Hoja Parroquial - 06 de febrero de 2011 - num 06

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Hoja parroquial Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.

Nº 6 • II del Tiempo Ordinario, Ciclo A • 6 de Febrero de 2011

Fundado el 4 de junio de 1930. Registro postal IM14-0019, impresos depositados por sus editores o agentes INDA-04-2007-103013575500-106

Religión sin amor no se vale

N

uestra religiosidad, en ocasiones, se va por el lado fácil. Suele estancarse en una práctica de ciertas costumbres convencionales en las que queremos dizque “quedar bien con Dios”, atiborrándolo de actos piadosos sin ninguna relación con nuestra vida personal, y sin ninguna repercusión para las personas que tenemos en nuestro entorno. Tenemos una religiosidad llena de cumplimiento formal, sin nada de corazón que esté dispuesto a acercarse a las personas. Llegamos a tener una religión materialmente intachable, pero sin el Espíritu de Jesús que brota del amor verdadero. Hubo un tiempo en que la religión se mostraba ante el mundo por las grandes construcciones de enormes catedrales y adornadas con todas las artes: arquitectura, escultura, pintura, grandes obras literarias, músicos de gran talla, corales fabulosos, vestiduras de filigrana; de todo esto han quedado hermosas huellas en la historia. Pero el Papa Juan Pablo II, en año del Jubileo de la Encarnación, nos señaló que la Iglesia del presente tiene como único distintivo a la caridad.

"Entonces romperá tu luz, como la aurora" El pasaje que hoy leemos del profeta Isaías se enmarca en el cumplimiento de ciertas obras penitenciales como el ayuno, ciertas oraciones y, por contraparte, el maltrato a los demás. El profeta realiza una fuerte crítica al pueblo de Israel por sus prácticas religiosas sin ninguna relación con la fe verdadera y la justicia con los pobres. El profeta llama a realizar el verdadero culto a Yahvé, ligado íntimamente con la justicia y la misericordia. Las diferentes prácticas religiosas deben salir del corazón y dar el fruto de una verdadera justicia social, concretizada en el compartir del pan con el hambriento, en la solidaridad con los que sufren, en preocuparse visceralmente por los hermanos pobres. Y por supuesto, el primer paso debe ser no hacer daño a nuestros semejantes. Evitar la maldad para los demás ya es un buen principio de religión auténtica. Un modo superior de ser sabios Para estar bien entre los cristianos, no tenemos ninguna otra forma válida que la Cruz de Cristo. El Espíritu de Dios no está en las palabras elocuentes, no está en una sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios y éste crucificado. La cruz de Cristo es el elemento esencial de la predicación de Pablo. El verdadero rostro de Dios se revela no a los sabios ni a los poderosos, sino a los más vulnerables y sencillos de nuestra sociedad. Ser luz y sal del mundo El Evangelio de San Mateo tiene una invitación sustancial para los creyentes; no se trata de ser personas “buenas” -entrecomilladas, sabe Dios qué se pueda entender-, sino ser la sazón del mundo,

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