Marejada Vol. 15 Núm. 2 2017

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REVISTA AMBIENTAL

Vol. 15, Núm. 2 2017

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Carta del director El cambio climático es un fenómeno que siempre ha existido. Investigadores científicos explican que el planeta Tierra (que debería llamarse el planeta Agua, pues hay más agua que tierra) durante el último millón de años ha sufrido de forma cíclica glaciaciones cada cien mil años. Estas glaciaciones o capas de hielo que cubren por completo Norte América, Europa y Asia están relacionadas a la forma en que el océano absorbe el dióxido de carbono de la atmósfera. Un cambio de unos pocos grados en la temperatura es suficiente para iniciar o finalizar una glaciación. Actualmente estamos viviendo el final de la última glaciación.

En realidad, lo que llama la atención a estudiosos del tema del cambio climático global es lo acelerado del proceso de calentamiento y su relación directa con las actividades del ser humano. Las actividades de quema de combustibles fósiles para la generación de energía, son uno de los aceleradores del cambio climático por los gases de invernadero (metano y dióxido de carbono) que estas generan. Estos gases de invernadero juegan un papel protagónico en el calentamiento global. Aunque Puerto Rico solo aporta una pequeña porción de estos gases de invernadero, en comparación con grandes potencias como China, Rusia, la Unión Europea y los Estados Unidos de América, no hay duda de que debemos de esforzarnos por reducir nuestra aportación. Más importante aún es reconocer que el cambio climático nos está afectando, y que es necesario que tomemos las medidas necesarias para adaptarnos y reducir nuestra vulnerabilidad a los impactos que ya sufrimos, y que sabemos van a ir aumentando, pues las zonas templadas y tropicales serán las más afectadas por las sequías y desertificación. Como consecuencia del aumento en las temperaturas hemos sufrido huracanes más frecuentes y más intensos, pues las altas temperaturas de las aguas del océano son 2

combustible para aumentar la intensidad de los huracanes. Asimismo, las altas temperaturas favorecen la expanción de las playas y ocasiona que las especies marinas sean vulnerables a enfermedades (como, por ejemplo, los arrecifes de corales). Además, este efecto del cambio climático reduce nuestro atractivo como destino turístico, afectando las actividades recreativas al aire libre y generando pérdida de empleos en la industria del turismo. Ejemplo de esto son las olas de calor que se conocen como el “efecto isla de calor urbana” donde por la absorción de calor del cemento, el asfalto y los cristales se registran temperaturas en las ciudades tres veces mayores que en las afueras. Este aumento en las temperaturas no solo afecta a los seres humanos, sino que también se están observando cambios reproductivos en las poblaciones de algunas especies, con adelantos o retrasos en el inicio de actividades de apareamiento y desove, así como alteraciones en los hábitos migratorios.

Otro impacto del cambio climático que tenemos que traer a la discusión es el aumento en el nivel del mar (ANM), resultado del deshielo de los polos y el calentamiento de las aguas. El ANM es responsable de los procesos acelerados de erosión en nuestras costas, de la desaparición de las playas y del desplome de condominios, casas e infraestructura contigua a la zona marítimo terrestre. El ANM es también responsable del aumento en el costo de los seguros de propiedad en las costas, del aumento y recurrencia de las derramas que afectan a los dueños de apartamentos, condominios, casas y hoteles costeros para cubrir los costos de construcción, de reparación y mantenimiento de muros, y de piedras e instalación de pilotes para proteger su inversión. Por el ANM ha sido necesario instalar estaciones de bombeo en comunidades costeras afectadas por las inundaciones molestosas (inundaciones generadas por las mareas y el nivel freático, que no están relacionadas a eventos de lluvia). Como consecuencia tenemos más inundaciones en zonas costeras que ya amenazan y afectan


Estos cambios que sufrimos por el calentamiento global afectan a pobres y ricos por igual y son una prueba de que el cambio climático no se avecina, sino que es real y ya llegó. Las preguntas entonces que debemos hacernos son: ¿qué estamos haciendo para reducir la vulnerabilidad al cambio climático? ¿Qué cambios debemos hacer en nuestros estilos de vida que nos ayuden a ser más resilientes? ¿Qué medidas de adaptación podemos implementar para reducir la vulnerabilidad al cambio climático? ¿Qué ejercicios de mitigación podemos realizar para reducir la intensidad en el uso de energía y combustibles fósiles? Estas y otras preguntas relacionadas al tema de cambio climático se ventilan en esta edición de Marejada.

Marejada es publicada por la Oficina de Comunicaciones del Programa de Colegio Sea Grant de la Universidad de Puerto Rico bajo la subvención Núm. NA14OAR4170068 del Departamento de Comercio de Estados Unidos y la Administración Nacional Oceanográfica y Atmosférica (NOAA).

Foto: Patrick Hendry en Unsplash

desarrollos turísticos y comunidades costeras, y por consecuencia más personas serán desplazadas. La desaparición de islotes, como sucedió con Palominito, es otro impacto que seguirá afectando las industrias de la recreación y el turismo. Las inundaciones ocasionadas por el ANM en los llanos costeros y los humedales serán responsables de la pérdida de empleos en las industrias de la agricultura y la pesca. Mucha de la infraestructura localizada en las costas (carreteras, aeropuertos, plantas de energía eléctrica) ya está siendo impactada por el aumento en el nivel del mar, afectando servicios esenciales para el diario vivir.

ISSN 1947-1424

Ruperto Chaparro Serrano, Director del Programa Sea Grant Cristina D. Olán Martínez, Coordinadora de comunicaciones/Directora editorial Mariana González González, Editora Cynthia Maldonado Arroyo, Colaboradora editorial Delmis del C. Alicea Segarra, Especialista en currículo y educación Oliver Bencosme Palmer, Diagramador/Artista gráfico Cynthia L. Gotay Colón, Ilustradora científica Deifchiramary Tirado Choque, Ilustradora científica Wilmarie Cruz Franceschi, Traductora Raúl Omar Ortiz Arroyo (“Pichón Duarte”), Fotógrafo/ Videógrafo/Jefe de Impresos Las opiniones y los puntos de vista expresados en esta revista no necesariamente reflejan los de la Universidad de Puerto Rico o los del Programa Sea Grant. La mención de marcas de productos no debe ser interpretada como un endoso a las mismas. Ilustración de portada: Deifchiramary Tirado Choque.

Ruperto Chaparro Serrano, MA

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Visión Mucha gente piensa que el espacio sideral, el universo, es nuestra frontera final de la exploración y del conocimiento. Sin embargo, los océanos todavía son una región desconocida y nuestros mares, los que nos quedan a unos pasos de nuestras casas, aguardan por nuestros esfuerzos en investigación, para conocerlos a profundidad, mantener su valor ecológico y salvaguardarlos para que las generaciones futuras puedan beneficiarse de las oportunidades económicas y recreativas que estos ofrecen. Tal vez, lo irónico es que muchos conocen sobre el planeta Tierra o sobre nuestro sistema solar, pero conocen muy poco sobre los ecosistemas marinos y costeros y su extraordinaria biodiversidad, su fuerza y su energía física, así como su papel en la climatología. Como ciudadanos, debemos entender bien esa inmensa parte de esta biosfera que está formada por las aguas de los océanos.

Foto: Oliver Bencosme Palmer

Marejada surge como un medio de comunicación enfocado en educar a los hispanoparlantes acerca de la importancia de proteger nuestros mares y océanos de los complejos procesos climáticos y antropogénicos que los amenazan.

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Marejada es una revista ambiental comprometida con la conservación y el desarrollo sustentable de nuestros recursos y atracciones marinas y costeras. Nuestro interés es educar al público general y llevarle información científica de una manera sencilla y fácil de entender. Para nosotros, uno de los puntos clave, en el marco de las investigaciones científicas aplicadas, es poder desarrollar proyectos dirigidos a solucionar problemas actuales que afectan los recursos marinos y costeros que nos rodean, al tiempo que facilitamos los resultados de estas investigaciones a los manejadores y los usuarios de estos recursos. Estos resultados deben ser publicados y puestos al alcance de la mayor cantidad de personas. Esta revista ambiental constituye ese espacio accesible para que los investigadores, los científicos, los usuarios de los recursos, los educadores, los manejadores y los especialistas publiquen artículos cónsonos a nuestra visión, al tiempo que el lector disfruta en este proceso del saber. Marejada: una manera de acercarte más a la costa.


