanzas. También se cedieron 22 cuadras de tierras públicas al sudeste de la ciudad, para que se estableciera la Quinta Normal de Agricultura.59 Estaba destinada al Departamento Agronómico del Colegio Nacional, que fue creado ese año 1871 y para dirigir el cual se traslada, desde Catamarca, el alemán Federico Schickendantz. Con esta creación, el ministro de Instrucción Pública, Nicolás Avellaneda, ha querido relacionar «los estudios con las industrias prevalecientes» en la Provincia, combinando «el trabajo manual con la instrucción científica».60 Es toda una distinción para este Colegio Nacional, donde entretanto se operaba un cambio directivo: Benjamín Villafañe dejaba el rectorado para hacerse cargo de la senaduría nacional, entre las injurias de José Posse, quien se sentía traicionado, considerando que esa banca estaba ya arreglada para él.61 Claro que en algo se Decreto Frías-Rodríguez, Tucumán, 21-IV-1871, en: ibídem, pp. 250-251. Decreto Frías-Rodríguez, Tucumán, 2-IX-1870, en: ibídem, pp. 165-166. 58 Rodolfo A. Cerviño, «El primer colegio secundario de mujeres en Tucumán, Colegio Sarmiento», en: Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán, IV, julio 1974 (Tucumán, 1974), pp. 189-211. 59 Antecedentes y ley promulgada Frías-Rodríguez, Tucumán, 17-XI-1870, en: Cordeiro y Viale, Compilación… IV, cit., pp. 185-188. 60 Rodolfo A. Cerviño, Del Colegio San Miguel al Colegio Nacional. Dos etapas de cultura en Tucumán (Tucumán, 1964), p. 69. 61 Vide cartas de José Posse a Sarmiento, Tucumán, 25-II-1870, en: Archivo Museo Sarmiento, Epistolario… I, cit., pp. 287-289. 56 57


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consolaría luego don Pepe, ya que fue designado rector del Colegio en reemplazo de Villafañe, el 23-VI-1870.62 Por fin, el viejo periodista era agraciado por su amigo presidente con un cargo nacional que considerara aceptable. 1870-1871. Imprenta. Bibliotecas. Llega Paul Groussac La provincia cuenta, en el período de Frías, con una nueva imprenta. En efecto, se adquiere la del desaparecido diario de 1869, La Victoria, por 1.500 pesos: una medida necesaria ya que, como el Poder Ejecutivo lo decía en su mensaje, la oficial «se halla en muy mal estado, su prensa está deteriorada y no posee los tipos suficientes».63 También se impulsan las bibliotecas. Una Comisión —que preside José Posse e integran Sisto Terán y el doctor Ángel C. Padilla— queda encargada de promover en Tucumán «la formación de asociaciones para el establecimiento en ella de bibliotecas populares».64 Por otro lado, se fijan subvenciones a las que se funden en adelante en la provincia, de acuerdo a las especificaciones de la Ley Nacional de Bibliotecas.65 Sin duda ninguno advirtió que en ese joven francés que (junio de 1871) llegaba a Tucumán en la mensajería, para dictar una cátedra en el Colegio Nacional, estaba creciendo uno de los maestros de nuestra cultura. En efecto, es entonces que se inicia la etapa tucumana de Paul Groussac, etapa que, con algunos intervalos, se prolongaría hasta comienzos de 1883.66 Pero el local del Teatro (dos cuadras al oeste de la plaza), no tiene suerte: cambia de destino, y la Municipalidad dispone instalar allí la Casa Municipal.67 Sin duda han influido en esa mudanza los informes sobre defectos estructurales en su construcción. Con Rodolfo A. Cerviño, Del Colegio San Miguel… cit., p. 63. Mensaje y ley promulgada Frías-Rodríguez, Tucumán, 28-VI-1871, en: Cordeiro y Viale, Compilación… IV, cit., pp. 277-279. 64 Decreto Frías-Rodríguez, Tucumán, 21-XI-1870, en: ibídem, pp. 189-190. 65 Ley promulgada Frías, Tucumán, 25-IX-1871, en: ibídem, p. 272. 66 Carlos Páez de la Torre (h), «Los años tucumanos de Paul Groussac, prólogo a: Paul Groussac, Ensayo histórico sobre Tucumán (Tucumán, 1981), pp. I-XIV. 67 Ordenanza del 25-II-1870, en: Maciel, Digesto… I, cit., p. 327. 62

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lógicas modificaciones, fue el antiguo caserón en que la Municipalidad de San Miguel de Tucumán tuvo su sede hasta comienzos de la década de 1960, en la esquina de las actuales calles San Martín y Maipú.68 La Municipalidad restablece la Sociedad de Beneficencia que creara el gobernador Marcos Paz,69 y que se hallaba en receso desde tiempo atrás. El 3-II, la institución se instala nuevamente, bajo la presidencia de doña Rafaela Posse de Posse.70 Por ley, se le cede un terreno fiscal para construir el Hospital de Mujeres: el que fue de Juan José Romano, «cinco cuadras al oeste de la Plaza Principal, calle del Obispo Molina y de ahí al norte como a un cuarto de cuadra».71 Llega a manos de la Municipalidad la efigie de San Miguel Arcángel, patrono de la ciudad, que ha encargado a Buenos Aires (y que hoy puede verse en el altar respectivo de la Iglesia Catedral). «Es de tamaño natural, y como obra de escultura, es una de las mejores que pueden presentarse», comenta El Nacionalista.72 1871. Federico Helguera, nuevo gobernador. Política. El periodismo El 5-X-1861, la Sala de Representantes eligió al sucesor del doctor Uladislao Frías. La dignidad recayó en don Federico Helguera, quien asumió sus funciones el 6-XII.73 Lo acompañaba, como ministro general, don Sisto Terán. Marco Avellaneda escribió a Helguera felicitándolo: «… la transmisión del poder entre dos personas de las más honorables y distinguidas de nuestro país en plena paz, sin agitación alguna 68 A comienzos de la década de 1960 fue demolido. El solar quedó baldío durante varios años, hasta que el Banco de la Nación Argentina —cuya sucursal funcionaba en la esquina que lo enfrenta en diagonal— decidió erigir allí su nuevo edificio, que se inauguró el 28-III-1981. 69 Ordenanza del 25-II-1870, en: Maciel, Digesto… I, cit., p. 407. 70 «Reorganización de la Sociedad de Beneficencia», en: El Nacionalista, Tucumán, 6-II-1870. 71 Mensaje y ley promulgada Frías-Rodríguez, Tucumán, 7-IX-1870, en: Cordeiro y VIALE, Compilación… IV, cit., pp. 176-177. 72 «La efigie de San Miguel», en: El Nacionalista, Tucumán, 24-VII-1870. 73 Ley promulgada Frías, Tucumán, 7-X-1871, en: Cordeiro y Viale, Compilación… IV, cit., p. 300; Zinny, Historia… cit., p. 258.


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y con el contento de todos, es un hecho nuevo y digno de ser festejado…»74 Distinta era la versión de José Posse: «El día que se recibió Helguera ocurrió un lance en la Sala, una provocación de palabras groseras de parte de un cuñado y un hermano de [Uladislao] Frías… y el desacuerdo vino fatal e inevitable, tomando parte las gentes de uno y otro lado…»75 Hijo del coronel de la Independencia don Gerónimo Helguera (que actuó en las batallas de Tucumán y Salta y tuvo íntima amistad con Manuel Belgrano) y de la tucumana Crisanta Garmendia, el nuevo gobernador había nacido en Tucumán en 1824. El destierro de su padre a Chile, tras la conspiración contra Heredia en 1834, y la posterior muerte de aquél en Copiapó, lo obligaron —como hermano mayor— a dedicarse a los negocios desde la adolescencia. Trabajó muchos años y bien duro: más de una treintena de veces cruzó la cordillera a lomo de mula, llevando cargas de tabaco y hacienda a Chile, país donde residió largos años y donde tenía importante parentela por el lado materno. Recién a fines de la década de 1850 se radicó en su ciudad natal. Tenía una apostura física de elegancia: era delgado, de rostro afilado y, en los años de su primer gobierno, usaba un pequeño bigote y pera, tal como lo retrató Ignacio Baz.76 Paul Groussac, saliendo de su habitual reticencia para el elogio, evocaría a Helguera, en Los que pasaban, como «uno de los caracteres más rectos y virtuosos que he conocido…»77 El ministro Sisto Terán no alcanzó a durar un mes en sus funciones. En Los que pasaban, Paul Groussac narra el incidente. El gobernador Helguera había ofrecido al joven francés la redacción y dirección del diario oficial La Unión, que «solo sirvió algunos meses; pero bastóle el trecho cortísimo para realizar la hazaña de ganar al gobierno la elección de un diputado al Congreso». En efecto, de acuerdo a la libertad de sufragio prometida por Helguera, los jóvenes del Partido Liberal decidieron levantar un «candidato de 74 De Marco Avellaneda a Federico Helguera, Bs. As., 10-XII-1871, en «Don Federico Helguera. Su correspondencia», archivo de cartas en poder de la señorita María Teresa Helguera, Tucumán, I, carta n° 19. Me hago un deber agradecer su gentileza —y la de su extinto hermano, don Luis Federico— al haberme facilitado reiteradamente la consulta de tan valioso repositorio. 75 De J. Posse a Sarmiento, Tucumán, 14-II-1872, en: A rchivo M useo S armiento , Epistolario… II, cit., pp. 352-353. 76 Trostine, Ignacio Baz.,, cit., reproduce este retrato, p. 128. 77 Paul Groussac, Los que pasaban [1919] (Bs. As., 1939), p. 175.


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la juventud» para diputado nacional, en contra de la nominación oficial que favorecía al ex gobernador Uladislao Frías. Esta candidatura fue la del joven doctor Delfín Gallo, sostenida por La Unión, y resultó ganadora. «Tan imprevista y nueva fue la victoria —dice Groussac— que en las esferas oficiales causó escándalo, como un pistoletazo en una iglesia; el ministro Sisto Terán, primo de Gallo, tuvo que abandonar su cartera, y el casi imberbe periodista, su harto fogosa Unión. A esta calaverada debió Delfín Gallo su primera entrada en el parlamento, que pronto había de honrar con su fácil elocuencia y su intachable civismo…»78 El incidente ocurrió en la segunda quincena de enero de 1872. Terán fue reemplazado por Eudoro Avellaneda, hijo del «mártir de Metán» y hermano de Nicolás, a la sazón ministro de Instrucción Pública de la Nación. En cuanto al doctor Frías, pocos meses después ascendía a mucha mayor altura que la recién frustrada banca del Congreso, ya que Sarmiento lo nombró nada menos que ministro del Interior… No fue La Unión el único órgano de prensa de Tucumán que apareció por esos días. Sabemos también de El Telégrafo del Norte —aparecido en julio de 1872— que un tiempo hizo las veces de «boletín oficial» y publicó los documentos del Estado, 79 y de La Libertad. Este, según José Posse, había sido «fundado por la emigración santiagueña que ha montado aquí sus baterías para apuntar de más cerca al blanco…»80 Blanco, que, por cierto, era el régimen de los Taboada. A propósito de ellos, en la misma carta, decía Posse: «Esta complicación de la política santiagueña y tucumana tiene orígenes históricos que no es fácil suprimir. Los Taboada fueron buscados de aquí como aliados para destronar al partido federal con propósitos y miras nacionales, pero más tarde ese elemento fue explotado por los partidos locales, cada uno tratando de atraérselos para fines de ambiciones vulgares y del momento. La influencia y el predominio se les dio de aquí y de ese hecho todos son cómplices. Caro, muy caro ha costado esa

Ibídem, pp. 175-176. Decreto Federico Helguera-Eudoro Avellaneda, Tucumán, 16-IV y 1-VIII-1872, en: CORDEIRO y VIALE, Compilación… IV, cit., pp. 357-387. 80 De J. Posse a Sarmiento, Tucumán, 8-X-1872, en: Archivo Museo Sarmiento, Epistolario… II, cit., pp. 359-360. 78

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alianza, que renace y se aviva como aquellas heridas crónicas en los cambios atmosféricos…»81 El otro periódico, «ministerial», según Posse —o sea oficialista— era La Razón, que fundaron Pero Alurralde (h) y Lídoro J. Quinteros. Tuvo una vida bastante larga (pues, aún con intermitencias, llegó por lo menos hasta 1890) y conserva notable interés, para la historia cultural de Tucumán, por los importantes escritores que allí colaboraron, como Groussac —que incluso lo dirigió un tiempo, en 1874—. José y Benjamín Posse, Emilio Carmona, Salvador Alfonso, Pedro Márquez, entre otros.82 1872. «Provincia de Tucumán», libro de Arsenio Granillo con importante información y fotografías

Pero mucho más perdurable que el diarismo, fue la publicación que dispuso hacer, en 1872, el gobernador Federico Helguera, del trabajo que el abogado riojano radicado en la ciudad, doctor Arsenio Granillo, había confeccionado con destino a la Exposición de Córdoba de 1871. Apareció, impreso en las máquinas de La Razón, con el título Provincia de Tucumán. Serie de artículos descriptivos y noticiosos mandados publicar por S. E. el Sr. Gobernador D. Federico Helguera. Apunta Lizondo Borda —en su prólogo a la reedición de 1947— que lo obra de Granillo, que es «más bien una geografía general de Tucumán en el sentido usual y moderno del término», resulta «inapreciable para conocer la vida, en sus diversas formas, de los tucumanos dentro de su territorio».83 El libro no sólo lleva el texto de Granillo, sino también artículos de Domingo Navarro Viola, de Lucas Córdoba (única producción literaria que conozcamos del que fue, después y por dos veces, gobernador de Tucumán), Paul Groussac, Vicente Alcalde Espejo, Ángel M. Gordillo. Ello además de transcribir el informe de límites presentado en 1873, vimos, por Posse y Frías. El tomo incluía, en copias originales pegadas sobre hojas blancas, un total de 20 fotografías. De ellas, lamentablemente sólo 8 fueron borrosamente reproducidas en la reedición de 1947. Se trata 81 82 83

Ibídem, p. 360. García Soriano, El periodismo… cit., pp. 21-26. Granillo, Provincia… cit., p.11.


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de las más antiguas imágenes conocidas que una cámara obtuvo de nuestra ciudad y de algunas fábricas azucareras de los alrededores. Las tomó entre 1865 y 1871 el italiano Ángel Paganelli.84 Mayúsculo valor tiene, entre ellas, la de la fachada de la Casa de la Independencia en avanzado deterioro. Es sabido que, poco después, esa fachada se modificó completamente y que, ya entrado el siglo, se demolió toda la finca, excepto el Salón de la Jura. Así fue como, en 1943, al disponerse la reconstrucción íntegra de la Casa, aquella imagen fotográfica constituyó un precioso auxiliar, para reproducir con fidelidad el frontis.85 Buena información suministran, las noticias de Granillo, sobre el aspecto de la ciudad al iniciarse la década de 1870. 1872. La ciudad, según Granillo Tucumán tenía cuadras de 166 varas de largo, cuyo empedrado ya llegaba a lo que entonces se consideraban suburbios, y su alumbrado «se ha mejorado en estos últimos años: es ya a querosene». El centro era la «plaza de la Libertad», rodeada por una cadena «sostenida de postes labrados de vara y media de alto». Agrega Granillo que «la cadena y una fila de naranjos con bancos entre uno y otro, forman calles en los cuatro costados. Después de estas calles siguen otras formadas por las filas de naranjos y bancos ya dichos y otros iguales más al interior». El cuadrado interior tenía césped, y al centro se levantaba la columna –de cal y ladrillo, con su exterior de «mármol facticio» –erigida en tiempos del gobernador Campo. «Su pedestal sobre las gradas de la base, termina en forma de una taza, y tiene 8 fases cuadrilongas en que se leen los nombres de los Padres de la Patria… Tiene el pedestal esta forma por estar destinado a surtidor de agua». La pirámide contaba 25 84 Los negativos de estas fotografías, además de varias copias de época, estaban en manos de un fotógrafo de apellido Mastracchio, que tenía su negocio en calle San Martín 764, por lo menos hasta 1970. Ignoro cómo llegaron a sus manos: solía exhibir las copias en su vidriera, para las fechas patrias. Lo que sí recuerdo es que se enfurecía ante cualquier oferta de compra de ese material y, por supuesto, se negaba a permitir que lo reprodujeran. Un día el negocio desapareció y oí que un coleccionista extranjero habría comprado las fotos y los negativos. 85 Mario J. Buschiazzo, «Historia de la Casa de la Independencia», en: Guillermo Furlong et alia, El Congreso de Tucumán (Bs. As., 1966), pp. 373-381.


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varas de alto y llevaba un globo en la cima provisoriamente, pues se pensaba agregarle una «estatua de la Libertad».86 Frente a la plaza, como sabemos, se alzaba al Oeste el Cabildo, sede de «la Casa de Gobierno, la Cámara de Justicia y demás Juzgados inferiores, la Policía, la Cárcel Pública y el Parque de la Provincia». Calle de por medio estaba San Francisco, «de una sola nave de atrasada construcción. Su bóveda es de madera, formando cuadros y muy bien pintada. La fachada ha sido reformada ahora poco al estilo moderno, quedando solamente intacta su única torre, con la aspereza y defectos de su antigua construcción»: eran destacables para Granillo algunas transformaciones en la parte del convento, donde se agregaba un local «bastante espacioso y regular para la escuela gratuita». En la acera del Sur, la Catedral, con la «bonita cúpula decorada en su interior con loza de color», resultaba para el cronista tal vez el templo «de mejor gusto que haya en las provincias del interior». La plaza Libertad era la única de la ciudad, aunque estaban también la «plazuela del mercado viejo» y «la de descarga, en el bajo». Se estaban delineando otros paseos. . Más allá de la plaza, describía el Teatro (cuyo destino, como vimos, se cambió) de fachada «majestuosa y de dos pisos»; la Escuela Central de Varones (actual local de la Escuela Normal, en Muñecas y Mendoza) que fuera erigida en el antiguo Mercado, en 1866; la vieja iglesia de Santo Domingo, que era notable por su «pequeñez y fealdad», pero que iba a reemplazarla pronto otra de tres naves, destinada a ser una de las «mejores de la República», iniciada por el el extinto Fray Olegario Correa; el Colegio Nacional (hoy Escuela Sarmiento) con sus «galerías de columnas cilíndricas», que era «bello, elegante y espacioso», y donde se estaban aumentando construcciones que cuadraran el segundo patio, para los Departamentos de Química, Agronomía y Dibujo Natural, etcétera.87 Entre los edificios particulares, destacaba Granillo las casas de don Juan Manuel Méndez (que nosotros hemos visto demoler, ubicada en la esquina 25 de Mayo y 24 de Septiembre) de dos pisos y con mirador; la de don Felipe Posse (en San Martín y Laprida actual, demolida a fines de la década de 1920, para edificar

86 87

Granillo, Provincia… cit., pp. 66-68. Ibídem, pp. 69-83.


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el Banco de la Provincia); la de Wenceslao Posse (en calle Laprida actual, vereda del oeste); la de Juan Crisóstomo Méndez, «cuya decotación interior es lujosísima y cuya arquitectura excede en buen gusto y elegancia a todas las demás». Señalaba el «gusto exquisito de otras viviendas». Tales, las de Federico Helguera, Vicente Gallo, Salustiano Zavalía, Agustín y Ricardo Reto. «Hay en los vecinos —subrayaba Granillo— un verdadero furor por edificar casas y casas elegantes…» Hacía notar, por supuesto, el estado «humilde y ruinoso» de aquella donde se juró la Independencia.88 «Nada más ofrece de notable la ciudad. Sus alrededores son bellísimos. Está circunvalada por quintas de naranjos, alfalfares y plantaciones de caña de azúcar cuyos cercos de multiflor o de álamos presentan un paseo delicioso a sus habitantes». Ya en las afueras, dedicaba largos párrafos a la zona de la Ciudadela donde solo quedaba «sola, abandonada», la pirámide de Belgrano. En sus cercanías, seguía funcionando la Capilla de Jesús que fundara en tiempos de la Liga del Norte doña Loreto Valladares, y donde funcionaba, «la Casa de Ejercicios y una escuela para niños pobres». Hacia el Poniente, estaba el nuevo Cementerio (hoy del Oeste) con su capilla.89 1872. La campaña. Caminos. Profesiones. La industria azucarera y otras En la campaña, Granillo se detenía brevemente en Lules, Monteros, Medinas, Concepción, Río Chico, Graneros, Trancas y La Cocha. Monteros, con «caserío al estilo moderno», mostraba «un solo templo, algunos edificios de dos pisos y por lo general sus casas son de azotea»; Medinas, «pequeño aún pero con buenos edificios y una bonita iglesia en la plaza». Concepción, que «recién se está formando», exhibía «una regular iglesia y algunas casas de azotea». Con «su correspondiente iglesia y muy regulares casas particulares», figuraban Río Chico y Graneros. Trancas tenía «una antigua iglesia y su caserío es por lo general de teja»; respecto a La Cocha, «su caserío es de teja y paja y se aumenta rápidamente».90 88 89 90

Ibídem, pp. 73-74. Ibídem, pp. 75-76. Ibídem, pp. 77-78.


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En cuanto a las posibilidades de comunicación, cinco caminos se podían usar desde Tucumán hacia las provincias restantes: hacia Córdoba, el «de las Mensajerías» o «el de La Travesía»; a Salta, el «de las Mensajerías» o el «de Burruyacú»; a Catamarca, el «de la Cuesta del Totoral»: este último era carretero solo hasta el pie de la cuesta. Dos empresas de mensajerías hacían el servicio de pasajeros y caudales: llegaban de Córdoba o del Norte entre 4 y 6 veces por mes y partían hacia allí otras tantas. Un correo de Cuyo —que traía la correspondencia de Chile, Cuyo y el Oeste— llegaba 4 veces, y 8 lo hacía el del Norte y el Este, con otras tantas salidas. Granillo elogiaba la «institución de los correos provinciales» que dispusiera el gobierno de Uladislao Frías, e informaba que la abundancia del movimiento de pasajeros ya había determinado, en la ciudad, la instalación de una empresa de «coches de alquiler». Mucho faltaba por hacer, para mejorar los caminos. Solo 3 puentes públicos había en la provincia: sobre el arroyo del Manantial, acequia de la Patria y acequia de Los Aguirre.91 Hay muchas más informaciones interesantes en Provincia de Tucumán. Por Granillo sabemos que sumaban 51 los templos y capillas; el total de sacerdotes —regulares o seculares— era de 46, más unos 15 que habían recibido órdenes menores. No había templos de disidentes.92 Se contaban 16 abogados, 4 escribanos «de número» y 1 «de Gobierno y Cámara». Las necesidades sanitarias eran atendidas con 5 médicos: entre ellos se contaban el «Médico de Policía», para la Policía y la guarnición, y el «Médico Municipal», para los hospitales. Existían 2 parteras, 3 boticas (una de las cuales era «Municipal») y un solo Hospital, el de Hombres, ya que el de Mujeres estaba en plena obra.93 La industria azucarera, a esta altura, tenía una producción de azúcar estimada en 120.000 arrobas anuales y unos 20.000 barriles de aguardiente, además de la «fuerte cantidad» de chancacas, tabletas y alfeñiques. Se vendían cargas de azúcar y aguardiente en Santiago, Catamarca, La Rioja, Córdoba, Valles Calchaquíes, Salta y también las provincias de Cuyo. La superficie de plantaciones en 1872 totalizaba 1.000 cuadras cuadradas. En cuanto a los ingenios, 91 92 93

Ibídem, pp. 86-91. Ibídem, pp. 94-95. Ibídem, pp. 92-93, 96-97.


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se distribuían así: Cruz Alta: ingenios de Wenceslao Posse, Salustiano Zavalía, Wilde y Fidel García; Ranchillos, Posse Hermanos, Gregorio Aráoz y Pedro I. Ríos; Los Aguirre: sociedad Pondal y Posse, Diego Pereira y Javier Usandivaras; La Reducción: Posse e hijo; Lules, Miguel Padilla y Julio Zavaleta; La Invernada: en Graneros, Enrique Erdmann; El Bajo: José María del Campo, Ezequiel Molina, Balbín Vázquez, Arcadio Talavera, Zenón del Corro, Vicente Pérez, Eustaquio Posse, Francisco López, Silenio Cainzo, Juan Zelada; San Pablo: Juan Nougués; El Alto: Baltazar Aguirre, Dr. García, Manuel Anabia; La Banda: Etchecopar Hnos., Exequiel Colombres, Domingo J. García, Sociedad Feraud y Ledesma, Juan Posse, Fidel Mendivil, Salvador Olivera y Cía., Méndez Hnos., Manuel Ávila, José Díaz; Medinas: Méndez Hnos; El Colmenar: Clementino Colombres, Silenio López; Santa Ana: Belisario López; Quebrada: Leoncio Herrera, Pedro Márquez. Claro que, en esta nómina, la mayor parte tenían todavía trapiches de madera, nada distintos al que el Obispo Colombres utilizara en 1821. Algunos, los habían mejorado en algo, pues eran ya «de fierro por mulas». Solo unos pocos exhibían maquinaria relativamente moderna: Wenceslao Posse, Baltazar Aguirre, Méndez Hermanos por ejemplo, y unos cuantos más que al trapiche de hierro añadían la centrífuga. Según la obra de Granillo, un establecimiento azucarero podía redituar, a su propietario, el 50% del capital invertido.94 No era la azucarera, empero, la única actividad industrial. La curtiembre tenía unos 50 establecimientos en la provincia, que curtían pieles de toda la región. Unas 60.000 suelas anuales se vendían fuera, quedando en talabarterías y zapaterías de Tucumán una fuerte cantidad, «además de becerros y cordobanes». El tabaco también se vendía en otras provincias y en Chile (que consumía 14.000 arrobas por año). La Provincia registraba una producción total de 200.000 arrobas anuales. El arroz significaba 60.000. Tenían importancia también la ganadería —cuyos animales se comerciaban en Cuyo, Chile y Bolivia— y la fabricación de quesos, donde se destacaban los de Tafí y Chorrillos: 12.000 arrobas anuales de queso exportaba Tucumán.

94

Ibídem, pp. 110-114, 123.


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En cuanto al comercio, Granillo calculaba la «introducción o consumo anual de efectos de ultramar, tanto de artículos de tienda como de almacén y mercería» en 2.000.000 de pesos, y estimaba la ganancia entre 800.000 y 1.000.000.95 1872. El tesoro provincial. El banco de San Juan. La educación. Los «cursos libres» de derecho El presupuesto 1872 del gobierno Helguera fue de 156.753,92 pesos de gastos, sobre 118.000 de recursos, 96 y el de 1873, de 192.885 y 163.302 pesos respectivamente.97 Se sancionaron nuevas leyes de Patentes y de Contribución Mobiliaria, a fin de mejorar la recaudación.98 Como la nueva ley nacional de subvenciones escolares establecía que las provincias que destinasen fondos especiales a ese rubro serían auxiliadas proporcionalmente por la Nación (auxilio que, en el caso de Tucumán, sería la mitad) Helguera propuso y logró de la Sala que se votara una suma excepcional: 30.000 pesos para el fomento de la instrucción pública.99 Una importante novedad financiera fue la instalación de la sucursal del Banco de San Juan, que se estableció al empezar junio de 1872. La Provincia necesitaba urgentemente del crédito bancario para sus actividades, y los establecimientos de este tipo anunciados hasta el momento, por una razón u otra, no se habían establecido. La sucursal fue, pues, bienvenida, y el Gobierno le dio una serie de facilidades. Además, informó el Ejecutivo en el Mensaje de 1873, el Estado Provincial «deposita sus rentas en ese establecimiento, llevando una cuenta corriente y hace uso del crédito que él le da, para llenar las necesidades de la administración». 100 La Sucursal fue autorizada, además a emitir billetes por el valor de 2/3 de su Ibídem, pp. 115-119. Ley promulgada Helguera-E. Avellaneda, Tucumán, 7-II-1872, en: Cordeiro y Viale, Compilación… IV, cit., pp. 324-326. 97 Ley promulgada Helguera-E. Avellaneda, Tucumán, 15-III-1873, en: ibídem V, pp. 50-64. 98 Promulgadas 2-I y 13-I-1872, 2-V-1873 en: ibídem, IV, pp. 309-316, 318-319; V, pp. 95-100. 99 Mensaje y ley promulgada Helguera-E Avellaneda, Tucumán, 2-X.1872, en: ibídem, pp. 379-399. 100 De Helguera-E. Avellaneda a la Sala, Tucumán, 18-II-1873, en: ibídem, V, pp. 2627. 95 96


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capital efectivo. «Una de las necesidades más generalmente sentidas para el adelanto y progreso de nuestra industria es la falta de capitales extranjeros que le den desarrollo y movimiento», consideraba Helguera en el correspondiente proyecto de ley.101 Debe recordarse, para valorar el momento, que Argentina carecía todavía de moneda metálica nacional, y solo circulaban en el Noroeste monedas extranjeras, bolivianas o chilenas.102 La instrucción pública continuó siendo, como vimos, la preocupación fundamental. El gobierno, considerando poco efectiva la ley de 1861 de asistencia escolar obligatoria, proyectó e hizo sancionar otra, con severas penas, en 1873.103 Durante 1872, funcionaron en la Provincia 55 escuelas costeadas por el Tesoro, a las que asistieron 3.249 alumnos: «por primera vez», según destacaba el Mensaje de 1873. Estuvieron «regularmente dotadas de libros y útiles», además de mobiliario, gracias a las remesas de la Nación y a los fondos provinciales. En opinión del Ejecutivo, el crecimiento del área educativa, hacía necesario ya «un Ministro o Subsecretario del ramo»…104 Se consideró inadecuado ya el Reglamento General de Escuelas sancionado en 1870 y, a propuesta de Belisario Saravia y Abraham Puch, se sancionó otro «Reglamento General orgánico para las Escuelas del Gobierno de Tucumán».105 La Municipalidad, por su parte, también estableció su «Reglamento General Orgánico» de Escuelas.106 En su Presupuesto 1872, figuraban, como dependientes de las finanzas comunales, el Colegio Sarmiento, y las escuelas Avellaneda, Monteagudo, San Martín, María Mercedes, Del Carmen y Nocturna Gral. Belgrano; subvencionadas, Uttinger, Alberti, San Miguel y Augier. En el sector rural del municipio, dependían las de la Banda, Alderetes, Ranchillos, García, Capilla, Tafí Viejo, Aguilares, Cevil Redondo, Vallistos, Los Nogales, Cebilar y Yerba Buena.107

101

Ley promulgada Helguera-E. Avellaneda, Tucumán, 13-IV-1872, en: Ibídem, IV, pp.

366-367. Horacio Juan Cuccorese, «Historia económica financiera argentina», en: Academia NaHistoria, Historia argentina contemporánea 1862-1930, III (Bs. As., 1966) p. 36. 103 Antecedentes y ley promulgada Helguera-E. Avellaneda, Tucumán, 20-III-1873, y decreto reglamentario en: Cordeiro y Viale, Compilación… V, cit., pp. 90-95. 104 De Helguera-E. Avellaneda a la Sala, Tucumán, 18-II-1873, en ibídem, pp. 7, 18-19. 105 Decreto Helguera-E. Avellaneda, Tucumán, 13-VI-1872, en: ibídem, IV, pp. 372-386. 106 Ordenanza promulgada 12-IX-1872, en: Maciel, Digesto…, cit., I, pp. 83-91. 107 Cfr. Presupuesto de las Escuelas Municipales, 1872, en: ibídem, pp. 177-180. 102

conal de la


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Por esa época, hubo esperanzas de que los Padres Jesuítas instalaran un Colegio en Tucumán. A ese fin, la Municipalidad cedió sus derechos sobre el terreno del antiguo Cementerio «hoy Señor de la Paciencia» (luego el «Buen Pastor», hoy clausurado, en Mendoza al 800), al presbítero Gregorio Zavaleta.108 En el Colegio Nacional, entretanto, don José Posse ejercía, dijimos, el rectorado. Según el recuerdo de Gregorio Aráoz Alfaro, «no hacía nada o casi nada en el Colegio, cuya dirección efectiva estaba confiada al vicerrector, un hombre inteligente, culto y enérgico, a quien mucho debemos los que entonces nos formábamos, don Camilo Faget; pero bastaba su acción de presencia un rato cada día, un corto paseo alrededor del claustro, haciendo resonar rítmicamente en las baldosas del piso los golpes de su clásico bastón, para que todo el Colegio sintiera el influjo de su autoridad y de su prestigio».109 Bajo su administración, había surgido en el Colegio una novedad que tendría importancia posterior: los Cursos Libres de Derecho. Si bien el rector Villafañe había solicitado al Ministerio su implantación en 1869, recién se los autorizó a funcionar en 1872 y ese año se inauguraron. Tenían el objeto, según el ministro nacional Nicolás Avellaneda, de «difundir y vulgarizar los conocimientos legales, estableciendo clases libres para ser frecuentados por todas las personas deseosas de ilustración».110 Jurisconsultos destacados fueron sus profesores: los doctores Arsenio Granillo, Pedro Uriburu y Benjamín Paz, futuro presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Tanto se preocupó Granillo de los cursos, que escribió un libro de texto especialmente destinado a ellos, el Curso de Derecho Internacional Privado teniendo por base la doctrina de M. Foelix enriquecida con la de otros autores y concordaba con la legislación argentina, que editó en 1873 la imprenta del diario La Razón. En el prólogo de la obra, Granillo revelaba los más vastos alcances que atribuía a los cursos. Expresaba a los alumnos que serían sus lectores, que «el Gobierno de la Nación tiene entre vosotros fija su mirada, por que en vosotros se ensaya la futura Universidad del Ordenanza del 10-X-1872, en: ibídem, p. 290. Gregorio Aráoz Alfaro, Crónicas y estampas del pasado (Bs. As., 1938), p. 41. 110 Carlos Páez de la Torre (h), «Los ‘Cursos Libres’ de Derecho y la Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Políticas de Tucumán (1872-1881)», en: Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, Revista de Historia del Derecho, II (Bs. As., 1974), p. 88. 108 109


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Norte, que responde a una necesidad sentida de esta parte de la República…»111 Veremos más adelante cómo se trató de implantar aquella «Universidad» y las causas de si fracaso. 1872-73. Obras públicas. La ley del ferrocarril. Medidas municipales En lo que respecta a las obras públicas, el Mensaje de Helguera, en 1873, era elocuente: «El Gobierno Nacional y la Municipalidad —decía— han emprendido este año obras de gran importancia para la provincia». «El primero: ha terminado las líneas telegráficas que nos unen con las provincias hermanas y las Repúblicas de Chile y Oriental del Uruguay. Se ha dado principio a los trabajos del Ferro-Carril de Córdoba a ésta. Se trabaja un puente de madera sobre el río Salí frente a esta ciudad. La Quinta Agronómica se ha establecido, y en este año se le dará mayor desarrollo. El hermoso edificio para el Colegio Nacional, está muy adelantado, así como la Escuela Normal. El camino carretero a Guacra para unirlo con el de la Cuesta del Totoral, que nos pondrá en comunicación fácil con las provincias de Catamarca y Cuyo; y una línea de mensajerías hasta San Juan, pasando por Catamarca y la Rioja, están para contratarse, y en este año quedarán terminadas estas importantes obras. El Banco Nacional se fundará probablemente en este año, tal es el entusiasmo por suscribirse a este importante establecimiento de crédito». «La Municipalidad por su parte ha terminado la acequia del Norte, dando agua a los hermosos terrenos del Norte y Poniente de nuestra ciudad, elemento de que antes carecían, poniéndolos ahora en condiciones de ser productores. De esta misma acequia partirán las aguas corrientes, que alimentarán dos fuentes, que están colocadas en nuestra plaza Libertad, llenando así una necesidad tan sentida en nuestra población». «Para aprovechar bien el agua de las fuentes, algunos vecinos han dado recursos para formar un jardín en la plaza, y mejorar los asientos que hoy tenemos, obras que quedarán terminadas en este año». «Para precaver a la población de las miasmas insalubres que producían los lagos que se forman en el bajo de esta ciudad en

111

Ibídem, p. 93.


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tiempos de lluvias, la Corporación Municipal ha hecho un desagüe de ellos, quedando así libre la población de este mal. También ha hecho empedrar algunas calles y ha mejorado otras, que se hallaban deterioradas».112 Por cierto que entre las obras públicas nacionales revestía fundamental importancia el ferrocarril. El Poder Ejecutivo aprobó los estudios definitivos, y el 12-X-1871 se sancionó la ley 493, que autorizaba a celebrar el contrato de construcción. La vía tendría una extensión de 541.920 kilómetros entre Tucumán y Córdoba, con trocha de 1 metro y un costo establecido finalmente en 14.127,55 pesos el kilómetro. El 15-VII-1872 se aceptaba la propuesta de la empresa Télfener y Cía., con la que la Nación firmó contrato en septiembre. La Municipalidad fijó también las líneas de edificación. Estableció que, desde la quinta cuadra de la Plaza libertad, hasta los ejidos, toda construcción o cerca debía dejar la calle en un ancho de 20 varas. Esta cifra también se estableció, con algunas modalidades, para las villas del interior, por ley de la Sala.113 Además ordenó la mensura y amojonamiento de la plaza Belgrano, y concluyó el nuevo cementerio (actual del Oeste).114 Mientras tanto, la Sociedad de Beneficencia se afanaba en la construcción del Hospital de Mujeres y Asilo de Mendigos. Se sancionaron nuevas disposiciones de protección sanitaria que hasta entonces no existían: por ejemplo, la obligatoriedad de inhumar los cadáveres en cajones dobles, «uno de lata o zinc interior y otro de madera exterior, llevando la suficiente cantidad de materias desinfectantes».115 Por su parte, el Gobierno Provincial concluyó, en 1872, en el Cabildo «las dos cárceles para hombres y mujeres con su correspondiente capilla», como también «una hermosa cuadra para la gendarmería y dos piezas más».116 El Cabildo había dejado de ser depósito de pólvora y municiones, ya que estos elementos fueron

Cordeiro y Viale, Compilación… V, cit., pp. 8-9. Ley promulgada Helguera-E. Avellaneda, Tucumán, 15-X-1872; antecedentes y ley promulgada por los mismos, 8-III-1873, respectivamente, en: ibídem, IV, pp. 402-403 y 4446. También Maciel, Digesto… I, cit., p. 491; Mensaje, Helguera-Avellaneda, 18-II-1873, cit., supra p. 25. 114 Ordenanza del 14-VI-1872, en Maciel, Digesto… I, cit., 491; Mensaje, Helguera-E. Avellaneda, 18-II-1873, cit., supra p. 25. 115 Ordenanza del 18-III-1871, en: ibídem, p. 419. 116 Cfr. Mensaje 18-II-1873, cit., supra pp. 7-8. 112 113


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trasladados al nuevo polvorín que el Gobierno de la Nación construyó en compensación de 8 cuadras que se le cedió en El Alto para la Quinta Agronómica, ya que la cesión anterior, de 1870, había resultado insuficiente.117 Acaso de allí arranca la denominación del Alto de la Pólvora… A todo esto, los tucumanos decidían encarar privadamente la empresa que tantas veces había fallado: la construcción de un teatro. En mayo de 1873, fundaban —en el Café Colón— la «Sociedad Anónima Teatro Belgrano», que construiría el coliseo de ese nombre. Entretanto, según García Soriano, la falta de local para representaciones obligó a habilitar, provisoriamente, algunos ámbitos alquilados en la zona céntrica.118 Importante había sido la suma aportada por el Gobierno Provincial para la construcción de iglesias, en 1872. La nueva Santo Domingo, que ya tenía terminada la primera nave, recibiría 5.000 pesos anuales durante 4 años. En cuanto a La Merced, además de una subvención igual, tenía 100 pesos fuertes mensuales: pero en 1873 las obras se paralizaron, al empezar a temerse por la solidez del edificio iniciado.119 Además, el aporte de los fieles —más alguna escasa ayuda del Gobierno, agregada a la subvención nacional de 800 pesos— estaba logrando la construcción de un total de 9 templos en la campaña. Al reseñarlos (Burruyacu, Medinas, Villa Sarmiento, Famaillá, Monteros, Santa Cruz, Santa Rosa, Santa Ana y La Cocha) el Ejecutivo opinaba que todo eso debía mover, a las autoridades eclesiásticas, a la división del Obispado que tenía jurisdicción sobre Tucumán.120

Ibídem, p. 8. Manuel García Soriano, «La actividad en los teatros de Tucumán desde los orígenes hasta la década de 1960», en: Cuadernos Tucumanos de Cultura, II (Tucumán, 1980), pp. 15-17. 119 Cfr. Mensaje 18-II-1873, cit., supra p. 12. De Belisario López a la Sala, Tucumán, 1-I-1874, en: Cordeiro y Viale, Compilación… V, cit., p. 337. 120 Cfr. Mensaje 18-II.1873, cit., supra pp. 12-13. 117

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1872-73. Reforma constitucional estancada. El código de procedimientos. La justicia. Código rural. Literatura militar El gobierno avanzó, además, en el trámite de la reforma constitucional cuya necesidad se votó, vimos, en 1870. En 1872, la Sala resolvió que la reforma se haría por medio de una convención especial, las modalidades de cuya elección establecería una ley. Realizados los comicios, la Convención inició sus sesiones el 7-VIII. De allí en adelante, la tarea quedaría estancada hasta 1884.121 Mucho más efectividad tuvo el nombramiento de tres abogados —Benjamín Paz, Arsenio Granillo y Ángel M. Gordillo— como encargados de redactar un Código de Procedimientos para la Provincia.122 A fines de 1873, el Código estaba redactado, y la Sala disponía que se observara como ley de la Provincia desde el 1-III-1874.123 El Ejecutivo comentaría que el nuevo ordenamiento procesal «ha venido a salvar graves inconvenientes de la legislación antigua. Dando mayor amplitud a la jurisdicción de los jueces departamentales, se han asegurado muchas de las facilidades que reclamaba nuestra campaña, obligada hasta hoy a recurrir a los tribunales ordinarios, para la gestión de intereses de muy escasa importancia. La abolición de la prisión por deudas, una de las conquistas que la filosofía ha introducido en la legislación moderna, es, entre otras, una de las más importantes reformas consignadas entre sus disposiciones».124 El nuevo ordenamiento legislaba también sobre los títulos de abogado y al consignar, como requisito, la presentación del diploma «por lo menos» de bachiller en Derecho Civil, presuponía la posibilidad de que dicho título se expidiera en Tucumán. Ello indicaba que, en el ánimo de las autoridades estaba, ya en 1873, dar posteriores

121 Ismael Sosa, Historia constitucional de Tucumán (Período 1820-1884) (Tucumán, 1945), pp. 128-129. 122 Ley promulgada Helguera-E. Avellaneda, Tucumán, 18-I-1872, en: Cordeiro y Viale, Compilación… IV, cit., pp. 320-321. 123 Texto del Código y ley promulgada Helguera-E. Avellaneda, Tucumán, 27-XI-1873, en: ibídem, V, pp. 108-330. Se estampó imprimió en un tomo cuidadosamente impreso: Código de Procedimientos Civiles para la Provincia de Tucumán (Imprenta de La Razón, Tucumán, 1875), 514 pp. 124 De Belisario López a la Sala, Tucumán, 1-I-1874, en: Cordeiro y Viale, Compilación… V, cit., p. 337.


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alcances universitarios a aquellos «Cursos libres de Derecho» que desde el año anterior se dictaban, en el Colegio Nacional…125 Claro que el solo Código no era suficiente para mejorar los trámites judiciales. En ese momento, la Administración de Justicia estaba formada por un Tribunal Superior —la Cámara de Justicia— organizada con tres ministros (que elegía el P.E. de ternas propuestas por la Legislatura) y un fiscal. En el nivel siguiente estaban 2 jueces de 1ª Instancia en lo Civil, Criminal y Comercial; un Defensor de Pobres, Menores y Ausentes y un juez de Paz en cada cuartel de los 8 en que se dividía la Capital. En la campaña, estaban los jueces Departamentales (1 por departamento) y los de distrito (1 por cada sección en que se dividiera el Departamento).126 Opinaba el Ejecutivo que la multiplicación de las causas judiciales hacía necesario no sólo aumentar los sueldos, sino pensar en la creación de un juzgado de 1ª Instancia en Monteros que tuviese jurisdicción en los departamentos de Graneros, Río Chico y Chicligasta.127 Respecto al interior de la provincia, 1873 fue un año de catástrofe: durante 33 días llovió torrencialmente en la zona sur, un fenómeno que no tenía precedentes desde 1827. Los ríos desbordaron y arrasaron casas y plantíos, requiriendo la situación el auxilio provincial de 4.000 pesos que votó la Sala, más 10.000 pesos que remitió la Nación.128 Entretanto, una comisión (Ruperto San Martín, Enrique Blacksley, Pacífico Rodríguez) redactaba, por encargo del Ejecutivo, un proyecto de Código Rural.129 Se inauguraba (1872) una biblioteca pública en Graneros; el servicio de correo a los Valles se extendía —por acuerdo con Salta— hasta Cafayate, y se construían en Monteros y Medinas oficinas para el telégrafo.130 En Burruyacu, Florentino Matilde Lobo donaba 7 cuadras cuadradas para la iglesia de la villa, 1 para plaza y otra para cementerio.131 Páez de la Torre, Los Cursos… cit., pp. 94-95. Granillo, Provincia… cit., pp. 60-61. 127 Mensaje, 18-II-1873, cit., supra, p. 17. 128 Antecedentes y ley promulgada Helguera-E. Avellaneda, Tucumán, 6-III-1873; decreto del presidente D. F. Sarmiento, Bs. As., 28-III-1873, en: ibídem, pp. 28-37. 129 Ley promulgada Helguera-E. Avellaneda, Tucumán, 20-III1873 y decreto del 28-III, en: ibídem, pp. 66-67. 130 Cfr. mensaje cit., en: ibídem, pp. 14-21. 131 Antecedentes y decreto Helguera-E. Avellaneda, Tucumán, 19-VI-1873, en: ibídem, pp. 103-106. 125 126


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Estando la provincia en paz, no había necesidad de los ejercicios doctrinales de la Guardia Nacional, y en 1872 el gobernador Helguera los suspendió. Eso sí, dio cifras importantes el enganche de tucumanos para la remonta del Ejército Nacional de línea: 170 hombres en 1872 y 350 en 1873.132 Debe subrayarse que, por esos años, la instrucción militar parece haber tenido especial dedicación. En efecto, en su Catálogo razonado, Zinny consigna el título de varios folletos —suponemos— editados en Tucumán sobre el tema, ademán del que redactara Julio Argentino Roca años atrás. Aparecieron Manejo del arma arreglado para los cuerpos de infantería del ejército argentino por el Coronel don Luis María Campos (1870); Ordenanzas o deberes militares (1871); Instrucción de una Compañía de Infantería (1871); Táctica ligera. Guerrilla de compañía (1871), que indican una singular preocupación en tal sentido.133 1872-73. Escisión en los liberales. Segundo gobierno de Belisario López. Los partidos. Un atentado El 16-I-1872, moría en Tucumán el doctor Salustiano Zavalía. «No resonará más en el Congreso la voz musical del honorable Senador. Todavía no ha dado el último suspiro, y ya aparecen más de seis herederos al asiento», había comentado ponzoñosamente José Posse un año atrás, cuando Zavalía cayó gravemente enfermo.134 La provisión de aquella importante banca tendría consecuencias. En efecto, el gobierno Helguera sostenía la candidatura del doctor Ezequiel Colombres, y la presidencia de la Sala dilató la reunión que debía elegir senador, desdeñando el pedido de 3 diputados. Se convocó sesión para el 22-I-1873 y, según la acusación mitrista, se intentó promover un conflicto armado en ella por medio de barras armadas «de revólver, pistola y puñal», y convenientemente enfervorizadas con licores. Ante ello, los legisladores mitristas —Napoleón Maciel, doctor Próspero García, Ángel Arcadio TalaveCfr. Mensajes 18-II-1873 y 1-I-1874, cit., supra, pp. 6, 10 y 336. Antonio Zinny, Catálogo general razonado de las obras adquiridas en las provincias argentinas para la Biblioteca Pública de la ciudad de La Plata (Bs. As., 1887), p. 73. 134 De J. Posse a Sarmiento, Tucumán, 2-XI-1870, en: Archivo Museo Sarmiento, Epistolario… I, cit., p. 304. 132 133


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ra, doctor Delfín Oliva, doctor Vicente García, Emilio Sal, Manuel Posse, Roque Pondal y Agustín Muñoz Salvigni— renunciaron en masa a las bancas el 23-I.135 El entonces ministro Nicolás Avellaneda escribió al gobernador Federico Helguera, el 3-II-1873: «No necesito decirle que [los últimos meses] me han impresionado dolorosamente. El fraccionamiento del partido liberal no puede menos que traer desgraciadas consecuencias…»136 En octubre de 1873, se realizó la elección del sucesor de Federico Helguera: era algo ya «conversado» desde 1872, que esa dignidad recaería, otra vez, en Belisario López, aquel gobernador de transición entre Octavio Luna y Uladislao Frías. En efecto, en enero de 1872, Nicolás Avellaneda escribía a Federico Helguera: «Don Pepe Posse me escribe que siempre apoyará la candidatura de Belisario López. Es necesario mantenerse firme en este punto…»137 López volvía recién de su residencia habitual en Chile. Acababa de casarse en ese país con una dama de prominente familia, Rita Walker Martínez. Párrafos singulares le dedicaría Paul Groussac en Los que pasaban, tras haberla convertido en uno de los personajes de su novela Fruto Vedado.138 Al parecer, su elección de gobernador no estuvo exenta de problemas para el oficialismo. En carta del 29-IX-1873, López rechazaba la invitación de Helguera a asistir al Colegio Electoral que debía nombrarlo. Le violentaba, siendo candidato «en las condiciones que V. conoce, contra mis aspiraciones, contra mis hábitos y más que todo, contra mis intereses… ir a presenciar la vacilación de unos y, la mala voluntad de otros y probablemente la discusión de todos… No estoy bien interiorizado en la política y no es extraño, por mi corta permanencia en ésa; pero creía, que con la lucha del 1° de enero los partidos había quedado enteramente deslindados

135 Carlos Páez de la Torre (h), «Aportes para el estudio de la política interna de Tucumán durante la presidencia Avellaneda», en: Academia Nacional De La Historia, Tercer Congreso de Historia Argentina y Regional, I (Bs. As., 1977), p. 367. Cuando se citan párrafos del referido artículo, me excuso de reiterar la cita de las fuentes que, obviamente, aquél ya consigna. 136 Cfr. Archivo Federico Helguera, I, carta 52. 137 De Nicolás Avellaneda a Federico Helguera, Bs. As., 5-I-1872, en: ibídem, carta 46. 138 Carlos Páez de la Torre, «Groussac y las mujeres», en: La Gaceta, Tucumán, 25XI-1979.


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y que los que deben hacer la elección de Gobernador pertenecían al nuestro…»139 La asamblea electoral lo designó gobernador el 6-X-1873140 y asumió el cargo el 9-XII. Nicolás Avellaneda estaba encantado y así lo escribió a Helguera: «López… gobernará como usted, es decir bien y con patriotismo y con elevación de miras en medio de pasiones tan pequeñas». Y agregaba: «He visto muy pocas veces a Belisario después que los dos somos hombres y lo cuento sin embargo entre las personas para mí más íntimas y queridas…»141 Lo acompañó como ministro, hasta abril de 1874, Pacífico Rodríguez, hijo de Eusebio Rodríguez, el antiguo ministro de Uladislao Frías. Luego, la cartera fue ocupada por el abogado salteño Pedro Uriburu, hasta el final del mandato de López. Pero, además del nombramiento de Belisario López, en los finales de 1873 se asistía en Tucumán a la formal organización de los partidos, derivados de la división liberal. Era un hecho nuevo ya que, hasta entonces, salvo la gran separación entre federales y liberales, las desinteligencias entre estos últimos nunca habían sido sino algo ocasional, que terminaba arreglándose: «sarmientistas» o «mitristas», «possistas» o «lunistas», con sus disensiones conciliadas más o menos rápidamente, eran claros ejemplos de lo que decimos. Ahora, en cambio, la cuestión presidencial planteaba las cosas de otra manera. Un año atrás, en realidad, tal cuestión ya movilizaba el ambiente en la provincia. «Por acá las cosas se agitan en el sentido de la futura elección presidencial. Avellaneda tiene una base sólida de opinión que será la que prevalezca», profetizaba José Posse en octubre de 1872.142 En el politizado ambiente de 1873, un atentado sacudió la ciudad. Un grupo de facinerosos intentó matar al ex gobernador José María del Campo, en su finca de caña. Solo la fuerza hercúlea del Cura y su presencia de ánimo le permitieron resistir y poner en fuga a los maleantes, que se retiraron dejándolo descalabrado. «El Páez de la Torre, «Aportes…» cit., p. 369. Ley promulgada Helguera-E. Avellaneda, Tucumán, 6-X-1873, en: Cordeiro y Viale, Compilación… V, cit., p. 107. 141 De Nicolás Avellaneda a Federico Helguera, Bs. As., 9-X-1873, en: Archivo Federico Helguera, I, carta 55. 142 De J. Posse a Sarmiento, Tucumán, 8-X-1872, en: Archivo Museo Sarmiento, Epistolario… II, cit., p. 359. 139 140


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saco y el chaleco están abiertos por doquiera de tajos y puntazos. Afortunadamente las heridas no son mortales y si el hombre vive lo debe a su valor personal y a su fuerza muscular que le valió para defenderse», escribía José Posse.143 1873-74. Alsinistas, avellanedistas, mitristas. Tucumán vota por Avellaneda El comité «avellanedista» se instaló el 20-VI-1873, pero ya había proclamado el candidato en la primera semana de abril. Los «alsinistas» se nuclearon en comité el 25-VII y los «mitristas» el 4-XI. Posteriormente, al realizarse en marzo de 1874 el pacto generador del Partido Autonomista Nacional, entre «avellanedistas» y «alsinistas», un grupo de éstos rehusó el acuerdo y se unió al Partido Nacionalista o «mitrismo». El Cóndor decía que «el núcleo de Alsinistas fiel a su credo, vino a formar… el lado de los mitristas, en cuya mano quedaba y se ha salvado su bandera, desde que el candidato de sus simpatías transaba con un candidato oficial que contaba con su primer apoyo en los gobiernos electores». Consideraban que apartarse de Alsina para unirse a Mitre era «salvar su credo político» ya que «los Alsinistas y Mitristas en Tucumán no eran más que una fracción del partido liberal, divididos por nombres salidos de sus propias filas. Fueron así separados por simpatías más o menos fuertes hacia el uno y el otro; y probado está pues que se apartaban de Alsina, así como éste ganaba las regiones oficiales, es decir aseguraba el triunfo por medios inmorales».144 El gobernador Belisario López debió conducir la campaña presidencial en su faz más álgida. Poco después de asumir el poder, en su Mensaje, había advertido que, frente al «corto período de agitación» que se avecinaba, estaba «dispuesto a conservar a todo trance la tranquilidad pública. Y no permitir que se altere la paz con menoscabo de los verdaderos intereses del país, haciendo que los partidos se mantengan en los límites que, para el ejercicio de sus derechos, les tiene trazados la ley». Todo eso, seguro de contar 143 De J. Posse a Benigno Vallejo, Tucumán, 27-V-1873. Inédita. Gentileza del ingeniero Juan Vallejo, Tucumán. 144 Páez de la Torre, «Aportes…» cit., p. 368.


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«con el apoyo decidido del pueblo. Cuya inmensa mayoría condena las revueltas que solo consultan conveniencias personales y anhela en paz como la sólida base de su progreso y bienestar».145 El diario La Razón, que dirigían Pedro Alurralde y Lídoro Quinteros, y cuyo redactor fue Paul Groussac, era el gran portavoz de la campaña presidencial, y encabezaba sus ediciones con una gran leyenda: «Nicolás Avellaneda, candidato de La Razón para la presidencia de la República». Groussac escribiría años después, evocando esos tiempos, que en Tucumán «como en todas partes, los tres partidos organizaron sus comités de propaganda, si bien los partidarios de Mitre y Alsina apenas constituían un elenco urbano y meramente decorativo. Exceptuando algunos centenares de descontentos, que ponían divisa nacional a sus rencillas de campanario, la decisión del pueblo por Avellaneda, de gobierno abajo, era unánime. Que la influencia oficial hubiese contribuido a fijar, o por lo menos a mantener invariable esa orientación del voto popular contra las embestidas de los adversarios, no era materia discutible. Lo absurdo consistía en exagerar esa adhesión de las autoridades al sentimiento visible, palpable, espontáneo de la provincia entera, equiparándola con la imposición oprobiosa que sufrían otras del interior. Tal ocurría, v. gr., en la vecina Santiago, sometida al mitrismo por orden de sus amos –aquellos Taboada, que era de rito entonces apellidar los caciques del Bracho, y quienes, un año después, habían de ver desplomarse como castillo de naipes su en apariencia formidable cacicazgo…»146 1874. Un golpe conjurado La unanimidad tucumana a favor de Avellaneda no impidió que, en concordancia con el golpe mitrista de septiembre de 1874 en Buenos Aires, se intentase en la provincia un movimiento revolucionario, que la rápida acción de López pudo conjurar. Las secuencias se iniciaron el 10-VI-1874, fecha en que el Ejecutivo recibió un telegrama del Gobierno de Córdoba, anunciándole que en Buenos Aires había estallado una revolución contra la presiden-

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Cfr. Mensaje cit. nota 124, p. 340. Paul Groussac, Los que pasaban… cit., p. 177.


