La labor docente es sin lugar a duda una de las de las pocas oportunidades que tenemos en la que tocamos vidas de manera significativa ya sea de forma positiva o negativa con una palabra, una frase o gesto, de manera tal, que llegamos a ejercer, la mayoría de las veces, una gran influencia en ellos al punto de ser recordados por los alumnos a los que atendemos como una persona que dejó en su camino una huella imborrable. Sin duda muchas son las satisfacciones que este trabajo nos deja, sin embargo es una de las labores más desgastantes que hay, en las que terminamos la semana sintiendo que estamos al límite de nuestras fuerzas, a esto los especialistas lo llaman “Síndrome de Burnout”, síndrome de estar quemado (estrés crónico), esto sucede entre otras cosas porque en nuestra profesión estamos en contacto directo con personas y nos llegamos a sentir desbordados con las exigencias emocionales de otros, de manera que las enfermedades que nos llegan a contagiar nuestros alumnos quedaron en el pasado como una de las principales dolencias de nuestra profesión ya que ahora el dolor de cabeza, espalda y ansiedad son parte del estrés que adolecemos. Estar en contacto con adolescentes con una avalancha de cambios de estados de ánimo, que como rueda de la fortuna sube y bajan; que un día te aman, al otro te odian y que por supuesto no tienen ningún reparo en hacértelo saber, no es lo único con lo que los docentes debemos lidiar a diario, pues hay que sumarle el trabajo fuera de clase del que no nos podemos escapar, planeaciones, reportes, cursos de capacitación, juntas, talleres, lexium, saber utilizar herramientas web.2.0 y padres molestos que te acusan con tus jefes por lo mal que estás haciendo tu trabajo, ya que nos han delegado la responsabilidad de educar a sus hijos. Otras de las razones es sin duda alguna, el manejo que tenemos de la disciplina en la clase, el control de grupo, que puede ser un factor determinante en nuestro estado de ánimo, y el clima grupal que va a prevalecer como parte de nuestro estilo de enseñanza y que sin duda será determinante en aumentar el estrés laboral al que ya de por sí estamos sometidos. Pero sin duda alguna debemos preocuparnos por nuestro estado de salud y emocional pues esto se reflejará directamente en el trato que le vamos a dar a nuestros alumnos y en el cómo nos desenvolvemos en él. Aquí les dejo unos consejos para el manejo de nuestro estrés, además de un video muy interesante de Vidal Schmill acerca de cómo mejorar nuestra disciplina en clase: 1. Comunicarse: Evitar el aislamiento, buscando la solidaridad de los que comparten las mismas situaciones. 2. Equilibrio de áreas vitales: familia, amigos, aficiones, descanso. 3. Rutina de ejercicios que incluya actividades aeróbicas. 4. Respetar, conocer y formar las propias emociones. 5. Fomento de buena atmósfera de equipo: espacios comunes, objetivos comunes. 6. Diálogo efectivo con las autoridades del establecimiento. Decir lo que se piensa para proponer cambios. 7. Hacerse responsable de los propios actos. Aquellos que "echan la culpa" permanentemente a los otros son más propensos al estrés.