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Puerto Rico en la carrera por adaptarse al cambio climático

Impacto de los fenómenos climáticos extremos en el Caribe Y tú, ¿sabes lo que es la acidificación del océano? Barreras naturales costeras en peligro ante la acidificación oceánica Acidificación del océano El Consejo de Cambios Climáticos de Puerto Rico: Ciencia y voluntariado al servicio del país Concienciación y educación sobre el cambio climático a través de la experiencia de campo para estudiantes de escuela intermedia y superior Conoce a nuestro equipo: Wanda M. Ortiz Báez

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Puerto Rico en la carrera por adaptarse al cambio climático Por Pablo Méndez Lázaro, PhD Departamento de Salud Ambiental Escuela Graduada de Salud Pública Universidad de Puerto Rico, Recinto de Ciencias Médicas

El cambio climático tiene causas naturales y antropogénicas (que las causa el ser humano). Es un tema sumamente científico con potencial impacto en todos los sectores del planeta, por ello debe atenderse seriamente desde un esfuerzo multisectorial. Sin embargo, grandes intereses políticos y económicos han prostituido el tema del cambio climático restándole importancia solo para salvar sus propias inversiones. Como si de una religión se tratara, se habla de “creyentes contra no creyentes”, y en la objetivad del problema no existe tal cosa como “creyentes y no creyentes” del cambio climático. Quisiera presentar este tema de la siguiente manera: el planeta Tierra es un ser vivo y está enfermo. Como paciente enfermo necesita de expertos (científicos) que ayuden a diagnosticar su problema (enfermedad). Los científicos (como si fueran médicos) evalúan al paciente (planeta Tierra), lo observan, usan las mejores tecnologías, los mejores métodos y los mejores datos para hacer análisis de laboratorios, analizan los datos y obtienen unos resultados científicos. Con esos resultados diagnostican el paciente (planeta Tierra). Según el diagnóstico, se le atribuyen posibles causas a la enfermedad y se propone un tratamiento. Nadie sin diplomas en medicina, que no tenga la experiencia y el conocimiento adecuado,

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debería poner en duda el diagnóstico y el tratamiento propuesto por un médico. En el tema del cambio climático ocurre exactamente igual: nadie sin el conocimiento adecuado debería tener audiencia sobre el tema. Sin embargo, hay muchas personas mal llamadas “expertos”, y también mal intencionados, que no tienen el conocimiento ni la experiencia para hablar del tema, que obstaculizan la toma de decisiones evidenciada y tratan de menospreciar el asunto para salvaguardar sus propios intereses y evitar una transformación en la sociedad.

Sin importar las causas, el cambio climático presenta desafíos a escala planetaria, y a través de los eventos extremos se experimentan las manifestaciones de los cambios en el clima, impactando así diversos sectores: la salud humana y el bienestar, los recursos hídricos (cantidad y calidad del agua), la distribución y la diversidad de los recursos naturales vivos, la economía, entre otros. Los eventos extremos, como episodios de calor, las sequías, los ciclones tropicales y las inundaciones (ribereñas, urbanas y costeras), son las formas más inmediatas en que las personas experimentan los impactos del clima. Estos eventos extremos se pueden categorizar por su intensidad, duración y frecuencia. Los científicos advierten que el cambio climático, y otros factores antropogénicos, amenazan el funcionamiento


Los efectos del cambio climático ya son notables en Puerto Rico, y no hay que mirar al 2050 o al 2100 para verlos. Aunque no debemos atribuir los huracanes al cambio climático, estos fenómenos están muy presentes en la vida de todos los puertorriqueños. En septiembre de 2017, Puerto Rico experimentó una de las temporadas de huracanes más catastróficas en su historia reciente. El 4 de septiembre de 2017 el huracán Irma (categoría 5) llegó a las Antillas Menores y a las Islas Vírgenes de los Estados Unidos (USVI, por sus siglas en inglés) y pasó a 60 NM al noreste de Puerto Rico. El 20 de septiembre de 2017, el huracán María (categoría 4) tocó tierra en Puerto Rico. Muchos de estos territorios caribeños afectados experimentaron interrupciones importantes en los servicios esenciales (agua potable, energía eléctrica, telecomunicaciones, transporte por carreteras y puentes, acceso y servicio de salud) y muchísimos problemas de salud ambiental (saneamiento del agua, exposición a contaminantes, enfermedades transmitidas por vectores, higiene de alimentos, envenenamiento por monóxido de carbono y exposición a hongos y esporas). Para conocimiento general, vale la pena resaltar que en los últimos seis años Puerto Rico ha experimentado muchas de las amenazas climáticas enumeradas en todos los informes técnicos y científicos más robustos y respetados que existen en estos temas. Entre estos se encuentran: el Informe del Panel

Intergubernamental de Cambio Climático, de las Naciones Unidas; el US 3rd and 4th National Climate Assessment y el Puerto Rico State of the Climate, entre muchos manuscritos publicados en revistas arbitradas.

Los estudios muestran que Puerto Rico ha experimentado aumentos significativos en las temperaturas medias anuales y mensuales, las inundaciones costeras y las sequías. Si bien hay mucha incertidumbre acerca de las proyecciones de precipitación para la isla, muchos modelos muestran un aumento en la variación, precipitación y frecuencia de eventos extremos en el tiempo. El conocimiento de los riesgos y los mecanismos, para aplicar la información de manera efectiva al trabajar con el público y las comunidades, son esenciales. La mayoría de los eventos climáticos que han afectado la isla se han olvidado rápidamente. Es por esta razón que vale la pena enumerarlos y contextualizarlos. Estudios científicos evidencian que en los veranos del 2012 y 2013 San Juan, Puerto Rico, registró los episodios de calor más extensos de su historia y en el 2015 y 2016 Puerto Rico sufrió una de las peores sequías jamás registradas

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Foto: Pichón Duarte

de los sistemas socioecológicos de tal manera que también afectan su capacidad de resiliencia.


desde 1994-1995, manteniendo a la isla en estado de emergencia por la escases del recurso más preciado.

Como se ha evidenciado en la historia de Puerto Rico, los impactos relacionados con el cambio climático son particularmente perjudiciales para los ecosistemas de las islas tropicales, la salud pública, las economías y los medios de vida. Esto sugiere una necesidad urgente de adaptación para sustentar la resiliencia y la persistencia de los socioecológicos, y para el desarrollo de comunidades y medios de vida humanos resilientes. Crear resiliencia significa mejorar instituciones comunitarias, activos y redes, aprovechando a individuos, empresas y organizaciones para actuar con eficacia antes, durante y después de un evento. La Comisión Asesora para un Puerto Rico Resiliente define la resiliencia como la “capacidad de los individuos, comunidades, instituciones, negocios y sistemas para sobrevivir, adaptarse y crecer, sin importar qué tipo de estrés crónico y crisis agudas experimenten”. El fortalecimiento de la resiliencia es fundamental para mitigar el impacto de los eventos extremos y se ha convertido en un objetivo de la política pública.

Hoy en día Puerto Rico cuenta con vasta información científica y de alta calidad que sustenta el impacto del cambio climático en la isla. A esta información científica le acompañan algunas iniciativas gubernamentales, desde las Ordenes Ejecutivas firmadas en 2013, para que todas las agencias hicieran su “Análisis de vulnerabilidad y riesgo al cambio climático”, seguido por los “Planes de adaptación al cambio climático”. La isla también cuenta con iniciativas sectoriales. Por primera vez en la historia se desarrolló el Protocolo Interagencial para el manejo de la sequía; mientras que el Servicio Nacional de Meteorología incorporó el calor en su página web bajo el “Hazardous Weather Outlook”. El Departamento de Recursos Naturales y Ambientales incluye el asunto en la Oficina de Manejo de Zonas Costaneras y Cambio Climático; el Departamento de Agricultura Federal ha desarrollado el Programa Climate-ADAPTA y desde hace nueve años existe el Consejo de Cambios Climáticos de Puerto Rico, entre muchas otras iniciativas. 8

No obstante, aunque existe consenso y voluntad de cambio en la comunidad científica, de poco ha servido en la toma de decisiones del Estado para desarrollar estrategias comprehensivas de adaptación, que permitan delinear la ruta hacia una isla sostenible y resiliente. Dicho esto, la sostenibilidad debe ser el norte de Puerto Rico y la resiliencia se convierte en el marco conceptual para alcanzar la sostenibilidad social, ambiental y económica para mejorar la calidad de vida. Se debe argumentar que para evitar los riesgos y fallas de nuestro sistema socioecológico en el pasado, debemos hacer más que solo reconstruir: tenemos que transformar las condiciones sociales y políticas que nos hacen vulnerables a estos eventos extremos que pueden ser catastróficos. Siguiendo uno de los principios de la resiliencia, debemos reconectar con la naturaleza, reconocer los servicios ecosistémicos que ofrece y presentar oposición a los grandes intereses que solo favorecen acciones contra natura.