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cia de Sarmiento. Ante ello, López prohibió transmitir telegrama particulares, para evitar alarmas, al tiempo que adoptaba medidas para sostener a las autoridades si su concurso se reclamaba. La noticia fue confirmada por otros despachos, firmados por los diputados nacionales Quinteros y Alurralde, y por Marco Avellaneda, hermano del candidato presidencial. Pero, tanto los términos como su contenido, hicieron nacer dudas en el gobernador López, quien entró a sospechar que los despachos eran fraguados y destinados a alterar el orden. Su conjetura sería corroborada por las contestaciones que recibió de otros mandatarios, cuando les consulto sobre el asunto.147 En ese clima sesionaron los electores tucumanos, que dieron su voto unánime por la fórmula Nicolás Avellaneda-Mariano Acosta para la presidencia de la República. Los mitristas no tomaron participación. Cuatro años después, Pedro Uriburu escribiría, para apoyar su juicio positivo sobre el gobierno de López: «…si el Partido Nacionalista se abstenía de concurrir a los comicios ¿de quién era la culpa? ¿Intentó luchar cuando se hizo la elección de electores? No. Abandonó al partido imperante en los comicios, para pensar solamente en la revolución».148 Luego de la votación por Avellaneda, la agitación continuaba en Tucumán. Circulaba de mano en mano «un telegrama, especie de manifiesto, firmado por el Dr. Eduardo Costa, en el que se decía que el presidente Sr. Sarmiento estaba preso y era probable que renunciase; que había organizado una mayoría en el Congreso que adhería a la revolución estallada. Esparcíase al mismo tiempo el rumor de que este gobierno, en vista de los sucesos producidos en Buenos Aires, estaba dispuesto a entregar la situación al partido afecto a la candidatura del General Mitre».149 Cuando juzgó creado el suficiente clima, Nabor Córdoba (cuñado del ex gobernador mitrista Octavio Luna, quien había urdido todo el asunto) quiso sobornar a dos oficiales de la guarnición del Cabildo, el sargento mayor Garrocho y el capitán Mendía, ofreciéndoles 150 pesos, vestuario y revólveres para que produjeran el movimiento dentro del edificio oficial, mientras Córdoba y los suyos los secundarían desde una casa vecina. La oferta de don Nabor 147 148 149

Páez de la Torre, «Aportes…» cit., p. 370. Ibídem, p. 371. Ibídem, p. 371.


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contenía también la promesa de grados militares que les conferiría posteriormente Mitre, quien —aseguraba— asumiría el mando supremo luego de golpes similares en todo el país. La revolución debía estallar en la madrugada del 27 de junio, al grito de «¡Viva el general Mitre y viva D. Nabor Córdoba, amigo de los artesanos!». Pero ocurrió que Garrocho y Mendía denunciaron el complot al gobierno. Fueron arrestados Marcelino Segundo de la Rosa y Federico Barquet, pero la orden de prisión contra Córdoba no pudo cumplirse, ya que éste se asiló en Santiago del Estero.150 Según La Razón, los sediciosos estaban solos y sin ninguna posibilidad de que los nacionalistas de Tucumán los apoyaran: «¿No saben los conspiradores que los pocos mitristas de buena fe que hay en Tucumán, como los Sres. Méndez, Cossio y Esteves, son los primeros en reprochar un movimiento sedicioso?».151 1874. Medidas de control del gobierno. Fin de la crisis nacional, con Avellaneda presidente Todos estos acontecimientos (donde repercutía, por cierto, el clima inminente de revuelta que ya imperaba en Buenos Aires, en protesta por el triunfo electoral de Nicolás Avellaneda) movieron al gobernador López a volver a llamar a ejercicios doctrinales a la Guardia Nacional (julio de 1874), mientras llegaba a Tucumán el Regimiento 12 de línea, al mando del teniente coronel Napoleón Uriburu, «a los efectos tuitivos que los próximos sucesos podían exigir», según comenta Groussac.152 Uriburu tenía a su cargo igualmente la jefatura de las fuerzas movilizadas y concentró en Tucumán, no solo a la Guardia Nacional local, sino también a 500 hombres de la de Jujuy.153 El 24-IX empezaba la revolución en Buenos Aires. Si bien Tucumán permaneció totalmente tranquila, hubo temores —que se revelaron luego infundados— de que algo ocurriera por el lado de Santiago, dadas las sabidas simpatías mitristas de esa provincia.

Ibídem, p. 371. Ibídem, p. 371. 152 Groussac, Los que pasaban… cit., pp. 191, 193-196. 153 De Belisario López-Pedro Uriburu, a la Sala, Tucumán, XII-1874, en: Cordeiro y Viale, Compilación… VI, cit., p. 7. 150 151


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Según el gobernador López, desde que Nabor Córdoba y los suyos se refugiaron en el feudo de los Taboada, se hizo Santiago «el centro de conspiración permanente». Así se lo decía en violenta nota al gobernador Absalón Ibarra. Le recordaba esos antecedentes, afirmando que el ocurrir en Buenos Aires la revolución de septiembre de 1874, «desaparecen de esta ciudad dos individuos sindicados como agentes revolucionarios; estos individuos se asilan en la provincia de Santiago, en Mansupa, cerca de la línea divisoria, y desde allí se entretienen en interceptar la comunicación telegráfica; estos mismos, hasta ahora, permanecen allá siendo los consejeros y directores del Comandante del lugar, y en correspondencia con V.E., jactándose además de ser los autores de los desperfectos que se hacen en el telégrafo, que interrumpen la correspondencia; una partida compuesta de hombres de Santiago, armados por el Mayor del Regimiento de Río Hondo, invade esta Provincia, y cuando el Gobierno de Tucumán reclama del V.E. medidas que garantan la seguridad de que de Santiago no pasarán partidas armadas, V.E. tan solo se contenta con protestar en términos generales.154 El 10-X, estando ya declarado en estado de sitio en el país, López prohibía por decreto la salida de todo habitante de la Provincia sin permiso escrito, permiso que también requería para trasladarse de un departamento a otro; igualmente, estaba vedado sacar hacienda de cualquier género (la que luego sería declarada, además, «artículo de guerra») y establecía la obligatoriedad, para todo recién llegado, de presentarse en 24 horas a la policía.155 El 12-X, día en que asumió Nicolás Avellaneda la presidencia de la República, con Mariano Acosta como vice, el Gobierno de Tucumán decretó feriado e hizo celebrar un Tedéum en la Matriz: desde el 11, la Guardia Nacional estaba acuartelada. López, además, publicó una proclama dirigida a todos los habitantes, donde destacaba el significado de «consagración de la voluntad popular» que tenía la asunción de Avellaneda, aclarando que «como no ha podido impedirse la realización de este hecho, ni por medio del crimen, ni de la violencia, también ningún partido, ningún individuo, será bastante poderoso para impedir que el Gobierno que se

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Páez de la Torre, «Aportes…» cit., p. 372. Decreto López-Uriburu, Tucumán, 10-X-1874 y 18-XI-1874, en: Cordeiro y Viale, Compilación… V, cit., pp. 427, 430. 155


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inaugura sea obedecido y acatado en toda la República». Celebraba la adhesión de Tucumán al orden constitucional y hacía votos para que los ciudadanos convocados a las armas fueran «dignos de los deberes que la patria demanda de vosotros».156 En diciembre, con el triunfo de Julio Argentino Roca en Santa Rosa (que le valió las palmas de general) la revolución de 1874 quedaba aplastada. El gobernador López dirigió una nueva proclama celebrando el acontecimiento, con especiales párrafos para la Guardia Nacional movilizada —de la ciudad y de Monteros—, que no había tenido ocasión de combatir.157 El mandatario tucumano había sido fiel sostén de la postura presidencial. Inclusive, apoyó las medidas de prevención de Catamarca, enviando 100 fusiles al gobierno.158 1875. Vuelve la tranquilidad. La hora del progreso Elegido el presidente y conjurada la revolución, la provincia de Tucumán entró provisoriamente en un período de gran tranquilidad. El avinagrado Pepe Posse escribía a Sarmiento en 1875, diciendo que «la pacificación, que ha llegado hasta el fastidio, trae entre sus trofeos la muerte del provincianismo». No era para menos, ya que se advertía un progreso general en todos los órdenes. La inmigración fluía hacia su territorio: en la última mitad de 1874, más de un centenar de profesores de primera enseñanza habían encontrado inmediata ocupación en Tucumán. Según las estimaciones del periodista español Salvador Alfonso, Tucumán recibía unos 100 inmigrantes por mes; en su capital se estaban construyendo entre 60 y 80 edificios, varios de altos, y era difícil lograr una casa de alquiler. Además, «los habitantes son extremo sociales, y empapados de las ideas que por todas partes va sembrando el cosmopolitismo, no se preocupan mucho de materias religiosas, dejando ese cuidado al bello sexo… el extranjero, que es el que ha de iniciar todo paso en

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Decreto López-Uriburu, Tucumán, 9-X-1874 y proclama 12-X, López, en: ibídem, pp. 426, 428-429. 157 Proclama, sin fecha, en: ibídem, pp. 432-433. 158 De Octaviano Navarro a Belisario López, Catamarca, 19-X-1874, en: Archivo Histórico de Tucumán, Sección Administrativa, CXXV, f. 108 y v.


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el camino del progreso, encuentra en Tucumán grata acogida». Y extranjeros eran también los hombres que llegaban, representando a las firmas inglesas o francesas (Fawcett y Preston, Fives Lille) para convencer a los propietarios de los ingenios azucareros que reemplazaran sus trapiches primitivos de palo —o hierro, en el mejor de los casos— por los nuevos a vapor. La inminente llegada del ferrocarril iba a permitir que esas maravillas se transportaran a 1.300 kilómetros del puerto de Buenos Aires. Las columnas de La Razón publicaban los avisos de estos representantes, que indicaba, unto a todo lo demás, el despuntar de los nuevos tiempos. Era la época de cambios, porque se renovaba todo: la vieja moneda, los viejos trapiches, la vieja manera educativa (con la fundación, que veremos enseguida, de la Escuela Normal y la Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Políticas), las viejas casas coloniales. En este proceso, parecían haberse acallado las pasiones políticas. La pacificación llevada «hasta el fastidio», que percibía Posse, se manifestaba, por 1875, en el extremo de que ni siquiera las elecciones municipales preocupaban al vecindario. La Razón se preguntaba, el 5-XII-1875: «¿Se han reunido siquiera para la designación de los candidatos? Triste es decirlo, pero la verdad es que su rol [el de la opinión] se ha reducido a expresar en los corrillos sus simpatías por tal o cual candidato. A la verdad que no puede ser más vituperable semejante conducta. Hoy no hay ninguna cuestión política de una trascendencia tal que observa por completo la atención pública. Los espíritus están completamente calmados y nadie se preocupa de otra cosa que de ideas de mejoras y adelantos. La política va perdiendo tanto su imperio que muchos hablan de ella como de un recuerdo».159 Acaso por eso el gobierno proyectó y obtuvo la derogación lisa y llana de la ley de imprenta de 1866.160 1875. Apatía política. Caen los Taboada Con todo, al gobernador Belisario López le preocupaba la abstención del mitrismo y de los alsinistas que no entraron en el P.A.N. Páez de la Torre, «Aportes…» cit., pp. 372-373. Ley promulgada López, Tucumán, 16-III-1874, en: Cordeiro y Viale, Compilación… V, cit., pp. 372-373. 159 160


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En su mensaje del 1°-I-1875 recordaba que, al principio todos estaban a favor de la candidatura Avellaneda, y que la unanimidad desapareció por acontecimientos políticos «de carácter meramente local». Deploraba que esos hombres se hubieran marginado, ya que «por su posición bien acentuada en nuestras luchas y su fortuna, ejercen no poca influencia en los destinos de esta Provincia». Se refería, sin duda, a los mitristas propietarios de ingenios azucareros importantes (nos referimos a aquellos que se maquinizarían desde 1876 en adelante): Juan Manuel Méndez (ingenio La Trinidad), Juan Crisóstomo Méndez (ingenio Concepción), doctor Vicente García (ingenio El Paraíso), Domingo J. García (ingenio San Andrés). Recordaba que, en la lucha presidencial, «cada uno de los candidatos, tuvo sus adherentes aquí; y sin embargo, cuando se presentó la ocasión de ejercitar el derecho de elección, esas fracciones, reconcentradas en sí mismas, se abstuvieron de toda participación en la lucha electoral, esperando que sucesos extraños vinieran a embarazar o hacer imposible la realización de voto del partido que, tanto en ésta como en las demás provincias, se presentaba en notable mayoría». López atribuía esa situación a la «carencia de hábitos republicanos», advirtiendo que había una forma malsana de hacer oposición, por parte de esos sectores: oposición que se reducía a murmurar de los actos de gobierno, desacreditarlos y no colaborar, pero todo eso sin presentarse ante la opinión con un programa definido. Se preguntaba: «¿qué significa esa abstención en el ejercicio de sus derechos, que contrasta con su preocupación en privado por la causa pública?».161 Por esa época, además, ocurría un acontecimiento importante: caía finalmente la dinastía de los Taboada. Si bien el general Antonino no participó en la revolución de 1874, había votado en contra de Avellaneda en el Colegio Electoral y su neutralización era fundamental para la tranquilidad en el Norte. Taboada había intentado presentar un nuevo rostro: la renuncia del gobernador Absalón Ibarra y su reemplazo por Octavio Gondra (quien, si era de su íntimo círculo, tenía la ventaja de ser amigo de Avellaneda). Pero de nada le valió.

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Páez de la Torre, «Aportes…» cit., pp. 373-374.


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Con el pretexto de controlar el comicio libre, entró en Santiago el Ejército Nacional, con los batallones del 9 de Infantería de Línea y el 6 de Caballería, al mando del coronel Octavio Olascoaga. Ante su proximidad, Gondra renunció y el 28-III-1875 se eligió gobernador a un no-taboadista, Gregorio Santillán, mientras se desataba una violenta persecución contra Antonino Taboada, quien debió exilarse en Tucumán. No saldría de allí hasta su muerte, ocurrida en 1883. Sus propiedades de Santiago fueron confiscadas y sus aliados arrestados y, en algunos casos, ultimados. Además, se violentó la tumba de su tío Juan Felipe Ibarra, y se intentó hacer lo mismo con la de don Manuel.162 1875. Cambios económicos. La caña se hace más atractiva. Exposiciones En 1875, expresa Donna J. Guy, llegaron a Tucumán los coletazos de la depresión ocasionada por el pánico internacional de 1873. Ello asestó un golpe violento a la antaño próspera industria de la curtiembre (de 45 establecimientos de 1874, en 1882 solo 25 pagaban la patente), y también al cultivo de cereales en la provincia, que quedó desalentado por el bajo precio del trigo pampeano. Esto llevó a que las regiones dedicadas a estas actividades se volcaran a la más remunerativa caña de azúcar. Así, los 54 molinos harineros empadronados en 1874, eran sólo 26 en 1880.163 La nueva ley de patentes de 1874 resolvió, también, gravar «la industria pecuaria, una de las más importantes de la Provincia», según el Mensaje del Poder Ejecutivo. Manifestaba el Gobierno que si no lo hacía hecho antes, era por el auge del cuatrerismo, destinado a desaparecer ahora por las comisarías bien dotadas y rentadas.164 El atractivo de la caña de azúcar era evidente. Como reflexiona la doctora Guy, la industria ganadera, el comercio y los cereales eran los rubros donde se surtía la recaudación impositiva provincial. Las sumas que en ese concepto debían pagarse, en el clima de

Alen Lascano, Los Taboada… cit., pp. 27-29. Donna J. Guy, Política azucarera argentina. Tucumán y la Generación del 80 (Tucumán, 1981), p. 20. 164 Mensaje y ley promulgada 27-I-1874, B. López – P. Rodríguez, en: Cordeiro y Viale, Compilación… cit., V, pp. 344-352. 162 163


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depresión, llevaron a que, al igual que los cerealeros, los hacendados y comerciantes «empezaran a mostrar interés en la industria azucarera, puesto que ofrecía beneficios relativamente altos, casi exentos de impuestos especiales».165 Es de observar, empero, que el impuesto sobre los cereales se suprimió en 1875.166 Añade Donna Guy que otro efecto de la depresión en Tucumán fue el desaliento a las facilidades bancarias. La sucursal del Banco de San Juan que, como vimos, se estableció en junio de 1872, se vio acomplejada de entrada por los problemas derivados de la moneda extranjera —única que circulaba en Tucumán— y cuyos principales inconvenientes eran «su valor fluctuante y la resistencia a aceptarla por parte de los comerciantes costeros».167 A pesar de estos nubarrones, Tucumán estuvo presente en las Exposiciones de Chile y Filadelfia, donde los productos de la Provincia obtuvieron varios premios. Se enviaron muestras de granos y semillas, madera de los árboles del territorio, cueros curtidos, monturas y accesorios del caballo, tejidos diversos, quesos de Tafí y de Raco, cigarrillos y cigarros, tabletas y chancacas, aguardiente, vino, dulces, hierbas medicinales, etcétera. Además, se presentaron las «vistas fotográficas» de la ciudad y alrededores, tomadas por Ángel Paganelli. También, algunos libros de edición tucumana: el flamante Código de Procedimientos, además de Provincia de Tucumán, de Arsenio Granillo y su Curso de Derecho Internacional Privado; un tomo de Paul Groussac, Los jesuítas en Tucumán (1873) y el del doctor Ángel M. Gordillo que le replicaba, Los jesuítas según las fuentes más puras de la historia (1873)…168 Los presupuestos de la provincia, a todo esto, iban creciendo lentamente durante el gobierno de López: el de 1874 fue de 224.019 pesos de gastos sobre 190.870 de recursos, y el de 1875, de 269.598 y 236.237, respectivamente.169

Guy, Política… cit., pp. 20-22. Mensaje y ley promulgada 23-I-1875, B. López – P. Uriburu, en: Cordeiro y Viale, Compilación… cit., VI, pp. 56-57. 167 GUY, Política… cit., pp. 21-22. 168 Antecedentes y listas, en: Cordeiro y Viale, Compilación… cit., VI, pp. 532-562. 169 Mensaje y ley promulgada B. López – P. Uriburu, 4-III-1874 y 26-IV-1875, en: ibídem, V, pp. 356-371 y V, pp. 82-99 respectivamente. 165 166


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1875. La Escuela Normal. La Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Políticas Por ley nacional del 6-X-1869, se había autorizado la instalación de la Escuela Normal de Tucumán. Recién seis años después pudo llevarse cabo. El 31-III-1875, un decreto del presidente Avellaneda la ponía en funcionamiento: ya contaba con el edificio propio (en la esquina de Muñecas y Mendoza actual donde, con alguna interrupción y nuevo local, funcionaría hasta nuestros días), ampliado por la empresa constructora Cánepa. Previamente, la Municipalidad —propietaria de la finca por cesión de la Provincia, cuando su instalación— había entregado el terreno a la Nación. Allí funcionaba la escuela Avellaneda.170 El nuevo establecimiento se inauguró el 25-V-1875, en una gran ceremonia donde disertó Paul Groussac, a la sazón Comisionado Nacional de Instrucción Pública. Su primer rector-organizador fue el norteamericano Jorge W. Stearns, que había dirigido la instalación de la Normal de Paraná.171 Puede inferirse la significación educativa del acontecimiento. Claro que, el mismo año, tenía lugar otra que, aunque pareciera de mayor aliento, no tendría la misma perduración. El 27-IX, la Sala sancionaba la ley de creación de «una Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Políticas que servirá de plantel a la Universidad Provincial que se fundará después en esta capital». Hasta que la Facultad pudiera tener una existencia independiente, se usarían el plan y el cuerpo docente de los «Cursos de Derecho» del Colegio Nacional, además de funcionar en su local. El doctor Benjamín Paz fue el comisionado organizador, y se integró un directorio constituido por el mismo Paz como rector; Uladislao Frías, vicerrector; Tiburcio López y Ángel Gordillo , censores titulares; Delfín Oliva e Ignacio Lobo, censores suplentes, y secretario Ángel Pereyra.172 Todo parecía sonreír a esta institución, con la cual Tucumán aspiraba, después de lograr el Colegio Nacional y la Escuela Normal, a la dignidad de sede universitaria. Pero la semilla no fructificaría, a pesar del entusiasmo inicial.

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Ordenanza del 28-X-1870, en Maciel, Digesto… cit., I, p. 490 y nota. Cerviño, «Contribución…» cit., pp. 94-97. Carlos Páez de la Torre (h), «Los Cursos Libres…» cit., pp. 97-98.


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El rector José Posse prestó todo el apoyo, desde el Colegio Nacional. Su establecimiento parecía más o menos tranquilo desde los disturbios de 1873,173 que lo obligaron a tener cerrada la casa varios meses, además de expulsar a varios alumnos «amotinados». O de las violentísimas polémicas que, en 1874, dieron lugar a la expulsión de Paul Groussac del cuerpo de profesores, aunque sin lograr desprestigiarlo, ya que Avellaneda lo nombró luego en un cargo jerárquicamente superior…174 Claro que, luego de su alejamiento del Colegio —y antes del cargo de comisionado— Groussac había recibido importantes compensaciones provinciales, por medio de las que, sin duda, el Gobierno buscaba, además, molestar a Posse, enrolado —para variar— en la oposición. Así, López había designado a Groussac primero presidente de la Comisión Central de Bibliotecas Populares, y luego le había confiado el control de la educación primaria, al ungirlo Jefe de la Inspección y Consejo de Instrucción Pública.175 1874-1875. Escuelas. La compra de la Casa de la Independencia Enfurecido, Posse escribió a Sarmiento: «…López es un pobre de espíritu, sumamente débil, sin ideas ni voluntad, a merced de los hombres que lo rodean, por consiguiente no me sorprende su perfidia…»176 En su último Mensaje, López informaba que se había creado en el ejercicio 1874 la cantidad de 8 escuelas que, agregadas a las 55 existentes, daban un total de 63 en toda la provincia, con una existencia general de 4.625 alumnos.177 Según el informe anexo 173 De José Posse al Ministro de Instrucción Pública, Tucumán 27-VIII-1873, en: Archivo Museo Sarmiento, Epistolario… II, cit., pp. 367-373. Un punto de vista muy distinto, en la nota al mismo ministro, de Federico Helguera-Eudoro Avellaneda, Tucumán, 27-IX-1873, en: Cordeiro y Viale, Compilación… V, cit., pp. 465-469. 174 Carlos Páez de la Torre (h), La cólera de la inteligencia. Una vida de Paul Groussac (Bs. As., 2005), pp. 59-60. 175 Decretos 7-I y 4-III-1874, B. López-P. Rodríguez, en: Cordeiro y Viale, Compilación… V, cit., pp. 341-342 y 371-372. 176 De J. Posse a D. F. Sarmiento, sin fecha, en: Archivo Museo Sarmiento, Epistolario… II, cit., p. 383. 177 Mensaje del gobernador B. López, diciembre 1874, en: Cordeiro y Viale, Compilación… VI, cit., p. 20.


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de Groussac, empezaban a reemplazarse ya los preceptores de formación deficiente por otros extranjeros, más capacitados, que la Comisión de Inmigración había derivado a Tucumán.178 El periodista Salvador Alfonso trazaba un entusiasta cuadro del progreso educativo de Tucumán en esa época: «…En los últimos cuatro meses más de 100 profesores de primera enseñanza, pedidos a la Comisión Central de Inmigración, han encontrado allí inmediata ocupación…»179 El 25-IV-1874, se firmaba la escritura de venta de la Casa Histórica de la Independencia al Gobierno de la Nación, adquisición autorizada desde 1869, por ley del Congreso. Sus propietarios, Gertrudis y Amalia Zavalía, Carmen Zavalía de López y el doctor Fernando S. Zavalía, se desprendieron del inmueble (que tenía ya el ruinoso estado que se advierte en la fotografía publicada en 1872 en Provincia de Tucumán, de Granillo), por 25.000 pesos. Pocos meses después, se sacaban a licitación180 las reparaciones necesarias para que allí funcionaran oficinas nacionales: el Juzgado Federal y Correos y Telégrafos. Desde agosto de 1874, los correos que antes costeaba la Provincia habían sido nacionalizados.181 Las reparaciones en el venerable edificio darían como resultado la modificación total del frente —sector donde además se derribaron las habitaciones— desapareciendo las famosas columnas retorcidas.182 1875. Los ejidos. El hospital de mujeres. Nace el Club Social. Se va Belisario López Por su parte, la Municipalidad sancionó un par de ordenanzas importantes en esta época: la que disponía la formación, en el Colegio Sarmiento, del «meridiano de la ciudad», con el cual deberían ser corregidas, para toda mensura en la jurisdicción, las brújulas de los agrimensores. Otra resolvió la rectificación de los ejidos de 178 179

De Paul Groussac al ministro Pedro Uriburu, 31-XII-1874, en: ibídem, p. 37. Salvador Alfonso, «De Tucumán a Buenos Aires», en: La Razón, Tucumán, 28-X-

1874. Decreto D. F. Sarmiento-U. Frías, Bs. As., 9-VI-1874, en: Cordeiro y Viale, Compilación… V, cit., p. 402. 181 Cfr. Mensaje cit., nota 177. 182 El contrato de reparación, con los constructores Berroa y Caminal, en: Cordeiro y Viale, Compilación… cit., pp. 563-568. 180


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la ciudad.183 Esta rectificación dio lugar, al año siguiente (cuando se discutió sobre el rumbo de entrada del ferrocarril) a una serie de polémicas entre los técnicos encargados, cuya mordaz vanidad corría pareja, sin duda, con lo módico de los conocimientos de más de uno.184 Puede contarse, en esta época, una novedad edilicia de importancia: en 1874, la Sociedad de Beneficencia, esforzadamente, había podido dar término al edificio del Hospital de Mujeres, poniéndolo en funcionamiento.185 El 30-V-1875, en la casa del doctor Miguel M. Nougués, se acordaba constituir el Club Social. La institución tendría larga vida, ya que se transformó, casi medio siglo después y fusionada con El Círculo, en el actual Jockey Club de Tucumán. Formalizado el 30 de ese mes, la sede del Club se ubicó en la primera cuadra de calle Muñecas. El presidente fundador fue el ex gobernador Juan Manuel Terán. Tras ocupar diversos locales, el Club Social adquiriría luego, como sede definitiva, la espléndida casa de don Juan Manuel Méndez, en la esquina sur de la vereda del Cabildo.186 Apoyando la idea del nuevo centro, había reflexionado La Razón: «Ya no hay aquí divisiones de partidos que hagan imposible el Club, como ha sucedido hasta la fecha; y si las hay, debe propenderse a que desaparezcan, porque ya no tienen razón de ser. Para conseguirlo, el medio más eficaz es establecer el proyectado Club Social, centro común a todas las opiniones, en donde deben ir a morir antiguas enemistades…»187 La administración de don Belisario López llegó a su fin un poco antes del término legal. La asamblea electoral eligió su sucesor, el 6-X-1875, al doctor Tiburcio Padilla, quien debía hacerse cargo en diciembre. Pero, el mismo día, López presentó su renuncia, que de inmediato fue aceptada. Expresaba que ya que la República estaba «tranquila» y designado su reemplazante, «mi espíritu recla-

183 Ordenanzas del 11-VIII-1874 y 1-I-1875, en: Maciel, Digesto… I, cit., pp. 317-318 y 138-140. 184 Constan en ibídem, pp. 143-167. 185 Cfr. Mensaje cit., nota 177, p. 28. 186 Carlos Páez de la Torre (h) Jockey Club de Tucumán. Su historia (Tucumán, 1987), pp. 13-27. 187 La Razón, Tucumán, 14-II-1875.


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ma el descanso y la tranquilidad y mis negocios casi abandonados, mis cuidados». Así, pues, Padilla juró su cargo el 10-X-1875.188 En el ministerio, fue designado el doctor Miguel M. Nougués, pero solo ocupó el cargo hasta finalizar el año. Lo reemplazaría el periodista Pedro Alurralde, fundador —con Lídoro J. Quinteros— del diario La Razón, y hasta entonces diputado al Congreso.

Elección, renuncia y aceptación, leyes y nota del 6-X-1875, en: Cordeiro y Viale, Compilación… VI, cit., pp. 142-145. 188


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La tierra del Arcángel* Nélida Beatriz Robledo

L

as primeras ciudades fundadas en el Tucumán, forman parte de aquellas «ciudades imaginarias a las que los conquistadores «representaron y dotaron de funciones a veces efímeras» (Glave: 1996:1). En esa fragilidad de la colonización, se explica la fundación de San Miguel de Tucumán en Ibatín, como expresión concreta de la utopía de Francisco de Aguirre, empeñado en crear una ciudad al pie de la quebrada, entre el llano y la sierra. Diego de Villarroel dio forma a la idea. Bajo la advocación del Príncipe de las milicias celestiales, el Arcángel San Miguel, que guiara al Pueblo de Dios hacia la Tierra Prometida, construyó con sus hombres y mujeres, la Nueva Tierra de Promisión, el lugar «elegido», donde la conquista quedara definitivamente consolidada. Y San Miguel, aquel en quien «estaba el nombre de Dios», será consagrado Patrono de la nueva ciudad, su custodio hasta el fin de los tiempos. El arcángel y los protectores En todas sus formas de representación, el arcángel «aparece vestido con ropas militares… empuñando una espada o blandiendo una lanza… con la que está por asestar mortal golpe a una figura

* La primera versión de este trabajo fue publicada en: XII Congreso Nacional de Arqueología Argentina organizado por la Facultad de Ciencias Naturales y Museo en el Centenario de la Universidad Nacional de La Plata. La Plata, Argentina, 22-26 de septiembre de 1997. Actas Tomo II. Editor: Cristina Diez Marín. 1999, págs. 460-471.


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San Miguel Arcángel. Templo San Francisco Tucumán.

demoníaca… derrotada a sus pies… un dragón o una enorme serpiente» (Cruz: 1992: 10). En su festividad se paseaba el estandarte real por las calles de la ciudad y luego se lo conducía hasta el altar mayor de la iglesia, donde permanecía durante la misa cantada y demás oficios religiosos. La imagen de San Miguel no pudo ser opacada, pero nuevas figuras tutelares surgieron en el proceso de construcción de la ciudad.


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Desde la temprana colonización, los milagros desempeñaron un papel significativo en la representación del poder español. El asalto a San Miguel en octubre de 1578, en el que se unieron los Yanaconas del llano y los Calchaquíes, constituyó un acontecimiento fértil en la producción del imaginario popular, tanto indígena como español. Por un lado, consagró como figura mítica al caudillo Yanacona Gualán, que dio el nombre al río Salí, en la parte en que su curso recibe los últimos afluentes tucumanos. La acción del Teniente de Gobernador, Don Gaspar de Medina, héroe de la jornada, que cual David «rompió… con animosa intrepidez por lo más espeso de los enemigos abriéndose camino con la muerte de muchos, hasta llegar a Gualán y segarle la cabeza» (Lozano: 1874: 338) se desvaneció en la memoria colectiva. La tradición explica «que corrió la seguridad y defensa de la ciudad por mano más poderosa que la de los hombres… pues en lo más ardiente del combate se dejaron ver en el aire los santos apóstoles Simón y Judas… poniendo… terror a los enemigos» (Lozano: cit. 339). Desde ese momento, los apóstoles fueron ungidos patrones tutelares de la ciudad. Los documentos de la época no aluden a este acontecimiento. Lozano atribuye la versión de estas apariciones a la invocación realizada por un fraile en vísperas de la festividad de los apóstoles, tradición recogida por el mercedario fray Juan de Puga en 1692, en una memoria sobre la labor de la orden en Tucumán. Esta vertiente señala que «al día siguiente preguntaron los indios por dos soldados que allá faltaban de los españoles, que eran los que habían hecho estrago… respondieron los españoles que esos no aparecían sino en las ocasiones… y han obrado muchísimos milagros, especialmente en tiempos de guerras». Ambos apóstoles se veneraban en una ermita a media legua de la ciudad, próxima a las rancherías de indios. El ataque coincidió con su festividad, el 28 de octubre. Las vísperas y antevísperas de los santos eran instrumentadas por el español para marcar los grandes acontecimientos y, con ellos, «la rítmica del tiempo» (Foucault: 1991: 153). Ante el desánimo general y la decisión de algunos vecinos de abandonar la ciudad, y mientras pedía auxilios a Santiago del Estero, Gaspar de Medina instó a la resistencia y animó a los vecinos recordándoles la ayuda recibida del cielo. Día y medio después llegaron los refuerzos, con cuya ayuda lograron terminar con los


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San Judas y San Simón. Iglesia Catedral de Tucumán.

últimos atacantes. Pero «el favor del cielo» con la intercesión de los apóstoles, continuó siendo el sustento de los vecinos. De esta manera, el Arcángel comenzó a compartir su liderazgo. Con el traslado de la ciudad a La Toma, «infestada de continuos


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rayos y tempestades», el cabildo procuró «buscar el patrocinio de los santos para que intercedan con nuestro Señor se sirva de ampararnos y librarnos de semejantes tormentas». Entonces el Vicario General insinuó: «elijamos por patrona y abogada a la gloriosa Santa Bárbara y al Señor San Jerónimo».1 Pero esta propuesta no prosperó. Hasta hoy, sólo los apóstoles comparten con el Arcángel el altar de la Catedral. Pero hubo lugar para otros protectores, vehiculizados a través de pretendidas visiones. En el imaginario tucumano guerreros vestidos de blanco aparecían amparando siempre al español, ante la mirada temerosa de los indios. Así adquirieron protagonismo, por ejemplo, el Apóstol Santiago, invocado ya en el Acta de Fundación como como «luz y espexo de las Españas», junto a San Antón, como posibles protectores en su entrada al Tucumán, de la familia de María de Plasencia, viuda de Don Gregorio Bazán, quien muriera en esa ocasión. María declaró que «…viendo muchos indios de guerra cerca de nosotros aunque no nos hacían mal y después decían los dichos indios que auían una figura blanca en el aire que le espantaua y amenazaua…» (Levillier: 1920: 225 y 282). «Un caballero en un caballo blanco que no conocían quien era» agregaba su esclavo Pedro Congo, quien pensaba que podría haber sido cualquiera de los dos santos, y sobre todo San Antón, a quien Da. María, su devota, había tomado por su abogado. Estas declaraciones, que constan en la Probanza de Méritos de Bazán, fueron reelaboradas en el siglo XIX (Soprano: 1889: 123) con los siguientes aditamentos: «vieron a una terrible figura vestida de blanco… defendiendo a las señoras, y amenazándolos con una mirada tan espantosa que nunca se atrevieron a llegarse». Los protectores se identificaban por sus vestiduras blancas y la mirada dura, irresistible, que constituía un arma poderosa. Pero no sólo guerreros aparecían en los cielos. Tucumán también tuvo una guerrera. Según una indiecita de Choya, «oyó en los aires fragor de armas y choque y… tropel de caballería, y en medio del estruendo y centelleo vio una radiante heroína montando un brioso caballo, con su broquel y adarga y coraza, con lanza en ristre AHT. Acta Capitular, 14-02-1687. Aún tiene vigencia una antigua invocación popular en días de tormentas eléctricas: «San Jerónimo Bendito, Santa Bárbara doncella, líbranos de este rayo y de esta centella». 1


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y la blonda cabellera ondeando al viento y a su lado…un terrible ginete en fogoso corcel y bien armado y los dos marchaban al poniente del Ambato… era Nuestra Señora del Valle». Esta tradición recogida por Soprano (pág. 352), manifiesta notables contradicciones señaladas ya por Lozano. La Virgen del Valle de Catamarca, virgen morena, que devendrá en «Virgen India» y despertará la devoción masiva de la población indígena, será la versión regional del culto a la Limpia Concepción que prendió en los más recónditos lugares de América. Su devoción trascenderá el ámbito oficial y se extenderá por toda la región. Estas apariciones se dieron en el marco del segundo alzamiento Calchaquí y sus receptores fueron los indígenas. Lorenzo, indio del Pueblo de Saujil, recordaba que su abuelo, el cacique Don Lorenzo Sapujil, le había contado que «visiblemente aparece a los indios la Santísima Virgen del Valle con tanta majestad y severidad, que de solo verle se helaban, y así acobardados se retiraban… y asimismo delante de la soberana Señora veían a un joven hermoso con vestidura blanca, coleto y broquel, haciendo destrozo con un alfanje… estaba aquel hermoso joven sobre un caballo blanco con plumaje en el sombrero, y que con increíble ligereza, tenía movimiento a todas partes… que era pública voz de los vencidos» (Soprano, cit.: 395). En las leyendas heroicas españolas, como el romance de la visión de Don Rodrigo, tan difundido en España a comienzos del siglo XVI, eran comunes las visiones, los anuncios, y «un paradisíaco vergel lleno de gentes blancas… que reverencian a una reina» (M. Pidal 1926: II, 10). En San Miguel, los Padres de la Compañía de Jesús registraron las visiones y apariciones en el aire que habían tenido los indios en las primeras décadas del siglo XVIII. Estas les servían de instrumento pedagógico en su tarea apostólica. La virgen, la cruz y los ángeles, eran los protagonistas de estas visiones. «En la doctrina católica los ángeles son auxiliares de la Providencia en la gobernación del Mundo»2 y este es el papel que les conceden el IV Concilio de Letrán de 1215 y el del Vaticano. Libros muy antiguos hacen referencia a los «ángeles protectores de las naciones…, entre éstos ángeles de la guarda de individuos y pueblos.3 2 3

Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana (1927). Tomo 5, pág. 520. Ídem.


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Estos ángeles protectores se corporizaban en imágenes que los vecinos exponían públicamente. En la procesión del Viernes Santo cada vecino feudatario tenía la obligación de sacar un ángel con sus insignias, «so pena de cuatro pesos aplicados para la obra de la acequia».4 Era una forma visible de reafirmar la protección divina evidenciada con las supuestas apariciones. La mujer que vino del cielo Con la fundación de San Miguel, el Arcángel tuvo a su lado una patrona, Nuestra Señora de la Encarnación. La vida religiosa de la comunidad española estaba signada por la presencia de María, «la reina de los cielos», cuya natividad era considerada «fiesta jurada de esta ciudad»5 pero no prendió en las devociones la patrona que acompañara al Arcángel. Luego del traslado de San Miguel, en 1687, Nuestra Señora de las Mercedes, patrona de la Orden Real de Redentores», cuyo culto se había iniciado con la fundación de la ciudad, fue ungida abogada de San Miguel. A nivel regional se impuso la virgen morena, la Virgen de los indios del Valle. En su afán de mostrar la «unidad del Plan Divino /con/ la intervención de la Virgen del Valle en toda la conquista del Tucumán» Soprano (p. 395) relaciona la fiesta de la Virgen con los sucesos de la Guerra Calchaquí: «esta epifanía estalló como un trueno». El 23 de setiembre de 1668, en la víspera del décimo aniversario del triunfo sobre Bohórquez, celebración que coincidía con la fiesta anual del Santísimo Nombre de María, acordada entre el clero y el cabildo, se llevaron ante la Virgen prisioneros Calchaquíes. Estos pretendieron huir al reconocer en la Virgen a la «terrible guerrera» que amparaba a los españoles y «cargaba tremenda sobre nuestra muchedumbre, sin herir ni matar, nos infundía pánico y nos echaba a rodar en fuga. Y ella misma a veces nos separaba del furor de los españoles para perdonar a nuestro total exterminio. La vimos en la barranca de este Río Grande cuando estábamos al punto de caer como tigres sobre el Santuario y el pueblo que 4 Archivo Histórico de Tucumán (en adelante, AHT). Sección Administrativa. Tomo II, f. 155. 5 1702. AHT. Actas Capitulares. Tomo II, f. 177.


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estaban sin defensa. La vimos en el Fuerte de San Bernardo… y ...en otros combates. Sin la intervención de ella, ni un solo español habría quedado vivo... Hablábamos de esta señora guerrera, pero no sabíamos explicar este misterio…» (Soprano: 373). Esta primera etapa de revelación de la Virgen a los indios se caracteriza por su imagen guerrera, pero en este último caso adquiere un matiz diferente, ya que inclina su benignidad tanto hacia los españoles como hacia los indios. Su portentosa intervención comienza a aplicarse también sobre los indios conversos, como el Cacique de Colpes, que se había criado con los jesuitas de Santa María. Don Lorenzo marchaba de Balasto a Tolombón portando un mensaje del Gobernador Mercado, «montaba un excelente caballo del mismo Nieva /y Castilla/, pero ella es mi Señora del Valle… la que me ha escudado… me ha amparado de las flechas y lanzas, y por sendas extraviadas que ni yo conocía, me ha guiado a vuestra presencia».6 Poco a poco las señales prodigiosas comenzaron a generalizarse. La paz del Valle Viejo en medio de la guerra, y la protección de sus hijos, entre los que no se habían registrado bajas, se consideraban nuevos portentos de la Virgen taumaturga. A ella se debía la rendición de los Hualfines, a los que «…. se les cortó la cuerda de todos los arcos» (pág. 355). Atraídos por esos poderes, desde diferentes lugares bajaban al Valle numerosos enfermos, «cojos, mancos, tullidos y de otros males. Todos salían… sanos…» (Ídem, p. 395). Sus prodigios se manifestaban también en otros aspectos de la vida cotidiana. Salazar, en cuya casa hospedaba a la imagen, había tendido en el patio el algodón cosechado para secarlo y blanquearlo. Al comenzar a incendiarse trajo la Virgen y entre ruegos la puso en el medio del fuego. El algodón se apagó y la imagen quedó intacta. La introducción de la imagen de Nuestra Señora de la Limpia Concepción en el Valle de Catamarca se debió posiblemente, a Don Luis de Medina y su mujer, Da, Isabel Bautista (G uzmán : 1985: 32, 33). La habrían llevado desde Mapoca y alrededor de 1600 le habrían construido una iglesia, la que habría quedado abandonada al morir Da. Isabel. Es posible que en tiempos de las incursiones 6 Coincide Lozano con el Informe Jurídico del nieto, de 1764, utilizado por Soprano (pág. 329).


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Copia de las primeras imágenes de la Virgen del Valle reproducidas por las hermanas Dominicas, Monasterio del Valle. Catamarca. Agradecimiento a Liliana Vitar y Flía.

indígenas alguien la trasladara a la gruta en donde fue encontrada por un indio que siguió a unas mujeres que llevaban una candela. De allí fue llevada a la casa de Juan de Salazar. Según la tradición, frecuentemente la Virgen se ausentaba de ella para volver a su gruta, traslación interpretada por los indios como voluntad de permanecer allí, junto a ellos. Pero un día, en la casa de Salazar donde se había agolpado mucha gente, y para convencerla de que la Virgen aprobaba el nuevo lugar que la hospedaba, una blanca gritó: «¡Milagro! ¡Milagro! La Virgen sonríe y despide luz de sus ojos… y toda la concurrencia /repetía /…. ¡Milagro! ¡Milagro!» (Soprano: 214) Una forma de manipular la mente y el corazón de los devotos.


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La veneración a la Virgen condujo a algunos devotos a instituirle un servidor. En 1569, Micaela Sánchez donó «una negrita llamada Francisca… para el servicio de la santa imagen y su capilla por haberme dado… salud…». Francisca debía dedicar su vida a la Virgen, dado que la precaución de Micaela la llevó a establecer en su testamento «que ningún mayordomo de la dicha capilla e imagen la pueda vender… y al punto que la vendiera, es mi voluntad que quede libre».7 Las adversidades daban lugar a la movilización de las conciencias y a alguna forma de instrumentar el «respaldo celestial». En 1719, ante el asedio constante de los mocovíes, la Virgen, esta vez bajo la advocación del Rosario, se manifestó mediante «señales milagrosas… en el pago de Monteros». Sus destinatarias fueron, una vez más, un grupo de devotas que iban a «colocarle una lámpara y rogar para que favoreciese a los soldados que salían de campaña».8 La imagen estaba «en un rancho por haberse arruinado su capilla… empezó a sudar habiendo durado aquel sudor desde el lunes 29 de mayo hasta el miércoles…tan copioso que bañó todo el vestido y el pie del cajón donde estaba».9 Se movilizaron religiosos de todas las órdenes: el Padre Guardián del Convento de San Francisco, El Padre Juan de Montigo de la Compañía de Jesús, misionero de Miraflores, y hasta el Visitador Don Diego de Alderete, que fueron testigos del acontecimiento. Desde Salta, el Gobernador Juan de Urízar Arespacochaga se hizo eco de las noticias y opinaba que «esas señales milagrosas de que por tales se deben tener las referidas… han sido siempre avisos que la soberana piedad de Nuestra Señora ha dado benigna a los hombres para que en mudando nuestros yerros con arrepentimiento y verdadera penitencia aplicar la ira de Dios…/y mandó / que se hagan públicas rogativas, procesiones.10 La tradición dominica afirma que la imagen de Nuestra Señora del Rosario pertenecía a la india Juana Paya,11 a quien su marido se la había traído del Perú. La india la había dejado en la iglesia de la Compañía. Pero un día se enfermó gravemente y se le apareció la Documentos Relativos a... págs. 77-79., testamento de Micaela Sánchez. AHT. Actas Capitulares, vol. III, f.50. 9 Ídem. 10 Ídem. 11 Según Lizondo Borda (Com. Clases de Historia Argentina I): Paya, que acompaña al nombre de la india Juana, designa su pertenencia a la dinastía Inca. 7 8

larrouy, a.:


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Virgen del Valle. Catedral de Catamarca.

misma virgen diciéndole que «cogiese unos cadillos que llaman de la Virgen y que tostadas estas hierbas, pisadas y después cernidas en un cedacito, las tomase en agua tibia, y… echaría una postema que tenía anteriormente… para que crean que te he dado este remedio te daré señas de esta verdad… mi vestido estará húmedo con el rocío del camino y contendrá los cadillos…el Padre Prada…


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halló que no solamente tenía las señas, sino… hilos de la manta de la india /la que /sanó».12 Esta tradición nos muestra la convergencia de la Virgen cristiana y de prácticas indígenas propias de la hechicería. «La pedagogía jesuita de lo imaginario se aplica… a los registros más diversos» (Gruzinski: 1991: 197). Eran los tiempos posteriores al traslado de San Miguel a La Toma, en que desde el Cabildo se hacían constantes llamados a los feudatarios y sus servidores para que en las festividades religiosas abandonaran el campo y participaran activamente en los oficios divinos. La ira de Dios Como conformante del imaginario, el «castigo divino» adoptó la forma de «castigo espectáculo» (Foucault: 1991: 17). Ante el asesinato de un fraile, «no dejó la justicia divina sin el merecido castigo esta enorme maldad»,13 ya que sobre sus actores intelectuales, que habían sido indultados, «cayó… un rayo que dejó a ambos… reducidos a cenizas...». A nivel colectivo, Esteco fue el símbolo del castigo divino. La tradición muestra que desde sus primeros tiempos de opulencia llevaba impreso el estigma de la maldición, atribuida a Francisco Solano, aquel que, como Santo Tomás en otros lugares de América, dejara impresa su huella en Trancas. Hasta hoy «se recuerda» que al ver tanto vicio y opulencia, sentenciara: «Salta saltará; /Tucumán florecerá; /Esteco se hundirá». Pero Reyes Gajardo demuestra que en la época en que se le atribuye este designio, Francisco Solano no se encontraba en Talavera de Madrid de las Juntas, por donde habría pasado en 1603. La «fabulosa Esteco, que surge de la tradición oral posterior al terremoto de 1692, se originó en las afirmaciones de Lozano: andaban «herrados los caballos con herraduras de plata… y talvez de oro» (p. 235). El imaginario cree ver en los atardeceres la imagen de una mujer, con su hijo en brazos, mirando hacia el lugar donde estuviera la ciudad. La versión local de la mujer de Lot, 12 13

Furlong, G.: Entre los Lules, pág. 69. AHT. Actas Capitulares, vol. III, f.50.


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habría quedado convertida en piedra por no seguir la advertencia del santo de no mirar atrás. Conclusión A lo largo del siglo que se extiende entre la fundación de San Miguel de Tucumán y su traslado a La Toma, personajes bíblicos o de la hagiografía europea, el castigo divino y las festividades religiosas, constituyeron los elementos fundamentales en la producción del imaginario local. La riqueza de la imagen de lo cristiano aportada por los conquistadores se recrea y reelabora en imágenes y palabras producto del maravilloso local, y da lugar a una creación compleja y colectiva, que en muchos casos perdura hasta hoy, envuelta en nuevos añadidos. Fuentes Originales: Archivo Histórico de Tucumán: Actas Capitulares y Sección Administrativa. Éditas: Levillier, Roberto (1920): Gobernación del Tucumán. Probanzas de Méritos y Servicios de los conquistadores. Documentos del Archivo de Indias. Tomo II, 1583-1600. Colección de Publicaciones Históricas de la Biblioteca del Congreso Argentino. Madrid. (1920): Gobernación del Tucumán. Papeles de Gobernadores en el siglo XVI; ídem. Lizondo Borda, Manuel (introducción y comentarios): Documentos Coloniales Relativos a San Miguel de Tucumán y a la Gobernación del Tucumán. S.I, vol. I. Publicación de la Junta Conservadora del AHT. Bs. As., 1936. Lozano, p.: Historia de la Conquista del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán. Imp. Popular. Buenos Aires. Tomo cuarto. 1874. Menéndez Pidal, M. (comp.): Floresta de Leyendas Heroicas Españolas, tomo II. Cl s. Castellanos. Ediciones de La Lectura, Madrid. 1926.


N. B. Robledo, «La tierra del Arcángel»

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J. Terán Molina, «Don Florencio Sal y Texero (Primera parte)»

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Don Florencio Sal y Texero. Aportes para su historia y genealogía — Primera parte — Justino Terán Molina

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Introducción

ste trabajo de investigación son aportes para la genealogía y trayectoria de esta familia, a través del linaje fundado por D. Florencio Sal y Texero a través de sus tres matrimonios. Dichos enlaces lo fueron con damas pertenecientes a familias de antigua prosapia y descendientes de los primeros conquistadores, fundadores y pobladores de esta región. Previamente debemos aclarar que por reglas internas de nuestra Junta, los trabajos no deben exceder de cierta cantidad de páginas, por lo que nos circunscribimos no solo a dividir en dos partes el presente trabajo, sino realizar algunas síntesis en partes de su desarrollo. D. Florencio, escribano de larga trayectoria, gran parte de la historia de esta provincia pasó por sus manos a través de documentos. Destacamos que otros descendientes de la familia se dedicaron a esta profesión, como ser D. Agustín Sal Sobrecasas, D. José Agustín (Segundo) Sal García, D. Pedro Gregorio Sal García, D. Emilio Sal Romano, D. Adolfo Sal García y D. Bernabé Palma Sal, además de tenerse en cuenta que entre los ascendientes por rama colateral se encuentra al Escribano de Cabildo D. Francisco Javier de Villavieja. Por ello, sirva también como un aporte para la bio-genealogía


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de los notarios locales. En esta genealogía encontramos a políticos, diputados y senadores provinciales y nacionales, ministros, guerreros, Intendentes Municipales y Gobernadores. También tuvieron relevancia en las actividades agropecuarias, primordial ocupación de la clase dirigente en estos últimos siglos, aunque luego muchos de sus integrantes se volcaran a la industria azucarera, cosa que no ocurrió prácticamente con la familia Sal. Actualmente los descendientes se encuentran además de Tucumán, Santiago del Estero, Córdoba, Santa Fe, Capital Federal y La Plata, además radicados en el extranjero, como ser Suiza, Estados Unidos, etc. Las calles de Tucumán, recuerda a uno de los vástagos de este linaje, a D. Pedro Gregorio Sal. Habría que incentivar que se bautice una calle con el nombre de nuestro principal genearca. Nuestro interés de investigación por esta familia se origina desde adolescente en el seno familiar, cuando se recordaba algunos ascendientes y producía nuestra curiosidad la repetición de apellidos -dado por mis bisabuelas paternas maternas Da. Silvia Sal García esposa de D. Octavio Terán Silva y de Da. Dolores Sal García esposa de D. Justino Posse Posse.1 En cuanto al prestigio y trayectoria en algunas ramas, tiene su relación, por cuanto ocurre que en toda familia de relevante historial, algunas ramas sobresalen sobre otras, aunque todas devengan de un genearca común que tuviera importante actuación. Lo que también, a lo largo de los años, puede ocurrir el caso contrario, que ramas olvidadas o sin solemnidad alguna, luego alcancen un cierto reconocimiento y las otras devengan en la indiferencia. Por ello, la historia de esta familia no deja de ser también una investigación que pretende pueda servir también a los estudiosos de la historia, de la sociología, de las ciencias políticas e incluso a las ciencias médicas (longevidad, causas de fallecimiento, rasgos comunes, etc.). Respecto a la genética en sí, tomando al genotipo y al fenotipo como referentes, otro aspecto a tener en cuenta en este linaje, es el número de mellizos o gemelos registrados, además de lo que ha recogido la tradición y que no fueron inscriptos, por distintas circunstancias. Incluso esta característica se ha repetido por líneas naturales. Otra particularidad, es la longevidad de algunos No había en esa época casi nada sobre la historia de los Sal, salvo lo que publicáramos después como Bosquejos en Justino Terán, Guía Genealógica en el Milenium. Fuentes Genealógicas-Históricas. Tomo I. Buenos Aires. 2008. 1


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integrantes de la estirpe, falleciendo algunos de ellos pasadas las nueve décadas. Llama la atención la casualidad en la cantidad de matrimonios entre integrantes de la familia Sal con la familia Colombres, observando que ambas familias son originarias de la Villa de Llanes-Asturias. En las entrevistas llevadas a cabo, se ha observado que no pocos de ellos fueron coleccionistas de armas de fuego o aficionados por las armas en general. Como corolario, sabemos que el Gral. Roca -dada su amistad y sabiendo que era su afición-, le regala a D. Agustín Sal García, un par de fusiles Remington y un facón de plata. Para finalizar, en cuanto a la ortografía (grafía) en los apellidos, la transcribiremos siguiendo a la lexicografía actual. Genealogía I) Don Pedro Sal casado con Doña Manuela Texero, fallecidos en Villa de Llanes-Principado de Asturias en los Reinos de España. Villa que fuera creada en el S. XIII sobre otros pueblos. Mismos orígenes de los Colombres y los Thames. II) Don Florencio Sal y Texero, nacido por 1769, en la Villa de Llanes. Radicado en Tucumán a fines del Siglo XVIII, siendo prácticamente el fundador del apellido Sal. Tuvo larga y calificada descendencia. Esta se destacó principalmente en el S. XIX y hasta mediados del S. XX. El 29 de marzo de 1800, se le extiende Despacho de Escribano, en calidad de arrendatario, hasta que se resuelvan otros pedidos de interesados. Dicho expediente había comenzado el 22 de diciembre de 1798 y concluye en agosto de 1800 cuando se lo designa como Escribano Público y de Cabildo.2 En 1812, en vísperas de la gran Batalla, el gobernador Intendente Dr. D. Domingo García (luego serían consuegros) lo envía, como hombre de confianza que era a «las ciudades de abajo» en cumplimiento «de órdenes superiores».3 D. Florencio ya por 1812 había suprimido su apellido, quedando solamente Sal. En 1812 es uno de los europeos-españoles que 2 Archivo General de la Nación. Leg. 42.5. IX.–C 31–A7– N° 8 – Expte. 1234 – Nombramiento. 3 Carlos Páez de la Torre, (h). «37 Años de escribano». En: Diario La Gaceta. Tucumán. 16 de abril de 1994.


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juran lealtad, ante los nuevos acontecimientos. Por 1813, en virtud de lo resuelto por la Asamblea General Constituyente en cuanto a la obligación de los Escribanos de obtener carta de ciudadanía a los efectos de continuar ejerciendo su actividad, es de suponer, que obtiene su carta de ciudadano de las Provincias Unidas por esa fecha. Designado el mismo día de constitución del Tribunal de Concordia, 9 de marzo de 1812, se desempeñó como su Secretario hasta su disolución ocurrida en 1815. Ese mismo año quiso renunciar, aunque el Cabildo le rechaza la dimisión fundamentando que era sumamente necesario por «la práctica, instrucción, celo y fidelidad en el manejo de sus cargos».4 Este Tribunal, fueron integrados por principales vecinos e instauraba un nuevo orden jurídico que transformaba el sistema heredado. De origen americano actuaba como amigable componedor y para evitar futuros litigios funestos.5 Por 1829, era Escribano de Registro, Escribano del Tribunal de Justicia, de los tres juzgados de Primera Instancia, Diputación de Comercio, Diezmos y el público. Fue Ministro de la Tercera Orden de San Francisco en Tucumán, en el año 1811.6 En 1822 publicó «Poesías Sagradas».7 Al momento de testar, ya habían fallecido 4 hijos y 2 yernos. Su testamento lo redacta el 9 de Diciembre de 1834, sintiéndose débil y enfermo. Se desempeñó como Escribano hasta escasos meses antes de su muerte, firmando su última acta el 20 de octubre de 1836, en donde se advierte una rúbrica temblorosa, reveladora de un desmejoramiento de su salud. Fallece en San Miguel de Tucumán el 9 de Enero de 1837.8 Es uno de los Escribanos con más años de desempeño en la profesión en la historia de esa época y del notariado local. El gobernador interino D. Juan Bautista Paz, concedió el registro vacante a su hijo, D. Agustín Sal.

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Ibídem, «El escribano Sal». En: Diario La Gaceta. Tucumán. 24 de diciembre de

1999. 5 Ramón Leoni Pinto, El Tribunal de Concordia de Tucumán (1812-1815). En: Junta de Estudios Históricos de Tucumán. Rev. Nº 9. Tucumán. 1997. 6 Enrique Udaondo, Crónica histórica de la Venerable Orden Tercera de San Francisco en la República Argentina. Buenos Aires. 1920. 7 María Isabel Costilla, Biobibliografía de escritores de Tucumán. En: Dirección General de Cultura. Depto. de Literatura. Tucumán. 1983. 8 Libro de Defunciones de la Catedral. Tomo 7 Folio 97.


