Somos Litera Junio 2015

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UN PASEO POR...

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Alíns del Monte es una pequeña población de la comarca de La Litera que pertenece al municipio de Azanuy-Alíns. En plena naturaleza, y en un lugar donde se combinan montañas y llanura, surge este pequeño núcleo con tintes medievales y una docena de vecinos que se ven aumentados en época estival. En Alins encontramos visos de historia irrenunciable insertados en un espacio que contempla paisajes únicos. Alins del Monte es una población singular. Un lugar en el que se mezcla el contraste entre las montañas de la sierra de la Carrodilla con puntos que superan los mil metros de altura, con inmensas llanuras.

Por otro lado, podemos disfrutar de unos paisajes privilegiados, donde predomina el color verde (alrededor del pueblo podemos encontrar frondosos bosques de pinos), salpicados por campos de olivos y almendros, a los que se suman otras extensiones con cultivos como la vid o cereales varios. Para llegar a Alíns del Monte hemos de situarnos en la misma entrada a Azanuy, según venimos de la A133. Una vez allí, giramos a la izquierda, justo a la altura del molino de aceite azanuyense. A partir de ese momento tenemos ante nosotros una estrecha carretera en la que la mayoría de los tramos se reducen de tal modo que el paso de dos coches requiere máxima atención. Son algo menos de siete kilómetros de una sinuosa carretera en la que es más habitual encontrar a gente caminando o ciclistas realizando una ruta, que vehículos motorizados, aunque también los hay, sobre todo de tipo agrícola. A medida que nos acercamos a nuestro destino, la carretera se va volviendo cada vez más pendiente, y tras un par de cerradas curvas encontramos el cartel que nos anuncia nuestro destino, aunque desde hace algunos minutos ya podíamos vislumbrarlo en la lejanía; al fondo la primera nota con Casa Zarroca; señorial bienvenida a un edificio que en la actualidad está habitado por Elsa y Frank, dos ciudadanos holandeses, vecinos de Alins del Monte. A pesar de que las nubes pesadas de mayo ocultan los rayos del sol que quieren y no pueden, al bajar del coche nos encontramos con un sofocante calor que nos acompañará durante todo nuestro paseo. Encaminamos nuestros pasos hacia el interior del pueblo, bordeándolo por detrás para iniciar nuestra visita desde la parte más alta de Alíns del Monte. Para llegar hasta allí tenemos que recorrer unos cien metros de una fuerte pendiente que nos hace sudar la gota gorda, aunque lo que encontramos a la llegada nos confirma que ha merecido la pena. Ante nosotros aparece la iglesia de San Juan Bautista, una construcción románica de planta rectangular. En ella encontramos aparejos de diferentes épocas. Llama la atención la parte trasera del templo, ya que según desde donde lo contemplemos se asemeja más a un

Escaleras que conducen al mirador del Carro

torreón de vigilancia que a un edificio dedicado al culto religioso. La iglesia se encuentra en un buen estado de conservación tanto por fuera, como en su interior, ya que fue restaurada hace alrededor de una década. A unos pocos metros del templo, nos topamos con otro punto emblemático de esta población; su castillo, o lo que de él se puede intuir.

Los restos se encuentran sobre una elevación rocosa calcárea que emerge en la parte alta del casco urbano. En la actualidad, solo son visibles los restos de dos de los muros que en el pasado formaban parte de un torreón. Pegado a los restos del castillo encontramos la parte trasera de Casa Guilleuma, un enorme caserón que antaño fue casa noble de la población construida sobre un promontorio rocoso que ofrece unas vistas únicas. Tras contemplar el paisaje colorido y variado, decidimos continuar nuestro paseo sin dejar para el olvido el mirador panorámico de San Juan Bautista al que accedemos tras bajar unas escaleras de madera, recorrer unos pocos metros detrás de la iglesia y llegar a un lugar desde el que visionamos decenas de kilómetros a nuestro alrededor. En un panel explicativo está perfectamente indicado todo aquello que podemos contemplar en el horizonte. Por un lado las cercanas minas de plata, un lugar donde extraían este metal mediante una explotación a cielo abierto. Actualmente las galerías se encuentran cerradas y solo se evidencia su existencia por algunas excavaciones de acceso. También podemos ver a lo lejos la sierra de la Solana, San Cristóbal, San Quílez de Estopiñán o el castillo de La Mora de Peralta de la Sal. En definitiva, un enclave desde el que se respira un introspectivo sosiego, rodeado de unas vistas que nos podrían tener embelesados durante horas.


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