Cuando estudiaba mi maestría tenía un profesor que decía una frase que me ha marcado mucho: “Pulpo, animal de compañía”. Sí, así mismo como suena. Es difícil imaginarse a una persona paseando a su pulpo. El profesor usaba esta frase en contexto para explicar cómo los Gobiernos son tan hábiles creando frases populares sin sentido y aun así el pueblo se las cree. Nunca pensé que esa frase fuera tan relevante como ahora: cualquier parecido con la realidad de Puerto Rico, y el “¡Puerto Rico se levanta!”, es pura casualidad. Como bien ha presentado con reportes de periódico la Dra. Jenniffer Santos en sus charlas, el mismo eslogan se ha utilizado por más de 20 años desde el paso del huracán Georges en 1998. “Pulpo, animal de compañía”.

Contra natura, contra toda evidencia científica, contra la evolución en la era de la tecnología, y contrario a las acciones para minimizar el impacto del cambio climático en Puerto Rico, nuestra isla propone producir energía eléctrica con la quema de combustible fósil (carbón, gas y petróleo) por los próximos 30 años. Se propone la forma más anticuada de generar electricidad, sin mencionar la cantidad de gases de efecto invernadero que afectan nuestra atmósfera y


En Puerto Rico existen las bases para la transformación, y la población está preparada para el cambio. No obstante es preocupante reconocer que aún se proponen soluciones obsoletas a problemas del siglo XXI. Si seguimos proponiendo soluciones obsoletas y costosas, por qué no proponer caballos y carretas para mejorar el transporte en la isla, caballeros templarios con armaduras de hierro para la seguridad nacional, eliminar el aeropuerto y viajar en los galeones o carabelas de Colón, operaciones sin anestesia, eliminar los antibióticos, eliminar las computadoras, eliminar los smartphones y la banda ancha para instalar telégrafo, instalar cabinas telefónicas y hablar en clave morse, eliminar las vacunas y el aire acondicionado.

Hago la salvedad de que la ciencia no es la solución a todos nuestros problemas. Sin embargo, aporta información sustancial para que se pueda sostener una discusión de altura, profesional y que apoya con datos, resultados y evidencia cualquier proceso de toma de decisiones, eliminando las decisiones pasionales y de intereses político-partidistas. En temas de adaptación al cambio climático, la isla cuenta con mucho conocimiento científico, excelentes profesionales y buena infraestructura administrativa para liderar el asunto en el Caribe. Tras el paso del huracán María mucho dinero estará llegando a Puerto Rico. Por tales motivos, los próximos años serán críticos para garantizar que los esfuerzos de reconstrucción incluyan visiones, perspectivas y alternativas transformadoras y, lo más importante, que vayan enfocadas en las necesidades de las personas y los ecosistemas que serán más vulnerables a futuros eventos extremos. Abordar estos peligros requerirá nuevos enfoques estratégicos transdisciplinarios y de comunicación para facilitar los esfuerzos de los profesionales, las comunidades, la academia y las organizaciones cívicas.

Foto: Pichón Duarte

nuestra salud. En el pasado hubo una iniciativa llamada “Vía verde”, que de verde tenía lo que el pulpo tiene de animal de compañía. En la actualidad se habla de la gasificación como una transición sin aún establecer una meta 100 % renovable. Razones para justificar la inacción o no hacer nada siempre hay muchas. Muchas organizaciones, comunidades, organizaciones cívicas y la academia han propuesto alternativas viables y renovables haciendo frente común a la inacción.

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Impacto de los fenómenos climáticos extremos en el Caribe Por Rafael Méndez Tejeda, PhD Catedrático, Universidad de Puerto Rico, Carolina Laboratorio de Ciencias Atmosféricas

En este artículo se analiza el comportamiento de los fenómenos climáticos extremos (FCE) y su impacto en la región del Caribe. Los fenómenos naturales que causan desastres se pueden clasificar en dos grupos: los de carácter geológico y los climáticos. Entre los primeros están los terremotos, los maremotos y las erupciones volcánicas; entre los segundos encontramos todos los FCE, tales como: ciclones tropicales (depresiones, tormentas y huracanes), tornados, sequías, incendios forestales y el aumento del nivel del mar a causa del derretimiento del hielo polar, entre otros. Un fenómeno natural mixto, es decir, entre geológico y climático, puede encontrarse en algunas avalanchas, que combinan el deshielo excesivo con deslizamientos de tierra. De acuerdo con los datos del Banco Mundial (organización multinacional especializada en finanzas y asistencia), los desastres causados por los fenómenos climáticos han significado las dos terceras partes de las pérdidas económicas y humanas globales en los últimos 44 años, y han provocado 3.5 millones de muertes en todo el mundo. Esto se debe al aumento en su frecuencia durante las últimas décadas. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) define los FCE como un episodio, suceso o evento meteorológico que es raro o infrecuente, según su distribución estadística para un lugar determinado. En las últimas décadas, el planeta Tierra está experimentando una serie de FCE, como sequías, huracanes, tormentas, lluvias intensas, nevadas, olas de calor y de

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frío, entre otros, que ocurren en un mundo diferente del que conocieron nuestros abuelos. La temperatura media de la atmósfera ha aumentado 33.35 °F (0.75°C) desde 1950 hasta el 2016. Este aumento ha afectado la frecuencia de los episodios de lluvia, nieve, incendios forestales, deslizamientos de tierra, entre otros.

Los cambios climáticos siempre han sido parte de la evolución de la Tierra. Sin embargo, la forma tan acelerada en la que están ocurriendo estos cambios, y el aumento en la frecuencia e intensidad de los FCE, es el resultado del aumento de concentraciones de gases invernadero a partir de la Revolución Industrial. El aumento de dióxido de carbono, metano, vapor de agua, óxidos nitrosos y clorofluorocarbonos en la atmósfera terrestre produce un aumento abrupto de la temperatura promedio de la Tierra y ocasiona lo que se conoce como calentamiento global. Al aumentar la temperatura global y también la evaporación, especialmente en el trópico, donde se producen más del 70 % de las nubes del planeta, las nubes se integrarán a la atmósfera y, a su vez, a través de las células de circulación atmosférica, se introducirán en toda la primera capa de la atmósfera (troposfera).

Balneario de Boquerón, Cabo Rojo, Puerto Rico después del paso del huracán María.


De acuerdo con los datos de la Administración Nacional Oceanográfica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés), desde que se tienen registros históricos instrumentales (desde el 1880), los 10 años más cálidos corresponden al siglo XXI, siendo el 2015 el año más cálido de ese registro. Esta organización, después de haber reunido los principales conjuntos de datos internacionales, observó que la diferencia de temperatura entre los años más cálidos era tan solo de varias centésimas de grados, o sea, menor que el margen de incertidumbre. La temperatura global (de la Tierra y el océano) en el 2015 fue superior a 33 °F (0.57 °C), en la media global comparada con el periodo de referencia, del 1961 al 1990. A modo de comparación, podemos decir que, según los cálculos de la NOAA, en el 2010 las temperaturas fueron superiores a 31.99 °F

(0.55 °C) en la media global, y en el 2005 en 32.97 °F (0.54 °C). El margen de incertidumbre se estimó en 32.18 °F (0.10 °C), lo que nos indica que la temperatura media global sigue en aumento. Los pronósticos climáticos realizados en la década del 1990 han planteado diversos escenarios sobre cómo cambiaría el clima del planeta, pero todos o casi todos han coincidido en que los FCE van a aumentar en frecuencia e intensidad, por lo que es inminente la preparación para estos nuevos escenarios climáticos. Por otro lado, también se han visto afectadas algunas anomalías climáticas estacionales en numerosas partes del mundo, tales como La Niña o El Niño (ENSO, por sus siglas en inglés). Resulta difícil atribuir explícitamente la causa de un fenómeno meteorológico extremo a El Niño o La Niña, sin tener en cuenta la influencia de otros factores. En la actualidad se están llevando a cabo nuevas investigaciones para establecer de manera concluyente si el cambio climático provocará episodios más frecuentes e intensos de El Niño y/o La Niña (Tartaglione, 2003). Algunos investigadores, tales como Schuldt (2016) y Woosuk et al (2017), han encontrado que en los 15 años de este siglo la frecuencia y la intensidad de estos eventos han incrementado respecto a las últimas décadas

Foto: Pichón Duarte

Esta nubosidad producirá en los trópicos lluvias de mucha intensidad y corta duración, sobre todo en los trópicos y latitudes medias. Sin embargo, en las altas latitudes (Estados Unidos, Canadá, Europa, entre otros) la nubosidad se precipitará en forma de nieve, causando frentes fríos y grandes nevadas, por lo que los inviernos tenderán a ser más intensos y los veranos cada vez más cálidos, de acuerdo con los pronósticos de la OMM. Estos frentes fríos han causado y están causando gran impacto en la erosión costera de todo el Caribe (Barreto et al, 2017).