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Don Florencio Sal y Texero9 se casó tres veces, en primeras nupcias con Doña María Isabel Zelarayán (con quien tuvo 3 hijos, con descendencia), en segundas con Doña Manuela Aráoz (con quien tuvo 4 hijos con descendencia) y la tercera con Doña Josefa Fermina Díaz de Sobrecasas (con quien tuvo 8 hijos con amplia descendencia). De dichos matrimonios hubo 15 hijos, que fueron: Matrimonio Sal – Zelarayán En primeras nupcias, Don Florencio Sal y Texero con Doña María Isabel Zelarayán, la que era hija de Don José Matías Zelarayán (antes Celayarán o Celarayán), vecino del paraje de Simoca del curato de Monteros y de Doña Josefa Argañarás y Murguía. Nieta paterna del Sargento Mayor Don Matías de Zelarayán y de Doña N. González Navarro. Bisnieta paterna paterna del Capitán D. Ignacio de Zelarayán, Regidor, Alcalde, Tesorero y Administrador de la Real Hacienda y de Doña Ana Bayón de la Torre y bisnieta paterna materna de Cap. Don Antonio González y de Doña Bartolina Navarro. Por la rama materna, Da. Isabel Zelarayán, era nieta del Sargento Mayor D. Pedro Luis de Argañarás y Murguía, Procurador General y Alcalde de la Santa Hermandad y de Da. Margarita de Abreu y Figueroa. Estos a su vez, respectivamente, eran hijos del Maestre de Campo D. Martín de Argañarás y Murguía y de Da. Juliana de Carranza y Luna, y del Cap. D. Francisco de Abreu y

9 Archivo Histórico de Tucumán, Sección Administrativa – Vol. 22, Fº 415/16, del Censo de 1812, extraemos: «Don Florencio Sal, de 43 años, casado, escribano, montañés. Da. Josefa Sobrecasas, su esposa, de 27 años, americana. José Manuel Sal, hijo, de 16 años, soltero, americano. Bernabé Antonio Sal, hijo, de 14 años, soltero, americano. María Sinforosa Sal, hija, de 11 años, soltera, americana. Benigno Sal, hijo, de 8 años, americano. María Juliana Sal, hija, de 5 años, americana y José Teodoro Sal, hijo, de 1 año». Así vemos que si bien Da. Josefa Sobrecasas es su tercera esposa, los hijos mencionados en el Censo son de sus tres matrimonios. Aquí cabe aclarar que al comenzar este trabajo pensábamos que D. Florencio se radica en Tucumán por 1798 y por esa fecha habría contraído matrimonio con Da. María Isabel Zelarayán, pero la aparición de este hijo, nacido por 1796, nos hace pensar que seguramente es hijo de este matrimonio y que su radicación es anterior o por el contrario, sea un hijo natural de éste. No obstante esta última suposición, lo consignamos como hijo de este matrimonio. Posteriormente no se conoce nada de este hijo y tampoco figura en el testamento de D. Florencio.


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Figueroa y Da. Margarita de Aragón. Todos descendientes de los primeros conquistadores, fundadores y pobladores del Tucumán. Da. Isabel Zelarayán fallece el 3 de Agosto de 1801 de 26 años10 (posiblemente como consecuencia o por complicaciones habidas en el parto con su hija Sinforosa) y fue sepultada en la Iglesia Matriz. El matrimonio Sal- Zelarayán tuvieron a: 1.— Don José Manuel Sal Zelarayán, figura de 16 años en el Censo de 1812, es decir nacido por 1796. 2.— Don Bernabé Antonio Sal Zelarayán, a los tres días de nacido fue bautizado en la Catedral, el 11 de Septiembre de 1799.11 Según el Censo de 1812, figura de 14 años, cuando en realidad serían 13 años. Sus padrinos: D. José Ignacio Garmendia y Da. Elena Alurralde. (Estos eran cónyuges y fueron los padres, entre otros, del Gobernador D. Pedro Garmendia y de Da. María Luisa Garmendia de Pinto, la que fuera esposa, madre y suegra de Presidentes de Chile.12 3.— Doña María Sinforosa Sal Zelarayán, bautizada en la Catedral el 19 de julio de 180113 y fallece en Tucumán el 20 de Abril de 1868 a los 67 años de edad, siendo viuda.14 Se casó con Don Eusebio Palma,15 falleciendo en la «Hacienda de D. Juan Manuel de Rosas, en Buenos Aires» según lo expresa D. Florencio Sal en su testamento. D. Eusebio era hijo D. José Antonio de la Palma Lobatón —pariente del Brigadier D. Cornelio Saavedra—16 y de Da. María Gregoria Paliza Guevara.17 Libro de Defunciones de la Catedral. Tomo 4. Folio 95 vta. Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 5. Folio 148 vta. 12 El Gral. D. Francisco Antonio Pinto fue presidente de Chile, al igual que su hijo D. Aníbal Pinto Garmendia y su yerno el Gral. D. Manuel Bulnes casado con su hija Enriqueta Pinto Garmendia. Del casamiento de otra Pinto Garmendia, Da. Luisa con D. Ricardo Ariztía, desciende el actual presidente chileno D. Sebastián Piñera. 13 Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 6. Folio 197. En el Censo de 1812, equivocadamente el censista la hace figurar como Sinforoso y de sexo masculino. Estos datos y los demás, agradecemos a Luis Marcelo Zelarayán el proporcionarlos. 14 Libro de Defunciones de la Catedral. Tomo 11. Folio 20. 15 En dicho Censo aparece D. Eusebio Palma de 16 años. Dato proporcionado por Luis M. Zelarayán. 16 El presidente de la Junta de Mayo de 1810 era nieto de D. Bernardo Saavedra y de Da. Ana de la Palma. Esta era hermana de Juan de la Palma Lobatón, abuelo de D. José Antonio de la Palma Lobatón. 17 D. José Antonio aparece en el Censo de 1812, como comerciante y de 56 años, su esposa Da. Gregoria de 40 años, y su hijo Eusebio de 18 años, entre otros hijos. (AHT, 10 11


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Nieto paterno de D. Juan Martín de la Palma Lobatón y de Da. María Antonia de Balderrama Corvera18 (esta a su vez era hija D. Luis Velásquez Balderrama y de Da. Rosa Corvera). Nieto materno de D. Lorenzo de la Paliza y de Da. Bartholina Guevara. Bisnieto paterno paterno de D. Juan de la Palma Lobatón y del Pozo, hacendado y miembro del Cabildo porteño y de Da. Paula Gaete Bazán de Pedraza (estos a su vez eran hijos de D. Francisco de la Palma y Lobatón y de Da. Antonia del Pozo Silva y Garro y del Alcalde de Buenos Aires, D. Gerónimo de Gaete y Hurtado de Mendoza y de Da. María de Bazán y Tejada). Tataranieto del Capitán D. Francisco de la Palma Lobatón, nacido en Granada en 1656 y casado con Da. María Antonia de Pozo y Silva en Buenos Aires el 6 de Julio de 1689 (estos a su vez eran hijos, respectivamente, de D. Juan de la Palma y Da. María de Lobatón; y del Canciller de la Audiencia de Buenos Aires, D. Juan del Pozo Silva y de Da. Ana Garro de Arrechaga). Hijos del matrimonio Palma-Sal, fueron:19 A.— Doña Carlota Palma Sal, casada en primeras nupcias con Don Baltasar Montenegro y en segundas con Don Lucas Ibiri, guerrero en tiempos de Rosas. B.— Don José Ruperto Palma Sal, se casó en la Catedral el 11 de septiembre de 1858.20 con Doña Florencia Carrión Palavecino, hija de D. Blas y de Da. Pilar Palavecino, siendo sus testigos D. Jacinto Sosa y Da. Melchora Sobrecasas. D. José era dueño de la estancia Las Cuchillas. Descendencia: Palma Carrión, Montilla Palma, Fernández Palma, Fernández Palma-Bolster, FerSecc. Administrativa, Lº 22, Fº 389 – Cuartel de Sosa). Este matrimonio se realizó el 17 de Enero de 1789, en la Catedral (Tomo 3. Folio 17). Información gentilmente proporcionada por Luis Marcelo Zelarayán. 18 D. Juan Martín de la Palma contrajo matrimonio con Da. María Antonia Balderrama, en la Catedral, el 24 de Junio de 1757. Tomo 1. Folio 75. Información gentilmente proporcionada por Luis Marcelo Zelarayán. 19 Ventura Murga, «De la Palma». En: Centro de Estudios Genealógicos de Tucumán. Boletín Nº 3. Tucumán. 2003. 20 Libro de Matrimonios de la Catedral. Tomo 8. Folio 7. Dato proporcionado por Luis Marcelo Zelarayán, a quien agradecemos. También en «Los Nazar de Navarra» por Juan Nazar Boulin. En: Publicación Nº 2 Centro Estudios Históricos y Genealógicos «Gensnostra». Bs. As. 2006.


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nández Palma-Fernández Badía, Fernández Palma-Álvarez, Fernández Palma-Aguirre Balsategui, Fernández Palma-Castoldi, Fernández Palma-Rasmussen, PalmaMoscardelli, etc. C.— Don Bernabé Palma Sal, conocido Escribano de Tucumán,21 se casó en la Catedral el 28 de mayo de 186322 con Doña María Encarnación Salinas Helguero, hija de D. Pedro Salinas y de Da. Agueda Helguero, siendo sus testigos: D. Agustín Sal y su esposa Da. Silvia García. Tuvieron nueve hijos, la mayoría fallecieron infantes y los otros no tuvieron descendencia. Matrimonio Sal – Aráoz En segundas nupcias Don Florencio Sal y Texero, contrae matrimonio con Doña Manuela Aráoz, hija de D. Pedro Antonio Aráoz y Da. Francisca Antonia Núñez de Herrera. Nieta paterna del Gral. D. Diego Aráoz, Tesorero, Regidor, Alcalde Ordinario, Gobernador de Armas, Encomendero, etc. y de Da. Josefa de Paz y Figueroa. El General. D. Diego Aráoz era hijo del Capitán D. Nicolás de Aráoz y Bazán y de Da. Claudia Núñez de Ávila. Su esposa Da. Josefa de Paz y Figueroa era hija del Maestre de Campo D. Juan de Paz y Figueroa y de Da. Gregoria Ibáñez del Castrillo. Da. Manuela Aráoz, por la rama materna, era nieta del General. D. Pedro Nuñez de Herrera, Alférez Real, Regidor, Gobernador de las Armas, natural de la Villa de Rosa, en los Reinos de España, y de Da. Andrea Moreno Suárez de Cabrera. D. Pedro Nuñez de Herrera era h. de D. Pedro Nuñez y Da. María García de Herrera. A su vez, Da. Andrea era hija del Gral. D. Juan Moreno Briceño y de Da. Jerónima Suárez de Cabrera. Esta última, era hija del Capitán D. Andrés Suárez de Cabrera y de Da. Francisca de Cabrera y Mendoza, siendo nieta paterna del Capitán D. Antonio Suárez de

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En 1935, se publicó en «Leyes y Decretos vigentes», vol II, una nómina histórica del notariado tucumano, desde sus orígenes, en donde se consignaba: «Serie C - Bernabé PalmaAños 1886 a 1881». Reproducido en Reseña Histórica sobre el Notariado en la Provincia de Tucumán de Carlos Páez de la Torre (h). Colegio de Escribanos de Tucumán. 1993. pg. 75. 22 Libro de Matrimonios de la Catedral. Tomo 8. Folio 29. Dato gentilmente proporcionado por Luis Marcelo Zelarayán.


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Cabrera y de Da. Ana Ramírez de Velasco y nieta materna de D. Pedro de Cabrera y Mendoza y de Da. Jerónima de Oscariz Beaumont y Navarra. La mayoría de los precitados también descienden de los primeros conquistadores, fundadores y pobladores del Tucumán. Da. Manuela era hermana del Sacerdote Dr. D. Pedro Miguel Aráoz, Congresal de 1816 y pariente del Gob. Cnel. Bernabé Aráoz y del Dr. Juan Bautista Alberdi, entre otras muchas personalidades destacadas de dicha familia. Da. Manuela Aráoz fallece el 2 de Febrero de 1807, de 32 años y fue sepultada en la Iglesia Matriz.23 Firma dicha acta su hermano el Sacerdote Dr. D. Pedro Miguel Aráoz. El matrimonio Sal- Aráoz tuvo los siguientes hijos: 1.— Don Benigno José Sal Aráoz, bautizado de un día de edad en la Catedral, el 14 de Febrero de 1803.24 Padrinos.: D. Pedro Antonio Aráoz y Da. Mercedes Molina. 2.— Doña Vita Modesta Sal Aráoz bautizada el 16 de Junio de 1804 en la Catedral, de un día.25 Sus Padrinos fueron D. Manuel Posse y Da. Isabel García. Fallece el 5 de Julio de 1805 en S. M. de Tucumán. 3.— Don Pedro Antonio Sal Aráoz, le pusieron óleo y crisma en la Catedral el día 14 de Julio de 1805 en la Catedral, de 5 días de edad.26 Sus padrinos fueron D. Nicolás Molina y Da. Escolástica Aráoz. Se casa con Doña Bonifacia Romano (o Román), hija de D. Juan Pío Romano y Da. Victoria Escobar. Nieta paterna de D. José Lorenzo Romano y de Da. Josefa Gabriela Solorzano. Nieta materna de D. Bartolomé Escobar y de Da. Francisca Corbalán. Sus hijos fueron: A.— Don Emilio Felipe Sal Romano, bautizado en la Catedral el 7 de Mayo de 1836, de 7 días.27 Sus padrinos fueron D. Florencio Sal y Da. Victoria Escobar.

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Libro Libro Libro Libro Libro

de de de de de

Defunciones de la Catedral. Tomo 4. Folio 154. Bautismos de la Catedral. Tomo 9. Folio 17. Bautismos de la Catedral. Tomo 9. Folio 27. Bautismos de la Catedral. Libro 9. Folio 36. Bautismos de la Catedral. Tomo 11. Folio 66 vta.


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Escribano y político de actuación.28 Se dedicó al comercio antes de ser Escribano. Fue Comandante de Guardias Nacionales contra Felipe Varela en la Rioja. Fue varias veces miembro de la Legislatura de Tucumán, Ministro de Hacienda e Instrucción Pública en Abril de 1887 en la Gobernación de D. Juan Posse. En Marzo de 1893 fue elegido Senador Nacional. En 1906, asume la Intendencia Municipal de S. M. de Tucumán. Fue presidente del Club Social, centro de influencia no solo en lo social y económico, sino también en lo político. Retirado de las actividades políticas fallece en Tucumán el 8 de Septiembre de 1909. Contrajo matrimonio dos veces. En primeras nupcias con Doña Herminia Rodríguez y en segundas con Doña Angela Zavaleta, que veremos a continuación: En el matrimonio de Don Felipe Sal Romano con Doña Herminia Rodríguez, realizado en la Catedral el 18 de Mayo de 1868, 29 sus padrinos fueron D. Pastor Rodríguez y Da. Bonifacia Romano. Era hija de D. Pastor Rodríguez y Da. Isabel Oyuela. 30 Nieta paterna de D. Hermenegildo Rodríguez, Boticario del Ejército Auxiliar del Perú y de Da. María del Tránsito García Carrasco. Nieta materna del General D. José María de la Oyuela, gobernador de San Juan (1842-43), veterano de las invasiones inglesas y de la Independencia y de Da. Cleofás Laspiur, tucumana. Tuvieron estos hijos: a.— Doña Erminia Isabel Sal Rodríguez, oleada de 2 años en la Catedral, el 6 de Mayo de

28 Carlos Páez de la Torre (h). Personalidades en el olvido. Diario la Gaceta. Tucumán. 20 de abril de 1970, a quién también sigue Vicente O Cutolo, Nuevo diccionario biográfico argentino. 1750-1930. 6 Vols. Buenos Aires. 1968-80. 29 Libro de Matrimonio de la Catedral. Tomo 8. Folio 44. 30 Esta agraciada dama y su amor por quién luego fuera su esposo, luego de largos trámites para lograr autorización para casarse con él, ante la negativa de su padre el general José María de la Oyuela, fueron la inspiración de la famosa novela argentina Chavela de 1903 de Jorge Söhle. Para mayores datos, ver «Chavela», una joven resuelta y corajuda», de Carlos Páez de la Torre (h) En: Sección Tucumanos, diario La Gaceta, pg. 9. 24 de diciembre de 2011. Tucumán.


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187131 y fallecido el 27 de Agosto de 1922.32 Casada el 8 de Diciembre de 189733 con Don José Molina, y cuyos testigos fueron D. Jerónimo Helguera, D. Emidio Rodríguez, D. Emilio Sal y Da. Dolores Molina de Cainzo. D. José Molina era nacido el 11 de Junio de 1865 y bautizado el 11 de septiembre de 186634 y fallecido el 8 de Abril de 191135. Era hijo de D. José Ezequiel Molina Velarde y Da. Elvira Cossio Gramajo. Nieto paterno de D. José Miguel Molina Villafañe y de Da. Tránsito Velarde y nieto materno de D. Rufino Cossio y Da. Juana R. Gramajo Molina.36 b.— Doña María Emilia Sal Rodríguez, oleada en la Catedral el 6 de Mayo de 1871, de 6 meses.37 c.— Doña Carmen Bonifacia Sal Rodríguez, oleada el 26 de Marzo de 1874 en la Catedral, de 1 año y 9 meses de edad.38 d.— Don Emilio Sal Rodríguez, fallecido en Tucumán, de 5 años y 7 meses, el 7 de Noviembre de 1879.39 Don Felipe Sal Romano, luego al enviudar se casa con Doña Angela Zavaleta, en la Catedral el 18 de Diciembre de 1876.40 Era hija de D. Benito Zavaleta y Da. Manuela Vázquez. Da. Angela era viuda de D. Lucas Zavaleta Silva. Sus padrinos en el casamiento fueron D. Pedro Antonio Sal y Da.

Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 22. Folio 220 vta. Registro Civil. Libro 33. Folio 44 33 Libro de Matrimonios de la Catedral. Tomo 28. Folio 122 34 Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 20. Folio 54. 35 Registro Civil. Libro 85. Folio 779. 36 Los últimos datos los extrajimos de Los Molina Villafañe de Tucumán de José M. Fontan Gamarra y Ventura Murga. En: Bol. Nº 5 del Centro de Estudios Genealógicos de Tucumán. Tucumán. 2007. Pg. 137. En esta publicación aparece como Herminia y que fuera bautizada en la fecha consignada. Según nuestro relevamiento, es Erminia y en esa fecha fue oleada. 37 Bautismos de la Catedral. Libro 22. Folio 220 vta. 38 Bautismos de la Catedral. Libro 26. Folio 140. 39 Defunciones de la Catedral. Libro 17. Folio 445. 40 Libro de Matrimonios de la Catedral. Tomo 11. 7 Vta. 31 32


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Silvia García de Sal en representación de Da. Manuela Vázquez de Zavaleta. Da. Angela era nieta paterna del Gobernador D. Clemente Zavaleta y Da. Dolores Ruiz de Huidobro y nieta materna de D. Manuel Vázquez y Da. Angela Talavera (hermana del Gobernador D. Angel Arcadio Talavera). En el período 1878/80 presidió la Sociedad de Beneficencia de Tucumán. B.— Don Máximo Pío Sal Romano, bautizado el 9 de Septiembre de 1838 en la Catedral, de 8 días.41 Sus padrinos fueron D. Patricio Acuña y Da. Marta Romano. Se casó con Doña Carmen Beltrán y tuvieron estos hijos: a.— Doña Segunda Carmen Sabina Sal Beltrán, (sin confirmar, nacida el 28 octubre de 1865) b.— Doña Erminia Sal Beltrán, (nacido el 7 de abril de 1868) c.- Doña Máximo Crisóstomo de Jesús Sal Beltrán, (nacido el 27 de Enero de 1870) d.— Doña Ambrosia Bernandina Sal Beltrán, (nacida el 27 de enero de 1870) e.— Don Máximo Sal Beltrán, sin confirmar, nacido el 27 de octubre de 1873. f .— Doña Ambrosia Bernandina Sal Beltrán, (sin confirmar, nacida el 4 de diciembre de 1876). C.— Doña Tomasa Eloísa Sal Romano, bautizada el 24 de Abril de 1843 en la Catedral, de 4 días.42 Su madrina fue Da. Mercedes Alurralde. D.— Don Pedro Froilán Sal Romano, bautizado en la Catedral el 24 de Mayo de 1846, de 10 días.43 Padrinos: D. Agustín Sal y Da. Tránsito González. 41 42 43

Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 11. Folio 115. Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 13. Folio 136. Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 14. Folio 250 vta.


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E.— Doña Manuela Sal Romano, fallecida el 29 de agosto de 1876, de 29 años.44 F.— Don Juan Agníbal Sal Romano, bautizado el 30 de Julio de 1848 en la Catedral, de 8 días45. Su madrina fue Da. Josefa Sobrecasas. G.— Don Julio César Sal Romano, bautizado el 9 de Abril de 1850 en la Catedral, de 3 días.46 Su madrina fue Da. Mercedes Alurralde. H.— Don Tomás David Sal Romano, bautizado de 6 días en la Catedral el 14 de Enero de 1853.47 Sus padrinos: D. Eliseo Acuña y Da. Genuaria Acuña. Contrae matrimonio con Doña Argina Ahumada, hija de D. Máximo González de Ahumada y de Da. Felisa Aramburú. Nieta paterna del Coronel y guerrero de la Independencia D. Pedro González de Ahumada y de Da. María Nicasia Santos de León y Aramburú. Esta última era hija de D. Hilario Santos de León y de Da. María Teresa de Aramburú y Frías y por la rama materna era nieta de D. Nicolás Ignacio de Aramburú y Lisperguer y de Da. María Josefa Antonia de Frías de Escobar Castellanos, la que donara los terrenos para la fundación del pueblo e iglesia de Cafayate.48 Por los Lisperguer es descendiente del Conquistador y Fundador D. Francisco de Aguirre. El matrimonio Sal-Ahumada tuvo estos hijos: a.— Don César Ruperto Sal Ahumada, bautizado el 28 de marzo de 1875 en la Parroquia Nta. Sra. del Rosario de Cafayate. b.— Doña Manuela Marcelina Sal Ahumada, bautizada el 26 de enero de 1877 en la misma Parroquia y era nacida el 16 de enero de 1877.49

Libro de Defunciones de la Catedral. Tomo 15. Folio 319. Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 15. Folio 116. 46 Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 15. Folio 235. 47 Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 16. Folio 120. 48 Los Lea y Plaza. Señorío y Tradición del Valle del Calchaquí Salteño. Rodolfo Leandro Plaza. Salta. 2000 49 Parroquia Nuestra Señora del Rosario de Cafayate. Vol. 6 – Fº 3. 44 45


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c.— Don Tomás Sal Ahumada, bautizado en la Parroquia de Cafayate.50 d.— Doña Ángela Manuela Sal Ahumada, nació el 12 de noviembre de 1886 y bautizada en la Catedral el 29 de ese mes.51 Ps: D. Emilio Sal y Da. Angela Zavaleta, cónyuges. Fall. 1 de noviembre de 1890 de pulmonía. e.— Doña Victoria Natalia Sal Ahumada, nacida el 1 de diciembre de 1889 y bautizada el 27 de Diciembre de 1889 en la Catedral.52 Sus Padrinos: D. Mariano Viaña y su esposa Da. Esilda Sal de Viaña. Contrajo matrimonio en La Merced el 27 de agosto de 1925 con Don Feliciano Costas, comerciante, correntino, de 32 años, hijo de D. Ángel Costas y Da. Liberata Vallejos. D. Feliciano era viudo de Da. Clorinda Díaz. f.— Don Emilio Sal Ahumada, contrajo matrimonio de 26 años, el 14 de Diciembre de 1924 en la Merced con Doña Irene Miranda, de 20 años, hija de D. David Miranda y de Da. Mercedes Escobar, vecinos de Belén. I.— Don Florencio Fernando Pío Sal Romano, bautizado de 7 días el 10 de Enero de 1856.53 Sus padrinos fueron D. Patricio Acuña y Da. Marta Romano. Se casa en la Catedral,54 de 31 años, el 11 de Febrero de 1889 con Doña Liboria Albornoz, de 26 años, hija de D. Antonio Albornoz y Da. Juana Juárez, viuda de D. Julián Ovejero. Hijos: a.— Don Martín Bonifacio Sal Albornoz, bautizado en la Catedral el 2 de Diciembre de 1889,

50 Parroquia Nuestra Señora del Rosario de Cafayate. Vol. 6 – Fº 168. Este dato y el anterior fueron gentilmente proporcionados por el genealogista salteño Rodolfo Leandro Plaza Navamuel, a quién agradecemos. 51 Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 41. Folio 348. 52 Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 52. Folio 201. 53 Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 16. Folio 325 vta. 54 Libro de Matrimonios de la Catedral. Tomo 17. Folio 114.


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nacido el 11 de Noviembre del mismo año.55 Padrinos: Pbro. D. Avelino Pérez y Da. Lucinda Albornoz de Romano. b.— Doña Rita Herminia Sal Albornoz, nacida el 22 de Junio de 1891 y bautizada en la Catedral el 24 de Junio de dicho año. 56 Ps. Da. Lucinda Albornoz de Romano. Fallece de disentería el 14 de Febrero de 1893. c.— Doña Herminia del Carmen Sal Albornoz, nacida el 4 de Julio de 1893, bautizada el 15 de Agosto de ese año en la Catedral.57 Padrinos. Pbro. D. Avelino Pérez y Da. Solana Albornoz. En la Iglesia de La Merced, Parroquia de la Victoria, se casa el 10 de Diciembre de 1921 con Don Virgilio Martín de 24 años, hijo de D. José Martín y de Da. Josefa Jorge. En dicha partida matrimonial figura Da. Herminia como de 24 años. 4.— Doña María Juliana Sal Aráoz, bautizada de socorro en Tucumán, y con óleo y crisma en Monteros el 12 de Abril de 1807. 58 En el censo de 1812 figura de 5 años. Contrae matrimonio con Don José Gabriel Paz, nacido en Tucumán en 1794 y falleció el 19 de septiembre de 1864, testando el 22 de septiembre de 1859, hijo de D. Benito Paz y Da. (María) Jacinta Arrieta (estos se casaron en Chicligasta, el 30 de septiembre de 1792).59 Era nieto paterno de D. Juan José de Paz y de Da. Petronila de Quiroga y Aráoz y nieta materna de D. Jacinto de Arrieta y de Da. Pascuala González. Bisnieto paterno de D. Miguel de Paz y Figueroa, Sargento Mayor, Alcalde de la Santa Hermandad, Alcalde Ordinario de 2º Voto, Protector General de Indios, Defensor de Menores; y de Da. Ana de Zurita.60 Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 52. Folio 112. Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 59. Folio 220. 57 Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 67. Folio 368. 58 Libro de Bautismos de Parroquia del Rosario Monteros. Tomo 4. Folio 38 vta. Dato gentilmente proporcionado por Ventura Murga, a quién agradecemos. Dada la fecha de fallecimiento de su madre Da. Manuela Aráoz, es más que probable que su causal sea por consecuencias o complicaciones en el parto con su hija Da. María Juliana Sal Aráoz. 59 Alejandro Moyano Aliaga Don Jerónimo Luis de Cabrera. 1528-1574. 2003. 60 Ibídem. 55 56


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En la testamentaria de D. José G. Paz,61 aparece que su padre es de Santiago del Estero y su madre de San Miguel de Tucumán y consta también su segundo casamiento con Da. Luisa Alurralde, hija de D. José Alurralde y Da. Juana Sobrecasas, con quién tuvo 14 hijos. El matrimonio Paz Sal fueron padres de: A.— Doña Abigail Paz Sal, casó en Catedral en 185862 con Don Onofre Paz. B.— Don Pastor Paz Sal, industrial, que se casó en primeras nupcias en la Merced el 11 de Junio de 1874 con Doña Lucinda Zelarayán Lobo, hija de D. José Zelarayán y Da. María Jacoba Lobo. Con sucesión. En segundas nupcias, cuando D. Pastor tenía 60 años, contrajo matrimonio en la Catedral el 26 de Septiembre de 1889,63 «por encontrarse el pretendiente en artículo de muerte», con Doña Laurentina Leal Lobo, de 38 años, hija de D. Sandalio Leal y de Da. María Francisca Lobo, luego de otorgadas las dispensas correspondientes. Ps: D. Cirilo Gramajo y Da. Antonia Cajal. Fallece el 24 de Octubre de 1901 y según el Acta del R. Civil64 de 74 años. Matrimonio Sal – Sobrecasas En terceras nupcias, Don Florencio Sal y Texero contrae matrimonio en la Catedral el 12 de Marzo de 180865 con Doña Josefa Fermina Díaz de Sobrecasas,66 hija de D. Francisco Díaz de Sobre61 Archivo Histórico de Tucumán. Caja 224. Expte. 6 - Fs. 133 – Serie B. 17-05.1865. Información gentilmente proporcionada por Celia Avellaneda de Ibarreche, a la que agradecemos. 62 Matrimonios de la Catedral. Libro 8. Folio 14 vta. 63 Libro de Matrimonios de la Catedral. Tomo 18. Folio 13. 64 Registro Civil. Tomo 28. Folio 116 vta. 65 Libro de Matrimonios de la Catedral. Tomo 3. Folio 81. 66 En La Ciudad Arribeña de Julio P. Ávila, pg. 59 «D. Florencio Sal, español europeo (Montañés), de 43 años, ejercía el empleo de escribano público. (1812). Su esposa, Da. Josefa Fermina, aportó al matrimonio un haber de 321 pesos, según el siguiente detalle que su esposo constar en escritura pública. I pollera alepín, 16 pesos; I rebozo, baletilla negro, 7 pesos; I pollera de angaripola (Nota del autor: lienzo de varios colores), 6 pesos; 2 pei-


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casas y de Da. María Ladrón de Guevara. Dicha ceremonia fue bendecida por el sacerdote Dr. D. Pedro Miguel Aráoz. Da. Josefa era nieta materna de D. Vicente Ladrón de Guevara, natural de la Villa de Toledo en España y de Da. Francisca de Villavieja. Estos a su vez, respectivamente, eran hijos de D. Miguel Ladrón de Guevara y de Da. Francisca López Calderón de la Barca, también naturales de la Villa de Toledo; y de D. Francisco Javier de Villavieja, Escribano de Cabildo y de Da. Francisca González y Abreu. Da. Josefa, luego simplificado su apellido en Sobrecasas, aparece en el Censo de 1812 con 27 años, lo que hace suponer que era nacida por 1785. Se estima su fallecimiento en S. M. de Tucumán el 24 de Mayo de 1860. El matrimonio Sal-Sobrecasas, tuvo 8 hijos. En 1834, cuando testa D. Florencio, deja constancia que de esta unión tres de sus hijos fallecieron infantes, mencionando solamente a Agustín, Carmelo, Calixto, Florencio y Josefa. De los fallecidos infantes solamente pudimos encontrar a Juan José. Realizada la salvedad, nos referiremos a dicha prole: 1.— Don Juan José Sal Sobrecasas nacido el 8 de Febrero de 1810 y bautizado el mismo día en la Catedral.67 Ps.: D. Manuel Pérez y Da. María Ladrón de Guevara. 2.— Don José Teodoro Sal Sobrecasas, nacido por 1811.68 3.— Don Agustín Sal Sobrecasas, se casó en primeras nupcias con Doña Cleotilde (o Clotilde) García y García y en segundas nupcias con Doña Silvia García y García y siguen en III. 4.— Don Carmelo de la Cruz Sal Sobrecasas casó con Doña Ceferina Lobo y sigue en IV. 5.— Don Calixto Fortunato Sal Sobrecasas con Doña Lucinda Apestey, sigue en V.

netas carey y perlas, 25 pesos; I rosario granate con cruz de oro, 5 pesos; I gargantilla de perlas y conchas, 2 pesos; I par sábanas de elefante, 10 pesos; I colchón, 6 pesos; I catre tijera, 8 pesos; 1 mesa pié de cabra, 6 pesos; I paño de manos, bordado, 3 pesos; I caja con chapa, 7 pesos». 67 Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 9. Folio 100 vta. 68 En el censo de 1812 figura de 1 año, por lo que es de suponer que es nacido por 1811.


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6.— Don Florencio Pascasio Sal Sobrecasas casó con Doña Esilda Paz y sigue en VI. 7.— Doña Josefa Claudia Sal Sobrecasas, nacida por 1832, contrajo matrimonio en la Catedral el 12 de abril de 1852 69 con Don Rafael Carrión, comerciante, (nacido por 1829) hijo de D. Blas Carrión y Da. Pilar Palavecino. Se realizó mediante «procurador» que lo fue D. Pedro Antonio Sal. Testigos: D. Agustín Sal y Da. Bonifacia Romano. Fueron padres de: A.— Doña Dolores Carrión Sal, oleada el 3 Agosto de 1854 en la Catedral, de 4 meses.70 B.— Doña Ercilia Carrión Sal, oleada el 22 de Abril de 1858 en la Catedral, de 1 año y 10 meses.71 Confirmada en la Catedral el 8 de Junio de 1862.72 C.— Doña Josefa Hermenegilda Carrión Sal, bautizada el 22 de Abril de 1858 en la Catedral, de 9 días.73 Ps: D. Dionisio Huidobro y de Da. Ángela Peña. Confirmada en la Catedral el 8 de Junio de 1862.74 D.— Don Rafael Carrión Sal, con información de su bautismo el 22 de noviembre de 1860, de 7 meses en La Merced. E.— Doña Dalmira Carrión Sal, nacida por 1863. III.— Don Agustín Sal Sobrecasas. Escribano Público. Su padre, en su testamento lo menciona como José Agustín, nacido en 1816, figurando de la misma manera en muchos documentos, 75 incluso en su Acta de Defunción.76 En esta última figura que D. José Agustín Sal falleció a las tres de la tarde del 29 de agosto de 1906, de

Libro de Matrimonios de la Catedral. Tomo 5. Folio 5 vta. Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 16. Folio 209. 71 Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 17. Folio 14 vta. 72 Libro de Confirmación de la Catedral. Tomo 1. 73 Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 17. Folio 14 vta. 74 Libro de Confirmaciones de la Catedral. Tomo 1. 75 En su testamento también se menciona como José Agustín. Allí lega sumas a distintas iglesias y Hospital. 76 Acta de Defunción, gentilmente proporcionada por Juan Bautista García Posse, a quien agradecemos, por email de fecha 5-8-2009. Registro Civil – Capital – Secc. Defunciones. Tº 53 – Fº 163. Año 1906. Acta 1220. 69 70


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fiebre subcontinua palúdica, «…de noventa años, argentino, casado con Silvia García, Escribano Público…», domiciliado en Las Heras, séptima cuadra (hoy San Martín). En su poder se encontraba el antiguo armario, llamado el arcón, que se consideraba el archivo del Cabildo, de la época fundacional, en Ibatín.77 El Dr. Agustín de la Vega, primer Juez Federal en Tucumán, el 9 de noviembre de 1863 lo nombra Escribano de Actuación y Diligencia. En 1830 su padre D. Florencio Sal, le transfiere por escritura Pública las Escribanías.78 D. Agustín, se casó dos veces y tuvo un total de 18 hijos. La primera vez con Doña. Cleotilde García y García (o más conocida como Clotilde) y la segunda con Doña. Silvia García y García. Matrimonio Sal – García García (Clotilde) En primeras nupcias Don Agustín Sal Sobrecasas contrae matrimonio con Doña Clotilde García y García, oleada el 24 de enero de 1823 en la Iglesia Matriz de Catamarca, de 7 meses.79 Ps.: Don Miguel Pérez Padilla y Doña Josefa Figueroa, tucumanos. Contraen matrimonio en la Catedral el 26 de Noviembre de 1842.80 Ps.: D. Agapito Zavalía y Da. Cruz Díaz. Hubo dispensa por proclamas por justas causales y el impedimento de consanguinidad, seguramente por sus ascendencias Ladrón de Guevara y Villavieja. Da. Clotilde era hija del Gobernador de la Intendencia de Salta (al ocurrir la batalla de Tucumán en 1812 y que incluía a la Provincia de Tucumán además de las del Noroeste), D. Domingo José García (1765-1834), Doctor en Jurisprudencia de Chuquisiaca, Cabildante, Tte. Gobernador, Miembro de la Junta Provincial, Presidente del Tribunal de Justicia, Secretario de Belgrano, Coronel de la Independencia, revolucionario de Mayo,81 Ministro de la Venerable Orden Tercera de San Francisco,82 etc. y de su segunda esposa, Hoy se encuentra en el Salón de Jura y Ceremonias del Poder Judicial de Tucumán. AHT. Prot. Serie B – Año 1826. Fs. 8. Dato gentilmente proporcionado por Juan B. García Posse, a quién agradecemos. 79 Iglesia Matriz de Catamarca. Libro 12. Folio 34. Dato gentilmente proporcionado por Juan B. García Posse. 80 Libro de Matrimonios de la Catedral. Tomo 5. Folio 27 vta. 81 Ventura Murga, y Carlos Páez de la Torre (h), San Miguel de Tucumán: las calles y sus nombres, 2005. 82 Enrique. Udaondo, Crónica histórica de la Venerable Orden Tercera de San Francisco en la República Argentina. 1920. 77

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Da. Fortunata García (célebre por dar cristiana sepultura los restos del Mártir de Metán, D. Marco de Avellaneda), la que presidió la Sociedad de Beneficencia en el período 1864/65, siendo una de sus fundadoras. Da. Clotilde era nieta paterna de D. José García y de Da. Mariana Mercado, nieta materna de D. Calixto García de Valdés y de Da. Ma. Josefa Quinteros, bisnieta de D. José Gabriel García Pascual García de Valdés y de Da. Narcisa Ladrón de Guevara y Villavieja, y de D. Pedro Quintero y de Da. Francisca Borja Goycorrotea. Volviendo a D. Calixto García de Valdés, vemos que era nieto paterno del Sargento Mayor D. Lorenzo García de Valdés y de Da. Juana de la Lastra y nieto materno de D. Vicente Ladrón de Guevara y de Da. Francisca de Villavieja. Este Sargento Mayor D. Lorenzo García de Valdés era hijo de D. Salvador García de Valdés y de Da. Josefa Román, nieto paterno del Capitán D. Diego García de Valdés y de la Banda y de Da. Catalina de Medina y Montalvo, bisnieto del Capitán, Teniente de gobernador y Justicia Mayor D. Diego García de Valdés y de Da. Gerónima de Ovando y Tataranieto del Conquistador del Tucumán D. Bernabé García de Valdés y de Da. Magdalena Vázquez de Tapia.83 Da. Clotilde que fallece en Tucumán el 16 de Julio de 185384 de 32 años, era hermana del Gobernador Dr. D. Próspero García, que se verá más adelante. El matrimonio Sal García-García tuvieron estos hijos: 1.— Don José Agustín Sal García, oleado el 14 de Noviembre de 1843 en la Catedral de mes y medio de edad.85 Era conocido como Agustín Segundo, incluso así lo menciona su padre en el testamento. Sus padrinos: D. Antonio Gorostiaga y Da. Carmen Saravia. Escribano. Industrial. Político. Militar. Gran amigo del Gral. D. Julio A. Roca, desde la infancia. Ocupó reiteradamente bancas legislativas tanto en Diputados como en el Senado. Siendo Presidente de este cuerpo, fue una par de veces Gobernador Interino. Ejerció el periodismo. Se inició políticamente como oficial de los ejércitos de la provincia, en las épocas de la guerra civil. Estuvo en las bata83 Ventura Murga, «Miguel de Salas y Valdés». Centro de Estudios Genealógicos de Tucumán. Boletín N° 3. 2003. 84 Libro de Defunciones de la Catedral. Tomo 8. Folio 257 vta. 85 Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 14. Folio 31 vta.


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llas de El Manantial de Marlopa, donde los liberales fueron derrotados por los confederados y en la de El Ceibal, donde luchó bajo el mando del cura José María del Campo y recibió varias heridas.86 Era Presidente del Senado cuando fallece imprevistamente el Gobernador D. Benjamín Aráoz, el 28 de noviembre de 1895,87 razón por la cual asume como Gobernador de la Provincia hasta la entrega del mando a Lucas Córdoba. No obstante lo breve de su gestión, destacamos la promulgación de dos leyes, una la de adquirir el terreno para el ensanche de la entonces plaza Constitución —ubicada en El Bajo—, luego Plaza «Gral. Gregorio Aráoz de Lamadrid» y la otra que consistía en recompensar a la entonces jovencita Dolores Mora, por la donación de los cuadros de los gobernadores realizados en carbonilla, a la provincia. También mantuvo amistad con el Gral. Mitre. En el museo erigido en honor de este último, hay bastante correspondencia mantenida con D. Agustín. Fue uno de los principales dirigentes de la Unión Cívica Nacional en Tucumán. Incursionó en el periodismo, por cuanto muchas crónicas periodísticas llevan su firma. También ejerció la abogacía, habilitado por el gobierno —práctica usual en esos tiempos— y luego tuvo un prestigioso registro notarial. Fallece en Tucumán el 15 de Junio de 1902,88 siendo Senador Provincial. Se casó en la Catedral el 10 de Julio de 187889 con Da. María Vicenta Vázquez Lucero, hija del industrial D. Balbín Vázquez Talavera y Da. Enriqueta Lucero. Nieta paterna de D. Manuel Vázquez y de Da. Angela Talavera (hna. del Gobernador de Tucumán Dr. D. Ángel Arcadio Talavera). Nieta materna del Coronel. D. Cecilio Lucero. Da. Vicenta fallece el 12 de Octubre de 1926 en Córdoba. Sus hijos fueron:

86 La mayoría de lo biográfico lo hemos extraído de Carlos Páez de la torre, (h). Personalidades en el olvido. En: Diario la Gaceta. Tucumán. 29 de julio de 1968, a quién también sigue Vicente O. Cutolo, Nuevo diccionario biográfico argentino. 1750-1930. 6 Vols. Buenos Aires. As. 1968-80. 87 En esa fecha, traían los restos del Gral. Gregorio Aráoz de Lamadrid y en momentos que se realizaba el acto sucedió tan lamentable hecho. 88 Diario El Orden. 89 Libro de Matrimonios de la Catedral. Tomo 11. Folio 51.


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A.— Doña Clotilde Vicenta Sal Vázquez, oleada el 20 de Octubre de 1887 de 8 años y 7 meses en la Catedral,90 se casó el 18 de Noviembre de 1926 en la Merced con Don Pedro Gregorio Aráoz, de 42 años, hijo de D. Abraham Aráoz y Da. Rosario Padilla. B.— Da. Enriqueta Sal Vázquez, oleada el 20 de Octubre de 1887 en la Catedral de 7 años y 6 meses91 y se casó en la Merced el 26 de Julio de 1923 con Don Miguel Manso de 32 años, natural de Salerno, Italia. Hijo de D. Genaro Manso y Da. María Lofredo. Da. Enriqueta figura en el acta matrimonial como de 30 años. Su hijo fue: a.— D. Miguel Manso Sal. Fall. en Córdoba por 1999. C.— Don Agustín Sal Vázquez, el que se casó con Doña Rosa Esther Villagra y que sigue en III.1. D.— Don Vicente Julio Sal Vázquez. Sigue en III.2. E.— Doña Clementina Sal Vázquez, oleada el 17 de Octubre de 1888 en la Catedral y nacida el 26 de Agosto del mismo año.92 Padrinos: Dr. D. Próspero García y Da. Angela Vázquez. F.— Doña Julia Josefa Vicenta Sal Vázquez, oleada el 9 de noviembre de 1900 en la Catedral y era nacida el 20 de Mayo de 1890.93 G.— Doña Amalia Angela Sal Vázquez, fallecida de difteria en «Los Vázquez», de seis meses de edad y sepultada en el Cementerio del Oeste el 19 de Noviembre de 1890.94 Es Indudable que esta es melliza de la anterior.

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Bautismos de la Catedral. Tomo 42. Folio 306. Bautismos de la Catedral. Tomo 42. Folio 306. Bautismos de la Catedral. Tomo 46. Folio 149. Bautismos de la Catedral. Tomo 105. Folio 82. Defunciones de la Catedral. Tomo 45. Folio 166.


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2.— Doña Clementina Sal García oleada el 16 de noviembre de 1845, de 7 meses en la Catedral.95 Fue bautizada como Dorotea Clementina. Su casamiento se realizó el 12 de Junio de 1861 con el Dr. Don Próspero García en la Catedral.96 D. Próspero contrajo matrimonio mediante apoderado, que lo fue D. Agustín Sal. Es de suponer que alguna dificultad o su función como Diputado en Paraná, produjo alguna demora, lo que fue resuelto por matrimonio por poder, por medio de un representante. Ps.: Dr. D. Domingo García y Da. Elodia García. D. Próspero nació el 18 de Septiembre de 1826 y fue bautizado en la Catedral.97 Ps.: D. Pedro García y Da. Mariana García. Doctor en Jurisprudencia, graduado en Bs. As. En 1858 fue Ministro General del Gobierno del Dr. Marcos Paz. En 1860/61 fue Diputado en el Congreso de Paraná. También fue Ministro General de los gobiernos de D. José María del Campo y D. Benjamín Villafañe. Fue Fiscal y Asesor. Fue el primer Juez Federal en Santiago del Estero. También fue Diputado Nacional. En 1890 fue elegido Gobernador de Tucumán. En la agitada revolución de 1893 es derrocado, falleciendo al año siguiente, el 14 de Abril de 1894.98 D. Próspero era hijo del primer matrimonio del Dr. D. Domingo José García con Da. Fortunata García, ya mencionados. Dos calles de San Miguel de Tucumán recuerdan tanto el Dr. D. Domingo José García como su hijo el Dr. D. Próspero García. Da. Clementina era sobrina carnal de D. Próspero (véase cita 96). Ella fallece el 2 de Diciembre de 1876 de pulmonía en Tucumán:99 Sus hijos100 fueron:

Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 14. Folio 218 vta. Libro de Matrimonios de la Catedral. Tomo 8-9. Folio 24 vta. Hubo dispensa por impedimento de consaguinidad en segundo grado mixto con primero y también dispensadas las tres moniciones canónicas. 97 Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 10. 124 vta. 98 Ventura Murga, y Carlos Páez de la Torre (h), San Miguel de Tucumán: las calles y sus nombres.2005 99 Libro de Defunciones de la Catedral. Tomo 15. Folio 361. 100 La mayoría de estos datos fueron gentilmente aportados por Juan B. García Posse, a quién agradecemos. 95

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A.— Doña Eustaquia Clementina García Sal, nacida en diciembre de 1863 en Tucumán y oleada el 12 de abril de 1864.101 Sin sucesión. B.— Don Próspero García Sal, nacido en Santiago del Estero y oleado en la Iglesia Matriz de esa ciudad, el 7 de mayo de 1866,102 de edad de un año y tres meses. Ps.: Don Gaspar Taboada y Doña Mercedes Taboada. C.— Doña Cecilia Agustina García Sal, nacida en Santiago del Estero el 16 de abril de 1866 y oleada en la Iglesia Matriz de esa ciudad, el 7 de mayo de 1866.103 Ps.: Don Manuel Taboada y Doña Mercedes Taboada. D.— Doña Eloísa García Sal, n. en 1867 en Tucumán. E.— Doña Clementina de Jesús García Sal, nacida en mayo de 1867 oleada en la Catedral el 28 de mayo de 1868.104 F.— Doña María Amalia García Sal, oleada en la Catedral de 2 años y 6 meses, el 10 de noviembre de 1870.105 Se casó el 20 de noviembre de 1891106 con Don Samuel Lecaros, hijo de Don Ricardo Lecaros y de Doña Inés Sánchez Faulkner, de Chile, nieto de Don Ramón Lecaros Alcalde y de Doña Juana Vicuña Alcalde. Ps.: Don Próspero García y Eloísa García. Sus hijos fueron Don Jorge, Doña Lidia y Doña María Sara Lecaros.107 Con sucesión. G.— Doña Clotilde García Sal, nacida en 1870 en Tucumán y se casó en la Catedral el 18 de marzo de 1895 108 con Don Alfredo García García, hijo de D. Belfor García y Da. Fortunata García.

Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 19. Folio 64. Libro de Bautismos Matriz de Santiago del Estero Nuestra Señora del Carmen. Censo Nacional de 1895. 103 Libro de Bautismos Matriz de Santiago del Estero Nuestra Señora del Carmen. Censo Nacional de 1895. 104 Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 19. Folio 41. 105 Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 22. Folio 176. 106 Libro de Matrimonios de la Catedral. Tomo 20. Folio 168. 107 Censo Nacional de 1895. 108 Libro de Matrimonios de la Catedral. Tomo 25. Folio 31. 101

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H.— Doña Mercedes García Sal, oleada el 10 de noviembre de 1870 y nacida el 26 de agosto de 1870.109 Seguramente melliza de la anterior. I.— Doña Juana Pastora García Sal, nació el 26 de diciembre de 1871 y bautizada el 17 de enero de 1872. 110 Ps.: Don Agustín Sal, Doña Silvia García y Doña Visitación García de Wilde. Fallece 30 de enero de 1873.111 J.— Doña Pastora Clorinda García Sal, oleada en 1874 de 1 año y 6 meses. 112 Ps.: Don Domingo José García y Doña Eloisa García. K.— Don César García Sal, oleado el 10 de abril de 1882 de 7 años.113 L.— Don Adolfo Anselmo García Sal, escribano, nació el 20 de abril de 1876 y bautizado el mismo 30 en la Catedral.114 Ps.: Don Agustín Sal y Doña Silvia García. Se casó con Da. María Luisa Álvarez Cordeiro, hija de D. Javier Álvarez y Da. Fortunata Cordeiro, cordobeses. M.— Doña Cecilia Agustina García Sal, nacida en Santiago del Estero el 16 de abril de 1866 y oleada en la Iglesia Matriz de esa ciudad, el 7 de mayo de 1866.115 Ps.: Don Manuel Taboada y Doña Mercedes Taboada. 3.— Doña Cleotilde Sal García, oleada el 25 de septiembre de 1848, de 1 año, 10 meses y 22 días.116 Fallece el 6 de septiembre de 1866 en Tucumán. Su padre la menciona en el testamento como Javiera Clotilde. 4.— Don Jesús María Sal García nacido el 2 Mayo de 1850 y bautizado en la Catedral el 12 de Mayo de ese año.117 Ps.: Dr. D. José Fabián Ledesma y Da. Rosario Arocena. Fallece el 20 Noviembre de 1866. Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 22. Folio 176. Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 23. Folio 170, 111 Libro de Defunciones de la Catedral. Tomo 13. Folio 98 vta. 112 Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 26. Folio 124. 113 Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 35. Folio 189. 114 Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 29. Folio 127. 115 Libro de Bautismos Matriz de Santiago del Estero Nuestra Señora del Carmen. Censo Nacional de 1895. 116 Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 15. Folio 129. 117 Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 15. 240. 109 110


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5.— Doña Amalia Benjamina Sal García oleada el 13 de Agosto 1852, de 2 años y 4 meses en la Catedral.118 Confirmada en la misma el 9 de Junio de 1862.119 Matrimonio Sal – García García (Silvia) Luego de enviudar D. Agustín Sal Sobrecasas de Da. Clotilde García García, se casa el 16 de Junio de 1855 en la Catedral con Da. Silvia García y García,120 bautizada en la Catedral como Silvia Petrona, en febrero de 1838, de 23 días,121 hija del Coronel de la Independencia Argentina D. Pedro García Palacio (fallecido de enfermedad de costado,122 el 8 de septiembre de 1882 en su casa)123 y de Da. Mariana García Arroyo. Hubo dispensa por el impedimento en segundo grado de afinidad con atingencia al primero, dado los parentescos que surgen por su matrimonio anterior. Ps.: D. Manuel Paz. Da. Silvia integraba la Venerable Orden Tercera de San Francisco.124 Su padre, el Cnel. D. Pedro García nacido el 4 de diciembre de 1794 en Buenos Aires, se alista con solo 17 años a las milicias que se encontraban en la Banda Oriental, actuando en los dos sitios de Montevideo y en la batalla de Cerrito en 1812. Participó en varias batallas, en donde fue ascendiendo, llegando a Tucumán en 1815 con la División de Bruno Morón. Estuvo bajo las órdenes del Gral. Alejandro Heredia y luego con el Gral. Güemes. Arraigado en Tucumán creó el Batallón de «Cazadores de Orden» y otros escuadrones. Al pronunciarse contra Rosas tuvo que emigrar a Bolivia y Chile. Al volver, formó parte de la Liga del Norte y luego de la

Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 16. Folio 209 vta. Libro de Confirmaciones de la Catedral. Tomo 1. Aquí figura como de 9 años. 120 Libro de Matrimonios de la Catedral. Tomo 5. Folio 65 vta. 121 Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 12. Folio 62. 122 Es la pleuresía, siendo su característica un punzante dolor en el costado. Extraído de la Guía Genealógica en el Milenium. Parte General. Justino Terán, 2008. (Capítulo IVSistematización. Comprensión. Terminología) 123 Libro de Defunciones de la Catedral. Tomo 19. Folio 170. Dato proporcionado por Juan B. García Posse. Yaben en su Diccionario, del cual extrajimos su biografía, dice que fallece en Tucumán el 18 de setiembre de 1882. 124 Enrique Udaondo, Crónica histórica de la Venerable Orden Tercera de San Francisco en la República Argentina. 1920. 118 119


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batalla de Famaillá volvió a emigrar con tres de sus hijos (entre ellos, suponemos acertadamente que fue Silvia García García de Sal, gran matrona tucumana con 13 hijos). Luego de Caseros, Urquiza lo ascendió a Coronel y formó parte del Estado Mayor de Tucumán, nombrándolo Jefe del Batallón «Belgrano». Siguió ocupando cargos militares, siendo incluido en 1868 en la Lista de Guerreros de la Independencia. Da. Silvia García de Sal, era nieta paterna de D. Pedro García y Da. Antonia Palacio, porteños y nieta materna de los ya mencionados Dr. D. Domingo García y de Da. Maria Bernardina Arroyo, porteña. Interesante la genealogía de Da. María Bernardina Arroyo, 125 nacida en Buenos Aires, por cuanto con la misma se llega hasta los primeros pobladores y personalidades no sólo de la ciudad sino de la provincia homónima. Ella era hija de D. Francisco Tomás de Jesús Arroyo y de Da. María Elena Sosa, nieta paterna de D. Tomás de Arroyo y Huerta y de Da. Ignacia Giménez de Paz126 (esta a su vez era hija D. Roque Giménez de Paz y de Da. Luisa Parejas, nieta de D. Juan Giménez de Paz y de Da. Francisca Barragán y Leal de Ayala, bisnieta de D. Juan Giménez de Paz —nacido en Quito por 1610— y Da. Catalina Benavídez), 127 bisnieta paterna de D. Bernardo de Arroyo Arteaga y de Da. Úrsula Palacios y Huerta. Por los Barragán, vemos que Da. Francisca Barragán y Leal de Ayala, nacida por 1655 en Buenos Aires y casada con D. Juan Giménez de Paz el 6 de julio de 1676 en esa ciudad, era hija de D. Bartolomé Barragán y Da. María Magdalena Leal de Ayala y nieta de D. Antonio Gutiérrez Barragán y Da. Muñoz de Escobar. En el caso de los Sosa, vimos que Da. María Elena Sosa era casada con D. Francisco Tomás de Jesús Arroyo, la que era nacida en Buenos Aires y era hija de D. Ramón Sosa y Olaso y de Da. Tomasa López Osornio, nieta D. Francisco López Osornio y de Da. Tomasa de Merlo (o de la Mota) Tuvieron estos hijos:

125 Carlos Ibarguren, (h). «Arroyo». En: Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas. Revista N° 13. Buenos Aires. 126 Este apellido se la ha estudiado indistintamente como Giménez de Paz, Jiménez de Paz y Ximénez de Paz 127 Carlos Eduardo Fandiño, «La familia Giménez de Paz – Benavídez». En: Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas. Rev. «Genealogía» Nº 25. Buenos Aires. 1992.


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1.— Da. Silvia Sal García, que fuera bautizada de necesidad por el Presbítero D. Bernardino García y luego oleada en la Catedral el 5 de Febrero de 1857, de 10 meses de edad, por el cura Rector y Vicario Foráneo D. Estratón Colombres.128 Contrajo matrimonio en la Catedral con D. Octavio Terán Silva, el 21 de Marzo de 1879.129 Testigos: Presbítero D. Sisto Colombres y D. Simón Posse. Padrinos: padre del novio D. Juan Manuel Terán Alurralde y la madre de la novia, Da. Silvia García de Sal. D. Octavio Terán Silva,130 nació el 25 de Noviembre de 1849 y bautizado en la Catedral el 8 de Abril de 1850,131 era estanciero, agricultor, político e industrial azucarero. Co-propietario del Ingenio Santa Bárbara132 con su hermano el Dr. D. Juan Manuel Terán (h),133 padre, entre otros, del prestigioso hombre público el Dr. D. Juan B. Terán.134 D. Octavio Terán Silva fue Elector a Gobernador en los años 1881 y 1883 y Diputado Provincial en 1886.135 Era hijo de D. Juan Manuel Terán, Gob. de Tucumán, 1er. Presidente de la Municipalidad de Tucumán, miembro casi vitalicio de la Sala de Representantes, etc. y de Da. Hipólita Silva y Zavaleta. Nieto paterno de D. José Manuel Terán, Alférez Real, Alcalde, Defensor de Pobres, Teniente de Gobernador, Ministro Tesorero, de Hacienda y General Contador, integrante del triunvirato que gobierna en 1822 la Provincia, etc. y de Da.

Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 16. Folio 400 vta. Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 11. Folio 63. 130 D. Octavio Terán Silva y su esposa Da. Silvia Sal García, son los bisabuelos por la rama paterna-paterna del autor del presente trabajo de investigación. 131 Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 15. Folio 234 vta. 132 Cincuentenario del Centro Azucarero Argentino. Emilio J. Schleh. Bs. As. 1944. Pg. 142. Este Ingenio, fue el primero que estableció el salario familiar, además de muchos otros beneficios que para la época era novedosos. 133 Destacado hombre público, parlamentario, jurisconsulto, profesor, industrial y juez. Co-redactor de la «Memoria Histórica y Descriptiva de Tucumán», de 1882. 134 Como corolario, se nota el cariño entre estos hermanos y sus hijos, por cuanto D. Octavio Terán Silva fue padrino del casamiento religioso del Dr. D. Juan Manuel Terán, cuando este se casó con Da. Sofía López Mañán, dato gentilmente proporcionado por Gastón Terán Etchecopar (h). También fue testigo de su sobrino el Dr. D. Juan B. Terán, en su casamiento por el civil con Da. Dolores Etchecopar. Esto último extraído de Pedes in Terra, Ad Sidera Visus. Vida y tarea del Dr. Juan B. Terán. Carlos Páez de la Torre (h). (Tucumán. 2010). 135 Claudia E Herrera. Elites y poder en Argentina y España en la segunda mitad del S. XIX. (Madrid-2003). 128 129


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Mercedes Alurralde y Avila. Nieto materno del Gobernador de Tucumán D. José Manuel Silva y de Da. Juana Tomasa Zavaleta y Ruiz de Huidobro. Siendo esta hija del Cabildante, Teniente Gobernador y miembro de la Junta Provincial D. José Clemente Zavaleta e Inda y Da. Dolores Ruiz de Huidobro y Aráoz. Todos descendientes de conquistadores, fundadores, primeros pobladores, gobernantes y principales vecinos. D. Octavio no sólo tenía un bisabuelo, dos abuelos y su mismo padre, que fueron Gobernadores de Tucumán, sino que era hermano del Senador Nacional D. Brígido Terán y del ya nombrado D. Juan Manuel Terán. A su vez, primo hermano del Presidente de la República Dr. D. Nicolás Avellaneda, de la fundadora en Tucumán de la Congregación de las Hermanas Dominicas Da. Elmina Paz Terán de Gallo, como así también de los Gobernadores de Tucumán, D. Benjamín Paz, D. Santiago Gallo, D. Eudoro Avellaneda y D. José Frías Silva. Tío carnal del Gobernador Luis F. Nougués y tío abuelo del Gobernador Juan Luis Nougués. Asimismo en otro grado de parentesco, cuñado del Intendente D. Pedro Gregorio Sal García, del Gobernador D. Agustín S. Sal García y del Gobernador Próspero García, entre otras personalidades destacadas de Tucumán. Sirva todo lo anteriormente detallado a los fines de aportar a los estudios de las redes sociales, a la sociología y en definitiva a las investigaciones sobre poder y patriciado local, dado que esta línea que estudiamos, la de Agustín (o José Agustín) Sal Sobrecasas, es la de mayor actuación. Da. Silvia Sal de Terán, tiene su nombre inscripto —por la donación efectuada— en el vitral dedicado a San Octavio (santo y mártir S. III), que se encuentra en la nave principal de la Parroquia del Inmaculado Corazón de María, tal vez en memoria de su hijo D. Juan Octavio Terán Sal o de su nieto D. Octavio de las Mercedes Terán Posse, que veremos más adelante. Sus hijos fueron:136 136 Para mayores datos de esta rama, consultar las monumentales obras Los Terán. Perfiles históricos de Tucumán. Tucumán. 2006. de Soledad Terán, Los Terán de Tucumán de Diego Herrera Vegas. En: Boletín Nº 1 del Centro de Estudios Genealógicos de Buenos Aires. 1987 y en especial Los Terán de Tucumán, de Diego Herrera Vegas. En; Familias Argentinas. Tomo 3. Segunda Parte. Págs. 1185/1253. Bs. As. 2008. El suscripto ha colaborado con datos e información en estas obras.


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A.— Don Juan Octavio Terán Sal, bautizado el 8 de Marzo de 1880 en la Catedral de un mes y 10 días.137 Falleció soltero de 18 años el 24 de Junio de 1898138. B.— Don Julio César Terán Sal, nacido el 4 de Enero de 1883 y bautizado el 16 de Enero de 1883.139 Ps.: su tío el Dr. D. Juan Manuel Terán y su abuela materna Da. Silvia García de Sal. D. Julio César era criador, agricultor y propietario de la estancia de Vipos y campos en Burruyacú y Trancas. Contrajo matrimonio el 10 de abril de 1909 con su prima Doña María Dolores Posse Sal (que veremos más adelante), nacida el 8 de Agosto de 1885 y bautizada en la Catedral el 23 de Agosto de 1885. Ps.: D. Agustín Sal y Da. Silvia Sal de Terán.140 Fallece el 26 de Marzo de 1937. Hija del industrial D. Justino Posse Posse y de Da. Dolores Macedonia Sal García. Nieta paterna del Gobernador D. Wenceslao Posse Talavera, Fundador del Ing. «La Esperanza»y de Da. Tomasa Posse Pereira, que veremos más adelante. Nieta materna de los ya nombrados D. Agustín Sal Sobrecasas y de su segunda esposa Da. Silvia García García. Sus hijos: a.— Don Octavio de las Mercedes Terán Posse, nacido en Tucumán el 24 de setiembre de 1911 y fallecido infante el 14 de octubre de 1911.141 b.— Don Julio César Terán Posse casado con Doña Selva Fernández Santillán, con descendencia Terán Fernández-Posse, Martínez Moiso- Terán Fernández, Martínez Terán, etc. c.— Don Héctor René Terán Posse casado con Doña Elena del Llano Ferreyra, con descendencia Terán del Llano-Pariente, Terán del Llano-Alcocer, Romano Norri-Terán, Terán del Llano-Vidal Breard, Terán del Llano-Paz Villegas, etc.

137 138

Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 33. Folio 354. Registro Civil, A. 443. Fº 253. Dato gentilmente proporcionado por Jorge Coro-

minas. 139 140 141

Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 36. Folio 11. Abuelos del autor. Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 39. Folio 350. Dato gentilmente proporcionado por Jorge Corominas, a quién agradecemos.


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d.— Doña Dolores Silvia Terán Posse casada con Don Carlos Manuel Barberán, en Corrientes. Con descendencia Barberán-Terán, Mac Corquodale-Barberán, Dacunda-Terán, etc. e.— Don Octavio Brígido Terán Posse, casado con Doña Carmen Nilda Molina,142 hija de D. Justino Molina Mauvecín y Da. Amanda Correa Prequiú, catamarqueños, fallecidos en San Miguel de Tucumán. Nieta paterno de D. Justino Molina Risso-Patrón y de Da. Carmen Mauvecín Molina; nieta materna de D. Ramón Rosa Correa Segura y de Da. Marquesa Desideria Prequiú Agüero. Bisnieta paterna paterna de D. Victorino Molina Barros y de Da. Santos Risso-Patrón (hermana del Obispo Don Buenaventura Risso-Patrón). D. Victorino era hijo de D. Francisco Antonio de Molina y de Doña Encarnación Barros y Villafañe y nieto de D. Gregorio de Molina y Navarrete y de Da. Feliciana Izquierdo de Guadalupe; nieto a su vez de D. Francisco de Molina Navarrete y Argañarás de Murguía y de Da. Juana Salas y Herrera de Cartagena. Con descendencia en las familias Terán Posse-Molina, Terán-Molina, Terán MolinaPeñaloza, Terán Molina-Graneros, de Chiara-Terán Molina, Terán Molina- Racedo Terán, Terán Molina-Salas, etc. C.— Don Juan Carlos Terán Sal, nacido en 1892,143 fallecido soltero. Estanciero, propietario de los Establecimientos «Tusca Pampa» y «Taruca Pampa. Político. D.— Don Luis María Marcelino Terán Sal, nacido en Tucumán el 02 de junio de 1894 y bautizado el 23 de junio del mismo año.144

142 Libro de Matrimonios de la Merced, casados el 2 de Junio de 1951 en la Capilla del Episcopado. Tomo 45. Folio 324. Padres del autor. D. Octavio nacido el 10 de Octubre de 1922 y Da. Carmen nacida el 30 de enero de 1926 143 Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 43. Folio 197. 144 Libro de Bautismos de la Catedral. Tomo 72. Folio 189.


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E.— Doña Delfina Terán Sal, casada en la Catedral el 8 de Octubre de 1904 con Don Vicente Posse Silva.145 Ps.: D. Brígido Terán y Da. Silvia Sal de Terán. D. Vicente nació en Tucumán el 30 de Mayo de 1879, hijo de D. Vicente Posse Silva y de Da. Mercedes de la Vega Silva. Nieto paterno de D. Manuel Posse Talavera y Da. Lucinda Silva y Zavaleta. Nieto materno del Gob. D. Agustín Justo de la Vega y Da. Tomasa Silva y Zavaleta. D. Vicente Posse Silva fue Intendente, Senador, Gobernador interino, etc. Fallecido el 19 de Diciembre de 1943. Con descendencia en las flias., De la Vega-Posse Silva, Cossio-Posse Silva, Campero-Cossio, Cossio-Zavalía, SalCossio, Zelaya-Cossio, Figueroa-Posse Silva, Padilla-Posse Silva, Uriburu-Posse Silva, Posse Silva-Toledo, Posse Silva-Ale, Chañi-Posse Silva, Bollini-Posse, etc. F.— Doña María Silvia Terán Sal, se casa de 20 años, el 2 de Septiembre de 1916 en la Catedral con Don Alberto de la Vega, de 24 años, y era hijo de D. Agustín de la Vega Silva y de Da. María Antonia Frías Palacio. Ps.: D. Juan Manuel Terán y su esposa Da. Sofía López. D. Alberto era nieto paterno del Gob. D. Agustín Justo de la Vega y de Da. Tomasa Silva y Zavaleta. Con larga descendencia en las flias de la Vega-Terán Sal, de la Vega-Díaz de Vivar, Cossio-de la Vega, Frías Posse-de la Vega, Luque Colombres-de la Vega, Leal Santillán-de la Vega, etc.

145

Libro de Matrimonios de la Catedral. Tomo 36. Folio 128.


S. G. Amenta, «Presencia de los frailes dominicos en Tucumán»

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Presencia de los frailes dominicos en Tucumán. Sus aportes pastorales y socio-culturales durante más de 230 años de historia1 Sara Graciela Amenta

1. La Orden Dominicana

E

l origen de la Orden de Predicadores se remonta al siglo XIII, fue fundada por Santo Domingo de Guzmán y aprobada por el papa Honorio III (La bula Religiosam vitae del 22 de diciembre de 1216). Tenía como objetivo contrarrestar las herejías de aquel tiempo, por medio de la «predicación» y la «enseñanza». La Orden se expandió rápidamente fundando conventos en Francia, España, Italia, y luego por en el resto de Europa.2 La Orden posee una organización similar a la de los tiempos medievales. Las autoridades son el Capítulo3 y el Maestro General

1 Este trabajo, fruto de la conferencia de incorporación como Miembro de Número de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán —nombramiento que agradezco y me honra—, pretende realizar un paseo por la historia de la Orden Dominicana especialmente en Tucumán. Narrando cronológicamente la labor que llevaron a cabo en la provincia y centrando la mirada en la figura de algunos frailes, su accionar, su aporte en cada momento que les tocó actuar, y como fueron relacionándose estrechamente con la sociedad tucumana. 2 William A. Hinnebusch, Breve historia de la Orden de Predicadores. Salamanca, Ed. San Esteban. 1982, pp. 18-32. 3 Es una reunión periódica en donde participan el Maestro General de la Orden, los Priores Provinciales, vicarios generales y los definidores del Capítulo.


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Cuadro Nº 1. Fundaciones en tierras Americanas Año

Provincia Dominicanas

País

1530 1532 1540 1586 1724

Santa Cruz de las Indias Santiago de México San Juan Bautista San Lorenzo Mártir de Chile, Tucumán y Río de la Plata San Agustín de Buenos Aires, Tucumán y Paraguay, hoy Provincia de Argentina

Santo Domingo México Perú Chile Argentina

—figura visible máxima de la estructura— que reside en Roma, a su vez la Orden se subdivide en Provincias, gobernadas por el Provincial y cada una de ellas agrupa a varios conventos en una unidad administrativa, a cargo de ellos está el Prior. 2. Llegada de los dominicos a América Los primeros dominicos que pisaron tierra americana llegaron a la ciudad de Santo Domingo, capital de la Isla Española (hoy República Dominicana), a mediados de setiembre de 1510. Estos eran los padres Pedro de Córdoba y Antonio Montesinos.4 Los primeros en arribar a territorio argentino fueron los padres Gaspar de Carvajal y Alonso Trueno, quienes acompañaron la primera expedición conquistadora del Tucumán, confiada al capitán Juan Núñez de Prado a mediados de 1549. 3. La Orden Dominicana en Tucumán La instalación de la Orden en territorio tucumano recién se concretó en 1781, ocuparon primeramente la estancia de San José del Monte de Lules, que había pertenecido a la Compañía de Jesús (expulsados en 1767). Fue el padre José Joaquín Pacheco quien estuvo encargado de todos los trámites para su instalación. Fueron a Lules porque no se disponía en ese momento de un solar en la ciudad de Tucumán.5 4 Rubén González Op. Historia de la Provincia Dominicana de Argentina. Antecedentes. Siglos XVI-XVII. I. Tucumán, Ed. UNSTA, 2002, p. 8. 5 Sara G. Amenta, «Instalación y primeros años de labor de la Orden Dominicana en San José del Monte de Lules, Tucumán. Después de la expulsión de los Jesuitas (1767-


S. G. Amenta, «Presencia de los frailes dominicos en Tucumán»

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Como había una gran necesidad de religiosos en San Miguel las autoridades solicitaron a los padres dominicos que fueran algunos días a la ciudad a predicar. En 1785 ya estaban instalados en el convento que ocupaban los franciscanos (en las actuales calles de Crisóstomo Álvarez y 9 de Julio), ya que estos se habían trasladado al convento de los jesuitas.6 Un tiempo después y gracias a los esfuerzos de Fr. Pacheco, en 1793, la casa en Tucumán, adquirió la categoría de Convento.7 3.1. Labor misional.— Los religiosos del convento de la ciudad y sobre todo del Colegio de Lules, se dedicaron a misionar en gran parte del territorio tucumano, como lo demuestran varios certificados emitidos por los curas de las distintas parroquias —como Lules, Monteros, Famaillá, Medinas, Leales, Río Chico, Chicligasta, Trancas, Santa María (Catamarca)— que se conservan en el Archivo del Convento Dominicano de Tucumán. Entre los frailes que actuaron en esta primera época encontramos a José Mariano Balseda (17531829), el primer tucumano que ingresó en la Orden, después de la fundación del Colegio de Misioneros de San José de Lules.8 Los dominicos tanto en Lules como en San Miguel crearon escuelas de primeras letras. La de Lules siguió abierta hasta 1799. A comienzos del siglo XIX, el Cabildo de Tucumán solicitó al Prior Fr. José Pacheco que en el convento de San Miguel se estableciera una Cátedra de Filosofía, ocupándose de la educación de la juventud ante las dificultades que para muchos significaba realizar viajes a Córdoba, esta funcionó entre los años 1802 y 1805 y estuvo a cargo de Fr Juan Nepomuceno Chorroarín.9

1791), en Primeras Jornadas de Historia de la Orden Dominicana en la Argentina. Instituto de Investigaciones Históricas «Prof. Manuel García Soriano», Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, Tucumán, Ed. UNSTA, 2003, pp. 85-97. 6 Archivo Histórico de la Provincia de Tucumán (AHT). Actas Capitulares. Vol XI, 1784-1791, f. 281v 7 En la Orden Dominicana se estableció una diferencia entre convento y casa. Para ser convento se requería un mayor número de frailes estables asignados, mientras que las comunidades más pequeñas se denominaba casa. 8 José Mariano Balseda, tomó el hábito en el convento de Buenos Aires, profesando en 1783. Ocupó diversos cargos, siendo Prior en 1807, Predicador General en 1817 y además se desempeñó como Procurador. Falleció en Tucumán el 1de febrero de 1829. 9 Rubén González Op, «La Primera Fundación de la Cátedra de Filosofía y Teología 1800-1801», en Revista Aportes para la Historia de Tucumán, del Instituto de Investigaciones Históricas «Prof. Manuel García Soriano» de la UNSTA, pp. 7-23.


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3.2. Los dominicos en la primera mitad del siglo XIX.— Durante la luchas por la independencia, es bien conocida la ayuda que presto la Orden al ejercito de Belgrano. Hay varias cartas que dan testimonio de esto y se encuentran en los archivos de la Provincia Argentina y del Convento de Tucumán: por ejemplo una dirigida por el Prior Provincial, Padre Julián Perdriel al Prior de Tucumán, Fray Ramón del Sueldo el 27 de abril de 1812 en donde le manifestó que: Sí llegase el caso de que nuestro Ejército se hospedase en ese convento, nada será más honroso que franquear cuanto hubiera a los que exponen su vida por defender la nuestra. Y con dar lo que tenemos habremos cumplido con Dios y con la Patria (…)10

Como esta, hay varias otras en donde los frailes comentan los pormenores de los sucesos ocurridos en Tucumán y evidencian del apoyo brindado a Belgrano. En 1812, el convento sirvió en un primer momento de hospital de sangre y después de cuartel de infantería. Entre estas cartas puede encontrarse una donde describe la batalla, considerándosela la primera crónica de la misma. Luego del triunfo de la batalla, Belgrano hizo una promesa llamada «voto de la victoria», consistente en edificar en San Miguel de Tucumán una nueva iglesia a Nuestra Señora de la Merced para erigir en ella la Parroquia de la Victoria, esta parroquia funcionó —por un tiempo— por pedido del mismo Belgrano, en el templo de Santo Domingo. Así lo expresa el Vicario del convento, P. Félix José Pizarro, en carta al Provincial Perdriel, del 25 de abril de 1813: Con motivo de haberse dividido el curato de la ciudad en dos partes iguales, por disposición del señor General D. Manuel Belgrano, y haber tocado Santo Domingo a la parte del nuevo curato y no tener donde ejercer su ministerio parroquial, me ha escrito el señor General una carta muy afectuosa, suplicándome por el amor que lo han tenido y tienen los que visten el sagrado hábito de N. P. Santo Domingo, que lo franquée al Dr. D. Miguel Aráoz, por su patriotismo y grandes servicios hechos a la Patria, la iglesia con todos los utensilios necesarios para el más cumplido desempeño

10 Carta de Julián Perdriel al Prior de Tucumán, Fr Ramón del Sueldo, Buenos Aires, 27 de abril de 1812. ADT.; Citada en Saldaña Retamar Op. Los dominicos y la independencia Argentina. Monografía documentada. Buenos Aires, 1920, p. 112; «Los Dominicos en la Batalla de Tucumán», Ensayos y Rumbos, enero-febrero, 1931, p. 712.


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de su ministerio, hasta que esté en aptitud de poder cumplir su promesa de fabricar un templo dedicado a Nuestra Señora de las Mercedes… En virtud de esto, he escrito al señor General que para mí y para toda nuestra Orden son preceptos sus insinuaciones y que, en esta fe, está a su disposición todo el convento (...)11

Luego de las luchas por la independencia y la enajenación de los bienes de las órdenes religiosas por parte de Rivadavia, Tucumán no estuvo ajeno a la pobreza en que cayeron inmersos algunos conventos para la década del 20, Tucumán contaba con un solo religioso, el P. Ramón del Sueldo y luego llegó a hacerse cargo Fr. Manuel Pérez. F r M anuel P érez (1787-1859), un tucumano que tuvo una destacada labor entre 1820 y 1859 no solo en el convento de Tucumán, sino además participó en la vida política —fue diputado por Río Chico— y social de la ciudad. Estudió bajo la dirección del padre Chorroarín, cuando se cerró la cátedra de filosofía en 1805 se trasladó a Buenos Aires, ingresando a la Orden Dominicana, allí estudió Teología y luego ejerció el profesorado hasta 1822, regresando luego a Tucumán. Enseñó latín, filosofía y teología, prolongándose su actividad docente hasta 1847, cuando fue elegido Provincial, cargo que ocupó por dos períodos. Entre 1852 y 53 representó a Tucumán, junto al doctor Salustiano Zavalía, en el Congreso General Constituyente de Santa Fe.12 En la segunda mitad del siglo XIX comienza un período de cambios profundos, los hechos antes mencionados como las luchas por la independencia y la confiscación de los bienes de las órdenes religiosas dejaron graves consecuencias en la vida de los conventos de la Provincia Argentina. La relajación se caracterizó por la falta de vida común —definida como «vida privada»—, producto de la escasez de fondos para el sostén de los religiosos, que provocaba la

11 Rubén González Op. El General Belgrano y la Orden de Santo Domingo. Tucumán, UNSTA, 2000, p. 9. 12 Archivo del Convento Dominicano de Tucumán (ADT), Jacinto Carrasco Op, Anales del Convento Dominicano de Tucumán, Tomo I (1912-1914), fs. 56-63; Rubén González Op, «Fray José Manuel Pérez, un ilustre dominico tucumano», en la Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán, 6, Tucumán, 1994, pp. 35-43.


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búsqueda personal y no comunitaria del sustento, a lo que se sumó varios pedidos de secularización de los frailes.13 4. Restauración de la «Vida Común» A partir de la década de 1860 comenzó en Argentina el proceso de restauración de la «vida común». Esta obra de restauración fue lenta y laboriosa debido, principalmente, al escaso número de religiosos y a la pobreza de los conventos. El Provincial Reginaldo González inició la restauración de la vida común en Tucumán en septiembre de 1876.14 Los nuevos frailes asignados a Tucumán, provenían en su mayoría del convento de Buenos Aires en el que se había realizado la restauración en 1862 y ya tenían la práctica y experiencia de la nueva vida conventual.15 Entre los frailes que se encontraban estaban: Pío Canto (español), Jordán Zelaya, Juan Caviglia, Corneliao Echave, Manuel Eyrea, Nicolás Nessini y Ángel María Boisdrón (francés). 5. Fr. Ángel María Boisdron (1845-1924) Fue una figura muy importante dentro de la Orden en Argentina y quien sostuvo una singular relevancia en el desarrollo de la comunidad dominica tucumana, que jugó también un rol importante en la vinculación de los dominicos con la elite de la provincia como veremos más adelante. Fr. Ángel era francés, ingresó muy joven a la Orden, en el convento de Lyon y fue ordenado sacerdote en 1869. En los primeros meses del año 1876, Boisdron partió desde Francia hacia Buenos Aires.16 13 Para un análisis de este proceso ver Cynthia Folquer, Viajeras hacia el fondo del alma. Sociabilidad, política y religiosidad en las Dominicas de Tucumán, 1886-1911. Tesis Doctoral, 2012. pp. 154-166. 14 Rubén González Op. «La Orden Dominicana en Argentina en el siglo XIX»; en José Barrado Barquilla OP y Santiago Rodríguez OP (Coord) Los Dominicos y el Nuevo Mundo. Siglos XIX-XX. Actas del Vº Congreso Internacional, Querétaro (México) 4-5 sep. 1995. Salamanca, Ed. San Esteban, 1997. p. 520. 15 Cynthia Folquer. Viajeras hacia... pp. 189-191. 16 Archivo Hermanas Dominicas de Tucumán (AHDT), caja «Escritos de Fr. Boisdron», Autobiografía, f. 2. Trascripción de Cynthia Folquer.


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¿Por qué eligió a la Argentina como destino? Él mismo nos lo explica, cuando relata que dos años antes de su partida Fr. Reginaldo Toro17 había visitado el convento de Carpentras. Durante su permanencia allí, Toro conversaba mucho con Boisdron, lo que despertó en él curiosidad: «me interesaban los datos que me exponía sobre Córdoba, Buenos Aires y Tucumán, su tierra natal. Y la consecuencia fue que dos años más tarde… pasara yo a la República Argentina».18 En Buenos Aires solo estuvo seis meses, ya que el Provincial González le propuso trasladarse a la ciudad de Tucumán con el objeto de restablecer la vida común en ese convento. El viaje fue una verdadera odisea, según lo relató Boisdron en su Autobiografía. Partieron en ferrocarril hasta Córdoba, donde permanecieron una semana y luego siguieron viaje a Tucumán. Llegaron hasta la estación llamada entonces Telfener —hoy Monteagudo—, donde hicieron noche y a la mañana siguiente —aprovechando un trozo de línea aun no utilizada para al servicio público— pudieron llegar hasta el pueblo de Simoca, distante unos 50 km de San Miguel de Tucumán. Allí los esperaba el prior del Convento de Tucumán, Fr. Jordán Zelaya, natural de ese pueblo de Simoca. Al día siguiente marcharon en coche a la ciudad de San Miguel, según el relato del Fr. Ángel, «por caminos tan irregulares, mal trazados y mal hechos, que eran barquinazos continuos y peligros de volcarse el coche, con terribles sustos y desmayos del R.P. Cornelio Echave».19 Cuando Boisdron llegó a Tucumán, el 28 de octubre de 1876, le causó una muy buena impresión, le impactó su paisaje, su gente, la inquietud cultural que había en ese momento en la provincia y además el gran número de familias francesas radicadas allí. Fami17 Fr. Reginaldo Toro (1839-1904) Tucumano Estudió en el convento de Santo Domingo, ordenándose sacerdote en 1862 en Córdoba. Ocupó distintos cargo en la Orden, siendo Provincial en 1877 y 1881. En 1888, el papa León XIII lo designó obispo de Córdoba. Monseñor Toro impulsó la fundación de las Hermanas Dominicas de San José (Córdoba). En 1892 viajó a Roma, lo que lo convirtió en el primer obispo de Córdoba que se presentaba ante la Santa Sede. Obtuvo de ella la coronación de la célebre imagen de Nuestra Señora del Milagro, así como una serie de mejoras para su sede. Colocó asimismo la piedra fundamental del Seminario de Nueva Córdoba. Participó en el Concilio Plenario de América Latina en 1899. En octubre de 1900, durante una visita sufrió un ACV que lo dejó paralítico y le quitó el habla. Falleciendo en 1904. 18 Cynthia Folquer. Viajeras hacia el fondo del alma…p. 173. 19 Ángel María Boisdron. Autobiografía…, f. 16.


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Cuadro Nº 2. Asociaciones dominicanas. Fundación

Nombre de Asociación

1791 1807 1879 1884 1885 1890 1891 1895 1897 1891 1899 1899

La Cofradía del Rosario (se restablece) Tercera Orden Seglar Dominicana (se restablece) Sociedad Hijas de María del Rosario Cofradía del Ssmo Nombre de Jesús Cofradía de San José de la Buena Muerte Apostolado del Corazón de Jesús de la Enseñanza de la Doctrina Cristiana Apostolado de la Oración Círculo Católico de Obreros Asociación de la Buena Lectura la Milicia Angélica la Asociación del Rosario Perpetuo Rosario Viviente

lias, como veremos más adelante, con las que tomaría contacto y pasaría a establecer una profunda amistad. Tomando la figura de Boisdrón, veremos las innumerables obras que encara junto a los otros frailes apenas llegados. 5.1. Escuela.— Al poco tiempo de su llegada, Boisdrón decidió abrir una escuela en Tucumán. Esta fue bien recibida por la población católica de la ciudad que según él mismo relata: Confiada en la acción del sacerdote para esta misión, se mostró conforme y contenta y nuestra escuela se llenó pronto de niños de las mejores familias. Hubo entre ellos algunos que eran destinados a carreras las más brillantes y son hoy el honor del país: Ernesto Padilla, Vicente Gallo, Ángel y Benjamín Padilla, Uladislao y Miguel Padilla, Cayetano y Luis Sobrecasas, Rudecindo López, etc.20

A pesar de que la escuela duró poco tiempo, la misma favoreció el establecimiento de vínculos de amistad entre Fr. Ángel y algunas familias de la elite, que llegaron a ser grandes benefactoras de la Orden y el convento. 5.2. La restauración y creación de Asociaciones.— Al restaurarse la vida común los frailes dieron prioridad en su actividad pastoral a la renovación de las prácticas sacramentales de los laicos. Como consecuencia de ello fundaron varias asociaciones y cofradías —incentivadas por Boisdrón en su mayoría— que revitalizaron las rela20

Ídem, f. 25.


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ciones del convento con la sociedad tucumana, vinculándose así los frailes con los laicos, y especialmente con las mujeres de la elite. Asimismo Fr. Ángel María estuvo directamente involucrado en distintas obras que se sucedieron antes de finalizar el siglo XIX, como la fundación de la Congregación de las Hermanas Dominicas del Santísimo Nombre de Jesús, la conclusión de la obra del nuevo templo y la reconstrucción de la capilla y parte del antiguo convento de Lules. 5.3. Hermanas Dominicas del Santísimo Nombre de Jesús.— En 1886 azotó a Tucumán la epidemia del cólera. Esta hizo terribles estragos, diezmando la población. A pesar del arduo trabajo que realizaron el gobierno provincial, el municipal, los médicos y los encargados de lazaretos y sepulturas, hubo un asunto imprevisto que reclamaba una solución urgente: la situación de los niños huérfanos que habían quedado vagando por las calles de la ciudad. La gente le pedía ayuda a los frailes, y estos habían acudido a los hospitales, pero no lograron que allí fueran recibidos los niños. Por lo que por recomendaciones de una religiosa el P. Boisdrón acompañado por otro fraile acudió a doña Elmina Paz de Gallo, que se encontraba en una quinta —en las afuera de la ciudad— y había enviudado recientemente. Elmina era hija de Manuel Paz y Dorotea Terán, fundadora y primera presidenta de la Sociedad de Beneficencia de Tucumán, se había casado con Napoleón Gallo, perteneciente a una importante familia de Santiago del Estero. Ambos eran muy cercanos a la Orden Dominicana. El P. Boisdrón nos narra ese momento del encuentro: Nos recibió ella con la humildad, la bondad que la caracterizaban diciéndonos que prestaría su casa para recoger estas desgraciadas criaturas y no solamente prestaría su casa, sino también que ella personalmente iría a cuidar a niños y niñas, con personas que quisieran ayudarla.21

De inmediato regresó doña Elmina a la ciudad y comenzó su trabajo, se reunieron en su casa, unos cuarenta párvulos, número que se fue aumentando diariamente y fueron salvándose así «del contagio y de la muerte». 22 En esta tarea la acompañaron otras 21 22

Ídem, f. 41. Ídem, f. 42.


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Basílica de Santo Domingo antes de 1916.

mujeres, que en 1887, con la ayuda de Fr. Ángel María fundaron la congregación de las Hermanas Dominicas del Santísimo Nombre de Jesús, quienes continuaron con esta obra protegiendo a los huérfanos y desvalidos.23 5.4. Construcción del nuevo templo.— En la década de 1860 la comunidad de Tucumán se abocó a la construcción del nuevo 23

Ver Cynthia Folquer. Viajeras hacia el fondo del alma…, p. 332.


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Cuadro Nº 3. Algunos benefactores. Benefactores

Donación

Dr. Miguel López (Hermano Terciario Dominico)

Parte del piso, el cancel de la entrada y el mobiliario de la sacristía, el lavamanos de mármol. Gran mesa de mármol de la sacristía Las imágenes de la Virgen Dolorosa, San Juan Evangelista y el Cristo Crucificado El Altar de Nuestra Señora del Tránsito Altar de San José La Sagrada Familia (la parte superior del altar de San José) Parte de los bancos del templo La araña de la cúpula Los vitrales

Udalrica y Feliciana López Juan Carlos Nougués Srta. Luisa Zavalía Luis Nougués y su esposa Nicanor Posse Ambrosio Nougués (h) Gertrudis de la Rosa de Peña Clementina Frías, Delfina Gallo, Casilda R. de Olmos, Felisa Olmos de Erdman

templo, que luego se vio interrumpida por falta de recursos y los pocos frailes que habitaban el convento.24 Con la llegada de Boisdron, este se comprometió con retomar la construcción del templo. Siendo prior, se vio la conveniencia de vender parte de la estancia que el convento poseía en Lules para este fin, pidiendo la autorización correspondiente. Además fue fundamental la colaboración de las mujeres de la elite tucumana a través de la Asociación de las Hijas de María y del industrial Juan Manuel Méndez para la construcción de la cúpula.25 El templo se inauguró el 5 de octubre de 1884, en la festividad de Nuestra Señora del Rosario, fue bendecido por el padre Provincial Fr. Reginaldo Toro. Hacia 1890 la estructura del templo estaba concluida, pero faltaba aún toda la decoración y muchos detalles, pero gracias a la ayuda de las Hijas de María, otras asociaciones, y a varios benefactores que colaboraron se pudo concluir el templo ya entrado el siglo XX.26 Cabe destacar que en este templo se encuentra la imagen más antigua de Tucumán, Nuestra Señora del Rosario «La Milagrosa», titular de la Basílica. La obra data del siglo XVI y acompañó a la 24 ver Rubén González Op. «La Basílica de Santo Domingo en San Miguel de Tucumán», en Revista de la Junta de Estudios Históricos. Nº 7. Tucumán, diciembre 1995, pp. 52-54. 25 Ídem, p. 62. 26 Sara Graciela Amenta, Ana Cecilia Aguirre. «Basílica de Nuestra Señora del Rosario, Iglesia de Santo Domingo»; en Primeras Jornadas de Historia de la Orden Dominicana en la Argentina. Instituto de Investigaciones Históricas «Prof. Manuel García Soriano» Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, Tucumán, UNSTA, 2003, pp. 65-83.


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ciudad probablemente desde sus comienzos cuando estaba en Ibatín.27 En 1941 comienzan los trámites para obtener de la Santa Sede el privilegiado título de basílica para este templo. La solemne celebración se realizó, con asistencia de autoridades civiles y religiosas, peregrinos de Buenos Aires y Córdoba y numeroso público, el domingo 3 de mayo 1942.28 Lleva como título oficial Basílica de Nuestra Señora del Rosario y será la única de Tucumán hasta el año 2012, en que por el bicentenario de la batalla de Tucumán, recibe también ese título la Iglesia de la Merced. 5.5. Construcciones y reformas realizadas en San José de Lules.— La construcción que en la actualidad se ve en ese solar de Lules, fue realizada por iniciativa del padre Ángel María Boisdron entre 1889 y 1891. Allí funcionó por esa época la escuela «La Capilla» (Nº 11) fundada por la Srta. Lastenia Blanco que dependía del gobierno de la provincia. Eso explica que hoy podemos ver detrás de la capilla una lápida en donde se indica que fue sepultada (1912) en ese lugar. A pesar de que este solar permaneció mucho tiempo convertido en ruinas, no dejó de tener su importancia histórica. Por esta capilla encontramos misionando en noviembre de 1908 al cura Brochero29 —hoy santo cura Brochero—, rezando la «novena de Ánimas».30 En 1936, la Iglesia de San José de Lules fue declarada como Monumento de la Provincia de Tucumán y en 1944 Monumento Histórico Nacional.31 5.6. Creación del círculo católico de obreros.— En 1891 se publicó la Encíclica Rerum Novarum, que constituyó el basamento inicial de la Doctrina Social de la Iglesia. Esto trajo como consecuencia un

27 Para este tema ver Ana Cecilia Aguirre, «El Patrimonio Artístico de la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Tucumán a través de la memoria de su Archivo Conventual», en Primeras Jornadas de Historia de la Orden Dominicana en la Argentina, UNSTA, 2003, pp. 43-44. 28 Rubén González Op. «La Basílica de Santo Domingo… p. 64. 29 era terciario dominico. 30 A.D.T. Libro de Caja. tomo II, 1906-1936. p. 40; y ver Libro de Procura, tomo IV, 1906 – 1914, pp. 169 a 175. 31 Carlos Vigil. Los monumentos y Lugares Históricos de la Argentina. Buenos Aires, 1968, p. 521.


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fortalecimiento de la acción social que se expresó en la formación de los Círculos de Obreros, las asociaciones de ayuda mutua, el socorro solidario y las cooperativas.32 El primer Círculo de Obreros Católicos del Noroeste, fue fundado y organizado por la Orden Dominicana e inspirado por Fr. Ángel María Boisdrón, entonces Provincial de la Orden. Boisdrón había estado en Europa en el momento en que se publicó la encíclica Rerum Novarum y de regreso en Tucumán se preocupó por difundir los principios enunciados en la misma. Este círculo, denominado «Centro Católico», se inauguró en San Miguel de Tucumán el 2 de junio de 1895, en un local cedido por los padres dominicos, ubicado en la calle Buenos Aires 141. Su primer director espiritual fue Fr. Pedro Zavaleta y fue puesto bajo la protección del Nuestra Señora del Rosario y del Señor de la Salud.33 Al año siguiente de su creación, Boisdrón dió un discurso sobre la «cuestión social», habló de la situación que vivía la clase obrera y enumeró algunas «reivindicaciones» sociales, él decía que: La primera reivindicación es el aumento del salario: de suerte que sea la justa retribución del obrero (…) La segunda es la disminución de horas de trabajo (…) La tercera el descanso dominical (…) La cuarta la interdicción del trabajo de los niños, que necesitan frecuentar la escuela (…) La quinta reivindicación es contra el trabajo de las mujeres, y sobre todo de las madres de familia, en los talleres públicos, con que se les hace imposible su divina misión de conservar, y no dejar apagarse jamás en el hogar, el fuego sagrado de la vida de familia (…)34

Siguiendo con la figura de Boisdrón, es importante destacar su vinculación con algunas mujeres y los hombres de la elite tucumana.

32 Néstor Tomás Auza, «El Catolicismo social latinoamericano»; en Los últimos cien años de la evangelización en América Latina. Centenario del Concilio Plenario de América Latina. Simposio Histórico. Actas. Ciudad del Vaticano, 21-25 de junio de 1999. Roma, Librería Editrice Vaticana, p. 482 33 S ilvina D aniela R oselli . «El ‘Centro Católico’: su fundación y primeros años de vida». En Actas de las Primeras Jornadas de Historia de la Orden Dominicana en la Argentina. Tucumán, Instituto de Investigaciones Históricas «Prof. Manuel García Soriano», UNSTA, 2003, p. 319 34 Ángel María Boisdrón, «La cuestión social», en Discursos y Escritos. Bueno Aires, Talleres Gráficos Preusche y Eggeling, 1921, p. 25.


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5.7. Boisdrón y su vinculación con la elite tucumana.— Esta vinculación tuvo quizás uno de los primeros puntos de contacto en su origen francés. Cuando llegó a Tucumán encontró en ellos una gran compañía al poder compartir un mismo idioma, costumbres y tradiciones de su país natal. Son muchas las mujeres de estas familias que colaboraron a través de las asociaciones o directamente con donaciones no solo para la Iglesia local, sino que muchas de ellas ayudaron al sostenimiento del convento y de la comunidad de los frailes. Algunos de ellos fueron: Ambrosio Nougués, este poseía una fuerte devoción Mariana, especialmente a la Virgen del Carmen, por lo que construyó una capilla en su nombre en el Ingenio San Pablo. Esta capilla era atendida por los padres Dominicos y especialmente por el P. Boisdrón quien, cuando fallece Ambrosio continuó esa amistad con su esposa Serafina Romero de Nougués. Ella tuvo a Fr. Ángel María además como maestro y director espiritual, quien le infundió el espíritu de la Orden de Santo Domingo. Las innumerables cartas entre Boisdrón y Serafina, algunas de carácter personal y otras formales —escritas como miembro de alguna institución— dan cuenta del estrecho vínculo entre ellos.35 Alfredo Guzmán y su esposa Guillermina Leston, también estuvieron relacionado con Fr. Boisdrón, quien bendijo su matrimonio el 2 de abril de 1881.36 Don Alfredo junto a su esposa no estuvieron ajenos a las necesidades de la sociedad y velaron por los pobres y desvalidos. Entre otras cosas fueron los fundadores del Asilo Materno de las Conferencias Vicentinas en 1904, el 13 de mayo de 1923 se inauguró el edificio por ellos construido, destinado a la Sala Cuna llamado «Instituto de Puericultura Alfredo Guzmán». Estas instalaciones fueron bendecidas por el P. Ángel María Boisdrón, quien exaltó la caridad de Guzmán y su señora.37

35 Sara Graciela Amenta. Los dominicos y los hombres y mujeres de la elite social de Tucumán. Construyendo redes (1876-1924). Tesis Doctoral, Universidad del Salvador, Facultad de Historia, Geografía y Turismo, Buenos Aires, 2016, Inédita, pp. 132-141. 36 Seguramente la cercanía de la casa familia de este matrimonio con el convento dominicano, ya que vivían a una cuadra del convento, provocara el surgimiento de esta amistad. 37 Discurso de Fr. Ángel María Boisdron, en ADT. Papeles manuscritos varios del P. Ángel María Boisdron, Caja Nº 1, f. A298.


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Boisdrón y personalidades tucumanas en el Convento C. 1920.

Otra figura destacada fue Ernesto Padilla (1873- 1951),38 que se vinculó estrechamente y fue gran admirador del P. Boisdrón, a quien conocía desde su niñez, y fue uno de sus confesores. 39 Su madre Josefa Nougués tenía una gran amistad y mutua admiración con el fraile. Colaboró con la Orden Dominicana en Tucumán y con la iglesia local en muchos de sus proyectos. El padre Ángel María, afirmó que Ernesto heredó de su madre «su convicción firme, su talento activo y generoso que lo llevó a comprometerse con la santa causa de la religión y de la patria».40 Ver Silvia E. Formoso. Ernesto Padilla (1873-1951). Ciudadano del norte argentino. Tucumán, Fundación Miguel Lillo, Centro Cultural Alberto Rougés. 2009. 39 Archivo Histórico de Tucumán (AHT), AEP. Manuscritos sobre datos biográficos de Ernesto Padilla para Guillermo Furlong», carpeta 5, f. 89. 40 Carta del P. Boisdron, del 24 de julio de 1899, al Prior de Santo Domingo de Tucumán, Fray David Ghiringhelli, con motivo del funeral oficiado por la comunidad dominicana en la capilla del ingenio San Pablo el 20 de julio de 1899, op. cit.; ver además Carlos Páez De La Torre (h), «Una Matrona de antes. La madre del gobernador Ernesto Padilla», en La Gaceta, 29.8.2005. 38


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Siendo gobernador Padilla se realizaron los festejos por el Centenario de 1816, en ese marco se inauguraron en el atrio de la iglesia de Santo Domingo, las estatuas de los frailes Justo Santa María de Oro y Manuel Pérez. Estas fueron costeadas por el Gobierno de Tucumán por la intermediación de Fr. Boisdron.41 Padilla, sentía una gran admiración y aprecio por el fraile, lo que lo llevó a encargarse junto a Juan B. Terán y Alberto Rougés de organizar la celebración de los 50 años de sacerdocio. En el marco del programa de homenajes, prepararon un compendio con publicaciones de sus sermones y escritos, que fueron reunidos en un volumen titulado Discursos y Escritos. En la introducción de esta publicación Padilla manifestaba que «de los cincuenta años de sacerdocio, cumplidos el 24 de mayo de 1919, cuarenta y tres corresponden al ejercicio de su ministerio en Tucumán —a pesar de desempeñar distintas funciones en Friburgo, Buenos Aires y Córdoba— siempre guardó su celda en el convento de esta ciudad». Aclaraba además que la publicación no buscó «una mera exaltación personal, sino que quiso señalar el útil ejemplo de vida del fraile».42 Para terminar con la figura de Boisdrón quisiera mencionar otra importante obra que realizó en 1888, cuando estableció en el convento de Tucumán, el «Estudio» de Filosofía y Teología, que funcionó hasta 1899, en que la Provincia Argentina decidió trasladar a Córdoba transformándose en el centro de formación de los dominicos de todo el país. 6. Itinerario de vida de algunos frailes La mayoría de los frailes que vivieron en el convento de Tucumán, durante las dos primeras décadas del siglo XX, eran tucumanos y algunos de ellos habían cursado sus estudios en el mismo convento.43 Entre ellos podemos mencionar a Fr. Alberto Pala41 Sara Graciela Amenta. La Orden de santo Domingo y los festejos de los Centenarios entre 1910 y 1916 en Tucumán, II Jornadas de Historia de la Orden Dominicana en la Argentina. Instituto de Investigaciones Históricas «Prof. Manuel García Soriano», UNSTA, 2005, pp. 79-90. 42 Ángel María Boisdrón, Discursos y Escritos. Talleres Gráficos Preusche y Eggeling, Bueno Aires, 1921. 43 Para realizar este punto se consultó S ara G raciela A menta . Los dominicos y los hombres...


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veci no

(1866-1931), nacido en la ciudad de Medinas, realizó su noviciado en Tucumán, ejerció su ministerio en varios conventos de la Provincia Dominicana y se dedicó especialmente a la dirección espiritual.44 Los hermanos Zurita, Fr. Pío (1871-1905) y Fr. Juan (18751950), nacieron en Graneros, al sur de la provincia de Tucumán e hicieron su noviciado en el convento tucumano. Ambos se dedicaban a la música. Fr. Pío falleció muy joven en el convento de Buenos Aires. Fr. Juan viajó en 1897 a realizar sus estudios en la Escuela Bíblica en Jerusalén, donde llegó a ser discípulo del P. Lagrange. A su regreso se dirigió a Córdoba, donde dictó varias cátedras en la Casa General de Estudios, se desempeñó como Maestro de Novicios, organista, secretario del Provincial y Prior del convento Córdoba. Tuvo una gran cultura artística, desde niño sintió pasión por la música, lo que lo llevó a fundar y dirigir la «Academia de Canto: Santo Domingo de Guzmán».45 Fr. Miguel Robles (1867-1940), fue tío del gobernador de Tucumán Miguel Campero.46 Fr. Robles llego a ser Prior de Tucumán en distintos periodos (1905-1908 / 1913-1916), falleció en esta provincia en 1940. Fr. Ceslao Herfort (1887-1943) hijo de franceses, vistió el hábito en Buenos Aires en 1904. Fue Prior de Tucumán, durante 4 períodos: 1916-19, 1920-23, 1939-41, 1942-43. Entre los cargo que ocupó: fue director del Colegio Santo Domingo y dirigió además las asociaciones: Rosario Viviente, Dulce Nombre de Jesús, Hijas de María y fue Promotor del Rosario. Fr. Rafael Aragón (1873-1949), nació en la ciudad de Monteros, provincia de Tucumán. Muy joven se trasladó a Buenos Aires donde ingresó a la Orden. Apenas ordenado de sacerdote (1896) fue enviado a la Escuela Bíblica de Jerusalén, con el fin de perfeccionar sus Estudios Bíblicos y lenguas orientales. Fue designado profesor en la casa de Estudios Generales de Córdoba, enseñó filosofía y griego. Luego fue Prior de Tucumán el 10 de julio de 1908. Se desempeñó además como Prior Provincial (1909-1913). Fr Jordán Zelaya (1840-1921), nació en Simoca, ingresó a la Ensayos y Rumbos, Buenos Aires, Nº 6, junio de 1931, p. 920. Ensayos y Rumbos., Nº 4, abril de 1922, p. 125; Ensayos y Rumbos, Nº 3-4, marzo y abril, 1923, pp. 86-88. 46 Dato proporcionado por el Alejandro Alvarado. 44 45


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Orden en el convento de Tucumán y comenzó sus estudios con Fr. Nazario Frías. Fue Prior en los conventos de Buenos Aires, Tucumán y Santa Fe. Misionó y predicó en la capilla de Lules. Fr. Pedro Zavaleta (1868-1952),47 ingresó a la Orden de Predicadores —siendo muy joven— en el convento de Tucumán. Perteneció al grupo denominado los «frailitos» con 15 años de edad48 y en 1887, fue admitido al noviciado, su formador fue el padre Boisdrón. Su familia estaba muy vinculada a la Orden Dominicana, su madre Jesús Méndez, perteneció a varias asociaciones dominicanas y fue además una gran benefactora de la Orden. Zavaleta fue Prior del convento de Tucumán (1901-1904), presidió el Centro Católico, la Sociedad de Obreras del Santísimo Nombre de Jesús, las Hijas de María, el colegio Santo Domingo, entre otras asociaciones. Prácticamente permaneció siempre en el convento de Tucumán, trasladándose por cortos períodos a otros como Santiago del Estero y Buenos Aires. Entre los frailes que sin ser tucumanos vivieron en el convento de Tucumán, desarrollando una destacada labor encontramos a: Fr. Jacinto Carrasco (1883-1956), nació en Candelaria (Rosario de la Frontera, Salta). En 1898 ingresó al Estudio del convento de Tucumán. Fue Prior de los conventos de Tucumán y Mendoza, Rector del Colegio Lacordaire en Buenos Aires, Director de la Tercera Orden y otras asociaciones, y se desempeñó como Historiador de la Provincia Argentina. Escribió innumerables artículos y libros, quizás el más destacado sea Ensayo histórico sobre la Orden Dominicana Argentina, Actas Capitulares, T.I (1724-1824). Se le debe a él la organización del archivo de varios Conventos. Fue muy reconocido por sus artículos en diferentes medios y sus disertaciones en innumerables actos patrios, religiosos y culturales. Fr. Antonio Battista (1879-1943), misionó y predicó en distintas instituciones y colegios y en diferentes ciudades del interior como: Lules, Graneros, Leales,49 Trancas, Tafí del Valle, Santa MaLa figura de este fraile fue estudiada por la Dra. Silvina Roselli. Se denominó así a un grupo de frailes adolescentes que eran postulantes, en el convento de Tucumán se encontraban en ese entonces Miguel Robles, Antonino Acuña, José Ruiz y Pedro Zavaleta; Jacinto Carrasco Op. Ensayos Históricos sobre la Orden Dominicana Argentina. Tomo II. 1822-1890, Inédito, p. 375. 49 Donde dio el discurso en la colocación de la piedra fundamental del nuevo templo de Leales el 30.8.1912. 47

48


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ría (Catamarca), entre otras. Fue un prestigioso predicador, fue convocado en distintas provincias para dar conferencias, discursos y homilías sobre diversos temas. Se desempeñó en Tucumán como Prior, Sacristán Mayor y Director de las Obreras del Dulce Nombre y del Centro Católico. Fr. Rubén González OP (1916-2004) Por últimos me gustaría mencionar a Fr Rubén, un cordobés que llegó a Tucumán en 1970, para ocupar el cargo de vicerrector de la UNSTA, y se quedo en esta provincia —con cortos períodos de ausencia— hasta su fallecimiento. Fr Rubén ingresó a la Orden siendo muy joven, en 1936 fue enviado a Roma para realizar los estudios teológicos en la Universidad Pontificia Santo Tomás de Aquino, fue ordenado sacerdote en la Basílica de San Juan de Letrán en 1938 y en 1942 se doctoró en Teología. Fr Rubén fue miembro de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán y además perteneció a innumerables asociaciones. Ocupó el cargo de Director del Instituto de Investigaciones Históricas «Prof. Manuel García Soriano» de la UNSTA. Entre otras numerosas actividades que desarrolló, fue el historiado de la Orden Dominicana por más de medio siglo. 7. Publicaciones Dominicanas Otra de las actividades de los frailes, la encontramos en las publicaciones periódicas, a través de las que daban a conocer sus proyectos a la vez que buscaban evangelizar por medio de sus artículos, proporcionando además información general. 8. Colegio Santo Domingo En respuesta a una carta Pastoral del Obispo Padilla y Bárcena —donde afirmaba que uno de los puntos que más le preocupaba era la educación cristiana de la niñez y la juventud—, la Orden fundó en mayo de 1904 el Colegio Santo Domingo, con autorización del entonces provincial fray Ángel Boisdron, siendo su primer director Fr. Pedro Zavaleta. El colegio funcionó en el antiguo noviciado dominicano, en la calle San Lorenzo 551.50 Contó con una 50

La Buena Noticia. (LBN) Nº 41. Tucumán, 1º de diciembre de 1907. Año II.


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Cuadro Nº 4. Publicaciones dominicanas. Fecha

Nombre del periódico

Lugar

Fundador

1883 1896

La Hoja del S. S. Rosario Hoja del Apostolado

Tucumán Tucumán

1901

Almanaque Dominicano

1906

La Buena Noticia

Buenos Aires, Tucumán Tucumán, Santiago del Estero

Fr. Ángel María Boisdrón. Dirigida y redactada por: Fr. Juan Romero y José Fierro. Fr. Gonzalo Costa.

1922 1924 1931 1946

La Hojita del Rosario La Hojita Tucumana El Domingo El Rosario

Tucumán Tucumán Tucumán Tucumán

1958

Docencia

Tucumán

1960

Investigación y Docencia

Tucumán

Fr. David Ghiringhelli y estuvo dirigido por Fr. Luis María Cabrera (Idea de Boisdrón). Fr. Gonzalo Costa. Fr. Jacinto Carrasco. Órgano de la Cofradía de la Guardia de Honor del Rosario. Órgano de la Confederación Argentina Católica de Educadores. Órgano de las Escuelas y Departamentos del Instituto Universitario Santo Tomás de Aquino de Tucumán.

subvención del Estado, con donaciones particulares y aportes de las asociaciones dominicas. Los niños eran preparados en la catequesis realizándose las primeras comuniones en el mes octubre para la fiesta de la Virgen del Rosario. Este colegio llegó a funcionar hasta la década de 1940. 9. La Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA) y sus orígenes51 En 1948 por iniciativa del tucumano, Fr Alberto Quijano se comenzó a organizar en el convento los Cursos de Cultura Católica. En estos cursos se ofrecía a jóvenes universitarios y al público en general, un espacio de formación humanística, en donde se desarrollaban clases de teología dogmática, teología moral, liturgia e historia del arte. Este se llamó «Centro Dominicano de Cultura Católica». Desde 1956 estos Cursos fueron absorbidos por los Cursos de Filosofía Tomista que desde 1950 funcionaban de forma paralela. 51 Para este tema puede verse Cynthia Folquer, Esteban Abalo y Sara Graciela AmenUna Universidad «tomista» para el Noroeste Argentino. Los tiempos fundacionales de la UNSTA, 1948-1970. Ed. UNSTA, Tucumán, 2015.

ta .


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En estos cursos confluyeron un grupo de frailes y laicos entre los que se destacaron Manuel Gonzalo Casas, Fr Mario Petit de Murat y Fr Alberto Quijano, a quienes se los considera los mentores de la futura Universidad. En abril de 1956 comenzó a cristalizar el Instituto Universitario Santo Tomás de Aquino (IUSTA),52 se inauguró el 11 de junio con una clase magistral a cargo de Fray Mario Petit de Murat OP sobre «La verdadera Universidad». La primera Escuela fue de Filosofía y pronto siguió la de Lenguas Clásicas y Modernas, y la Escuela de Historia. El Instituto contaba desde entonces con su propia Biblioteca. En 1959 el Arzobispo de Tucumán, Monseñor Juan Carlos Aramburu, aprobó los Estatutos correspondientes, nombrando el 3 de junio a Fr. Alberto Quijano OP primer Rector. El 26 de agosto, el Gobierno de la Provincia de Tucumán a cargo del Dr. Celestino Gelsi, procedía a aprobar los Estatutos del IUSTA. Al año siguiente se creó la Escuela de Folklore «Juan Alfonso Carrizo» que inició sus actividades en 1960. El Instituto fue anexado a la Universidad Católica de Córdoba, otorgando los primeros títulos en diciembre de 1964, a egresados pertenecientes a la Escuela de Historia, de la Facultad de Humanidades. El 6 de agosto de 1965, el Presidente de la Nación, Dr. Arturo U. Illia, firmó el Decreto Nº 6.257 por el cual nacía oficialmente la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino. 10. A manera de conclusión Como podemos ver la obra de la Orden Dominicana en Tucumán fue muy destacada. Los frailes no estuvieron ajenos a los sucesos históricos nacionales y provinciales participando en ellos y vinculándose con la sociedad tucumana. En esta apretada síntesis de la labor de la Orden en Tucumán, fuimos marcando cada período de la historia que les toco vivir y vemos como hoy la Orden se visualiza a través de la UNSTA y algunas misiones que desarrolla.

52

Nombre propuesto por Fr. Salvador Santore.


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Fuentes Archivo Dominicano de Tucumán (ADT), Fr. Jacinto Carrasco, Anales del Convento Dominicano de Tucumán, Tomo I (1912-1914). A.D.T. Libro de Caja. Tomo II, (1906-1936). A.D.T. Libro de Procura, Tomo IV, (1906-1914). ADT. Papeles manuscritos varios del P. Ángel María Boisdron, Caja Nº 1, f. A298, ADT. Jacinto Carrasco OP. Ensayos Históricos sobre la Orden Dominicana Argentina. Tomo II. 1822-1890, Inédito. Archivo Hermanas Dominicas de Tucumán (AHDT), caja «Escritos de Fr. Boisdrón», Autobiografía. Archivo Histórico de la Provincia de Tucumán (AHT). Actas Capitulares. Vol XI, 1784-1791, f. 281v. AHT. AEP Manuscritos sobre datos biográficos de Ernesto Padilla para Guillermo Furlong», carpeta 5. Fuentes periódicas: La Buena Noticia. Ensayos y Rumbos. Bibliografía Aguirre, Ana Cecilia, «El Patrimonio Artístico de la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Tucumán a través de la memoria de su Archivo Conventual», en Primeras Jornadas de Historia de la Orden Dominicana en la Argentina, UNSTA, 2003, pp. 43-44. Amenta, Sara Graciela. «Instalación y primeros años de labor de la Orden Dominicana en San José del Monte de Lules, Tucumán. Después de la expulsión de los Jesuitas. (1767-1791)», en Primeras Jornadas de Historia de la Orden Dominicana en la Argentina. Instituto de Investigaciones Históricas «Prof. Manuel García Soriano», Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, Tucumán, Ed. UNSTA, 2003, pp. 85-97. Amenta, Sara Graciela; Aguirre, Ana Cecilia. «Basílica de Nuestra Señora del Rosario, Iglesia de Santo Domingo»; en Primeras Jornadas de Historia de la Orden Dominicana en la Argentina. Instituto de Investigaciones Históricas «Prof. Manuel García


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Soriano» Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, Tucumán, UNSTA, 2003, pp. 65-83. Amenta, Sara Graciela; Aguirre, Ana Cecilia. «La Orden de Santo Domingo y los festejos de los Centenarios entre 1910 y 1916 en Tucumán», en II Jornadas de Historia de la Orden Dominicana en la Argentina. Instituto de Investigaciones Históricas «Prof. Manuel García Soriano». UNSTA, 2005, pp. 79-90. Amenta, Sara Graciela; Aguirre, Ana Cecilia. Los dominicos y los hombres y mujeres de la elite social de Tucumán. Construyendo redes (1876-1924). Tesis Doctoral, Universidad del Salvador, Facultad de Historia, Geografía y Turismo, Buenos Aires, 2016, Inédita. Auza, Néstor Tomás, «El Catolicismo social latinoamericano»; en Los últimos cien años de la evangelización en América Latina. Centenario del Concilio Plenario de América Latina. Simposio Histórico. Actas. Ciudad del Vaticano, 21-25 de junio de 1999. Roma, Librería Editrice Vaticana, pp. 479-495. Boisdrón Ángel María. Discursos y Escritos. Talleres Gráficos Preusche y Eggeling, Bueno Aires, 1921. Folquer, Cynthia. Viajeras hacia el fondo del alma. Sociabilidad, política y religiosidad en las Dominicas de Tucumán, 1886-1911. Tesis Doctoral, 2012. Inédita. F olquer , Cynthia; A balo , Esteban; A menta , Sara Graciela. Una Universidad «tomista» para el Noroeste Argentino. Los tiempos undacionales de la UNSTA, 1948-1970. Ed. UNSTA, Tucumán, 2015. Formoso, Silvia E. Ernesto Padilla (1873-1951). Ciudadano del norte argentino. Tucumán, Fundación Miguel Lillo, Centro Cultural Alberto Rougés. 2009. González Op, Rubén. Historia de la Provincia Dominicana de Argentina. Antecedentes. Siglos XVI-XVII. I. Tucumán, Ed. UNSTA, 2002. González Op, Rubén. «La Primera Fundación de la Cátedra de Filosofía y Teología 1800-1801», en Revista Aportes para la Historia de Tucumán, del Instituto de Investigaciones Históricas «Prof. Manuel García Soriano» de la UNSTA, pp. 7-23. González Op, Rubén. El General Belgrano y la Orden de Santo Domingo. Tucumán, UNSTA, 2000.


