VIAJE DE PEÑÍSCOLA Y SU ENTORNO

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VIAJE DE PEÑÍSCOLA Y SU ENTORNO Santiago Delgado 1-7 de marzo de 2022

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ÍNDICE 3 BALADA DE LA PLAYA DEL SALER, EN INVIERNO

5 GRAN CERROJO DE LA SALA CAPITULAR DE BENEDICTO XIII, EN PEÑÍSCOLA

7 CARTA PERSONAL A LA CARRASCA DE CULLA

9 EPIGRAFÍA SENEQUISTA EN EL MAESTRAZGO DE CULLA

11 LA PICOTA DE CULLA, EN EL MAESTRAZGO

13 TEORÍA DEL DELTA EN INVIERNO

(Fotos del autor)

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BALADA DE LA PLAYA DEL SALER, EN INVIERNO

He venido a verte, Oh, playa del Saler, en estos amenes de febrero, destemplados y lluviosos. Las olas rugen, como leones enjaulados por los finos barrotes de la feble lluvia, y una banda de torcaces revolotea unánime, según me voy acercando a ellas. Forman cambiantes nubes entre la encharcada arena y el inmediato cielo, que, a pesar de todo, les ampara. En la altamar vecina, fondean cargueros, abarrotados de contenedores,

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habitantes de la niebla. Puntuales luces los delimitan, apenas separándolos de la nada. Esperan turno para atracar en el Grao. Arrecia el temporal, y dos de ellos deciden partir, buscando puerto más propicio. El Bóreas ruge, húmedo y frío, y los pasos se hunden en la arena blanda. Aprecio esta hermosura tuya no trivial, Oh, playa del Saler, en estas coordenadas del alma en que hemos coincido ambos. La playa tiene soledad, y la llena con hundidas huellas de pasos perdidos, con las torcaces, y con los grandes paquebotes en la niebla. El cielo aparece roto e inconstante, como si obedeciera a los brochazos de algún pintor furioso, que únicamente llenara su paleta de blancos y de negros, de grises infinitos y voluntad ninguna de ser obediente y ordenado al equilibrio, a la mesura y a la serenidad de los estrictos cánones clásicos. ¡Quien fuera ese pintor!

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GRAN CERROJO DE LA SALA CAPITULAR DE BENEDICTO XIII, EN PEÑÍSCOLA.

Como tú, viejo cerrojo de la Sala Capitular del Castillo de Peñíscola, me veo cercado, cada vez más, por las torpes injurias de la vejez, cuyas heridas no voy a enumerar. Baste decir que surgen nuevas, cada día que amanece. Y no cesan: se incrementan las conocidas, y aparecen otras, hasta entonces ignotas. Tu herrumbre secular

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y tus chirridos, que parecen quejas de humana expresión, me dicen que tú también conociste tiempos mejores. Como tú, yo, voy salvando esos escollos que la perdida lozanía salvaba mucho mejor que el yo que soy ahora. Pero no me arredran nada estas limitaciones: has de saber, cerrojo amigo, que tomo lección de este pasar tuyo de los siglos, y acopio fuerzas para soportar, –si es que no puedo vencerlos– tantos agravios de la edad, a los que ya me acostumbro, casi, y conmigo llevo, inexorablemente.

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CARTA PERSONAL A LA CARRASCA DE CULLA,

Estimada, querida, amada Carrasca de Culla, en el Maestrazgo, cuando te vi esta mañana, subiendo desde la templaria Peníscola a la no menos templaria Culla, lo primero que pensé es poder trepar de rama en rama, de tronco en tronco por tu ubérrima fronda esclarecida, hasta donde más alto llegar no pudiera. Y allí abrazarte fuerte, y dejar pasar tus efluvios centenarios a mi espíritu de pobre mortal efímero. No aspiraba a conseguirlo, pero sí a imaginarlo. Verte, tan sólo, valió por lo pretendido. Recogí del suelo una hojilla, aun verde,

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y la guardé en mi cartera. Allí habrá de estar hasta que mi olvido la recuerde. Con una sonrisa te recibiré de nuevo y habré de percibir, en la consciencia mía, que contigo estuve, cuando marzo , ya tenía los olivos enverdecidos, los romeros estaban en flor y el agreste paisaje de tu entorno dominaba perfectamente serio todo el horizonte visible a la redond

