1.1 BREVE HISTORIA DE LA TERAPIA INHALADA Dolores Hernández Fernández de Rojas Servicio de Alergia Hospital Universitario La Fe. Valencia
La administración de fármacos por vía inhalatoria es conocida desde hace miles de años. En las antiguas civilizaciones de Egipto, China e India ya se utilizaba la inhalación de algunas plantas solanáceas como Atropa belladona, Datura stramonium e Hyoscyanamus muticus, ricas en atropina, escopolamina e hioscina, por sus efectos relajantes de la musculatura bronquial1. Pasaron muchos siglos hasta que en 1829 Schneider y Waltz construyeron el primer instrumento generador de partículas acuosas en suspensión. Éste y otros instrumentos similares se emplearon en balnearios y sanatorios de montaña para administrar agua de mar o aguas minerales a pacientes con problemas respiratorios. Hacia 1930 aparecen los primeros nebulizadores en los que el sistema manual de bombeo se sustituye por un chorro continuo de aire u oxígeno producido por un compresor de membrana accionado por energía eléctrica. En 1956 se comercializa el primer cartucho presurizado, ideado por G. Maison, un médico cuya hija asmática solicitaba un inhalador más pequeño y manejable que los nebulizadores de entonces. A partir de aquí el desarrollo de instrumentos generadores de aerosoles ha sido constante, siempre con el objetivo de obtener partículas más estables y de mejorar la penetración de éstas en las vías respiratorias2. La utilización de las vías aéreas para la administración de medicamentos no es complicada, sin embargo se debe tener en cuenta que la función propia del aparato respiratorio es prevenir la entrada de elementos extraños al pulmón y eliminar aquéllos que consigan penetrar. El éxito de la terapia inhalatoria está, por tanto, ligado al desarrollo de mecanismos que consigan evitar este reflejo natural del organismo y a la adecuada formulación del producto en forma de aerosol3. Aunque la vía inhalatoria se ha ensayado para la absorción sistémica de principios activos, dada la gran extensión de absorción y su elevada vascularización, en la mayoría de los casos se espera un efecto local de los medicamentos que se administran por inhalación en forma de aerosol. Por ello esta vía de administración se considera óptima en la terapéutica de las enfermedades pulmonares como son el asma, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica y la fibrosis quística. Sin embargo, cuando un fármaco se administra por vía inhalatoria en forma de aerosol, su eficacia depende de la cantidad de aerosol que llega a las vías aéreas así como de su distribución en ellas, además de las propiedades del fármaco. Estos factores dependen a su vez de la cantidad de aerosol que se dispense, del tamaño de las partículas, de factores anatómicos y patológicos y, por supuesto, de la técnica de inhalación. De ahí que el estudio de la terapia por vía inhalatoria implique conoci- 13 -