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González Op, Rubén. «Fray José Manuel Pérez, un ilustre dominico tucumano», en la Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán, 6, Tucumán, 1994, pp. 35-43. González Op, Rubén. «La Orden Dominicana en Argentina en el siglo XIX»; en José Barrado Barquilla OP y Santiago Rodríguez OP (Coord) Los Dominicos y el Nuevo Mundo. Siglos XIX-XX. Actas del Vº Congreso Internacional, Querétaro (México) 4-5 sep. 1995. Salamanca, Ed. San Esteban, 1997, p. 520. González Op, Rubén. «La Basílica de Santo Domingo en San Miguel de Tucumán», en Revista de la Junta de Estudios Históricos. Nº 7. Tucumán, diciembre 1995, pp. 52-54. Hinnebusch, William A., Breve historia de la Orden de Predicadores. Salamanca, Ed. San Esteban. 1982. Páez de la Torre (h), Carlos «Una Matrona de antes. La madre del gobernador Ernesto Padilla», en La Gaceta, 29.8.2005. Roselli, Silvina Daniela. «El ‘Centro Católico’: su fundación y primeros años de vida». En Actas de las Primeras Jornadas de Historia de la Orden Dominicana en la Argentina. Tucumán, Instituto de Investigaciones Históricas «Prof. Manuel García Soriano», UNSTA, 2003, pp. 317-334. Saldaña Retamar Op, Reginaldo. Los dominicos y la independencia Argentina. Monografía documentada. Buenos Aires, 1920. Vigil, Carlos. Los monumentos y Lugares Históricos de la Argentina. Buenos Aires, 1968.


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Entre el influjo de Cádiz y la persistencia de las estructuras tradicionales. La ‘República’ en el lenguaje político de la revolución. Tucumán, 1810-1820 Irene Pilar García

¿P

—1—

or qué ocuparnos de la ‘República’ en Tucumán? En los últimos tiempos el estudio de la revolución o las revoluciones ha recalado vigorosamente en el análisis de sus perfiles políticos y ‘República’ es, en el tratamiento de estas cuestiones, una palabra clave. No fue casual que la preocupación por indagar sobre la ‘República’ se volviera actitud común entre los investigadores que trabajaban sobre temas americanos, espacio privilegiado en el desarrollo de gobiernos republicanos. Producidas las «revoluciones atlánticas», el mundo europeo se inclinó hacia la construcción de formas monárquicas, mientras los países americanos, en general, optaron por constituirse en repúblicas. En la historiografía tradicional era frecuente que se ubicara a los movimientos de emancipación americana en el contexto del liberalismo del siglo XVIII. Luego, se abrieron paso enfoques más amplios; ellos permitieron visualizar, en la continuidad histórica de las sociedades, situaciones realmente creativas de normas y prácticas políticas.


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En esta línea, se destacó el trabajo de los historiadores norteamericanos de la segunda mitad del siglo XX. Entre ellos, J. G. A. Pocock señaló la relación de la política institucional angloamericana con el humanismo cívico de la Italia del Renacimiento. Otros autores encontraron las fuentes teóricas de la revolución norteamericana «tanto en el Iluminismo o el puritanismo como en el radicalismo inglés (siglos XVI y XVII) y más notablemente en el pensamiento clásico».1 Estos estudios coincidieron en el tiempo con las producciones que —tomando como objeto las revoluciones hispanoamericanas— fueron reconociendo las raíces hispánicas y clásicas de las herramientas empleadas en las construcciones de los nuevos edificios políticos. Como afirma Mónica Quijada, Tulio Halperin, Carlos Stotzer y Nettie Lee Benson iniciaron una tarea que después, al final de los años 80, fue vigorizada por las investigaciones de Francois Xavier Guerra y muchos otros que hoy avanzan tratando de afinar el estudio del lenguaje de las revoluciones para la mejor comprensión de los procesos. Adviértase que los estudios no se detienen exclusivamente en un escenario singular; y, aun cuando se abordan historias nacionales o regionales, éstas significan en sus respectivos contextos. Entre los prestigiosos investigadores especializados en historia americana y española que transitan estos senderos, puede mencionarse a Javier Fernández Sebastián, Tulio Halperin Donghi, Jorge Myers, Elías Palti, José C. Chiaramonte, Fabio Wasserman, Antonio Annino, José Portillo Valdés, Marcela Ternavasio, Gabriel Entin, Gabriel Di Meglio y Noemí Goldman.2 —2— El asunto en su contexto. Suele afirmarse que cada discurso significa en su propio contexto. Si aceptamos este punto de partida, el significado atribuido al término ‘República’ en Tucumán, durante 1 Roberto Gargarella, «El republicanismo y la filosofía política contemporánea», en Atilio Borón, Teoría y Filosofía Política. La tradición clásica y las nuevas fronteras, Sala de Lectura. Biblioteca Virtual del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales – CLACSO. Versión on line. 2 La lista de autores es una mera aproximación a los hispanoamericanistas que transitan temas afines a los que nos ocupan, sin mencionar las investigaciones de carácter local o regional.


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el proceso de la Revolución Rioplatense, podría indagarse procurando —en primer lugar— identificar dicho contexto, tarea que puede realizarse a partir de la abundante y calificada bibliografía y los documentos disponibles. La comunidad científica ha llegado a buen número de principios generales reconocidos en el estudio de la Revolución. Ellos —por el alto grado de generalidad alcanzado— sirven como supuestos comunes, como puntos de partida ineludibles para el abordaje de estos asuntos en el concierto americano. Así, estudios actuales han afirmado, en general, el carácter «atlántico» de las revoluciones hispanoamericanas. Con esta categorización señalaron la inclusión de extensos territorios en el marco de una problemática general: la caída de la monarquía y el inicio de la delineación de nuevos sistemas políticos. En elproceso histórico, de desarrollo y construcción de experiencias políticas que se abrieron con la explosión de la crisis monárquica, se instaló la diversidad. Una vez desencadenada la noticia de la vacatio regis, se avanzó en la formulación de nuevos sistemas políticos a partir de la realidad particular de cada sociedad. Allí radica el atractivo de la singularidad de cada decurso histórico, donde habría de signarse la construcción de las nuevas formas políticas expresadas en un lenguaje —aunque no siempre nuevo, o totalmente nuevo— pleno de renovados y creativos significados. Esto fue así porque el hecho central de la desestructuración del sistema vigente en el amplísimo escenario de los dominios hispánicos impactó en el seno mismo del mundo de la vida, en su compleja y heterogénea existencia. De tal manera, los nuevos conceptos que se manejaban en el marco de las revoluciones atlánticas no podían implantarse, así como así, en una tabla rasa. Detengámonos un instante en las notas salientes de la situación general. Como se dijo, se trataba de la disolución de la monarquía española, verdadero reto que provocó la respuesta de buena parte de la sociedad española (de españoles europeos y españoles americanos). La reacción generalizada tuvo tres herramientas principales: la discusión jurídica, la guerra y la organización en Juntas. En el primero de estos escenarios se desarrolló, sobre la base del derecho existente, la argumentación desde la cual habrían de partir los nuevos edificios políticos. Por entonces, estaban dadas las condiciones que Hanna Arendt consideraba necesarias para que se produjera la sustitución de un


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régimen. En primer lugar, era menester que éste hubiera perdido fuerza; en la situación que nos ocupa, podemos observar que la debilidad de la Monarquía Española frente a la invasión napoleónica era, a todas luces, evidente. Además, según afirmaba Arendt, se necesitaba un número suficiente de actores dispuestos a asumir el control de la situación; en la España del primer decenio del siglo XIX, fueron los pueblos quienes —reunidos en Juntas— decidieron el rechazo efectivo a la invasión de los franceses. El tercer requisito indicado por Arendt para el cambio de régimen era la existencia de un proyecto de construcción política, una argumentación acordada, un libreto para la acción. En este terreno no puede dejar de recordarse cómo en aquella situación decimonónica entró en escena, con certeza ampliamente consensuada en toda la extensión del Imperio, la argumentación jurídica tradicional. En ella habría de basarse la reacción y, finalmente, se llegaría a cuestionar la actuación concreta del monarca español por su claudicación frente al poder extranjero.Lo que revestía mayor gravedad era la conducta del rey —verdadero atentado contra el derecho tradicional—. Pero no todo concluiría allí. Desde el bagaje de las nuevas ideas se llegaría a construir un nuevo y poderoso actor político principal: la Nación; y un nuevo instrumento legal: la Constitución de Cádiz.3 El espíritu de Cádiz ejercería su influjo en toda la extensión en la que había dominado la Monarquía Española, proyectando buena parte del nuevo ideario de la Ilustración Española en principios de ‘soberanía nacional´, ‘representación’, ‘división de poderes’, ‘derechos individuales’, ‘igualdad ante la ley’, ‘derecho de propiedad’, ‘libertad de prensa´, ‘religión católica’. Muchos componentes de este proceso general se dieron de variados y singulares modos en los pueblos4 de la extensa Monarquía. Las reuniones y debates producidos en sus dilatados territorios —en capitales virreinales y ciudades subordinadas— reconocían aquella matriz original: cuestionamiento a la invasión extranjera, afirmación 3 Una síntesis muy bien lograda se cristaliza en la frase de Portillo Valdés cuando sostiene que la revolución involucra el tránsito «del derecho foral al derecho constitucional». Cf. J. M. Portillo Valdés, «La Revolución Constitucional en el mundo hispánico». Versión on line. 4 No debe olvidarse que los pueblos eran diversos. Había ciudades principales y subordinadas, litorales y mediterráneas; algunas eran sede de instituciones importantes (Virrey, Audiencia, Consulado, Universidad) otras —Tucumán entre ellas— solamente contaban con cabildos.


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de pertenencia a la Monarquía Española, depósito de la soberanía, retroversión de la misma. Con la caída de la Monarquía, cuando se perdieron las certezas en las que estaban instalados los pueblos, era posible que ellos apelaran a los patrones comportamentales tradicionales o, por lo menos, que se instalara la ambigüedad sobre la imputación de dicha soberanía.5 En el caso de España, la cuestión se resolvió constitucionalmente de manera temprana: la Constitución de Cádiz dejó en claro que la Nación —en su definición política— era soberana; no ocurrió así en otros escenarios. 6 En el espacio rioplatense, la imputación de la soberanía dio lugar a largas discusiones para dirimir la cuestión entre las provincias y Buenos Aires (en cuanto esta última funcionaba como Capital). Las dificultades pasaban desde cuestiones semánticas, jurídicas e ideológicas, hasta fuertes confrontaciones de intereses desatadas, sobre todo, en el Litoral. Puede afirmarse que la revolución tuvo carácter jurídico, y esto revelaba la existencia de una cultura jurídica común. Sin embargo, en el proceso de toma de decisiones —propia de los hechos políticos— habrían de instalarse matices de diversidad que respondían a la particular situación de cada jurisdicción y de cada pueblo. En dicho proceso, además de la existencia de un cuerpo jurídico común, entraron en juego una cantidad de componentes de muy variados caracteres: perfil del sector gobernante y la comunidad política, cultura política,7 intereses, posibilidades y necesidades del medio, rutas y redes comerciales, culturales, familiares, sociales,8 etc. 5 Muchos y valiosos trabajos se han ocupado de la compleja cuestión de la imputación de la soberanía, entre ellos, los de J. Chiaramonte, Ciudades, provincias Estados. Orígenes de la nación argentina (1800-1846), Ariel, Buenos Aires, 1997; Nación y Estado en Iberoamérica. El lenguaje político en tiempos de la independencia, Sudamericana, Buenos Aires, 2004; y Goldman, Noemí «Introducción», en Lenguaje y revolución. Conceptos políticos clave en el Río de la Plata, 1780-1850, Prometeo Libros, Buenos Aires, 2008. 6 Cf. Antonio Annino, «Imperio, constitución y diversidad en América Hispana», en Nuevo Mundo. Mundos Nuevos. Debates 2008. Versión on line. Annino afirma que el 80% de América Hispánicatuvo su primera experienciaconstitucional apartir de la Constitución de Cádiz. Nosotros podemos advertir que, en el actual territorio argentino, solamente Salta y Jujuy, que se encontraban bajo el dominio del ejército del Perú, reconocieron la carta gaditana de 1812. 7 Cf. Irene Pilar García, «Letrados en Tucumán, una ciudad hispanoamericana, en los albores de la Independencia, en Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán. N° 15, San Miguel de Tucumán, diciembre de 2017. ISSN 0327-1560, pág. 24,51. 8 Cf. Cristina López de Albornoz, Los dueños de la tierra: economía sociedad y poder. Tucumán, 1770-1820, UNT, Facultad de Filosofía y Letras. Tucumán, 2003. Sobre estas cues-


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Esta complejidad sería imposible abordar en su conjunto, pero podríamos aproximarnos, mediante un estudio de caso basado en el registro del empleo del término ‘República’ en el discurso de la elite política tucumana, y averiguar qué significado atribuían a esa palabra en los primeros tiempos de la revolución. Entendiendo que el objeto de estudio pertenece al lenguaje político, sería posible comenzar a trabajar sobre documentos producidos por actores políticos en Actas Capitulares, Actas de la Sala de Representantes y, particularmente, sobre los documentos constitucionales elaborados a partir de la revolución. —3— El planteo metodológico. Intentamos un camino de aproximación a los hechos políticos de la Revolución, recalando particularmente en los sucesos, ideas y proyectos que se desarrollaron en el escenario de San Miguel de Tucumán, uno de los tantos pueblos que pertenecieron a la Monarquía Española. Tratándose de hechos políticos, resulta conveniente recordar que la política refiere siempre a la toma de decisiones. Para su abordaje suele tenerse en cuenta, de manera implícita o explícita, que la política es una relación que implica un triple juego de relaciones: mando-obediencia, amigo-enemigo, público-privado. En las páginas siguientes se considerará, especialmente, la primera de ellas. Esto es así porque del análisis de los registros documentales se colige que la región misma se define en la medida en que se construye un «nosotros» que se identifica por el reconocimiento de una conducción; el reconocimiento de un mando parece ser la clave para superar el vacío político que dejara la desestructuración del sistema monárquico. Ahora bien, las relaciones que entablan los protagonistas tucumanos, se ubican en el proceso del cambio de sistema político desencadenado a partir de mayo de 1810 y se procura indagar qué significado asignan al sintagma ‘República’ en el marco de la nueva construcción. tiones hay relevantes aportes de investigadores locales como Ramón Leoni Pinto, Ana maría Bascary, Carlos Páez de la Torre (h), Gabriela Tío Vallejo, Paula Parolo, Flavia Macías, Georgina abate, Marisa Davio.


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Se trata, pues, sobre el significado atribuido a una palabra clave del lenguaje político.9 Según Miguel Rebollo Torío, «el lenguaje político es un reflejo de la sociedad. La presencia de unos términos nos proporcionan datos y, lo que es más importante, la ausencia de ciertas palabras es tan significativa como su aparición».10 Por otra parte, es frecuente que las palabras que se emplean en el lenguaje político sean ambiguas ¿No lo son hoy, acaso? ¿Cuántas personas de cultura media pueden definir con precisión cómo se constituye el Senado argentino y cuáles son sus funciones? Sin embargo, hablan cotidianamente del comportamiento de ese cuerpo legislativo. De igual manera ocurre con partidos políticos, sistemas políticos, parlamentarismo, en fin, con todo el léxico político que, como tal, no tiene rigor semántico. Por eso, Rebollo Torío sostiene que «la ambigüedad es inherente al empleo de los términos políticos». Si esto se advierte en todos los tiempos, en momentos de transformaciones paradigmáticas la cuestión se torna aún más compleja; sobre todo, cuando se trata de viejos sintagmas que, al calor de situaciones cambiantes, van resignificándose en relación con las nuevas realidades que acontecen en una sociedad que se desenvuelve, naturalmente, en el marco de patrones comportamentales preexistentes.11 En estos juegos es frecuente que cambien las connotaciones de los sintagmas. Por otra parte, el emisor del mensaje político contribuye a la ambigüedad y la polisemia porque pretende que el contenido de la comunicación sea aceptado por todos; puede advertirse que ésta es otra característica que, en el período del que se trata, se ve fortalecida al calor del nuevo principio de legitimidad basado en la soberanía popular, lo que naturalmente amplía el número de Algunos autores prefieren más bien hablar de La lengua en el discurso político. Así, Marina Fernández Lagunilla dice que «el lenguaje político es, ante todo, la lengua en la política ya que sus rasgos se alejan de la característica de los lenguajes sectoriales». No se trata de un discurso cerrado, sino abierto a todos los ciudadanos. Cf. Marina Fernández Lagunilla, La lengua en la comunicación política I: El discurso del poder, Arco Libros, Madrid, 1999, pp 15-16. 10 Cf. Miguel A. Rebollo Torío, (Universidad de Extremadura) Atti del XX Convegno [Associacione Ispanisti Italiani Convegno] Coord. Por Doménico Antonio Cusato, Loreta Frattale Vol. 2, 2002 (Testi specialistici e nuovi saperi nelleiberici) ISBN 88-86897-07-3, pág. 11-36 11 Sobre las respuestas de las sociedades frente a los nuevos desafíos apelando a los patrones comportamentales tradicionales, Cf. J. Habermas, Teoría de la acción comunicativa, Taurus, Barcelona, 1981. 9


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participantes a los que hay que seducir. Por eso Rebollo afirma: «Si se me permite una comparación: el político pone la música y cada destinatario escribe la letra. Así puede sonar para todos, por más que el contenido pueda diferir».12 El lenguaje político está configurado por un reducido número de palabras que exigen prestar especial atención a su contexto espacio-temporal. ‘República’ es uno de esos términos que «tienen entrada indiscutible» porque forma parte del núcleo fuerte de este tipo de vocabulario; sobre todo en el espacio americano, donde los países optaron, casi exclusivamente, por este sistema político. De allí, también, la relevancia que adquiere en los estudios rioplatenses.13 ‘República’ no pertenece al lenguaje ordinario. Su pasado se remonta a la antigüedad clásica, estaba en uso en el período colonial y se instaló como una de las notas comunes en la formación de los nuevos sistemas políticos americanos.14 Por ello es que, al igual que en el lenguaje político en general, en este caso aparecen tanto «solapamientos como trasvases, herencias reestructuradas como resignificadas, y su ambigüedad y polisemia no son sólo cosa del pasado, ni siquiera del pasado en contraposición al presente». Ante estas situaciones, puede seguirse a Mónica Quijada cuando sostiene que no le interesa «diseccionar cada término sino su concatenación e interacción simbólica en el marco más amplio de los procesos políticos».15 Junto con ello resulta aconsejable tener en cuenta que los términos propios del lenguaje político eran empleados, en primer lugar, por un grupo determinado de personas que, en el momento que nos ocupa, estaba representado por funcionarios de gobierno, clérigos, diputados y letrados. Hay que considerar, también, que estos protagonistas a veces hablaban entre ellos y hasta producían Cf. Miguel Rebollo Torío, A. op. cit. ‘República’ es una de las palabras consignadas por Gabriel di Meglio, en Noemí Goldman (editora), Lenguaje y Revolución. Conceptos políticos clave en el Río de la Plata, 1780.1850. Prometeo Libros, Buenos Aires, 2008, pág. 145-158 14 Entre los trabajos publicados en los últimos tiempos, cf. Hilda Sábato, «República. Insumos para la discusión», en www.historiadoresyelbicentenario.org; Gabriel Entin, «De la república desincorporada a la república representada. El lenguaje republicano durante la revolución del Río de la Plata», en Biblioteca, www.historiapolitica.com 15 Cf. M ónica Q uijada , «Los límites del «pueblo soberano»: territorio, nación y el tratamiento de la diversidad. Argentina siglo XIX», en Historia y Política, Vol. 13, pág 1431174, Buenos Aires, 2005. 12

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documentosen cuerpos políticos —Cabildo, Sala de Representantes, Asambleas, Congresos— ocasiones en las que los significados serían más precisos. Sin embargo, no se puede descartar que —entre ellos mismos— el lenguaje estuviera penetrado por la indefinición que impregnaría por largos años al propio proceso político. En otras circunstancias, estos protagonistas tenían como receptores de sus mensajes a diferentes miembros de la comunidad a la que procuraban persuadir y, si pretendían llegar a todos, las palabras empleadas estarían cargadas con mayor dosis de ambigüedad. Las realidades diversas, la expansión de la revolución en espacios extensos con la participación de emisores singulares que pertenecían a sociedades diferentes torna aconsejable la realización de estudios de casos y la aplicación del método comparativo. De tal manera, podría trabajarse con hipótesis procedentes de las enunciados generalmente aceptados en la comunidad de los historiadores para comprobar si en el recorte espacio/temporal escogido pueden afirmarse tales teorías, o pueden observarse tensiones o el rechazo de las mismas.16 Tomando en cuenta lo antedicho sobre características del discurso político y siguiendo a G. Pasquino —cuando sugiere que el método comparativo puede estudiar diversos períodos dentro de un mismo sistema— en este caso se considera el término ‘República’ en distintos momentos. El trabajo más amplio incluye el lenguaje del Cabildo (1810-1823) y el de la Sala de Representantes 18211829); y otros documentos constitucionales: la Constitución de la República de Tucumán, el Proyecto de Constitución de 1834 y el Estatuto del 52. Por razones del avance de este trabajo y por el límite de extensión establecido, sólo se considerará el lenguaje del Cabildo y, especialmente, el de la Constitución de 1820.17

16 Cf. Giovani Sartori, La política. Lógica y Método en las Ciencias Sociales, Fondo de Cultura Económica, 2002. 17 Sobre el itinerario de la palabra ‘República’ en la Sala de Representantes puede consultarse diversos trabajos de la historiografía provincial, especialmente los de Manuel Lizondo Borda, Carlos Páez de la Torre (h), junto con varios de mis últimos escritos. En la historiografía nacional puede consultarse la obra de Zinny y también las referencias que sobre algunos de estos autores recoge la Ia más reciente de Gabriel di Meglio, quien se ocupa de la palabra ‘República’ en Noemí Goldman (compiladora), Lenguaje y revolución. Conceptos políticos clave en el Río de la Plata (1789-1850), Prometeo Libros, 2007.


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—4— El Cabildo. Hacia 1810, en el leguaje del cabildo, la palabra ‘República’ se empleaba como una fórmula casi ritual consignada al comienzo de cada una de las actas: los capitulares se reunían «para tratar lo pro y útil a esta República». Esta forma discursiva la hemos registrado no sólo en la institución tucumana y en la bibliografía hispanoamericana específica, sino también en nuestras investigaciones sobre las actas capitulares de Santiago del Estero, Córdoba, Santiago de Chile y Buenos Aires, antes y en los años inmediatamente posteriores a la Revolución de 1810.18 No cabe duda de que en estos casos la palabra remite a una corporación concreta; a un cuerpo político tradicional que era la expresión jurídico-política de la ciudad, parte integrante de la Monarquía Española, como tantos otros de su misma naturaleza. También conviene tener en cuenta que la palabra que nos ocupa, en su acepción clásica, estaba aludiendo a la autonomía del gobierno local, a un autogobierno que, en la realidad española, representaba la potencialidad política del cuerpo singular en el marco general del sistema político en el que estaba inserto. A su vez, éste se caracterizaba por el reconocimiento de la unidad en la diversidad de un sistema monárquico de carácter pactista. Se advierte que, hacia el año 1814, a medida que se tomaba decidida distancia de la Corona Española, la fórmula que encabezaba las actas capitulares empezaba a modificarse. Aunque continuaba empleándose la palabra ‘República’, cada vez más, ella iba siendo reemplazada por expresiones como éstas: «los miembros del cabildo» se reunían para tratar lo útil y conveniente al público¨; «lo conveniente al beneficio público», etc. De esta manera, persistía el eje de la importancia de «lo público», expresión privilegiada de la política tradicional, aquella que se correspondía con ‘la república de la virtud’, aunque no dejaba de aparecer otra frase para la indefinición: «conveniente a los intereses de este Pueblo».19 Se

18 La «república del interés» parecía insinuarse; sin embargo, seguía muy presente la noción corporativa: «de este Pueblo». 19 Sobre estas nociones Cf. Aristóteles, Política, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1999, Montesquieu, M., Del Espíritu de las Leyes, Ediciones Bronte s.l. 2012. España. A. Tocqueville, La Democracia en América, Ediciones Arbis, España, 1985.


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preanunciaría, entonces, la aproximación a la ‘república del interés bien entendido’?20 Hacia fines del año 1819, la forma discursiva original parecía estar en vías de extinción junto con la próxima abolición del mismo cabildo —última institución sobreviviente de la Monarquía— que pretendería ser ejecutada por la Constitución de la República de Tucumán.21 Tanto el cabildo, como la expresión ‘República’ hacían referencia a un cuerpo político que actuaba en el marco del gobierno de la Revolución encabezada por Buenos Aires. La relación mandoobediencia se evidenciaba en los documentos y en la bibliografía específica referida al desarrollo del proceso político local. El gobierno instalado en Buenos Aires a partir de mayo de 1810 pasaría a ocupar el lugar dejado por la vacatio regis. La presencia del Ejército y sus jefes contribuyeron para que, en Tucumán, no hubiera motivo para percibir, de manera radical, el vacío del mando. Seguía siendo una ciudad subordinada que, en el desarrollo del proceso libraría —al mando de Belgrano— una batalla importantísima para la independencia americana, según Vicente Fidel López, «la más criolla de cuantas batallas se han dado en territorio argentino». Por su trayectoria, Tucumán sería elevada a ciudad principal y Capital de Intendencia (1814) —con jurisdicción sobre Santiago del Estero y Catamarca— y en su ámbito se reuniría el Congreso General que habría de declarar la Independencia (1816). En este proceso se afianzaría tanto el distanciamiento político de Tucumán respecto de su antiguo enclave en el espacio peruano, como su decidida inclinación atlántica, con todo lo que ello significaría en el complejo proceso organizativo. Durante el desarrollo de los acontecimientos producidos entre 1810 y 1820, en el escenario privilegiado de la guerra de la independencia, Tucumán acumuló importante capital político y simbólico. La ciudad —en la expresión de sus capitulares— se sentía protagonista del proyecto emancipador, en relación de combinación con el gobierno central.

20 No casualmente, esto ocurría en momentos en que se preparaba en España la Revolución de Riego que abriría paso al Trienio Liberal. 21 Ricardo Jaimes Freyre, Historia de la República de Tucumán, Ed. Coni, Buenos Aires, 1911.


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—5— Constitución de la República de Tucumán. En 1820, la palabra ‘República’ se inscribió en el título de un documento constitucional. Según Portillo Valdés, la revolución se caracterizaba por la transición del «derecho foral al derecho constitucional». La dirigencia de Tucumán, lejana ciudad —mediterránea y subordinada— de la Monarquía Española que no había jurado (sí lo hicieron Salta y Jujuy) la Constitución de Cádiz, pretendía, pues, ingresar en el movimiento constitucional para diseñar su sistema político bajo la denominación de ‘República’. Entre los intelectuales que trataron específicamente el tema de la República de Tucumán merece destacarse una pluma que pertenecía a la no suficientemente bien mentada generación tucumana del centenario. Me refiero a Ricardo Jaimes Freyre, quien publicó, en 1911, Historia de la República de Tucumán.22 Al comienzo de su obra, el autor decía que se ocupaba en ella de acontecimientos que no habían sido estudiados «por historiador alguno», haciendo la salvedad y el elogio de las referencias contenidas sobre ese asunto en la obra Tucumán y el Norte Argentino, de Juan B. Terán, «el primero que recortaba ese tramo entre ‘la balumba de las guerras civiles’ y les aplicaba la lupa». Según Jaimes Freyre, «la República de Tucumán no fue, en la mente de su fundador (Bernabé Aráoz), otra cosa que un estado autónomo, ligado a los otros del extinguido virreinato por el vínculo federativo». Entre las producciones tradicionales sobre la Constitución de la República de Tucumán debe mencionarse el libro de Ismael Sosa, Historia Constitucional de Tucumán,23 donde se analiza cuidadosamente el texto desde la perspectiva del lenguaje jurídico. Éste es el primero de los autores que reacciona contra la mirada de los historiadores que, desde el puerto, atribuyeron al término ‘República’ connotaciones emancipadoras y separatistas de las que careció en absoluto. El descubrimiento del documento en cuestión, realizado

Ismael Sosa, Historia Constitucional de Tucumán, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, UNT. Publicación Nro. 39. Tucumán, 1945. 23 Félix Alberto Montilla Zavalía, Historia del poder constituyente de Tucumán (15652006). Centro Cultural Alberto Rougés. Fundación Miguel Lillo, Tucumán, diciembre de 2009. 22


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por el Dr. Celesia, permitió —dice Ismael Sosa— rebatir el mito, trabajar sobre el contenido del documento y ubicarlo en su contexto. Autores locales —como Manuel Lizondo Borda, Carlos Páez de la Torre (h), Ramón Leoni Pinto, Gabriela Tío Vallejo y mis propios trabajos— continuaron, con mayor o menor énfasis, en el reconocimiento de esa línea interpretativa. Desde el derecho constitucional, importantes publicaciones de los últimos años, en coincidencia con Jaimes Freyre, niegan el carácter separatista que se había atribuido a la Constitución de 1820. Félix Montilla Zavalía, 24 agrega un concepto que merece atenderse: «hay una continuidad entre 1820 y 1907, porque las constituciones dictadas durante ese período contenían normas que procuraban realmente el bienestar general y estaban pensadas para el porvenir». Sergio Díaz Ricci también se ocupa de la Constitución de 1820; percibe la continuidad existente entre los documentos constitucionales tucumanos y sostiene que «toda disposición constitucional recoge parte de la realidad preexistente y los valores que la generación constituyente quiso plasmar normativamente para sí y para las generaciones futuras».25 María Gilda Pedicone de Valls también hace sus aportes en Historia de las Constituciones de Tucumán 1820-2006. Después de leer la Constitución de la República de Tucumán de 1820 y cotejarla con la organización procedente de la tradición, con el lenguaje y la trayectoria política de la Revolución en Tucumán, con el contenido de las Actas de la Sala de Representantes, con los discursos y cartas de los gobernadores, con los documentos relacionados con el Proyecto Constitucional de 1834 y el Estatuto de 1852, se tiene la impresión —en coincidencia con lo que sostiene Gilda Pedicone de Valls— de que se trata de distintas partituras que corren detrás de una misma música: el arte de gobernar articulando la parte en el todo. He ahí el problema: articular las provincias con la hegemónica Buenos Aires. Pensando en términos de teoría de sistemas políticos —siguiendo a Easton, Pasquino, Sartori, es decir, atendiendo a especialistas de este tema— podría sintetizarse diciendo que la gran cuestión radicaba en establecer la relación entre «el centro y la periferia» 24 S. Díaz Ricci, «Breve Historia Constitucional de Tucumán», en Revista El Derecho, Suplemento Derecho Constitucional, 13 de octubre de 2006, Nro. 11, 614, Año XXIV, pág 1325 Ismael Sosa, op. cit. Pág. 177.


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para lograr el gobierno de un espacio extenso y diverso, en una situación incierta. Desde las miradas de la historiografía local, se descartaba toda posibilidad de opción por uno solo de los términos. Lo que daba el tono histórico y nos obligaba a salir de la serena reflexión de las teorías era la conflictividad histórica en medio de la cual surgió este documento. a) El momento.— El contexto de producción de la Constitución de 1820 era de agitación y zozobra; el documento fue un ensayo organizativo concebido como una utopía de salvataje en tiempos tumultuosos. Un diseño que intentaba penetrar en el futuro y que suspiraba por lo que le era negado a la comunidad en su presente. La sublevación del 11 de noviembre de 1819, encabezada por el Capitán Abraham González (oriental) y los oficiales locales Felipe Heredia y Manuel Cainzo, derrocó al gobernador Feliciano de la Mota Botello. El poder recayó, entonces, en el Alcalde José Víctor Posse; luego, en alterado proceso, Bernabé Aráoz sería consagrado gobernador. En el escenario mayor, los sucesos se precipitaron. A la sublevación de Arequito y la disolución del Ejército Nacional le siguió la Batalla de Cepeda y la caída del gobierno central. A pesar de la crisis, o quizá estimulado por ella, el afán de organización constitucional seguía vivo en varios puntos del amplio territorio de las Provincias Unidas. Desde Córdoba llegaban a Tucumán las incitaciones de Bustos para la reunión de un Congreso. Tucumán no respondía con celeridad, aunque no descartaba de plano la invitación. En realidad, había un conjunto complejo de circunstancias que contribuían a la dilación: en medio de tensiones interprovinciales, se eligió como diputado a don Nicolás Laguna quien, después de ensayar variadas excusas, terminó renunciando por motivos de salud. Se abría paso, entonces, a una nueva elección. Entretanto, Tucumán emprendía su propio proyecto, dictaba la Constitución de la República, bajo la inspiración de Bernabé Aráoz e invitaba a Catamarca y Santiago a integrar la Provincia. Pero el Comandante de Abipones, Juan Felipe Ibarra, arremetió sobre las fuerzas tucumanas cuando pretendían que se llevara a cabo la elección del diputado santiagueño al Congreso. De allí surgió la autonomía santiagueña que encontró el caudillo que, con estilo personal, aseguró largamente la gobernabilidad de Santiago del


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Estero. Más adelante, se declararía la autonomía de Catamarca. De esta manera, la República de Tucumán quedaba reducida a la jurisdicción de San Miguel de Tucumán. b) El texto constitucional.— La palabra ‘República’ se empleaba muy pocas veces en todo el documento. Una de ellas se ubicaba en el título, ocupando, de esta manera, un lugar principal en el mensaje; más aún, se expresaba con ella la forma de gobierno que se adoptaba. Uno de los sentidos que se asignó al sintagma ‘República’ desde los años de la independencia en adelante, era de sistema político opuesto a ‘Monarquía’. Ese mismo significado se advierte en los textos producidos por gobernadores y representantes en el Río de la Plata y, también, en la extensión de los pueblos hispanoamericanos. En el conjunto del documento no se registra una recurrencia significativa del término; sin embargo, los destinatarios de la constitución —entre los que debían contarse letrados y ciudadanos— no podían dejar de percibir que la nueva normativa pertenecía a una ‘República’, singular, la República de Tucumán. Tucumán, en su definición jurídico política, en ese momento, era una República. Si bien ella no se presentaba explícitamente definida, es posible inferir que venía a ocupar el espacio vacío dejado por la vacatio regis, primero y el derrumbe directorial, después. En palabras de Jaimes Freyre: la autonomía «fue la consecuencia necesaria del derrumbamiento de la autoridad central». La autonomía, por otra parte, era un componente medular de las prácticas políticas tradicionales. Las otras dos veces que se presentaba la palabra, se ubicaban en los primeros párrafos de la Constitución. Efectivamente, la Sección I, titulada Religión de la Provincia, se enunciaba en estos términos:

Artículo único. La religión católica apostólica romana es la única religión de la República, en cuya protección todas las autoridades emplearán su celo y sus habitantes toda veneración y respeto.26

26 Según David Easton, los tres componentes del sistema político son: la autoridad, la comunidad política y el régimen.


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Esta República marcaba, pues, una relación de combinación de ‘todas las autoridades’ (los que mandan) y ‘sus habitantes’ (los que obedecen) con la religión ‘única’ que debía ser objeto de ‘toda’ veneración y respeto. Es decir, estaban allí definidos los componentes del sistema político ‘la autoridad’, ‘la comunidad política’ y ‘el régimen’ (la constitución).27 A la vez, se hacía explícita la primera ‘asignación imperativa de valores’ (‘veneración’ y ‘respeto’ para la religión). De esta manera, en el texto se señalaba, eufóricamente, una de las referencias sobre la que debía girar el conjunto de valores del ‘régimen’ que diseñaba la constitución: la religión católica.28 Esta definición, por otra parte, se ubicaba entre los principios más característicos del moderno constitucionalismo hispánico inaugurado por la Constitución de Cádiz. ¿Hace falta agregar que había aquí, también, un fuerte componente de la vieja Monarquía y de sus prácticas sociales y políticas? Pero no todo tendría este tono. La definición general del régimen se enunciaba en la apertura de la Sección II, cuando el documento empleaba por tercera vez la palabra ‘República’ y lo hacía en estos términos: «El gobierno todo de la República se administrará por los tres poderes respectivamente, el legislativo, ejecutivo y judicial». De esta manera, se estaba dando un paso fundamental. Se estaba afirmando que esta ‘República’ se definía como un sistema que adoptaba un principio básico incluido en el constitucionalismo moderno a partir de las revoluciones: la división de poderes. Se constituía de esta manera, otra importante y perdurable asignación imperativa de valores al sistema político; la división de poderes. Con ello, a la vez, combinaba con la normativa instaurada por el poder central a partir de la Revolución y con los ensayos organizativos elaborados por varias provincias.29 El texto pasaba luego a considerar la composición del P. L. En estos párrafos el lenguaje se tornaba más complejo. Se trataba de un «congreso provincial», compuesto de «un diputado del fuero común 27 Esto se ratifica más adelante con la atribución de censura previa a las publicaciones en materia religiosa que era asignada al Juez Eclesiástico. 28 Ismael Sosa sostiene que el plan de este documento sigue «exactamente» el de la Constitución de 1819 y que muchos de sus artículos están tomados «a la letra» de esa fuente y del Reglamento de 1817; señala, también, las coincidencias con el Estatuto Provisorio Constitucional de Entre Ríos (1822), Reglamento Provisorio de San Luis (1832), Estatuto Provincial de Jujuy (1833), Reglamento Provisorio de Córdoba (1821). 29 Esta última es la interpretación de Ismael Sosa y de Jaimes Freyre.


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por cada pueblo», y «un eclesiástico que nombrará la representación de la Provincia». La representación al congreso tenía, pues, un perfil a la vez territorial y corporativo de la representación. El lenguaje, como no podía ser de otra manera, resultaba confuso ¿será que respondía al carácter propio del discurso político destinado a lectores diversos que darían lugar a variadas interpretaciones, todas posibles? Lo interesante es que surgen palabras que resultan mucho más recurrentes que ‘República’, entre ellas ‘provincia’, ‘pueblos’, ‘pueblo’, ‘representación’, ‘diputado’, ‘Nación’, ‘derechos’. Parece que la representación de un diputado por cada pueblo se entendía en términos tradicionales, donde cada pueblo era el que se expresaba en los cabildos de las ciudades. Pero cabe preguntarse qué era la ‘Provincia’ y si ella coincidía con los cabildos y su jurisdicción o si se identificaba con la ‘República’.30 Por lo que sigue en el texto constitucional, parecería que, efectivamente, la ‘República’ coincidiría territorialmente con la ‘Provincia’, integrada por los pueblos de Tucumán, Santiago y Catamarca. Así el Congreso sería «provincial» y estaría formado por diputados de los ‘pueblos’ 31 de Tucumán, Santiago y Catamarca. Se ratificaba esta noción de ‘provincia’ contenida en la Constitución, cuando expresaba que los titulares del Poder Ejecutivo eran «Gobernadores Intendentes de las ciudades de la Provincia». En la medida en que se avanza en la lectura, la coexistencia de componentes de procedencia variadas se torna más evidente. Después de haber afirmado taxativamente la división de poderes, las atribuciones del Poder Ejecutivo incluían, explícitamente, las facultades de ‘gobierno, policía, hacienda y guerra’ 32 (notable parecido con ‘los cuatro ramos’ del poder tradicional: ‘justicia, hacienda, guerra y policía’). En esta misma línea de formas complejas, puede advertirse que los ‘pueblos’ eran aquellos cuya ‘soberana confianza’ determinaba el nombre de los diputados, mientras al Congreso Provincial le correspondía efectuar el control del cumplimiento de la normativa

30 Aquí la expresión «pueblos» a cuerpos políticos concretos y no al concepto «pueblo», singular, abstracto, moderno. 31 Ismael Sosa, op. cit., pág., 186. 32 David Easton considera que la función central de la autoridad es determinar la «asignación imperativa» de los valores del sistema; la comunidad política, a su vez, se define por la aceptación de dicha «asignación imperativa».


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que oportunamente dictara para la realización de las elecciones. También el Congreso debía velar por ‘el concepto público’ (‘sobreviniente o posterior’) que merecieran los diputados. En esta cláusula tercera del Capítulo sobre la elección de diputados, puede advertirse que ‘la soberana confianza’ tenía el límite de la ‘asignación imperativa de valores’ 33 que era privativa de la autoridad superior, en este caso, del Congreso. En el capítulo sobre atribuciones del Congreso (Poder Legislativo de la República) se acentuaba esta concepción y se consolidaba la idea de que la Provincia era el conjunto de los cuerpos políticos (pueblos) que integraban la República. Se planteaban, así, la relación entre el gobierno central y los cuerpos que componían la ‘República’. El Congreso era el Poder Legislativo del gobierno central a la vez que representaba a las partes que integraban el sistema político. Aun cuando la Constitución no empleaba el término ‘federal’,34 la relación entre el centro y la periferia con participación de los representantes pueblos intentaba aproximarse a esa forma política. Además, en el encabezamiento de las actas producidas por la Primera Corte de Justicia, aparecía con frecuenta esta forma discursiva: «En la ciudad de San Miguel de Tucumán, Capital de la República Federal de Tucumán…» Todas estas palabras del lenguaje específicamente político, carecían de definiciones precisas; sin embargo, ellas pretendían combinar con el plano de las prácticas políticas posibles en un contexto donde uno de los mayores problemas radicaba en la extensión y la diversidad (elementos no incluidos en la república tradicional). Más aún, resultaban coincidentes con anteriores afirmaciones políticas, particularmente con las instrucciones dadas a los diputados enviados para representar a Tucumán en la Asamblea del Año XIII, el Cabildo recomendó, sin mayores precisiones, adoptar el sistema federal como el de los EE.UU. En otros términos, si bien las palabras ‘república’ y ‘federal’ no aparecían definidas con caracteres conceptualmente nítidos, es evidente que ambas referían a una forma

33 Expresión que, sin embargo, resulta frecuentemente empleada en otros documentos, tales como cartas, actas de reuniones de representantes, etc. 34 Esta idea se ratifica en la Sección III, cuando se ocupa del Poder Ejecutivo afirma: «Ninguno podrá ser elegido Presidente Supremo de la Provincia sin que tenga las calidades de ciudadano natural del Territorio de las Provincias Unidas, con siete años al menos de residencia en la provincia y treinta y cinco de edad». Cf. Ismael Sosa, op. cit., pág. 182-183.


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política que se hallaba en construcción a partir de la vacatio regis. Estos nuevos significados se ubicaban en el centro de la problemática y constituirían verdaderos dilemas organizativos. En la ‘República’, eran atribuciones del Congreso «formar las leyes que deben regir en la Provincia», «decretar la guerra y la paz», establecer por tiempo determinado «para las urgencias del Estado contribuciones proporcionalmente iguales en toda la Provincia»; a propuesta del P.E. fijará «la fuerza militar para el servicio de la Provincia…». El artículo 15 merece ser reproducido: Reglar el comercio interior y ordenar el exterior, de modo que no se perjudiquen en el tráfico común las demás provincias, y sin mezclarse en las providencias privativas del Congreso General de la Nación.

En un lenguaje que contenía fuertes componentes de ambigüedad, este párrafo introducía algunas definiciones que llaman la atención. Parece que esta provincia se ubicaba en el conjunto de ‘las demás provincias’, era un cuerpo político entre otros de la misma naturaleza.35 Más aún, se subrayaba que —por sobre esos cuerpos políticos— había ‘providencias’ que eran ‘privativas’ de otra autoridad: el ‘Congreso General de la Nación’. No puede dejar de advertirse que, entonces, la Provincia (esto es, la República), no era la Nación; se reconocía una autoridad superior —el Congreso General— que pertenecía a la ‘Nación’.36 Párrafo aparte merece esta palabra, que también emergía a partir de la vacatio regis. ‘Nación’ no aludía a raza, ni cultura, ni a un remoto pasado común; tenía marcado sentido político, combinaba con autoridad, mando, instituciones, territorio, bandera, etc. Conviene revisar el documento para advertir que toda la autoridad de la República pretendía ejercerse dentro de los límites de los pueblos que la integraban. En el texto constitucional los datos que confirman esta afirmación llegan a la saturación, veamos algunos. El juramento prescripto para el presidente incluía esta frase:

35 Todos estos asuntos merecerían estudiarse en relación con el concepto de «soberanía», cuestión que en estos momentos sólo pueden considerarse tangencialmente. En la historiografía argentina hay estudios altamente especializados, como especialmente los de José Carlos Chiaramonte, Elías Palti y Noemí Goldman. 36 Cf. Sosa, Ismael, op. cit., pág. 185.


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Protegeré la religión católica, conservaré la integridad e independencia de la Provincia por ahora y en lo sucesivo, bajo la forma de gobierno que prescriba la Nación y no reservaré sacrificio alguno para cooperar al sostén de la libertad, integridad e independencia del territorio de la unión.

La constitución era explícita en la referencia al contexto de producción del documento —en cuanto tiempo de inestabilidad que estaba destinado a finalizar— y a la existencia de una instancia superior de normativas que debía prescribir la ‘Nación’, al igual que a la existencia de un ‘territorio de la unión’. El Capítulo III sobre Atribuciones del Poder Ejecutivo, decía en el artículo 10: Puede con parecer y consentimiento del Congreso celebrar y concluir pactos con las demás provincias, siempre que no estén en oposición con los generales de la Nación...37 Un símbolo de ruptura con el pasado se daba con la determinación de suprimir y declarar «enteramente abolidos en la Provincia, los cabildos o ayuntamientos o municipalidades y establecida en su lugar la Corte primera de Justicia».38 En la Provincia residía ‘originalmente’ ‘la soberanía’; ella «delega el ejercicio de los altos poderes que la representan con el cargo de que desempeñen en la forma que ordena la constitución, de modo que ni el legislativo puede abocarse el ejecutivo, o judicial»… «Al delegar la Provincia el ejercicio de su soberanía constitucionalmente se reserva las facultades de nombrar sus representantes y la de ejercer el poder censorio por medio de la prensa». Resulta interesante esta forma de delegación condicionada, donde la Provincia (es decir, la República) se reservaba —de manera prefigurada— dos instrumentos modernos. El reconocimiento de la representación ‘soberana’ por delegación y del poder ‘censorio’ que se ejercía por medio de la prensa precedían a la enunciación de los «Derechos particulares» que correspondían a los derechos del individuo de: «vida, reputación, libertad, seguridad y propiedad». Estos elementos podrían filiarse en distintos orígenes, es cierto, pero tenían como objeto asentarlos en la normativa como instrumentos para controlar el ejercicio del gobierno. De ninguna manera estaba instalada la viabilidad de esos controles. Se trataba, más 37 Institución elegida por la Junta Electoral «que creasen los pueblos y sus campañas» en un complejo procedimiento y formada entre «personas principales de su vecindario», mayor de 25 años o emancipados 38 Cf. Ismael Sosa, op. cit., pág. 42.


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bien, de una manifestación de consonancia con las ideas que se afirmaban en la época; de todos modos, representaba una verdadera avanzada para el lugar y la época y se instauraba un antecedente de la barrera que finalmente representaría el mayor freno a la arbitrariedad consagrado en la Constitución de 1853. Según Ismael Sosa, las disposiciones «referentes a los derechos y garantías individuales contrastaban visiblemente con otros estatutos provinciales del período preconstitucional que, aboliendo, en el propio texto legal principios incuestionables de libertad civil y desconociendo derechos esenciales, generaban odios y luchas enconadas (…)».39 Junto con estos límites puestos al poder, la Constitución normaba, también, como buen sistema republicano, la responsabilidad de los funcionarios y la periodicidad de la renovación de los cargos. P.E. y P. L. tenían una duración de cuatro años. El Presidente Supremo sólo podría ser reelegido por una vez con unanimidad de sufragios.40 En el Apéndice de la Constitución se consignaban requisitos de tratamiento que pueden resultarnos curiosos porque pertenecían a un paradigma distinto al nuestro. En el tratamiento —a viva voz o por escrito— al Congreso debía decirse «Alteza». En el Ceremonial debía ubicarse en el centro el Poder Legislativo, a su izquierda el Poder Judicial y, a su derecha, el Presidente Supremo. Los magistrados usarían unas medallas: con cordón de hilo oro y la inscripción «Ley. Provincia de Tucumán» para el Legislativo; con cordón hilo de plata y la inscripción «Justicia. Provincia de Tucumán» para la Alta Corte de Justicia; y con cordón de oro y plata y la inscripción «Supremo Gobierno. Policía, Hacienda y Guerra», para el Poder Ejecutivo. Conviene recordar que en este tiempo aparecieron otros reglamentos que procuraban institucionalizar el orden político. Podríamos aludir al reglamento Constitucional de Córdoba de 1821 y el Reglamento de la República de Entre Ríos.

39 El sufragio tenía características que eran comunes en la época: indirecto, de amplia base electoral (la restricción se reducía a la autonomía del ciudadano) y estrecha posibilidad de ser elegido. 40 Se concibe que la ‘felicidad del Estado’ es ‘la recta administración’ y esta consiste «fundamentalmente en la escrupulosa economía de los intereses deducida del buen método del cobro de sus rentas y mejor orden en su distribución».


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El documento cordobés tiene muchos puntos de contacto con el tucumano; podemos mencionar: la clara filiación de ambos documentos en los ensayos organizativos producidos por el gobierno central, el carácter provisorio y la decidida referencia a la Nación y al esperado Congreso General. Ambos son considerados hitos en la historia constitucional de sus respectivas provincias y bases organizativas sobre las que se construirían los edificios definitivos. El de Entre Ríos, territorio gobernado por Francisco Ramírez, se denominaba «Reglamento para el orden de sus departamentos de la República Entrerriana y para el orden militar». También empleaba la palabra ‘República’, pero su modelo organizativo era diferente. La estructura militar ocupaba un lugar relevante: Comandantes, Jueces y el Ministro de Hacienda41 debían cumplir las principales funciones de gobierno. Tucumán no pudo sustraerse a los planteos militares. Una sublevación al mando de Abraham González, producida el 28 de agosto de 1821, terminó con la República de Tucumán; Bernabé Aráoz abandonó la ciudad y se abriría un tiempo de frecuentes conflictos entre notables. La mayoría de los cuales se daba en el seno de la propia familia de los Aráoz, familia materna de Juan Bautista Alberdi. Conclusiones Se registra la recurrencia del sintagma ‘República’ en los primeros años de la Revolución y surge como la palabra propia del lenguaje político que refiere a la forma de gobierno de Tucumán. Si bien no admite una definición precisa, ella va resignificándose a medida que se produce el tránsito de la monarquía a la búsqueda de la superación de la vacatio regis. ‘República’ no parece ser la palabra que atestigüe el desarrollo de los primeros momentos de la Revolución como ‘transformación’. Las relaciones de combinación se daban entre cabildo, corporación, ciudad y sentido clásico de propender al bien común, enmarcándose discursivamente en ‘la república de la virtud’. Todos estos elementos se articulaban en una comunidad más amplia y un sistema pactista que tenía como vértice al monarca y donde todo se inscribía en un contexto trascendente.


I. P. García, «La ‘República’ en el lenguaje político de la revolución (1810-1820)»

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Producida la Revolución, el cuerpo político (‘República’) seguía manifestando ‘fidelidad’ al ‘amado soberano’, luego obedecería a la Junta —en cuanto gobernara en su nombre— y, finalmente, a los gobiernos centrales, actores responsables de la ‘sagrada causa’. La Batalla de Tucumán consolidó la inserción de la ciudad en el proceso emancipador. La Constitución de la República de Tucumán representaba un hito en la resignificación de la palabra que nos ocupa. Ella refería a un cuerpo político que se construyó en el proceso de la Revolución: la «Provincia». La Provincia venía a ser el continente y la República, el contenido del gobierno en construcción. La Provincia era el territorio, la jurisdicción; la República era la forma de gobierno. Una y otra estuvieron signadas por la ambigüedad, pero ambas adquirían, temporariamente, estatuto constitucional. La República de Tucumán era un diseño para el futuro, una búsqueda de organización. La jurisdicción pronto habría de variar; el camino de Catamarca y Santiago del Estero las llevaría a la autonomía. La forma de gobierno, por su parte, tenía la indefinición propia de un lenguaje político en tiempos de transición, dondepervivían componentes del pasado (tratamiento de Alteza, honor y prestigio de los representantes, representación territorial y corporativa, etc.) junto con elementos modernos (división de poderes en P.E., P.L. y P.J.; «soberanía» de la Provincia; control del gobierno por la censura de la prensa y el poder electoral, derechos de los individuos). La redacción de la Constitución tenía en cuenta la inorganicidad del espacio rioplatense en ese momento. Sin embargo, se ubicaba en el proceso abierto por la Revolución, en el cual se construyó en Provincia al igual que otras del conjunto que designaban como Nación (palabra también cargada de ambigüedad). Las autoridades de la Provincia deberían estar atentas para no contradecir la normativa que habría de surgir del Congreso Nacional. Esto sostiene la historiografía local cuando se opone a las interpretaciones que le atribuyen un sentido separatista. Desde la Revolución, los dirigentes de una ciudad mediterránea de la extensa Monarquía Española denominaron ‘República’ a un gobierno cuyo signo original era la autonomía y el interés por lo público de carácter clásico y que fue solapándose, en construcción singular, con los cánones del constitucionalismo que caracterizó a las Revoluciones Atlánticas. En Tucumán, el rumbo hacia la ‘Repú-


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blica’ ‘Federal’, todavía imposible, ya se había insinuado, Pero, si bien los objetivos comenzaban a prefigurarse, el camino hacia ellos no lograría ser lineal ni definitivo.


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Julio Santiago Storni: un tucumano pintoresco e ignorado Florencio Gilberto Aceñolaza1

Introducción

L

os Storni son originarios del cantón suizo-italiano de Ticino, de los cuales Julio Natal Storni Stampanoni nacido en 1845 en Origlio cerca de Lugano, por las duras condiciones económicas que se vivían en su patria decidió emigrar a Argentina alrededor de 1870. Ya en el país optó por radicarse en Tucumán donde desempeñó variados trabajos hasta obtener una buena posición económica. Allí conoció a Felina Verasaluce Leal con quien formó una familia de la que tuvieron cinco hijos, tres mujeres y dos varones; de éstos Segundo Rosa, fue un destacado marino que llegó al grado de Almirante, y Julio Juan de la Mata Santiago agrónomo al cual se hace referencia en este artículo. Junto a Julio Natal hubo otros Storni que también vinieron a Argentina radicándose en Córdoba y San Juan donde desarrollaron actividades comerciales de los cuales uno de ellos, Alfonso, luego de trabajar en el país regresó a Suiza el cual fue el padre de la poetisa Alfonsina (Puglisi, 2016).

1 Profesor Emérito UNT e Investigador Superior CONICET. Miembro de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán y de las Academias de Ciencias de Córdoba y de Buenos Aires.


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Julio Juan de la Mata Santiago Storni (1884-1969).

Primeros años Julio Santiago Juan de la Mata Storni nació en Tucumán el 8 de febrero de 1884, ciudad donde cursó sus estudios primarios hasta que con su familia fue a vivir en Santiago del Estero. Estuvo casado con María Rita Sussoni con quien tuvo una hija llamada de María Luisa del Tránsito. Cuenta Storni (1946) que su inclinación por las ciencias de la naturaleza y aspectos lingüísticos le fueron marcando la personalidad desde su infancia. Señala que surgió en mi cerebro el deseo de saber por qué se llamaban de tal o cual modo ciertas cosas en kichua, su significado y alcances, y porqué en la querida Santiago se usaba ese idioma fluyendo su gracia al arrimo de los más caros sentimientos: urpila, ucucha, uturunco, zapallu, Silípica, opa usapuca, usamico y otros motivos que excitaron mi imaginación y estimularon esa decisión ideológica, mientras la inocencia infantil recogía de la tierra cálida y generosa impresiones indelebles que darían por siempre templanza al corazón y tono a la conducta.

