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La Voz de la Cónsul General en Chicago Reyna Torres Mendívil
Mtra. Andrea María Guzmán Mauleón
En medio de los contrastes que definen la vida de millones de connacionales en Estados Unidos, existe un hilo conductor que mantiene encendida la llama de la identidad mexicana: La fuerza de la comunidad. Y pocas voces reflejan esa unión con tanta claridad como la de la Embajadora Reyna Torres Mendívil, Cónsul General de México en Chicago, quien desde hace más de tres décadas ha entregado sus tareas al servicio exterior, llevando con dignidad, entrega y profundo amor a México la representación de nuestro país en el extranjero.
Su testimonio no solo describe la labor diplomática en un sentido institucional, sino que nos invita a mirar con el corazón la manera en que los mexicanos, aún lejos de casa, sostienen con orgullo y esperanza sus raíces, su cultura, sus símbolos y su Historia.
MESES DE TENSION
Los últimos meses no han estado exentos de tensión. Chicago, como ciudad santuario, ha sido foco de operativos migratorios y narrativas alarmistas en redes sociales. Ante ello, la Cónsul ha transmitido un mensaje de calma, de prudencia y sobre todo de unidad: “Nuestra comunidad tiene que estar unida, no hacer caso de rumores ni de voces alarmistas. Este es el momento de cuidarnos unos a otros, de estar bien informados y de consumir en los negocios de migrantes”.
Este llamado es también un recordatorio de que la fortaleza de nuestra gente radica en la resiliencia y en la solidaridad. Cuidar al vecino, apoyar a la tía que teme salir, llevar comida a quien no puede acudir al supermercado, acompañar a quien no se siente fuerte… esos gestos simples son la muestra más grande del espíritu comunitario mexicano.
Cada septiembre, la voz de un cónsul mexicano retumba más allá de nuestras fronteras con un eco que atraviesa el alma: El Grito de Independencia. Para la Cónsul Torres Mendívil, encabezar esa ceremonia es un privilegio incomparable. En sus propias palabras: “Dar el grito en el exterior, cuando nuestra comunidad se une, es un momento que no tiene comparación: A pesar de la distancia, se siente la emoción de estar cerca de México, de sus raíces y de su Historia”.
En Illinois y el norte de Indiana, territorio de su jurisdicción, el consulado participa en un promedio de 15 a 20 ceremonias cada año, desde grandes eventos con más de 15 mil asistentes hasta celebraciones en pequeños parques comunitarios. En cada uno se repite la misma escena conmovedora: Familias enteras visten a sus hijos con trajes típicos, suenan los mariachis, ondean las banderas tricolores y se comparte comida que evoca los sabores de la patria. En esos instantes, la distancia desaparece.
Chicago se convierte en un pedazo de México, y los corazones de quienes han construido su vida lejos de casa laten al mismo ritmo que en la Plaza de la Constitución.
Uno de los temas que más apasiona a la Cónsul es la transmisión de la identidad a las nuevas generaciones. Consciente de que muchos niños y niñas nacidos en Estados Unidos jamás han pisado suelo mexicano, aprovecha cada celebración para contarles historias de héroes y heroínas como Leona Vicario, recordando que la independencia fue también obra de mujeres valientes.
Ella misma lo expresa con claridad: “Me gusta invitar a los padres a que expliquen a sus hijos el significado de la bandera, de la campana de Dolores y quién fue Miguel Hidalgo. Así, en casa aprenden sobre el país de sus padres y abuelos”. Este esfuerzo garantiza que la identidad no se diluya con los años, sino que florezca con orgullo en terceras y cuartas generaciones de mexicanos en Estados Unidos, que se sienten parte de dos naciones pero mantienen siempre viva la raíz que los sostiene.
Las celebraciones en Chicago tienen un aire único. Además de las ceremonias cívicas, los desfiles y las plazas adornadas, existe una tradición entrañable: La de decorar automóviles con banderas mexicanas, recorriendo las calles como si fueran extensiones de los pueblos de origen. Esa mezcla de música, gastronomía, colores y nostalgia despierta recuerdos en quienes de niños acudían a las fiestas patrias en sus comunidades de origen. Hoy, al replicarlas en suelo extranjero, encuentran un puente emocional que los reconecta con México y les permite transmitir ese legado a sus hijos y nietos.
Para la Cónsul Torres Mendívil, la diplomacia no se limita a los salones elegantes ni a las reuniones de alto nivel. La verdadera esencia de su labor está en caminar junto a la gente: En los campos agrícolas, en las fábricas, en las escuelas, en las calles donde viven y trabajan miles de mexicanos.
“El servicio exterior es una decisión de vida, una vocación. No hay privilegio más grande ni responsabilidad más alta que servir a México en el exterior, hablar por México y hablar por los mexicanos”.
Ese compromiso se refleja en la manera en que impulsa programas de doble nacionalidad, talleres de información legal y apoyo en momentos de coyuntura migratoria. La diplomacia, como ella la entiende, es acompañar, escuchar y tender puentes para que la comunidad migrante sea visible, respetada y reconocida por su enorme contribución a la sociedad estadounidense. También implica promover el comercio, el turismo, la cultura y las inversiones, pero siempre teniendo como centro de la misión consular a las personas, a las familias y a los sueños de quienes un día cruzaron la frontera con la esperanza de un futuro mejor.
Más allá de la coyuntura política, la voz de Reyna Torres Mendívil resuena con una convicción clara: La unidad es la clave del futuro. Esa visión va más allá de las fiestas patrias. Habla de un proyecto de nación que no reconoce fronteras: México no se limita al territorio; México vive donde habitan sus hijas e hijos, donde la bandera tricolor se levanta con orgullo y donde la palabra “unidad” se convierte en destino.
La labor de la Cónsul General en Chicago nos recuerda que ser mexicano no es cuestión de geografía, sino de memoria, de cultura, de historia y de un amor profundo a la patria. En cada ceremonia cívica, en cada niño vestido de charro o de china poblana, en cada automóvil decorado con banderas, palpita el alma de un país que, aunque disperso por el mundo, se mantiene firme en su identidad.
El eco del Grito en tierra ajena nos sacude el corazón: ¡Viva México! no es solo un clamor de independencia, es un grito de unidad, de esperanza y de orgullo compartido. Y mientras existan voces como la de Reyna Torres Mendívil, habrá siempre un puente indestructible entre México y su diáspora, un puente que nos recuerda que, sin importar las fronteras, siempre llevamos a México en el corazón.
Andrea María Guzmán Mauleón es Maestra en Dirección de la Comunicación y Licenciada en Ciencias y Técnicas de la Comunicación. Con más de 9 años de experiencia en Igualdad de Género dentro de la Administración Pública. Asesora Legislativa en Cámara de Diputados.