In Magazine Julio / July 2013

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inspiración | primera persona_first person

Este grupo de directores jóvenes –muchos de ellos los primeros egresados de las flamantes escuelas de cine–, logró convertirse en nombres indispensables revisitando viejos géneros como el western, el cine negro o el de gánsteres, o utilizando historias y preocupaciones que se veían todos los días en los diarios, pero que Hollywood había dejado de ver. Desde los márgenes –como Cassavetes– o desde el corazón de la industria –como Pollack–, estos chascones hicieron películas de adultos, imperfectas, excesivas a veces, pero llenas de carácter, de puesta en escena, de ambigüedad, donde la fotografía aún mantenía un vínculo con la realidad, donde lo que se filmaba estaba efectivamente delante de la cámara y no dispuesto para incorporarse después mediante técnicas digitales. El resultado fue que la calle, las tensiones sociales, las rabias y hasta los peinados se colaban con plenitud en la pantalla grande. Era un cine que se tomaba en serio y que honraba el lugar que aún mantenía en las discusiones culturales y sociales. Cualquiera que haya visto El Padrino 1 o 2, Taxi Driver o Sérpico entenderá el poder de esas cintas. Lo irónico es que fueron dos de estos mismos chascones – Spielberg y Lucas– los que hundieron todo. Tiburón y La guerra de las galaxias ganaron tanto dinero y tan rápido, que la industria entendió por fin cómo podía adecuarse a los nuevos tiempos. Nació así el cine de blockbusters, películas hechas para reventar la taquilla, fantasiosas en sus temas, espectaculares en su despliegue, generosas en efectos especiales y astutas en preparar secuelas. Aires de cAmbio El cine de aventuras y fantasía siempre existió en Hollywood, pero hasta 1975 había ocupado el modesto lugar de la matiné infantil, cortometrajes o largos baratos, hechos a la rápida, sin complicarse. Los grandes productores del viejo Hollywood jamás se hubieran atrevido, ni por riesgo, pero tampoco por dignidad, a hacer mega producciones con este material para niños. Desde entonces, apoyado en ocurrencias del mismo Spielberg, en los efectos digitales desarrollados por Lucas y en los personajes de cómics de las editoriales que los mismos estudios compraron, Hollywood sigue navegando en esas aguas. Se trate de Terminator (1984), El día de la independencia (1996) o Iron Man (2008), más allá de que algunas películas sean interesantes y otras muchas una reverenda lata, la corriente continúa vital y demasiado saludable. El problema es que suele ser cine muy básico, grueso en ideas y observaciones, donde la realidad, cuando existe, está muy simplificada, sin los matices y verdades que enriquecen nuestra percepción del mundo. Su poder de convocatoria, de hecho, no se limita a la incandescencia de los efectos especiales, sino a que satisface de manera directa y nítida una necesidad que hoy resulta apremiante: los blockbusters nos devuelven la certeza de que el ser humano es capaz de controlar su destino. Son metáforas de sobrevivencia frente a situaciones de grandes peligros. Hoy las amenazas tienen la forma de una crisis de hipotecas en Estados Unidos, de un endeudamiento en Grecia o de un calentamiento global que no sabemos cómo controlar, y ese mundo –globalizado, corporativo, incierto– se nos hace más simple y manejable entre villanos que quieren dominar el planeta y héroes que luchan por evitarlo. Otra cosa, muy distinta, es que este cine nos ayude a comprenderlo.

El fin de los 60 y principio de los 70 representan la última edad de oro de Hollywood. The late 1960s and early 70s represent Hollywood’s last golden age.

freedom and energy. There’s a saying in Spanish: “Troubled waters, fisherman’s gain.” Many of these young directors were the first graduates of the country’s emerging film schools, and they managed to make the A-lists by revisiting old genres like westerns, film noir and gangster movies or by making use of stories and concerns from the day’s headlines that Hollywood had yet to countenance. From the margins, like Cassavetes, or from the heart of the industry, like Pollack, these upstarts made films for grown-ups, imperfect and sometimes excessive, but full of character, mise-en-scène and ambiguity, where what was captured on film still had ties to reality and the content was right there in front of the camera, rather than added later through digital means. As a result, life on the street, social tension, rage and even contemporary hairstyles appeared on the big screen. These were films to be taken seriously, honoring the place they still held in cultural and social discourse. Anyone who has seen The Godfather (parts one and two), Taxi Driver or Serpico understands the power of these movies. What’s ironic is that two of these same upstarts – Spielberg and Lucas – were responsible for the end of it all. Jaws and Star Wars made

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