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del siglo XX. La relación entre la intensidad de estos fenómenos extremos, de acuerdo con sus hallazgos, es sólida. Se estima que los océanos han absorbido alrededor de 20 veces más calor que la atmósfera durante el último medio siglo, provocando temperaturas más altas en aguas superficiales y profundas; así lo confirman otros investigadores, como IPCC (2016) y NCA (2014). Que la temperatura de los océanos esté más alta es sinónimo de tener mayor combustible (índice de calor acumulado) para la formación de ciclones tropicales de mayor intensidad. UCS (2017) sustenta la hipótesis de que existe una correlación entre la intensidad de los ciclones tropicales y la temperatura superficial de los océanos.

Es preciso apuntar los grandes impactos que los FCE están causando y causarán en las islas del Caribe. Entre estos impactos cabe mencionar: Aumento en la temperatura

La OMM señala que el año 2016 sigue manteniendo el récord mundial como el año más cálido en el conjunto de la Tierra, desde que empezaron los registros modernos instrumentales en 1880. Pero destaca que el 2017 ha sido el año más cálido sin el fenómeno de El Niño, que suele provocar un aumento de las temperaturas anuales mundiales. Así, en el 2017 la temperatura media mundial en superficie aumentó aproximadamente un 33.98 °F (1.1 °C) desde el inicio de la Revolución Industrial en el 1750.

En Estados Unidos y Europa se están registrado actualmente olas de frío intensas durante el invierno. Sin embargo, al analizar los registros de la tendencia de la temperatura en Estados Unidos, a partir de mediados del siglo pasado, estos muestran que las temperaturas máximas están cambiando con una frecuencia más del doble que los récords de temperaturas mínimas, y se han observado patrones similares en todo el planeta. En el caso del Caribe, algunos investigadores, como Stephenson et al (2014), han reportado una tendencia en los índices de temperatura y precipitación diarios y extremos en la región del

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Caribe, para registros que abarcan los intervalos de 1961 al 2010 y 1986 al 2010. Méndez-Tejeda (2017) encuentra para Puerto Rico un aumento en la cantidad de días de calor por décadas. Sus resultados muestran que los días de calor de la década de 1960 se han triplicado. También reporta que la temperatura ha aumentado desde 36 °F (2.24 °C) en los últimos 60 años. Por otro lado, usando el modelo de circulación global de Van Beusekom et al (2014), este reportó un aumento de temperatura de 32.01 °F (0.01 °C) a 32.05 °F (0.03 °C) por año, lo que representa un aumento entre 33.8 a 37.4 °F (1° a 3 °C) en 100 años. Aumento del nivel del mar

Las proyecciones científicas están de acuerdo que para el 2100 el nivel del mar debe haber subido, por lo menos, 1.2 metros sobre el actual. No será de una forma lineal, sino cuasi exponencial, debido a las retroalimentaciones por parte de varios factores de índole meteorológico y astronómico. Pero, de cualquier forma, este aumento está impactando las playas de todo el mundo y muy especialmente las de la región del Caribe. Estos efectos se pueden observar en la foto 1. Los cambios morfológicos (es decir, en las estructuras) de las playas y las costas del Caribe durante las últimas décadas se han afectado por diversos FCE. Entre estos se pueden mencionar: 1. las marejadas (producidas por sistemas ciclónicos, sistemas frontales, frentes fríos, entre otros); 2. la variabilidad en la descarga de agua y sedimentos de los ríos;

3. el efecto de la presencia de barreras naturales (corales, arrecifes, praderas de hierbas marinas y roca de playa) sobre las costas; 4. la presencia de cañones submarinos;

5. modificación de las desembocaduras de los ríos, arroyos y humedales.


Foto: Rafael Méndez Tejeda

Foto 1. Muestra el impacto de una marejada ciclónica en el 2015 en Parcelas Suárez, Loíza, Puerto Rico.

Todas estas variables pueden promover pérdida o ganancia de sedimentos en los sistemas de playa (Barreto, 1997 y Morelock, 1984). Además, algunos estudios realizados han identificado que diversas actividades humanas como la extracción de arena en las dunas, los dragados en la zona litoral, las construcciones de infraestructura en la costa, los cambios de uso y cobertura de terrenos, así como la alteración de cuencas hidrográficas y la presencia de represas en ellas, pueden modificar la morfología de los sistemas de playas (French y Burningham, 2013).

erosión costera. La causa principal de estas erosiones en las costas es el aumento del nivel del mar, los ciclones tropicales y el efecto de los frentes fríos, que producen grandes marejadas. La marejadas, precisamente, unidas al aumento del nivel del mar, son los eventos que están impactando grandemente las costas.

Durante las últimas décadas un fenómeno que se ha presentado con mayor frecuencia es la

Estas lluvias son más frecuentes en las ciudades costeras, donde la brisa y la isla de calor,

En la gráfica 1 puede observarse el mareógrafo colocado en La Parguera, Puerto Rico. Podemos ver el aumento en el nivel del mar (curvas negras) que ha ocurrido desde que se lleva récord, mientras que la línea roja muestra la tendencia general de la serie. La curva verde muestra una media móvil (running average) de 10 años de ancho, y finalmente la línea azul muestra el aumento experimentado desde el 2010 al presente.

Inundaciones

Los episodios de lluvias intensas han aumentado en las últimas dos décadas. Mejorar la capacidad de predicción temprana de los FCE, y buscar mecanismos para adaptarse a los cambios, son dos de los grandes desafíos que los meteorólogos deben enfrentar y superar ante el cambio climático. Groisman et al (2005) han definido “lluvia intensa” como un periodo de precipitación de 24 horas, superior a las 2 pulgadas de lluvia. Por lo general, estas lluvias son de origen convectivo; es decir, no son lluvias que provienen de sistemas ciclónicos, sino que su origen mayormente lo producen el calor diurno y la orografía del terreno. 13


Gráfica 1. Cortesía del Dr. Aurelio Mercado.

ayudadas por las edificaciones y el pavimento, juegan un rol importante. Estas inundaciones repentinas causan grandes problemas en el transporte de las ciudades; por ejemplo, los autos pueden perder el control o inundarse. El agua puede arrastrar lodo y basura que pueden contener aguas residuales y químicos, causando enfermedades en los seres humanos y animales. Sequías

Podemos decir que la sequía es una anomalía transitoria en la que la disponibilidad de agua se sitúa por debajo de los requerimientos estadísticos de un área geográfica dada. El agua no es suficiente para abastecer las necesidades de las plantas y los animales, y esto ocasiona escasez del recurso del agua en un lugar determinado durante un periodo específico. Generalmente, si el por ciento de lluvia es 75 o menor a la norma (lluvia promedio de 30 años), por un periodo de un año o más, se

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considera una sequía meteorológica. Debido a la variabilidad natural del clima, la probabilidad de que ocurra este episodio meteorológico, y su nivel de frecuencia, es cada vez mayor, lo cual afecta la vida de muchas personas y ocasiona pérdidas económicas en un país. En la mayoría de los casos, la presión que ejerce la escasez del recurso hídrico (la sequía) sobre el sistema se traduce en sequías agrícolas, sequías hidrológicas y sequía social (Magaña y Neri, 2007).

La sequía agrícola ocurre cuando no hay suficiente agua para que puedan crecer los cultivos, afectando mayormente la producción de cosechas y el ganado. Por otro lado, la sequía hidrológica se refiere al efecto de la merma en el patrón de lluvia por un periodo prolongado sobre los cuerpos de agua superficiales y sobre los recursos de agua subterráneos y también los efectos de esta escasez en el suministro de agua. Por último, pero no menos importante, la sequía


social está relacionada con los efectos de la escasez en el abasto de agua para las personas y las actividades económicas, potenciando desigualdades de acceso y aprovechamiento del agua en la población del país. La sequía más reciente que ocurrió en el Caribe fue entre los años 2013 a 2015, ocasionando diversas pérdidas económicas en toda la región; este episodio de sequía coincidió con la presencia del fenómeno de El Niño (NWS, 2016). Impactos en la salud

El calentamiento global afecta la salud de la población en el Caribe y causa un aumento de las tasas de mortalidad y de morbilidad (MéndezLazaro et al, 2015). También incrementa la vulnerabilidad de nuestra población. Los grupos de edad de alto riesgo, como las personas de edad avanzada y niños, no están preparadas para resistir temperaturas mucho más altas. Si se suman el calentamiento global y la isla de calor urbana, las temperaturas podrían ascender hasta 42.8 °F (6 °C) por encima de lo normal. Asimismo, las condiciones del cambio climático global presentan una mayor frecuencia de enfermedades respiratorias y de cáncer en la piel (Méndez-Lázaro et al 2015). De este modo, el aumento en la prevalencia de asma y la mayor incidencia de dengue en la población de Puerto Rico puede relacionarse con los efectos del cambio climático. De este modo, tratar a largo plazo todos estos casos conlleva un costo y una inversión mayor por parte de la ciudadanía y del Gobierno.

