A sus héroes, la nación les erige estatuas de bronce: Si es un gran soldado, cabalga en la plaza, alto, sobre el pedestal. Pero la nación quiere conocer también la psicología de su héroe, y no hay monumento capaz de mostrarla; en el héroe están todos, y cada quién encuentra en él algo de lo suyo propio. Al cabo de un siglo, cuando se ha hecho menos sonoro el eco de sus hazañas.