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EPIGRAFÍA SENEQUISTA EN EL MAESTRAZGO DE CULLA

Al poco de entrar en Culla, no lejos de la Picota, hay un frontispicio muy humilde, obrado en lamina frontal de arenisca. Tiene una inscripción muy toscamente labrada, en letra capital muy irregular, que reza: IUDICIUM DURISSIMUM HIS QUI REGUNT. O MARIA SUSPIRANT MORTUI A TE PIA La traducción, algo ampulosa, pero sin los inevitables implícitos del sincretismo podría ser: IMPLACABLE JUICIO PARA TODOS CUANTOS HOY GOBIERNAN. MÁS UNA VEZ FALLECIDOS, APIÁDATE TAMBIÉN DE ELLOS, OH DIVINA INTERCESORA VIRGEN MARÍA. Por en medio de las letras aparece una fecha: 1750. Posiblemente, sea una piedra reutilizada, como tantas otras de todas partes. Y fuese parte de algún sepulcro de prócer dotado con cierta dosis de poder en vida. La primera oración gramaticalde la epigrafía pudiera ser de inspiración senequista, muy del gusto hispano. Entra en el concepto de la obra del Abate de Cluny (siglo 10


XII), De Comptentu Mundi (Del Desprecio del Mundo). Incluso el poder, acaso la mayor de las pasiones humanas, tiene, o debiera tener, ese contrapeso de goce, pensó el redactor. Es un pensamiento ejemplar. Todos cuantos gobiernan deben comportarse como si fuera inexorable en su llegada e implacable en su sentencia, ese juicio que le deben a la población a la que gobernaron. Pero esta idea parece no tener mucha vigencia en los tiempos modernos. Por casi ninguna parte. Y quien pudiera sentirse afectado por ella, ya procura dotarse de rico patrimonio a costa del erario público, por lo que pudiera pasar. La Historia está repleta de casos de este tipo de impunidad con retraso. Una impunidad gozable luego de ese juicio sumarísimo que proclama la noble leyenda de Culla, y más, mucho más, luego de la sentencia subsiguiente. Desgraciadamente, el texto no asusta hoy a nadie. Son tiempos descreídos, en los que no ya la impunidad, sino incluso el mismo sentido de culpa es arrojado extramuros de la conciencia. Actuar mal, hoy, repito, no aboca, necesariamente, ni a ser juzgado, ni a ser sentenciado, ni siquiera a padecer remordimiento. Culpa, remordimiento y condena son reliquias de un pasado que la nueva cultura declara caducado, obsoleto y antihumano. Todos somos impunes, todos somos inocentes sin mácula alguna, porque sí. Toda justicia es llamada venganza. Y toda condena, antiderechos humanos. De manera que la modernidad contesta a la fuerte proclama de Culla: “¿Y qué?”. Y no hay más. Desfalco, malverso, despilfarro, y soy manantial innúmero de cohechos, que nada me va a pasar. La Justicia se ha hecho para

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otros. El voto me salva siempre, sea fidedigno o no. Así pues, el mal gobierno tendrá juicio durísimo, pero luego nada. No hay verdades absolutas, proclaman los tiempos. La sentencia de Culla es Arqueología Moral.

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LA PICOTA DE CULLA, EN EL MAESTRAZGO

Ahí está, apenas a la entrada del pueblo de Culla: el Rollo. En el agujero que veis, se introducía el recio palo terminado en garfio, en él se colgaba la cabeza del sentenciado, con pruebas o sin pruebas. En caso de delitos, o pecados, menores, se ataba al reo al palo, y se le dejaba indefenso a las injurias varias de los que por allí pasaban, o querían pasar. En localidades de más prosapia, el rollo era alto más que humano, y en su cabeza tenía salientes donde se colgaba la cabeza del decapitado. El rollo, con o sin picota, estaba al servicio del señor del lugar, que en Culla fueron templarios, más tarde monteses. Las Cortes de Cádiz lo abolieron, pero luego con FVII se volvieron a construir algunos. El pequeño Rollo de Culla es ya un reclamo de autenticidad para el turista culto que visita el precioso burgo medieval del Maestrazgo. En Murcia, aún llamamos El Rollo, a la plaza de salida hacia Cartagena. Y no es debido a la geometría circular de la plaza. Es por esto mismo, créanlo.

