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Revista Trígono

Para conocer el método de instrucción que el Filósofo Desconocido impartía a sus discípulos poseemos una serie de documentos únicos: la correspondencia entre Kirchberger y Saint Martin. En esta obra, se recogen 116 cartas en más de 300 páginas durante cinco años de instrucciones que el Filósofo Desconocido dio a Kirchberger. Analizando la obra, se observa como Saint Martin trabaja sobre los aspectos que hemos señalado más arriba. Realiza una instrucción personalizada, y utiliza como excusa un intercambio epistolar sobre textos propios y ajenos. Esta documentación constituye un ejemplo real y acabado de cómo debe instruirse a quien desea practicar la Vía Íntima. Así, hemos encontrado que resulta útil a nuestros fines, una etapa preparatoria a la iniciación. Tanto para el iniciado en las vías húmedas, como para el profano, de manera que allane el camino hacia la Vía Interna. En ella se nivelan los conocimientos previos y se reorientan las experiencias. También se instruye sobre las cuestiones elementales, pero por sobre todo, se trata de romper ciertas estructuras mentales que dificultan la entrada real hacia la Vía Cardíaca. Resolver el pasaje de lo iniciático a lo cardíaco es el gran desafío del martinismo moderno. Las líneas martinistas actuales constituimos una filiación de Deseo en busca de un misterio a la vez íntimo y esquivo, que al mismo tiempo es individual y colectivo. La Teúrgia Interna martinista se destaca por la sencillez de sus elementos y recursos. Sin embargo, es sumamente difícil de operar porque depende de habilidades específicas basadas en una sensibilidad especial. Además, se requiere de una gran determinación proveniente de una voluntad movilizada por el Deseo. Saint Martin nos advierte que la única forma de alcanzar el éxito es lograr la Unidad de Deseo en nosotros mismos. En la Unidad de Deseo se encuentra oculto el misterio de la Reintegración. Porque primero hay que reintegrarse a sí mismo. Dejar de estar dividido es la primera necesidad interna del martinista. Sólo si unificamos nuestro propio ser, podremos aspirar a la reconstrucción total del Hombre Primordial. Lo iniciático constituye sólo un ropaje para el martinismo. La Vía no sólo contiene misterios para el trabajo individual, sino que encierra un gran misterio colectivo que los hermanos de cada centro martinista deben resolver en conjunto: cómo trasmitir y vivificar el conocimiento para penetrar en la Vía Íntima. Y este misterio es inefable de grupo en grupo, pues sólo se devela mediante la vinculación efectiva de las prácticas individuales con las colectivas.

Humanismo


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