En la actualidad, con el aumento en la tendencia de los FCE, se hace más necesario que nunca estudiar ampliamente estos vínculos de la Oscilación del Sur y sus dos fases, la fase fría (La Niña) y su fase cálida (El Niño). Estas están íntimamente relacionadas con la intensificación de enfermedades transmitidas por insectos, debido a que alteran los patrones de precipitación, lo que contribuye a la proliferación del mosquito Aedes aegypti, vector que transmite dengue, Zika y chikunguña (Seguinot, 2005; Rigau-Pérez et al, 2002).

Otro FCE que se ha intensificado a partir del 2003, como muestran los hallazgos de Jiménez-Vélez et al (2009), es la presencia del polvo del Sahara, así como el aumento de los hongos y las esporas. Ambos impactan la salud grandemente, e influyen en el asma bronquial, en las alergias, las afecciones de la piel y en las dolencias cardiovasculares. Cada año, la llegada a la región del Caribe de grandes cantidades de estas partículas en forma de nubes, generadas por las tormentas de arena del desierto del Sahara, también tienen un enorme impacto en los ecosistemas marinos y terrestres. Anualmente se forman enormes tormentas sobre el desierto del Sahara y la región conocida como el desierto del Sahel, en el norte de África, que incorporan millones de toneladas de polvo a la atmósfera. Estas nubes de polvo contienen partículas muy finas, o aerosoles, que por su pequeño tamaño pueden permanecer suspendidas en la atmósfera y transportarse mediante los vientos alisios a regiones distantes como Europa, el Medio Oriente y el oeste del Océano Atlántico (Detrés, 2015).

Foto: Oliver Bencosme Palmer

Aumento en los incendios forestales

Los episodios de lluvias intensas han aumentado en las últimas dos décadas.

Por definición, un incendio forestal es un fuego que afecta la vegetación en los bosques, las selvas y las zonas áridas o semiáridas, y áreas preferentemente forestales, ya sea por causas naturales o por la acción humana. Puede perjudicar desde una superficie pequeña hasta cientos de hectáreas, ocasionando diversos efectos al suelo, la flora y fauna, así como a la agricultura, la recreación y la composición de la biodiversidad.

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Foto: Oliver Bencosme Palmer

Incendio forestal.

Los FCE, como las sequías, que se han hecho cada vez más frecuentes, son un gran aliado para que los incendios forestales se extiendan. En la actualidad, diversos países como España, Australia, Chile, Estados Unidos y otros países del Caribe han experimentado este incremento en los incendios forestales. En California, Estados Unidos, por ejemplo, los incendios forestales han comenzado a ser fenómenos habituales cada año, que dejan grandes pérdidas de vidas y de bienes. De igual modo ha ocurrido en años recientes en República Dominicana, como en la provincia de Montecristi, en el Valle Nuevo en la Cordillera Central, en Azua, entre otros.

Méndez Tejeda et al (2015), asimismo, evalúan el impacto económico que representa este fenómeno extremo para Puerto Rico (se estiman los daños para el año 2014 en 13.8 millones de dólares). En el caso de la sequía del 2015-2016, en un intento desesperado de inducir la lluvia en estas cuencas, la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados (AAA) contrató la compañía Seeding Operations & Atmospheric Research (SOAR) para aumentar el flujo de los tributarios que alimentan los embalses de La Plata, Loíza y Cidra, a un costo de 66,500 dólares mensuales por 3 meses, según se reseñó en la prensa. De

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acuerdo a lo que indicó el personal de la AAA, el monto total para este proyecto fue de 362,717 dólares (DRNA, 2016). El Departamento de Agricultura, por otro lado, reportó al inicio de la sequía pérdidas de 20 millones de dólares (Noticel, 2015). Otro caso de pérdida económica fue el manejo del impacto de Zika, en el que las perdidas en el turismo alcanzaron los 44.5 millones de dólares (Endi, 2016). Por otro lado, también se menciona que, aunque el cambio climático haya creado las condiciones necesarias para su propagación, la mayoría de estos incendios son de origen antropogénico; es decir, que hay intervención del hombre. Evidencia de esto es que, en el caso de Puerto Rico, el 40 % de los incendios ocurre entre el horario de 5 de la tarde a 8 de la mañana, cuando las condiciones meteorológica no son propicias para la combustión espontánea (Mendez Tejeda et al, 2015). Ciclones tropicales

Los ciclones tropicales (depresiones, tormentas, huracanes) han mostrado una mayor frecuencia desde la década de 1980, coincidiendo con el aumento de la temperatura media del planeta Tierra. La periodicidad y la intensidad de los


Durante el 2017, en el Océano Atlántico Norte, los huracanes que han azotado los Estados Unidos y el Caribe han dejado grandes pérdidas económicas, sobre todo han impactado el turismo de la región; también el sector de los seguros, sin contar la pérdida de vida y bienes en general. En el caso del huracán Harvey, la agencia clasificadora de crédito Moody’s estimó inicialmente que los daños causados en el sureste de Texas alcanzaron la cifra de 75 billones, clasificándola como una de las tormentas más costosas de la historia de Estados Unidos. De igual forma, el huracán Katrina en el 2005 costó 81 billones y el huracán Sandy en el 2012 arrojó pérdidas de 35 billones. Recientemente, el huracán María impactó a Puerto Rico, y su costo superó los

94 billones de dólares. Aun así, las pérdidas estimadas en el Caribe son proporciones colosales, ya que esta región tiene el turismo como su principal fuente de ingreso del Producto Interno Bruto (PIB).

En el 2016, estos FCE causaron grandes pérdidas, si tomamos en cuenta que los turistas gastaron 31 billones de dólares en el Caribe y se esperaba que estas cifras crecieran un 5.4 % para el 2017. Este crecimiento económico se ha visto afectado por los impactos de los ciclones tropicales, causando grandes pérdidas a la economía de la región del Caribe.

Algunos factores como el anticiclón de las Azores, la gran cantidad de energía calorífica almacenada en el océano, que es enviada a la atmósfera, así como la ausencia del fenómeno de El Niño y el posible desarrollo de La Niña, son factores que pueden contribuir a una temporada de huracanes muy activa en el 2018. Normalmente la presencia de El Niño nos trae una corriente de aire cortante en la troposfera que tiende a debilitar los huracanes en el Océano Atlántico. Por tal razón, la población del Caribe debe estar preparada para mitigar los impactos que pueda generar la próxima temporada ciclónica.

Gráfica 2. Muestra el comportamiento de los huracanes en el Atlántico Norte desde 1850 hasta el 2017. Fuente: https://acomstaff.acom.ucar.edu/drews/hurricane/SeparatingTheACE.html

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Gráfica: AOML: NOAA

huracanes, sobre todo, han ido en incremento (Wei et al, 2016; Pielke, 2008; UCS, 2017). Desde 1998, con el impacto del huracán Georges, hasta el 2017, con el huracán María, el Océano Atlántico ha sido escenario del desarrollo de diversos ciclones y tormentas tropicales. En el 2005, un año récord en la actividad ciclónica, se formaron 28 sistemas que causaron enormes daños en el Caribe y en los Estados Unidos (ver estadística en la gráfica 2).


Vulnerabilidad: factor de riesgo

Foto: Oliver Bencosme Palmer

El cambio climático hace que las hipótesis sobre la frecuencia y la gravedad de las amenazas climáticas derivadas de la experiencia histórica, dejen de ser una base fiable para la evaluación de riesgos a corto plazo. Si bien es cierto que la conciencia acerca de los riesgos climáticos ha aumentado notablemente, todavía a menudo las instituciones nacionales no están lo suficientemente preparadas para responder y prevenir los riesgos asociados a las nuevas y múltiples amenazas que afectan a distintos sectores. Esto se suma a una falta de claridad

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sobre mandatos y distribución del trabajo entre los distintos organismos y departamentos que se reparten las responsabilidades de la gestión de los riesgos de desastre. La gestión del riesgo climático se centra en el desarrollo de sectores, como la agricultura, los recursos hídricos, la seguridad alimentaria, la salud, el medio ambiente y los medios de subsistencia, que son muy sensibles al cambio y a la variabilidad del clima. La mitigación y la resiliencia de la Isla están íntimamente ligadas al nivel de preparación del país. Por lo tanto, se deben adoptar


medidas que apunten a la adaptación de las economías, los recursos y la población a las vulnerabilidades particulares que se presenten en cada región o país. En el caso de Puerto Rico, crear capacidades de resiliencia económica, social, sanitaria y cultural en las personas, las comunidades y sus bienes, así como en el medio ambiente, es una necesidad imperiosa. Esto

representa un reto importante para el Gobierno y el sector privado y, de no hacerse, se repetirá la tragedia del huracán María, de la cual aún no nos hemos superado. Ver referencias de este artículo en la versión en línea de esta Marejada.