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Mejor creer que en el palo de Culla, que acaso guardase el verdugo en su casa, no colgó la cabeza de nadie. Y que el garfio quedara en la fragua de alguna herrería cercana, pendiente de recogida y pago. Sí que sospecho que allí sentaron a más de algún ladronzuelo robagallinas. Y, también, seguro, a todo aquél a quien el feudal del castillo señalara como insumiso a su voluntad. La Justicia era prerrogativa de los señores. Fiscal, defensor y secretario de tribunal no eran sino extravagancias futuribles de improbable realidad. Picota viene de pico, punta del garfio, donde a modo de carnicero con las reses, se hincaban las cabezas de los réprobos por su sangriento gaznate, para escarmiento de aspirantes a conspirar contra el orden establecido, que el señor de las almenadas alturas, creía haber obtenido de Dios. Un rollo o picota es arqueología judicial, con perdón del abuso del término. Y los historiadores y antropólogos las protegen con encomio profesional. Tener una picota en el término es, hoy, asegurarse prosapia de siglos y antigüedad venerable. Supongo que las justas iras liberales de 1812 y 1820 harían, justamente, estragos de tan odiosos monumentillos. Pero algunos se salvaron. Las piedras siempre son inocentes. Imagino al cantero que labrase la última picota, una vez terminase la obra, y esperando al comitente, que habría de venir por ella, en buen carro de arriero, encargado de recogerla. Con esa entrega terminó un triste episodio de la Historia de España, que, cruel o no, derecho tiene a dejar registro en las páginas del tiempo escrito.

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TEORÍA DEL DELTA EN INVIERNO

En el Delta, la llanura es limitadamente infinita. Pero infinita. El campo en el marzo primero, los arrozales están huecos del blanco cereal. Lo plantan en mayo, y recogen en otoño. La mitad de esos meses está verde, y la otra mitad dorado. Pero yo lo he visto desnudo. Barro seco, apenas humedecido por las tímidas lluvias de las últimas jornadas. Los caducifolios, aislados, en esqueleto muestran sus ramas sin ornato alguno de fronda. Es una belleza difícil, pero belleza. Caseríos de labranza humanizan, salpicadamente, la perspectiva. En lontananza, las montañas cierran la plana visual, pero no empecen esa infinitud pequeña que avisto. O esa pequeñez infinita del Delta. Hay un cielo azul de anticiclón en la península, que deja al día diáfano y tranquilo. Hilachas de nubes huyen sin viento, descolocadas por la inacción del aire. Los mil caminos asfaltados de la llanura ponen geometría lineal quebrada, al continuo bidimensional de las hectáreas de los arrozales, vírgenes aún de siembra, ávidos de charco y plantones.

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Todo es paz serena y medida. El Delta es un don del Ebro, que arrastró limos de las alturas cantábricas y otras tierras más bajas al sur del Pirineo abrupto, de quien recibe deudores, con más limo de sierra que aportar. El Delta es cumbre acostada y dormida, múltiple, de tanto elevado pico de la raya norte de Iberia. El Delta es un sueño tumbado de montañosas cimas, junto al mar, que añoran nieves y alturas perdidas. El Delta es una Dama de rico armario a quien visten doncellas de siembra y verdeo en primavera, y doran de otoño y siega los soles cansados de los amenes estivales. Te llevo en mis ojos, tierras bajas del Ebro, aledañas al mar con quien te hermanas. Los altos cañares de las riberas, los carrizos de las canalizaciones y las islas innumerables de la punta me dan tu impronta de armonía de invierno y dulzura de triste cotidianidad acostumbrada. Otros días habrá en que nada sea igual a como yo lo he visto. Pero qué más da, Delta Amigo, diré y proclamaré que estuve aquí, en esta tierra que nombre da a la península entera. Tierra de agua. Barro siempre nuevo, bajo los cielos de levante o bajo las nubes atlánticas que, exhaustas, sobre ti se ciernen para descansar en las olas breves. Los vientos de tierra amansaron olas y mareas, hasta hacerlas besar playas, acantilados y roquedos, a un lado y otro de ti, Delta espléndido que hoy conocí al cabo.

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