Las enfermedades respiratorias en la historia del arte español
Lucas, que era médico. El Greco escogió como fuente este texto, de tal manera que la herida es mucho más productiva que en otras crucifixiones. En cuanto al significado de este hecho, se ha llegado a pensar que Cristo tenía un derrame pleural de origen tuberculoso, que se vació al exterior al recibir la lanzada (1). O bien que, al morir por asfixia, el pulmón y la cavidad pleural, llenas de líquido, se vaciaron al exterior. En España, durante la Edad Moderna, las pinturas con escenas de género o temas de la vida cotidiana fueron escasas. Primaba la atención sobre la temática religiosa, el retrato y la pintura de historia. La enfermedad se vinculó también con estos temas en los cuadros que presentan episodios y actuaciones de la vida de los santos, transmisores de valores como la caridad y la salvación por las buenas obras. Al respecto, es posible encontrar retratos de personajes con alguna deficiencia física o psíquica, como ocurre con frecuencia, por ejemplo, en las obras de Velázquez o de Ribera, en la época barroca. Sin embargo, es muy raro descubrir la existencia de referencia alguna a trastornos respiratorios en la pintura de este periodo. Ni siquiera Velázquez atendió en sus obras a este tipo de enfermedades, como se deduce de la investigación realizada por el Dr. A. Schüller (3). Y eso que fue uno de los artistas que más atención prestó al tema de las discapacidades y de las deficiencias físicas. Es necesario situarse en los inicios de la Edad Contemporánea, a finales del siglo XVIII y los albores del XIX, para encontrar pinturas con referencias a la realidad cotidiana. El desarrollo del género costumbrista fue uno de los rasgos más llamativos del arte dieciochesco y decimonónico, tanto en la pintura como en el grabado. Este género tiene el valor de documentar la cotidianeidad y de conservar, así, todo lo que está destinado al olvido. Y el artista pintaba lo que veía, se convertía en testigo primordial de la realidad. Goya no solamente vio, sino que dejó constancia del día a día en sus diferentes aspectos, así como también reflejó acontecimientos históricos de enorme relevancia. Probablemente su personal vivencia de la enfermedad, entre 1792 y 1795, e incluso al comienzo de 1796, si se cuentan los años de su convalecencia le llevó a dejar en su obra testimonios de distintos temas médicos. Interesa destacar aquí, especialmente, su "Autorretrato con el doctor Arrieta" (1820, Institute of Arts de Minneapolis) (Figura 6). Goya, como figura audaz en el cambio del siglo XVIII al siglo XIX, vinculó de nuevo el arte con la medicina, al pintar este autorretrato en agradecimiento a las atenciones que recibió de Arrieta durante su segunda enfermedad, muy grave y que estuvo a punto de costarle la vida. Goya demostró aquí dominio y perfección al representar los rasgos de una crisis cardiorrespiratoria, que le situó a las puertas de la muerte. El rostro aparece extremadamente pálido, por la disminución del riego sanguíneo, la mirada perdida, la boca entreabierta con sed de aire y las manos aferradas a las sábanas. Son los síntomas de un edema agudo de pulmón, quizás aparecido como consecuencia de una crisis hipertensiva. Las cartas a su amigo Martín Zapater recogieron con frecuencia situaciones en las que padeció dolencias motivadas por esta hipertensión arterial: mareos, dolores de cabeza, palpitaciones, ruidos en el oído, etc. (1, 9, 10). Las noticias que se conocen acerca de la enfermedad de Goya pueden encontrarse, según Nigel Glendinning, en el consejo que se le dio de tomar las aguas de Plombières, que se indicaban en casos de reumatismo o de parálisis. También en un resumen del estado crítico de Goya, que se basa en los apuntes del
Figura 6. "Autorretrato con el doctor Arrieta" (1820), de Francisco de Goya, cuadro expuesto en The Minneapolis Institute of Arts de Minneapolis y con el que Goya agradeció las atenciones recibidas del Dr. Arrieta durante la enfermedad que estuvo a punto de costarle la vida.
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