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Donald Trump y la Reconfiguración de la Paternidad en la Era del Populismo

Por Cristian Quintanar Castro

En junio del 2024, mientras millones de familias en Estados Unidos celebraban el Día del Padre, la figura de Donald Trump -expresidente, candidato republicano y protagonista incansable de los titulares- volvió a colarse en el debate público. No solo por sus polémicas declaraciones o su juicio por fraude fiscal, sino porque su legado político y personal obliga a reflexionar sobre los modelos de paternidad, liderazgo y masculinidad en una era marcada por el populismo y la polarización.

Trump, padre de cinco hijos y abuelo de al menos diez nietos, ha construido una imagen pública que mezcla el empresario audaz, el patriarca protector y el "hombre fuerte" que desafía las normas. Pero, ¿qué dice esta figura sobre la paternidad en el siglo XXI? Y, más importante aún, ¿cómo influyen líderes como él en la percepción social de lo que significa ser padre?

En su libro Trump: The Art of the Deal (1987), Trump presentaba a su familia como un activo más de su imperio. Sus hijos -especialmente Ivanka, Donald y Eric- se convirtieron en extensiones de su marca, apareciendo en The Apprentice y asumiendo roles clave en su administración. Este enfoque mercantilista de la paternidad no es exclusivo de Trump, pero sí refleja una tendencia en ciertas elites: los hijos como proyectos de éxito, socios comerciales o piezas de una narrativa de poder.

Según un estudio de Pew Research Center (2023), el 62% de los estadounidenses cree que los padres hoy están "más preocupados por el rendimiento de sus hijos que por su felicidad". Trump encarna esta idea. Sus hijos han sido educados para ser competitivos, leales y visibles, algo que él mismo ha elogiado en discursos: "Mis hijos son triunfadores porque nunca aceptaron ser segundos" (mitin en Ohio, 2020).

Pero este modelo tiene grietas. Mary L. Trump, su sobrina y autora del crítico Too Much and Never Enough: How My Family Created the World’s Most Dangerous Man (2020), describe al expresidente como un producto de una familia disfuncional, donde el afecto se condicionaba al éxito. Fred Trump, su padre, era un empresario exigente que valoraba la dureza y el control. Donald replicó este estilo: En una entrevista con Rolling Stone (2015), admitió que "ser duro es lo mejor que un padre puede enseñar".

La celebración del Día del Padre en Estados Unidos -que data de 1910 pero se institucionalizó en 1972- siempre ha estado ligada a estereotipos de masculinidad. Sin embargo, en la última década, figuras como Trump han reavivado un arquetipo añejo: El padre como "jefe incuestionable".

Este fenómeno no es casual. Un análisis de Vox (2021) vinculó el auge del liderazgo trumpista con una nostalgia por el "padre tradicional": Autoritario, proveedor y centro de atención. Datos de Gallup muestran que, entre el 2016 y el 2020, el 48% de los votantes republicanos asociaban "buen padre" con "firmeza ante todo".

Pero la realidad social contradice este ideal. La misma encuesta revela que el 70% de los ‘millennials’ prefieren un modelo de paternidad más emocional y colaborativo. Psicólogos como Daniel Singley (Center for Men’s Excellence) alertan de que la glorificación de la hipermasculinidad puede dañar las relaciones familiares: "Los hijos necesitan padres presentes, no íconos".

La comparación con Barack Obama -quien frecuentemente hablaba de los errores y aprendizajes como padre. es inevitable. Mientras Obama publicaba fotos cocinando con sus hijas, Trump las mostraba en eventos de lujo. Según The Washington Post, Obama mencionó la palabra "familia" en discursos un 73% más que Trump, quien prefería términos como "legado" o "negocio".

Esta divergencia refleja una brecha cultural. Para Obama, la paternidad era un ejercicio de vulnerabilidad; para Trump, una demostración de fuerza. Y los datos respaldan el impacto de estos modelos: Un informe de Fatherhood.org (2023) señala que, desde el 2016, ha aumentado un 15% la cantidad de padres que ven su rol como "formador de carácter" frente a los que lo entienden como "proveedor".

 

¿Qué padre necesita América?

El Día del Padre debería ser una fecha para reflexionar sobre los desafíos de la paternidad moderna: La conciliación laboral, la salud mental y el equilibrio entre autoridad y afecto. Sin embargo, en un país donde Trump sigue polarizando, la figura del padre se ha politizado.

¿Es el mejor padre el que enseña a "ganar a cualquier costo" o el que prioriza el cuidado? La respuesta no es sencilla, pero los datos sugieren que las nuevas generaciones buscan algo distinto. Según Forbes, el 65% de los jóvenes entre 18 y 34 años valoran más "que su padre hable de emociones" que su estatus económico.

Trump, con su retórica de "América primero" y su mitificación de la familia como símbolo de poder, puede haber dominado la década pasada. Pero el futuro de la paternidad -como el de la política- parece encaminarse hacia un modelo menos rígido, más humano. Quizá ese sea el verdadero legado que debamos celebrar.

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