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Y tú, ¿sabes lo que es la acidificación del océano? Por Mariana González González, MA Editora, Programa Sea Grant de la Universidad de Puerto Rico

La Revolución Industrial

Con la llegada de la Revolución Industrial, que data desde el 1760 hasta el 1840, aproximadamente, el ser humano necesitaba poner a funcionar esa nueva maquinaria industrial. ¿Y qué “mejor” forma de hacerlo que generando combustible con la quema de combustibles fósiles como el carbón? Es así como no solo inicia una nueva era histórica a nivel mundial, sino también una aceleración significativa en los niveles de CO2 en los océanos de la Tierra. Es decir, la atmósfera, a partir de esta nueva revolución que emprendió la humanidad, empieza a recibir más dióxido de carbono; cantidades extra que el océano comienza a absorber porque cuenta con la capacidad para hacerlo.

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Para que nos hagamos una imagen más nítida de cuánto CO2 ha recibido la atmósfera desde la Revolución Industrial, vayamos al pH del océano, es decir, a la escala que mide la concentración de ácido en un líquido. En un rango del 0 al 14, entre más baja esté la solución más ácida será; mientras más alta, entonces, se considera básica. Si, por otro lado, la solución se encuentra en 7, se dice que es neutral (figura 1). ¿Y cómo se encuentran nuestras aguas actualmente? Antes que todo, remontémonos a 300 años atrás. Para ese entonces, el océano contaba con un pH de 8.2, es decir, con una solución ligeramente básica. Hoy día nos encontramos con un 8.1, lo que quiere decir que desde entonces disminuyó un 0.1. Sí, parece poco; sin embargo, si lo llevamos a porcentaje deja de parecerlo: nuestros océanos, desde entonces, tiene aproximadamente un 25 % extra de acidez. 0 ácida

7 14 neutral básica

Figura 1. Escala que mide la concentración de ácido en el océano.

Curiosamente, en un inicio los científicos pensaron que la generosidad del océano al absorber estos excesos que ocasionaban el ser humano era positiva. Es que, veamos, ¡los océanos estaban librando a la atmósfera de una cantidad considerable de CO2! Se creía que esta acción oceánica apaciguaría el impacto al cambio climático y que controlaría su ritmo. Sin embargo,

Foto: Oliver Bencosme Palmer

Al ser humano no es al único al que le da acidez luego de pasársele la mano con las bebidas carbonatadas. Al océano también le ocurre. Eso sí, a favor del océano podríamos decir que es natural si tiene acidez, pero, si le da en exceso, no es su culpa. Es decir, así como tenemos aguas oceánicas con soluciones básicas y neutras, también podemos tener océanos con solución ácida. Que sea de una forma u otra dependerá del nivel de hidrógeno que tengan y, también, de la interferencia del ser humano, que es, precisamente, al problema que se enfrentan. Desde que empezó la Revolución Industrial los mares absorben C02 en exceso y de forma acelerada; es decir, comenzaron a acidificarse.


eventualmente se dieron cuenta de que, aunque sí se reduce el impacto a la atmósfera, otro efecto, para nada positivo, estaba surgiendo en el océano: cuando el CO2 entra en contacto con el agua oceánica, se forma ácido carbónico. Este ácido, aunque se considera débil, ahora que empieza a entrar en exceso hace que el pH en el agua disminuya y los mares se acidifiquen. Una consecuencia de la acidificación del océano se refleja directamente en esas especies, desde plantas y animales, que forman sus caparazones con carbonato de calcio. Con los océanos más ácidos este material vital se disuelve más rápido, por lo que su disponibilidad en el agua disminuye. Esto ocasiona que organismos como los corales, el plancton, las almejas, las ostras y las langostas, entre otros, tengan que utilizar más energía para poder mantener y desarrollar sus estructuras protectoras.

Foto: Héctor Ruiz

¿Y qué si el mar está más ácido?

Coral blanqueado.

¿Cómo se puede ayudar a los océanos? Para combatir la acidificación de los océanos, todo apunta a que el ser humano tendrá que reducir al mínimo las emisiones de gases con efecto invernadero que bota hacia la atmósfera. El impacto del CO2 a los océanos también se puede reducir cuidando nuestros bosques, es decir, evitando la deforestación, la erosión y la degradación de los suelos, ya que estos son sumideros de carbono. Para que ambas acciones se realicen de forma efectiva, eso sí, antes se tiene que educar y concientizar, no solo a la comunidad, sino también al Gobierno, sobre el gran daño que el ser humano ha estado y sigue ocasionado a nuestra atmósfera y a los océanos.

Asimismo, que algunas especies tengan problemas de calcificación no solo les afecta a ellas como organismos individuales. Los ecosistemas que necesitan de estas también padecen los efectos de forma indirecta. Los arrecifes de coral, por ejemplo, dependen de los corales para poder alojar a todo un ecosistema muy variado de especies marinas; si los corales están en apuros, todo el ecosistema que depende de él también lo está. Pensémoslo así: el arrecife de coral es un equivalente a una selva Referencias tropical, si la selva tropical se extinguiera, con ella dejarían de existir muchos organismos, y otros Córdova, C. (2015). (La acidificación de los océanos afecta la dependientes que la necesitan para subsistir. De reproducción de las especies marinas. Udep. Recuperado hecho, la misma necesidad de que el ecosistema de http://udep.edu.pe/hoy/2015/la-acidificacionmarino esté saludable la tiene también el ser oceanos-afecta-reproduccion-especies-marinas/ humano. Que los animales del mar estén saludables es necesario para mantener en orden la cadena trófica, así como la pesca comercial. Si un crustáceo Pau. (2017). Qué es la acidificación de los océanos; causas y efectos: Causas, consecuencias y efectos de la acidificación no se desarrolla bien, por ejemplo, ¿qué tipo de de los océanos y mares. La acidez del agua del mar producto podría esperar adquirir tanto el pescador por culpa del cambio climático. Nautical News Today. como el consumidor? Asimismo, la protección de las Recuperado de https://www.nauticalnewstoday.com/ costas, como ya leeremos en el proyecto “Barreras acidificacion-oceanos-causas-efectos/ naturales costeras en peligro ante la acidificación oceánica”, en la página 18, también corre peligro. (2017). Ocean Acidification: Carbon dioxide in the water Las barreras naturales costeras (como los arrecifes puts shelled animals at risk. National Geographic. de coral) se están afectando por la acidificación Recuperado de https://www.nationalgeographic.com/ oceánica y, por lo tanto, dejan vulnerable las costas environment/oceans/critical-issues-ocean-acidification/ y todo lo que se encuentre en ellas.

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Foto: Pichón Duarte

Barreras naturales costeras en peligro ante la acidificación oceánica Investigadores monitorean aguas de La Parguera Mariana González González, MA Editora, Programa Sea Grant de la Universidad de Puerto Rico

Uno de los efectos de la acidificación del océano se refleja en las barreras naturales costeras. Estas barreras, que se forman con variedades de organismos y ecosistemas, como arrecifes de coral, manglares y praderas de hierbas marinas, son las que se encargan de menguar el impacto de las olas y las fuertes marejadas que irrumpen en las costas. Con la acidificación del océano en vigor, nos encontramos con que el desarrollo de organismos como los corales y las algas calcáreas se afecta a causa de la rápida disolución de carbonato de calcio en el agua y la bioerosión. Sin sus organismos claves, podrá entenderse, las barreras costeras naturales corren un grave peligro de existencia, y ni mencionar la alarma que resuena en la zona marítimo terrestre, si no tiene barreras que la protejan.

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Con esto en mente, en el cayo Enrique, en la Reserva Natural La Parguera (Lajas, Puerto Rico), investigadores iniciaron una serie de estudios que, como dice Melissa Méndez Oyola, una de las investigadoras coprincipales de la investigación, ayudan a identificar cómo se distribuye geográficamente la química del carbonato de la superficie, que es importante para identificar esas zonas que sufren acidificación oceánica, y que son vulnerables para organismos. Se trata, de hecho, del primer estudio biogeoquímico y físico del sistema de barreras que se realiza en La Parguera (por biogeoquímica entiéndase el estudio de la interacción entre compuestos geoquímicos y los organismos vivos). El objetivo a largo plazo de esta investigación es ayudar a desarrollar políticas de alerta y gestión en las islas tropicales.