En su escrito expresa que siendo niño supo convivir con personas que hablaban el kichua, y que por este motivo nació en él


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admiración y cariño por lo autóctono. Menciona que a los 7 años ya era buen jinete y sabía nadar en el Río Dulce al cual gustaba cruzar especialmente a la hora de la siesta. A los 10 años de edad señala que lo autóctono lo impactó fuertemente, a partir de lo cual aumentó su afición por el campo, los árboles, los animales silvestres y las culturas ancestrales de modo que supo «estar bajo las talas, meditando hondo y tendido sobre lo que había sido la existencia de esas poblaciones» (Storni, 1946). Su educación fue tal que a los 18 años «devoraba cuanto libro hallaba a mi paso». Estos, fueron textos literarios, históricos, científicos y particularmente de las ciencias naturales. Decía que reconocía «los árboles de Tucumán desde lejos por el follaje o la apostura» (Storni, 1946). Cuando con su familia se trasladó a Córdoba, allí pudo continuar sus estudios y tuvo la posibilidad de conocer al Cura Brochero, a Monseñor Pablo Cabrera, al botánico alemán Federico Kurtz y a otros hombres de las ciencias y letras. Recuerda que gracias a su paso por Córdoba se puso en contacto con la mística, la docta y la tradicional que» me llenó de luces y raras inquietudes». Sus estudios y trayectoria profesional Desde niño Storni tuvo gran afición por las tareas de campo motivo por el cual orientó su vida ingresando a la Escuela de Agricultura y Ganadería que existía en la ciudad de Córdoba de donde egresó con el título de Perito Agrónomo y Zootecnia en 1906. Dos años más tarde ingresó al Ministerio de Agricultura de la Nación en la sección Enseñanza Agrícola donde se desempeñó como Jefe del sector y profesor dela especialidad. Ello ocurrió en el Chaco en 1908 en la Escuela Forestal y de Cultivos Industriales de la Nación. En, 1909 fue director de la Estación Experimental de Bella Vista, Corrientes. En 1911,en Corrientes asumió como Director de la División de Tierras y Colonias del Ministerio de Hacienda de la Nación. En 1913 fue nombrado Agrónomo Regional actuando como Jefe de la Sección de Tierras y Colonias. En 1925, luego de un corto paso por la Aduana de Buenos Aires retornó al litoral para trabajar en Resistencia. Cuatro años más tarde en Corrientes se desempeñó como Director de Obras Públicas y Director General de Colonias y


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Fomento Agrícola y también en Resistencia, Chaco, ocupó el cargo de director de Parques y Jardines. En 1934 regresó a su tierra natal para incorporarse a la Universidad Nacional de Tucumán como Secretario de la Escuela de Agricultura donde ocupó el cargo de Secretario y profesor de la misma. Ese mismo año se incorporó al Instituto de Etnología que funcionaba como parte del Museo de Historia Natural. Allí, a partir de 1936 pasó a actuar como Director del Gabinete de Etnología y en 1941 al constituirse como parte del Instituto Miguel Lillo se hizo cargo de la Sección Etnobotánica que el mismo creara. Su etapa en la Universidad Nacional de Tucumán Hombre de carácter fuerte, trató de disciplinar a los alumnos que asistían a la Escuela generando resistencia por sus dichos y confrontaciones con los jóvenes. Habían pasado pocos meses de su gestión cuando, el 7 de octubre de 1935 hubo un conato de rebelión de los alumnos que acusaban a Storni de hacer expresiones groseras y burdas, ya con hechos producto de su temperamento variable, que lo hacen incurrir en continuas contradicciones, dan una nota discordante y ajena a la armonía en la cual estuvimos y estamos acostumbrados a convivir.

La nota suscrita por los estudiantes fue dirigida directamente al Consejo Superior para que éste asuma la resolución de los problemas que acarreaba el mal trato de parte de Storni.2 Dos días después y en respuesta de dicha denuncia, Storni se dirige al Rector haciéndole saber que los firmantes» escriben pensamientos indignos impropios de la juventud bien inspirada y solicitan mi renuncia de Director». Sigue la nota destacando que los alumnos de segundo año también le piden la renuncia como profesor de Agrología, pedido que rechaza» por dignidad profesional, por mi honradez por mi capacidad, por mi experiencia y por mi honor no voy a renunciar».

2 Nota elevada por una veintena de alumnos acompañados por el secretario general, tesorero y secretario de actas del centro estudiantil. Legajo personal de Julio Storni en el Archivo de la UNT.


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Si bien centra la «rebelión» en los estudiantes Edmundo Cifre, Guillermo Louwe, Aaron Simerman y Javier Guzmán, a quienes suspende no dejando de señalar que pienso que la muchachada de la Escuela de Agricultura está trabajada por manos y pensamientos subterráneos, pienso que esas manos y esos pensamientos son los mismos que llegaron a insultarme, que trabajaron noche y día para que no llegara a este interinato.3

Puesta en marcha la acción disciplinaria, Storni suspendió a varios alumnos que supuestamente había producido la denuncia como asimismo a las clases que se estaban dictando. Con el objetivo de darle un corte a este conflicto el Consejo Superior encomendó en octubre al Dr. José Würschmidt a investigar lo ocurrido y producir un informe sobre el particular. En diciembre de ese mismo año el comisionado se dirigió al Consejo señalando entre otras cosas que lo ocurrido no debía considerarse de «suma gravedad» motivo por el cual levantó las suspensiones a los estudiantes y reapertura de las clases. Advirtió que había disidencias entre el Director Storni y el Jefe del Internado, Sr. Leovino Benavidez que a su entender algo tenía que ver con el conflicto al cual «espiritualmente» había apoyado. En su informe Würschmidt hizo un análisis de la actuación de Storni en su carácter de profesor y de director a quien califica que «posee indudablemente amplios conocimientos en la materia que dicta, aunque emplea un estilo un tanto elevado, que a veces resulta poco comprensible para el discernimiento intelectual de los alumnos»; mientras que «como director ha sido eficaz para el mejoramiento general de la Institución». También señaló «que su temperamento ocasionaba descontentos entre profesores y empleados».4 Para dar por finalizado este tema sugirió separar a Benavidez del cargo de Jefe del Internado y se buscara un nuevo Director el cual debería tener buenas aptitudes didácticas y sea un buen organizador de la Escuela para el año 1936.

3 4

Legajo personal de J. Storni. Archivo Histórico de la UNT. Ídem.


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El etnólogo y botánico Su afición por los la vida de campo y sus tradiciones hicieron que volcara gran parte de sus actividades al conocimiento de la flora, la fauna autóctona y el uso que los indígenas le daban a ésta. La experiencia lograda en el noreste del país lo llevó a la redacción de varios artículos donde mezclaba aspectos profesionales con aquellos que obtenía observado el cómo vivían y hacían uso de los recursos naturales las poblaciones indígenas del ámbito guaranítico. A partir de estos años vuelca su experiencia en la redacción de opúsculos y libros donde no solo libera sus gustos literarios como también compromete su opinión sobre temas relacionados con los pueblos originarios y su modo de vida. Para ello hubo de redactar una obra en donde volcaría sus conocimientos botánico-etnológicos adquiridos durante los años de permanencia en la región de la Mesopotamia, particularmente en las provincias de Corrientes y el Chaco.A la misma la hubo de llamar Hortus guaranensis destacando cuestiones de biología y también sobre etimología aplicada por los indígenas a las plantas útiles del sector que comprendía el estudio. Eso ocurrió en el año 1938 cuando ya formaba parte de la Universidad de Tucumán. Con espíritu abierto sometió el trabajo a colegas del Instituto de Arqueología en el cual era director Radamés Altieri. Éste dio participación para su análisis a otros especialistas como el filólogo Marcos Morínigo que también formaba parte de la Facultad de Filosofía.Ambos tomaron conocimiento del libro e hicieron severas críticas a los manuscritos del libro de Storni lo que le provocó una inmediata y fuerte reacción.Entre 1938 y 1946, Morínigo había sido contratado por la Universidad de Tucumán para enseñarliteratura española y Filología por la Universidad de Tucumán y obviamente, siendo paraguayo, tenía buen conocimiento del guaraní lo que lo habilitaba para ver los manuscritos del libro. En junio de 1939 en una extensa nota Storni rebate a Morínigo a quien, entre otros cargos, reclama que sus comentarios adversos se los hizo llegar a Altieri para que la utilice como un instrumento en mi contra así como agente probatorio de que soy un vulgar ignorante y con el exclusivo propósito de que


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se del cargo que desempeño, olvidando mi foja de servicio, pura y honrada, que ya tiene treinta y dos años de existencia.5

La controversia entre Morínigo y Storni llevó a que en septiembre de 1939 el primero hiciera una extensa nota al Rector en la que señala errores sobre las interpretaciones y conocimiento del guaraní. La revisión llevada a cabo, donde plantea algunos errores, llega a la conclusión que no podemos atribuir a este libro ningún valor científico está justificada. Además como este libro, significa un evidente retroceso en el estado actual de la lingüística general e indigenista en el país, creo que desde el punto de vista científico, y completamente objetivo, su circulación no puede menos que dañar al prestigio de la ciencia y de la Universidad argentina.6

A esta presentación respondió Storni que: Ni Morínigo ni Altieri tienen la capacidad y representación suficiente para juzgar mi cultura, y quiero recordarle al Señor Rector que hasta ahora no alcanzo a comprender porqué estos empleados se ocupan de asuntos ajenos a su misión y a su capacidad. Por mi parte, al repeler sus acciones he demostrado al Señor Rector que no quiero perder el tiempo, que la crítica de ellos, además de sombría y baja, no alcanza a mis trabajos y que ellos no tienen ningún derecho dentro de la Universidad para molestar mi situación.7

El conflicto se agravó cuando Altieri da a conocer una carta del lingüista y quichuista Benigno Ferrario en la que suman críticas que desmerecían el trabajo de Storni. Tal era la situación que envió a Montevideo, donde vivía Ferrario, a sus «padrinos» los doctores Adolfo Berro García y Buenaventura Caviglia (h) para pedir al Prof. Benigno Ferrario «una explicación definida y amplia o de lo contrario una inmediata reparación por las armas». Su irritación se magnificó cuando un estudiante había manifestado que su arribo a la Universidad fue porque había llegado por recomendación de un hombre de botas, del mar, hice callar a la juventud porque la referencia aludía al Almirante Storni, cuyo prestigio no puede ni debe ponerse en tela de juicio y menos en su tierra natal.

5 6 7

Legajo personal de Storni en el Archivo histórico de la UNT. Carta de Morínigo a Altieri. Legajo personal de Storni, Archivo Histórico de la UNT. Carta de Storni al Rector. Legajo personal de Storni, Archivo de la UNT.


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De izquierda a derecha: Julio Storni y los doctores Manuel García Morente, Norberto Antoni y Alberto Rougés. Fotografía gentileza de Carlos Páez de la Torre (h).

El Almirante era su hermano. En noviembre de 1939 el Rector era Julio Prebisch quien no quiso que esta enojosa situación continúe. Dio parte al Consejo Superior y éste resolvió que el Gabinete de Etnología Biológica deje el Instituto de Arqueología y pase a depender directamente del Rectorado, siempre bajo la conducción de Julio Storni. Esta interminable pelea que se desarrollaba en la Universidad fue terminada cuando el Rector Adolfo Piossek llevó los papeles a una reunión del Consejo Superior y aceptó que el Gabinete de Etnología Biológica pasara a depender del Instituto Miguel Lillo (expediente 4516/R/941). Ese mismo mes el lingüista italiano Benigno Ferrario, desde Montevideo, envió una nota en la que declara que no fue su propósito «inferir ofensa» a Storni, señalando la «muy meritoria labor» que éste realizaba en el trabajo cuestionado. En febrero de 1940 la Universidad fue intervenida recayendo la conducción de la misma en el Doctor Ismael Casaux Alsina a quien


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se dirigió Storni haciendo referencia a su actuación universitaria destacando que en su paso por la Escuela de Agricultura había sido maltratado por alumnos que habían pedido su destitución. Se ejercitó el insulto, la mentira y la calumnia, alguien perfectamente sindicado y conocido por la Superioridad, animó el ambiente de los revoltosos y ante esa ola que parecía tener fuerza para aniquilarnos, me impuse de una vez y lo hice así por la norma que asiste y orienta mi conducta en la vida, por mis estudios, por mi cultura y por mi experiencia. Y también Señor Interventor, porque soy hombre que se puede defender físicamente.8

En 1942, con la muerte de Rodolfo Schreiter, asumió como Director del Instituto Miguel Lillo el botánico Horacio R. Descole quien se dedicó a organizar una nueva estructura que fue propuesta al Rector. Ella implicó la reestructuración de varias secciones científicas, entre ella la de Etnobotánica cuya dirección recayó en Julio Storni. Este, en su nuevo sitio, continuó trabajando el libro de referencia que tantas discusiones le había reportado (Expediente 1218/R/942). Obra literaria y científica La producción literaria y científica de Storni fue enorme lo que, sin dudas, acarreaba conflictos con sus contemporáneos de Tucumán. Era un hombre poco afecto a las críticas y expresar con palabras directas sus decires sin importarle que ello tuviera consecuencias. Así fue a lo largo de su vida, lo que generó opiniones adversas sobre su persona tanto en el ámbito universitario como en los diversos estamentos de la sociedad tucumana. Sin demasiado abundar sobre ellas a continuación se destacan algunos de sus trabajos que tratan temas antropológicos-botánicos y lingüísticos. En el año 1942 la Universidad de Tucumán edita la obra Bromatología indígena. Solución Precolombiana del Problema Alimenticio, a la que dedicó como ofrenda «A mi hermano Segundo Storni, Almirante de nuestra Armada, noble y decidido compañero de mis luchas».

8 Carta de Storni al Interventor Casaux Alsina del 15 de febrero de 1940. Legajo personal. Archivo Histórico de la UNT.


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Storni junto a un grupo de estudiantes de la Universidad Nacional de Tucumán. Fotografía gentileza de Carlos Páez de la Torre (h).

Inicia el libro con la frase Ab imo pectore destacando que al mismo lo hace desde la mirada indígena. Para remarcarlo señala que los conquistadores «volviéronse aventureros de la rapacería y se encanallaron en presencia de tanta grandeza que supieron llegaría a pertenecerles con solo vencer y matar indios». Luego señala que los indígenas profesaban culto y la admiración sobre animales y plantas que le servían de «sustento, servicio y estímulo». Por ello desarrolló un extenso prólogo en el que exponía sus pensamientos sobre la ciencia y culturas indígenas y la relación de éstas con su vida cuando dice: Que sobre todas las cosas una expresión de simpatía para los indígenas, y que esa simpatía madurela al lado de ellos en mi primera juventud, en esa edad en que me parecía descubrir todos los días nuevos horizontes para mi investigación, cuando ni siquiera presentía el sibaritismo, muy común en una gran mayoría de los que hacen juicios etnológicos desde los cómodos escritorios de la Capital Federal.

A medida que desarrolla su obra, Storni se refiere con cortas biografía a quienes estudiaron la flora, fauna y poblaciones indíge-


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nas en la América colonial, sobre la distribución en Argentina de las diferentes etnias que poblaron el territorio argentino y a lo que llamó la fitoarqueología y zooarqueología para referirse a los restos de las civilizaciones pasadas (Storni 1942). Luego en su cuerpo central hace una descripción de las diversas especies de vegetales americanos que sirvieron a los indígenas como alimentación o aspectos sanitarios. Incluye en la descripción su nombre o acepciones que a los mismos le han dato las diversas etnias que los usaban. Así por ejemplo cuando hace referencia al Ají lo menciona como Uchú, Huauyca, Cumbari, Apone, Chili, Chilpin, Puta Parió, correspondiendo al fruto de la especie Capsicummicrocarpum. Cuando se refiere a la fauna, en el caso del Yaguareté (Felix onça), también sus acepciones las reconoce como Ochi, Tigre americano, Uturunco, Yaguápará, Maracaia, Assú, Naguarichaá o Nahuel. En un texto de 413 páginas hace descripciones de diferentes organismos que van desde abejas como las «Allpa Misqui» o avispas «Caba Chuí» o «Lechiguanas» y a las palomas como las identifica como «Urpila» o «Yerutí», etc. Termina su libro con una extensa lista de nombres indígenas y, en muchos casos con su equivalente en español. El libro Hortus Guaranensis. Flora

Portada de Hortus Guaranensis. Flora.

El 30 de junio de 1944 apareció impreso por la Universidad de Tucumán el libro Hortus guaranensis el cual en definitiva se refería a la etnobotánica guaraní. En su prólogo se refiere a que el mismo puede encuadrarse entre los de carácter folklóricos y utilitario en cuanto toma en consideración temas de la tradición guaraní aludiendo al saber popular. Trata de calificar que la obra debe asignase a cuestiones de la Etnobotánica o sea aquello que relaciona esta disciplina con cuestiones vinculadas con la vegetación silvestre y la calificación y uso que a ésta le daban los pueblos originarios.


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Explica Storni que en el año 1908 cuando decidió recorrer el río Paraná y el Chaco la magnitud de la naturaleza le indujo a «internarme en las selvas, estudiar su contenido y, con preferencia al sujeto que había sido y seguía siendo su dueño y señor». Luego de señalar el carácter etnológico y botánico representando el «modus vivendi» en la región guaranítica que naturalmente sobrepasa los límites nacionales de Argentina, Paraguay, Bolivia y Brasil. Luego de tener en cuenta datos generales hace una detallada interpretación de las plantas de la región y su nombre en guaraní. Al final incorpora un índice de las especies descritas y bibliografía. La obra consta de 263 páginas impresas en papel obra y tapas blandas de color gris oscuro. El Hombre del Tukma Dos años más tarde, el 26 de noviembre de 1946, hace aparición la obra «El hombre del Tukma» en la cual, con mayor detalle que en la anterior, se refiere a expresiones de los habitantes del noroeste argentino. Es un libro de 653 páginas impreso en papel obra y tapa blanda anaranjada. Inicia su exposición con un texto más bien autobiográfico en el cual narra aspectos de su vida y el porqué de su afición a los temas botánicos-etnológicos. Esto, al su decir, Portada de El Hombre de Tukma.

me obliga a consideraciones antropológicas como la de aclarar el origen del pueblo kichua, su evolución, plenitud y derrota final con esos lapsos de espera que se producen como intervalos en todo desarrollo orgánico.

Luego se declara indigenista y remarca que en su vida puso empeño en favor de su anhelo sin pasionismo ni utopía si prácticamente ya como autoridad, y en todo instante con el convencimiento que no es racial, sino de cultura amplia y


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tendida, para la carne y el espíritu y para la decencia y eficacia del equilibrio y armonía social americana.

Luego habla de cómo ingresaron los «inkas» a la región de manera pacífica haciendo que los habitantes del Tukma asimilaran su idioma y modo de vida antes de que llegaran los conquistadores. Pasa luego a referirse a que los españoles se toparon con el idioma Kakan cuyas raíces estaban en la población del «Imperio Inkano». Ello le permitió establecer una cronología sobre la génesis y evolución de la civilización peruana representada en el «Tawantinsuyo». A partir de allí Storni va desgranando su texto con interpretación de las palabras indígenas, referencias históricas y el significado biológico que representan (Storni, 1944). Motes del Tucumán En 1950 publicó unos fascículos con los sobrenombres o «motes» que normalmente eran usados en el norte argentino y particularmente en Tucumán. Si bien en ellos pone en evidencia su capacidad de observación sobre las personas y sobrenombres, también permitió identificar a muchos de los personajes a los que se hacía referencia en la obra. Obviamente, si bien en algunos casos aparecían como nominaciones anónimas, mordaces, en otras eran las iniciales del portador del mote. Esta circunstancia hizo que no fuera difícil la identificación de Portada de las personas a las que se hacía referencia, Motes del Tucumán. lo que llevó a que muchos se ofendieran como asimismo hubo familias disgustadas porque a todos podían identificarlas con esos apelativos. Entre algunos de los sobrenombres estaban: Sapo e’bronce que se comparaba a aquellos del mueble del juego homónimo que eran de color oscuro, gordos y de boca ancha. Culo con hipo refiere a un señor A. que era un rengo que cuando marcha mueve sus nalgas desacompasadamente; mientras que Cuchi parao eran gordos


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con ojos saltones que se mueven en todo momento y direcciones y además son fáciles de agitar. Masca lengua fue el mote para el «doctor A.P. de Monteros porque cuando hablaba pareciera que se mastica la lengua. A un vecino del barrio Ciudadela de Tucumán lo llamaban Molde i munición porque en su cara tenía agujeritos fruto de la viruela. Gallo cenizo era L.F.B. por su piel colorada, lunares color cenizo y porte del ave. A un señor B. le decían Calavera i cata por su cabeza huesuda, pelada y seca. ¿Quiere peliar? era un profesor del Instituto Lillo, italiano (J.M. Ch.) que caminaba con los brazos arqueados y los puños cerrados; mientras que el Ole aca era un empleado de Telecomunicaciones, C., bastante vago que pasaba gran tiempo en la letrina. El apelativo Naranja agria era para el Ing. M.R. asignada por su cara y carácter; y Pillalo era el doctor B., que por un accidente movía su pierna derecha bruscamente dando la impresión que quería aprehender algo. Pan flauta era el Ing. E.P. por la forma de su rostro, palidez y arrugas. Al que llaman Huncaca era un flaco, de piel brillosa; mientras que al que llamaban Chancho ensillao, también Cuchi ensillado a un gordo con joroba y a aquellas personas nerviosas que parpadean sus ojos permanentemente le asignan el sobrenombre de Lámpara sin querosene. A los que llamaban Mosquito eran borrachines a los que había que matar para dejaran de beber, y Pájaro lleno a flacos con abdomen grande. También se cuentan Bocaditos de arroz cara picada por la viruela, «Cuchi alcancía», a un gordo de labios finos; Ají frito, son pecas grandes, Jeta i balde boca grande con labios caídos, Ojo i bolillón, de ojos grandes y saltones, etc. En su recopilación Storni contabilizó aproximadamente 700 sobrenombres con vigencia en todo el noroeste argentino. El Gobernador del Territorio Nacional de Los Andes En 1883, luego de la llamada «Guerra del Pacífico» entre la Confederación Boliviana-Peruana y Chile, gran parte del territorio del territorio andino quedó en manos del ejército Chileno. Argentina, con acuerdo de Bolivia y del «laudo Buchanan», lo reclamó para sí y con él, en 1901 se constituyó el «Territorio Nacional de Los Andes» con el altiplano de la Puna.


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Su primer gobernador fue el coronel Daniel Cerri quien, asentado en San Antonio de los Cobres, procuró ejercer el mandato conferido recorriendo el territorio en varias oportunidades (Aceñolaza, 1972). La complejidad de su manejo, casi sin caminos, con escasos pueblos e pequeñas inversiones mineras hizo que, en 1943 se lo fraccionara repartiendo el territorio en las provincias de Jujuy, Salta y Catamarca. Precisamente esta tarea le tocó llevar adelante don Julio Storni quien si bien acreditaba conocimientos sobre la región, tenía el apoyo de su hermano el Almirante Segundo Storni que a la sazón revestía como Ministro de Relaciones Exteriores luego del golpe de estado de Junio de 1943. Es a partir de entonces que Storni pidió licencia en su cargo de director del Instituto de Etnobotánica para poder trabajar en el cargo que le ofreció la Nación, licencia que le fue otorgada por el rector Sortheix. Una vez en el cargo su quehacer estuvo centrado en las tareas que demandaba la aplicación del decreto 9375/43 que transfería a las provincias de Jujuy, Salta y Catamarca partes de ese territorio. El 8 de octubre, ya puesto en marcha este proceso dictó la resolución que comunicaba el cese de funciones a policía y jueces de paz como pertenecientes al gobierno nacional requiriendo su permanencia en los cargos hasta que las diversas jurisdicciones se tomen el territorio que se les asignó. El 17 de octubre del mismo año dictó otro decreto en cuyos considerandos hace una especie de despedida del cargo diciendo: Analizando el proceso de la vida se observa fácilmente que los sucesos se producen aveces por fuerzas, sino siempre desconocidos, ajenos a la ideología o a los propósitos de uno. Cuando se analice con espíritu imparcial y elevado la historia del Territorio de Los Andes, que tendrá forzosamente que reconocerse que si bien el gobernador que suscribe este Decreto acató el del Superior Gobierno de la Nación, determinando la cesión de sus tierras a favor de las Provincias de Jujuy, Salta y Catamarca, porque siempre ha entendido que el Gobierno que rige los destinos de la nación debe ser acatado y más y mejor como en la actualidad, cuando los hombres que gobiernan el país se han revelado como una reserva superior, de extraordinario valimiento ético y político, decididos a cualquier sacrificio con tal de salvar los obstáculos que se opongan al desenvolvimiento moral de la grandeza material de nuestra patria. El criterio del gobernante que firma, ha alentado para su Territorio, con honradez que jamás podrá discutirse, todos los pensamientos que pudieran serle de beneficio a suspobladores y a los más caros sentimientos,


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Gobernación de Los Andes.

capaces de alentar la acción y congratular los corazones. El contenido de estas reflexiones no constituyen un anticipo de defensa, tampoco la necesita el Gobernante; son, apenas, consideraciones que deben quedar documentadas hasta para desafiar a aquellos que alguna vez intenten empañar el fondo,la naturaleza y las inspiraciones que guiaron su acción. Por eso, en esta ocasión, como en todas las otras de su vida, deja expresa constancia con este decreto, de que suespíritu, su conducta y sus esperanzas, han tenido como punto de partida al bien común y han buscado y buscarán siempre la colaboración de todos aquellos que así interpretan el sentido de la vida. Por todas estas razones El gobernador del Territorio de Los Andes Decreta: Art. 1°.– Al despedirse, agradecer hondamente, con simpatía y franqueza la colaboración que le han prestado todos los funcionarios de esta


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gobernación, ofreciendo, en muchas circunstancias, no solamente esos cumplimientos del deber queson de orden común, sino aquellos otros, que por su significado y el tiempo en que se producen, constituyen un sacrificio. Art. 2°.– Dejar a favor de todos los funcionarios de esta, ese estímulo que surge por deliberada reflexión de un gobernador, que entiende, que sobre todas las sensualidades ha de primar siempre el imperativo espiritual, es fuerza de superación que se sobrepone al dolor y llega al sacrificio. Art. 3°.– Por Secretaría y sin menoscabo para la dignidad de nadie, se harán comunicaciones a favor de aquellos que más se han destacado y que son y serán siempre, dentro del compañerismo, los mentores. Julio S. Storni, Gobernador Ricardo T. Ibazeta, Secretario9 AGN, SH III - CR, signatura 195, año 1943, copia mecanografiada del Decreto.

El poco tiempo que duró en el cargo sirvió para organizar el traspaso territorial a las provincias y, cumplido este objetivo hubo de regresar a Tucumán para ocupar nuevamente su cargo en el Instituto de Etnobotánica de la Universidad Nacional de Tucumán. Su adhesión al Peronismo Siendo su hermano el Almirante Segundo Storni, no pudo sustraerse de los acontecimientos políticos de una época signada por el militarismo en el que también militaba el coronel Juan Perón. Así fue que adhirió su posición política con el naciente movimiento liderado por Perón ya que consideraba que éste reencausaría la marcha del gobierno nacional que para entonces era fuertemente cuestionado. Su inserción en el «movimiento nacional» se inició y amplió luego de haberse desempeñado como Gobernador del Territorio Nacional de Los Andes. Es así que en 1952 redactó un opúsculo al que denominó Adhesión a la Candidatura del General Juan Domingo Perón. Período presidencial 1952-1958, el cual, junto a otro, llamó Grandeza y Proyección de Eva Perón. Ambos fueron editados por el Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional de Tucumán. Ese mismo año llevó adelante una publicación que llamó Stornia, Revista de Historia, Etnología y Folklore. Páez de la Torre (2018) 9

Archivo General de la Nación, signatura 195, año 1943.


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hace referencia a la misma recordando algunos aforismos que pusiera en ella entre los que se destacan los dichos: «No todo lo que se mama de la madre, no todo lo que se escucha de labios de la madre, es sagrado. Elévate, sacude resabios ancestrales». Otro: «El zonzo que pasa, desde que se siente director de la batuta se ha mareado, prueba inequívoca de su insignificancia. Estemos atentos, salgamos del pantano», o el que sigue: «Muchos de los llamados filósofos apenas alcanzaron la imbecilidad de no conocerse ni saber lo que querían. A lo largo de los años fue evidente que su abundante y efusiva producción literaria en muchos casos tuvo características que le llevaron a confrontar con diferentes sectores sociales de Tucumán, tanto en lo académico como en lo político. Estos avatares le produjeron disgustos y enfrentamientos inútiles con personajes de su época sobre los cuales sentía tener libertad de opinión. El año 1955 y el paso al ostracismo Un hombre como Storni, poseedor de un fuerte carácter, donde muchas de sus acciones y pensamientos no pudieron escapar de las purgas que se vieron luego del golpe de estado de 1955. Fue así que en el reacomodamiento resultante que trajo aparejada la intervención universitaria y como era de esperar fue dejado fuera de su puesto en la Universidad. Ello lo llevó a pedir una entrevistarse con quien era el interventor de la Universidad, doctor Rafael García Zavalía, a quien el 9 de enero de 1956 le elevó una nota en la que solicitaba se revea mi situación y se establezca un criterio de justicia para que yo pueda, si así se resuelve por la Superioridad, continuar en la Dirección del Gabinete de Etnología Biológica, aunque sin sueldo, pero lógicamente con algún viático para solventar mis investigaciones sobre el terreno.

Más adelante continuó diciendo: En presencia del panorama que ofrece cierta gente del extinguido Partido Peronista en el cual actué con fervorosa honradez, debo manifestar que no tengo ningún punto de contacto con los hombres, grandes o chicos que han comprometido la dignidad de los principios, el acatamiento integral de las leyes y la práctica de una conducta ética que considero irreprochable.


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Dentro del Partido al cual no le debo absolutamente nada como estímulo, he obrado siempre como colaborador apreciando el proceso de los sucesos desde el mirador inspirado y sustentado por mi patriotismo y las normas establecidas por mi conducta ciudadana desde mis primeros años. Hay algo que me corresponde, desde la Gobernación de los Andes a donde acudí con preocupaciones de altura y eficiencia y donde salí más pobre de lo que fuera antes. La alcé en defensa de la oposición para que se la atendiera y escuchara, porque ella, a mi juicio, tendría las mismas intenciones para con el respeto y los intereses de la patria, cosa que se aprovechó para expulsarme sin más ni más del block partidario. En documentos impresos hice llegar a las Autoridades del partido mis puntos de vista: con zonzos y analfabetos no se hará la patria, con hombres sin antecedentes culturales, sin capacidad mental y sin poderío ético no se estructura nada de profundidad; también advertí lo que consideraba gravísimo error la absorción de los derechos democráticos por las Autoridades del Partido.

Storni hace luego una descripción de lo que él entendía eran actos cuestionables en contra de la prensa y la Iglesia Católica que lo alejaban de la política. También se refirió a sus antecedentes personales como científico, como asimismo las valoraciones que ellos han tenido de personajes como Florentino Ameghino, Ángel Gallardo, José Ingenieros,, Ricardo Rojas, Mario Bravo, el Almirante Domec García y su hermano el Almirante Storni. Remarca al final que: «Demócrata por origen, por tradición y deliberadamente no pretendo dar lecciones a nadie, pero señor Interventor tampoco las necesito ni me hacen falta». Para finalizar señaló que tiene la absoluta tranquilidad de conciencia y la libertad ysatisfacción de poder pasar mi silueta por las calles de mi ciudad, fortalece mi ánimo, si no fuera así, rompería la pluma con la que escribo estas y buscaría el desierto para esconder mi vergüenza.

Este pedido no tuvo la adecuada respuesta de parte de la Intervención sino que por el contrario a su Gabinete de Etnología Biológica pasó a depender de la Facultad de Filosofía y Letras donde, se sabía, no había buenos amigos de Storni. Ya fuera del ámbito universitario Storni se recluyó en su casa de calle Piedras 1884 de San Miguel de Tucumán donde tenía el tesoro de sus recuerdos y biblioteca. Allí falleció en 1969.


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Agradecimientos Hago presente mi agradecimiento al director del Archivo Histórico de la Universidad Nacional de Tucumán Profesor Walter Soria, por haberme permitido indagar en documentos que hacen referencia a Julio Storni; al Dr. Carlos Páez de la Torre (h) por haberme facilitado fotografías del personaje y a la historiadora Sara Peña que tomó conocimiento de lo escrito y brindó opiniones que lo mejoraron. Bibliografía Aceñolaza, F.G. 1972. «Los viajes del Gobernador Cerri». Revista Todo es Historia, N° 67, 24-33. Buenos Aires. Benedetti, A. Un territorio andino para un país pampeano. Geografía histórica del Territorio de los Andes (1900-1943) Tesis doctoral Facultad de Filosofía y Letras, UBA. 714 pp. Buenos Aires. Páez de la Torre (h), C. 2018. «Del Ingeniero Storni. Aforismos en su singular revista Stornia». Diario La Gaceta, 16 de Junio de 2008. Tucumán Puglisi, A. 2016. «Segundo Rosa Storni». Ciclo de Conferencias. Boletín del Centro Naval. 843: 136-144. Buenos Aires. Storni, J., 1942. Bromatología Indígena. Universidad Nacional de Tucumán. 433 pp. Tucumán. Storni, J., 1944. Legajo personal. Archivo histórico de la Universidad Nacional de Tucumán. Storni, J., 1944. Hortus guaranensis. Flora. Universidad Nacional de Tucumán. Gabinete de Etnología Biológica. 263 pp. Tucumán. Storni, J., 1946. El hombre del Tukma. Publicación de la Universidad Nacional de Tucumán nº 407. Pp. 653. Tucumán. Storni, J., 1950. Motes del Tucumán. Contribución para el mejor conocimiento del Folklore argentino 1 (2), 70 pp. Tucumán.


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El linaje troncal Aguirre-Villarroel en la elite dirigente catamarqueña (siglos XVII-XIX)* Marcelo Gershani Oviedo

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Introducción

n 1764, Carlos III, en El Pardo, se preguntó «¿Qué se han hecho los descendientes de los conquistadores?».1 Desde hace varios años estamos abocados al estudio de la elite dirigente catamarqueña, con el objetivo de demostrar que varios de sus miembros, que ocuparon significativos espacios de poder político entre los últimos * Conferencia de incorporación como Miembro Correspondiente en Catamarca por la Junta de Estudios Históricos de Tucumán. 13 de noviembre de 2015. «Palabras preliminares. Antes de dar inicio a mi conferencia de ingreso como Miembro Correspondiente en Catamarca de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán, deseo agradecer al Dr. Félix Montilla Zavalía su gesto de proponerme para integrar esta Institución. Igualmente, extiendo el agradecimiento a los miembros de la Junta que apoyaron la propuesta de designación. Siendo tan estrecha la relación histórica que une a Tucumán con Catamarca, mi provincia natal, entiendo que las designaciones de miembros correspondientes de las instituciones históricas de ambas provincias fortalecen la relación entre los investigadores y estudiosos-No puedo dejar de mencionar que, hasta ahora, fueron designados Miembros Correspondientes en Catamarca de esta Junta tucumana Ramón Rosa Olmos, Gaspar Guzmán, Armando Raúl Bazán y Gerardo Pérez Fuentes. A éstos dos últimos los considero mis maestros en el conocimiento de la Historia de Catamarca y del Noroeste Argentino, y los dos primeros, Olmos y Guzmán, son autores de obras fundamentales para el estudio de nuestro pasado histórico. Es para mí un honor que la postulación del Dr. Montilla Zavalía, en beneficio de mi persona, haya sido aceptada en el seno de esta Junta. Incorporarme a esa nómina de historiadores prestigiosos de Catamarca me obliga a continuar trabajando con rigor académico en beneficio del conocimiento de nuestra Historia.» 1 Narciso Binayán Carmona, «El extraño destino de los descendientes de los conquistadores», en Dieciséis Estudios Genealógicos, Editorial Armerías, Buenos Aires, 2002.


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años del siglo XVII y las primeras tres décadas del XX, descendían de los vecinos fundadores de la ciudad de San Fernando, Valle de Catamarca, situación que los posicionaba como parte integrante del grupo social que caracterizamos como patriciado.2 También nos ha interesado reconstruir la continuidad familiar y los vínculos parentales entre los conquistadores que ingresaron al Tucumán y Río de la Plata en el siglo XVI y la elite hispano-criolla establecida en el Valle de Catamarca a fines del siglo XVII, representada en ese estudio, por los miembros del primer cabildo de la ciudad de San Fernando, en 1683. Para ello hemos abordado los parentescos existentes entre los conquistadores y colonizadores del Tucumán, Cuyo y Río de la Plata, grupo al que Ana María Presta denomina elite conquistadora.3 Narciso Binayán Carmona planteó que «la conquista de América fue una cuestión de familia», agregando que fueron primos los «padres fundadores».4 Complementamos esta afirmación con el comentario de Roberto Levillier cuando dice: «Sostengo que la conquista americana es una e indivisible».5 En ese sustento teórico nos hemos basado para avanzar en ese estudio. Una vez reconstruidas las redes familiares que vinculan a los conquistadores de las regiones mencionadas, ubicamos a los primeros capitulares catamarqueños como descendientes de esa elite conquistadora, en un intento de demostrar el modo en que esos primeros cabildantes tenían lazos parentales con los miembros de esa elite conquistadora. En esta oportunidad, apoyándonos en nuestras investigaciones previas,6 nos interesa establecer los lazos de consanguinidad y/o afinidad que vinculaban a los miembros de la elite dirigente catamarqueña de los siglos XVII a XIX con dos conquistadores-fundadores 2 Marcelo Gershani Oviedo, La conformación del patriciado criollo y su relación con la elite dirigente en Catamarca (Siglos XVI-XX), Tesis de Maestría en Historia Regional Argentina, Departamento Historia, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Catamarca, Catamarca, 2009 (inédita). 3 Ana María Presta, «La Sociedad Colonial: raza, etnicidad, clase y género. Siglos XVI y XVII», Capítulo II, En Nueva Historia Argentina, Tomo II, La Sociedad Colonial, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2000. 4 Narciso Binayán Carmona, Historia Genealógica Argentina, Emecé Editores, Buenos Aires, 1999. 5 Roberto Levillier, Chile y Tucumán en el siglo XVI (El conflicto Villagra-Núñez de Prado), Praga, 1928. 6 Marcelo Gershani Oviedo, La conformación del patriciado criollo y su relación con la elite dirigente en Catamarca (Siglos XVI-XX), op. cit.


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representativos, como lo son Francisco de Aguirre, gobernador del Tucumán, y su sobrino carnal materno Diego de Villarroel, fundador de San Miguel de Tucumán.7 Para este estudio, desde lo metodológico, consideramos representativo de la elite dirigente catamarqueña a los miembros del cabildo entre los siglos XVII y XIX. Nos detendremos en los planteles capitulares de tres años significativos: 1683, año de la fundación de la ciudad de San Fernando, en el Valle de Catamarca; 1810, por la Revolución de Mayo y 1816, por la Declaración de la Independencia. Para el siglo XVIII apelaremos a un muestreo general de capitulares vinculados con el linaje troncal que estudiamos. Y a partir de la Declaración de la Autonomía, el 25 de agosto de 1821, tomaremos como cargo representativo de la elite dirigente el de gobernador,hasta 1900. Asimismo, desde un punto de vista teórico, debemos aclarar el concepto que utilizamos en el título de esta conferencia, el de «linaje troncal». En este punto seguimos al genealogista Narciso Binayán Carmona quien en su obra «Historia Genealógica Argentina», publicada en 1999, en el capítulo III, titulado «Los Antepasados Troncales», explica que existen grupos o familias troncales principales y que su origen se ubica en un tronco o antepasado troncal. De ese antepasado troncal, o genearca, desciende un número importante de personas extendido de manera amplia por una o más provincias del país.8 Seis linajes troncales presenta Binayán Carmona para el Tucumán. Entre ellos, figuran los que se originan en Jerónimo Luis de Cabrera, Hernán Mejía Mirabal y Juan Gregorio Bazán, entre otros. Al linaje troncal que ahora nos interesa, el citado genealogista lo denomina «Aguirre-Villarroel», por el hecho sabido de que Francisco de Aguirre era tío carnal de Diego de Villarroel. En razón de dicho parentesco, Binayán agrupa a ambos genearcas, caracterizando a la descendencia de ambos como de «gigantesco grupo troncal».9 A este linaje o grupo troncal nos vamos a referir en esta exposición. Francisco de Aguirre nació en Talavera de la Reina hacia 1508. Para 1552 estaba en Chile y era teniente general del gobernador 7 Ventura Murga, «Conquistadores y antiguos pobladores de Tucumán: Diego de Villarroel», en Boletín del Centro de Estudios Genealógicos de Tucumán Nº 2, Tucumán, 2002. 8 Narciso Binayán Carmona, Historia Genealógica Argentina, cit. 9 Ídem.


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Pedro de Valdivia quien, desde 1540, trabajaba en la conquista y colonización de Chile en condición de lugarteniente de Francisco Pizarro. Luego de la muerte de éste, en 1542, el cabildo de la ciudad de Santiago del Nuevo Extremo designó gobernador a Valdivia. A la muerte de éste y de acuerdo a su testamento político, tres personalidades de la época figuraban como sus herederos: Jerónimo de Alderete, Francisco de Aguirre y Francisco de Villagra.10 Francisco de Aguirre fue fundador de La Serena y tres veces gobernador del Tucumán. Teresa Piossek Prebisch lo describe así: «Era hombre de mediana edad, movimientos enérgicos y un tanto nerviosos, expresión decidida, mirada frontal y penetrante, y gesto altivo, rayano en la soberbia. Lo que más impresionaba de él era la autoridad que irradiaba de toda su persona, cada parte de la cual parecía estar diciendo: ‘Yo soy Francisco de Aguirre y se hace lo que yo ordeno’».11 Aguirre tuvo numerosa descendencia de su esposa y prima hermana María de Torres y Meneses. Y se afirma que procreó sesenta hijos bastardos con indias, declarando al respecto que «se hacía más servicio a Dios en haciendo mestizos que el pecado que en ello había».12 Entre los hijos legítimos de Francisco de Aguirre figura Constanza de Meneses. Esta señora, de acuerdo a la documentación de la época, tenía el tratamiento de doña, lo que implicaba una situación de prestigio en el contexto social en el que actuaba.13 Constanza fue casada en 1555 con el general Juan Jufré y Montesa, el fundador de San Juan. De este matrimonio nació, entre otros varios hijos, el general Luis Jufré de Loaysa, fundador de San Luis. Interesa comentar que Francisco de Aguirre es considerado uno de los seis grandes ancestros chilenos, «sin dejar por eso de tener mucha progenie argentina», como dice Binayán Carmona.14 En este punto resulta valiosa la afirmación de Horacio Videla cuando dice que, para Cuyo, «...la alianza de las familias Aguirre y Jufré, a la 10 Luis Silva Lezaeta, El conquistador Francisco de Aguirre, Fondo Histórico y Bibliográfico J. T. Medina, Santiago de Chile, 1953. 11 Teresa Piossek Prebisch, Poblar un Pueblo. El comienzo del poblamiento de Argentina en 1550, Edición del Autor, Tucumán, 2004. 12 Luis Silva Lezaeta, El conquistador Francisco de Aguirre, op. cit. 13 En esta versión de la conferencia hemos optado por no señalar este importante tratamiento, tanto en varones como en mujeres, para hacer más ágil la lectura. 14 Narciso Binayán Carmona, Historia Genealógica Argentina, op. cit.


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que se sumó el linaje de Villagra, sería fuente fecunda de secuencias y frutos sazonados...». Agrega que las tres familias construyeron «... una sólida pirámide política de orden familiar que deparó a la región buenos gobernantes y la población de varias ciudades en un período de treinta años...».15 Conviene en este momento retornar al ya mencionado Francisco de Aguirre para entablar sus vínculos parentales con el Tucumán. Mencionemos ahora que Francisco de Aguirre fue hermano de Isabel de Meneses, que era conocida con el apellido materno. Isabel fue casada con Pedro González de Villarroel y de ese matrimonio nació Diego de Villarroel, natural de Villafranca (España) y que murió alrededor de 1580 en Santiago del Estero, a los cincuenta años de edad aproximadamente. Ingresó al Tucumán con Juan Núñez de Prado y más tarde fue comisionado por su tío Francisco de Aguirre para que fundase la ciudad de San Miguel de Tucumán. Al respecto, Ventura Murga afirma que la trayectoria de Villarroel «fue casi un reflejo del accionar de Aguirre».16 Diego de Villarroel, por su parentesco con Francisco de Aguirre, era, al mismo tiempo, primo hermano político del fundador de San Juan, Juan Jufré, y tío en segundo grado del fundador de San Luis, Luis Jufré de Loaysa. Identificado, entonces, el linaje troncal Aguirre-Villarroel, debemos ahora referirnos a la descendencia del mismo en el seno de la elite dirigente catamarqueña entre los siglos XVII a XIX.17 Otra de las hijas legítimas de Francisco de Aguirre,Isabel de Aguirre, fue casada con Francisco de Godoy. Este conquistador, que nació en España, llegó a Chile en 1540 con Pedro de Valdivia y pasó al Tucumán en la expedición de su suegro. Francisco de Godoy e Isabel de Aguirre son antepasados fuertes en el Tucumán, ya que tuvieron numerosa descendencia en la antigua gobernación. Si bien aquí se pierde la varonía del apellido Godoy, la sangre del mismo y de Aguirre se transmite por líneas femeninas, con apellidos distintos. Hija de Francisco de Godoy e Isabel de Aguirre fue Francisca de Godoy, esposa del general Bartolomé de Sandoval, 15 Horacio Videla, Historia de San Juan, Vol. 1, Época Colonial, 1551-1810, Academia del Plata, Buenos Aires, 1962. 16 V entura M urga , «Conquistadores y antiguos pobladores de Tucumán: Diego de Villarroel», op. cit. 17 Marcelo Gershani Oviedo, La conformación del patriciado criollo y su relación con la elite dirigente en Catamarca (Siglos XVI-XX), op. cit.


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conquistador del Perú y el Tucumán, donde fue alcalde ordinario en la ciudad de Santiago del Estero en 1580 y 1591, Familiar del Santo Oficio en 1586 y alguacil mayor del Santo Oficio en 1591. Una hija de ese matrimonio, Inés de Sandoval, fue casada con el sevillano Diego Fernández de Andrada, nacido en 1571. Pasó a Indias, radicándose en la Gobernación del Tucumán, avecindándose en la ciudad de Santiago del Estero, donde fue Procurador en 1597. Llegó a ser Teniente General del Tucumán en 1608, además de Familiar del Santo Oficio y Abogado de la Real Audiencia de La Plata. A partir del matrimonio de Diego Fernández de Andrada con Inés de Sandoval la descendencia se multiplica: los hijos de este enlace se vinculan por casamiento con los Carrizo de Orellana, Figueroa y Mendoza, Ramírez de Contreras, generando un abanico de parentescos muy importantes en el Tucumán, ya que sus descendientes se entrelazaron, asimismo, con los Pedraza, Navarro de Velasco, Paz y Figueroa, Mercado y Reynoso, Soria Medrano, Nieva y Castilla, entre tantos otros linajes que estuvieron asentados en el Valle de Catamarca. Por ejemplo, el gobernador del Tucumán Lucas de Figueroa y Mendoza casó con Andrea de Andrada y Sandoval, tataranieta de Francisco de Aguirre. Por otro lado, el capitán Laurencio Carrizo de Andrada, miembro del primer cabildo de la ciudad de San Fernando de Catamarca (1683) y gran antepasado catamarqueño, era nieto de los mencionados Diego Fernández de Andrada e Inés de Sandoval y cuarto nieto de Francisco de Aguirre. Y ahora que hemos mencionado al primer cabildo catamarqueño, analicemos con más detalle la presencia del linaje Aguirre-Villarroel en la institución capitular entre los siglos XVII y XIX. Fernando de Mendoza Mate de Luna fundó la ciudad de San Fernando de Catamarca en 1683, más de 130 años después que Juan Núñez de Prado realizara idéntica ceremonia para dejar establecida la ciudad de Barco en 1550, la primera fundación española que perduró en el territorio de la actual Argentina. En otra investigación hemos establecido la directa relación familiar existente entre los primeros cabildantes catamarqueños y los conquistadores que ingresaron a la región del Tucumán con el capitán Juan Núñez de Prado, a mediados del siglo XVI, remontando sus ascendencias en ese período transcurrido.18 Narciso Binayán Carmona afirma que la 18

Ídem.


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expedición de Núñez de Prado tiene gran importancia genealógica, puesto que varios de sus hombres figuran entre los antepasados troncales más importantes del país. Entre ellos se encuentra Diego de Villarroel. ¿Quiénes fueron los elegidos por Mate de Luna para ocupar los cargos capitulares en 1683? Alcalde de Primer Voto: Bartolomé Ramírez de Sandoval. Alcalde de Segundo Voto: Juan de Soria Medrano. Alguacil Mayor: Juan Antonio de Arizaga. Fiel Ejecutor: Gaspar de Guzmán Pacheco. Alférez Real y Regidor: Sargento Mayor Nicolás de Barros Sarmiento. Regidores: capitán Diego de Vera Mujica; capitán ayudante Domingo Lorenzo Mascareñas; teniente Blas de Pedraza; José Luis de Cabrera; capitán Domingo de Segura. Regidor Medidor de Tierras: capitán Laurencio Carrizo de Andrada. Procurador General: Felipe Moreno del Álamo. Alcalde Provincial de la Santa Hermandad: capitán Luis de Hoyos. Alcaldes de la Santa Hermandad: Andrés de la Vega y Castro y Juan Ponce de Córdoba. El primer cabildo catamarqueño estuvo constituido por quince personas. De acuerdo a Gaspar Guzmán, todos o casi todos los asistentes a la fundación son criollos, absolutamente criollos, hijos, nietos y algunos bisnietos de los conquistadores que llegan al Tucumán (...) con las primeras expediciones de Núñez de Prado o Francisco de Aguirre y hasta del mismo Diego de Rojas.19

De esos quince primeros capitulares, solamente de dos no tenemos noticias familiares. De los trece restantes, ocho estaban vinculados al linaje troncal Aguirre-Villarroel, ya sea por consanguinidad, que es el parentesco de dos o más individuos que tienen un antepasado común próximo, o por afinidad, que es el parentes-

19

1985.

G aspar G uzmán , Historia Colonial de Catamarca, Milton Editores, Buenos Aires,


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co que, por razón de matrimonio, establece cada cónyuge con los parientes del otro.20 Iniciamos el estudio con el alcalde de primer voto, Bartolomé Ramírez de Sandoval. Pertenecía al linaje troncal de Aguirre-Villarroel, puesto que era cuarto nieto del conquistador Francisco de Aguirre, como nieto que era de los mencionados Diego Fernández de Andrada e Inés de Sandoval, bisnieta a su vez de Aguirre, tío del capitán Diego de Villarroel. Juan de Soria Medrano fue alcalde de segundo voto, suegro de un quinto nieto de Francisco de Aguirre, llamado Diego Carrizo de Andrada, hijo de otro cabildante de 1683, Laurencio Carrizo de Andrada, al que ya hemos mencionado. Fiel ejecutor fue Gaspar de Guzmán Pacheco, cuya descendencia se vinculó con el linaje Aguirre-Villarroel: su hijo Diego de Guzmán Pacheco contrajo matrimonio con Sebastiana Teresa Navarro (y Ramírez de Tula), tataranieta de los ya mencionados Diego Fernández de Andrada e Inés de Sandoval, bisnieta a su vez de Francisco de Aguirre. El sargento mayor Nicolás de Barros Sarmiento fue designado alférez real y regidor del primer cabildo. Su primera esposa fue Inés Carrizo de Garnica, prima hermana del Alcalde de Primer Voto e igualmente nieta de los mencionados Diego Fernández de Andrada e Inés de Sandoval, bisnieta a su vez de Aguirre. José Luis de Cabrera fue regidor y era tataranieto del ya citado Diego de Villarroel, fundador de San Miguel de Tucumán, a través de su hija María de Villarroel. Su segunda mujer, Mariana Navarro de Velasco, era tataranieta de Diego Fernández de Andrada e Inés de Sandoval, bisnieta a su vez de Francisco de Aguirre. Regidor fue el capitán Domingo de Segura, cuya descendencia se vinculó con el linaje troncal que estudiamos: su hijo Manuel se casó con María Justa de Tula Bazán, tataranieta de Pedro Ramírez de Contreras y de Mariana Fernández de Andrada, tataranieta a su vez de Francisco de Aguirre por su madre, la varias veces nombrada Inés de Sandoval, bisnieta de Aguirre. El cargo de regidor medidor de tierras fue ocupado por nuestro ya conocido capitán Laurencio Carrizo de Andrada, quien también La información genealógica que figura en este trabajo, salvo otra información, se desprende de la base de datos PAF (Personal Ancestral File), construida por el autor de esta ponencia. 20


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era nieto de los mencionados Diego Fernández de Andrada e Inés de Sandoval, bisnieta a su vez de Francisco de Aguirre. De esto resulta que Laurencio Carrizo de Andrada era primo hermano del alcalde de primer voto, Bartolomé Ramírez de Sandoval, y de Inés Carrizo de Garnica, la esposa del alférez real Nicolás de Barros Sarmiento. Alcalde de la Santa Hermandad fue, por su parte, Andrés de la Vega y Castro, casado en segundas nupcias con la riojana Inés Carrizo de Ávila, que llevaba el nombre de su bisabuela, la varias veces mencionada Inés de Sandoval, bisnieta a su vez de Aguirre. De los ocho cabildantes de 1683 que hemos nombrado y analizado, observamos que tres están vinculados al linaje que estudiamos por parentesco consanguíneo y los cincos restantes por parentesco afínico, es decir, por matrimonio. De los cabildantes relacionados por parentesco consanguíneo con el linaje, dos descienden en línea directa de Francisco de Aguirre y el restante de Diego de Villarroel. Para otras investigaciones hemos trabajado en la reconstrucción de los planteles capitulares del siglo XVIII.21 Recurrimos a esa información para ubicar entre esos cabildantes a descendientes del linaje troncal que estudiamos. Presentaremos solamente un muestreo ya que es significativa la presencia de esos descendientes en la centuria a la que ahora nos referimos. Por ejemplo, el general Francisco José de Salas y Herrera, que fue Teniente de Gobernador de la ciudad de Catamarca en 1759, había sido alcalde ordinario en 1753. Era tataranieto de Alonso Carrizo de Orellana y de Bartolina de Andrada y Sandoval, hija de Diego Fernández de Andrada y de Inés de Sandoval, bisnieta de Francisco de Aguirre. Casi una década después, en 1764, el general Juan Ricardo de Sosa y Adaro, yerno del recién referido Francisco José de Salas y Herrera, fue electo Alcalde de Primer Voto y, a partir de ese momento, se constituirá en el hombre fuerte de la política lugareña por varios años. Junto a él también figura su hermano Juan Adauto de Sosa y Adaro ocupando significativos espacios de poder en el Cabildo. Ambos eran sextos nietos de Diego de Villarroel por dos

Marcelo Gershani Oviedo, «Los Padres de la República entre la Revolución y la Independencia: redes familiares y elite capitular (Catamarca, 1809-1818)», en Épocas. Revista de Historia, FHGT-USAL, Buenos Aires, núm. 13, Primer Semestre, 2016. 21


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líneas, que provenían de dos de los hijos del fundador de San Miguel: María y Pedro González de Villarroel. Otro grupo familiar importante en este siglo es el de los Olmos de Aguilera. En 1736 fue elegido Antonio Olmos de Aguilera como Defensor de Menores. Era casado con María de Argañarás y Murguía, tataranieta de Felipa de Villarroel, nieta a su vez del fundador de Tucumán a través de su hijo Pedro González de Villarroel. A partir de 1768, con los cargos de alcalde de segundo voto y de la Hermandad, entre otros, ubicamos a Carlos Olmos de Aguilera, hijo de Antonio y sexto nieto de Diego de Villarroel. Ya finalizando el siglo, a partir de 1799, figura como Procurador de la ciudad un nieto de Antonio y sobrino de Carlos, llamado José Antonio Olmos de Aguilera, séptimo nieto de Diego de Villarroel. José Antonio Olmos de Aguilera tendrá una activa participación durante la primera mitad del siglo XIX: en 1810 fue electo diputado por Catamarca a la Junta Grande, en Buenos Aires; en 1816 fue elegido como diputado al Congreso de Tucumán, pero renunció, y en 1820 representó nuevamente a Catamarca en esta ciudad de San Miguel, en los tiempos de la «República del Tucumán», convocada por Bernabé Aráoz.22 La sangre de Villarroel en la elite catamarqueña del siglo XIX Siguiendo con el muestreo, optamos por referirnos al siglo XIX desde la conformación de los planteles de dos cabildos emblemáticos: el de 1810, que recibió la noticia de los sucesos porteños de Mayo, y el de 1816, que fue receptor de la noticia de la Declaración de la Independencia. En 1810, varios miembros del Cabildo estaban vinculados con el linaje troncal que estudiamos. El Alcalde de primer voto era Gregorio de Segura y Tolosa, a quien se lo caracterizaba en la época como «un vecino de primer orden en este pueblo». Ya había sido alcalde ordinario y regidor, cuando fue designado en 1810. Era

22 Marcelo Gershani Oviedo, «La República del Tucumán (1820-1821): un intento de acuerdo político regional», Seminario de Doctorado en Historia, Facultad de Historia, Geografía y Turismo, Universidad del Salvador, Buenos Aires, 2014.