Otro recurso que se utilizó para esta investigación, en la que también colaboraron organizaciones como CariCOOS, la Universidad de New Hampshire y voluntarios de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayagüez, fue un bote recreacional que se convirtió en uno de investigación. En este medio de transporte se monitoreó la región, por cinco días consecutivos, durante noviembre de 2016, marzo 2017 y abril 2018. Durante el monitoreo se elaboró un mapa que ilustraba la química del carbonato que se presentaba en diferentes sistemas de arrecifes en La Parguera. El monitoreo, asimismo, también investigó los patrones de circulación de agua, porque se considera que las corrientes pueden influenciar en la química del agua. La investigación, de hecho, no solo se fijó en el cayo, sino que los investigadores cubrieron áreas de los canales del manglar, zonas de arena y praderas marinas, incluyendo así la Bahía Biolumuniscente. En las zonas cuya variabilidad era alta, menciona Meléndez Oyola, el tiempo de muestreo alcanzó las 18 horas; esto porque buscaban tener una visión más nítida de los procesos que ocurrían en el área. Como novedad, y para la recolección de datos, otro instrumento que se utilizó en la investigación fueron sensores capaces de medir, cada dos segundos, el CO2 en el aire y el agua, también la temperatura, la salinidad, la clorofila y el oxígeno a alta potencia. Esta herramienta nunca se había utilizado en la isla, y contrasta considerablemente con las tres horas que tarda la boya en hacer las mediciones. Si bien esta herramienta se diseñó para usarse solo en zonas templadas, a raíz del estudio, los investigadores diseñaron un prototipo

Foto: Efra Figueroa

Asimismo, la iniciativa, que comenzó el 2015, y que patrocina el Programa Sea Grant de la Universidad de Puerto Rico, el Proyecto de Acidificación del Océano de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) y el Integrated Ocean Observing System, utiliza como herramienta la boya que desde el 2009 ancló la NOAA en La Parguera (figura 1). El propósito de traer esta boya, como menciona Meléndez Oyola, es monitorear variables físicas y químicas de esta área. Así, con esta herramienta se obtienen medidas de C02 en el agua y en el océano, temperatura, salinidad, acidez (o pH), entre otros parámetros.

Investigadores durante el trabajo de campo.

que puede utilizarse en zonas tropicales; esto en colaboración con la Universidad de New Hampshire y la compañía alemana Kongsberg Maritime.

Entre los primeros resultados del estudio se menciona que la circulación del agua puede tener algún efecto en la química del agua en esa área de La Parguera. Sin embargo, aún se desconoce hasta qué punto las corrientes pueden afectar las propiedades físicas y químicas en las aguas que están cerca de la costa. La intención de este tipo de investigación, de hecho, es proveer datos para identificar zonas críticas de la acidificación del agua en estos ecosistemas marinos, y ayudar a evaluar mejor las estrategias de gestión. Por otro lado, otro resultado arrojó que las medidas de CO2 en las aguas oceánicas en manglares y canales costeros fueron muy altas. Esto sugiere que en esas áreas que están cerca de la costa es muy posible que ya esté ocurriendo el proceso de

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disolución que tanto amenaza a los organismos calcáreos.

A día de hoy, la investigación ya superó la fase de recolección de datos. Meléndez Oyola comenta que los investigadores se encuentran analizando los datos y desarrollando herramientas en las que puedan integrar los resultados y las observaciones, con el fin de compartirlas con la comunidad, los estudiantes y las agencias de manejo, para que sirvan de referencia en futuras investigaciones. Asimismo, publicaciones científicas en los Estados Unidos y Puerto Rico ya presentan los resultados de este estudio que está a cargo por los siguientes investigadores: el Dr. Joseph Salisbury, de la Universidad de New Hampshire (investigador principal); Melissa Meléndez Oyola, también de la Universidad de New Hampshire (investigadora coprincipal); el profesor Julio M. Morell, de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayagüez (investigador coprincipal); la Dra. Silvia Rodríguez, también

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de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayagüez (investigadora coprincipal); Erick García Troche, estudiante de maestría del Departamento de Ciencias Marinas de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayagüez; Christopher W. Hunt, científico de la Universidad de New Hampshire y Marc Emond, también científico de la Universidad de New Hampshire. Referencias

Coastal Barriers at Risk. University of New Hampshire. Recuperado de https://seagrant.unh.edu/ coastalbarriersatrisk

Sea Grant Postcard from the Field. Coastal Barriers at Risk: Puerto Rico Sea Grant research highlights ocean acidification hotspots. Recuperado de https://seagrant. noaa.gov/Portals/0/Documents/NewsletterArchive/ Postcard%20from%20the%20Field%20PRSG%20 Ocean%20Acidification%20April%202018.pdf Comunicación personal con Melissa Meléndez Oyola, 10 de octubre 2018.


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Foto: Marc Emond


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InfografĂ­a: Mariela Vargas Babilonia


El Consejo de Cambios Climáticos de Puerto Rico: Ciencia y voluntariado al servicio del país Por Ernesto L. Díaz, MS, MEM Director del Consejo de Cambios Climáticos de Puerto Rico

Un año después de que se estableciera, vía Orden Ejecutiva 2008-09 de 29 de febrero de 2008, la Comisión para atender los asuntos estratégicos para la mitigación y adaptación al cambio climático, y seis meses después de la adopción de la ley que establecía la política pública sobre la mitigación del calentamiento global en Puerto Rico (Ley 246 de 10 de agosto de 2008), nos planteamos que teníamos que tomar una ruta diferente para llevar la mejor ciencia y conocimientos disponibles sobre estos temas al servicio del país. Tanto la Orden Ejecutiva como la Ley 246 tomaron momentum luego del 4to Informe del Panel Intergubernamental de expertos sobre Cambio Climático (IPCC). Este informe menciona que se cuenta con “evidencia suficiente para concluir con gran confianza que el calentamiento de origen antrópico de las últimas tres décadas ha tenido una discernible influencia en los sistemas físicos y biológicos del planeta”. Luego de la primera cumbre sobre el tema, convocada en Isla Verde el 2007 por la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayagüez, bajo el título “Enfrentando las consecuencias del cambio climático en Puerto Rico” y de la firma de una carta, por parte de 130 científicos, reafirmando el llamado a la acción, no se lograba pasar de la discusión a la acción. La creación de la comisión para la mitigación y adaptación al cambio climático, así como la adopción de la política pública sobre el tema del calentamiento global no contribuían al avance de procesos de toma de decisiones, que ayudaran a reducir nuestra vulnerabilidad socioecológica o promover mayor resiliencia de nuestras comunidades, biodiversidad e infraestructura. Ese 2009, las Academias Nacionales del Grupo G8+5, integrado por las economías más grandes del planeta, reconocían la necesidad de combatir el cambio climático asociado a las actividades humanas. Nos preguntábamos ese año cómo podríamos insertar los temas de vulnerabilidad socioecológica, mitigación,

adaptación y resiliencia en las ecuaciones de toma de decisiones del país, tanto en el sector público como en el privado. Semejante y compleja aspiración. Desde nuestra perspectiva científica, la evidencia continuaba creciendo: los humanos somos responsables de la aceleración de los cambios que se suman a la variabilidad natural y a las tendencias históricas de los pasados 1,000 años. Ciertamente, nuestro planeta ha enfrentado glaciaciones, periodos de deshielo y periodos interglaciares. Sin embargo, la aceleración de los cambios en la concentración de CO2 y de otros gases de

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invernadero (GHG) que llegaron luego de la Revolución Industrial, así como los efectos e impactos inducidos por los cambios en la composición y temperatura superficial atmosférica, en la temperatura y el pH de los océanos, exigían mayor atención y acción de parte de la comunidad internacional y muy particularmente de los habitantes de islas pequeñas como la nuestra. Aun cuando los pequeños estados insulares, como Puerto Rico, no contribuyen significativamente al aumento de las concentraciones globales de CO2 y GHG, estos son los primeros en afectarse por los efectos e impactos de los cambios.

El cambio climático lucía distante cuando se presentaban proyecciones para el 2100 de aumentos del promedio de temperatura atmosférica global de entre 34.7 y 35.6 °F (1.5 y 2 °C), y aumentos del nivel del mar de 1 metro (3 pies). Sin embargo, lo que lucía pesimista para algunos es ahora una subestimación preocupante. El quinto informe sobre el estado del clima global (AR5), y el más reciente informe del 2018, señalan que “para limitar el calentamiento global a 1.5 °C se necesitarían transiciones “rápidas y de gran alcance” en la tierra, la energía, la industria, los edificios, el transporte y las ciudades. Sería necesario que las emisiones netas globales de dióxido de carbono (CO2) de origen humano disminuyeran en el 2030 alrededor de un 45 % respecto de los niveles del 2010, y siguieran disminuyendo hasta alcanzar el ‘cero neto’ aproximadamente en el 2050”. Eso significa que se necesitaría compensar cualquier emisión remanente por medio de remover CO2 de la atmósfera. Las consecuencias anticipadas para islas tropicales, y los resultados del modelaje realizado por la Dra. Katharine Hayhoe para el Consejo de Cambios Climáticos de Puerto Rico (PRCCC, por sus siglas en inglés), y refinado por los colegas del Southeast Regional Climate Center, en colaboración con científicos asociados al Consejo, eran: aumento en el número de días por año con temperaturas superiores a 95 °F (35 °C) y noches con temperaturas de 85 °F (29 °C), disminución en los promedios de lluvia anuales, mensuales y

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diarios, así como un aumento en la frecuencia de eventos extremos de lluvias (3 pulgadas o más), sequías y huracanes.