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tataranieto de Diego Gómez de Tula Bazán, bisnieto a su vez de nuestra tan mencionada Inés de Sandoval, la bisnieta de Aguirre. En el mismo grado de parentesco con Francisco de Aguirre estaba vinculada Rosa de Segura, la esposa del Regidor Defensor de Pobres, Alférez de Milicias José Joaquín de Bustamante, y prima hermana del alcalde de primer voto. En efecto, también era tataranieta de Diego Gómez de Tula Bazán, bisnieto a su vez de Inés de Sandoval, la bisnieta de Aguirre. Por otro lado, Clara Gardel, la esposa del Alcalde de la Santa Hermandad, Juan Antonio de Villegas Terán, era tataranieta de Pascuala Carrizo de Andrada, bisnieta de Inés de Sandoval y por esta línea entroncaba con Aguirre, de quien Inés era bisnieta. Esta ascendencia toca a los Terán de Tucumán, que provienen de Juan Antonio de Villegas Terán y Clara Gardel. En cuanto a la descendencia directa del fundador de Tucumán, Diego de Villarroel, ubicamos en este Cabildo de 1810 a un séptimo nieto, el Síndico Procurador de la ciudad, José Antonio Olmos de Aguilera, ya mencionado, y tres octavos nietos: el Regidor Defensor General de Menores, Juan Manuel de Soria; Nicolás de Barros y Espeche, Procurador General interino y el Alcalde Partidario del Curato Rectoral, Juan Ignacio de Soria, hermano de Juan Manuel. En el Cabildo de 1816, el alcalde de primer voto José Luis de Segura era séptimo nieto de Villarroel porque era tataranieto deLeonor de Benavídez y Cabrera, tataranieta de Diego de Villarroel a través de su hija María. El alcalde de Segundo Voto era Marcos José González,23 octavo nieto del fundador de Tucumán como tataranieto que era de María Juliana Ibáñez del Castrillo, que a su vez lo era de Pedro González de Villarroel, hijo de Diego. El Regidor Alcalde de Aguas era Juan Asencio de Salas, séptimo nieto de Villarroel. Tenía la misma ascendencia que el alcalde de primer voto: era tataranieto de Leonor de Benavídez y Cabrera, tataranieta a su vez de Diego de Villarroel a través de su hija María. El Regidor Defensor de Menores y pobres era Manuel Antonio Rodríguez, séptimo nieto de Villarroel, por ser tataranieto de 23 Marcelo Gershani Oviedo, «La familia de Antonio Manuel González en tiempos de Independencia: redes y elite capitular (Catamarca, 1809-1818)». Comunicación en XII Congreso Nacional de Genealogía y Heráldica de la República Argentina y II Congreso de Genealogía y Heráldica de San Juan de La Frontera, San Juan, 2016.


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Francisca de Cabrera y Mendoza, tataranieta a su vez de Diego de Villarroel a través de su hija Catalina. El linaje troncal Aguirre-Villarroel en la ascendencia de los gobernadores de Catamarca (1821-1900) En Recuerdos de provincia, Domingo F. Sarmiento se pregunta: «¿De dónde descienden los hombres que vemos brillar en nuestra época, en ministerios, presidencias, cátedras y prensa?».24 Ya vimos que, desde la fundación de la ciudad de San Fernando hasta la época independiente, los cabildos estuvieron integrados por miembros de una clase dirigente conformada, en su mayoría, por descendientes de conquistadores y fundadores de ciudades. En consecuencia, los cabildantes estuvieron vinculados, en muchos casos, por lazos de consanguinidad o afinidad, conformando intrincadas redes de parentesco. Veamos ahora la presencia del linaje troncal que estudiamos entre los gobernadores de Catamarca a partir de la Declaración de la Autonomía, el 25 de agosto de 1821, hasta inicios del siglo XX. El primer gobernador del periodo que estudiamos ahora fue Nicolás de Avellaneda y Tula, electo en esa jornada de 1821. Era tataranieto de María Juliana Ibáñez del Castrillo, que a su vez lo era de Pedro González de Villarroel, hijo del fundador de San Miguel de Tucumán. De manera tal que Avellaneda y Tula (padre de Marco Manuel y abuelo del presidente Nicolás Avellaneda) 25 era octavo nieto de Diego de Villarroel. Su esposa, María Salomé González y Espeche,26 también era octava nieta de Diego de Villarroel y por la misma línea que su marido, ya que compartían tatarabuelos, por lo que eran primos terceros. Eusebio Gregorio Ruzo sucedió en el gobierno a Avellaneda y Tula y su primera gestión transcurrió entre 1822 y 1825. Contrajo 24 Domingo Faustino Sarmiento, Domingo, Recuerdos de Provincia, Editorial Kapelusz, Buenos Aires, 1980. 25 Marcelo Gershani Oviedo, «…Sin relaciones de sangre o afinidad…: Los Avellaneda en Catamarca (1809-1818)». Comunicación en III Jornadas Latinoamericanas de Humanidades y Ciencias Sociales y XII Jornadas de Ciencia y Tecnología de la Facultad de Humanidades, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Catamarca, Catamarca, 2016. 26 Ibídem, La familia de Antonio Manuel González en tiempos de Independencia: redes y elite capitular (Catamarca, 1809-1818), op. cit.


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matrimonio con Cesárea Carrera, nacida en Córdoba y séptima nieta de Diego de Villarroel, como tataranieta que era de Francisca de Paz y Figueroa, que a su vez lo era de Villarroel, a través de su hija Catalina. A Ruzo lo sucede en el poder Manuel Antonio Gutiérrez, cuyo mandato duró entre 1825 y 1827. Gutiérrez fue uno de los tres gobernadores que llegó soltero al gobierno de Catamarca y se casó mientras ejercía el poder. Lo hizo en 1826 con Francisca Antonia Ocampo, quien era octava nieta de Diego de Villarroel, por ser tataranieta de Manuel de Villafañe y Guzmán, que a su vez lo era de Pedro González de Villarroel, hijo de Diego. Entre 1828 y 1829 fue gobernador Marcos Antonio Figueroa. También era octavo nieto de Diego de Villarroel, pero a través de su hija María. El gobernador Figueroa era tataranieto de Juan de Adaro y Arrazola, que a su vez lo era de la mencionada María de Villarroel, hija de Diego. Al año siguiente asumió el gobierno Miguel Díaz de la Peña, quien tiene la particularidad de haber sido el único gobernador de Catamarca que fue titular de un mayorazgo, el de Huasán. Descendía al menos cuatro veces de Villarroel y en el mismo grado, era octavo nieto. Por una de esas líneas era tataranieto de Juan de Figueroa y Mendoza, que a su vez lo era de Catalina de Villarroel, hija del fundador de San Miguel. Mauricio Herrera, también octavo nieto de Diego de Villarroel, gobernó Catamarca en 1835 y fue destituido del cargo cuando fue derrotado en el combate de El Chiflón por tropas tucumanas enviadas por Alejandro Heredia. Era tataranieto de María Juliana Ibáñez del Castrillo, que a su vez lo era de Pedro González de Villarroel, hijo del fundador de San Miguel de Tucumán. Un lustro después asumió el gobierno de Catamarca José Luis Cano, que descendía en línea directa de Francisco de Aguirre. Era tataranieto de Agustina Carrizo de Andrada, bisnieta a su vez de Inés de Sandoval, que lo era de Aguirre. Bernardina Desideria Augier, esposa del gobernador Cano, era tataranieta de María de Argañarás y Murguía, tataranieta a su vez de Felipa de Villarroel, nieta de Diego, el fundador, a través de su hijo Pedro González de Villarroel. José Cubas era gobernador en 1841 cuando fue derrotado en la batalla de Catamarca por las fuerzas rosistas de Mariano Maza y fue condenado a muerte junto con sus ministros y otros dirigentes. La cabeza del gobernador Cubas fue expuesta en la plaza principal


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de Catamarca. Era octavo nieto del fundador de Tucumán, por ser tataranieto de Valeriana de Salinas y Cabrera, que lo era a su vez de María de Villarroel, hija de Diego, el fundador. Por su parte, Genoveva Ortiz de la Torre, esposa del gobernador decapitado, descendía en línea directa de Francisco de Aguirre, como tataranieta que era de Agustina Carrizo de Andrada, bisnieta a su vez de Inés de Sandoval, bisnieta de Aguirre. Una década después de la muerte de Cubas, cuando la preponderancia de Juan Manuel de Rosas declinaba y se firmaba el Acuerdo de San Nicolás, en 1852, por segunda vez gobernaba Catamarca Manuel Navarro, que había seguido estudios en la Universidad de Chuquisaca. Es Navarro el único gobernador del que conocemos esta característica con respecto a su formación. También, al igual que varios de sus antecesores en el cargo, era octavo nieto del fundador de Tucumán, por ser tataranieto de Francisca de Villafañe y Guzmán, que a su vez lo era de Pedro González de Villarroel, hijo del fundador de San Miguel de Tucumán. Francisca Javiera Herrera, esposa de Manuel Navarro, era tataranieta de Pascuala Carrizo de Andrada, bisnieta a su vez de Inés de Sandoval, bisnieta de Francisco de Aguirre. Durante el mandato de Pedro José Segura y Cubas, la provincia de Catamarca juró el 9 de julio de 1853 la Constitución sancionada en Santa Fe. También era octavo nieto de Diego de Villarroel. Su entronque le venía por ser tataranieto de Valeriana de Salinas y Cabrera, tataranieta a su vez de María de Villarroel, hija de Diego, el fundador. Tres veces contrajo matrimonio el gobernador Segura y Cubas y en dos oportunidades lo hizo con señoras vinculadas al linaje troncal que estudiamos. Su primera esposa, María Victoria Augier, era novena nieta del fundador de Tucumán, como tataranieta que era de María de Argañarás y Murguía, que a su vez lo era de Felipa de Villarroel, hija de Pedro González de Villarroel y nieta de Diego. Isabel Córdova, la segunda esposa de Segura y Cubas, descendía de Francisco de Aguirre. Su tatarabuela Juana Carrizo de Andrada era bisnieta de Inés de Sandoval, que a su vez lo era de Aguirre. El gobernador Sinforiano Lascano (1854-1856) era cordobés de nacimiento y contrajo matrimonio con Albina Segura, octava nieta de Villarroel. Era tataranieta de Francisco Solano de Molina, tataranieto a su vez de Catalina de Villarroel, hija de Diego, el fundador.


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Octaviano Navarro, por su parte, fue el primer mandatario elegido conforme las normas de la nueva Constitución provincial. Su primera gestión transcurrió entre 1856 y 1859. Era noveno nieto de Diego de Villarroel, porque su tatarabuela Catalina de Adaro y Arrazola era tataranieta de Teresa de Cepeda y Villarroel, hija de María de Villarroel y nieta del fundador de San Miguel de Tucumán. La esposa de Octaviano Navarro, Waldina Cano, hija del ya citado gobernador José Luis Cano, era décima nieta del fundador de Tucumán. Su tatarabuela Josefa Olmos de Aguilera era tataranieta, a su vez, de Petronila de la Cerda Villarroel, nieta de Pedro González de Villarroel, hijo del fundador de San Miguel. Otro octavo nieto de Villarroel entre los gobernadores de Catamarca fue Samuel Molina, que rigió los destinos de la provincia entre 1859 y 1861. Renunció para facilitar la solución política impuesta por el general Bartolomé Mitre, vencedor en la batalla de Pavón. Era tataranieto de Francisco Solano de Molina, que a su vez lo era de Catalina de Villarroel, hija de Diego, el fundador. Primitiva Segura, esposa de Samuel Molina, era novena nieta de Diego de Villarroel. Su tatarabuelo era Pedro Izquierdo de Guadalupe, tataranieto a su vez de Teresa de Cepeda y Villarroel, hija de María de Villarroel y nieta de Diego. Ramón Rosa Correa accedió al poder en 1862 y renunció al año siguiente. Era décimo nieto de Francisco de Aguirre, por ser tataranieto de Laurencia de Quiroga y Guzmán, que a su vez lo era de Inés de Sandoval, bisnieta de Aguirre. Neófita Augier, la esposa de Ramón Rosa Correa,27 era novena nieta de Villarroel, porque era tataranieta de María de Argañarás y Murguía, que a su vez lo era de Felipa de Villarroel, hija de Pedro González de Villarroel y nieta de Diego. El gobernador Víctor Maubecín llegó al poder en 1863 y fue derrocado por un levantamiento militar en 1866. Era tataranieto de Antonio de Rizo Patrón, que a su vez lo era de Bartolina de Andrada y Sandoval, tataranieta de Francisco de Aguirre; es decir, mediaban doce generaciones entre el gobernador Maubecín y Francisco de Aguirre. Por su parte, Francisca Figueroa de Lamadrid, esposa del gobernador Maubecín, era novena nieta de Diego de Villarroel,

27 Ibídem, Los Correa. Trescientos años en la Historia de Catamarca, Editorial Sarquís, Catamarca, 2012.


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como tataranieta que era de Catalina Sánchez de Lamadrid, que a su vez lo era de Felipa de Villarroel, nieta de Diego. Crisanto Gómez fue gobernador entre 1868 y 1871. También era octavo nieto del fundador de San Miguel de Tucumán. Al igual que su antecesor en el cargo, Samuel Molina, Crisanto Gómez era tataranieto de Francisco Solano de Molina, que a su vez lo era de Catalina de Villarroel, hija de Diego, el fundador. Noemí Brachieri, la esposa de Crisanto Gómez, era décima nieta de Francisco de Aguirre, por ser tataranieta de María Bernardina de Quiroga y Guzmán, que a vez lo era de Inés de Sandoval, bisnieta de Francisco de Aguirre. Francisco Ramón Galíndez sucedió en el cargo a Gómez y fue gobernador entre 1871 y 1873, año en el que renunció por problemas de salud. Era noveno nieto de Villarroel, porque su tatarabuelo Pedro Izquierdo de Guadalupe era tataranieto, a su vez, de Teresa de Cepeda y Villarroel, hija de María de Villarroel y nieta de Diego. Irene González, riojana de nacimiento, fue la esposa de Francisco Ramón Galíndez. Era novena nieta de Diego de Villarroel, porque su tatarabuela Teodora Bazán de Cabreralo era a su vez de Teresa de Cepeda y Villarroel, hija de María de Villarroel y nieta de Diego, el fundador de San Miguel de Tucumán. Entre 1876 y 1879 gobernó Catamarca Mardoqueo Molina, hermano entero de Samuel, que ya había ocupado el cargo de gobernador. Tiene idéntica ascendencia que su hermano Samuel: ambos eran octavos nietos del fundador de San Miguel de Tucumán. Elvira Cubas, esposa de Mardoqueo Molina, era novena nieta de Villarroel y tenía igual ascendencia que su concuñada Primitiva Segura: su tatarabuelo era Pedro Izquierdo de Guadalupe, que lo era a su vez de Teresa de Cepeda y Villarroel, hija de María de Villarroel y nieta de Diego. El gobernador Manuel Fortunato Rodríguez estuvo al frente del Poder Ejecutivo entre 1879 y 1882. Era octavo nieto del fundador de San Miguel, como la mayoría de sus antecesores en el cargo. En su caso, era tataranieto de María Ferreira Lasso de la Vega, que lo era a su vez de Catalina de Villarroel, hija de Diego. A Rodríguez lo sucede en el poder Joaquín Acuña, cuya gestión se inició en 1882 y finalizó en 1885. Era noveno nieto de Diego de Villarroel ya que su tatarabuelo Juan Gregorio de Molina era tataranieto de Félix Luis de Cabrera y Zúñiga, hijo de Catalina de Villarroel y nieto de Diego. Ana Navarro, esposa de Acuña, era hija


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del gobernador Octaviano Navarro y nieta del también gobernador Manuel Navarro. Ana era décima nieta de Diego de Villarroel, porque era tataranieta de Pablo Amador de Sosa y Adaro, que a su vez lo era de Catalina Dorantes de Trejo y Cabrera, nieta de María de Villarroel, hija de Diego. José Silvano Daza, gobernador de Catamarca entre 1885 y 1888, llegó al poder apoyado por Julio Argentino Roca, a quien había acompañado en la llamada «Conquista del Desierto». Daza era tataranieto de Águeda Dorotea de Espeche, tataranieta a su vez de Bartolina de Andrada y Sandoval, que lo era de Francisco de Aguirre. Daza contrajo matrimonio, al año siguiente de haber accedido al poder, con Carmen de la Vega, décima nieta de Villarroel. Era tataranieta de Juan Ricardo de Sosa, que a su vez lo era de Catalina Dorantes de Trejo y Cabrera, bisnieta de Diego de Villarroel. Gustavo Ferrary gobernó Catamarca entre 1891 y 1894. Durante su gestión, varios conflictos originaron intervenciones federales para reponerlo o sostenerlo en el cargo. Era profesor egresado de la Escuela Normal de Paraná, institución de la que había sido Director. Contrajo matrimonio durante su mandato con Elena Giménez, décima nieta de Diego de Villarroel como tataranieta que era de Catalina Izquierdo de Guadalupe, que a su vez lo era de Valeriana Duarte de Meneses, nieta de María de Villarroel, hija de Diego, el fundador. A Ferrary lo sucedió Julio Herrera, que estuvo al frente del Poder Ejecutivo Provincial entre 1894 y 1897. Era noveno nieto de Francisco de Aguirre, como tataranieto que era de Inés Carrizo de Ávila, bisnieta a su vez deInés de Sandoval, que lo era, a su vez, de Aguirre. Terminaba el siglo XIX y se iniciaba el XX, cuando en 1900 accedió al gobierno Guillermo Correa, que dejará el poder en 1904.28 Era décimo nieto de Diego de Villarroel, por ser tataranieto de Josefa Olmos de Aguilera, que a su vez lo era de Petronila de la Cerda Villarroel, nieta de Pedro González de Villarroel, el hijo de Diego, el fundador de San Miguel. Carlota Ocampo, esposa de Guillermo Correa, era décima nieta de Diego de Villarroel. Su tatarabuela 28 Ibídem, «La sociedad catamarqueña en tiempos del Centenario. La elite y su vinculación al patriciado criollo», en La Generación del Centenario y su proyección en el Noroeste Argentino 1900-1950, Centro Cultural Alberto Rougés, Fundación Miguel Lillo, Tucumán, 2008.


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María Aurelia de Villafañe y Dávila era tataranieta, a su vez, de la recién mencionada Petronila de la Cerda Villarroel, bisnieta de Diego, el fundador. Permítasenos una digresión temporal con respecto al período estudiado para mencionar que el mismo Correa fue elegido nuevamente en 1915 y ejerció el gobierno de Catamarca cuando se recordó el primer Centenario de la Declaración de la Independencia. Participó en 1916 de los actos centrales llevados a cabo en esta ciudad de San Miguel de Tucumán hace casi un siglo. La sangre de Diego de Villarroel gobernaba Catamarca a cien años de la Declaración de la Independencia.29 Conocemos que, desde la Autonomía de Catamarca, en 1821, hasta fines del siglo XIX, se sucedieron 29 gobernadores propietarios-constitucionales. De ese total, 24 están vinculados, por parentesco consanguíneo o afínico, con el linaje troncal que estudiamos. Palabras finales Hemos dicho que Francisco de Aguirre es uno de los troncos familiares más importantes de Chile. Asimismo su cercanía familiar con fundadores de ciudades de Cuyo y el Tucumán es notoria. Ciñéndonos específicamente al Tucumán, fue tío carnal del fundador de San Miguel, Diego de Villarroel. El tronco familiar formado por los Aguirre-Villarroel, que hemos conceptualizado como un linaje troncal, tiene enorme incidencia en la elite dirigente catamarqueña de los siglos XVII, XVIII y XIX. Será esa elite la que integrará la institución capitular en época hispánica e independiente y la gobernación provincial durante el siglo XIX. En el cabildo, hemos visto cómo, en su primera conformación, designado por el fundador Mendoza Mate de Luna, gran parte de sus miembros están vinculados por parentesco de consanguinidad y afinidad con el linaje troncal que estudiamos. Igualmente, en los cabildos de los siglos XVIII y XIX observamos asimismo la presencia de descendientes de los fundadores de La Serena y de San Miguel de Tucumán.

29

Ibídem, Los Correa. Trescientos años en la Historia de Catamarca, op. cit.


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En el caso del análisis realizado de los gobernadores provinciales durante el siglo XIX, de 1821 a 1900, los primeros mandatarios de la provincia descienden de Aguirre-Villarroel, tanto en época autónoma, como de la Confederación Rosista y Constitucional. Desde la Declaración de la Autonomía de Catamarca, el 25 de agosto de 1821, hasta fines del siglo XIX, se sucedieron un total de 29 gobernadores propietarios-constitucionales. De ese total, 24 están vinculados con el linaje troncal Aguirre-Villarroel. El alto porcentaje de gobernantes en Catamarca que comparten iguales antepasados es destacable por las características de las estrategias matrimoniales de las familias tanto de época hispánica como independiente. La endogamia producía intrincadas redes familiares que se manifestaban en la repetición de ancestros para los contemporáneos de una misma generación. Hemos observado así en nuestras investigaciones previas cómo, tanto los capitulares como los gobernadores, poseían un parentesco cercano a raíz de estas prácticas que buscaban la reproducción social de un grupo y de sus características. Y cuando ese caso no se daba, de manera directa, se producía a través de sus cónyuges que descendían del linaje troncal. Nos atrevemos a afirmar que durante el siglo XIX el recuerdo de la ascendencia hasta Aguirre-Villarroel se había perdido por parte de las familias que portaban su sangre; algo que no sucedía en época hispánica ya que la memoria genealógica era de fundamental importancia para la mantención del status del grupo superior. La sangre de Diego de Villarroel, fundador de San Miguel de Tucumán, fluye con abundancia por las venas catamarqueñas. Un signo más de unión entre estas dos jurisdicciones que comparten, entre otras tantas particularidades, un mismo tronco y un amplio parentesco que ha sido, como hemos visto, elemento esencial en la conformación de las elites del noroeste argentino en general, y de Catamarca en particular, a través de toda su historia. Sangre, poder y sociedad, unidos en el tiempo, vuelven a acercarnos hoy en el estudio de nuestros orígenes y vuelven a mostrarnos una historia común en el devenir de estos siglos.


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Los propósitos y contenidos del «Diario Militar del Exto. Auxiliador del Perú», editado en Tucumán Pedro León Cornet

Nos proponemos trabajar para ser útiles a nuestros hermanos de armas, consagrando el poco tiempo que nos queda de nuestras graves ocupaciones a recoger lo que hubiese de más provechoso para su instrucción en autores clásicos que no es posible puedan conseguirlos, y a darles noticias de todas las acciones que tanto nuestras partidas, como las grandes divisiones del Ejército tuvieren, igualmente que de sus movimientos y situaciones, añadiendo cuanto pudiésemos saber de los heroicos Ejércitos de Chile y de los Andes; de los mismos enemigos, y todo lo que pudiere interesar la curiosidad y traiga ventajas a sus conocimientos.

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n pocos renglones, el general Manuel Belgrano exponía, en el ejemplar de apertura del Diario Militar del Exto. Auxiliador del Perú, que se comenzó a publicar en Tucumán el 10 de julio de 1817, las finalidades y propósitos de esa hoja que inauguraba nuestra primera imprenta. Resulta hoy de todo interés atender al contenido. Su lectura es fuente muy valiosa para ahondar en la actuación de Belgrano durante ese período crucial de la gesta de la independencia. Hasta ahora, se conservan (en el Museo Mitre, de Buenos Aires) 12 ejemplares de distintas fechas. Los once primeros, que van desde el 10 de julio hasta el 18 de septiembre de 1817 y el número 36, del 12 de marzo de 1818. La aparición era aproximadamente semanal (entre julio y septiembre) y la última se aleja seis meses de la postrera del año 17. Algunos autores suponen que el Diario se imprimió y circuló incluso hasta principios de 1819 (Lizondo Borda, García Soriano), en tanto que Zinny afirma que el último ejemplar


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editado fue el número 78, en diciembre de 1818. La Academia Nacional de la Historia reprodujo en facsímile los 12 ejemplares del Museo Mitre, con una introducción de Raúl de Labougle, en 1970. Este trabajo versará sobre esa colección, Queda para otra ocasión la búsqueda y comentario de otros ejemplares que pudieran existir, en museos o colecciones particulares. En algunas citas textuales hemos usado la ortografía actual, para facilitar su lectura. El Ejército Auxiliador del Perú y Belgrano El ejército que comandaba Belgrano (también llamado comúnmente «Ejército del Norte») venía actuando desde poco después de los acontecimientos de mayo de 1810, cuando desde Buenos Aires se advirtió la necesidad de concurrir al norte del ex Virreinato para difundir y lograr adhesiones al naciente movimiento revolucionario. Tras seis años continuos de victorias y reveses en el actual noroeste argentino y en lo que entonces se denominaba el «Alto Perú», hoy Bolivia, la desgastada fuerza se estableció en 1816 en Tucumán. El 7 de agosto de ese año, José Rondeau, a cuyo cargo estuvo la tercera y última campaña al Alto Perú, entregó el mando a Belgrano en Trancas (Tucumán). Algunos meses antes (noviembre de 1815), en Sipe Sipe (actual territorio boliviano), el ejército había sufrido una derrota total, y en pésimas condiciones debió retroceder hasta Salta. Allí las cosas tampoco fueron buenas, por los interminables conflictos que se generaron con Martín Miguel de Güemes. El Directorio, siguiendo la inteligente opinión del general José de San Martín, decidió que la fuerza se estableciera defensivamente en Tucumán, mientras que la verdadera resistencia y lucha en el norte contra los realistas estaría a cargo de las milicias gauchas de Güemes. Esto, mientras en Mendoza se alistaba el Ejército de loa Andes, que tendría la misión de liberar Chile y pasar luego por vía marítima al Perú para completar la tarea. Belgrano había recibido una esmerada educación humanista y jurídica, iniciada en Buenos Aires y completada en España. Esa ilustrada formación le valió para su desempeño en el Consulado de Comercio porteño hasta poco antes de la Revolución de mayo de 1810. Al no tener libertad para realizar grandes modificaciones en las áreas económicas y administrativas a su cargo, concentró gran


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General Manuel Belgrano. Litografía de Andrea Bacle. 1829.

parte de sus esfuerzos en impulsar la educación. En Europa, su maestro Campomanes le había enseñado que la auténtica riqueza de los pueblos se hallaba en su inteligencia, y que el verdadero


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fomento de la industria se encontraba en la educación. Ese espíritu de continuo aprendizaje y la vocación docente se pondrán de manifiesto en la actuación que tendrá a partir de los hechos revolucionarios. Cuando lo designaron general para comandar un ejército al Paraguay, se volcó con entusiasmo al estudio de los temas militares, para asumir con responsabilidad la difícil tarea. Si no tuvo éxito en esa campaña, en cambio adquirió mucha experiencia y preparación para la guerra. A comienzos de 1812 tuvo que hacerse cargo por primera vez del Ejército del Norte, reemplazando a Pueyrredón en la Posta de Yatasto, de Salta. Su tropa había sufrido la derrota en Huaqui y había estado bajo varias jefaturas, todo en un contexto bélico más que desfavorable para las nacientes Provincias Unidas. No obstante, la personalidad y el carisma de Belgrano, su férrea autoridad y el entusiasmo que transmitía a los oficiales, soldados y al pueblo mismo, hicieron cambiar las circunstancias. Se hizo fuerte en Tucumán, desobedeciendo la orden superior de replegarse hasta Córdoba, y el 24 de septiembre de 1812 derrotó al importante ejército enemigo de Pío Tristán, que tuvo que retirarse hasta Salta. Pocos meses después, el 20 de febrero de 1813, triunfó en forma total contra las mismas fuerzas realistas. Por primera —y única— vez en la historia americana, un ejército español se rendía plenamente. Esas dos trascendentes batallas fueron los únicos triunfos, en suelo hoy argentino. durante la prolongada contienda independentista. La intensa actividad militar no impidió a Belgrano seguir cultivando su espíritu y su intelecto con ávidas lecturas, a tiempo que se informaba de los acontecimientos y de las ideas que, desde Europa, se esparcían en toda América. En Potosí fue aclamado y honrado como héroe militar y político. Pero la guerra de la independencia estaba aún lejos de concluirse. Belgrano padeció las derrotas de Vilcapugio y de Ayohuma (octubre y noviembre de 1813), y el ya experimentado Ejército del Norte tuvo que replegarse una vez más. Pasó entonces al mando del general José de San Martín, un militar de carrera con ideas estratégicas diferentes, pero con similares nobleza y patriotismo a los de Belgrano, por quien tuvo especiales respeto y admiración. Vuelto a Buenos Aires, debió cumplir una importante misión diplomática, para procurar el reconocimiento externo de las Provincias Unidas. Juntamente con Bernardino Rivadavia, estuvo en Río


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de Janeiro y en Londres. En el curso de esas gestiones, compartió destinos con el militar chileno Francisco Antonio Pinto, y confraternizaron en identidad de propósitos. Pinto era un aristócrata, abogado como Belgrano y volcado también a las tareas militares y diplomáticas. Ambos patriotas regresaron juntos de Europa sin obtener los propósitos de reconocimiento a que aspiraban, pero cada vez más convencidos de la necesidad de acelerar la tarea independentista en América. En Chile había ocurrido la derrota de Rancagua, que fortalecía a los realistas, y en nuestro país las esforzadas huestes de Güemes contenían a duras penas los avances enemigos, mientras que el Ejército del Norte, otra vez derrotado en Sipe Sipe, venía en retirada del Alto Perú. La necesidad de una imprenta La unidad de criterios, la hermandad y la noble amistad de Belgrano y Pinto, continuará, ya en acción, una vez regresados de Europa. No hemos podido encontrar datos respecto de la forma en que ellos obtuvieron la imprenta que se instaló en Tucumán y todo el material para su funcionamiento. Esa máquina no podía ser producto nacional en aquellos tiempos, y todo hace suponer que la debieron adquirir en el viaje a Europa, más probablemente en Inglaterra. La profesora Sandra M. Szir, autora, entre otras investigaciones, de la titulada «Imágenes y tecnología entre Europa y la Argentina. Migraciones y apropiaciones de la prensa en el siglo XIX» (en CAIANA, Revista de Historia del Arte y Cultura Visual del Centro Argentino de Investigadores de Arte (CAIA) N° 6), apunta ante nuestra consulta que «lo más certero es que la hayan comprado en Europa, o encargado desde Argentina y mandado traer. Las máquinas que más se traían eran inglesas, pero también podían ser alemanas». Por mi parte, sumo un detalle: Las impresiones hispánicas de comienzos del Siglo XIX no utilizaban el «&», que aparece en distintas oportunidades en la tipografía del Diario, Es un símbolo típico de las impresiones inglesas: representa el and, que para el español es el simple y. A veces lo emplean como etcétera. Ello nos lleva a pensar que fue en Londres donde a Belgrano y Pinto se les ocurrió comprar una imprenta. Querían utilizarla como medio práctico para difundir entre la oficialidad todo lo que favoreciera su instrucción,


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como lo dice el párrafo inicial del primer número del Diario. Apreciaron que la enseñanza y el adiestramiento adecuados provenían de los grandes tratadistas, pero también advertían —y lo dicen en el Diario— la enorme dificultad de andar trasladando libros de ardua lectura, mientras se desarrollaban las campañas. No se ignora que Belgrano vino a Tucumán y que, ante el Congreso que declararía la Independencia, expuso, sobre la forma de gobierno, que la monarquía era el modo de lograr el reconocimiento europeo. En Grandes y pequeños hombres del Plata, Juan Bautista Alberdi apunta que «Belgrano vio con claridad las dos cuestiones, y no fue el único que las viese como él; pero nadie como él tuvo la honradez valiente de decirlo». Pero la magna declaración del Congreso el 9 de julio de 1816, no era suficiente. Era tiempo de guerra, y las estrategias acordadas con conocimiento del Congreso entre San Martín y Pueyrredón para afrontar la misma, suponían una correcta defensa de la frontera norte, mientras se alistaba el Ejército de los Andes en Cuyo para realizar su expedición a Chile. Para el extremo norte, determinaron entonces que a las acciones directas las afrontaría, con refuerzos, Martín Miguel de Güemes, mientras que el experimentado Ejército Auxiliar del Perú debía establecerse en Tucumán. Desde allí apoyaría las acciones del Alto Perú, a tiempo que cumpliría un rol protector, manteniéndose debidamente fortificado. Decía San Martín, en comunicación a Pueyrredón: En el caso de nombrar quien deba reemplazar a Rondeau, yo me decido por Belgrano; éste es el más metódico de los que conozco en nuestra América, lleno de integridad y talento natural. No tendrá los conocimientos de un Moreau o Bonaparte en punto a milicia, pero créame usted que es lo mejor que tenemos en la América del Sur.

A pocos días del célebre 9 de julio, el general Manuel Belgrano se hace cargo nuevamente del Ejército del Norte. A su lado está Francisco Antonio Pinto. La misión, dijimos, era principalmente defensiva. Había que permanecer en la fortificación de La Ciudadela, que había hecho construir San Martín en 1814, en un punto de la zona donde pocos años antes Belgrano derrotara a Tristán. Es por entonces que deciden traer la imprenta, que estaba en Buenos Aires y que aún no había sido empleada. Fue transportada en mulas y carros (se la llamó «volante» por sus desplazamientos) a Tucumán. Se trataba de un armatoste bastante precario. Era de


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madera, con herrajes de acero y un sistema antiguo de estampar. Sus platos y planchas tenían unas catorce pulgadas de cuadro, según lo registró Antonio Zinny en su Historia de los gobernadores. La decisión de editar el Diario coincidió con la pasividad del ejército, asentado en Tucumán en estado de alerta, sin sumarse abiertamente a las abundantes acciones de la zona norte, donde los realistas tenían frecuentes enfrentamientos con las huestes gauchas de Güemes. Belgrano encomendó la dirección del Diario a Pinto, aunque se nota con claridad que las notas principales eran de su autoría. Habitualmente, contenía una parte principal con enseñanzas y consejos de adoctrinamiento militar, ético y político. Y se agregaba, al final, un informe de movimientos, desplazamientos o combates del Ejército de los Andes o de las acciones del norte. Probablemente todo lo editado partía de la pluma de estos dos hombres. Así lo hacen pensar el estilo, la forma continuada de afrontar los temas, y así lo han admitido los pocos historiadores argentinos que se han ocupado del tema. Digamos, al respecto, que han sido escasos los investigadores de ese punto en nuestra historiografía. Ya hemos mencionado a Zinny, y agreguemos que en Tucumán se han ocupado del tema Manuel Lizondo Borda, en el apéndice de Temas argentinos del Siglo XIX (Junta Conservadora del Archivo Histórico, Tucumán, 1959), Manuel García Soriano, en El periodismo tucumano 1817-1900 (Facultad de Filosofía y Letras de la UNT, Tucumán, 1972); Carlos Páez de la Torre (h), en «Crónica histórica del periodismo tucumano» (Suplemento de La Gaceta del 29 de septiembre de 2016), además de su Historia de Tucumán (Plus Ultra, Bs. As., 1986). También hemos consultado un trabajo de Facundo Nanni «El primer periódico tucumano. Bernabé Aráoz y la reutilización de la antigua imprenta belgraniana», en Americania, Nº 4 (Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Pablo de Olavide, Sevilla) en internet (https://www.upo.es/revistas/index.php/americania/search/authors/view?). Algunos otros autores han tocado lateralmente la temática, como Juan B. Terán, en Tucumán y el Norte Argentino 1820-1840 (Bs. As., 1910), y últimamente Gabriela Tío Vallejo compiladora, en La república extraordinaria. Tucumán en la primera mitad del Siglo XIX (Prohistoria, Rosario, 2011). En 2014, dimos una conferencia en el Centro Cultural Alberto Rougés sobre «El primer periodismo en Tucumán». Es, en definitiva, el único material


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que hemos encontrado y utilizado, sin perjuicio de la abundante bibliografía acerca del creador de la bandera, especialmente el clásico de Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina, y el reciente Belgrano, artífice de la Nación, soldado de la libertad, de Miguel Ángel De Marco. A los autores mencionados, y al facsímil del Diario que editó en 1970, dijimos, la Academia Nacional de la Historia, seguiremos en el presente trabajo. La imprenta en la hoy Casa Histórica. Los comienzos El Congreso de la Independencia Tucumán realizó su última sesión en Tucumán, el 17 de enero de 1817, y se trasladó a Buenos Aires. Como es sabido, la parte de la casa en la que deliberó aquel cuerpo, estaba alquilada por el Estado en 1816. Y el Estado continuó utilizándola, salvo el salón de la Jura, que desde entonces se respetó. A partir de 1817, se habría instalado la Imprenta del Ejército en la histórica casa, según expresa la tesis doctoral de Juan Carlos Marinsalda ante la Universidad de Sevilla, «La Casa Histórica de la Independencia Argentina», 2016. O sea que el famoso inmueble fue el domicilio de la máquina mientras permaneció activa, y allí se estampaba el Diario. En el primer número del Diario Militar del Exto. Auxiliador del Perú, se expresa que la lectura se hace más llevadera a los que siguen la milicia, y particularmente cuando están de campaña, y a la manera que nosotros, presentándose en pequeños papeles y no en grandes libros, pesados ya por sí mismos y que no tenemos como conducirlos.

Agrega Belgrano (seguramente es el autor) que «siendo bien conocido que teniendo la desgracia de hablar en español», los pocos que han escrito sobre la milicia en ese idioma lo han hecho «en tomasos voluminosos». Dice que es menester dar principio a la nueva hoja, «tratando de la base principal en que se apoya la milicia, este gran edificio moral y físico que ocupa a los hombres desde que existen». Llega así, rápidamente, a enunciar que «no hay Nación, ni aun los salvajes... que hayan convenido que sin orden, disciplina y


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subordinación pueda existir una fuerza capaz de mantener su seguridad interior y exterior». Dice que «el orden evita la confusión, pone a cada uno en su respectivo deber, proporciona que el ejército más numeroso dirija sus operaciones sin equívoco». Continúa sosteniendo que «la disciplina adiestra a los hombres en sus marchas, manejo de arma, evoluciones y cuanto puede decirse para ponerlos en aptitud de ofender y defenderse». Este exordio, encaminado hacia la sustancial importancia de la disciplina y del orden, será una constante en el adoctrinamiento de Belgrano, y en su propia actitud personal como militar. Sus biógrafos siempre han destacado esa particularidad. Belgrano era sumamente exigente con sus subordinados. En el Diario predica: La disciplina consiste en una obediencia ciega a las órdenes que se comuniquen, en el orden invariable y uniforme de las voces de mando y de las maniobras; en la exactitud del servicio, en el respeto a los superiores y consideraciones a sus iguales, en un silencio profundo cuando se está sobre las armas y en la experiencia pronta de las órdenes del General y de los que están destinados por él a comunicarlas.

Como vemos, la verticalidad jerárquica —concepto clásico de todos los tiempos en el orden militar— desvelaba al general, que tan prontamente procuraba instruir sobre ello a su ejército. «La subordinación afianza uno y otro cuando comienza por la cabeza y no por los pies, es decir, cuando los Jefes son los primeros en dar ejemplo». Estos conceptos perdurarán a lo largo de casi todas las ediciones, machacando sobre la fundamental importancia de la disciplina como idea central. Concluye la arenga alentando a los suyos. Sostiene que esas cualidades «revisten hoy al Ejército Auxiliador del Perú», y que son el presagio más feliz de los triunfos que «la Nación espera de sus guerreros para libertarse de los bárbaros, crueles y sanguinarios españoles que cada día aumentan el odio de los americanos que trabajan por la libertad y por afianzar su independencia». A continuación, como en casi todos los sucesivos ejemplares, publica noticias del Ejército de Chile y de los Andes. La historiografía coincide en atribuir esta sección informativa a la pluma de Francisco Antonio Pinto, que, en definitiva, era el encargado del Diario. Relata que el 5 de mayo batió el coronel Juan Gregorio de las Heras a los enemigos en el Cerro de Chepe, matando seis oficiales y 112 hombres, tomando prisioneros y gran cantidad de


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armas y municiones. «Por nuestra parte», informa de 6 muertos y 62 heridos. Narra que el día 12 tomó José Cienfuegos la Plaza del Nacimiento, capturando al jefe, oficiales y guarnición. También, que el día 18 el Exmo. Sor. D. Bernardo O’Higgins, Director Supremo de Chile, fue a reconocer el terreno y fortificaciones de Talcahuano y que los Granaderos a Caballo hicieron huir a 60 hombres y les cortaron más de mil animales entre caballos, mulas y vacas que tenían en pastoreo.

Agrega con ironía que «nadie se atrevió a salir, porque esto de salidas no es dado a los españoles en el Siglo XIX en América». Respecto al propio ejército, da cuenta de una celebración patriótica muy significativa. Relata que se celebró, con el gobernador y otras autoridades, con misa y Te Deum, el primer aniversario de nuestra independencia. Asistieron «el Exmo. S. General, Jefe del Estado Mayor y demás oficiales, generales, jefes y oficial de los cuerpos». Por la tarde, el ejército se presentó en línea y evolucionó con la mayor perfección, haciendo descargas por compañía y por último fuego sostenido a discreción «que demuestra la pericia de la tropa». En seguida formó en cuadro doble y «puesto al centro el Exmo. S. General, proclamó a la tropa» en términos que reproduce. ¡Compañeros!: Hoy cumple un año la independencia de nuestra Nación: casi del seno de la desgracia salimos por nosotros mismos a contarnos en el número de las que figuran en el mundo. El bárbaro e intruso rey que declaró la guerra injusta que sufrimos, felizmente aceleró ese momento que tanto deseábamos para romper y destrozar las cadenas que por 300 años nos ataron a esa horrenda dominación,

expresó Belgrano. Exhortaba a seguir dando ejemplo de ese sufrimiento que os distingue… de ese amor al orden que resplandece en vosotros, de vuestra ciega obediencia al Soberano Congreso, Exmo. S. Supremo Director y demás Autoridades establecidas; de la veneración y respeto a nuestra Santa Religión, así veréis restituirse los días de tranquilidad y de paz a la Patria y asegurado para siempre el fruto de vuestros trabajos.

Este primer ejemplar, como todos los sucesivos, expresaba al pie: «Ymprenta del Exto. Auxiliar del Perú».


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Arrancan las recomendaciones El 17 de julio aparece el segundo número del Diario, esta vez dedicado exclusivamente a uno de los temas que más interesaba y preocupaba a Belgrano: las condiciones y motivaciones que debían caracterizar a los oficiales. En extenso pero preciso discurso, expuso su concepto respecto de las exigencias que requería el rango de oficial. Habla el jefe de «ciertas ideas generales que iremos tocando según nos ocurran». Advertía que no pretendía ser original en el tema, ya que «la milicia tiene sus reglas uniformes y fijas que son aplicables a todos los países». Sostenía que el hombre «elevado a la clase de Oficial» adquiere nuevas obligaciones que debe desempeñar con la mayor exactitud, lo que no es posible «si no está revestido de las calidades características a una clase condecorada con la estimación de sus compatriotas en toda sociedad aun las menos civilizadas». Esta categorización clasista, obviamente respondía a las ideas imperantes en Europa. Era natural adherirse a ellas, ya que no existía otra referencia posible, salvo las —por entonces— exóticas costumbres y valores del extremo Oriente. Pretendía Belgrano distinguir las cualidades físicas y morales «que le deben adornar y sin las que por más buenos deseos que le asistieren, jamás podrá llamarse un buen Oficial.» Leído hoy, a doscientos años de escrito, el texto pareciera una descripción de la imagen que nos ha quedado del propio autor. Es como si se mirara en un espejo virtual, para afirmar que el oficial necesitaba «una salud robusta, agilidad en todos los miembros, fortaleza para resistir el hambre, la sed y el sueño, para sufrir los serenos, aguas, nieves y yelos como los ardores del sol». Les reclamaba aptitud para ejecutar los mismos trabajos que los soldados, «hacer a la par de él sus marchas a pie o a caballo, en una palabra, que ningún trabajo corporal que tenga que mandar un oficial, no sea capaz de enseñarlo con el ejemplo». Es del caso apuntar aquí que Belgrano es probablemente el general argentino que más territorio recorrió en todas sus campañas: desde Buenos Aires al Paraguay y volver. Luego a Montevideo y regreso a Buenos Aires. De nuevo, por Rosario hacia el norte, hasta Jujuy. Volver hasta Tucumán, y tras la gran batalla, perseguir hasta Salta al enemigo para darle lucha y vencerlo allí. Luego volver a marchar al Alto Perú (Potosí, Vilcapugio, Ayohuma, Macha),


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General Francisco Antonio Pinto. Grabado de Desmadryl.

para regresar penosamente a entregar el mando en Yatasto (Salta), seguir a Tucumán y volver en larga travesía a Buenos Aires. Hay una corta actividad en el llamado «Ejército de Observación», en el litoral. Después, sus viajes a Europa donde previa escala en Brasil, recorrió Inglaterra, España y otros países, y ya en Buenos Aires, su ciudad de origen, emprender nuevamente el penoso y largo viaje al


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norte, hasta radicarse en Tucumán, tras asumir el mando del ejército nuevamente en Trancas. Volverá a marchar al sur en ocasión de las luchas internas, hasta Santa Fe, para dirigirse de vuelta, por Córdoba, a Tucumán, ya enfermo y vencido. Desde allí emprenderá su último y muy penoso viaje definitivo y final a Buenos Aires para morir allí poco tiempo después. Todas estas inmensas travesías ocurrieron, sabemos, en tiempos que no había caminos ni comodidades. Bajo cualquier clima, a pie o a caballo, una década sirvió a la naciente patria, entre sus 40 y 50 años, edad nada juvenil para su época. Y esto, habiendo sido, hasta que la Revolución lo convocó a la milicia, un ser estudioso y tranquilo, dedicado a su profesión y a las investigaciones económicas y políticas. Un hombre de ciudad, que ni siquiera había conocido la vida rural, hasta que fue obligado a mandar ejércitos, vivir cabalgando, dormir al descampado, trepar montañas y cruzar bosques y ríos caudalosos. Esos miles de esforzados kilómetros templaron su cuerpo y su ánimo, sin doblegarlo jamás ni atemperar su espíritu, siempre encendido por rotundos ideales. Ni hablar, desde ya, que todas esas marchas no fueron paseos ni gratas excursiones. En cada recodo de los inmensos derroteros acechaban el peligro, el asalto, el combate, la muerte. De ahí que las enseñanzas y recomendaciones volcadas en el Diario que se imprimía en Tucumán en 1817, no fueron meras especulaciones magistrales. La cultura y el orden, el sacrificio corporal y anímico, la obediencia y respeto por las jerarquías, lo caracterizaron y adornaban esa elegante imagen que ha perdurado entre quienes lo conocieron y trataron. A Belgrano no le bastaba que un militar tuviera patriotismo, valentía, decisión. Su prédica apelaba, por cierto, a esas condiciones básicas; pero además a la prolijidad, a la disciplina, la subordinación, el honor, los buenos modales, la honestidad. En una palabra, sus exigencias, volcadas constantemente en el Diario, eran difíciles de cumplimentar para muchos de esos improvisados oficiales que debían contener a ejércitos de analfabetos, esclavos libertos, ex presidiarios, desocupados y toda clase de gente. Y a la vez enfrentar a enemigos de alto riesgo, cuando la caballerosidad o los códigos morales, aun para la milicia, resultaban inexistentes a la hora de los triunfos o de las derrotas. Muchos de sus oficiales podían complacer a Belgrano por sus actitudes en com-


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bate y por su dedicación a la causa patriota. Pero era poco probable que le resultasen plenamente aceptables, cuando no coincidían con el rígido y pundonoroso estereotipo de oficial que tanto anhelaba. Subordinación y valor. Con honor. Dice, al respecto, en el Diario: «¿Qué le servirá a ser un hombre valeroso que ejecute actos denodados, si por otra parte causa el oprobio de sus compañeros y del ejército, siendo un jugador, un petardista y un abandonado en sus principales obligaciones?» Relata que: «hemos visto a muchos de esos valientes demudarse, perder el tino y huir, cuando otros que eran animados de un brío inspirado solo por el honor, permanecían con frialdad llenando sus deberes». Las palabras aleccionadoras del jefe estaban destinadas a motivar profundamente a sus oficiales. «Felizmente nuestros compañeros de armas están penetrados de la idea de que oficial y hombre de honor es una misma cosa». El honor supone una razón buena bien arreglada, y esta guía a lo que generalmente debe seguirse, si es que la escasa fortuna, la ignorancia o abandono de sus padres no le proporcionaron principios de educación bastantes para presentarse en la sociedad con aquel lucimiento que corresponde a la dignidad de lo que representa.

Tal vez el párrafo central del mensaje es el que sostiene que la subordinación sin bajeza a sus superiores, manifestar en todos actos y ocasiones el respeto que le es debido, la decencia y medida en todo, la delicadeza y circunspección, abochornarse de las reprensiones justas, el no ignorar sus obligaciones, tratar a la tropa según de carácter y genio, saberla conducir con intrepidez a una acción, contenerla en sus deberes, acostumbrarla a su voz y al rigor militar sin hacérselo odiar, y últimamente la reserva en las comisiones que se le fían, dan un complejo de cualidades tan necesario a un oficial como lo es el estudio y contracción para adquirirlas con todo lo demás que importa a su facultad.

Va más allá: Sostiene que «un buen oficial debe notarse no solo en el cumplimiento de las funciones que le manda su cargo, sino en ponerse en la aptitud honrosa de poder aspirar, por sus luces y mérito, a otras mayores». Comentaba que había algunos oficiales, «llenos de un orgullo intolerable», que fían sus ascensos «a sólo la escala de su antigüedad». Esto era así porque suponen haber adquirido «mayores conocimientos y mayor mérito real». Pero no debe «un anciano


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holgazán e inaplicado», por sólo «haber nacido primero», querer ser «tenido en más y atendido en los empleos, antes que un joven estudioso y moral». En el número 3, del 24 de julio, hablará de la serenidad y de la vigilancia, como actitudes primordiales en los oficiales. «La serenidad en todo lance es una cualidad tan precisa en un oficial como recomendable el poseerla», dice. Se explaya sobre esa virtud, «tan indispensable para mandar como para obedecer» Es muy claro y ejemplificativo para explicar el concepto. ¿De qué importará que un oficial tenga bastante denuedo para ir sobre los enemigos en cualquiera número que se le presenten, si al encontrar con un escollo que no meditó su coraje se ata, no atina ya con los medios que deben salvarlo y no es dueño de sí mismo para mandar o practicar las maniobras que puedan convenir? Jamás pasará por otra cosa que por un acuchillador furioso, cuya intrepidez y violencia será muy fácil inutilizar: es verdad que con ella conseguirá algunas ocasiones ventajas sobre el enemigo, acobardarlo, causarle estragos y hacerse temible, pero otras y serán las más, la astucia de aquel le preparará inconvenientes que no receló y que por no poseer esa sangre fría, o se precipitará en ellos para perecer, o turbado no acertará a evitarlos.

Sostiene Belgrano que «solo el valor acompañado de la serenidad y de la cordura podrá sobreponerse a los riesgos, mucho más si éstos son repentinos y extraordinarios». Reconoce que la frialdad y serenidad no son naturales en todos, pero que pueden adquirirse con el hábito de «sujetar todas las acciones y deliberaciones aun en pequeño y cosas las más frívolas, al examen de la razón» Proponía «educar el alma». Para ello, Belgrano hacía verdadera docencia conceptual y pragmática, llegando a los destinatarios de la lectura con insistencia y claridad. Quisiéramos que los oficiales se afirmaran en la idea de que el verdadero valor no es ese prurito insensato de decretar acciones sea cual fuere el tiempo y circunstancias, murmurando y llamando cobardes a los que por razones juiciosas que saben pesar sin timidez esperan la oportunidad de hacerlo con ventajas: tales entes o son unos miserables fanfarrones que piensan acreditarse de animosos, o son unos temerarios sin pulso ni concierto.

Cobra relevancia en el tema la formación intelectual y clásica del Belgrano, que despliega sus conocimientos procurando simplificar con sencillas reflexiones temas que más bien corresponderían a


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sesudas cuestiones psicológicas y hasta filosóficas. Considera «almas débiles» a quienes «se sobrecojan con la idea de que esto es querer exigir demasiado a un oficial», y también a aquellos que tengan por convencimiento que el valor es un don de la naturaleza que no es posible adquirir como fruto de la educación. Refuta eso: «nosotros estamos tan distantes de esta opinión que la creemos solo un efecto de la ignorancia», dice. Razona que no hay que buscar pretextos para avanzar en la formación mediante la educación. «Bástanos saber que la educación es el arte de unir la práctica a la teoría de los recursos del alma y que sin estar juntos el poder y la facultad de ponerlos en obra, serían inútiles en nuestras manos todos los instrumentos del valor y la virtud». Sostiene que un mismo principio de vida anima a la naturaleza y la educación, que «son dos seres en el hombre que se deben distinguir: lo moral y lo físico». Pero éste último, que viene de la naturaleza «es estéril e incapaz por sí mismo» y tiene «necesidad de una fuerza que lo alimente, sostenga y ponga en acción». A continuación, se explayará sobre la vigilancia en el militar, tema que continuará en el número siguiente (el 4, del 3l de julio), donde ya va a incorporar la importante cuestión del «espíritu de cuerpo», sobre lo que abundará en el número 5. Después de haber abordado temas algo abstractos para los destinatarios del Diario, se ocupa de hacer directas recomendaciones sobre la vigilancia constante que deben tener los oficiales. Los exhorta a estar siempre vigilantes, aun de las cosas más triviales. Es que así formarán un hábito que, en algunas circunstancias, puede «salvarles la vida, el honor y en alguna, el ejército de que dependa, evitando los males que en tal caso serían trascendentales a la Patria». Afirma que el oficial no debe temer que lo tilden de «minucioso, impertinente y aun majadero, porque haya vigilancia en cuanto le corresponda». Como dijimos, en el número 4, el insistirá en recomendar el estado de constante vigilancia o alerta que debe mantener un oficial. Dirá, así, que la puntualidad es inherente a la vigilancia. Realza la necesidad de alerta y vigilancia permanente, en forma especial cuando «se halle en un puesto avanzado, a las inmediaciones y aun frente al enemigo», para evitar por ese medio las sorpresas. Comenta que, llegado el caso un oficial puede ser batido por una fuerza menor, o perder una acción después de ganada, siempre encontrarán algunos que dispensen sus errores. «Pero dejarse sor-


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prender por abandono, causar tal vez la pérdida del Ejército o la de un jefe que fió a su celo y pericia su seguridad, es un hecho que merece el mayor castigo». Continúa sobre el tema, advirtiendo que aun cuando el enemigo intentara atacar por sorpresa, si la vigilancia se hubiere cumplido debidamente, haciendo rondas y visitado sus centinelas, por oficiales «que han rondado y visto por sí mismos que hay el cuidado debido», se evitarán las consecuencias. Convenzámonos pues de lo importante y necesaria que es la vigilancia y no se pierda un instante en acostumbrarse a ella; su falta cuesta muy y caro y su posesión produce satisfacciones, honores y glorias que adornan al oficial y le hacen objeto del aprecio entre sus conciudadanos.

En sus Memorias póstumas, el general José María Paz dice que, durante su permanencia en Tucumán, Belgrano se contrajo con toda la eficacia de su celo a establecer una rigurosa disciplina, y por más que me cueste ejercer la censura sobre los actos de este gran ciudadano, debo en obsequio de la verdad decir que, generalmente, se dejaba llevar de su celo más allá de los regular. Por ejemplo, exigía de los oficiales una especie de disciplina monástica y castigaba con severidad las menores transgresiones… acostumbraba disfrazarse e introducirse de incógnito en los cuarteles.

A su vez, el general Tomás de Iriarte, también en sus Memorias, relata que la vida que hacía Belgrano era tan activa y vigilante como si estuviese acampado frente al enemigo; una parte del día la dedicaba al descanso, la otra al estudio; por la noche no dormía, montaba a caballo acompañado de un ordenanza, recorría los cuarteles y patrullaba en la ciudad por ver si encontraba algún individuo del ejército.

Es conocido el testimonio de José Celedonio Balbín, gran amigo de Belgrano, en sus «Observaciones y rectificaciones históricas a la obra ‘Memoria Póstuma’ del general don José María Paz». Habla de esas costumbres del general: «No dormía más que tres o cuatro horas, montando a caballo a medianoche, en que salía de ronda a observar al ejército... Nunca buscaba su comodidad; con el mismo placer se acostaba en el suelo que en la mullida cama». Esos valiosos comentarios de contemporáneos, confirman la innegable coincidencia de las enseñanzas que Belgrano volcó en el Diario, con su propia conducta personal. Daba testimonio con el


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ejemplo. Cuando tanto insiste en la serenidad y la vigilancia como actitudes imprescindibles en los oficiales, éstos, destinatarios de sus consejos, seguramente veían el paradigma de aquellas recomendaciones en el propio jefe. El espíritu de cuerpo A continuación, en las ediciones del 31 de julio y del 7 de agosto (los números 4 y 5) abordará, con la seriedad que caracterizaba sus opiniones, la cuestión del «espíritu de cuerpo». Por espíritu de cuerpo no entendemos de otra cosa que una especie de alma común a todos los miembros que se hallan poseídos de él, o más bien la expresión de muchos deseos que se reúnen en uno solo: es inseparable de la existencia de cuantos lo tienen, y es natural a todos los hombres que se asocian para sujetarse a ciertos deberes; pues la uniformidad de principios, de las costumbres o de los usos a que voluntariamente se obligan, y la habitud necesaria a conformarse a ellos, produce esa unidad de sentimientos y de intereses.

La redacción, esta vez, tiene un elevado tono intelectual, que denuncia la alta formación de Belgrano. Es probable que él mismo no se haya conformado con los párrafos editados, ya que volverá, sobre la misma cuestión, en la edición siguiente. Tras la introducción acaso demasiado amplia, trata de aportar ejemplos. Dice que el espíritu de cuerpo no debe confundirse jamás «con ese espíritu de familia por el que el hombre distingue más a su mujer, a sus hijos, etc.: pues no es más que un egoísmo de la naturaleza y el placer, alimentado solo por el interés que arrastra necesidades e impone deberes». Sostiene que el verdadero espíritu de cuerpo que debe tener todo hombre después de constituido en sociedad, es miembro de alguna corporación; su alma, digámoslo así, y su sostén es la disciplina moral, la que nos enseña que nunca es más fuerte la cadena de un cuerpo, que cuando cada miembro la encierra dentro de sí mismo.