¿Coincidencia o la nueva norma? Puerto Rico ha enfrentado sequías severas (como las reportadas en el 2014 y 2015). Asimismo, también hay récords de altas temperaturas durante la década en curso, e inundaciones como las asociadas a lluvias extremas que ocurrieron el 18 de julio de 2013 en el área metropolitana de San Juan. Los huracanes Irma y María, de categorías 4 y 5 durante la temporada del Atlántico del 2017, ocasionaron impactos severos evidentes en nuestras costas y playas que resultaron en pérdidas millonarias de propiedades públicas y privadas, activos para el turismo, la recreación y los hábitats para especies tales como las tortugas marinas. Las proyecciones del IPCC y del PRCCC reflejan que tanto la distribución como la intensidad de los huracanes en el Atlántico aumentarán.

Sobre 150 científicos, investigadores, planificadores, ingenieros, arquitectos, economistas, sociólogos, profesionales de la salud y comunicadores continuamos colaborando voluntariamente para integrar la mejor ciencia y los conocimientos disponibles dentro de la visión colectivamente adoptada por el PRCCC. De igual modo, buscamos evaluar el estado del clima de Puerto Rico, comprender nuestras vulnerabilidades socioecológicas y desarrollar estrategias de adaptación para construir un Puerto Rico resiliente. A pesar de los logros alcanzados, en términos de integrar y ofrecer la mejor información sobre los cambios que enfrentamos, existe una marcada brecha entre la intención de adoptar una política pública sobre la mitigación y la adaptación al cambio climático y la transformación necesaria en nuestros procesos decisionales relativos a la ocupación del espacio, al aprovechamiento de los recursos y el reconocimiento de reducir nuestra vulnerabilidad en áreas costeras y márgenes de ríos, por ejemplo. La transformación necesaria para desarrollar una verdadera resiliencia comienza por la formación del individuo. La educación es la esencia del proceso necesario y posible de adaptación.


Concienciación y educación sobre el cambio climático a través de la experiencia de campo para estudiantes de escuela intermedia y superior Berliz Morales Muñoz, MS Coordinadora del Proyecto Reserva Marina Tres Palmas Programa Sea Grant de la Universidad de Puerto Rico

En el 2014, el Programa Sea Grant de la Universidad de Puerto Rico (PSGUPR) firmó un acuerdo de colaboración con el Municipio Autónomo de Cabo Rojo para establecer el Centro para la Educación sobre el Cambio Climático Ambiental (CenECCA) en el histórico Faro de Los Morrillos. El objetivo principal de este proyecto es construir un programa en toda la isla para atender las necesidades de información científica. Se dirige, así, al desarrollo de acciones, programas, actividades y políticas de adaptación relacionados con el cambio climático (tales como riesgos naturales, aumento del nivel del mar, entre otros), con la intención de minimizar los impactos sociales y ambientales potencialmente adversos. El centro, que lo coordina Lillian Ramírez

Durand, especialista en comunidades costeras del PSGUPR, es el motor para difundir la ciencia de la medición del clima y la adaptación para proporcionar el desarrollo de herramientas de toma de decisiones relevantes para el clima. Se centra, asimismo, en aumentar la disponibilidad, la accesibilidad y la utilidad de las herramientas y los datos científicos relevantes para responder, a largo plazo, a los impactos del cambio climático y a los efectos, a corto plazo, del clima extremo. La información que se compila se difunde a investigadores, instituciones académicas, público en general y agencias gubernamentales estatales y federales. De esta manera, el CenECCA sirve como sede para la información sobre el cambio climático.

Foto: Efra Figueroa

Por Lillian Ramírez Durand, MS Especialista en comunidades costeras Programa Sea Grant de la Universidad de Puerto Rico

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Durante cada actividad, las instalaciones en el Faro de Los Morrillos se transforman en un laboratorio científico donde los estudiantes tienen la oportunidad de experimentar y crear conciencia sobre la acidificación del océano, la calidad del agua, la meteorología, los procesos costeros, las pesquerías, los organismos marinos y los ecosistemas oceánicos y costeros. Se proporciona instrumentación científica en cada estación para que los estudiantes y los maestros adquieran una comprensión más profunda de la implementación y la funcionalidad de estas herramientas científicas. Como parte del viaje de campo, que los maestros incluyen en el currículo de su clase de Ciencias, aprenden metodologías relacionadas con el clima y la conservación de los recursos marinos y costeros.

Servicio Federal de Pesca y Vida Silvestre, el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA) de Puerto Rico, el Dr. Juan G. González Lagoa y el Dr. Hernán Santos, ambos de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayagüez.

Fotos: Efra Figueroa

Actualmente, el centro proporciona actividades educativas formales que incluyen excursiones para estudiantes y maestros de secundaria y preparatoria. Estas actividades educativas crean conciencia de los impactos del cambio climático, para desarrollar resiliencia e implementar las mejores estrategias de adaptación disponibles.

Estas actividades han sido una experiencia enriquecedora para los estudiantes, los maestros y el personal involucrado en cada una de ellas; esto queda constatado en las evaluaciones muy positivas que los alumnos y los profesores realizan al CenECCA. De hecho, más del 70 % de los participantes han evaluado la excursión como excelente. El CenECCA y el PSGUPR, sus educadores y especialistas de extensión, están comprometidos a continuar brindando educación formal e informal a estudiantes, maestros, del sector público y privado, y residentes de nuestras comunidades costeras para promover la conservación de nuestros recursos costeros y marinos.

Entre los que hacen posible estas actividades educativas se encuentran: el equipo de educación del PSGUPR, Para la Naturaleza, el Servicio de Conservación de Recursos Naturales del Departamento de Agricultura Federal, el

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Educadores durante las actividades educativas de CenECCA.


Foto: Coastal Carolina University

Conoce a nuestro equipo

Wanda M. Ortiz Báez

Por Cynthia Maldonado Arroyo, BA Colaboradora editorial Programa Sea Grant de la Universidad de Puerto Rico

Desde segundo grado de escuela elemental Wanda M. Ortiz Báez supo que quería ser bióloga marina. Seguramente fueron las visitas junto a su familia a la bahía bioluminiscente de Fajardo, o a Rincón, durante la temporada de avistamiento de ballenas, lo que despertaron en ella el interés por conocer más sobre el mar y lo que en él habita; en especial los tan temidos tiburones. Su fascinación por el mar la llevó a ingresar al Departamento de Ciencias Marinas del Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico en el 2016, y al Programa Sea Grant llegó como voluntaria en el 2012. De acuerdo con Wanda, “Sea Grant fue el primero que me dio la oportunidad de trabajar en algo que realmente me gusta hacer, que me disfruto. Me ha dado la oportunidad de adquirir nuevos conocimientos, experiencias y conocer mucha gente”. Precisamente, esto es lo que tanto le gusta de trabajar aquí. Durante estos años, Wanda ha ofrecido apoyo en el Centro de Recursos para la Información y Educación Marina (CRIEM) y en el área de Imprenta, y ha participado de las actividades

educativas que lleva a cabo el Programa. Actualmente, dirige el grupo de revisión y redacción de los “Datos marinos”, una serie de artículos cortos que sirven para educar al público general sobre las áreas temáticas de Sea Grant. En la actualidad también completa una maestría en Oceanografía biológica en el mismo departamento y recinto, con concentración en los elasmobranquios (entiéndase, peces como los tiburones y las rayas). De acuerdo con Wanda, en Puerto Rico se conoce poco sobre esta subclase de peces cartilaginosos, por lo que aspira a ofrecer talleres educativos sobre ellos en el futuro. Como es de imaginar, Wanda disfruta de bucear y de hacer snorkel, actividades que utiliza para invitar a familiares y amigos a tener una experiencia con el mar. De esta manera, Wanda ha logrado no solo cambiar la percepción errónea que han tenido de esa inmensa masa de agua salada, sino también que apoyen las iniciativas del Programa. Wanda además disfruta de la alfarería y de hacer manualidades, y procura, por medio de talleres y prácticas, tener un estilo de vida más sustentable.

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