Al final de ése número 4 hay dos noticias informativas: la primera comenta que «por cartas de sujetos muy respetables de Chile», se sabe que las tropas mandadas por el teniente coronel Freyre tomaron por asalto la ciudad de Arauco, con pocas bajas,


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de «cuyas resultas el enemigo se había visto obligado a encerrarse en Talcahuano, embarcándose muchos para ponerse a salvo». La noticia es optimista, ya que estima que antes de treinta días, «los que quedaron, o habrán evacuado el territorio con la fuga por mar, o estarán prisioneros de nuestro ejército, que los tiene sitiados». En cuanto a lo que ocurría en el norte, comentaba que una división enemiga de ochocientos a mil hombres entró en Tarija; que el coronel Aráoz de La Madrid se replegó a Patcaya con la suya, donde aguardaba a los comandantes Roxas, Ruiz y Aramayo, para asediar esa plaza, Se trata de la incursión que La Madrid hizo en territorio altoperuano. Como se sabe, llegó a tomar Tarija, pero luego fue derrotado al intentar apoderarse de Chuquisaca. Como dijimos, en el ejemplar número 5 insistirá en el tema del «espíritu de cuerpo». La convincente pluma de Belgrano comienza afirmando que no es tan fácil describir como percibir y sentir el espíritu de cuerpo... ese apego que se tiene a la clase a que uno corresponde y a cuantos pertenecen a ella... Los compañeros de escuela, de profesión, y muy especialmente los militares, deben aspirar a compartir valores... Así es que el militar que oye con serenidad las injurias hechas a los de su clase y que permanece sin exaltarse ni tomar parte en su defensa, no tiene espíritu de cuerpo ni es digno de esa carrera.

Va a insistir sobre el punto. Por esa razón, el oficial de un regimiento mira por sus más inmediatos compañeros, por el mejor y más buen estado de aquel, por su opinión dando ejemplo con su cuidado, tesón y conducta sin que le falte el espíritu de cuerpo militar para desear que los demás se igualen al suyo.

Advierte que, en forma particular, el espíritu de cuerpo es el que se contrae con cierta preferencia al regimiento en que se sirve; en tanto que el de carácter general «se extiende a todos los regimientos y ejércitos de la Patria, sea cual fuere la distancia que los divida». Condena a aquellos que denigran a los militares que tienen resultados adversos, «pues la suerte de las armas es muy variable», atribuyendo aquellas consideraciones «al vulgo y a esos espíritus dispuestos siempre a complacerse en el descrédito». Dice que «las almas grandes, como es preciso se confiese, son las de los militares que profesan y adoptan por su patria el sacrificio de cuanto se ama


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y se posee.» Concluye con una fuerte advertencia: «Si existe alguno entre nosotros que no esté penetrado de afecciones tan nobles, y que las crea pura teoría, es preciso se convenza que no nació para militar ni puede serlo». Un «artículo comunicado» Curiosamente, el ejemplar del 7 de agosto de 1817, contiene un «Artículo comunicado» fechado en Salta, el 27 de julio. Es probable que se trate de algo escrito por Francisco Antonio Pinto, ya que los números 3 y 4, del mes de julio, están datados en Tucumán y su contenido no deja dudas sobre la autoría de Belgrano. De todas maneras, el tema es el redundante en otros instructivos. Son apreciaciones y conceptos acerca de las características que deben componer al militar. Pinto escribe con más solemnidad, justificando las penurias y esfuerzos de la carrera de las armas, por la obtención de la gloria y el reconocimiento de la patria. No se aleja de los conceptos de Belgrano, aunque nos resulta algo altisonante, distinto del estilo del jefe. Dice, por ejemplo, que es una observación muy común que no hay religión más rígida que la del militar y es una verdad tan importante que nunca debe perderse de vista: el que se dedica al arte de la guerra tiene grandes dificultades que vencer, su vida es penosa, su profesión laboriosa hasta que alcance a elevarse a los grados de distinción; pero entonces se llena de crédito y halla en el apoyo general la más digna recompensa de sus sacrificios, sirve de modelo a los demás y despierta en ellos la noble emulación de imitar las virtudes que reciben un premio tan glorioso. Las fatigas de la campaña, las privaciones consiguientes a ella, la vida agitada y las obligaciones de ejecutar órdenes muchas veces espinosas hacen indispensable que el que piensa ser militar se acostumbre desde muy temprano a la vida dura, y aprenda a mirar con desprecio lo que se llama comodidades a fin de que habituado a los trabajos lo soporte mejor en los momentos difíciles.

Al cerrar el número 5 y en tipografía menor, se agregan informes de acciones recientes. En ellos se refiere a que La Madrid, que estaba acampado en Patcaya (Tarija), debía resistir el embate de una fuerza enemiga de 800 hombres, y que, ante tal superioridad de fuerzas, mandó retirarse a Toldos. Se quedó él con 40 soldados,


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con los que hostilizó intensamente a los realistas, «logrando matarles muchos que claramente se veían caer sin tener por nuestra parte más pérdida que 2 muertos y 2 heridos». Pareciera que el enemigo, durante su ocupación de Tarija, no pudo conseguir «una sola cabeza de ganado», además de soportar las cargas del comandante Méndez, quien «les mató 7 soldados y un oficial, tomando a más de 11 prisioneros». El 14 de agosto, el número 6 del Diario va a continuar con el «Artículo comunicado». El discurso (que seguimos adjudicando a Francisco Antonio Pinto) retoma los conceptos y recomendaciones sobre los requisitos de la actividad militar. «El alma de un ejército es la subordinación», afirmará. Incorpora un relato aleccionador. Decía un General de un mérito poco común, que todos sus estudios y toda su ciencia habían sido reducidos a amar a su profesión, en la que se había elevado por grados; que vivía persuadido de que cualquier oficial que quisiera dedicarse a conocer todo lo que pertenece a la guerra, sabría tanto y aún más que él; pero que había observado que el defecto de la mayor parte de ellos era el de entregarse demasiado a los placeres y a la molicie; de reflexionar poco sobre su profesión, de la que hablaban y decidían sin conocerla a fondo y que, en una palabra, los militares quedaban ignorantes por su falta de aplicación y fastidio al trabajo. Cuando un oficial ama verdaderamente su profesión, procura imponerse bien de las obligaciones del grado que obtiene, las llena con exactitud, aprovecha los consejos de sus superiores, ejecuta sus órdenes con gusto, sin que jamás se le note una señal de desagrado.

Entiende que —como ya lo sostuviera Belgrano— si se halla destacado padece las mismas incomodidades que los soldados, participa de sus privaciones y les da siempre el ejemplo del sufrimiento. Dice que «la ociosidad es madre del libertinaje y del desorden», y que el soldado, «a quien nada escapa», arregla «su comportación sobre la conducta de su Jefe».

«En nadie resplandecen más las buenas costumbres que en el militar». Si el honor es el móvil de sus acciones, no se lo podrá tener por un hombre vicioso. La prédica avanza sobre estos temas continuamente: debe evitar con cuidado el juego y huir de las distracciones que pueden manchar su reputación. Se dedicará a la lectura de libros que inspiran la virtud, a los de matemáticas, de historia: se familiarizará con los que tratan


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de combates, de sitios y movimientos para aprender a hablar con propiedad de su profesión.

Recomienda tomar apuntes «exactos sobre los sucesos y sus causas». Comenta que «el tiempo borra la memoria de los sucesos; cuando se ven de lejos se ven confusamente». La utilidad de los apuntes se hace sensible «cuando después de algún tiempo se vuelve a leer las causas de las sorpresas, de los combates y otros movimientos que uno ha presenciado». Apunta que los «hombres grandes leen en tiempo de guerra como en tiempo de paz…Las obras militares de los grandes capitanes son unas pinturas vivas de cuanto ha pasado en su tiempo». Considera que sus escritos no tienen otro objeto que el de instruir a los oficiales. Cada rasgo encierra una lección: en ellos se aprende a discurrir y sacar consecuencias exactas sobre el arte de la guerra, y unida esta ventaja con la experiencia, un militar se halla en estado de tomar sus determinaciones en los casos más difíciles.

Va a remarcar la ventaja de la disciplina, ya para el caso de enfrentamientos, entre una tropa disciplinada y otra que no lo está, donde los frutos de la victoria serán para los que actúen ordenadamente. «Estos sucesos todos dependen más o menos de la capacidad de los oficiales y del cuidado que han tenido en la disciplina de la tropa». En la sección informativa anuncia que «una persona muy respetable» escribe desde Chile informando que El Excelentísimo Señor D. Bernardo O’Higgins dice, con fecha 26 de junio, que está seguro de tomar posesión de Talcahuano: la escasez de víveres como igualmente el crecido número de desertores ponen al general Ordoñez (que manda aquella plaza) en una situación bien crítica: él ha hecho proposiciones a O’Higgins, pero este se niega a todo, como no sea entregar la plaza quedando su guarnición prisionera de guerra.

Como sabemos ahora, las temerarias acciones de O’Higgins sobre Talcahuano costaron largos asedios y furiosos combates, tanto terrestres como navales. Es probablemente, el sitio donde hubo mayor resistencia realista en el territorio chileno. Llevó mucho tiempo ganar esa plaza.


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Al cierre del número 6, comenta las acciones de La Madrid y «del intrépido Comandante Méndez» en Tarija, donde tuvieron varios enfrentamientos, algunos exitosos. Finalmente informa que «el enemigo tiene su cuartel general en Cotagaita» y que sus divisiones ocupan los puntos de Cinti, Suipacha, Libi Libi, Moraya y Tarija.» El número 7 del Diario, fechado 21 de agosto de 1817, está dedicado íntegramente al tema del «desinterés del oficial», casi como introito de uno más amplio: la «educación militar». La educación militar En el desarrollo de estos temas, que centran las recomendaciones en las virtudes personales (con consejos a veces hasta candorosos respecto de la conducta de los oficiales), las plumas de Pinto y de Belgrano se unifican para anhelar la formación de nobles sentimientos entre quienes tienen la responsabilidad de la guerra. Respecto del desinterés, predican que el amor por la gloria y la codicia son dos cosas incompatibles. Pretenden que el militar sea un hombre honroso. Consigna el Diario una verdad harto conocida, pero que, manifestada en ese medio, con esos destinatarios y venida del pensamiento de tales jefes, adquiere especial resonancia: Dice que la codicia a más de arrastrar a los hombres a los crímenes y a la bajeza, los expone a ser el blanco de las más justas imprecaciones de los demás, pues por ella prostituirán la justicia y por cualesquiera despreciable ganancia, y el militar entonces, más atento a cuidar de su bolsa que de sus deberes, tendrá su corazón ocupado de aquella idea antes que de la de éstos.

Advierte que no hay que confundir la generosidad con la disipación, «pues al paso que la primera descubre nobleza de alma y de sentimientos, la otra, por el contrario, solo envuelve en su negrura la corrupción de las costumbres, el fomento de los vicios y la ruina de las familias». En cuanto a la educación militar, se insiste en que el camino para que sea perfecta «es el de reunir la disciplina moral y física». La moral sería el medio de poner «el alma y pasiones en un cuerpo militar, de modo que la necesidad de la obediencia y del temor se conviertan en virtud». La disciplina física, no sería entonces más que un resorte inventado para organizar al soldado e impresionarlo en


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el mecanismo de sus acciones. Insiste en propender al orden de los sentimientos, para una disciplina moral fecunda, sin la cual todo lo físico será como en el animal, la sujeción al freno o al garrote. Quisiéramos que nuestros militares guiados por el amor al orden, a la libertad de su País, al respeto a su gobierno y a la confianza en sus jefes, tuviesen esa subordinación perfecta que constituye la base de la milicia, hace su engrandecimiento.

Razona que ningún progreso hará un general «que no sea obedecido por otro principio que el miedo que se le tenga». Afirma igualmente que mientras el soldado no se eduque de una manera tal que, tomando bajo el peso de las armas un nuevo cuerpo, reciba igualmente una nueva alma que ponga en movimiento las cualidades físicas y morales... El valor es el alma de la fuerza, y ésta a su vez el instrumento del valor, que sin ella solo tendrá un momento de lucimiento y existencia y será como el fuego que oculto bajo la ceniza que le sirve de velo y alimento, solo brilla cuando ésta es movida, viéndose eclipsar y apagarse al menor soplo, al paso que si tuviera el pábulo suficiente, encontraría todo el calor que necesita para reanimarse: así el valor sin la fuerza.

Propone un ejemplo. Supónganse unos soldados formados solamente por la disciplina moral, pero que les falta la educación física; no hay duda que en un ataque, en la defensa de un puesto se les verá batirse con valor y con audacia, más si fuere preciso atravesar desiertos, sufrir intemperies, combatir la sed, el hambre &, toda aquella intrepidez desaparecerá y se les observará abatidos y aun inútiles a la presencia de estas incomodidades, cuya costumbre de tolerarlas solo pudo proporcionar la educación física.

La enseñanza continúa. Presume que no es el ejército más fuerte el más numeroso y lúcido, «sino el que posea con más perfección el acuerdo en ejercicio de las facultades morales y físicas.» Dice que «no es el grande número de hombres (la mitad no combaten en un día de batalla) el que vence, lo es el buen corazón ¿Y cómo podrá tenerse ese buen corazón, si no ha sido formado por el continuo ejercicio del alma y del cuerpo?». Va a insistir con fuerza en el concepto que viene desarrollando y que sintetiza en el siguiente párrafo:


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Si el militar no ha sido educado e imbuido en los sentimientos de honor, de virtud y de orden, y al mismo tiempo no se le ha acostumbrado a los ejercicios, a la fatiga, a las privaciones y al trabajo…de nada le será útil el valor sin éstas ni éstas sin aquel.

Va a cerrar el discurso, afirmando que no es fácil apuntar todas las causas que pueden contribuir a corromper el espíritu militar, pero es de por más cierto que la primera y general son los vicios y los abusos que, multiplicados en un Estado, minan a las virtudes y las costumbres, y lo arrastran tarde o temprano a su nulidad y ruina.

También desde Tucumán, en la edición número 8, va a continuar el Diario insistiendo sobre los ponderados valores de las virtudes, la rectitud, la honestidad, la veracidad, la disciplina y el orden. Esta vez apunta a los mandos políticos superiores y critica a los militares que están detrás de las venalidades de las recompensas, los honores militares que se vuelven una especie de tráfico: «el interés es la injusta balanza que sirve de medida a todo, y presidiendo el mismo a la venalidad de los empleos, prostituye el valor del honor mismo al mérito de los compradores». Pinta Belgrano el panorama funesto que espera cuando en un ejército se corrompe el espíritu militar. Lamenta de que existan esos casos en nuestras fuerzas; pero finaliza el artículo apelando a «la buena disposición de nuestros compatriotas». Una curiosa «carta al director» Después de esto, el Diario intercala otro «Artículo comunicado», datado en Jujuy el 4 de agosto de 1817 y que se continúa en el número 9, del 4 de septiembre. Lo firma el seudónimo «El Decidido». Se trata, evidentemente, del escrito de un civil patriota. Dice en algún momento, que «también ha servido algo con los valientes gauchos», pero quiere opinar sobre el ejército, y lo hace con la sabiduría de un atento observador. Pide «El Decidido» que tengan la paciencia de oírle dar unas cuantas palotadas con respecto a nuestros soldados, para que si ellas tuvieran algo de útiles, las adopten las autoridades, y si no fueren, quedaré bien contento con ver mis pensamientos en letra de molde por la primera vez que a la verdad nunca me lo había figurado, si no es ahora que felizmente tenemos imprenta en nuestro ejército auxiliar.


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Opinará que «con sólo pueblos armados no hemos de tener la paz a fuerza de victorias y que para concluir con tropas disciplinadas es preciso que haya otras en igual caso, y de que tengamos ejércitos». Afirma que ama a la Patria y que sin una milicia bien organizada ella no puede existir. Les dice: Señores, he estudiado mucho a mis paisanos con mis trajines de largo tiempo por la campaña... en general están dotados de luces naturales muy despejadas: aventajan en esto a los europeos cual no es posible explicarse: como nacidos en la abundancia, son generosos y hospitalarios... viviendo en los bosques y desiertos de nuestras inmensas campañas, y acostumbrados a caminar por ellas a toda hora no temen y poseen lo que se llama sangre fría... Son obedientes y sumisos a sus Curas y Jueces.

Señala que «bajo de estos principios yo quisiera que a nuestros soldados, hablaré mejor, a los soldados de la Patria, se les enseñase lo que es honor y se les condujese por el camino de éste». Afirma que nuestros soldados no son de aquellos hombres corrompidos, ni menos de los que por el hambre la emprenden; no tienen otro interés por lo general que la salvación de su Patria, de cuyos derechos poco más o menos están instruidos todos ellos después de siete años que llevamos en la lid.

Resalta el sacrificio de esos hombres: los hemos visto y vemos con frecuencia sufrir la desnudez, el hambre, contentarse con socorros escasos y estar alegres aun en las mayores privaciones: yo mismo le he oído al General más de una vez, hablándoles delante de un gran concurso, que se gloriaba de estar al frente de ejército más virtuoso y sufrido que podría presentarse en el universo, y por cierto que observé que no hubo uno solo de los concurrentes que no lo confirmase.

Recomienda enfáticamente que los oficiales sean tolerantes con los reclutas, que los traten con dulzura, sin castigos corporales o palabras injuriosas. Luego relata el caso de un oficial de excelente comportamiento que tuvo un hermano díscolo también incorporado a las filas, el cual terminó preso por sus incorrecciones. El capitán rogó, instó y suplicó al general que lo liberase dejándolo a su mando. «Se conoció la variación que había sucedido en aquel joven con los consejos de su benemérito hermano». Valientemente, el soldado perdonado cayó en Patcaya en defensa de la Patria con


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todo el honor, tras haberse comportado a satisfacción de sus jefes. El ejemplo pintaba «cómo sirve despertar los buenos sentimientos en un hombre». Terminaba: «Ceso por no ser molesto; pero no de rogar a W. q. continúen con sus tareas de que espero verán el fruto, y que crean que es su apasionado de veras. El Decidido». Más sobre la disciplina Al final del número 9 y en el 10, se retoma la cuestión disciplinaria. «Si se medita con profundidad sobre las desgracias en la guerra, se descubrirá que todas ellas provienen de que los hombres se atolondran y se les trastorna la cabeza, cuando les sucede algo que no esperaban». Vale la pena reproducir lo que opina y enseña Belgrano al respecto. Con relación a la afirmación anterior, dirá: Esta es una verdad fundada en la misma naturaleza que debe servir de regla a los militares: ella explica porque tantas acciones se han perdido, cuando la victoria parecía asegurada, porque una evolución mal ejecutada por un solo cuerpo puede traer la ruina de todo un ejército; da la razón de los efectos de las sorpresas, y en una palabra es por su influjo que todas las batallas se deciden: un oficial la debe tener grabada en su memoria. Por ella procurará tener serenidad en todos los lances, aprenderá a ser vigilante sin jamás descuidarse en cosa alguna que pertenezca a su empleo: en ella descubrirá que qué los jefes inculcan tanto sobre la importancia de la disciplina y subordinación, y finalmente se convencerá que se debe contar más sobre éstas que sobre el valor efímero del soldado.

Enseña que los ejércitos son una ventaja tanto en tiempos de paz como en el de la guerra, ya que «destierran el espíritu de ociosidad, aquella propensión tan común y tan poderosa entre los hombres». Recomienda el cuidado físico: «los ejercicios hacen buenos soldados, y habitándolos al trabajo y a la sumisión absoluta a sus jefes, les hacen menos sensible la presencia del peligro». Las muchas recomendaciones que contiene este artículo, donde además se explaya sobre las funciones y ocupaciones de los oficiales, particularmente de los capitanes, extreman el celo que pretende Belgrano entre los suyos. Los hechos históricos van a dar prueba, a corto plazo, de que tantas enseñanzas no fueron vanas. En efecto, cuando se produce la pelea entre los caudillos del litoral y las fuerzas directorales, Belgrano dispuso el desplazamiento,


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desde Tucumán, de parte de su ejército, al mando del mayor general Fernández de la Cruz, secundado por el coronel Juan Bautista Bustos, para combinarse con las tropas de Buenos Aires que traía Balcarce. Hubo diversos enfrentamientos, con distintos resultados. Aunque Belgrano permaneció alejado de las acciones (en Los Ranchos, actual Villa del Rosario, Córdoba), sus oficiales, reforzados por los Húsares de La Madrid y el escuadrón de Dragones a las órdenes de José María Paz, combatieron contra fuerzas de Estanislao López, de Francisco Ramírez y de José Gervasio Artigas, que en número eran superiores a las del Ejército del Norte, además de estar compuestas por veteranos. En esos encuentros, la disciplina, el orden, la táctica estrictamente militar de los soldados de Belgrano, les valió una notoria superioridad en las acciones de guerra. Dice Miguel Ángel De Marco, que en La Herradura, las fuerzas del Ejército del Norte demostraron que la mística que les había inspirado Belgrano las tornaba superiores. Bustos y sus subordinados condujeron el combate según su conveniencia, sin permitir que el enemigo usara favorablemente la superioridad y movilidad que poseía.

Ante la complejidad de las acciones bélicas, y acatando finalmente las órdenes del Directorio, Belgrano marchó decididamente desde Córdoba hacia Santa Fe para enfrentar a López con el grueso del ejército. Ante esa amenaza, el gobernador de Santa fe no tuvo más remedio que llegar a un armisticio (firmado en San Lorenzo, el 5 de abril de 1819), reconociendo, de esa manera, la desventaja que suponía el combate decisivo contra un ejército que desde hacía dos años estaba recibiendo la mejor instrucción militar, moral y humana, comandado por el mejor general que tenía la Argentina. Ese respeto y hasta admiración que concitaban las tropas de Belgrano valió que se lograse la paz y que, en definitiva, el creador de la bandera no se manchara las manos con sangre de hermanos. Dieron sus frutos las constantes enseñanzas propaladas desde el Diario. Cerraba su mensaje sobre la disciplina, asentando que el objeto de este papel no ha sido entrar en detalles circunstanciados sobre un arte tan difícil, sino indicar al joven militar algunos de los caminos de la perfección, y de los medios de vencer los tropiezos que hallará en su carrera; más para llegar a esta perfección es indispensable mucho amor a


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su profesión: estos sentimientos harán llevadero el trabajo y todos los obstáculos se allanarán.

Informaba ese número 10 que, en Chile, «el bravo teniente coronel Ramón Freire con su división de la Frontera y setenta granaderos a caballo» escarmentó a los enemigos en la fortaleza de Arauco, en tanto se aprestaban las fuerzas chilenas de O’Higgins a dar el último golpe a los realistas aislados en Talcahuano. Por último, daba cuenta de que en el norte, los comandantes Fernández y Mercado hostigaban a las fuerzas del «desnaturalizado Aguilera», que mandaba mil hombres. Retomando los instructivos militares, en el número 11 del 18 de septiembre se va a hablar «de las marchas, del modo de abrirlas o prepararlas, del orden de ellas y principios sobre que se han de cimentar, y por último cómo debe conducirse una columna». Es como una clase magistral, probablemente escrita por Pinto. Dice que para ello sigue los principios enseñados por el General Grimoad (creemos que se estaría refiriendo al general napoleónico Phillipe Grimoad). Comienza definiendo que «por la voz marcha se entiende las direcciones o caminos por los que se lleva un ejército, o sus divisiones, de un lugar a otro». Después se adentra en las diferenciaciones de los tipos de marchas, de su importancia para acelerar los movimientos de un ejército, sosteniendo que son las más importantes operaciones de la guerra. Distintas de las marchas simples, las de guerra que exigen un total conocimiento de las posiciones enemigas, un estudio de la naturaleza del terreno a atravesar, todo un arte que ha de saberse aprovechar para hacerlas cómodas y seguras. Explica que a un número considerable de tropas y con mayor razón a un ejército, es imposible hacerlo mover de un punto a otro en batalla, no habiendo país bastante descubierto para el efecto; y por lo tanto es necesario dividirlo en muchas partidas... o divisiones de las tropas, que marchando unas en pos de otras se llaman columnas.

Enseña que «es necesario fijar generalmente el número de las columnas de un ejército, su frente y especie de tropas que deben formarlas». Pero advierte que es imposible que ese orden subsista constantemente, porque las circunstancias del terreno y otras causas imposibles de preverse, comúnmente trastornan estas disposiciones primitivas. Dice que en los países llanos y abiertos es preciso


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multiplicar el número de columnas para que la marcha sea más rápida. Como «no hay ventajas sin inconvenientes», explica que en las columnas demasiado largas, las tropas de la cola se fatigan porque tienen que correr, mientras que las de la cabeza apenas marchan a paso regular. Concluye expresando que es difícil «indicar la composición interior de cada columna que sea más propia; es decir, si conviene que se ponga la infantería, o caballería, o de ambas, que ni fijar cuál de las dos deba ocupar la cabeza, o la cola.» El artículo indica que continuará, lo que resulta comprensible, por la extensión que requería tan experimentada enseñanza militar. Pero como la colección que comentamos se interrumpe al cierre del número 11 (y pasa al final, que es el 36), para nosotros se agota el tema. Concluye esa edición 11 del Diario con buenas noticias de acciones en el norte. Informa que, según lo comunicó el coronel Gregorio Aráoz de La Madrid, el valeroso comandante Méndez batió y persiguió hasta las inmediaciones de Tarija a una fuerza de cien hombres de infantería y 40 de caballería del enemigo, tomándole seis prisioneros, muchas armas y cabalgaduras «después de haber dejado un número crecido de muertos en el campo. También asegura que por todas partes es hostilizada Tarija, con partidas que «les impiden todos los recursos, aun el de la leña». El último número de la colección En el número 36, del 12 de marzo de 1818, se dicta una suerte de clase teórica respecto de los cuarteles, los modos de acampar, los acantonamientos; se diferencian los de verano, que deben ordenarse de cierto modo, a los de invierno, que exigen mayores exigencias. Contiene un sinnúmero de recomendaciones sobre la forma y manera de distribuir la tropa, para mantenerse en constante alerta por la súbita necesidad de movilizarse. Recomienda ser muy cuidadosos con la elección de los lugares para acampar y con el número y extensión de los sitios, la fertilidad del país, la distancia del enemigo y el espacio que éste ocupa. Parece que en este rubro, también se venía siguiendo en el Diario a algún estratega de renombre. Las particularidades de las enseñanzas y explícitas recomendaciones así lo hacen suponer. Indica todos los movimientos que deben ejecutarse, separando la in-


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fantería de la caballería y recomendando las medidas de seguridad requeridas en todas las ocasiones. Afirma que cuando no se puedan encontrar situaciones ventajosas para cuarteles, se les establece según el orden de batalla, colocando las tropas de primera línea en los pueblos de la primera, y las de segunda en los pueblos de segunda. Si no hay pueblos, se forman barracas de cuero o paja con tal que el país suministre bastante madera para esta especie de construcción, y en ambos casos se redoblan las precauciones y vigilancia para no ser sorprendidos, o incendiados, por malicia o casualidad.

Por último, informa acerca del Ejército Auxiliar del Perú. Relata la ceremonia que «presentó al público un espectáculo interesante». Los caballeros cadetes que cursan la Academia de Matemáticas, fueron examinados en toda la Aritmética, a presencia del Excmo. S. General en Jefe, S. Gobernador de la Provincia, Ilustre Ayuntamiento, todo el Estado Mayor del Ejército, SS Jefes y Oficiales de los cuerpos y de un numeroso concurso de vecinos de todas profesiones.

Relata que Bernabé Sal, José María Rodríguez de Vida del N.3, Fortunato Tamayo del 9 y Francisco Mosqueira del 10, fueron interrogados por varios de los concurrentes, a lo que «contestaron con inteligencia y destreza, distinguiéndose por sus conocimientos y despejo en explicar propiamente las operaciones». El premio de un sable con la inscripción alusiva al objeto, fue adjudicado por la aprobación general y el dictamen del director de la Academia, Capitán de Ingenieros y Ayudante del Estado Mayor D. Felipe Bertrés, al primero de éstos y le fue entregado por S. E. después de haber exhortado a los Caballeros jóvenes a igual constancia y aplicación en las materias que siguen estudiando.

Concluye así este repaso de la colección del Museo Mitre del Diario Militar del Exto. Auxiliador del Perú. Su lectura nos mueve a algunas breves conclusiones. Creemos que, entre los valiosísimos servicios prestados a la Patria por el general Manuel Belgrano, éste es uno de los menos conocidos, que vale la pena difundir. Hombres de ese temple, se dieron tiempo para aprender, compartir, enseñar y educar en todo lo referido a la milicia, cuando la causa patriota lo exigía y cuando se carecía totalmente de formadores profesionales. Y lo hicieron mientras se desarrollaba, en el inmenso territorio de las Provincias Unidas, una guerra por la liberación e independencia que finalmente conquistaron.


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Belgrano amaba a Tucumán. Y prácticamente terminó los últimos cuatro años de su vida en esta tierra. Aquí luchó, educó, y ejemplificó, con su indiscutible honor, a miles de hombres que lo siguieron con convicción. También se enamoró de una tucumana, Dolores Helguero. Con ella tuvo una hija que alcanzó apenas a conocer, antes de retirarse definitivamente abatido por las enfermedades. Esa niña tucumana, Manuela Mónica del Corazón de Jesús Belgrano, se integró en Buenos Aires a la familia del general y se casó con su pariente Carlos Vega Belgrano. Su directa descendencia, y por tanto la de su padre prócer, se prolonga hasta la actualidad. De paso, vale recordar que el director del Diario, Francisco Antonio Pinto (quien después fue presidente de Chile), se casó aquí con la tucumana María Luisa Garmendia Alurralde. En Chile, existe descendencia directa suya hasta hoy. ¿Qué pasó con el «Diario» y la imprenta? Resta un breve comentario sobre el destino del Diario y de la imprenta que trajo Belgrano. Sostiene Lizondo Borda que los acontecimientos políticos de 1819, que culminaron —a fines de ese año— con el alejamiento de Belgrano y su ejército, hicieron desaparecer ese diario militar. Pero ¿qué fue de la imprenta? Es curiosa su historia. Por lo pronto, datos fidedignos posteriores nos permiten afirmar que en 1820 el gobierno tucumano —a cargo entonces de Bernabé Aráoz— se incautó de ella o la compró al Ejército.

Y así, como imprenta oficial y única que había en Tucumán, «por ella se imprimieron todos los periódicos, obras, documentos, etc. que vieron la luz en la provincia hasta 1854». Pero hubo una interrupción. En 1827, Aráoz de La Madrid, gobernador de Tucumán, fue derrotado por las fuerzas de Juan Facundo Quiroga, en El Rincón del Manantial. Como vencedor del encuentro y siguiendo la costumbre de aquel tiempo, el «Tigre de los Llanos» no sólo arreó gran cantidad de ganado a La Rioja y cargó sus alforjas con fuertes sumas de dinero extraídas, por vía de empréstito, del bolsillo de los comerciantes de Tucumán. Además, decidió llevarse la imprenta. Allí estaría la venerable prensa un par de años, hasta que, luego del triunfo unitario de La Tablada, el coronel Javier López la rescató y la devolvió a Tucumán.


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Así lo narra su nota, fechada en La Rioja el 16 de octubre de 1829, que conserva el Archivo Histórico de Tucumán, (Sección Administrativa, Vol. 35, Año 1829, fs. 298) y que dice textualmente: El Comte. Pedro Vizte. Ormaechea entregará al Exmo. Sor. Govor. de Tucumán la imprenta qe. ignominiosamente perdió esa Venemérita Prova. Quiera su Exa. recibirla en obsequio de los vrabos militares qe. a su vez han sabido vengar la ultrajada Patria, y volverle la dignidad a que la hicieran digna sus hijos el año dose. Con tan justo motivo, el infrascripto saluda al Exmo. a quien se dirige, con el mdo. aprecio y alto respto. XAVIER LÓPEZ

En 1854, el gobierno de José María del Campo transfirió la imprenta a Santiago del Estero, en pago de una deuda de guerra. Allí un experto tucumano, Pedro Robles, la instaló y adiestró a los santiagueños en su manejo. Continuó prestando servicios hasta la década de 1880.


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Testimonios En 1971, cuando estaba reuniendo material para mi tan modesta biografía del gobernador Luis F. Nougués, una de sus nueras, doña Celia Frías de Nougués (1909-1992) me entregó un documento interesante. Era la copia mecanografiada de unas carillas que redactó su esposo, el doctor Máximo Nougués (1905-1964). En una nota adjunta, me decía: «Estas líneas las encontré el día 20 de noviembre de 1965, en una libreta donde Max escribía de vez en cuando. La tinta es muy fresca, por lo que pienso fueron hechas muy poco tiempo antes de su muerte, el 14 de marzo de 1964». Las publico (con algunas notas aclaratorias y mínimos retoques ortográficos), por considerar en extremo valioso el testimonio personal de un tucumano de alta posición económica y social, nacido al comenzar el siglo XX. En sus mocedades, el doctor Nougués fue un tiempo fiscal de Estado y profesor de la Escuela de Comercio y del Colegio Nacional. Luego se entregó de lleno a las tareas de la industria azucarera, conduciendo hasta el fin de sus días el ingenio San Pablo. Alternó esas tareas con la presidencia del Banco Comercial de Tucumán. El texto narra episodios de su niñez, con detalles minuciosos sobre el ingenio azucarero de su familia y sobre los comienzos de Villa Nougués. Carlos Páez de la Torre (h)


M. Nougués, «Recuerdos de familia»

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Recuerdos de familia Máximo Nougués

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stos son hechos vividos y otros oídos, sobre las personas de mi familia, que deseo grabarlos para que no sean olvidados, y sirvan a mis hijos para el mejor conocimiento de sus próximos antepasados. Son escenas que no se relacionan unas con otras y surgen a medida que mi memoria se las dicta. Entre los recuerdos más remotos está el de papá. Cuando él murió, el 30-12-1915, yo tenía 10 años. Recuerdo que en el viaje que hizo a Europa con toda su familia, en junio de 1910, nos embarcamos en el vapor Asturias. Dos o tres recuerdos tengo de ese viaje en barco. El gusto salado de la comida, los purgantes que casi a diario nos daba miss Mahoney, una inglesa institutriz de Sofi y Yulia.1 El empeño de papa en hacerme boxear con unos muchachos brasileros de mi edad, y el terror que ello me embargaba, lo que me hacía esconderme en medio de las escaleras y chimeneas del barco. En Europa, a los 5 años de edad, no me olvido de mi tía Magdalena Etchecopar, hermana de mi abuelo Máximo. Era una persona alta, delgada, canosa, vestida toda de negro. Nos hizo vivir en su casa en St. Palais, y aún tengo vívido el desayuno en grandes tazones, con un pan delicioso. En París, no me olvido de los primeros días en un hotel Louvois, que me causó profunda impresión, por su tristeza. Luego el departamento en l’Etoile, donde pasamos Navidad, y papá nos llevó una enormidad de juguetes.

1 Se refiere a sus hermanas María Sofía y Julia, luego casadas con el doctor Sisto Terán y con don Gerónimo Helguera, respectivamente.


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El hotel Astoria, cuyo lujo aún perdura en mi memoria. Las mañanas de invierno, cuando con Luis2 nos levantábamos muy temprano y bien abrigados, tomábamos un ómnibus tirado por dos caballos, que junto con otros chicos nos llevaba al Colegio San Luis de Gonzaga, en la rue Franklin. De mis profesores, Monsieur Musard fue quien me enseñó a leer y a escribir, por supuesto, en francés. Uno de los lejanos recuerdos de papá y mama, es de una tarde en que me sacaron a pasear, en un coche a caballo, por un hermoso parque que supongo sería el Bois de Boulogne. Otra vez, al salir del colegio, en el tumulto no me dí cuenta y seguí a un señor creyendo que era papá; tras de él, subí a un ómnibus y, al darme cuenta del error, me sentí perdido y por no saber francés, no sabía explicarme. Este señor, al reconocer el uniforme colegial que llevaba puesto, me devolvió al Colegio donde me buscaron papá y mamá, quienes habían denunciado a la policía mi pérdida; y, según contaba mamá, el comisario que los atendió los consoló diciéndoles que no temieran nada, porque en París adoraban a los chicos. A Luis y a mí, papá nos llevaba los fines de semana a San Pablo y a veces a Villa Nougués; también nos acompañaba Pacho (Juan Terán hijo). Papá nos quería educar como a hombres; subíamos a caballo, y recuerdo la cochera de San Pablo donde estaban los caballos y monturas. Íbamos a la carpintería, aprendiendo algo del oficio. Íbamos a Villa Nougués en coche o en un auto Cadillac de enorme capota, manejado por Manuel. En el Hotel de Villa Nougués almorzábamos muchas veces con señores amigos de papá, don Pedro Alurralde, Santiago Maciel, Julio López Mañán. Con Luis, en los veraneos teníamos el dormitorio al lado del de papá y mamá, que era el que sobresalía de la casa al lado de la de tío Juan Carlos.3 Recuerdo a papá por las mañanas, muy oscuro aún, pasando por nuestro cuarto para ir al baño; había un cuarto chico de vestir de donde papá salía de polainas, listo para tomar su caballo que lo llevaba a San Pablo.

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Luis F. Nougués hijo (1901-1948). Juan Carlos Nougués (1872-1941), abogado, legislador.


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Máximo Nougués (izquierda) y su hermano Luis.

Tío Juan Carlos me contaba que cuando ellos eran chicos, mi abuelo Juan, que vivía con ellos en San Pablo, los levantaba al alba y los metía en una tinaja de madera con el agua escarchada por lo helada. Según tío Juan Carlos, en la segunda casa de familia en San Pablo, es decir donde actualmente hoy es el escritorio, se alojó don Domingo Faustino Sarmiento. La primera casa de la familia Nougués fue la del Obraje, construida por mi bisabuelo Juan Luis Nougués. Se la hizo de alto para que las crecientes del arroyo El Manantial no dañaran los dormitorios y el moblaje. En esa casa vivió mi bisabuela doña Pepa Romero con sus cuatro hijos. Desde ella atendía su negocio del ingenio, curtiembre, aserradero y estancia. La casa actual de San Pablo, corresponde al trabajo práctico de 4° año de Ingeniería de papá. Tío Miguel y tío Ambrosio4 hicieron ejecutar esta obra tal cual el plano que en una oportunidad lo vi

4 Miguel M. Nougués (1844-1900), abogado, gobernador de Tucumán, senador nacional. Como presidente del Senado, desempeñó interinamente la presidencia de la República en 1892. Ambrosio Nougués (1846-1902), legislador y gobernador interino de Tucumán.


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y estaba firmado por papá. Fue en el año 1894, cuatro años [sic: tres] después de la muerte de mi abuelo Juan. Las viejas palmeras del parque de San Pablo fueron enviadas en macetas, de regalo a papá por el general Roca. En el escritorio de papá está la carta del general, anunciándole el envío de esas palmeras datileras. Papá se enfermó en abril de 1915. Una mañana, cuando se afeitaba, en su casa de Tucumán, perdió por un tiempo la vista. Esto lo alarmó mucho y se hizo ver de inmediato por el doctor Manuel Cossio. Se fue con mamá a Buenos Aires donde consultó al doctor Méndez.5 Su diagnóstico fue terminante. Avanzada arterioesclerosis con complicación maligna al riñón. Ese año, desde abril a diciembre, salvo un mes (julio) en que regresó a Tucumán, estuvo en Buenos Aires tratando de curarse. Vivía con mamá, Sofi y Yulia en lo de tío Ambrosio, en la casa de calle Suipacha 1228. Tío Ambrosio le cedió su dormitorio. En el mismo falleció, el 30 de diciembre de 1915 a las 7 de la mañana. Unos días antes de su muerte pidió que viajara Luis desde Tucumán. Vivíamos en lo de tía Serafina.6 Cuatro días antes de su muerte, fuimos todos en tren expreso a Buenos Aires. Nos llevó tía Serafina. Recuerdo a papá en su agonía: lo vimos la tarde antes de su muerte; no veía y no pudo reconocer a nadie. Mamá estaba a su lado. Me impresionó su cara cadavérica y sin expresión Tenía 44 años. Fue la mayor pérdida que tuvo la familia Nougués: era su jefe indiscutido. Un gran varón, fuerte, bueno, justo y profundamente cristiano; su muerte fue un ejemplo. Lo confesó el Prior de los Domínicos, R. P. Aragón. He leído la carta que este sacerdote escribió al R. P. Ángel Boisdron, sacerdote de la familia, donde le decía: «Vengo de confesar a un varón cristiano, don Luis F. Nougués: es la confesión de un hombre ejemplar en vida y muerte; su resignación de morir en plena juventud, dejando una larga familia que él formaba». Esa carta la tenía mamá entre sus papeles. En mi dormitorio tengo el sillón donde papá descansaba lo últimos días de su vida. La cama en la que murió era de bronce, creo la tiene Sofi en su casa. Julio Méndez (1858-1957) destacado médico de ascendencia tucumana. Serafina Romero de Nougués (1862-1942), dama de gestos filantrópicos. Por ejemplo, la donación, a los padres salesianos, de la manzana donde se erigió el Colegio «Tulio García Fernández». 5 6


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Tío Miguel Nougués, siendo gobernador de Tucumán, se casó por poder con Amalia Oromí Saavedra, quien vino en tren hasta Recreo, donde la esperaban el gobernador y familiares. Abuelo Juan Nougués7 murió el año 1890 [sic: 1891]: papá tenía 19 años, vivía en Buenos Aires siguiendo su carrera de Ingeniero Civil. Tío abuelo Ambrosio Nougués se casó con Liboria Ávila, hermana de doña Mercedes y de la Madre Panchita. Tuvo un solo hijo, tío Ambrosio; enviudó a los 4 años de casado y cuatro años después se casó con su prima hermana, Serafina Romero. Tío Ambrosio falleció el año 1902: fue el último de los Nougués de la segunda generación. Contaba tío Juan Carlos que cuando era chico, vivían en San Pablo, pero no en la casa del Obraje; la familia se trasladó al lugar que ocupa hoy el ingenio, una casa de seis cuartos, galería y cocina afuera. Estaba ubicada en el lugar que ocupa hoy el escritorio. Al naciente de la casa había un gran patio de eucaliptus donde se reunían los peones del Ingenio, y se les preparaba el rancho, que era un abundante locro de carne y maíz. La fábrica propiamente dicha, estaba ubicada en lo que hoy es el depósito y taller, por donde corría la acequia matriz. Era un molino Fives Lille accionado por una máquina a vapor de 70 caballos, que hoy aún mueve la bomba de vacío de la entrada a la fábrica, que lleva la fecha 1882. Los jugos hervían en tachos abiertos; la caña, hasta el año 1905, se hombreaba en el canchón por 70 peones, quienes la tiraban en el conductor. La primera centrífuga era hidráulica y era movida por una caída de agua producida artificialmente en la acequia. También existía un galpón, donde se colocaban las mieles en pilones, hasta que se formaba el azúcar. En el año 1895 se construyeron la actual casa de familia y la capilla. De esa fecha data el gomero de frente a la casa. La primera grúa a vapor para levantar caña, se instaló en San Pablo en 1905: la compró papá a un representante americano que ofreció dos grúas. La otra se instaló después en Concepción.

7 Juan Luis Nougués-Romero (1839-1891), diputado y senador provincial, hijo del francés Juan Nougués y de Josefa Romero.


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La familia Etchecopar, entre los años 1880 y 1895, veraneaba en la finca Mayo, que era propiedad de mi abuelo Máximo.8 La casa aún existe, tal cual era en su época. Según mamá, los años más felices de su niñez los pasaron en esa casa. Cuando se casó, era costumbre veranear en Totoral. Papá y su naciente familia así lo hicieron. Como papá necesitaba permanecer en San Pablo, que él administraba desde los 25 años, tuvo la idea de estudiar el clima del cerro, donde San Pablo tenía un puesto, ubicado en la loma de las Cortaderas, hoy casa de Alberto Cossio.9 Colocó pluviómetros, barómetros y termómetros registrados y se convenció de las ventajas del clima de montaña y la posibilidad de instalar allí a su familia, en vez de los largos y calurosos viajes a Totoral. En el año 1899 inició la construcción de su casa, formada por cuatro cuartos, dos al sud, dos al norte, separados por una galería cubierta o vestíbulo. Después de construir esa modesta casa en piedra y barro, techo de cinc y cabriadas de madera, se inició la construcción de la vecina casa de tío Juan Carlos. A fines del año 1899, fue con su familia, o sea mamá, Sofi y Yulia, abuelo Máximo con abuelita Lastenia,10 tío Evaristo Etchecopar, y su mujer Sofía Avellaneda. Tío Juan Carlos y familia se instalaron en su casa a medio terminar. El 31 de diciembre de 1899, estuvieron reunidos en Villa Nougués estos seis primeros habitantes. La misa de comienzos del siglo XX fue celebrada en la galería de la nueva casa, por el padre domínico Robles, sacerdote muy amigo de la familia. Las casas que luego se construyeron fueron la del doctor Manuel Cossio, el año 1900; la de abuelo Máximo Padilla, hoy Eudoro Avellaneda, 1904; la de Isaías Padilla, hoy Alberto Cossio, 1903. La última casa que se construyó en vida de papá, fue el chalet de madera de Sisto Terán, el año 1913. Al año de morir papá, mamá encargó al arquitecto Carlos Oldstrich,11 que le reformara la vieja casa fundadora, que había sido ampliada varias veces. 8 Máximo Etchecopar (1841-1916), francés radicado en Tucumán. Industrial azucarero, intendente municipal. Se casó con Lastenia Molina. Fueron padres, entre otros hijos, de Julia Etchecopar de Nougués, madre del autor de estos apuntes. 9 Actualmente de la familia Pasquini-Terán Nougués. 10 Lastenia Molina de Etchecopar. 11 En realidad, se llamaba Carlos Odstrcil (1883-1941). Era un ingeniero alemán radicado en Tucumán.


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La reforma se hizo en dos etapas, una en 1917 y otra en 1919. La casa vieja de tío Juan Carlos fue derruida y en el año 1918, en noventa días, don Carlos Oldstrich le construyó su actual suntuosa casa. En casa de papá, a más de su familia, se alojaron mis abuelos Etchecopar, tío Eudoro y familia, y en los primeros años tío Juan Terán y tía Lola, hasta que construyeron su casa, en el año 1912; tío Ernesto Padilla y familia y tío Máximo Etchecopar, antes de casarse en 1911. A la casa de abuelo Máximo iba tío César Cossio y familia. En el año 1904, papá construyó el Club de Villa Nougués, hoy Hostería. El encargado era el italiano Ferrari. Era famosa la cancha de palitroque construida bajo los árboles. En el arroyo, donde hoy es la sucursal telefónica, papá hizo construir un baño cubierto con su casilla. Allí iban las señoras y sus familias a bañarse. El camino desde San Pablo a Villa Nougués era inicialmente una senda en medio del monte. Se viajaba a caballo: los chicos eran llevados por los peones, y las señoras de edad, como abuela Lastenia, o las que esperaban familia, eran llevadas en un sillón palanquín, cargado por una cuadrilla de peones que se turnaban continuamente. En el año 1908, el Gobierno Nacional y de acuerdo a una ley votada por el Congreso, por iniciativa de tío Ernesto Padilla, destinó cien mil pesos para la continuación de un camino desde San Pablo a Villa Nougués. Ese año el camino fue construido bajo la dirección del ingeniero Cuello Elías. Desde entonces se comenzó a viajar en coche. Había una mensajería que salía todos los días desde Villa Nougués a la madrugada, y de regreso, desde San Pablo, a la llegada del tren del Provincial de las cinco. Se demoraba unas dos horas en el viaje, cuando el camino estaba en buen estado. Papá siempre hizo su viaje a caballo. El primer auto que llegó a Villa Nougués fue un Opel que tenía papá. Era el año 1912. Según referencias, demoró más que el coche, por las enormes huellas y barro del camino. Mamá siempre nos contaba anécdotas de los primeros años de Villa Nougués. A los pocos días de inaugurarse la casa, en 1900, un fuerte viento norte de noche, destechó toda la casa y tuvieron que pasarse la noche a la intemperie. Se colocaron nuevamente las chapas, eran de cinc, y les pusieron pesadas piedras que evitarían que nuevamente se levantaran. El picapedrero que sacó las piedras de las canteras para construir, fue don Carlos Vaghi, un italiano que vivió muchos años en


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Villa Nougués. Era a quien se le contrataban toda clase de obras, terminando por ser un experto constructor. Siendo chicos, una de las atracciones mayores era reunirnos en la casa de don Luis Grunauer, hoy casa Sucesión Marcos Rougés.12 Don Luis tenía una gran paciencia con el enorme grupo de imberbes. En su casa había toda clase de juegos: organizaba box, partidos de foot-ball, picnics, boy-scouts, tiro, y una famosa tabla encerada que iba desde su casa hasta el camino. Don Luis era pura bondad. Trabajó de contador en San Pablo y luego tuvo una colonia en el Tiro Suizo, hoy Ovanta... [Aquí se interrumpe el manuscrito.]

12 Luis Grunauer, nacido en 1863 en Basilea y fallecido en 1933 en Tucumán, fue un gran promotor del deporte en la provincia, fundador del Tiro Suizo y de los «boy scouts» tucumanos. La casa es actualmente propiedad de la familia Chavanne-Nougués.


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50 años de la Revista. Homenaje a su director, Sr. Ventura Murga, y presentación de la Revista Nº 15. La Arq. Marta Beatriz Silva hace entrega de una bandeja de plata al historiador.


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Dr. Carlos Páez de la Torre (h), Dr. Félix Montilla Zavalía, Lic. Teresa Piossek Prebisch, Prof. Elena Perilli de Colombres Garmendia, Sra. Sara Peña de Bascary, Prof. Nélida Beatriz Robledo, Dra. Gabriela Tío Vallejo, Dr. Justino Terán Molina, Dr. Pedro León Cornet, Arq. Marta Beatriz Silva.

Febrero.— Entra en prensa revista Nº 15 con 12 trabajos de los historiadores: Lic. Teresa Piossek Prebisch, Prof. Elena Perilli de Colombres Garmendia, Sra. Sara Peña de Bascary, Prof. Nélida Beatriz Robledo, Dr., Carlos Páez de la Torre (h), Dr. Félix Montilla Zavalía, Arq. Alberto Nicolini, Mgr. Irene García, Dr. Justino Terán Molina, Prof. Pedro González y Dr. Eduardo Frías Silva. El cuidado de la edición y la pre diagramación estuvo a cargo de Elena Perilli de Colombres Garmendia y Sara Peña de Bascary. Marzo.— Finalizó la impresión de La Revista Nº 15. La publicación cumple 50 años. Abril.— El día 5 la Comisión Directiva de la Junta se reunió para tratar los proyectos para el año en curso. Se estableció fecha para presentar la Revista N° 15 de la Junta y se decidió, en el mismo acto rendir homenaje al historiador Ventura Murga, director de la Revista desde la publicación del primer número. Por otra parte se


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dispuso convocar a los miembros de la Junta para presentar trabajos destinados la revista N° 16. La señora Presidenta propuso invitar a la doctora Alejandra Korstanje a brindar una conferencia sobre su especialidad, la arqueología. 10 de abril .— La miembro de número Dra. Sara Graciela Amenta se incorpora a la Junta con la conferencia Presencia de los frailes dominicos en Tucumán. Sus aportes pastorales y socio-culturales durante más de 230 años de historia. La misma se llevó a cabo en el Centro Cultural Alberto Rougés. 26 de abril.— Homenaje al Miembro Fundador de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán Sr. Ventura Murga en razón de los 50 años de la Revista y por ser director de la misma. El doctor Carlos Páez de la Torre (h) realizó una semblanza de su personalidad y una alocución en homenaje a Ventura Murga. Se le hizo entrega de una bandeja de plata con dedicatoria incisa. El acto se realizó en el Centro Cultural Alberto Rougés. Participó mucho público y se agasajó a los presentes. 26 de abril.— Presentación de la Revista N° 15 de la Junta de Estudios Históricos. La tarea estuvo a cargo de la Prof. Elena Perilli de Colombres Garmendia y Sra. Sara Peña de Bascary, responsables de la edición de la misma, con el apoyo de imágenes digitalizadas en power point. Previamente, en programa de televisión del Sr. Pedro García (CCC) se entrevistó a la Lic. Piossek Prebisch y la Prof. Perilli de Colombres Garmendia por los 50 años de la Revista y la publicación del número 15. 11 de mayo.— La Dirección de Personas Jurídicas de Fiscalía de Estado de la Provincia de Tucumán otorga certificado de normal funcionamiento de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán. 23 de mayo .— Se llevó a cabo la conferencia de la doctora Alejandra Korstanje sobre el tema El valor del trabajo de los arqueólogos: campo, laboratorio y museo. La actividad se desarrolló en el Centro Cultural Alberto Rougés. Junio.— Facebook de la Junta diariamente, como lo hace desde 2015, estuvo presente en la red social. Con notas de algunos de


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sus miembros; Teresa Piossek Prebisch, Elena Perilli de Colombres Garmendia, Félix Montilla, Justino Terán Molina, Sara Peña de Bascary. Noticias de interés histórico cultural, publicaciones digitalizadas, invitaciones, efemérides destacables, comentarios, imágenes, Hubo interacción con otras instituciones. Esta página tiene dia a dia más seguidores. Se encarga de esta página la Sra. Sara Peña de Bascary Agosto.— En este mes comenzaron a llegar trabajos de investigación histórica para la Revista Nº 16. Dado el éxito de la anterior hubo gran interés en entregar artículos para este nuevo número en elaboración Septiembre.— Las editoras de la Revista de la Junta Elena Perilli de Colombres Garmendia y Sara Peña de Bascary comienzan a diagramar este nuevo número. Previamente se envían los trabajos recibidos a la Comisión de Referato integrada por la Prof. Beatriz Robledo, Dr. Carlos Páez de la Torre (h) y Prof. Perilli de Colombres Garmendia Se recibieron numerosos trabajos. 28 de septiembre.— Asamblea General de la Junta. Se aprobó Memoria y Balance, a cargo de la Tesorera Arq. Marta Beatriz Silva y se eligió a la Dra. Sara Graciela Amenta como pro-tesorera. El Secretario de la Comisión Directiva de la Junta, Dr. Félix Montilla coordinó la Asamblea. Distinciones.— La presidente de la Junta, Teresa Piossek Prebisch y la vicepresidente Prof. Elena Perilli de Colombres Garmendia se incorporaron a la Academia Güemesiana de Salta en 2017. El Dr. Justino Terán Molina, pro secretario de la Junta, se incorporó al Instituto de San Felipe y Santiago de Estudios Históricos de Salta en 2018. 4 y 5 de octubre.— La Junta auspició las XI Jornadas La Generación del Centenario y su proyección en el NOA que organiza el Centro Cultural Alberto Rougés de la Fundación Miguel Lillo. Algunos miembros de la Junta participaron y presentaron trabajos. 19 de octubre.— Conferencia, organizada por la Junta, de laLic. Beatriz Cazzaniga sobre Tesoros artísticos del templo franciscano.


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El Sr. Pablo Holgado (Director Ejecutivo de la Fundación Miguel Lillo), los Sres. Miembros de la Comisión Asesora Vitalicia José Frías Silva (Presidente) y Julio Paz (Vicepresidente), la Sra. Teresa Piossek Prebisch (Presidente de la Junta), la Prof. Elena Perilli de Colombres Garmendia (Directora del Centro Cultural Alberto Rougés) y la Arq. Marta Beatriz Silva (Tesorera de la Junta).

Estudio para su puesta en valor. Contó con el auspicio del Centro Cultural Alberto Rougés de la Fundación Miguel Lillo donde se realizó la disertación que contó con el apoyo de numerosas imágenes digitales. 22 de octubre.— Se inicia la diagramación final de la Revista Nº 16 a cargo de un especialista en diseño gráfico. 24 de octubre.— La Junta auspició la conferencia del Ing. Rafael Antonio Toledo Juan Alfonso Carrizo. La trascendencia de su legado que organizó el Centro Cultural Alberto Rougés. 1º de noviembre.— La Junta realiza un Acto de Homenaje al Centro Cultural Alberto Rougés en agradecimiento por más de una década de apoyo constante a su accionar. La Señora Presidente de la Junta Lic. Teresa Piossek Prebisch inició el acto con pala-


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La Directora del Centro Cultural Alberto Rougés, Elena Perilli de Colombres Garmendia, y el Presidente de la Fundación Miguel Lillo, José Frías Silva, reciben el regalo de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán.

bras alusivas y se pasaron imágenes en power point recordando esos 12 años de accionar en el Centro Rougés. A continuación se hizo entrega, a las autoridades de la Fundación Miguel Lillo y del Centro Rougés, un gran dibujo enmarcado, realizado por la Arq. Marta Beatriz Silva de la fachada del edificio del Centro Rougés. Luego se agradeció especialmente a su directora Prof. Elena Perilli de Colombres Garmendia la colaboración brindada en estos años. Al finalizar se agasajó a los presentes. Diciembre.— Entra en prensa la Revista Nº 16 con 13 importantes artículos de: Lic. Teresa Piossek Prebisch, Prof. Elena Perilli de Colombres Garmendia, Sra. Sara. Sara Peña de Bascary, Prof. Nélida Beatriz Robledo, Dr., Carlos Páez de la Torre (h), Dr. Félix Montilla Zavalía, Dr. Justino Terán Molina, Mgr. Irene García. Dra. Sara Graciela Amenta, Dr. Florencio Gilberto Aceñolaza, Lic. Marcelo Gershani Oviedo, Dr. Pedro León Cornet, Dr. Máximo Nougués.


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